Hola! Como lo siento, por favor no me mateis por haberos hecho esperar tanto!

Han sido un par de semanas un poco moviditas. Primero fue el retorno a las clases, luego fueron las fiestas de Barcelona, y claro tuve q ir a todos los conciertos que pude, y este fin de semana ha habido un concierto de un grupo q me encanta en mi pueblo, asi q a penas he tenido tiempo para el fic. Esta es la parte agradable, pq tb he tenido tiempo de enfadarme con una de mis amigas y claro, no estaba de humor para escribir nada.

Pero bueno, al fin he conseguido acabar el capitulo. Aunq no estoy muy convencida con como ha qedado, mi humor no ha sido el mejor y creo q ha qedado reflejado en la historia.

Muchisimas gracias por todos los reviews del capitulo pasado! Me alegro q os gustara.

Recordais como qedó todo? Gandalf y Veryan se van. El mago en busca de información sobre el paradero de Saruman (q ya no esta en su torre) y Veryan con un mensaje para Elrond del rey Thranduil, sobre que en caso de ser necesario enviará a su ejercito a ayudar Rivendell.Legolas esta a trapado en la habitacion de Anne y esta ha ido a despedirse de los viajeros.


Cap 35: Cómo decir adiós

Anne encontró a Veryan y a Gandalf en el salón, desayunando, y se unió a ellos. Poco después aparecieron Thalion y el rey, quienes también habían acudido a despedirles. La sala estaba prácticamente vacía, por lo visto era bastante temprano, incluso para los elfos.

Una vez hubieron terminado, se dirigieron a la entrada del palacio, donde un par de mozos estaban acabando de preparar los caballos. Anne caminaba al lado de Silencioso mirando al suelo. Le daba mucha pena despedirse de él y de Gandalf.

-"Bueno"- dijo al fin Veryan, rompiendo el silencio. -"Cuídate mucho"- y, al ver la triste expresión de Anne, añadió. -"Nos veremos pronto."- La chica asintió. -"No estés triste. Cuando todo esto acabe tienes que venir a hacerme una visita a Rivendell."- dijo sonriendo.

Anne le devolvió la sonrisa. -"Claro que si."- Veryan le dio un cálido abrazó. -"Cuídate mucho"- le repitió. -"Y si el príncipe Legolas vuelve a hacerte sufrir, sólo tienes que decírmelo y me ocuparé de él."- añadió, mirando a dicho príncipe, que acababa de aparecer por la puerta principal.

Anne rió. -"No creo que haga falta"-

-"Mejor"- rió Veryan. -"Me alegro de que las cosas se hayan arreglado"-

-"Creo que tuviste mucho que ver en eso"- dijo la chica. -"Gracias"-

Silencioso sonrió. -"Espero volver a verte pronto"- susurró después de darle un ligero beso en la frente.

-"Que tengas un buen viaje"- le deseó la chica, antes de que Veryan se fuese a atender a su caballo y cediese el turno de despedía a Gandalf.

-"No te alejes de la ciudad y nada de lugares elevados"- empezó el mago, escondiendo media sonrisa. -"No descuides tus clases y, aunque yo no esté aquí, Daeron te ayudará con las lecciones de magia. Y sobretodo..."- añadió, ahora sonriendo. -"...no amenaces a nadie más"-

Anne sonrió. -"Prometo portarme bien"-

-"No esperaba menos"- respondió Gandalf.

-"Namarie, Mithrandir. Y buen viaje."- dijo Legolas, quien acababa de llegar a su lado.

-"Gracias, Legolas."- le sonrió calidamente el mago. -"Volveré lo más pronto que pueda"- les dijo, ahora más serio. -"Cuida de ella."- El príncipe asintió. –"No la dejes sola, aunque creo que eso no será un problema"- añadió el mago, volviendo a sonreír y haciendo que ambos se sonrojasen. -"Hasta pronto"- y, tras abrazar a Anne, se volvió hacia Sombragris, el imponente y precioso meara que solía acompañar al mago en sus aventuras.

-"Saludad a Lord Elrond y a Guimli de mi parte."- les dijo Anne a los viajeros, antes de que se alejaran al trote por el camino. Se quedaron ante la puerta principal del palacio, observándoles, hasta que cruzaron la puerta de la muralla exterior y se internaron en el bosque, dejando así de ser visibles.


Los días pasaron rápidos y las malas noticias no hacían más que aumentar. Se podía percibir el nerviosismo en el ambiente. Los informes que traían los diversos exploradores que se habían enviado a diferentes puntos de la Tierra Media no eran nada alentadores, y la sensación de que algo inevitable sucedería pronto no hacía más que incrementarse entre los habitantes del Bosque Oscuro.

Ajenos a todo eso, Anne y Legolas seguían viviendo en su particular burbuja de felicidad, sin que lo que sucedía a su alrededor les impidiese seguir con su habitual rutina de clases, discusiones, miraditas y sonrisitas, a la que ya se había habituado todo el palacio. Pero por mucho que quisieran, esa situación no duraría mucho. Tarde o temprano tendrían que aceptar la realidad.

Una semana después de la partida de Gandalf y Veryan, llegó un nuevo mensaje de Rivendell aun más alarmante que el anterior. El ejército de Saruman estaba a poco menos de seis días de Rivendell y avanzaba rápido. Y, aunque a la ciudad ya habían llegado refuerzos de Gondor y Lorien, Lord Elrond pedía ayuda al rey Thranduil, pues necesitarían más soldados para enfrentarse al ejército que había creado el antiguo mago blanco.

Así que, sin tiempo que perder, todo el reino se movilizó. Atareados elfos preparaban armas, hierbas medicinales y comida, organizando así las provisiones para el viaje y la batalla. En los establos, los mozos trabajaban sin descanso poniendo a punto a los corceles para el inminente viaje. Y los guerreros seleccionados para marchar a Rivendell se presentaban en el punto de guardia, a la espera de nuevas órdenes.

La noticia de que parte de la guardia de la ciudad partiría pronto afligió aun más los ya decaídos ánimos de los habitantes del reino. El ejército que enviaba el rey Thranduil a socorrer a sus vecinos contaba con muchos de sus mejores guerreros, incluido al príncipe Legolas, quien, como capitán, debía guiarlos en la batalla.

Desde que supieron que Legolas partiría pronto, tanto él como Anne habían intentado seguir como si nada, pero la pena había podido con ellos y el ambiente general de tristeza que reinaba en la ciudad había acabado por vencerles, destruyendo así su pequeña burbujita de felicidad que habían logrado mantener hasta entonces.

Para mayor pesar de ambos, los preparativos habían terminado en el plazo establecido, de manera que ya estaba todo listo para que partieran. La cena de la noche anterior a la partida fue la más triste que Anne era capaz de recordar. Una especie de nostalgia enfermiza cubría la sala, haciendo que todos los presentes comieran casi cabizbajos y que las conversaciones fueran escasas. A su lado, Legolas le dedicaba una sonrisa cada vez que sus miradas se cruzaban, haciendo que olvidara por unos momentos la pena que sentía.

Después de la cena, pasaron a otra sala, donde varios músicos empezaron a tocar. A diferencia de los animados bailes o las hermosas baladas que solían sonar en la preciosa estancia, esta vez la música, uniéndose al sentimiento de los elfos, también se sentía afligida y melancólica. Muchas parejas salieron a bailar casi de inmediato. Anne pudo observar que muchos de los elfos eran miembros del ejército que partirían al día siguiente. Sin duda se estaban despidiendo de sus parejas, el último baile hasta su regreso. En pie, casi en la puerta de la sala, observó a las parejas que, abrazadas, danzaban lentamente por la sala. La escena era triste y a la vez preciosa, pues casi podía percibir los sentimientos de los elfos al bailar.

Una cálida mano atrapo la suya con suavidad. No necesitaba girarse para saber de quien se trataba ni lo que le estaba a punto de pedir, pero aun así lo hizo. Miró a su derecha para encontrarse con la preciosa mirada de Legolas, quien sonreía levemente. Le observó un momento, su expresión y su sonrisa parecían las de siempre, pero su mirada era triste, no podía escondérselo, hacía tiempo que había aprendido a leer en sus ojos. La sonrisa de Legolas se amplió un poco más, como si hubiese comprendido los pensamientos de Anne e intentara animarla, consiguiendo que la chica sonriera ligeramente.

-"Baila conmigo"- le susurró, a la vez que se llevaba la mano de Anne a los labios y la besaba suavemente. Anne volvió a mirar la sala, estaba llena de gente, casi podía asegurar que la mayor parte de la ciudad estaba allí, todos tenían alguien de quien despedirse. Volvió su vista a Legolas y antes de que pudiera contestar, el elfo se le adelantó. –"Se están despidiendo"- dijo, señalando a las parejas que bailaban abrazados en el centro de la sala. –"Este baile es sólo para ellos, parejas que se separan y no saben cuando se reencontraran... es también para nosotros."- añadió después de una leve pausa. –"Baila conmigo"- repitió, no muy seguro de si la chica querría bailar delante de tanta gente. Pero, para su sorpresa, Anne asintió lentamente y dejó que la guiara hasta el centro del salón.

Acercándola hacia él, pasó delicadamente uno de sus brazos por su espalda, mientras que con la otra mano mantenía una de las manitas de Anne sobre su pecho. Bailaron en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos, ajenos a las miradas que su acto estaba causando.

Anne cerró los ojos y se dejó llevar. Ni siquiera le molestaba la gente que había a su alrededor, siempre le había dado muchísima vergüenza bailar en público, excepto en las discotecas ya que, al estar tan oscuro, estaba convencida de que nadie la veía. (Ella es así de inocente.) Pero esta vez era diferente, aunque la sala estaba bien iluminada, no le daba vergüenza, se sentía a gusto, estaba justo donde quería estar. Se recostó en el hombro de Legolas y le miro desde esa posición. Pensó en lo mucho que lo iba a echar de menos. No quería que se fuera, pero no quería hacer de esto un drama y ponerle las cosas más difíciles, comprendía que era su obligación. Pero seguía sin gustarle la idea de que se fuera a una guerra, no importaba lo buen guerrero que fuera, no podía dejar de estar preocupada y triste.

Legolas la abrazó suavemente cuando notó que ella se recostaba sobre su hombro. Con la vista perdida delante de él, pudo ver como muchos de los presentes les observaban, sorprendidos de que la joven Istari fuera tan importante para el príncipe como para dedicarle el último baile. 'Muy importante' pensó. En muchas ocasiones había estado presente en veladas de despedida como esta, más de las que le habría gustado y siempre se había sentido fascinado por la tristeza y belleza que emanaban las parejas al bailar. Muchas veces se había preguntado si algún día sería tan afortunado de tener a alguien con quien unirse a este baile, pero ahora que estaba aquí, deseaba no estarlo. No quería irse y a la vez quería. No quería separarse de ella, sabía que eso minaría sus ánimos, pero también quería ir. Quería participar en esa guerra y asegurarse en persona que Saruman era derrotado y, de esta manera, su pueblo podría vivir de nuevo en paz, y ellos podrían vivir por fin tranquilos. Aunque no le hacía ninguna gracia dejarla sola, sabía que su familia cuidaría bien de ella.

Notó como Anne enterraba la cara en su hombro y un suave estremecimiento recorría su cuerpo. –"Qué ocurre?"- le susurró. Anne se limitó a negar con la cabeza. –"Estás bien?"- insistió Legolas, a la vez que la obligaba a separarse un poco de él.

-"No es nada"- murmuró la chica, mientras que, rápidamente, se limpió un par de lágrimas.

El elfo la observó unos segundos, estudiando su rostro. -"Quiéres que me quede?"- preguntó al fin.

Anne le miró sorprendida, pues claro que quería que se quedara. -"Tienes que ir."-

-"Si quieres que..."- volvió a empezar Legolas, pero Anne le interrumpió tapándole la boca con una de sus manos.

-"Tienes que ir."- dijo más seria. -"Es tú obligación."-

Legolas asintió y se inclinó un poco hacia Anne para apoyar la frente contra la suya.

-"Te extrañaré"- dijo Anne al cabo de unos minutos.

-"Y yo a ti"- murmuró, mientras sus manos recorrían suavemente la espalda de la chica.

-"Ojalá existieran los teléfonos móviles en este mundo"- se quejó Anne. -"Así podría llamarte cada treinta minutos"-

Legolas sonrió. -"Tendrás que conformarte con alguna carta."-

-"Es suficiente. Pero que sean largas..."- respondió abrazándose más a él. -"...y en lengua común, no quiero pasarme medio día para descifrarla."-

El elfo rió, haciendo que Anne riera con él. No sabía como lo hacían pero parecía que con una palabra del otro tenían suficiente para animarse. Se miraron sonrientes unos segundos y, sin meditarlo demasiado, juntaron sus rostros, cariñosamente Legolas acarició la naricita de Anne con la suya y, tras inclinarse un poco más hacia ella, se besaron.

Hacía rato que se habían olvidado que estaban en medio de una sala llena de elfos, quienes, al oír risas en unas circunstancias tan poco festivas, se les habían quedado mirando como si fuesen un par de bichos raros, y, hay que añadir, que ahora también les miraban entre confusos y sorprendidos la mayoría. Lo que era comprensible, los elfos no solían mostrar ese tipo de afecto en público, si a eso le sumamos que muy pocos de los presentes sabían o sospechaban de la relación entre ellos, pues da como resultado un grupo de elfos confundidos.

Ver al príncipe Legolas y a la joven alumna de Gandalf besándose tuvo diversas reacciones. El rey soltó un suspiro al pensar en la poca cabeza de su hijo al demostrar sus sentimientos por Anne en público de esa manera. Adlanna tuvo que taparle la boca a Thalion con una mano para que este no se pusiese a vitorear a su hermano. Daeron sonrió al ver aclaradas sus sospechas sobre en que pensaba la chica cuando se quedaba embobada mirando por la ventana durante sus lecciones. La mayoría de elfos confusos cambiaron dicha confusión por una sonrisa antes de volver a sus conversaciones, excepto un par de ellos... ( A que no adivináis quienes?) ...el consejero Rudhon miraba la escena molesto, mientras que su hija Pilindiel (también conocida como Pilingui-wen o Pija-wen) había soltado un gritito y ahora miraba a la parejita con la boca abierta y la cara desencajada. Permaneció completamente rígida unos segundos hasta que al fin hizo lo que debería haber hecho hacia tiempo, se largó del salón seguida de cerca por su padre, quien trataba de consolarla, más por temor al que dirán que por sincera preocupación.

-"Dios!"- dijo Anne, a la vez que se acurrucaba en el pecho de Legolas.

-"Qué ocurre?"- preguntó este, divertido por el comportamiento de la chica.

-"Todo el mundo nos está mirando!"- respondió desde la misma posición.

Legolas levantó un poco la vista. -"Parece ser que si"- respondió al verificar que muchos de los presentes les dirigían alguna que otra mirada.

-"Que vergüenza..."- dijo Anne intentando esconderse todavía más en el abrazo de Legolas, lo que causó que el elfo riera de nuevo. -"Sácame de aquí"- suplicó la chica.

Legolas pasó un brazo por los hombros de Anne y empezó a caminar, mientras que ella estaba demasiado ocupada escondiendo su cara en el pecho del elfo. Una vez fuera de la sala, la guió por los jardines hasta un pequeño claro que quedaba resguardado de miradas curiosas e hizo que se sentara a su lado, bajo un enorme sauce.

Anne se acurrucó en su pecho, mientras que Legolas la abrazaba tiernamente a la vez que la acercaba a él. Se quedaron inmóviles y sin intercambiar palabra durante unos minutos, ambos pensando en sus cosas, de nuevo conscientes de lo que ocurriría al día siguiente.

Anne se acomodó un poco para poder mirarle. -"Cuánto tiempo estarás fuera?"- preguntó al fin.

Legolas parpadeó, como saliendo de un trance, antes de girarse un poco para contestar. -"No lo sé"- dijo, arrugando un poco sus finas cejas. -"Puede que semanas o meses."- añadió al fin. -"Depende de lo que nos encontremos en Rivendell y de cuanto tardemos en dar con Saruman."-

Anne suspiró. -"Meses!"- Volvió a suspirar y dejó caer de nuevo su cabeza sobre el pecho del elfo. -"Por qué te has de ir ahora que me siento tan cerca de ti"- susurró.

Legolas también suspiró y, distraídamente, empezó a acariciar la cabecita que reposaba sobre su pecho. -"Volveré lo más pronto que pueda, lo prometo."-

La chica asintió desde la misma posición en la que estaba y cerró los ojos, perdiéndose en el aroma del elfo. Alzó una de sus manos para acariciar una de las suaves mejillas de Legolas, obligándole así a apoyar la otra contra su frente. Y, mientras ellos disfrutaban de ese momento, la noche avanzaba sin tregua hacia la mañana.


Oscuridad. Oscuridad por todas partes y de pronto una horrible risa la envolvió. La risa, entre histérica y cínica sonaba siniestra. Consiguió captar su origen y, entre dubitativa y temerosa, se giró para ver su procedencia. Para su sorpresa, sólo había más oscuridad y al empezar a caminar en su dirección, paró de golpe, y el silencio lo inundó todo.

Abrió los ojos sobresaltada, no había sido nada más que una pesadilla, pero aun así le había afectado mucho, pues tenía la cara llena de sudor y la respiración un tanto entrecortada. Sin duda, la partida de Legolas y la reciente desaparición de Saruman, la estaban afectando más de lo que creía, hacía mucho que no recordaba haber tenido una pesadilla, 'Si excluimos las que tuve después de ver orcos por primera vez, claro'. Se movió un poco y se acomodó mejor sobre la cama. Alargó un brazo para buscar a Legolas a su lado, pero...

Se incorporó de golpe al notar que no estaba. Aún adormilada, miró a su alrededor asustada. A su lado, la cama aunque deshecha estaba vacía y por las ventanas no se filtraba ni un rayo de luz. Empezando a desesperarse, recorrió el ordenado cuarto del príncipe, pensando sobre donde estaría Legolas y asaltándole la duda de si se habría ido sin despedirse, cuando al fin su vista se posó sobre su figura. Se encontraba sentado en un sillón, cerca del escritorio, un poco inclinado hacia delante, con sus brazos apoyados sobre sus piernas. Su expresión era seria y sus ojos no se separaron de ella en ningún momento. Anne respiró un poco más tranquila, al menos por unos segundos, hasta que al fijarse mejor, se dio cuenta que ya estaba vestido con su traje verde de viaje y sus armas listas a los pies del sillón.

-"Ya es la hora?"- preguntó Anne, buscando desesperada su vestido entre las sabanas. -"Estoy lista en un seg..."- Calló de golpe al notar las manos de Legolas sobre sus hombros, el elfo podía llegar a ser muy silencioso, y alzó la vista para mirarle. Legolas se arrodilló ante ella, impidiéndole levantarse. Y Anne comprendió el motivo. Iba a despedirse de ella ahora...

-"Prefiero recordarte así"- dijo suavemente, atrapando las mejillas de Anne con sus manos. -"Desnudita y en mi cama"- sonrió un poco, igual que ella. Pero ese momento duró poco y segundos después ambos borraron sus sonrisas. -"No salgas de la ciudad."- dijo, muy serio. -"Haz caso a mi padre y a Thalion."- Anne asintió, estaba empezando a sentirse como un niña pequeña. -"Y no descuides tus lecciones."- La chica volvió a asentir mientras pasaba los brazos tras el cuello del elfo y lo acercaba a ella.

-"Ten mucho cuidado"- susurró. -"Y no se te ocurra enfrentarte a Saruman tú solo."- añadió en un tono mezcla de preocupación y orden.

Legolas hizo una leve afirmación con la cabeza, antes de inclinarse más sobre ella y darle un suave beso. Anne cerró los ojos, pero antes de que pudiera perderse en ese momento ya había acabado. Miró entre sorprendida y molesta a Legolas quien acababa de ponerse en pie, y comprendió que de haber alargado más ese momento, ninguno hubiera tenido el valor de separarse.

Observó como recogía sus cosas y caminaba decidido hacía la puerta, desde donde se llevó una mano al corazón y le dedicó una última inclinación de cabeza, antes de cerrar la puerta tras él, mientras ella seguía inmóvil sobre la cama.

Y siguió en esa posición unos minutos más antes de reaccionar del todo, sin acabar de querer creer que se había ido. Al fin reaccionó, y respirando hondo para intentar contener el llanto, se dejó caer de espaldas sobre la cama, sintiendo las primeras lagrimas amontonarse tras sus parpados. Al moverse sintió algo frío contra su pecho, acercó una mano y se sorprendió al notar que llevaba una cadena en el cuello. La levantó para verla mejor y aún se asombró más al ver lo que era. En su mano había una fina cadena plateada de la que colgaba un precioso broche en forma de hoja de color verde y con adornos plateados a su alrededor. 'Una hoja de Lorien...' pensó, al reconocer lo que tenía en la mano como el broche que junto con la capa élfica, había obsequiado la Dama Galadriel a los integrantes de la comunidad. La apretó fuerte mientras miraba los primeros rayos de sol inundar la habitación.


Cerrar esa puerta había sido una de las cosas más difíciles que había hecho nunca. Con cada paso que daba iba suprimiendo un poco más las emociones de su rostro, y, cuando al fin llegó a las puertas del palacio, su expresión era seria y distante, siendo fiel a los cánones elficos de no mostrar las emociones.

Unos minutos después ya estaban listos para partir. Muchos elfos se acercaron a desearles suerte, y tras despedirse de su padre y de su hermano, dio la orden de empezar el viaje. Y así, los corceles empezaron a trotar marcando el ritmo de la marcha. Sólo cuando cruzó el portón de la muralla de la ciudad se permitió girarse y echar un último vistazo atrás. Su vista, sin pensarlo, se fue directa a los lejanos ventanales de su habitación, desde donde una pequeña figura le observaba.


Bueno, pues esto es todo por ahora. Espero q os haya gustado y tambien vuestros comentarios. Ya se que ha qedado un poco triste, pero son tres despedidas en un capitulo, no creo q ninguno tuviese ganas de bromas. La buena noticia es q, como ya habresi supuesto, la acción está al caer!

Espero no tardar tanto en tener listo el proximo capitulo.

Hasta pronto! ;p