Cap 55: Endgame
Paseó, tranquilo, por los bellos jardines de palacio, sin dirigirse a ninguna parte en especial, sólo por el placer de pasear y contemplar esos parajes que conocía tan bien. Los había añorado. Mientras estuvo encerrado en esa fría celda, a menudo imaginaba que paseaba por ellos como hacía en estos momentos, respirando el fresco aroma y sintiendo la suave brisa sobre su piel.
Se giró para echarle un vistazo al palacio. Y volvió a sorprenderse al verlo como siempre, sin una simple marca o grieta que recordara el daño que sufrió durante el ataque de Saruman. Siguió con su paseo, sintiéndose algo impresionado por el resultado de la reconstrucción, no sólo del palacio, también de los jardines.
Un escalofrío recorrió su cuerpo al recordar la noche del ataque, cuando parte del ejército y él llegaron a la ciudad para descubrir la muralla en ruinas y los jardines destrozados y repletos de orcos…
Sacudió la cabeza, intentando deshacerse de esos recuerdos. Y observando de nuevo los espléndidos jardines ante él, continuó su paseo. Ya todo había acabado. Saruman no volvería a atacarles. Se sentía aliviado y algo confuso. No estaba acostumbrado a los tiempos de paz… aunque, sabía por experiencia, que en la Tierra Media no solían durar demasiado. Así que estaba dispuesto a aprovecharlo al máximo.
Unos suaves pasos a su espalda le sacaron de sus pensamientos. Sonrió al reconocer al propietario y continuó su camino, fingiendo no haberlos oído. Las débiles pisadas se iban acercando poco a poco, hasta que, al final, ya estaban a menos de un metro. Ese fue el instante que eligió para girarse de golpe y alzar a su perseguidor en brazos.
-"Te cacé!"- le sonrió a unos claros ojos que lo miraban entre sorprendidos y alegres.
-"Cómo me has oído? Esta vez he sido muy silencioso…"- dijo, con tono de desilusión, el pequeño de unos seis añitos que tenía en brazos.
-"Los elfos tenemos buen oído"- le respondió.
-"Eso dice mi madre…"- murmuró, algo molesto, por haber fracasado en su empeño por asustar al elfo.
Legolas sonrió. -"Ya saben tus padres que estás en los jardines?"-
El pequeño se encogió de hombros, dando a entender que no, sus padres no tenían la más mínima idea de dónde había ido. El elfo volvió a sonreír y, dejándolo en el suelo, lo cogió de la mano y empezaron a caminar de vuelta al palacio.
Sólo hacía unos días que le conocía, aunque Aragorn le había contado tantas historias sobre el pequeño príncipe de Gondor, que sentía como si lo conociera prácticamente desde el momento en que nació. Por lo visto, el pequeño Eldarion tenía un don especial para desaparecer. Se escapaba de cualquier lugar, sin importar cuanta gente estuviera cuidando de él. Siempre encontraba la forma de escaquearse y esconderse en algún rincón, mientras sus cuidadores se volvían locos buscándolo. Y quien solía encontrarle era Arwen, su madre, que parecía saber siempre dónde se encontraba su retoño.
Caminaron de vuelta al palacio y, una vez en éste, siguieron por varios de los amplios pasillos, mientras Eldarion le contaba lo que había hecho esa mañana.
-"Ya hemos llegado"- dijo Legolas, entrando en una de las salas de la primera planta, repleta de sillones y con un gran fuego en la pared más alejada a la entrada.
Se giró hacia Eldarion al ver que el pequeño se resistía a entrar en la sala. -"Qué ocurre?"- le preguntó, preocupado.
El pequeño no se molestó en contestar, siguió con la mirada fija en alguien que estaba sentado en una butaca cercana y reía con voz ronca.
Legolas sonrió al comprender lo que ocurría, pero antes de que pudiera decir nada, los presentes en la sala se dieron cuenta de su presencia.
-"Paseando por los jardines sin permiso?"- preguntó una dulce voz. Eldarion volvió la vista hacia su madre y asintió lentamente. Arwen simplemente sonrió, alzando una de sus manos a su hijo, para que fuera hasta ella.
El pequeño obedeció, soltándose de Legolas y caminando algo inseguro por la sala en dirección a ella. Al pasar por delante de Guimli, éste le sonrió y le hizo una mueca, que probablemente debía ser afectuosa, pero que causó el efecto contrario en el niño, quien salió corriendo hacia su madre y se escondió tras sus faldas.
-"Mmm"- miró hacia Eldarion sin comprender. -"Creo que no le caigo bien…"- le susurró Guimli a Legolas, quien se había sentado cerca del enano.
-"Quieres un consejo?"- sonrió el elfo. -"Deja de asustarle poniendo caras raras"-
-"Caras raras?"- repitió, molesto, el enano. -"A los hijos de mi hermano les hace reír"-
-"Pero parece que no consigues el mismo efecto con Eldarion"- puntualizó el elfo.
-"Mmm"- volvió a mirar, pensativo, hacia el niño, quien ahora jugaba tranquilo con su madre.
-"Dónde está Anne?"- preguntó Aragorn, sin apartar la vista de su familia.
-"Con Gandalf"- suspiró Legolas. -"Cosas de magos, en el bosque…"-
-"Este parece un buen lugar"- dijo Gandalf, dejando la bolsa que llevaba y sentándose en una de las raíces cercanas.
Estaban en un claro del bosque, no muy alejados de la ciudad. Pero lo suficiente como para que la espesura del bosque hiciese imposible verla desde su posición. Anne se sentó cerca de Gandalf, en un grueso tronco, que descansaba en el suelo y observó cómo el mago encendía un pequeño fuego, algo que llamó su atención ya que la claridad del día aún se filtraba entre las altas ramas de los árboles y tampoco hacía frío. Cuando iba a preguntarle, Gandalf lanzó unas hierbas secas a la hoguera y, de ésta, surgió una débil columna de humo blanco. Los movimientos del mago habían captado no sólo su completa atención sino también toda su curiosidad. Y mil preguntas se peleaban en su mente por obtener respuesta.
-"Qué es eso que has echado al fuego? Qué es ese humo blanco? Qué hacemos aquí? Qué…?"- dijo, prácticamente abalanzándose sobre Gandalf.
El mago se limitó a sonreír y, alzando una de sus manos, le indicó que guardara silencio. Anne obedeció, muy a su pesar, muerta de curiosidad por saber qué habían ido a hacer en el bosque, mientras observaba como Gandalf seguía echando todo tipo de hierbas secas y polvos al fuego, a la vez que parecía murmurar algo.
Unos minutos después, el mago se separó un poco de la hoguera, de la que ahora surgía una espesa columna de humo plateado que brillaba con destellos claros a causa de la luz solar. Y, a la vez que la columna de humo subía, sin importarle el viento, impasible hacia el cielo, una blanca bruma había ocupado todo el espacio, haciendo que fuera imposible ver mas allá de los árboles que delimitaban el claro donde se encontraban.
Anne se sorprendió al darse cuenta de que el humo tenía un olor suave y dulce. Miró a su alrededor, curiosa, y después a Gandalf, quien se había vuelto a sentar cerca de ella y seguía susurrando palabras que no logró comprender. No iba a aguantar mucho tiempo más sin preguntar. Afortunadamente, Gandalf abrió los ojos en ese momento y se volvió para mirarla.
-"De qué va todo esto? Qué estamos haciendo aquí?"- Volvió a preguntar la chica.
El mago alzó su mano de nuevo para hacerla callar. -"Lo entenderás a su debido tiempo"- y le sonrió antes de añadir. -"Por ahora, lo único que debes hacer es cerrar los ojos, respirar hondo y meditar"-
-"Meditar? Cómo un budista?"- Anne le miró un tanto sorprendida, no recordaba haber visto a Gandalf meditando nunca.
El mago simplemente le hizo otro gesto con la mano dándole a entender que le obedeciera de una vez y dejase de hacer preguntas. Así que, no muy convencida y sin acabar de comprender de qué iba todo eso, se sentó un poco más erguida, cerró los ojos, respiró hondo un par de veces y meditó…
-"Sobre qué tengo que meditar?"- miró a Gandalf de reojo sin perder su pose de meditación.
El mago sonrió. -"Sólo intenta escuchar lo que hay a tu alrededor. Los árboles, los animales, el viento… e intenta ver sus corazones…"-
-"Qué intente ver sus coraz…?"- le miró completamente perdida, pero dejó la frase a medias y volvió a su pose de meditación al ver como Gandalf le hacia otro de esos gestos de 'calla y obedece'. 'Qué pesadito…'
Permaneció un rato en la misma pose, sentada en el suelo, con las piernas cruzadas y la espalda lo más recta que podía, intentando meditar. O, como había dicho Gandalf, escuchar los corazones de las plantas y animales a su alrededor. Pero lo único que era capaz de oír era su propia respiración y el crepitar de las llamas.
'Esto es una estupidez…' Abrió un ojo para mirar a Gandalf, quien, sentado en una posición similar a la de Anne, parecía completamente concentrado. 'Pues qué bien…' Soltando un sonoro suspiro, volvió a cerrar los ojos a la vez que relajaba un poco su cuerpo, tomando una pose un poco más cómoda. Siguió en la misma posición un rato más, no muy convencida de ese rollo de la meditación, pero era lo que Gandalf le había pedido que hiciese, así que le obedeció.
No estaba muy segura de cuanto tiempo había pasado, cuando se dio cuenta de algo extraño. Ya no escuchaba el crepitar de las llamas, ni su respiración. En realidad, no era capaz de escuchar nada, ni el más débil de los sonidos. Parecía que el más puro de los silencios había envuelto el claro. Y lo más extraño fue la calma que acompañó a ese silencio, pues en vez de sentirse asustada o sorprendida, se sintió completamente relajada y tranquila.
No muy segura de lo que estaba sucediendo, intentó abrir los ojos, pero, antes de poder hacerlo, logró escuchar algo. Parecían suaves golpes que se sucedían de manera rítmica, como el palpitar de un corazón. Pero eso no fue todo, segundos después, de la nada surgió una débil luz que, siguiendo el ritmo que marcaba ese corazón, empezó a iluminar la oscuridad, hasta que de pronto, lo cubrió todo, envolviéndola en un brillo azulado con destellos más claros que daban una sensación de movimiento. 'Como un río' pensó Anne, quien seguía con sus sentidos completamente centrados en esa experiencia.
Tan concentrada estaba, escuchando el suave palpitar y vagando perdida por esa calida luz, que cuando, por un instante su mente le recordó que aún seguía en el bosque, se sobresaltó al notar que se sentía ligera, casi etérea, como si hubiese abandonado su cuerpo. Y se asustó. Intentó abrir los ojos, pero estos parecían no responderle. Intentó coger aire, pero sus pulmones no la obedecieron. Ahora, bastante más asustada, intentó mover su cuerpo, los brazos, las piernas, lo que fuera! Y entonces, sintió como caía. O más bien, sintió como si algo tirase de ella y la arrastrase de nuevo hacia el suelo.
Consiguió mover una de sus manos y la puso ante ella para parar el golpe. Ésta impactó con fuerza contra el suelo mientras sus pulmones se esforzaban por coger aire. Respiró con dificultad unos segundos, sintiendo de nuevo su cuerpo, pesado, en comparación con la ligereza que había experimentado segundos antes. Poco a poco, recobró el control sobre él, su respiración fue calmándose y sintió como el frío césped acariciaba la palma de su mano que aún descansaba sobre el suelo.
Abrió los ojos lentamente a la vez que se irguió un poco. Miró a su alrededor un tanto desorientada y vio que, ahora, el claro estaba cubierto por una extraña bruma azulada y que, el humo que salía de la hoguera era también de ese color. Lo observó confundida unos segundos, al darse cuenta que era exactamente igual al que ella había visto en su sueño. 'O lo que haya sido eso…'.
-"Lo has hecho muy bien"- escuchó una cálida voz a su lado.
Y sólo entonces recordó que no estaba sola. Se volvió hacia el mago y le miró aún más confundida al ver su sonrisa de satisfacción.
-"El qué?"- preguntó.
-"Se te acaba de conceder un color y, por tanto, un nivel dentro de la jerarquía de los magos"- le explicó Gandalf, sin perder la sonrisa.
-"Y cuál es?"- siguió preguntando Anne, aún un tanto perdida.
Gandalf alzó una ceja y, mirando a su alrededor, añadió: -"No es obvio?"-
Anne miró de nuevo hacia la hoguera y la bruma que lo envolvía todo. -"Azul"- murmuró.
El mago asintió.
-"Pero creía que ya habían dos magos azules"- dijo, algo confusa. Aunque no los conocía personalmente, era un dato que sabía prácticamente desde la primera clase con Gandalf. La llegada de los cinco magos a la Tierra Media, había sido una de las primeras y más interesantes lecciones. Junto con Saruman el Blanco y Gandalf el, en aquellos tiempos, Gris, también habían llegado Radagast el Pardo y, Alatar y Pallando, llamados los Magos Azules. Era curioso que a ella también se le hubiese otorgado ese color. 'Debe ser un color muy popular…'
-"Cierto. Pero el color se concede según el poder y los conocimientos de la magia que se poseen."- le aclaró Gandalf. -"El motivo por el que se te ha otorgado el mismo color que a Alatar y Pallando, es porque el nivel de vuestra magia es parecido"- Anne asintió, comprendiendo la explicación. -"Lo que no quiere decir que siempre tenga que ser así. El poder de un mago puede crecer o disminuir en relación al uso que éste haga de él."- sonrió el mago, haciendo una clara referencia al hecho de que él había pasado de ser el mago Gris al Blanco y, por tanto, líder de la orden, cuando derrotó al Barlog de Moria unos años atrás, demostrando que su poder había crecido no sólo más allá de lo que su color marcaba, sino superando incluso al del mismísimo Saruman.
Observó atentamente los castaños ojos de Anne unos segundos sin perder la sonrisa, y asintió al ver en ellos lo que andaba buscando y sabía que encontraría. -"Se esperan muchas cosas de ti, jovencita."-
Gandalf se giró y buscó algo entre sus cosas. Mientras Anne le observaba desde el mismo sitio, sin perder detalle, con su mente vagando aún en las últimas palabras del mago.
-"Aquí está"- le escuchó susurrar, antes de volverse de nuevo hacia ella, con una sincera sonrisa, tendiéndole lo que llevaba en las manos. -"Bienvenido, Mago Azul"-
-"Gracias, Mago Blanco"- rió Anne. Cogiendo con curiosidad el objeto que le ofrecía el mago.
-"Ésta es tu vara, tu emblema. Te reconoce como mago y, de ahora en adelante, estará ligada a tu poder."-
Anne la sospesó en sus manos. Era mucho más ligera de lo que parecía. Larga, de unos dos metros, y de dura madera. La vara que descansaba en sus manos era de un color oscuro y su superficie era completamente lisa. La parte superior acababa en una imposible forma ondeada, similar al agua que cae desde una cascada. Deslizó una de sus manos sobre la suave superficie, y al hacerlo, sintió algo extraño salir de ella, como una ligera descarga eléctrica. Alzó su vista para preguntarle a Gandalf, pero el mago ya estaba en el otro lado del claro recogiendo sus cosas.
Se puso en pie, dispuesta a ayudarle, sujetando su vara con una mano y posando suavemente su base en el suelo. Y entonces, lo sintió. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, cortándole la respiración. Volvió a mirarla, entre sorprendida y extrañada por lo sucedido.
-"Volvamos, ya es muy tarde"- escuchó decir a Gandalf, mientras apagaba el fuego.
Anne miró del mago al cielo y se sorprendió al ver que ya había anochecido. Cuánto tiempo llevaban en el bosque? Y, después de mirar su vara unos segundos mas, perdida en sus pensamientos, decidió salir de su atontamiento y ayudar a Gandalf a recoger.
-"No tendré que ir siempre vestida de azul, verdad?"- le preguntó cuando ya iban de regreso a la ciudad. Gandalf la miró risueño y, simplemente, sonrió.
Faltaba poco para que empezara el gran banquete que daría comienzo a las esperadas celebraciones. Todo estaba preparado para que, en cuestión de minutos, empezase la cena. Y todos los invitados que habían acudido a la ciudad del Bosque Oscuro ya se encontraban en el gran salón, pero había alguien que faltaba…
Legolas esperaba, caminando de un lado a otro, en el pasillo principal. Al volver a pasar por delante de la puerta del gran salón, volvió a mirar a su interior, sólo para volver sobre sus pasos aún más preocupado. Dónde se habían metido Gandalf y Anne? El banquete estaba a punto de empezar. No podía creer que dos de los invitados de honor fueran a llegar tarde… aunque conociendo la puntualidad de ambos…
-"Cosas de magos…"- murmuró, mientras pasaba de nuevo ante la puerta.
Volvió a observar a los invitados. Prácticamente toda la ciudad estaba presente, también habían muchos de los elfos más distinguidos de Rivendell, incluido Lord Elrond, quien jugaba afectuosamente con su nieto. Cerca de él se encontraban Aragorn y Arwen charlando amistosamente con Thalion y Aldanna. El rey Thranduil conversaba con varios de sus consejeros cerca del fuego. Y la risa de Guimli retumbaba por toda la sala. El enano se encontraba en uno de los laterales hablando (o más probablemente molestando) a un grupo de elfos entre los que estaban Galen y los otros dos elfos que participaron en su rescate. En el otro lado de la sala y charlando con varias damas se encontraba Veryan, quien, al sentirse observado, recorrió la sala con la vista hasta dar con los ojos de Legolas. Al ver que el príncipe le observaba, le dedicó una enigmática sonrisa, antes de volver a la conversación.
Legolas suspiró un tanto cansado de esperar fuera. Sabía del pánico de Anne a las multitudes, así que había decidido esperarla y, así, entrar con ella, pero estaba tardando demasiado. 'Qué es lo que habían ido a hacer al bosque?' se preguntó por décima vez en menos de cinco minutos. 'Porqué Gandalf había elegido ese de entre todos los días?... Gandalf!' Vio entrar al mago por la puerta que daba a la escalera sur… Y si Gandalf ya había llegado…
-"Ey! Qué haces aquí solito?"- Escucho cierta vocecilla detrás suyo.
Sonriendo incluso antes de volverse, respondió. –"Esperar a una tardona…"-
-"Lo bueno se hace esperar"- dijo Anne, riendo, a la vez que se acercaba al elfo para besarle.
Legolas la besó lentamente, pasando ambos brazos alrededor de su cintura, acercándola más a él. Al separarse, observó las facciones de la chica detenidamente. Anne le miraba sonriente mientras que con una de sus manos le acariciaba la nuca. Sus ojos se detuvieron en los de Anne… Había algo diferente en ellos…
Anne alzó una ceja al darse cuenta de la manera en que la estaba observando Legolas. -"Vamos a entrar al salón o no?"-
Legolas volvió a sonreír. Las palabras de Anne le sacaron de su trance, pero, de todas maneras, no se movió.
-"De qué iba lo de esta tarde con Gandalf?"- preguntó, sin molestarse en ocultar su curiosidad.
-"Algo sobre el final de mi aprendizaje y mi color…"- respondió la chica, encogiéndose de hombros y quitándole importancia al asunto.
La miró aún más curioso. 'Color?'. Siempre se había preguntado cual sería el color de Anne. –"Y cuál es?"-
Anne se apartó de él y, sonriendo tímidamente, dio una vuelta, mostrándole el color de su vestido.
Legolas sonrió al ver ondear la tela del vestido. La azul tela, para ser exactos. –"Bonito color, Anne."-
-"Gracias. Pero llámame mago Azul."- Dijo, guiñándole un ojo, a la vez que se acercaba de nuevo a él.
Legolas volvió a sonreír y, acariciándole una mejilla, dijo: -"Deberíamos entrar."-
Anne asintió y, respirando hondo, echó una ojeada un poco insegura hacia el interior del gran salón. Había mucha gente, bastante más de la que creía… 'Qué vergüenza! Respira, respira!' –"Estoy lista"- dijo al fin, sin apartar la vista de la sala, empezando a caminar.
Legolas, al darse cuenta de su inseguridad, la cogió de la mano, haciendo que parase frente a él. –"Seguro que es esto lo que quieres?"- preguntó, bastante más serio.
Anne le miró atentamente, antes de, sonriente, responder. –"Claro! Aquí soy una superbruja! Aún tengo mucho que aprender, pero creo que es el primer empleo que me gusta de verdad! Y soy una superbruja…"- añadió, moviendo los brazos efusivamente. –"… azul!"-
Legolas volvió a sonreír. -"Vale, vale, lo he entendido"- dijo, cogiendo las manos de Anne que aún volaban por el aire.
Ésta se acercó un poco más a él. -"Pero sobre todo, porque estás tú"- le susurró.
Legolas sonrió, una de esas sonrisas, sencillas y completamente sinceras, que le robaban el corazón. Y, perdida en ella, dejó que la atrajera más hacia él, hasta que notó sus cálidos labios sobre los suyos.
Se separaron lentamente, cogió una de las manos de Anne y, tras posar un suave beso, empezó a caminar hacia el gran salón.
-"Todo irá bien"- le sonrió.
Y esas tres palabras y esa sonrisa fue todo lo que Anne necesitó para tener la absoluta certeza de que todo iría bien. Sin dudarlo, le devolvió la sonrisa y le siguió.
-"No voy a tener que llevar siempre estos vestiditos, verdad?"-
Legolas soltó una carcajada. -"Por mi, puedes ir vestida como quieras."-
Anne sonrió, satisfecha con la respuesta. -"Genial. Porque creo que los pantalones se van a poner de moda entre las elfas"-
Y cogidos de la mano entraron en el gran salón…
FIN
Ooooh! q penita! Se acabó el fic... espero q os haya gustado tanto como a mi escribirlo.
Muchas gracias por haberme acompañado en esta aventura. Os agradezco muchisimo todos vuestros reviews... me gustaria nombraros uno por uno pero me llevaria años. Sólo deciros que ha sido un placer compartir este trocito de cyberespacio con vosotros. Los que habeis seguido esta historia desde el primer dia, quienes habeis dejado un review en cada capitulo, los que os unisteis a este fic mas adelante, a aquellos que se quedaron por el camino, a los q nunca han dejado un comentario, a quien me ayudó con mi desastrosa ortografía... a todos, muchas gracias!
Ha sido una historia larga, tanto en tiempo como en número de capitulos, y agotadora, pero, sobretodo, ha sido divertido. Mil gracias a todos!
Cuidaros mucho, portaros bien y hasta siempre! ;p
Nota: Si has llegado hasta aquí, que menos que dejar un comentario con tú opinion, no importa cuanto haga que el fic se terminó...
