Hola! Bueno, pues aquí os dejo otro capitulo.Muchas gracias por todos los reviews, me animan muchisimo.


Cap 39: Pero ahora nosotros estamos aquí

Continuaron avanzando a toda prisa durante lo que les pareció una eternidad. Cuanto más próximos a la ciudad, más fuerte y violenta se volvía la tormenta. La lluvia caía con fuerza, el viento soplaba feroz y los relámpagos cruzaban el cielo sin descanso. Pero eso no les impidió seguir adelante, atravesando el bosque con la mayor rapidez que sus monturas les permitían, esquivando árboles, cruzando barrizales y saltando sobre gruesas raíces.

El bosque parecía mucho más denso y peligroso con esa oscura nube bloqueando la poca luz capaz de filtrarse a través de la tupida vegetación. Siguieron avanzando, rápidos y silenciosos, como sólo los elfos pueden, acercándose cada vez más a su destino. Hacía un buen rato que el frío viento y la lluvia habían cesado y eso les alarmaba. De vez en cuando se veía algún que otro rayo seguido de un débil estruendo pero eso era todo lo que quedaba de la amenazadora tormenta, excepto la nube, que seguía fija en su sitio, como recordatorio de lo que estaba sucediendo.

Habían pasado varias horas desde que dejaron atrás el grueso del ejército. Aún con el cielo completamente fuera de sus vistas, sabían que la noche ya había caído sobre la Tierra Media.

Legolas mandó a los jinetes que se detuvieran. Ya estaban muy cerca de las fronteras del reino y no sabían lo que encontrarían allí, así que lo mejor sería moverse con cautela.

Dejaron los caballos libres y se dispusieron a seguir avanzando a pie bajo el amparo de las sombras. Un pequeño número de elfos caminaban prudentes refugiándose tras árboles y arbustos, mientras que el resto saltaban silenciosamente de rama en rama aprovechando la protección de los árboles. Eso sí, todos con sus arcos preparados, dispuestos a entrar en batalla en cuanto fuera necesario.

Legolas iba al frente, caminando con agilidad felina sobre las gruesas ramas. Su arco bien sujeto en su mano y sus ojos escrutando detenidamente los alrededores. Ya estaban muy cerca de la fortificación exterior de la ciudad. Parte del fuerte muro empezaba a ser visible a lo lejos, y casi podía asegurar que el viento traía palabras en la horrible lengua de los orcos. Sintió como su corazón se aceleraba ante tales sonidos y su mano apretaba con fuerza el arco como verificando que seguía en su lugar.

Continuaron avanzando, la muralla cada vez más cercana, igual que las voces orcas, ahora incluso distinguían sus gruñidos. Siguieron el rastro que habían dejado los orcos, girando hacia el este y alejándose de la puerta principal de la muralla. Al escuchar atentamente se dieron cuenta que los gruñidos provenían del interior de la ciudad. Cómo era eso posible? Bordearon la muralla, intentando descubrir como sus enemigos habían conseguido entrar, hasta que, atónitos, dieron con la respuesta. Parte del muro más al este de la muralla estaba completamente destruido.

Se acercaron a examinar los restos de la, en otros tiempos, fuerte muralla y, resguardados tras los escombros, vislumbraron por fin la ciudad.

Legolas observó con atención la situación. Delante de ellos a unos veinte metros se encontraba el ejercito orco, parecían esperar algo, pues aunque habían signos de que allí se había desarrollado una cruel batalla, no había ni rastro de ningún miembro de la guardia elfica. Los orcos ocupaban la mayor parte del jardín, o eso dedujo por lo que oía, ya que la oscuridad reinante no le dejaba distinguir mucho más, ni siquiera era capaz de ver el palacio desde su posición.

Sin acabar de entender el motivo por el que los orcos no habían atacado el palacio, pero sabiendo que no había tiempo que perder, indicó a los guerreros que se dirigieran hacia los jardines traseros. Suponía que los habitantes de la ciudad se habían refugiado en él, así que, su prioridad en esos momentos era verificar su estado y llevarlos a un lugar seguro. Una vez hecho esto, atacarían por sorpresa al desprevenido ejercito orco.

Caminaron silenciosos por los destrozados jardines, atentos a cualquier movimiento o sonido sospechoso. Los orcos no se dieron cuenta de su presencia, ni siquiera cuando pasaron a menos de tres metros de su retaguardia.

Sigiloso, el grupo élfico avanzó hasta la parte trasera del palacio, y sólo cuando estuvieron a apenas unos diez metros de donde se suponía que debían estar las terrazas y balcones traseros se dieron cuenta del motivo por el cual el palacio había permanecido oculto a sus ojos. No era a causa de la envolvente oscuridad sinó que había un muro entre ellos y el edificio.

Legolas, igual que el resto de elfos, se acercó asombrado. De dónde había salido esa barrera? Estarían los supervivientes de la batalla encerrados en su interior? En ese momento un solitario relámpago cruzó el cielo, iluminando débilmente el horizonte, pero produciendo la luz necesaria para revelar que no se trataba de un simple muro, sinó de una gran estructura en forma de cúpula que envolvía completamente la zona donde estaba edificado el palacio. Un nuevo rayo, mucho más débil que el anterior, iluminó de nuevo el cielo, haciendo que la cúpula reflejase su luz con extraños brillos plateados.

Legolas se acercó más al muro y, delicadamente, acarició la lisa superficie con la palma de su mano. No se asombró al comprobar que era frío al tacto, pues ya había visto otro muro como aquel, aunque de proporciones más reducidas, pero también de duro hielo. Y sólo conocía una persona capaz de crearlo. –"Anne..."- murmuró, mientras deslizaba su mano sobre el frío hielo y soltaba un suspiro de alivio.

-"Parece que nuestra joven maga ha estado ocupada esta noche."- dijo una voz a sus espaldas.

El grupo de elfos se giró veloz y, antes de que el desconocido hubiese acabado de hablar, ya estaba rodeado por el grupo de elfos, quienes apuntaban sus arcos al lugar desde donde se había originado la voz. Puesto que eran incapaces de ver a su oponente debido a que quedaba guarecido bajo la sombra de los árboles cercanos.

Legolas dio un paso al frente, con el arco preparado, para ver mejor al dueño de la misteriosa voz, a la vez que éste salía un poco de las sombras que lo ocultaban revelando una alta figura envuelta en una larga capa gris. Un paso más y su rostro fue visible por el príncipe, quien, respirando más tranquilo, ordenó al resto de la guardia que bajaran sus armas.

-"Mithrandir, que hacéis aquí?"- preguntó al mago de aspecto cansado que tenía delante.

-"He estado siguiendo el rastro de Saruman durante los últimos días y me ha traído hasta aquí."- respondió con cierto tono de preocupación, Gandalf. -"Creía que llegaba tarde cuando empezó la tormenta, pero veo que por aquí las cosas están controladas"- añadió, mientras con su vista recorría la enorme cúpula de hielo. -"Interesante"- murmuró.

-"Controladas?"- le cuestionó Legolas. -"Por lo que sabemos, los habitantes de la ciudad están atrapados dentro de palacio. No me parece la mejor de las opciones."- añadió con preocupación.

El mago posó su vista en el príncipe. -"No estarán ahí mucho tiempo más"- le explicó. -"La tormenta está perdiendo fuerza, lo que implica que el poder de Saruman se está debilitando. En cuanto la tormenta desaparezca, los orcos apostados en los jardines no serán rival para el ejercito élfico que supongo que en estos momentos se está reorganizando en el interior"-

Legolas asintió, comprendiendo donde quería ir a para el mago. -"Pero ahora nosotros estamos aquí."- sentenció.

-"Ciento"- sonrió Gandalf. -"Creo que deberíais dar un buen susto a esos orcos que os están destrozando los jardines, mientras yo trato de dar con el paradero de cierto traidor."- dijo, alzando sus cejas significativamente.

Legolas volvió a asentir, y tras esto, dio ordenes a sus guerreros para que se situaran en los árboles, rodeando al ejercito orco, para atacarles por sorpresa.


En cuestión de segundos, los elfos habían tomado posiciones y esperaban, preparados para disparar sus flechas, la orden. Mientras tanto, los orcos, ajenos a lo que pasaba a su alrededor, seguían intentando sin éxito romper la barrera que les separaba de sus presas y gruñendo con cada nuevo fracaso.

Ocultas por la oscuridad reinante, una lluvia de letales flechas cayó sobre ellos, causando el desconcierto general. Una nueva ráfaga siguió a la primera y otra más, antes de que los orcos identificaran el origen del ataque y empezaran a disparar a su vez. La batalla había empezado.

Legolas, desde lo alto de un viejo roble, disparó varias veces más su arco. Las certeras flechas se clavaban sin piedad en los cuerpos de los oscuros seres que se habían atrevido a invadir su ciudad.

Poco a poco, a causa de la lluvia letal, el grupo de orcos se fue reduciendo considerablemente. Al ver sus opciones de victoria reducidas a nada, algunos de éstos empezaron a huir del lugar, intentando salvar sus vidas. Legolas vio como un grupo bastante numeroso se escabullía de la batalla pasando bajo el árbol en el que él se encontraba. Sin dudarlo, saltó al suelo y corrió tras ellos, disparando su arco un par de veces antes de sustituirlo por sus espadas.

Los orcos se volvieron hacia él y otros cuatro elfos que le habían imitado, y les plantaron cara. Pero la pelea se decantó rápidamente hacia el bando élfico y, tras intercambiar unos cuantos sablazos más, los elfos permanecieron en pie mientras que los cuerpos de los orcos yacían sin vida en el suelo.

Se encaminaron de nuevo hacia la batalla, pero aún no habían dado ni dos pasos cuando un movimiento entre unos arbustos cercanos les alertó. Con un intercambio de miradas, Legolas les ordenó que siguieran como si nada. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos del lugar, rodearon la zona para plantarse detrás del arbusto del que provenía el ruido.

Cual fue su sorpresa al reconocer al causante.

La expresión de Legolas se tensó y sus manos, expertas y rápidas, prepararon su arco en cuestión de milésimas de segundo. Pero la flecha nunca llegó a su objetivo...


Gandalf vio posicionarse a los elfos y esperó paciente a que empezase el ataque. Sabía que, sin poder suficiente para mantener la tormenta y su ejército duramente diezmado, Saruman trataría de huir. Así que, tras la primera ráfaga de flechas por parte de los elfos, alzó su vara al cielo y, recitando una palabras, intentó deshacer la tormenta.

Tal y como había esperado, Saruman contra-atacó lanzando un nuevo hechizo para intentar mantenerla bajo su control. Gandalf se concentró, intentando captar la procedencia de aquel último hechizo, hasta que lo sintió. Estaba muy cerca. Ahora sólo quedaba detenerlo.

Caminó presuroso entre los árboles, alejándose de la batalla, no tenía tiempo para entretenerse a matar orcos. Saruman era su única prioridad. Sentía la conocida energía del exmago blanco cada vez más cerca. Cruzó los jardines, esquivó árboles y escombros. Y, al fin, pudo distinguir entre las sombras, su alta figura. Su vieja túnica ya no era de ese blanco reluciente que solía ser, sinó que había sido sustituido por un color blanco sucio. Sus largos cabellos caían enmarcando su fina cara. Sus labios se curvaban en una cínica sonrisa. Y sus fríos ojos brillaban llenos de malicia. Pero no le miraban a él...


Con un moviendo de su mano, la flecha de Legolas acabó clavada en uno de los árboles cercanos. Saruman miró con frialdad al elfo que se había atrevido a dispararle. Esa raza cada vez le desagradaba más. Por qué siempre se metían en sus asuntos? Y ese elfo en particular no paraba de hacerlo.

Vio como Legolas preparaba una nueva flecha, mientras que los otros elfos eran incapaces de moverse. Sabía que le temían. Había sido el mago blanco durante milenios y, aún sin su vara y con Gandalf paseándose por la Tierra Media con su título, él seguía siendo muy peligroso y ellos lo sabían. Pero ese orgulloso príncipe...

Con un nuevo moviendo de su mano, la flecha que acababa de lanzarle Legolas, se había clavado en un árbol cercano al anterior. Divertido vio como el príncipe volvía a coger una nueva flecha y se preparaba de nuevo.

'Nunca aprenderá...'

Y, adelantándose a Legolas, alzó ambos brazos hacia los elfos...

Por tercera vez, Legolas preparó su arco. No le importaba las veces que Saruman las esquivase, lo seguiría intentando. Pero esta vez no fue como las anteriores.

Aún no había tenido tiempo de disparar, cuando sintió como si el aire que lo envolvía explotase a su alrededor, lanzándole con fuerza hacia atrás rodeado por una cegadora luz blanca. Su espalda impactó contra un árbol cercano y también su cabeza. El fuerte golpe le hizo perder el conocimiento incluso antes de que su dolorido cuerpo cayera desplomado al suelo.


Se le heló la sangre al ver el fogonazo de luz que acompañó a la explosión. Se apresuró en llegar, pero para cuando lo hizo, no había ni rastro de Saruman. Delante suyo, había un pequeño cráter consecuencia del estallido. A dos metros de éste yacían cuatro elfos, inmóviles, de espaldas al suelo.

Se acercó un poco a ellos para comprobar con alivio que, aunque débilmente, seguían respirando. Pero el momento de consuelo se nubló en cuanto vio lo que había a los pies de un árbol cercano. Ahí, entre raíces y hojas secas, descansaban ciertas armas que había visto tantas veces en acción, pero a su propietario no logró verlo por ninguna parte.


Pues esto es todo por ahora. Lo se, lo se, es mas corto que de costumbre, pero he andado tan ocupada ultimamente q mi cansada cabecita no daba para más. Espero q os haya gustado y me dejeis millones de reviews!

Hasta pronto! ;p