Declaimer: Obviamente los personajes no me pertenecen, son de JK y aunque ya me harte de pedírselos como regalo de Navidad, no cambia de opinión… si alguien me da a Harry, Sirius o James, le estaré eternamente agradecida La historia es una adaptación de una historia de E. C. Clark q leí hace un tiempo!

"Detrás de tus ojos"

por Lady Verónica Black

Capítulo Tres

El coche circulaba velozmente por la carretera, Hermione se hallaba sentada conforta­blemente en el asiento trasero del magnífico Mercedes mientras Michael Potter, que conducía con John March a su lado en el asiento delantero, seguían enfrascados en su conversación.

Hacía casi una hora que habían dejado atrás la ciudad de Londres y entrado en el pacifico y campestre Valle de Godric. El señor Michael le informó que aún tardarían más de una hora en llegar, pues la finca se encontraba situada en el extremo sudoeste del valle y la carretera por esos rumbos no estaba en tan buenas condiciones como la anterior.

Cansada de mirar el paisaje, Hermione decidió cerrar los ojos y dormitar un poco. Luego de varios minutos volvió a mirar la sucesiva hilera de árboles que pasaban a gran velocidad por la ventanilla, aunque quisiera su mente se empecinaba en recrear los acontecimientos de la última semana. Sonrió al recordar la expresión de estupor en la cara de Lavander cuando le explicó el plan ideado por su nuevo jefe...

-"¿Quiere que te hagas pasar por otra persona?" -le preguntó asombrada mientras la agarraba del brazo y la obligaba a mirarla-. "¿Pero estás loca, Hermione? ¡Eso es ilegal!"

-"No te preocupes, Lav, está todo pensado" -la tranquilizó la castaña con una suave sonrisa-. "No creo que me resulte complicado suplantar a esa chica... Actuaré casi como yo misma. Insistiré en llamarme Hermione, estudiaré Arte y únicamente hablaré de lo que tenga suficientes conocimientos."

En ese momento se hallaban en la pequeña cocina del apartamento preparando la cena, Hermione había llegado pocos minutos antes y se había encontrado a su amiga estudiando en la sala, algo poco habitual en ella y que le sorprendió agradablemente. Pero Lavander estaba disgustada...

Según le dijo, la noche anterior la habían esperado hasta las diez de la noche en el bar. Ron tenía grandes deseos de conocerla y ella los había plantado. Hermione se disculpó y se dispuso a relatarle toda le entrevista mientras se dirigía a su cuarto para cambiarse de ropa y disponerse a preparar la comida. Lavander la seguía de un lado a otro con el fin de no perderse detalle, entusiasmada con la historia que su amiga le relataba.

-"No me gusta" -le dijo la morocha aún preocupada por su amiga y sin dejarse convencer. Pensaba que se estaban aprovechando de ella, Hermione siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás, y eso solia traerle demasiado problemas. Era demasiado buena con la gente-. "Va a ser un gran esfuerzo estar mintiendo durante tanto tiempo. Además... ¡Ni siquiera sabes mentir bien!" -desechó con un gesto frenético de manos-. "Te descubrirá enseguida y, entonces, ¿qué pasará? Si el abuelo está a miles de kilómetros de distancia te puede denunciar acusándote de asumir la persona­lidad de otra persona. Puede creer que lo quieres estafar o robar, cualquier cosa menos la verdad. Incluso podrías ir a la cárcel hasta que todo se aclarase" -insistía en su intento de hacerla desistir-. "Piénsalo bien, Mione. Este asunto me parece demasiado peligroso. No necesitas complicarte la vida de esa forma... Es solo un trabajo."

-"No seas pesimista, Lavander" –la regaño Hermione-. "No va a ocurrir nada de eso y lo sabes."

-"Pero es imprudente quedarte allí sola en medio del campo con desconocidos y sin nadie que respalde tu historia. Ese hombre se lo debería contar al matrimonio que cuida la casa y también al médico del pueblo. ¿No dices que es amigo del ciego? Incluso no sería mala idea explicarle el proyecto al alcalde y a la policía para que estuviesen prevenidos por si pasa cualquier cosa..."

Hermione soltó una carcajada ante las descabelladas ideas de su amiga.

-"Mejor aún, podríamos publicarlo en la prensa para que todo el mundo esté enterado del asunto, y como él no puede leerlo..."

-"¡Muy graciosa, verdad!" -le recriminó Lavander ante la evidente despreocupación de su amiga-. "Pienso que debes cubrirte las espaldas de alguna manera; tener algún aliado, alguien que te defienda en caso de ser descubierta."

Hermione negó con la cabeza. Comprendía y agradecía la preocupación de su amiga, pero estaba convencida de que cuantos menos personas supiesen que ella no era la verdadera Victoria March, mejor podría desempeñar su papel.

-"Es más conveniente para mí que nadie lo sepa, de ese modo me sentiré menos avergonzada de estar cometiendo un delito. ¿Me entiendes, Lav?" -miró a su amiga con expresión suplicante en la que reflejaba su profundo remordimiento ante la acción que iba a realizar.

La ojiazul bajó la cabeza, incapaz de mirara a su amiga a la cara. Comprendía el gran esfuerzo que durante los próximos meses tendría que realizar, y era consciente de los estrictos conceptos morales por los que se regía, pero... Tenia un presentimiento, algo que le decia que ir a ese lugar no iba a ser bueno para Hermione.

-"De acuerdo, lo comprendo" -aceptó malhumorada-. "Pero prométeme que, al menos, le pedirás una declaración firmada justificando tu presencia en aquella casa y que puedas presentar en caso de una emergencia. Si algo les ocurre a esos dos viejos no tendrás a nadie que confirme tu historia, y estarías perdida."

-"De acuerdo, hablaré de ello con el señor Potter. El lunes cenaré con él y con el señor March para concretar los últimos detalles. ¿Estarás contenta con eso, miedosa?" -le preguntó con una sonrisa burlona.

-"Un poco" -le respondió al tiempo que le propinaba un codazo por el insulto-. "Ahora háblame del examen. ¿Qué tal te ha ido?... Bien como siempre, supongo. Seguro que te sacas la mejor nota de la clase" -suspiró con envidia.

-"No creas... Aunque lo había preparado hace semanas no logre concentrarme como en otras ocasiones. Debe tratarse del nuevo empleo; no debí ir a la entrevista antes del examen" -se quejó con pesar.

-"¡Por Dios! Ya empieza a perjudicarte ese dichoso trabajo que has aceptado tan impulsivamente. Con lo bien que estarías en una playa, cuidando de unos maravillosos niños y bronceándote al sol."

-"Hablas así porque nunca has trabajado de niñera" -le reprochó Hermione algo irritada-. "Es todo menos lo que acabas de decir" -y ante el gesto de disgusto de Lavander, se disculpó-. "¿No comprendes? Tengo que ayudar a ese hombre. Tú no lo has visto, no has hablado con él. Está destrozado. Es su único nieto y no puede soportar verlo ciego indefinidamente. Si yo puedo hacer algo por ayudarlo, me sentiré contenta."

Lavander la abrazó con cariño.

-"Eres demasiado buena, Hermione. El hombre que consiga obtener tu amor, será muy afortunado."

-"¿Quién piensa en eso, eh?" -rió divertida-. "Sólo eso me faltaría en estos momentos, seria una complicación demasiado pesada" -comenzó a colocar los platos sobre la mesa mientras, inexplicablemente, la imagen del nieto del señor Potter acudía a su mente. Con un gesto intentó desechar esos inquietantes pensamientos-.­ "Vamos a comer o se enfriará esta exquisitez que he preparado."

-"Lo que yo digo: demasiado perfecta" -suspiró mientras parecía hablar consigo misma-. "Además de las otras muchas cualidades que posee la señorita Granger, como ser inteligente, amable, bonita y dulce, es una magnífica cocinera. ¿Que hombre no se enamoraría de ella nada más conocerla?" -se quedó pensativa y bromeó-. "Creo que mejor no te voy a presentar a Ron. Talvez lo deslumbras con tus dones y se olvida de mí... Y si eso pasara te sacaría los ojos, víbora" -y se abalanzó sobre ella en un fingido ataque.

-"No te preocupes, cariño, no desplegaré todo mi encanto ante él" -dijo Hermione seductoramente, sin poder contener la risa al final-. "¿Cuando lo conoceré? Estoy libre hasta que me vaya."

-"Va a estar fuera de la ciudad todo el fin de semana" -respondió Lavander con gesto de fastidio-. "Se fue a visitar a su familia. Su madre esta enferma, y no puedo dejar de ir a ver como se encuentra y ayudarla con los chicos. Regresa el domingo por la noche... Podriamos quedar para cenar. ¿Qué te parece? Y talvez puedo hacer ese past..."

-"Me parece muy bien, Lav. Pero cocinare yo, lo ultimo que queremos es que se muera por una indigestión antes de que te pida matrimonio" -sonrió burlona ante el entusiasmo de su amiga-. "Estoy deseosa de conocerlo."

El domingo a la noche, después de un largo fin de semana soportando los tristes suspiros de Lavander por la ausencia de su amor, conoció a Ron. Al verlo entrar al departamento inmediatamente le agradó. Aparte de su atractivo físico, el cual indudablemente tenía, destacaba en él su gran humani­dad, su gran calidad como persona y, sobre todo, el intenso amor que sentía por su amiga. Se advertía en cada palabra, en cada sonrisa, en cada mirada. Cuando Ron miraba a su amiga no podía ocultar la adoración que le profesaba. Su mirada le recordaba a la que Harry le dedicaba a su prometida en la fotografía. Era una mirada llena de amor y deseo, aunque la de Ron parecía más tierna y profunda, más pura...

Aquel domingo, cuando cerca de las nueve de la noche llamaron a la puerta, Lavander, desesperada y nerviosa ante la larga espera, corrió como una niña en su cumpleaños a abrir la puerta. Al verlo se arrojó a sus brazos llorando emociona­da. Él la besó con pasión y le secó las lágrimas con sus labios mientras le murmuraba tiernas palabras de amor en el oído. Hermione, asaltada por un tenue sentimiento de envidia por las muestras de intimidad que estaba presencian­do, se retiró avergonzada hasta que ellos se le unieron en la cocina. Lavander estaba radiante y él, con una intensa expresión de felicidad en el rostro, la apretaba fuertemente contra su cuerpo, como intentando recuperar con la intensidad del abrazo las horas perdidas. Su amiga, diminuta comparada con la gran estatura de él, parecía perderse entre sus fuertes y posesivos brazos y estar dichosa al mismo tiempo de encontrarse en ellos, convencida de que ése era el único lugar en el que siempre quería estar.

Cenaron tranquilamente en el departamento, Ron era simpático y divertido, de inteligente y agradable conversa­ción. Hablaron de todo, pero principalmente de sus proyectos futuros. Hermione había pedido a su amiga que no divulgara la verdadera naturaleza del empleo que iba a desempeñar, aunque sabía que Lavander no dejaría de contárselo a Ron en algún momento. Interiormen­te la morena, pese a defenderlo ante Hermione, no estaba convencida de la honradez del mismo. Terminaron de cenar y decidieron ir a tomar una copa, mas Hermione, imaginando que deseaban estar solos se rehusó pretextando estar muy cansada.

Cuando se marcharon y se quedó sola comenzó a repasar toda la velada. La actitud de Ron hacia Lavander era exquisita y era evidente lo enamorado que estaba. ¿Habría estado Harry Potter tan enamorado de su mujer como Ron demostraba estarlo de su amiga? Sin duda. En las miradas de ambos se apreciaba el mismo sentimiento. Volvió a sentir esos absurdos celos que le asaltaban cada vez que recordaba la imagen de la fotografía y, como siempre, intentó desecharlos. Comprendía lo que debió sentir él ante la pérdida de su mujer: un absoluto vacío. También su deseo de no querer recuperar la visión. Tal vez, pensó, él deseaba conservar en su retina la bella imagen de su mujer sin que ninguna otra la suplantara. Había sido tan hermosa. Recordaba su magnífico cuerpo embutido en aquel precioso vestido rojo y su larga y brillosa cabellera rubia, sus grandes ojos de un intenso azul-celeste, bellos a pesar de la frialdad que desprendían; su voluptuosa boca curvada en una sonrisa de suficiencia y la preciosa línea de su cuello, largo, erguido, desafiante. ¿Cómo podría Harry mirar a otra mujer y no estar comparándola con la belleza deslumbrante que él había poseído? Sí, lo comprendía. Cuando se ama tan intensamente como él parecía haber amado a su esposa, la sensación de pérdida sería tal que ya no debía importar nada más para seguir viviendo.

Se sorprendió pensando de esa manera. Ella nunca había creído en amores desesperados y pasiones desbocadas. Suspiró con resignación; el entorno romántico que había vivido aquella noche la había influido demasiado, llevándola a concebir pensamientos impropios de su naturaleza poco apasionada.

Volvió a analizar la situación de su amiga. Ron parecía estar enamorado de ella y era un chico inteligente y trabajador, con un gran futuro ante él. Lavander había tenido una gran suerte en encontrarlo. Siempre temió que se dejara engañar por cualquier desaprensivo que únicamente pretendiera la fortuna de su familia. Lavander era muy buena chica pero tenía un carácter inseguro y demasiada falta de confianza en ella misma; secuelas ambas del poco afecto y dedicación que sus padres le habían prestado. Necesitaba un hombre que la apoyara y protegiera, pero, sobre todo, que la amara y comprendiera. Indudablemente, en Ron lo había encontrado. Se alegró mucho por ella. Quería sinceramente a Lavander y sólo deseaba que llegara a ser inmensamente feliz.

La cena del lunes con el señor Potter y el señor March transcurrió cordialmente. John March era un hombre de mediana edad, alto y regordete, simpático, amable y charlatán. No­ se parecían en nada y comprendió que sería difícil hacerse pasar por hija suya aún ante una persona vidente. Él mismo le dio la solución al indicarle que siempre podía alegar un total parecido con su madre si es que alguien llegara a dar comentario sobre el asunto.

El señor Potter quedó en pasar a recogerla el jueves de esa misma semana a las cuatro de la tarde. Su avión salía a las once de la noche y tendrían el tiempo justo para llevarla a la finca y volver rápidamente al aeropuerto para que pudieran tomar su vuelo a América. No pasaría mucho tiempo con su nieto, apenas una hora, mas él lo prefería así. Temía la reacción de éste ante la idea de compartir los próximos meses con una persona extraña y no deseaba darle la posibilidad de negarse. También habían del sueldo... Hermione quedó sorprendida ante la cifra que le ofreció; nunca pensó que podía ser tan alta. Calculó que podría mandarle a sus padres una buena parte y aún le quedaría para pasar el año sin fatigas económicas, dedicada solamente a estudiar y sin tener que realizar pequeños trabajos que la ayudasen a llevar los gastos que la beca no alcanzara a sufragar.

Hermione le comentó los problemas que podían surgir si su nieto descubría que no era quién pretendía ser y que Lavander se había encargado de magnificar. Michael, como quería que lo llamara luego de pedírselo una docena de veces, le aseguró que redactaría un documento que explicaría la naturaleza del asunto. Ello la liberaría de toda responsabilidad y culpa, indicándole que ante cualquier problema se pusiera en contacto con Amelia, su secretaria, la cual estaba al tanto de todo y sabría dónde localizarlos en todo momento.

Tranquilizada y optimista se dispuso a prepararlo todo para los casi tres meses de ausencia. Como no tenía tiempo para visitar a sus padres, les escribió una larga carta contándoles lo sucedido. Deliberadamente omitió en ella la suplantación que estaba dispuesta a realizar pues, conociendo los estrictos valores morales de sus padres, sabía que desaprobarían su decisión. Ante la imposibilidad de darles una dirección exacta, les indicaba que se pusieran en contacto con Lavander a la que ella llamaría regularmente y les prometió que iría a verlos cuando concluyera su trabajo.

Había cenado con Lavander y Ron la noche anterior, confirmando la agradable impresión que le produjo la primera vez que vio al novio de su amiga. Hermione quedó convencida de que estaría bien cuidada en su ausencia. Se había despedido de ella un rato antes y ya la extrañaba. Recordaba sus lágrimas y sus interminables recomendaciones tal como si no se fueran a ver por años. La había tranquilizado al prometerle llamarla a menudo para informarle de los acontecimientos pero no quiso darle el teléfono ni la dirección de la finca para evitar indiscreciones por su parte imaginando que, de proporcionárselo, la estaría llamando a cada momento poniendo en peligro la efectividad del plan.

Ahora, sentada en aquel confortable coche y a punto de llegar a su destino, comenzaban a asaltarle las dudas que anteriormente se negaba a admitir. Tenia miedo que Harry Potter la rechazase, que no quisiera verla y se encerrara en sí mismo, destruyendo con ello los pocos avances que su abuelo había logrado en más de seis meses de constante dedicación. Temía decepcionar a ese hombre que había puesto en ella todas sus esperanzas. Temía no estar a la altura de las expectativas, de no saber desenvolverse en el papel que se le había adjudicado. Pero, sobre todo, temía enfrentarse a Harry y comprobar que ese leve sentimiento, ese tenue interés que le inspiraba, se confirmaba y crecía hasta terminar enamorándose de él. No deseaba llegar a ese punto aunque temía que pudiese suceder. Levaba toda la semana obsesionada con la imagen de aquel hombre. Tal había sido la obsesión que no la había dejado concentrarse en nada más. Prueba de ello había sido la nota de su último examen, bastante más baja que las anteriores. Si con sólo una fotografía y el relato de su vida lograba que se alterara así, no quería pensar en lo que ocurriría cuando estuviera cerca de él compartiendo durante meses el mismo techo.

Tal vez la decepcionara una vez que lo conocieran en persona. Había pensado también en ello e, interiormente, rogaba que sucediese. No quería complicaciones amorosas; no las necesitaba ni deseaba y menos ahora que tenía cercano la realización del sueño tantas veces acariciado: el curso de restauración en Florencia. No, no se dejaría dominar por sus sentimientos en caso de que estos se inclinaran hacia aquel hombre. Se dedicaría a cumplir con su trabajo lo mejor posible. Lo acompañaría, animaría y estimularía e intentaría inducirlo a que se operase, pero bajo ningún concepto se dejaría arrastrar por la incipiente atracción que le inspiraba.

El suave frenazo unido a la voz del señor Michael anunciándole que ya habían llegado, la apartó bruscamente de sus pensamientos y la hizo volver a la realidad. Abrió los ojos y se volvió para mirar por la ventanilla. Se hallaban en un gran patio amurallado en cuyo centro destacaba una pequeña fuente de la que manaban varios chorritos de agua cristalina. Habían pasado por una gran puerta enrejada, que debió estar abierta y que en ese momento un hombre se dedicaba a cerrar. Apenas podía vislumbrar la casa detalladamente, aunque le sorprendió su magnificencia. Había esperado encontrar un bonito y pequeño chalet de los muchos que pueblan los alrededo­res de Londres, pero nunca esa inmensa mansión de piedra y mármol.

El señor March le abrió la puerta y Hermione bajó del coche lentamente... entonces la vio en toda su magnitud. ¡Era impresionante! Debía de tener más de cien años aunque se conservaba en buen estado; la construc­ción era más típicamente victoriana que moderna, con sus balcones enrejados y llenos de plantas y la enredadera de la fachada. Imaginó que esa finca pertenecía a la familia desde generaciones anteriores, porque los nuevos ricos preferían los modernos chalet a los edificios ancestrales. Vio en la fachada un viejo escudo nobiliario, lo que confirmó sus sospechas de antecedentes aristocráticos en la familia.

La puerta de roble y cristales de la casa se abrió y una mujer madura, de unos cincuenta años, vestida sencillamente con un vestido rozado y con el cabello recogido en un moño en la nuca, salió a su encuentro. Su rostro estaba surcado por unas cuentas arrugas, sus ojos eran ligeramente rasgados y de un tenue color gris, su rostro apariencia era bondadosa y su sonrisa agradable aunque seria. Se dirigió hacia ellos con las manos extendidas para tomar las maletas que estaban depositadas en el suelo, al tiempo que se les unía el hombre que había cerrado la puerta para arrebatar las maletas de manos de la mujer.

-"¡Oh, señor! No lo esperábamos tan pronto" -dijo pesarosa, pero con una gran sonrisa-. "Ni con invitados" -continuó ligeramente alarmada al reparar en la castaña.

-"No te preocupes, Fiona, no nos quedaremos mucho tiempo" -la tranquilizó el señor Potter-. "Solamente se quedará la señorita Hermione, pasará aquí el verano en ausencia de su padre."

Él hombre procedió a presentar a sus acompañantes. Hermione estaba nerviosa, sentía que en cualquier momento la descubrirían. Sintió sobre ella la mirada interrogativa de la mujer mientras el hombre se adelantaba con las maletas al vestíbulo de la casa. Michael, advirtiendo la turbación de la castaña, la tomo del brazo apretándoselo cariñosamen­te en un intento por tranquilizarla mientras se dirigían hacia la casa.

-"¿Y mi nieto? ¿Cómo se encuentra?" -preguntó ansioso a la mujer.

-"Algo más triste desde que usted le dijo que se marchaba de viaje. Apenas a salido a pasear con el perro y se pasa todo el día encerrado en su habitación o en la biblioteca" -respondió con pesar.

Hermione advirtió un hondo pesar en las palabras de Fiona. Sentía realmente lo que le sucedía al nieto de su jefe. El señor Potter le había explicado que Fiona y Carl, su marido, habían entrado a trabajar en la casa veinticinco años antes, de recién casados y que, al no haber tenido hijos, se encariñaron con el pequeño Harry desde que lo conocieron el cual había pasado muchas temporadas allí, sobre todo, después de la muerte de sus padres. Ellos le habían ayudado en la difícil tarea de paliar el terrible golpe sufrido a tan temprana edad y siempre lo habían cuidado. Desde el accidente, sinceramente conmovidos por el estado en el que se encontraba, habían intentado ayudarlo, mas ellos, personas sencillas y humildes, no podían aportar la compañía que su nieto precisaba en esos momentos. Él necesitaba alguien que lo retara, que lo estimulara, alguien que compartiera sus gustos e intereses.

El hombre suspiró con pesar y su rostro expresó el dolor que esas noticias le causaban. Sabía que este viaje afectaría negativamente a su nieto, aunque confiaba en que aquella joven valiente e inteligen­te consiguiera paliar los efectos que su larga ausencia causarían en él. Apretó un poco más el brazo de Hermione. Sentía sus dudas, su nerviosismo y admiraba su entereza que la mantenía erguida y aparentemente serena ante los demás.

-"Espero que la presencia de Hermione en la casa lo anime y lo haga volver a sus saludables costumbres" -dijo con un matiz de esperanza y picardía en la voz.

Fiona la miró con simpatía. Dudaba que tal circunstancia pudiera ocurrir pues conocía a Harry desde pequeño. Siempre había sido un niño alegre y cariñoso, y después un joven serio y amable. Cuando venía de vacaciones a la finca siempre le contaba sus cosas y le gastaba bromas; era comunicati­vo y alegre; siempre se lo veía feliz. Pero cuando conoció a aquella mujer, la que después se convirtió en su esposa, cambió... Se volvió retraído, taciturno. Ya no venía casi nunca a la finca y, cuando lo hacía, siempre era solo. Su mujer prefería quedarse en Londres o ir de compras al extranjero. La finca no le gustaba, se aburría en ella. Sólo vino en una ocasión, al poco de casarse, y se quedaron un solo día. Ella no quiso permanecer por más tiempo alegando que se aburría. No le gustó la mujer en esa ocasión ni tampoco la primera vez que la vio, en el día de la boda. A pesar de ser muy bella y vestir ropas elegantes, parecía vulgar, orgullosa y altanera. No era una verdadera señora como la señora Lily, tan amable, sencilla y delicada.

No, no le gustaba la mujer que su querido niño había escogido para esposa, pero él parecía estar loco por ella. Pero ella sabía que no había sido feliz en su matrimonio. De haberlo sido no habría estado siempre triste y malhumorado. "La felicidad era alegría" Carl y ella eran felices y siempre estaban contentos a pesar de que Dios no quiso honrarlos con un hijo; aunque tenían a Harry que era como un nieto para ellos. Ahora estaban tristes al ver como la desgracia se cebaba en él. Se le partía el corazón cada vez que lo miraba y veía sus ojos antes llenos de vida y ahora vacíos y tristes. Lloraba cuando lo observaba andar con su bastón o agarrado al perro, siempre tanteando con cuidado de no caerse. Él que había alborotado la casa con sus diabluras y corrido por aquellos campos subiéndose a los árboles, bañándose en el arroyo, practicando todo tipo de deportes, cabalgando como un experto, perdiéndose en varias ocasiones en el bosque y obligando a Carl a ir a buscarlo antes que el señor se enterara y lo pudiese castigar. Él, su querido niño, ahora estaba ciego y triste. Era como si su alma se hubiera ido con su esposa, y en cambio una alma llena de amargura y tristeza hubiera sido su reemplazo.

No comprendía por qué no se quería operar y se resignaba a quedar ciego toda la vida. El señor decía que si decidía operarse pronto podría volver a ver. Ella se lo había rogado muchas veces, pero él nunca la escuchaba y se disgustaba con ella cuando insistía. Y ahora estaba aquella chica allí... Imaginaba la razón que había tenido el señor para traerla. Él pensaba que una chica joven podía animar a su nieto. Bien, si lograba serle de ayuda, se alegraría mucho aunque dudaba que eso pudiera ocurrir. Harry parecía ajeno a todo, como si le diera igual vivir o morirse. Sólo se animaba un poco cuando su abuelo venía a visitarlo. El señor era tan inteligente y quería tanto a su nieto que lograba que él regresara de aquel lejano lugar en el que parecía encontrarse siempre. El chico quería mucho a su abuelo y por ello hacía casi siempre lo que le pedía para darle el gusto y verlo feliz, a sabiendas que su abuelo se encontraba solo y añoraba mucho a su fallecida familia. Había aceptado al perro con el que solía ir a pasear, soportaba las visitas del Dr. Watson (el médico del pueblo), y seguía aquel tratamiento de vitaminas para fortalecer la vista. Pero continuaba negándose rotundamente a operarse. ¿Por qué, Dios? Ella no lograba entenderlo.

Entraron en la casa, Carl los esperaba en el recibidor con las maletas de la chica. Hermione quedó sorprendida ante la amplitud de aquella sala, así como por la sobriedad y sencillez de la decoración. Los muebles que la adornaban eran antiguos, valiosos, y estaban perfectamente ubicados. Al fondo del recibidor partía una amplia escalera que llevaba a la planta superior y a los lados se habrían diversas puertas que debían comunicar con otras dependencias. Todo estaba limpio y cuidado. Pensó que Fiona era una magnífica ama de llaves y realizaba­ una espléndida labor en la conserva­ción de aquella casa.

-"Fiona, prepara una habitación para Hermione. Ella subirá después a deshacer sus maletas" -luego, como temiendo hacer la pregunta, añadió:- "¿Dónde está mi nieto?"

-"El señor Harry está en la piscina, señor" -respondió con tristeza-. "Pasa ahí la mayoría de las tardes, aunque nunca se baña en ella."

Con otro gesto de desaliento el hombre se encaminó hacia la parte posterior de la casa. Continuaba llevando a la chica del brazo y, seguidos de March, salieron otra vez al exterior. Caminaron a lo largo de un amplio pasillo entre altos setos, que se habría al final en una amplia explanada en la que se hallaba una enorme piscina rectangular, también rodeada por unos setos cuidadosamente podados que la aislaba de las miradas del exterior. El sol aún estaba alto en el horizonte y Hermione se vio momentáneamente cegada por la luz que se reflejaba en la superficie cristalina de la piscina.

-"¿Abuelo?" -preguntó una voz profunda a su lado.

-"¡Harry!"- contestó Michael emocionado y, soltando a la chica, se dirigió a abrazar a su nieto.

Hermione se volvió hacia la voz y se quedó quieta, conteniendo la respiración. Allí, sentado bajo una sombrilla en un extremo de la piscina, se hallaba Harry Potter, el hombre que había ocupado sus pensamientos durante esa última semana. Pero aquel hombre difería bastante del muchacho delgado y sonriente que ella había visto en la fotogra­fía. Éste era más musculoso, más fuerte, y mucho más atractivo. Llevaba un pantalón holgado negro y una camiseta de manga larga de algodón blanco que resaltaba los fuertes músculos de sus brazos. El cabello de un brillante color azabache lo llevaba ligeramente largo, y despeinado dejando que varios mechones rebeldes se enroscaran tras sus orejas y nuca; su piel estaba ligeramente bronceada con un delicioso color miel; y sus manos eran grandes, y poderosas. Con una sujetaba un bastón blanco mientras que con la otra acariciaba la cabeza de un precioso pastor alemán que se hallaba arrodillado a su lado. Sintió un repentino temblor al imaginar esas manos posadas sobre ella, acariciando su cuerpo como hacía con su perro.

Pero lo que más le impresionó fue su rostro... llevaba unos anteojos oscuros de sol que ocultaban sus ojos y que deforma sus mejillas con sombras, al igual que el rictus amargo de su boca, suavizado únicamente por una leve sonrisa al reconocer la voz de su abuelo. Toda la expresión de aquel rostro delataba un profundo dolor y amargura. La impresión que tuvo al verlo fue la de estar contemplando a una persona muy diferente al Harry Potter que había visto en la foto tomada cuatro años atrás. Aquél parecía un joven alegre, optimista, ilusionado; el que tenía ante ella era un hombre triste, amargado, y derrotado. Volvió a sentir aquella familiar punzada de celos al pensar como debió amar a su esposa para que su pérdida le hubiese sumido en tan lamentable estado.

Vio como se levantaba para recibir el abrazo de su abuelo y se sorprendió de su altura. Michael Potter era un hombre alto, o así lo había pensado ella al conocerlo, pero al ver a su nieto a su lado vio que le sacaba la una cabeza. Debía medir más de un metro ochenta y cinco.

Su corazón se encogió aún más cuando el señor Potter les hizo una seña para que se acercaran.

-"He venido acompañado, Harry" -comenzó a decirle-. "¿Te acuerdas de John March?" –le preguntó a su nieto y, ante el gesto afirmativo de este, continuó-. "Me acompañara en el viaje a América."

-"Me alegro" -dijo Harry y tendió una mano, que March se aprestó a estrechar-. "No me gustaba la idea de que vayas solo. Usted se encargará de cuidarlo, señor, y no lo deje trabajar demasiado" -añadió con una forzada sonrisa, que intento parecer amable.

-"Puede contar con ello, señor Potter" -le aseguró March nervioso.

-"También ha venido con nosotros Hermione, su hija" -dijo Michael con cautela-. "Creo que no la conoces, aunque te hablé de ella anteriormente."

-"No he tenido ese placer" -contestó con fría cortesía.

Hermione le había tendido la mano mas, al ver que él no le respondía, la retiró avergonzada. El señor Potter le dio un golpecito cariñoso tranquilizándola y recomendándole paciencia con un gesto.

-"Ella es..." -comenzó a decir el hombre.

-"Espero que tenga un buen viaje, señorita" -continuó Harry con un matiz de desdén en su profunda voz, impaciente por acabar con aquella presentación.

-"Bueno... verás Harry..." -el nerviosismo del señor Potter era manifiesto. Harry lo percibió y comprendió que su abuelo intentaba decirle algo que no le iba a gustar.

-"¿Qué sucede, abuelo?" -preguntó secamente, y con el ceño ligeramente fruncido.

El anciano inspiró fuertemente tomando fuerzas para enfrentarse a la oposición que ya presentía.

-"Pues... sucede que Hermione no puede venir con nosotros" -empezó a decir rápidamente, deseoso de exponer lo antes posible la situación y liberarse con ello de la gran tensión que estaba sufriendo-. "Pero tampoco es apropiado dejarla sola todo el verano en Londres hasta que su padre regrese del viaje. Hermione no tiene a nadie más con quien..." -se interrumpió cada vez más azorado a medida que el rostro de su nieto se ensombrecía ante la idea que iba calando en su mente-. "Por eso he pensado que, bueno, como la casa es tan grande y vos estás solo... Que, pues que ella se podría quedar aquí hasta que regresáramos. De ese modo no se quedará sola en Londres y tú podrás disfrutar de nueva compañía."

-"Yo no necesito compañía nueva, tengo a mi perro, a Fiona y a Carl"- contestó él despectiva­mente con el semblante enrojecido y las venas del cuello a punto de estallar a causa de los esfuerzos que estaba haciendo por contener su ira.

Hermione intentó reprimir un sollozo pero no lo consiguió. Estaba terriblemente avergonzada ante el desprecio del que estaba siendo objeto por parte de ese amargado y maleducado sujeto pero, princi­palmente, estaba decepcionada. Ella había idealizado la imagen de Harry Potter y estaba comprobando que se trataba de una persona totalmente diferente; era frío, duro, y hasta grosero. Notó como el señor March se la llevaba hacia la casa obedeciendo a un gesto del señor Michael, mas aún así alcanzó a oír la voz airada y furiosa de Harry.

-"Abuelo, si crees que voy a soportar todo el verano a una niña tonta que comienza a llorar cuando oye una voz más alta que otra estás muy equivocado" -gritaba enfurecido-. "Mándala a donde quieras, porque yo no pienso hacerle de niñera, ni tampoco necesito un lazarillo que me ayude..."

Hermione se hallaba más tranquila cuando, al rato, regresó el señor Michael. Se encontraba en la biblioteca con March, lugar al que Fiona los había conducido. La mujer los estaba esperando a la entrada de la casa, tal vez presintiendo lo que iba a suceder se hizo cargo de la muchacha cuando la vio llegar en ese estado. Le había dado una taza de té de tilo y la había consolado amablemente.

-"No se ponga así por él, señorita" -le dijo con dulzura mientras le apretaba cariñosamente una mano-. "No es tan malo aunque quiera hacérselo creer a todos. Grita mucho y a veces se comporta como un niño malcriado, pero es que está muy amargado. Hay que comprenderlo y tener paciencia. Necesita ayuda aunque él no quiera reconocerlo."

-"Lo siento, Hermione" -le dijo sinceramente apenado el señor Potter-. "Sé que ha sido desagradable. La verdad, no esperaba esa reacción tan brusca de su parte."

-"No se preocupe" -la chica esbozó una amarga sonrisa y añadió bajando la cabeza avergonzada-. "No debí asustarme de ese modo. Me he comportado como una tonta y lo siento mucho. Ya no soy una adolescente tímida que se enfrenta a su primer problema, créame; es que no esperaba ese recibimiento tan... poco cordial."

-"Lo comprendo" -la consoló, tomando una mano entre las suyas con amabilidad-. "Mi nieto puede ser intimidante a veces, pero ese no es su verdadero carácter. Ha cambiado desde el accidente, por eso tiene que operarse. Estoy convenci­do de que cuando recobre la visión volverá a ser el que era antes, una persona excelente."

-"Pero él no desea que me quede ya lo ha oído" -lo miró derrotada, con lágrimas en los ojos.

-"No lo desea es cierto, pero no se negará a ello. En primer lugar, porque no es tan desaprensivo como quiere hacernos creer y, también, porque sabe que no puede negarse. Esta casa aún es mía y usted es mi invitada."

-"No servirá de nada, señor. Él no me acepta y no creo que cambie de opinión. Incluso puede perjudicarle mi presencia aquí. ¿Ha visto su reacción?"

-"Tranquilícese. Cambiará de opinión, no lo dude" -le dio unas suaves palmadi­tas en el brazo-. "Confío en su habilidad, inteligencia y perseve­rancia para conseguirlo. Al principio se mostrará esquivo, puede que hasta grosero, pero acabará cediendo" -le animó con una sonrisa-. "No se deje intimidar. Él ladra mucho pero no muerde."

Hermione sonrió ante la comparación.

-"Así me gusta" -le dijo sonriendo él también y acariciándole la mejilla-. "Ahora nos vamos o perderemos el avión. Llamaré regularmen­te para informarme por el estado de Harry y saber de sus progresos con él. Usted podrá hablar con su supuesto padre" -y señaló a March-, "aunque en realidad hablará conmigo. Si tiene algo urgente que comunicarme hágalo a través de mi secretaria" -le dio un abrazo y le sonrió-. "Quédese aquí hasta que Fiona venga; la acompañará a su habitación y la ayudará en todo lo que necesite. Puede confiar en ella, es una bellísima persona al igual que Carl, su marido. Ellos serán, sin duda, un gran apoyo para usted."

Tras estas palabras de aliento el anciano se fue de la casa. Dejándola sola y asustada, dejándola con su malhumorado nieto.

Continuara...

Nota de la Autora:

Hola a todos! Un nuevo capítulo! Wow! Cómo les va? Espero que le este yendo de maravillas. Haré esta nota a la velocidad de la luz pq tengo muy poco tiempo... Veamos: ¿Se imaginaban a Harry tan grosero? ¿Y Hermione, que fue eso de llorar...? No se ustedes pero fue una forma bastante rara de conocerse, creo que fue todo con muy mal pie... Vamos a ver si en el próximo acercamiento Herms demuestra un poco más de coraje.. ¿no?

Bueno les deseo lo mejor, y espero con ansias sus reviews, porfiss! Que me gustan mucho y me dan más energía para actualizar! Y Muchas Gracias por los reviews, me encantaron!

Un beso enorme, cuídense mucho!

Att. Lady Verónica Black.-

"Que la magia los acompañe, las estrellas guíen su camino, pero más que nada griten a todo pulmón: ¡¡Viva Xiao Lang Li, Eriol Hiragizawa, Harry Potter y Los Merodeadores (salvo la rata apestosa ¬¬); Los hombres más lindos y sexys que hay!"

¡¡DEJEN REVIEWS, PORFISS…!