Jueves, 22 de abril de 2022
Disclaimer: Esta fanficción está hecha sin fines de lucro, Ranma ½ es una obra de la gran mangaka japonesa Rumiko Takahashi, quien me enamoró con esta historia, la cual ahora me inspira para crear nuevas situaciones y aventuras protagonizadas por Ranma Saotome y mi preciosa Akane Tendo n.n, con la finalidad personal de mejorar mi escritura (o eso espero), además de que tal vez pueda entretener a alguien que me visite por aquí.
Capítulo IV
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Falsos y verdaderos amores
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El inicio de su plan salió mejor de lo previsto, casi podía asegurar que un duende o un hada u otra criatura fantástica, oculta entre los arbustos, había distraído a Akane. O quizá solo hubiese sido la madre naturaleza interviniendo en forma de viento. Ciertamente no podía asegurar quién o qué actuó a su favor, pero parecía una señal del destino alentándole a hacer y deshacer lo que fuera para ser feliz.
En ese momento, con la adrenalina a flor de piel, cargaba a su víctima sin mirar atrás, corriendo tan rápido que sus pies ni siquiera tocaban el suelo. Pasó por varias cuadras antes de voltear por una esquina, y no tardó en abrir la puerta trasera del vehículo que aguardaba con las luces apagadas. Se metió junto a Akane con la agilidad de un gato y ordenó:
—¡Vamos!
El conductor de inmediato obedeció; ese pobre muchacho era y siempre sería solo como su esclavo, aunque él desease ser considerado algo más.
Las calles de Nerima, despejadas y silenciosas, contradictoriamente a la paz que mostraban, les puso los nervios de punta; era la primera vez que actuaban en equipo de esa manera ¿Cómo asegurar si todo saldría de acuerdo a lo contemplado?
No pudo evitar morderse la uña del pulgar y notó que su cómplice conducía concentrado para evitar cualquier accidente. «Tener calma es clave», pensó entonces y trató de relajarse. Lo más difícil ya lo había logrado: esa Tendo estaba en su poder. Sonrió. Luego miró hacia atrás, temiendo que alguien los persiguiera. No, no era así y suspiró de alivio.
Observó la expresión desvanecida de Akane siendo iluminada de rato en rato por las luces amarillentas de los postes —tenía su cabeza en el regazo— y pasó los dedos entre las hebras de su corta y azulada cabellera con el convencimiento de que todo lo que hacía, lo hacía por amor.
Sí, Tatewaki Kuno juraba que obraba únicamente por amor.
—¿Estará bien? —preguntó a Sasuke de pronto, preocupado; no estaba acostumbrado a ver el salvaje carácter de su amada reducido a la serenidad de la inconsciencia.
—Sí, amo. La sustancia mágica que usted ha utilizado es muchísimo más efectiva que el clo… clo…
—Cloroformo.
—Sí, eso mismo. Y le aseguro que es totalmente inofensiva. La señorita Akane solo está dormida.
—¿Por cuánto tiempo?
—El necesario. Lo más probable es que ni siquiera sienta cuando estemos volando y despierte en Canadá —aseveró el sirviente, atento en el volante, dirigiendo miradas fugaces por el espejo retrovisor. Temía a Saotome.
El Rayo Azul sonrió encantado, no soportaba más llegar a tierras americanas y empezar su nueva vida. Ni tampoco podía dejar de contemplarla.
—Eres sumamente hermosa, Tendo Akane. —Rozó con sus nudillos el rostro femenino y añadió—: Amor mío, solo mío y único. Solo tú y yo. —Así era lo que sentía; posesivo, exclusivo—. Solo pienso en ti a cada instante. Solo por un beso tuyo hago lo imposible. —Obsesivo, frenético—. ¿Estás tan ansiosa como yo, mi querida novia? Seguro que sí. Pero tranquila, falta muy poco para que seamos felices hasta que la muerte nos reclame, porque a partir de ahora tú eres mi prioridad y solo la muerte sería capaz de arrancarte de mis brazos. Lo prometo, cada mañana, cada tarde, cada noche te amaré de todas las formas posibles. —Besó su frente—. Nadie te apartará de mi lado, y si ese hechicero de Saotome vuelve a intentar algo en contra de nuestro amor, no me contendré hasta que suplique por que le deje vivo.
Y con esa declaración, Tatewaki abrazó fuertemente a Akane mientras que Sasuke presionó más el acelerador.
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Cuando la noche se le hacía eterna y su cuerpo buscaba los brazos de Morfeo sin éxito, Ranma probaba a ver qué funcionaba: echado de lado hacia la derecha. Gruñido. Ahora a la izquierda. Otro gruñido. Mejor boca arriba. No, no, no, mejor boca abajo, ahogándose con la almohada.
—¡Maldición! —Se sentó en su futón—. No puedo seguir así —farfulló palmeándose las mejillas. Desde luego no podía, en cuanto cerraba los ojos la imagen de su prometida besando a alguien que no era él se presentaba como una mortificante alucinación—. ¡Tch! —chasqueó la lengua y se tapó la cara con sus manos, concentrándose para que esa tormentosa perturbación metamorfoseara a una más creíble: Akane golpeando a quien sea que le mirara los labios con ojos devoradores. «Esa es más ella», se dijo a sí mismo no pudiendo evitar sonreír. Un segundo después endureció su gesto. «No se lo merece, estoy acusándola sin motivo». Suspiró. Era bien cierto que la menor de las Tendo solía llamar la atención de los muchachos, los cuales, naturalmente, no eran ciegos y advertían con facilidad la presencia de una adolescente bonita, y Akane lo era. «Muchísimo». No obstante, ¿acaso alguna vez ella coqueteó con alguno? «Jamás». ¿Entonces era adecuado enojarse por la imposible posibilidad de un beso dado por su prometida? «Claro que no». ¿Y había sido justo que, después de que Nabiki sembrara cizaña entre ellos, la gritara airado ¡Piensa y haz lo que se te antoje! ¡No me importa! golpeando uno de sus libros sobre la mesa, saliera de su dormitorio haciendo resonar sus inseguridades a través de un sonoro portazo y, además, no bajara a cenar para hacerla saber que no quería verla? «¡Rayos! ¡No!». El heredero Saotome sabía que tenía que dejar su orgullo a un lado y tratar de disculparse. «Vaya, necesito despejarme».
Salió de su dormitorio al pasillo oscuro y sin ruido alguno, salvo el sonido de un motor de auto a lo lejos. «¿Cómo salen de fiesta hasta estas horas? Irresponsables», pensó disgustado, porque en ese instante todo le molestaba. Sin embargo… «Alguna vez lo haré con Akane», la idea era tentadora.
Entró al baño y abrió la llave para mojarse la cara.
—¡Brrrr! Qué fría —se quejó levantando la cabeza. Entonces, en el espejo, observó a la pelirroja quien, a pesar de tanto tiempo y de que le devolvía esa mirada azul similar a la suya, no le resultaba familiar; le costaba aceptar que esa mujer era él—. No deberías estar ahí —reclamó a la chica del cristal.
Se acercó a la bañera, tomó la ducha teléfono y se roció agua caliente. Regresó a verse al espejo.
—Ey, ahí estabas. —El nuevo reflejo le robó una sonrisa, pues reconoció sus rasgos masculinos y de galán. Habló consigo mismo en voz baja—: Eres muy atractivo, lo sabes ¿No? No tendrías porqué desaparecer en ningún maldito momento. Pero eso lo solucionaré más adelante. —Inspiró y soltó el aire con lentitud—. Ahora tienes otras prioridades, como hablar con tu prometida. Sí, así es. Tienes que hablar con la chica que te trae patas arriba; con Akane. —La decisión era, en partes iguales, categórica y titubeante—. ¿Querrá disculparme esta vez? —Sabía de lo porfiada que podía llegar a ser—. Quizá… mañana —resolvió retornando a su habitación.
Una vez dentro, se apoyó en la puerta y cerró los ojos. «Akane, Akane, Akane, no podré dormir y va a ser culpa tuya». Se sentía disconforme. ¿Qué debía hacer para conciliar el sueño? ¿Para no mostrar en la mañana cansancio o grandes ojeras que delatarían su desvelo? ¿Para tener un apacible fin de semana con su prometida?
—¡Ah! ¡Akane, tú lo pediste! —Volvió a salir, cruzó el pasillo y se plantó frente al patito de madera. Respiró tres veces. Acercó lentamente una mano a la manija y… se detuvo.
Pero el tiempo no, él continúa su curso. Al igual que el plan de Tatewaki.
¿A qué le temía? ¿A disculparse? ¿A su rechazo?
Qué inoportuno dudar mientras los segundos pasan y pasan. Y Akane se aleja más y más.
¿A que no le creyera que no quería besar a nadie que no sea ella? ¿A pedirle un beso y recibir de su parte una respuesta negativa? «Demonios, Akane, nunca me pones las cosas fáciles», el pensamiento ocupó más tiempo.
Porque el tiempo nunca se detiene, sin importar dónde esté él o ella, el tiempo no dejaría de avanzar.
—¡Rayos, vamos! —murmuró animándose y abrió la puerta—. Akane… ¿Akane? —La cama estaba vacía—. ¿Akane? —La ventana estaba abierta—. ¡Akane!
Bajó a trompicones a buscarla en el jardín. No la encontró. Revisó en la sala, el comedor, la cocina, los baños, el desván, el dojo. Y tampoco hubo rastro de ella. «¿Dónde está?». Regresó al jardín con el estómago hecho un nudo, desorientado, angustiado. «¿Dónde estás?». Miró a su alrededor esperando dar con una señal. «¿Dónde?». Trató de sentir su energía cerrando los ojos; no pudo. «¿Qué significa esto?». Su vista se clavó en las únicas cortinas de la casa que ondeaban al ritmo del viento. «Akane…». Empuñó sus manos y antes de despertar a toda la familia… «¡Ese auto!», su instinto de protegerla lo advirtió.
No perdió más tiempo y saltó el muro alto que rodeaba la residencia de los Tendo.
¿Era posible estar tan conectado a alguien al punto de confiar en el sexto sentido que los unía? ¿Era posible correr a tal velocidad que le permitiese alcanzar a un automóvil que le llevaba mucha ventaja? ¿Era posible sentir celo hasta de querer ser el único en auxiliar a su prometida? ¿Era posible que su corazón estuviera a punto de explotar por la vehemencia y el temor de no volver a ver a Akane?
Puede que sí, porque Ranma confió en ese sexto sentido, sus piernas volaron sobre los tejados, las azoteas y la calzada, no pidió ayuda a nadie evitando que estropeasen su rescate y su corazón latió violentamente atenazado por la desesperación.
«Akane, aguarda. No voy a dejar que nada malo te pase», juró.
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Sarugakure, fiel ninja, presionaba el volante con fuerza mientras manejaba por una larga y poco iluminada avenida. Seguía sin dejar de ver por el espejo retrovisor. «¿Saotome ya se habrá dado cuenta? ¿Estará tras nuestros pasos?». Suspiró para tranquilizarse.
Y también suspiró por cada vez que veía a su señor Kuno embelesado, acariciando el rostro, el hombro, el brazo y la mano de la señorita Akane, susurrándole palabras de amor. «¿En verdad la ama?», para sí, reconocía que ese amor era, en extremo, insólito; Tatewaki llegaba a endiosar a la Tendo más joven. ¿Era sano alimentar aquello? «Espero que nada salga mal».
—Sasuke —llamó Kuno de improviso.
—¿S-sí, señor?
—¿Estás seguro de que la pócima es inofensiva? Mi novia se ve muy… «quieta, casi muert…» tranquila.
—No se preocupe. La preparé yo mismo con la receta de mi buen amig… ¡Oh, no! —exclamó el ninja con los ojos muy abiertos y fijos en el espejo.
—¿Qué, qué pasa? —preguntó el Rayo Azul percatándose del sobresalto de su sirviente.
—¡Viene por nosotros, señor! ¡Nos encontró!
Kuno miró hacia atrás. ¿De quién era esa sombra alargada que divisaba a lo lejos? «¡Maldito, Saotome!», detectó.
—¡Acelera, Sasuke! ¡Acelera!
—S-sí, ¡sí!
¡Brrruuum, brrruuum…! Inmediatamente el motor rugió y los neumáticos giraron a gran velocidad.
Pero aquella sombra rauda no desaparecía, no cesaba su carrera y se aclaraba cada vez más. Sí, no había equivocación: se trataba del artista marcial de trenza azabache y tenacidad de acero.
—¡Más rápido!
—¡No puedo, señor! ¡Nos mataremos! —El ninja tenía razón.
De pronto Tatewaki, nervioso y exaltado, se percató de una fábrica abandonada a un costado de la carretera; las rejas de la entrada estaban rotas.
—¡Entra ahí! —Le señaló el sitio y su sirviente cumplió la orden—. Escucha bien, Sasuke, distrae a Saotome mientras escondo a mi futura esposa. Luego yo mismo me encargaré de él. —Kuno miró a Akane—. Tranquila, mi amor, no voy a dejar que caigas nuevamente en las garras de ese hechicero. —Acarició su barbilla y después sus labios. Acercó su rostro al suyo con claras intenciones.
—¡Señor! —interrumpió Sasuke, recibiendo una mirada furiosa—. N-n-no es conveniente que… demore, señor —aconsejó entregándole su shinai.
El Rayo Azul lo entendió, tomó su arma, se la acomodó a la espalda y salió del auto con la joven Tendo en brazos. No tardó en desaparecer por el antiguo, arruinado, solitario y oscuro edificio.
Varios metros atrás, Ranma, agotado y extremadamente furioso, entornó los ojos. «¿Eh?». El vehículo, donde tenía la certeza de que se llevaban a su prometida, se internaba en un lugar. «¿Qué pasa?». Aceleró sus zancadas, dejó atrás las estropeadas rejas y mientras se iba acercando fue notando que el auto, en el cual no parecía haber nadie, estaba estacionado de cualquier manera frente a una construcción olvidada que tenía un letrero destrozado; todavía se podía leer:
Fábrica de neumáticos
Inspeccionó el vehículo por si se escondían. En efecto: estaba vacío.
—No te cansas de fastidiar la vida de mi amo ¿Verdad, Saotome? —dijo de repente una voz conocida a su espalda.
El artista marcial dio vuelta con calma y socarronería.
—Y tú no te cansas de estar al servicio de una familia de chiflados como los Kuno ¿Verdad, Sasuke? —Su expresión cambió a una áspera—. ¡Quiero a Akane ahora! —bramó.
—¡Ja! ¿Ah, sí? ¿Y por qué?
—¿Por qué? —repitió entre dientes—. ¡Jum! ¿No es obvio? ¿Por qué la Tierra gira alrededor del Sol? ¿Por qué las abejas buscan flores? ¿Por qué los peces mueren fuera del agua? No voy a explicarte nada cuando hay porqués que basta con responder: porque sí. ¡Habla! ¡¿Dónde la tienen?!
—No te lo diré. Al menos no tan fácil. Primero ¡Lucha por ella! —El ninja se colocó en posición de ataque.
Ranma rio tras escucharlo.
—¿Quieres que luche contigo? ¿Qué te hace pensar que tienes una minúscula oportunidad de vencerme?
Sarugakure mostró una sonrisa ladina.
—¿Qué crees, Saotome? —Hizo una breve pausa llevando las manos a su cinturón—. ¡Toma estooo…! —gritó al tiempo que arrojaba como una veintena de esferas.
«!Demonios¡ ¡Bombas!», pensó Ranma y se cubrió con los brazos para protegerse. Y cuando los explosivos colisionaron contra su cuerpo se sintió… ridículo.
—¡¿Qué es esto?! ¡¿Globos de agua?! —chilló el maldito de Jusenkyo con voz femenina, irritado, insultado, burlado «¿Cómo se atreve a atacarme con algo tan insignificante? Y peor aún ¿Cómo le he temido, aunque haya sido por una décima de segundo?».
—Felicidades, qué listo eres. Sí, así es, son globos de agua frí-a —aclaró Sasuke con burla, sintiéndose en ventaja, sacando su ninjatō afilado y arremetiendo con agilidad—. ¡Te derrotaré, niñita!
—¿Niñita? —masculló Ranma, más exasperado. Cómo odió esa palabra dirigida a él. «Ahora verá». Ni se preocupó por defenderse, esperó lo justo para tenerlo cerca y bastó algunos veloces movimientos del Truco de las Castañas Calientes para desarmar y dejar fuera de combate al atrevido ninja. «Debilucho». Exhaló, hizo tronar los dedos de sus manos, se agachó y preguntó—: ¿Qué te pareció lo que puede hacer esta niñita, idiota? —Lo levantó del cuello—. Ahora confiesa ¡¿Dónde está Akane?! ¡¿Dónde la tiene Kuno?!
No obtuvo respuesta. Tarde reparó en que no debió ser tan duro; los ojos de Sasuke estaban desorbitados.
—¡Diablos! —se quejó soltando a su inservible rival bruscamente.
Observó de pe a pa la fachada de la fábrica. «Ya estoy aquí, Akane». Se puso de pie y se apresuró a entrar.
Si el edificio por fuera se veía abandonado, por dentro se sentía inhóspito. Reinaba la oscuridad, el silencio y un olor desagradable y penetrante a caucho quemado y a carne descompuesta. Sin embargo, las escasas luces de la calle iluminaban tenuemente las zonas cercanas a las ventanas rotas; por donde mirase había inservibles llantas, roedores muertos, comida malograda esparcida, algunas ratas trasladando su alimento y haciendo sus chirridos agudos escabulléndose por los huecos de las paredes o del techo. «Esto es insoportable». Le resultaba difícil tolerar tal hediondez, pero le era todavía más difícil no saber de…
—¡Akane! ¡¿Logras oírme?! ¡Akane! —gritó intentando sentir su aura; no lo logró. «¿Dónde rayos están?». Caminó entre las centenas de desordenadas columnas hechas de diversos tipos de llantas; parecía un bosque lóbrego de árboles gruesos, desnudos y carbonizados.
El heredero Saotome avanzó hasta dar con un pasillo. Miró a la izquierda, luego a la derecha. Se percató de unas escaleras y no dudó en subirlas.
Al llegar al tercer piso, al fondo, notó una habitación abierta. Se acercó con sigilo y desde la entrada distinguió… «¡Eso es de Akane!». La ligera camisa de dormir amarilla de su prometida estaba atada a la vieja barandilla del balcón y se agitaba como si fuera la bandera del enemigo que declaraba su victoria.
—¡Pero qué demonios! —A toda prisa se aproximó hasta desatarla y sujetarla. Olía a ella, sin duda era de Akane, pero…, igual que en Jusenkyo, ¿dónde estaba ella? El miedo ensombreció su calma e instintivamente buscó entre la tela como si quisiera encontrar su diminuto cuerpo. «Si ese infeliz te ha hecho algo, juro, juro que…».
De súbito la puerta se cerró tras su espalda y alguien habló:
—Vaya, vaya. El hechicero queriendo hacer de las suyas en su forma demoníaca.
«Kuno», el artista marcial reconoció esa indeseable voz. Volteó de inmediato.
—¡No tengo tiempo para tus estupideces! ¡¿Qué le has hecho a Akane?! —avanzó y sus pequeñas manos sujetaron furiosamente el cuello del traje de Tatewaki quien sostenía su shinai.
—¡Te prohíbo que la nombres, mal engendro! Ella ya es mía, por completo, para siempre. ¡Y suéltame si no quieres morir aquí mismo! Ahora que sé tu verdadera identidad, no pienso ser piadoso contigo.
Quizá fue el grotesco insulto. Quizá fue que aún no había saldado cuentas con Kuno por su acoso y el último encuentro. O quizá fue pensar en la posibilidad de que su prometida estaba en algún lugar ¿Sola? ¿Herida? ¿Asustada? ¿Inconsciente? ¿Sollozando? ¿Semidesnuda? ¿Humillada?
Eran tantas las razones, tantas, que no tenía de dónde sujetarse para no caer en las redes de la venganza…
Así que si el Rayo Azul no pensaba tener piedad, Ranma Saotome estaba dispuesto a mandarlo al infierno.
—Vas a arrepentirte de esta noche —su voz se oyó como un murmullo que iba en aumento—, vas a implorar por que te deje vivo, vas a pagar por haberle tocado aunque sea un pelo. ¡Devuélveme a mi prometida, maldito! —reclamó con un grito agudo, furioso, potente, quebrado.
Los artistas marciales se enzarzaron en una violenta pelea cuerpo a cuerpo, porque Ranma quebró el sable de bambú de Kuno. Ambos golpearon, patearon, trastabillaron, chocaron contra los deteriorados muebles y las paredes, cayeron, sangraron, insultaron, gimieron de dolor…
Pero a todas luces no era un enfrentamiento equilibrado, pues en general, entre hábiles guerreros, aunque el físico femenino se esforzara al límite, en la creación la fortaleza otorgada a varones y mujeres se distribuyó claramente: ellos obtuvieron la física, ellas la emocional.
¿Y qué pasa cuando el cerebro —centro de control de las emociones— de un viril adolescente es atrapado en el delicado cuerpo de una pelirroja?
Es muy posible que ese adolescente, cuyo estilo de vida tampoco le permitió aprender a escuchar, interpretar y manejar su corazón cayendo en el temor, la vergüenza y el error de expresar sus sentimientos; tenga dificultades tanto en su interior como en su exterior. Desventajas por doquier.
El heredero de la dinastía Saotome peleó por pelear, sin detenerse a pensar en estratégias y técnicas que le permitieran moverse eficientemente en el combate. En su cabeza solo aparecía peligro rodeando a la persona a quien quería demasiado y que extrañaba porque estaba acostumbrado a tenerla cerca en cada batalla. Además, era frustrante carecer de su capacidad corporal habitual para enfrentarse a un enemigo desenfrenado. Él estaba seguro de que era el mejor artista marcial de la época, pero… tenía que aceptar, con total irritación, que Tatewaki había mejorado y que Ranko no podía liberarse de sus manos que la estrangulaban contra el barandal del balcón. ¿Cuánto más aguantaría? «A-Akane», pensó en la motivación de su lucha. No podía perder. ¿Quién cuidaría de ella después? Se esforzó por empujar o patear a su contrincante, pero el aire ya no llegaba a sus pulmones, su visión se hacía más borrosa y el crujido de las gastadas maderas indicaban que en cualquier momento se desplomarían. «Akane, no te he dicho lo que siento. No he hecho todo lo que quisiera hacer contigo, a tu lado, en ti». Definitivamente debía soltarse para salir vivo.
Sin embargo, ¿cómo hacerlo si el Rayo Azul enajenado no paraba de presionar el delgado cuello con una fuerza insospechada, con los ojos llenos de furia y con la mente convencida en que acabando con ese hechicero él al fin podría ser feliz con Akane Tendo?
—Muere, mal eng…
¡Poum! ¡Poum! ¡Poum! ¡Poum! ¡Poum! ¡Poummm!
Varias llantas impactaron de golpe en el cuerpo de Kuno estrellándolo contra una pared.
Ranma dio una bocanada sin comprender lo que pasaba. La garganta le ardía y empezó a toser.
¿Quién lo había salvado?
Miró a su enemigo debajo de los neumáticos. Y a unos metros de él, a ella; de perfil, con una camiseta sin mangas de algodón blanco y su pantalón de pijama, de rodillas, descalza, tratando de no caer completamente, sosteniéndose con sus brazos extendidos, respirando con dificultad.
—¿Akane? —logró pronunciar.
Y la joven Tendo giró la cabeza para mirarlo.
—¿Estás bien? —preguntó y cayó rendida. La cabeza le daba vueltas, muchas vueltas.
El artista marcial inmediatamente fue a socorrerla.
—¡¿Qué te ocurre?! —gritó asustado mientras la sostenía.
—Tranquilo. Solo… estoy un poco… mareada. —Le sonrió.
—Akane… —Ranma la abrazó con intensidad, escondiendo el rostro en su cuello; su aroma más su cálida respiración le devolvieron la serenidad perdida y… No, no lloraba. «Es el sudor de la pelea», intentó convencerse.
—Ranma… aún no… me has respondido… ¿Estás bien? —Akane reiteró su pregunta con voz adormecida.
—S-sí, has llegado justo a tiempo. Gracias. ¿Y tú? —susurró separándose para revisar su rostro, su torso, sus brazos, sus piernas… Necesitaba asegurarse de que ella estaba bien—. ¿No te duele nada? —insistió; parecía intacta, pero le costaba abrir los ojos, enfocar con la mirada y hablar.
—No, de verdad. No… siento dolor, solo… mareos y… pesadez en… todo el… cuerpo.
—¿Mareos? ¿Pesadez?
—Sí… —Tomó aire—. Debe ser… por esa cosa… que… me hicieron oler… para… dormirme.
Al escucharla, Ranma recordó que los culpables tenían que pagar. «Los cobardes tuvieron que hacerle perder el conocimiento para… para… ¿Qué pretendían?». Depositó a Akane con cuidado en el suelo y se acercó a Tatewaki, quien continuaba bajo las llantas y algunos ladrillos. Todavía respiraba. Retiró todo aquello que le estorbaba y…
—Eres la peor escoria que he conocido —declaró con los dientes apretados. Acto seguido, lo pateó en las costillas. Una, dos, tres veces.
—R-Ranma, no…
Escuchó a su prometida, pero la ignoró. Continuó pateando cegado por la ira.
Ella intentó llegar a su lado, mas se quedó a medio camino, sosteniéndose de una mesa.
—Ranma… por favor… alto… —Pasó saliva—. Recuerda que… nuestra escuela… imparte el honor de… la pelea… limpia y… con igualdad de… condiciones —expuso adormecida; tenía que detener de alguna forma a su prometido, no quería que cometiera un grave error.
El artista marcial quiso responder que el honor bien podía irse al diablo si con eso podían librarse de Kuno. Pero no lo dijo porque tuvo que correr para evitar que Akane cayera; caminaba hacia él y tambaleaba.
—¿Qué haces? —preguntó sujetándola ya de la cintura—. No te esfuerces, todavía no estás bien.
Su prometida se esforzaba para no desvanecerse.
—Estoy… cansada, ¿me… ayudas a… regresar a casa?—pidió con un pausado hilo de voz, esperando que Ranma cambiara el azul gélido de su ojos al azul calmo que le gustaba, y que su aura, densa, turbia, oscura, casi asesina, regresara a ser ligera, clara, brillante, respetuosa de la vida.
El joven Saotome era condescendiente ante cualquier petición de Akane, y más si la veía sin su vivaz energía.
—Bien, te llevaré a casa —aceptó comprendiendo también que debía sacarla enseguida de ahí si quería desaparecer esos espantosos vahídos y el debilitamiento que ella sufría. Dirigió una última mirada repulsiva hacia Kuno. «Esto no ha terminado». Levantó diligentemente a Akane con ambos brazos y salió de ese horrible lugar.
La menor de las Tendo se sujetó del cuello de Ranma y acurrucó la cabeza en su pecho suave y voluptuoso; lo sentía como una nube que la alejaba de una terrible y confusa pesadilla. Esperaba nunca tener que volver a un lugar como aquella fábrica que dejaban atrás, y que Kuno la dejara en paz antes de que su prometido, fuera de sí, cometiera un daño irreversible. ¿Estaba bien sentir lástima por el popular Rayo Azul de la Preparatoria Furinkan? ¿Estaba mal no desearle ningún mal? En todo caso, sabía que él seguía vivo, sabía que Sasuke lo auxiliaría, y sabía que la compasión era un arma de doble filo. «Quiero creer que he hecho lo correcto», pensó antes de respirar el inconfundible aroma de Ranma y cerrar los ojos.
Lo que ni siquiera pasó por su mente, era que alguien, por azares del destino, había atestiguado cada momento de su secuestro frustrado sin mover un dedo.
Al cabo de poco, Shampoo, escondida detrás de una muralla de llantas y con el pijama de la jovencita peliazul en sus manos, observaba aburrida cómo el, según ella, feúco ninja metía al auto a su amo y desaparecían por la avenida; a ambos los había visto en contadas ocasiones, en especial a… «Ese chico loco poder ayudar ¿Para qué manchar manos si haber otro camino para deshacerme de estorbo?», caviló recordando los acontecimientos de esa noche de oportuno e inesperado cambio de planes.
Después del inaceptable comportamiento de su aìrén en su cita soñada, la amazona había decidido que no podía perdonarle la vida a quien fastidiaba una y otra vez. «Y chica violenta fastidiar mucho. Yo perdonarla, perdonarla tanto tiempo y ella seguir siendo obstáculo. Shampoo no querer, pero… necesitar cumplir con legendario Beso de la Muerte». Así que, precipitadamente, elaboró un sencillo plan: esperar a que Akane estuviera dormida e indefensa, entrar a su dormitorio y aplicarle el hechizo de…
—Zuǐchún bīnglěng de wáwá —murmuró en su lengua nativa.
Se trataba de una poción, La Muñeca de Labios Fríos, que antiguas y excepcionales brujas amazonas preparaban en pequeños calderos para darle de beber o, con el paso del tiempo, inyectar únicamente a las mujeres —no funcionaba en varones— que de acuerdo a sus preceptos merecían ser convertidas en muñecas china hasta que sus almas se consumieran al llegar la muerte por ellas.
No era un secreto que Cologne, como líder de su tribu, había instruido las artes marciales amazonas a su nieta y a otras miles de guerreras durante su longeva vida. Lo que pocos sabían era que cuando notaba sabiduría entre sus discípulas, las acercaba a las indispensables artes de la hechicería siguiendo con el enigmático y restringido legado de sus antepasadas.
Shampoo todavía no había alcanzado ese privilegio, aun así conocía de ellas, porque le resultó imposible ignorar su curiosidad de conocer lo prohibido, a pesar de que su abuela reiteradas veces había sido clara al advertirle que no estaba lista para recibir ese tipo de lecciones, pues podían llegar a ser muy peligrosas si no se ejecutaban correctamente. «Shampoo estar muy apta para dar paso importante», confiaba en ella misma. Así que más de una vez, aprovechando las ausencias de Cologne, hurgó su preciado y arcano baúl, donde resguardaba pergaminos y libros con instructivos e información confidencial y clasificada de hechicería amazona blanca y negra, además de unas curiosas botellitas etiquetadas que contenían líquidos de diferentes colores y viscosidades, entre ellos los que resultaban útiles para su objetivo.
Por eso la guerrera amazona pudo preparar Zuǐchún bīnglěng de wáwá y quería usarla en Akane. «Merecerlo porque no dejar que aìrén ser feliz con Shampoo», pensaba cada que agitaba el líquido contenido en un frasquito de vidrio. No obstante, se alegró por no haber completado su plan, por lo menos esa noche. ¿Qué hubiera pasado si no se caía de la ventana de la joven Tendo? ¿Y si de improviso no llegaba Kuno, Akane la habría descubierto entre los arbustos? O peor aún… ¿Y si Ranma la descubría en el preciso instante en que le inyectaba la poción a su enemiga? «¡Terrible ser!». En definitiva, lo mejor que pudo pasarle es no haber logrado su cometido.
«Ahora tener mejor plan». Sí, su maquiavélica mentecilla había descartado por completo el plan A y ahora se centraba en el B: utilizaría a Tatewaki Kuno haciéndole creer que la pócima solo era para que la mujer a quien amaba le correspondiera, pero en realidad él sería el responsable de la desafortunada desaparición de la más pequeña de los Tendo. Después de que casi la secuestra ¿Quién le creería al obsesionado muchacho si dijese que no sabe dónde está? ¿Al desequilibrado chico que muy probablemente aseguraría amar a un ser inanimado de porcelana? «¿Cómo poder gustar chica sin gracia hasta raptar?», no lo entendía. Lo había visto delirar por Akane desde que la tuvo inconsciente en sus brazos en el jardín de la casa donde vivía su aìrén hasta que, en una habitación de la antigua fábrica, le quitó parte de su pijama devorándola con la mirada, recorriendo su cuerpo con las manos sin llegar a tocarla, como si fuera un ser divino que no podía mancillar, como si esperase otro momento para saciar los deseos reflejados en sus ojos nublados.
—¡Puaj! —exclamó y luego recordó cosas que prefería olvidar: la intervención impetuosa de Ranma, su aura llena de coraje y preocupación y… «Abrazar a la chica Tendo como… como no hacer conmigo»—. ¡Aaah! —Rasgó la camisa de dormir de Akane por la mitad y lanzó las telas lejos de ella, bloqueando asimismo el recuerdo del sorpresivo ataque de la entumecida peliazul, quien no la había dejado intervenir para ser la heroína de su futuro esposo. «Entrometida ser. Yo esperar momento crucial y ella meter para quedar bien con aìrén», renegó para sí. Pero confiaba en que pronto se desharía del obstáculo que no le permitía estar junto a Ranma para amarlo como él se merecía: con un amor establecido por el destino, dictado por las sólidas y rigurosas leyes amazonas, y en algún punto egoísta y caprichoso. «No tener nada de malo que Shampoo querer ser feliz, costar lo que costar. Yo ganar siempre y más si tratar de alguien tan insignificante como chica violenta y fea, y querer lo mejor de lo mejor… Ranma ser lo mejor de lo mejor».
En cuanto a la muñeca china que aparecería, no la abandonaría a su suerte. «No, claro que no. Muñeca de chica Tendo tener que estar en casa para ver cómo Shampoo ganar corazón de aìrén, cómo ser buena esposa y madre, cómo formar familia, ¡sí! Tener que ver cómo hacer y dar hijos a Ranma ¡Muchos hijos con rasgos de ambos! Y ser testigo de cómo criar y ellos crecer hasta ser grandes luchadores», ideó su futuro e ilusionada juntó las manos.
—Fin justificar medios —concluyó decidida en la entrada de la olvidada fábrica, con su largo cabello violeta siendo agitado por el viento.
.
.
En el trayecto de regreso, mientras conversaban de lo sucedido, Ranma seguía disgustado e intranquilo por el estado aletargado y adormecido de su prometida.
—... Escuché… sus gritos y… el alboroto de… la pelea. Pero no… podía moverme. Noté que… la habitación… donde Kuno… me había dejado… era la contigua. Pasaron… supongo… varios minutos, que a mí… me parecieron horas, antes de que… pudiera caminar y… cuando sentí… el aura enardecida de él… y la tuya… apagándose, no sé… Solo… vi aquellos neumáticos… y se los lancé. —Akane terminó de detallar lo poco que recordaba. Pasó saliva otra vez, como lo venía haciendo para poder hablar; la boca la sentía seca y pastosa, la lengua pesada e hinchada y el cuerpo con muchos kilos extra.
Entraron por la ventana del dormitorio de ella y él quiso depositarla encima de su cama, pero la menor de las Tendo se negó sentándose en su silla. «Terca», pensó el artista marcial y antes de prender la lámpara preguntó:
—¿La cabeza te sigue molestando?
—Muy poco —mintió.
—¿Te sigue costando moverte?
—Algo. —Intentó levantarse.
—¿Necesitas ayuda?
—No… gracias. Tus… heridas sí.
—¿De qué hablas? Ni me pican, ya me conoces.
Era cierto, lo conocía, pero igual Akane deseaba atenderlo y quería ir por el botiquín del baño. Por más fuerte, confiado e invencible que fuera su prometido, no era grato verlo lastimado. Además, sentía que todo lo que había pasado era por su culpa. «Curarte es lo mínimo que puedo hacer».
—Será… —trató de articular ella—, será mejor que…
—Será mejor que descanses. —Ranma la empujó suavemente para que volviera a sentarse—. Espera un rato, regreso rápido.
La pelirroja salió de la habitación y la joven Tendo intentó llegar a la puerta. «¿Cómo pude arremeter contra Kuno y ahora ni siquiera puedo dar tres pasos seguidos?», se preguntó frustrada, sintiendo su cuerpo hecho de plomo y el piso de gelatina.
Tardó un poco, pero logró salir. Levantó la mirada.
—Te dije que esperaras adentro —reprendió su prometido en su forma original y con un vaso de agua en la mano.
—Técnicamente… estoy adentro… de la casa —respondió ella, intentando retomar su lento andar.
Él entrecerró los ojos, la levantó con un brazo y se la echó al hombro; irritado.
—¿Tanto te cuesta obedecer? —refunfuñó entrando al dormitorio. Luego, controlando sus propios movimientos, la sentó encima del escritorio.
No le gustó su tono de voz y estuvo a punto de quejarse, pero Akane estaba en deuda con él; la había salvado. «De nuevo». Además, intuía que si se mostraba enojado, era para escudar lo que realmente sentía: impotencia y temor frente al fracaso, decepción de sí mismo. «Seguro que se está reprochando por no haber peleado como está acostumbrado». Aclaró su voz y sencillamente se le ocurrió decir:
—Lo… siento.
Ranma exhaló disminuyendo la presión de su mandíbula.
—Toma esto. —Le alcanzó una bolsita de tela.
Al abrirla, la jovencita peliazul vio un par de bolitas negras parecidas a la pimienta entera; las reconoció.
—¿Medicamento… especial de… la familia Saotome?
—Sí, es una variación que va a ayudarte.
Akane, como alguna vez ya lo hiciese, olió las pastillitas y arrugó la nariz. «Siguen oliendo horrible». Sin embargo, se las colocó en la boca y su prometido la ayudó a beber el agua.
Al observarla, a Ranma le fue imposible reprimir una pequeña sonrisa, rememorando la primera oportunidad que su estornudosa prometida había tomado uno de los milagrosos medicamentos de su familia. «Ha vuelto a confiar en mí», se dijo complacido. Y también recordó que aquella vez se habían abrazado y que desde ese entonces él ya empezó a inquietarse ante la posibilidad de que pasara algo más cuando estaban sin entrometidos ni apuros. «Si Shampoo no nos hubiera interrumpido…». Sacudió levemente la cabeza antes de que sus pensamientos lo hicieran enrojecer. Carraspeó:
—Ejem, ejem ¿Y? ¿Qué tal?
La joven Tendo parpadeó, meneó su lengua y levantó sus manos. Las observó y movió sus dedos.
—Creo… creo que… ¡Ya está! —Estiró sus brazos, sus piernas y su espalda, giró su cintura y su cuello, hasta se puso de pie y dio unos saltitos—. ¡Me siento yo de nuevo! —De verdad había recuperado su vitalidad en un santiamén. Sonrió abiertamente.
—Lo sabía. Los medicamentos de mis ancestros no tienen pierde. —Ranma le devolvió la sonrisa.
—Gracias por compartirlos conmigo.
—No hay problema. —El heredero Saotome se sintió aliviado. Una de las cosas que agradecía a su padre y su duro entrenamiento errante, desde luego eran las enseñanzas de hierbas medicinales; había que ser muy meticuloso para seleccionar y combinar las plantas antes de comprimirlas. «A parte de mis abuelos, mi viejo y yo, nadie más sabe preparar estos medicamentos. Algún día viajaremos y te enseñaré lo que sé».
—Y… —Las mejillas de Akane se empezaron a encender—. Bueno, también… gracias por ir por mí, Ranma. —Lo abrazó; con gratitud, con ternura, con amistad, con amor.
Pero tan breve, por tan cortísimo tiempo… que el nervioso artista marcial no pudo responder ni asegurar si en realidad había pasado.
—Aaah, sabes, sabes que siempre… cuentas conmigo, Akane.
¿Qué más decir? Se mantuvieron la mirada por segundos infinitos y sintieron el impulso de acercarse… Pero su timidez lo evitó.
—Eeeh —vaciló Ranma—, voy a volver a salir, ¿puedes esperar aquí —señaló el suelo— un momento?
—Es-está bien —respondió ella tratando de hacer como si nada hubiese pasado—. No me moveré —añadió antes de imitar la postura de un maniquí caminando. A lo mejor jugaba de manera tonta, pero, entre todo, ya no quería pensar más en lo sucedido, quería liberarse de cualquier atmósfera tensa y temeraria. Los dos estaban a salvo y eso bastaba para Akane.
—Muy graciosa —dijo él al verla. Después revisó que la ventana estuviera bien cerrada, y sabiendo que su prometida no lo miraba, sonrió de forma ladeada por la ocurrencia. «Boba». La observó una vez más; seguía estática. Simulando su expresión divertida, giró de un lado a otro la cabeza y se fue.
Ya sola, la joven Tendo soltó el aire que contenía. Se dio cuenta de su propia apariencia. «Cielos qué es esto», lamentó que su pijama favorito estuviera incompleto y estropeado. No. Lamentó estar sucia y agotada. No, no. Lamentó no poder estar en su cama descansando… No, nada de eso. En verdad lamentaba recordar que… «Ranma ha estado tan cerca de perder, tan cerca de mor…», bloqueó el pensamiento, tratando de borrar la sensación de soledad que tuvo cuando la energía de su prometido se desvanecía. Sin lugar a dudas lamentó mucho esa noche inesperadamente complicada. Quería olvidarla. Tomó una toalla y ropa limpia, necesitaba una ducha tibia; tal vez así el agua se llevase todo mal recuerdo.
A los minutos, regresó a su dormitorio un poco más tranquila; no había nadie. ¿Dónde estaría Ranma? ¿No dijo que aguardara por él? «Quizá ya se fue a dormir. ¿Debería ir a comprobarlo? Mmm…, lo esperaré un rato».
Unos instantes más tarde, el heredero Saotome ingresó y vio a su prometida sentada en la cama, con un pijama celeste de nubes y arcoíris bordados en los bolsillos que pocas veces utilizaba, con la mirada fija en la ventana y un botiquín en el regazo.
—Obedecer no es lo tuyo ¿Cierto? —dijo él llamando su atención—. Te pedí que esperaras aquí un momento. «¡Vine y otra vez no estabas! ¡Ya iba a salir a buscarte! Felizmente noté la luz del baño y el agua cayendo».
—¿Eh? Volviste… Creí que ya te habías ido a dormir.
—Pues ya ves que no. Por lo visto, al igual que tú, necesitaba relajarme y cambiarme, pero cuando quise tomar una ducha ¡Oh, sorpresa! Cierta niña boba y desobediente ya me había ganado el baño. Tuve que usar el de abajo.
—Ey —frunció el ceño—, tampoco es como si tuviera la obligación de obedecerte. —Pero al segundo continuó con calma—: Aun así, igual lo siento, no quise molest…
—No pasa nada. Estabas mirando por la ventana ¿Sentiste algo afuera?
—No —contestó y notó que Ranma tenía puesto su camiseta y pantalón de dormir y que empezaba a acomodar su futón en el piso. Lo observó confundida, ladeando la cabeza.
—No me mires así. Si dormiré aquí es porque no quiero escuchar gritos ni llantos del tío Soun si no te ve sana y salva.
«Claro, es eso», imaginó a su padre echándole la culpa a su prometido si le hubiera pasado algo. No le gustaba que hiciera eso. «Ranma no tiene ninguna responsabilidad conmigo». Torció los labios.
—¿Y esa cara? —preguntó él.
—¿Qué cara?
—Si quieres puedo irme. «Te vigilaré desde el tejado si te incomoda que esté aquí».
—¿Qué? ¡No! ¿Por qué querría que te vayas? «Al contrario, me sentiría más segura si te quedas».
—Bueno, pensé que…
—Además, aún no he curado tus heridas. —Le enseñó el botiquín agitándolo ligeramente en el aire para animarlo.
—¿Sigues con eso? Ya te dije que no es necesario, sabes que…
—Sí, sé que sanas rápido —comenzó a enumerar con los dedos de la mano—, que eres indestructible, que no sientes dolor, que eres el gran Ranma Saotome… Pero debohacerlo, vamos, Ranma, no te hagas de rogar.
«Debe hacerlo. ¿Cómo no? Supongo que es su forma de dar gracias», pensó el artista marcial no sabiendo bien cómo sentirse. ¿El deber tenía algo de cariño implícito? Dudó, sin embargo, con un bufido y poniendo los ojos en blanco, terminó sentándose al lado de su prometida, recibiendo una bonita sonrisa a cambio. Se cruzó de brazos, tratando de olvidar que esa pudo ser una noche terrible e intentando reprimir el impulso de ir a buscar a Kuno. Arrugó el entrecejo.
—¿En qué piensas? —inquirió ella.
—En nada —respondió en seco.
Akane no dijo más y el artista marcial se sintió un simio; estaba siendo injustamente intratable. Pero le resultaba difícil manejar las emociones negativas que aún no lo dejaban. «Si no llego a darme cuenta de que no estabas en tu habitación, tal vez… tal vez tú… en estos momentos…».
—¡Auch! —De pronto sintió ardor en una de sus cejas.
—No es para tanto. No te muevas.
Iba a responder ¡Qué tosca eres!, pero sintió cómo su prometida lo curaba con la diligencia que siempre le mostraba. Modificó su pensamiento anterior: «Tal vez tú en estos momentos no estarías tan cerca de mí». Se quedó mirándola como el enamorado que sabía que era y que se negaba a revelar. «Bondadosa y preciosa ¿Qué más puedo pedir?». Se dio una bofetada mental. «No puedo, no, no puedo pensar en tonterías cuando su rostro está a unos cuantos centímetros del mío. Debo distraerme con algo».
—Ejem, ¿cuándo hiciste ese conejo raro? —No se le ocurrió nada mejor.
—¿A Mr. Tiny Ears?
—Ajá.
—Lo empecé a inicios de este mes, pero recién pude terminarlo ayer. Y no es raro, es lindo.
—Yo lo veo raro —insistió pensativo—. Puede que sea raro y lindo a la vez. No sé, eso lo haría único ¿O no? «Como tú». —Las últimas dos palabras se las guardó para sí mismo.
Akane escuchó y lo miró fijamente.
—¿Has dicho que el peluche que hice con mis manos es lindo y único?
—¿Qué? Pues… creo que sí.
A ella no le quedó más que sonreír con calidez antes de concentrarse de nuevo en su labor. Y Ranma solo disfrutó de su atención por algunos silenciosos minutos más, silencioso minutos que su prometida rompió:
—Quería disculparme por lo de antes.
—¿Disculparte?
—Ya sabes… Por creer cosas de ti que no hiciste.
—¿De qué hablas? Yo soy quien tiene que disculparse por reaccionar fuera de lugar.
Se contemplaron mutuamente bajo el rítmico sonido de las agujas del reloj: tic, tac, tic, tac, tic, tac… ¿Existe más sinceridad que la que se ve reflejada en los ojos? Ranma y Akane apostaban a que no, porque el azul perdonó al avellana y el avellana perdonó al azul. Y sin que pudieran evitarlo, tras ese perdón recíproco, fluyó la sonrisa que no se niega a aparecer cuando se hacen las paces.
Con certeza, en ese momento que solo les pertenecía a ellos, en ese lugar que tan bien conocían; la confianza reinó, y la joven Tendo supo por dónde seguir la conversación:
—Es una buena oportunidad, Ranma.
—¿A qué te refieres ahora?
—A la cura. Escucha, creo que el precio para obtenerla no está siendo muy alto. Shampoo… Ella…, ejem, ella es hermosa, no te resultará difícil… Además, no es la primera vez que la… besas. Pienso que deberías intentarlo.
—¿Cómo? ¿Te estás oyendo? No sé qué tienen Mousse y tú con eso de que Shampoo es hermosa, para mí solo es una chica más, bueno, más empalagosa que el promedio. Y no sé por qué insisten con que alguna vez yo la bese por iniciativa propia cuando nunca fue así, y tampoco sé por qué me pides que la bese si sabes que eso de los besos no va conmigo ¡Me da asco! «¿En serio te da igual que bese a alguien que no seas tú? ¿De verdad no te importa?».
—Mira, entiendo que al final es tu decisión, solo quería que sepas que el compromiso que pactaron nuestros padres entre nosotros, no debe detenerte para que hagas lo que desees hacer. «¿No te has dado cuenta de lo difícil que ha sido decirte que beses a Shampoo? ¿Acaso crees que no me importa?».
—Te doy la razón en algo, nada va a detenerme para que haga lo que deseo hacer. Por eso no pienso ni quiero besar a nadie ¿Entendido? A na-die. «Las mentiras que me haces decir ¡Ah, boba!».
—Pero es que…
—¡Sh! No quiero hablar más de este asunto. Ya me lo dijiste una vez, no te desagrada que me convierta en mujer ¿O sí?
—No, ¡pero…
—¡Sh! Ahorraré e iré a China en busca del Nannichuan en cuanto pueda. Estoy seguro de que el guía tiene más y me la dará sin problemas.
—¡Pe…
—¡Shhh…! —El artista marcial colocó el dedo índice en sus labios, mirándola con la advertencia de que ya había tomado una decisión y punto.
Akane se rindió con una exhalación, resignada a la terquedad de su prometido. «Sigo pensando que es una buena oportunidad, pero no voy a presionarte más». Se alejó de su tacto y continuó poniéndole curitas.
Mientras tanto, Ranma, al perder la sensación de sus labios esponjosos, prefirió deleitarse con la suavidad de sus manos y su cercanía. «Esta pudo ser una noche terrible. Me alegro de que sigas a mi lado».
—Eres una en un montón, Akane.
—¿Qué? —preguntó ella, terminando de cubrir el último cortecito en uno de sus pómulos, o en otras palabras, finalizando sus dulces caricias camufladas bajo roces de más con las yemas de sus dedos. «No me gusta verte herido».
—Quiero decir que es evidente que acabas de estar en peligro, pero estás actuando como si no hubiera pasado nada.
—Es que no ha pasado nada, Ranma. Bueno, nada muy grave. Incluso ya estamos en casa, a punto de dormir un poco.
—¿En serio no estás asustada? «Porque yo revivo el miedo cada vez que recuerdo que entré aquí y no te encontré. Temí no volver a verte. Y luego al ver tu pijama…». Es extraño ¿Sabes? Te espantas con una tonta película de terror ¿Y no con el pirado de Kuno?
—No, Kuno no me asusta —aseguró—. ¿Cuántos rivales hemos enfrentado? ¿Cuántas cosas más riesgosas hemos pasado? Y muy probablemente nos pasarán después. No puedo permitirme encerrarme en el miedo o el dolor cuando sé que la vida es linda si así quiero que sea y lucho por eso, sin rencores ni amargura. No quiero anclarme en el pasado si ya aprendí algo de él, ni necesito angustiarme por el futuro, solo esforzarme para que sea mejor. ¿Compredes? No podemos escapar tan fácil de la maldad y la incertidumbre, pero podemos gozar de que hoy estamos vivos, seguimos respirando, ahora mismo. —Posó una mano en su propio pecho, inspiró con profundidad y exhaló con lentitud; sintiéndose viva—. Inténtalo, Ranma.
Los ojos del heredero Saotome no se apartaron de su prometida cuando la imitó. Se veía esplendorosamente bella y fuerte hablando con tanta firmeza. Algunas veces, la veía tan frágil, como una muñequita, que le resultaba increíble creer que nunca se daba por vencida a pesar de las amenazas. Sin duda admiraba su fortaleza, aquella poderosa que resaltaba más en su corazón que en sus puños, y él sabía que esos puños eran dinamita. Sintió orgullo y amor por ella. «Mi prometida, mía».
—Durmamos —propuso él entonces, con una voz grave y modulada que la estremeció.
—¿Eh? —La joven Tendo no pudo evitar sonrojarse abriendo los ojos a más no poder.
«¡¿Rayos qué dije?!».
—¡No! Quiero decir…, e-es tarde y… debemos dormir… ¡Pero! T-Tú en tu cama y… y-yo en mi-mi futón —aclaró con toda la sangre en la cara.
—¡Sí! Por supuesto. «¿Qué otra cosa creía que podía pensar?».
Y así lo hicieron, cada uno en su respectivo lecho, acomodándose mecánicamente, con rubor en sus mejillas y un correcaminos en el corazón, ella arriba, él a su lado, pero más abajo, en silencio, ignorando sus pulsaciones que retumbaban en sus cerebros, hablándoles:
Están solos. SoLoS. SOLOS. So-los. Solos…
Los prometidos sacudieron sus cabezas, se taparon hasta las orejas y cerraron los ojos con fuerza. «¡Basta!», gritaron para sí.
.
.
Avanzada la madrugada, parecía que la residencia Tendo no había sido irrumpida por unos intrusos hacía unas horas. Nadie se percató de lo sucedido debido a que el escándalo de la pelea se llevó a cabo a kilómetros de distancia. Así que todos seguían descansando, confiados y sin preocupación alguna en sus dormitorios; «Ojos que no ven, corazón que no siente».
Sin embargo, Ranma no podía dejar de pensar en lo ocurrido y en las palabras de su prometida. «Tal vez Akane tenga razón, pero yo no confío ni perdono tan fácil. Hay límites, y Kuno los ha rebasado». Pasarían varios días antes de conciliar el sueño sin la necesidad de verla, cerca suyo, con bien. Se sentó en su futón y volteó para mirarla; allí estaba: le daba la espalda, muy pegada a la pared, dejando espacio suficiente para que alguien se echara a su lado. Él apoyó sus brazos en el extremo del colchón y la observó detenidamente, su aura tenía tonos bajitos, pasteles, tenues, que variaban sobre todo entre verde, gris, lila y rosa; señales de la agitación del estrés contrastando con la pasividad provocada por la somnolencia y su estado vulnerable y sensible.
—¿Akane? —la llamó con voz baja.
—¿Mmm?
—¿Estás despierta? «Qué estúpida pregunta acabo de hacer si me ha contestado», se reprochó avergonzado.
—Ajá…
Pero su afirmación era tan débil. Levantó una ceja.
—¿Akane?
—Ajá…
—Akane, voy a lanzar a P-Chan a la calle.
—Ajá…
Lo confirmó: «Está completamente dormida». Indeciso y tímido, echó un vistazo a la puerta. La aseguró. Desandó sus pasos. Inspiró con profundidad. Separó la ropa de cama. Le dio la espalda. Se sentó. Se tumbó, primero boca arriba y luego de costado. Acomodó la cabeza en la almohada. Observó su corta melenita, la piel de su cuello… Sacudió la cabeza. Se tapó con mucho cuidado. Y, despacio, soltó el aire contenido. Todo como un robot. Pobre. Pero, a pesar de su torpeza motora, el heredero Saotome se sentía cómodo, ahí, muy cerca de su prometida. «Desde aquí te cuidaré mejor», dijo en su interior y por fin se atrevió a cerrar los ojos.
Akane se movió un poco en su lado de la cama; tenía una pesadilla. Solía pasarle después de… sentirse el flanco débil de una embarcación de extraordinarios guerreros, de saberse la eterna víctima. «Detesto eso». Aunque quizá nunca lo diría, ella, con pena y desazón, sabía que su capacidad de artista marcial era insuficiente. Por otra parte, su inocencia tampoco ayudaba. Era incómodo y humillante tener que molestar a Ranma, su familia y amigos a… «Res-res-rescatarme», le costaba reconocerlo. «Soy la peor representante de todas las escuelas de combate», se reprochaba a veces, no solo sintiendo vergüenza, sino también miedo aunque lo negase. «No puedo evitarlo, solo… lo tengo, aquí dentro». Y esa emoción era la que la arrastraba a un mundo oscuro lleno de ojos afilados y con las pupilas dilatadas observándola como si fuese un trozo de carne; lleno de bocas ensangrentadas que soltaban besos, halagos e insultos a cambio de que ella diera algo que no entendía ni sabía si tenía; lleno de manos grandes con uñas largas y puntiagudas que querían tocarla como si con eso alcanzaran una satisfacción que le estremecía y rechazaba. Entonces, en ese mundo de tinieblas, la joven Tendo no podía defenderse, no sabía cómo, y corría desesperadamente buscando una salida que nunca hallaba. «¡¿Adónde debo ir?!». Hasta que tropezaba y… caía, hundiéndose en un pozo profundo cuyas paredes seguían llenas de esos ojos, bocas y manos que la reclamaban sin razón. Y en la sensación de vértigo, de no tener de dónde sujetarse, solo le quedaba gritar, gritar y gritar: «¡Déjenme! ¡Déjenme! ¡Déjenmeee…!». ¿Alguna vez llegaría a acostumbrarse a ser la presa fácil, la tonta secuestrada, la pobre chica ingenua y débil? «¡No, nunca!».
En la penumbra de su habitación ella continuó intentando despertar; sus cejas temblaban, el sudor de su frente brillaba y su pecho no paraba de subir y bajar. No lo lograba.
Ranma no tardó en percibir su malestar.
—¿Akane? Akane, despierta. Akane. Vamos despierta —exigió moviéndola del hombro. —Akane, tienes que despertar. —Pero estaba claro que no funcionaba. «¿Qué hago?», y ante esa pregunta… Rodeó su cintura. La abrazó. Solo eso se le ocurrió: un abrazo para que su prometida supiera que él la cuidaba, en cualquier dimensión, él siempre la cuidaría.
De repente, en la agonía del sueño, Akane advirtió una luz, en lo alto, muy alto. De allí unas enredaderas con flores azul zafiro y gruesas espinas bajaban a gran velocidad hacia ella. Y temió que la tocaran, que la lastimaran. Sin embargo, su corazón confió, e hizo bien. Pronto su cintura se vio cubierta de ellas, la sostenían con fuerza, pero sin causarle dolor, ni un rasguño. En cambio, a los órganos, que seguían abalanzándosele sin reparo, sí los dañaba hasta hacerlos explotar. «¡Debo ayudar!», tuvo esa necesidad y recobró habilidad y fuerza; por fin pudo luchar junto a esa fuerte enredadera de flores azul zafiro enmarañada en su cintura. No la soltó en ningún instante. Y ella supo que ya no estaba sola, que formaba parte de esos tallos largos, gruesos, trepadores, espinosos y hermosos. Supo, que no debía temer, porque estaba a salvo.
Poco a poco el artista marcial notó cómo su prometida se calmaba y su respiración regresaba a la normalidad.
—Tranquila, aquí estoy. Yo te salvo, Akane —susurró en su oído, sintiendo que a pesar de sus defectos y problemas él podía ser feliz.
Porque Ranma reafirmó que gran parte de su felicidad se debía a que Akane estuviera entre sus brazos, y que sus labios no podían despegarse de la tersa mejilla de su prometida.
Continuará…
* 3Ɛ *
.
Notas de autora
¡Holitas! ;D
Y aquí estoy (temblando de frío ;), eso me gusta) con un nuevo capi de SUBNS :D. ¿Cómo pasaron la Semana Santa? Ojalá que con tranquilidad, reflexión y esperanza n.n, espero que hayan sido unos días agradables :).
Agradecimientos
A las páginas de FB Fanfics y Fanarts de Ranma Latino, Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma, Ranma Fanfics Por Siempre y Mamá Nodoka n.n. Muchísimas gracias por promocionar el capítulo anterior «Tan cerca y tan lejos» :), ¿la aceptación ha sido mejor, verdad? :D Supongo porque nos gusta más leer sobre el indestructible R&A *-* que sobre otros personajillos :S ¡Nuevamente mil gracias por la difusión! [Abrazos megagigantes].
A TODOS mis amables y queridos lectores, en especial a Arianne Luna, YokoLyn, Carol FVargas, Benani0125, Rowenstar. art, Mividaerestu, Erlyn Ortiz y SARITANIMELOVE (x2) ;D. Gracias por sus alentadores comentarios *-*, son muy, muy, muy bonachones conmigo n.n [Corazones brillosos].
A los lectores que dan un follow y/o favorite, gracias por su atención y oportunidad ;). Ya son 31 y 22 ^ω^.
Sobre «Falsos y verdaderos amores»
«Prepárense para los problemas. Y más vale que teman…», XD ji, ji, ji robo la frase del Equipo Rocket para mi chascarrillo bobo ;9. Porfi olvidémoslo °lll-lll°. Buenis n.n, empecé así porque «Falsos y verdaderos amores» trajo un poqui de problemas y miedo ¿O no? :'S
Al inicio espero haber logrado cierto misterio, pues la narración es un poqui ambigua antes de revelar al secuestrador y su cómplice °-°. Pudieron haber sido Shampoo y Mousse ¿Se notó? °lll-lll°. Luego escribí un poco de acción más alguna pincelada divertida :) (o por lo menos lo intenté °lll-lll°), también sobre la intervención de Sasuke y su poción °lll-lll° y el medicamento casi milagroso de Ranma e.e XD ¿Les suena «Noche de amor a base de estornudos» o «Estornuda y te amaré esta noche» o, como lo conocí yo, «Un estornudo de amor»? n.n Pues de ese capítulo del anime recordé el medicamento especial de la familia Saotome y pensé que es posible que Ranma tuviera conocimientos en hierbas medicinales y hasta su propio botiquín con medicina hecha por él mismo ;) ji, ji, ji, medicina que no dudaría en compartirla con Akanita, tal como lo hizo :D.
Pero, sobre todo, este capi trata de ese amor falsillo que me inspiran Kuno y Shampoo (entre otros) en comparación con el amor de Ranma y Akanita *-*, aquel que va más allá de la atracción y se convierte en un amor compañero donde ellos están tan unidos que no importa la dimensión, ya sea en la realidad, el pensamiento o en el escalofriante mundo de las pesadillas, R&A siempre se fortalece n.n.
¿Kuno se habrá dado por vencido? ¿Shampoo logrará aplicarle a Akanita el Zuǐchún bīnglěng de wáwá? ¿Ranma hará algo más que dar cariñosos abrazos y besitos a su prometida para apaciguar su pesadilla? °lll-lll° Bueno, no, eso último no, ji, ji, ji ;9. Espero que este capi haya sido entretenido y…
Nooo… se pierdan los próximos capítulos :O n.n.
Sabían que...
El cloroformo, a pesar de que es un potente anestésico, no puede dejar a alguien inconsciente a menos que haya pasado entre dos a cinco minutos inhalando el líquido. Por eso, mejor, Kuno utilizó la poción hecha por Sasuke °lll-lll° ;9.
El ninjatō es el arma que se considera que fue usada por los ninjas en el Japón feudal (período de los Reinos Combatientes), aunque no hay evidencias físicas que lo aseguren, pues los ninjatōs que se conservan actualmente se hicieron en el Japón moderno temprano (período Edo), es decir, no son las que realmente usaron los ninjas :(. Esta espada se caracteriza por ser más corta que la katana de los samuráis y tener una hoja recta.
Las muñecas china no son de China ji, ji, ji ;9, se llaman así porque están hechas parcial o completamente de porcelana esmaltada. Ellas tienen el cabello pintado y a veces el cuerpo está hecho de tela o cuero. Son de varios tamaños (de 2,5 a 76 cm) y las más antiguas se fabricaron en Alemania aprox. entre 1840 y 1940.
El significado de los colores del aura que mencioné en este capi no son invención mía n.n, sino que (como no soy una experta sobre las percepciones del aura °lll-lll°) me guie de un gráfico donde pude ver, más o menos, la siguiente correspondencia: verde - estrés, gris - pasividad, lila - vulnerabilidad y rosa - sensibilidad. Pobre de mi Akanita :'(.
Aclaraciones
En el hechizo de Zuǐchún bīnglěng de wáwá (espero haberlo traducido bien :S, y otra vez veo que en mi compu la plataforma de FF mueve a un costado el acento de la «ǐ» :c, pero en mi celu no c:), o en español La Muñeca de Labios Fríos, hablo acerca de convertir a una mujer en muñeca china a través de una poción, pero al ser todo esto una creacioncilla mía no coincide cronológicamente la existencia de estas muñecas con la de las legendarias amazona ¿Cierto? °lll-lll° Además no tengo información verídica sobre hechicería practicada por estas guerreras :(, así que solo pido que tengan paciencia a este ficcito mío muy, muy, muy fantasioso :S ^_^.
A veces puedo utilizar palabras o expresiones comunes para mí como «curita» (apósito esterilizado que se coloca sobre heridas pequeñas para protegerlas) o «patas arriba» (puede dar a entender que algo ha dado un vuelco, que hay un cambio radical o un desconcierto), pero si son confusas por la diferencia de países, no duden en preguntarme qué quise decir ¿Está bien? :D
Ya saben…
ツ Disculpen si los posibles errores que encontraron cortaron el hilo de la lectura :(, trato de evitarlos, pero a veces pueda que se sigan escapando.
ツ Si no es mucha molestia comenten: dudas, críticas, sugerencias, gustos, disgustos, buenos ánimos y/o todo lo que quieran escribirme para mejorar mis ideas y escritura aún supernovel.
ツ Si tienen cuenta FF y me escribieron una reseña NO OLVIDEN REVISAR SUS INBOXS, siempre trato de responderles (sobre todo cuando estoy cerca a actualizar ;D) y seguir agradeciéndoles por ahí n.n. No lo hago por aquí porque a veces me emociono y mis respuestas son larguitas, ji, ji, ji n.n.
Por aquí ya van a ser las 05:00 h, así que ¡Buenos días! :D Espero que tengan un viernes y un fin de semana reparador de energías, les envío buena vibra para que así sea +++... Paz y amor para sus vidas. Hasta pronto n.n.
StaAkaneFan.
