Declaimer: Obviamente los personajes no me pertenecen, son de JK y aunque ya me harte de pedírselos como regalo de Navidad, no cambia de opinión… si alguien me da a Harry, Sirius o James, le estaré eternamente agradecida La historia es una adaptación de una historia de E. C. Clark q leí hace un tiempo!
"A través de tus ojos..."
Adaptado por Lady Verónica Black
Capítulo Cinco
Hermione se hallaba lánguidamente tendida en una colchoneta inflable dentro de la piscina. Los suaves rayos solares de aquella cálida tarde de julio acariciaban su piel deliciosamente bronceada.
-"No hay caso, por más que han pasado dos semanas él no quiere verme... si esto sigue así..." –pensaba Hermione.
Harry continuaba con su mutismo y desconfianza inicial, cumpliendo con las promesas que había impuesto aquel primer día en la biblioteca: la ignoraba y eludía todo lo que le fuera posible. En realidad no necesitaba hacerlo muy seguido, ya que casi nunca salía de su habitación y, cuando raramente lo hacía, era para encerrarse en la biblioteca o dar un corto paseo con el perro. Se habían encontrado algunas veces en el pasillo o en la piscina, pero cuando él presentía su presencia se daba la media vuelta y se alejaba de ella.
Hermione estaba desesperada. Veía que pasaban los días y cada vez le resultaba más difícil acercarse a él. Su presencia la cohibía enormemente, y ni siquiera encontraba una razón a tal raro comportamiento. A veces era ella la que se marchaba si lo veía venir o lo encontraba en la piscina. Sabia que no estaba actuando correctamente; ella había ido allí a trabajar y su trabajo era el hacer compañía y tratar de entretener a ese hombre; el dedicarse a evitarlo queriendo convencerse a sí misma de que lo hacía porque él se lo había ordenado, no era honrado para con la persona que la había contratado. Debía olvidar los temores e incertidumbres que le provocaba e intentar por todos los medios ganarse su confianza. Ya estaba bien de vacaciones, a partir de ahora debía ponerse a trabajar en serio.
En verdad esos últimos días habían sido unas auténticas y relajantes vacaciones únicamente turbadas en algunos momentos, principalmente durante las noches, cuando lo oía caminar desesperado por la habitación o gritar inmerso en sus torturantes pesadillas. Solía pasar el día deambulando por la finca o acercándose al pueblo cercano. Carl le había enseñado la huerta, los corrales e, incluso, a montar a caballo a pesar de las iniciales protestas de la joven y del inmenso pánico que sentía. Una vez que lo consiguió habían salido a pasear por la finca. Le impresionó la extensión y belleza de las tierras que la componían, principalmente el entorno del arroyo. Ése era su lugar favorito, al que solía ir por las tardes cuando el sol caía lentamente en el horizonte. Entonces cabalgaba hasta allí y se bañaba en el pequeño arroyo. Carl intentó enseñarle a cazar y a pescar, pero reconocía que era una nulidad para ello y no sentía la menor atracción en matar animales indefensos. Ya tenía suficiente con tener que cocinarlos...
Desde su llegada a la mansión se había convertido en la cocinera de la casa para alivio de Fiona que empezaba a temer que sus repetitivos y tradicionales menús cansaran a Harry. Hermione, a la que siempre le había gustado cocinar y tenía unas increíbles aptitudes para ello, se deleitaba ante la bien surtida despensa y los inmejorables medios técnicos con los que contaba. Los deliciosos y variados platos que preparaba causaban la dicha de la mujer, pues veía como su querido Harry los comía con buen apetito a pesar de haberle dicho que era Hermione quien los preparaba.
Por las mañanas se levantaba temprano e iba a los corrales donde ordeñaba la leche que después bebía en el desayuno o con la que preparaba deliciosos postres. Recogía los huevos que habían puesto las gallinas y se acercaba a la cuadra a saludar a Pandora, la pacífica yegua de la que se había hecho tan amiga. Después de desayunar y ayudar a Fiona en sus quehaceres, siempre tras una tenaz oposición por parte de la mujer que consideraba inadecuado que una invitada del señor se ocupara de las tareas de la casa, se dedicaba a recorrer la finca a lomo de Pandora o se marchaba al pueblo en la vieja bicicleta de Harry. Carl le había contada que a éste en su juventud le gustaba corretear en ella por los campos e ir al pueblo para encontrarse con sus amigos, pero cuando su padre compró los caballos, Harry la abandonó por Senegal, el precioso semental negro compañero de Pandora. En el pueblo realizaba pequeñas compras, aliviando así los quehaceres de Carl, y aprovechaba para llamar a Lavander.
Había hablado con ella en tres ocasiones. Ésta le informaba de los intentos que estaba haciendo para que Ron se trasladara al departamento, ya que la habitación de ella estaba vacía; pero él se resistía completamente. Parecía temer al disgusto de los padres de la chica si se enteraban que vivía con ella poco después de conocerla. Ron poseía unos profundos y, según Lavander, anticuados principios morales que le impedían hacerle el amor, lo que desesperaba a su amiga la cual deseaba ardientemente que ello sucediera. Hermione se reía cuando Lavander le contaba los apuros del chico y los tremendos esfuerzos que hacía por controlarse cuando ella, loca de deseo entre sus brazos, se le entregaba desfachatadamente, y como quedaba frustrada e insatisfecha cuando él se marchaba rápidamente pretextando un quehacer urgente. Por su parte, Hermione le contaba de los nulos progresos en su tarea y lo mucho que estaba disfrutando de aquellos días de paz y tranquilidad.
Por las tardes se dedicaba a tomar sol y bañarse en la piscina, a la hora que suponía a Harry durmiendo la siesta en su habitación. Después de la cena charlaba un rato con Fiona y Carl o veía una vieja película de vídeo en el cuarto de estar. Esta habitación, según le informó Fiona, había sido el saloncito de la madre de Harry; ella lo decoró con sumo gusto y pasaba horas en él leyendo, escribiendo o escuchando música. Cuando Harry se casó, su padre compro un televisor y un vídeo para que su nuera, poco aficionada a la lectura y la música, pudiera distraerse. Había una buena colección de viejas obras maestras que Hermione se deleitaba viendo todas las noches. Solía acostarse temprano, rendida por la actividad diaria, y su sueño sólo era interrumpido por las continuas pesadillas y los atormentados paseos nocturnos de su vecino de cuarto, aunque nunca se atrevió a levantarse como en aquella primera noche por temor a encontrarlo de nuevo.
El señor Michael llamó al día siguiente de partir para informar que había llegado bien, aunque cansado después del largo viaje en avión. No pudo hablar con su hijo ya que éste se encontraba en su habitación y no quiso que lo molestasen. Volvió a llamar unos días después para informarse de como andaban las cosas por allí. En esa ocasión sí habló con Harry. Se hallaba en la biblioteca y atendió el teléfono. Después de hablar con su padre unos minutos, llamó a Hermione para que su supuesto padre pudiese hablarle también. Aunque en realidad habló con el señor Michael, lamentablemente no le pudo explicar nada de la penosa situación ya que Harry estaba presente. No se había recibido otra llamada en la casa desde entonces y Hermione esperaba nerviosa que el teléfono volviera a sonar. Le pesaba tener que informarle que no realizaba ningún progreso con su hijo aún después de los días transcurridos. Pensaba que estaba incumpliendo con el trabajo encomendado, que lo estaba estafando al disfrutar de su casa, su comida y del sueldo que le pagaba sin hacer nada por ganarlo. Se sentía incompetente, incapaz de comenzar a cumplir con su misión.
A pesar de sus remordimientos y, principalmente, de la sensación de timidez y nerviosismo que experimentaba cada vez que veía a Harry o se tropezaba con él, se sentía dichosa. Por primera vez en muchos años estaba relajada. Había acabado los estudios, no necesitaba pedir dinero a sus padres y hasta pensaba ayudarlos económicamente cuando le pagaran el sueldo prometido. Era feliz entre aquel matrimonio que la apreciaba y cuidaba como si de una hija se tratase; podía disponer de su tiempo a su antojo y dedicarse a holgazanear si le apetecía, y eso era muy importante para ella pues se había pasado los cinco últimos años en un constante esfuerzo para superar los cursos con buenas notas y poder mantener de ese modo la beca universitaria.
No habían surgido problemas entre Harry y ella excepto en dos ocasiones. La primera fue a causa de Max, el perro lazarillo. Según le contó Fiona, Harry, que se mostró reacio cuando su padre lo compró, le había tomado mucho cariño al perro. Siempre lo llevaba con él cuando salía de casa, jugaban en el parque y daban largos paseos. Pero desde que ella llegó, apenas le dedicaba atención ya que pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en la casa. Hermione, que era muy amante de los animales, le dolía ver a Max deambular por el jardín de la casa con aspecto de abandono, lo que la impulsó a buscar su compañía, llevándolo frecuentemente de paseo con ella o jugando alegremente por los alrededores de la casa.
Esto molestó tanto a Harry que le prohibió, a través de Fiona, acercarse al perro para no acabar maleducándolo con sus juegos y mimos. Su misión, según le dijo textualmente Fiona, era la de cuidar a un ciego y no la de servir de juguete a una niña tonta. Hermione se indignó ante lo injusto de su proceder y estuvo a punto de decirle personalmente lo que pensaba de su soberbia y engreimiento. Afortunadamente, Fiona pudo detenerla. Ahora el perro la seguía en silencio deseoso de jugar, pero Hermione se contenía. No estaba allí para irritar más a ese hombre sino para hacerse su amiga; cosa que cada vez veía más difícil.
El otro problema surgió a causa de un libro. Hermione había terminado de leer los que había traído de Londres y, al no encontrar otra lectura en la casa, se decidió a entrar en la biblioteca aprovechando una de las escasas salidas de Harry, desoyendo con ello la expresa prohibición de éste. Aquella habitación le fascinaba. La paz y el recogimiento que en ella se experimentaba invitaban a la lectura; además, todos aquellos magníficos volúmenes eran una irresistible tentación. Tomó uno y se sentó a leer en un cómodo sillón al lado del ventanal.
Estaba tan absorta en la lectura que no advirtió que la puerta se abría, ni oyó los pasos que se acercaban silenciados por la gruesa alfombra. Se sobresaltó y no pudo reprimir un grito cuando sintió una mano que se apoyaba en su brazo. Volvió la cabeza y lo vio de pie junto a ella. Él también se había sobresaltado al reparar en su presencia, pero el estupor inicial se convirtió en ira al instante; su rostro adquirió un tinte ceniciento mientras su boca se convertía en una fina línea y las venas de su cuello se engrosaban ante la furia contenida. Hermione se asustó y se encogió instintivamente en el asiento. Él parecía taladrarla con sus ojos, que la miraban fijamente sin ver tras las gafas oscuras.
-"¿Qué estás haciendo aquí?" -dijo. En su voz se detectaba tal frialdad y furia contenida, que Hermione quedó paralizada-. "Te advertí que no entraras en esta habitación. ¿Eres tan tonta para no comprender lo que se te dice?" -añadió cada vez más colérico.
Hermione no se podía mover y menos hablar; estaba totalmente paralizada, e hipnotizada por aquella alta figura que se erguía ante ella.
-"Vete de aquí ahora mismo y no vuelvas a entrar jamás" -gritó con furia al no obtener respuesta.
Ella, incapaz de moverse, seguía sentada mirándolo fijamente con una intensa expresión de pánico en el rostro.
Harry, perdiendo la paciencia que lo había contenido hasta entonces, la asió fuertemente del brazo y, levantándola del sillón, la arrastró hacia la puerta arrojándola de la habitación.
-"¡Lárgate!" -le gritó, y cerró con un potente portazo.
Hermione quedó cara a cara con la puerta cerrada. Estaba asustada y, principalmente, asombrada de su propia reacción. ¿Por qué tenía que temerle de ese modo? Su sola presencia la intimidaba de tal forma que quedaba paralizada, sin poder hablar y defenderse de sus insultos y malos tratos. Dio media vuelta y, como una autómata, se encaminó a su habitación con los ojos llenos de lágrimas, lágrimas de rabia y dolor. Era una tonta; ¿cómo había podido ilusionarse de esa forma ante una imagen cuando la persona era tan distinta? Aquel joven atractivo y sonriente se había convertido en este hombre desagradable, violento e irascible, lleno de odio y frustración. Llorando sobre la cama pensó en dejarlo todo, en marcharse y volver con Lavander. Sentía decepcionar a al señor Michael y también el contratiempo que su partida le ocasionaría, pero le resultaba imposible seguir bajo el mismo techo que ese tipo.
Afortunadamente, recapacitó y desechó sus negros pensamientos al oír a Fiona que la llamaba para que la ayudase a preparar la cena. No, no se dejaría vencer tan fácilmente. Estaba orgullosa de su tenacidad, de esa fuerza de voluntadque la habían llevado a conseguir lo que ahora tenía y no se iba a rendir ante la primera contrariedad. Esperaría a que él se cansara de su ostracismo y, entonces, comenzaría a ganarse su confianza. Le demostraría que no era una niña tonta, sino una mujer inteligente a la que no se podía ignorar por mucho tiempo.
El sonido de unos pasos acercándose por el camino de gravilla la hicieron volver al presente. Max, que descansaba plácidamente en el césped que rodeaba la piscina, se irguió y comenzó a menear amistosamente la cola. Cuando vio aparecer a su amo, se dirigió hacia él ladrando alegremente.
-"¡Vaya! ¿Qué haces aquí, pequeño?" -le dijo al tiempo que le acariciaba cariñosamente el cuello-. "No me gusta que entres solo a este lugar; puedes caerte a la piscina y ahogarte."
Hermione se asombró ante la ternura que demostraba con aquel animal. Era obvio que se alegraba de ver al perro, tal vez su único compañero en muchos meses. Ante el asombro de la chica, Harry se sentó en una silla y continuó acariciando tiernamente al perro mientras una sonrisa asomaba a sus labios. Hermione sé sorprendió de la transformación que experimentaba su rostro, se volvía tremendamente atractivo cuando sonreía. Ya lo había advertido en aquella primera ocasión cuando recibió a su abuelo en ese mismo lugar. En esos momentos, y a pesar de las negras gafas que ocultaban sus ojos, sí se parecía al joven de la fotografía que la había cautivado. Decidió que ese era el momento de intentar un avance con él. Se lo veía relajado y casi feliz; tal vez no la rechazaría tan despiadadamente como en ocasiones anteriores. ¿Pero qué le diría? ¿Cómo se dirigiría a él? Aquella odiosa timidez que la embargaba cuando se hallaba en su presencia le impedía razonar y desenvolverse con naturalidad.
Hizo un movimiento con la mano para acercar la colchoneta al borde de la piscina y él se irguió bruscamente, escuchando con atención.
-"¿Quién está ahí?" -preguntó Harry, aún sabiendo la respuesta.
-"Soy yo, Hermione" -contestó torpemente la castaña-. "Estaba tomando sol y el perro me siguió" -le explicó nerviosa.
Salió de la piscina y se dirigió a tomar la toalla que se encontraba en una silla cercana a la que él ocupaba. Vio como Harry se tensaba cuando más se acercaba, seguido en el mismo movimiento por el perro, como si ambos presintieran un peligro.
-"No se preocupe, ya me iba" -continuó ella, molesta ante la reacción tan desagradable del hombre y olvidando su propósito de intentar un acercamiento; mas no pudo evitar el comentario cuando ya se marchaba:- "Le recomiendo que se bañe, el agua está deliciosa y nadie lo va a molestar ahora."
Su tono fue más burlón de lo que pensaba lo que provocó la rápida reacción de él.
-"No necesito que nadie me dé consejos, y menos una niña tonta como tú" -le contesto sarcásticamente Harry.
Hermione no pudo reprimir la cólera que la invadió y, perdiendo su timidez ante las repetidas ofensas, le contestó en el mismo tono que él había empleado.
-"Estoy cansada de que me llame niña y, mucho más, tonta. Sepa usted que tengo veintidós años y hace mucho que soy una mujer, no una niña. Por otra parte, pienso que su escasa, por no decir nula, relación conmigo le haya podido aportar tantos datos sobre mi persona como para asegurar tan tajante y repetidamente mi falta de inteligencia. Así que por favor, la próxima vez hágame el favor de cuidar la elección de sus palabras al momento de dirigirse a mí" -acabó sofocada y jadeante por el esfuerzo y la indignación que sentía y, despidiéndose con un sonoro "buenas tardes", se marchó a paso rápido del lugar.
No pudo ver la expresión de perplejidad que mostró el rostro del hombre ni la leve sonrisa que curvó su boca, asombrado y divertido por el estallido de ella. Hasta ahora había pensado que se trataba de una adolescente de trece o catorce años, no de una mujer de veintidós. ¿Cómo se había podido confundir así? No pensó que March pudiera tener una hija tan mayor, por ello le atribuyó esa edad. Aunque debió sospechar que no podía ser tan joven... una niña no era capaz de preparar los deliciosos platos que últimamente estaba comiendo y que su estómago agradecía, resentido como estaba por los pesados guisos de Fiona. Pero, sobre todo, una niña no podía poseer aquellos magníficos y bien formados senos que se habían aplastado contra su pecho la noche que la sorprendió en el pasillo, ni mucho menos aquella esbelta cintura que rodeó con sus brazos y que recordaba tan vivamente. Además, la chica parecía tener coraje a pesar de lo torpe y asustada que se había mostrado en los primeros encuentros, lo que no dejaba de tener cierta lógica pues él se había comportado como un grosero desde el primer momento, insultándola e ignorándola todo lo posible.
Tal vez era cierto que la chica no tuviese ningún lugar donde permanecer mientras March estaba de viaje y, como había sospechado hasta entonces, no se trataba simplemente de una artimaña de su padre para que tuviese compañía durante todo ese tiempo. Si fuese cierto, entonces había cometido un grave error y ella estaría ciertamente en su derecho de hallarse dolida y resentida con él. No debía ser tan mala chica cuando se había ganado el afecto de Fiona. Eso era evidente pues no paraba de hablar de ella a toda hora, pero lo más asombroso era que Carl, siempre tan inconmovible y reservado, parecía entusiasmado con la chica y no dejaba pasar la oportunidad de elogiar sus, según él, muchas cualidades.
Por primera vez desde que ella llegó se preguntó qué aspecto tendría. Si alguna vez había pensado en ella la imaginó con trenzas, corrector dental y gafas de miope. No era muy alta, eso si lo sabía pues había podido apreciarlo al estar junto a ella, y también era bastante esbelta pero con curvas muy apetecibles. Ahora esa imagen de niña se había borrado y se preguntó como seria en verdad... De que color tendría los ojos, el cabello, como seria su nariz y su boca, la forma de sus cejas... De golpe, se había convertido en un enigma para él al revelarle su verdadera edad y mostrarle algo de su personalidad.
"Será divertido averiguarlo", pensó juguetonamente. Así, al menos, llenaría esa imagen que se había borrado de pronto.
Era cierto. Se había portado como un niño malcriado encerrándose en su habitación, sin querer hablar con nadie. Ella no era responsable de su amargura ni había hecho nada para ofenderlo. Entrar a la biblioteca para leer un libro o entretener a Max cuando él no le prestaba atención, no constituían un delito. Por otra parte, su empecinamiento en recluirse lo estaba perjudicando. Necesitaba hacer ejercicio, agotarse, esa era la única forma de que aquellas horribles pesadillas no se repitieran noche tras noche, hasta el punto de creer que se estaba volviendo loco. No, no podía seguir atormentándose de ese modo. Ya no...
Al principio creyó que la ceguera sería suficiente expiación para su pecado, pero después comprendió que eso no le redimía. Aquellos torturantes recuerdos volvían una y otra vez hasta provocarle violentos dolores de cabeza. Y en las noches eran aún peor. Paseaba por la habitación deseando agotarse en un intento desesperado por apartar de su lado los demonios que lo martirizaban. Después, cuando conseguía dormirse tras horas de dar vueltas en la cama, se volvían a repetir las horribles pesadillas de los primeros meses, y despertaba atemorizado y empapado en sudor para no poder volver a conciliar el sueño en todo el resto de la noche.
No podía seguir así, debía continuar con su actividad anterior. Cuando su padre le anunció que se marchaba durante unos meses para realizar el proyecto que él había diseñado con tanta ilusión, se deprimió y, por primera, vez se reveló ante la ceguera que le impedía llevarlo a cabo. Mas no podía ceder ante sus deseos; debía expiar su culpa y cumplir la auto impuesta penitencia. Él, al menos, estaba vivo mientras que Cordelia y el niño...
El lacerante recuerdo le produjo un repentino escalofrío que el perro percibió, tensándose inmediatamente. Cuando pasó aquel momento de intenso dolor se levantó y, lentamente como un sonámbulo, se dirigió a la casa. Tomaría una pastilla para calmar el fuerte dolor de cabeza que los recuerdos le habían provocado y se quedaría en su habitación. Después, cuando se acostara, rogaría, al igual que todas las noches, que las pesadillas no se repitieran y pudiese dormir unas horas en paz.
O o o o o OHermione, temblando incontroladamente debido a la excitación y la rabia que sentía tras la discusión con Harry, se dirigió a los establos. Ese hombre la exasperaba. Era un déspota y un grosero. Nunca había conocido a una persona así. Hasta la peor de las señoras a las que tuvo que soportar durante los interminables veranos que trabajó como vendedora era un ángel de bondad y corrección comparada con ese odioso y despreciable hombre. Pero no soportaría que la amedrentara una vez más. Ya estaba cansada de su insolencia. Ni el doble del sueldo que su padre le pagaba era suficiente para soportar tanta humillación. Eso le diría al señor Michael la próxima vez que llamara y, después, se marcharía y trataría de encontrar trabajo de niñera o vendedora a pesar de haber comenzado ya la temporada.
Pandora comía tranquilamente su heno cuando Hermione llegó al establo. Le colocó la brida y la condujo al exterior, montándola inmediatamente sin pararse a ensillarla como Carl le había enseñado. No podía perder tiempo, necesitaba alejarse de allí, de ese hombre que la trastornaba con su sola presencia. Cabalgó velozmente sin dirección fija. No le importaba donde ir, siempre que fuese lejos de su sarcasmo y sus comentarios humillantes.
Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas y nublaron sus ojos; por ello no vio la semiderruida cerca de piedra, casi oculta entre la maleza. El caballo intentó saltarla, pero tropezó con sus patas traseras y Hermione salió despedida por los aires cayendo a varios metros. El golpe fue terrible, sintió un intenso dolor en la cabeza e inmediatamente perdió el conocimiento.
Carl la vio pasar a galope cerca de él y al instante comprendió que algo malo le sucedía. Ella no solía ser tan imprudente ni despistada. Siempre ensillaba al caballo y cabalgaba despacio, sin forzar al animal. Dio la vuelta al vehículo que utilizaba para circular por la finca y tomó el camino que Hermione había seguido momentos antes. Cuando la encontró estaba tirada en el suelo, como dormida, y un hilo de sangre corría por su frente. El caballo pacía tranquilo, caminaba cerca de ella sin haberse lastimado. Se asustó. No se atrevía a moverla por si tenía alguna vértebra rota, pero tampoco podía dejarla allí hasta que consiguiera ayuda. Decidió subirla con cuidado al coche y llevarla a la finca. Desde allí llamaría al médico y él diría lo que se debía hacer.
Con sumo cuidado la cogió en brazos y la acostó en el asiento trasero. Condujo con desesperante lentitud a fin de amortiguar al máximo los baches del camino y, cuando llegó a la casa, comenzó a tocar desesperadamente la bocina.
-"¡Fiona! ¡Fiona!" -llamó angustiado. Cuando ésta apareció le gritó que llamara al médico.
-"¿Qué pasa?" -preguntó la mujer asustada mientras se acercaba a su marido lentamente.
-"Apúrate, Fiona" -le instó nervioso-. "Hermione se ha caído del caballo."
-"¡Dios mío, que desgracia tan grande...! ¡Señor Santo!" -comenzó a llorar la mujer mientras se dirigía a la casa rezando lastimeramente.
-"¿Qué ocurre Carl? ¿A qué viene todo este escándalo?" -preguntó Harry que, atraído por las voces, había salido de la casa.
-"¡Oh Harry! Una desgracia" -comenzó a lamentarse el hombre-. "La señorita Hermione ha tenido un accidente. Iba muy rápido y no ha debido de ver la cerca del viejo corral. La he traído y he mandado a Fiona para que llame al médico. ¿He hecho bien?" -preguntó nervioso-. "Está desmayada pero su corazón late fuerte y no parece tener nada roto. Pero no me atrevo a llevarla al pueblo; el camino es largo y..."
-"Sí, sí, Carl; has hecho bien" -le contestó alarmado él también-. "Éntrala a la casa y colócala en el sofá de la biblioteca mientras llega el doctor.
Carl se aprestó a obedecer y, cogiendo a Hermione en brazos, la llevo al interior de la casa.
Harry quedó impresionado. Una creciente sensación de culpa lo embargó. Sabía la razón del alocado comportamiento de la muchacha, sin duda era debido a la discusión en la piscina. Se llevó las manos a la cabeza. Otra vez, por su causa, se producía un accidente en el que resultaba herida una persona.
-"¡Oh, Dios! Que ella no muera también" -rogó desesperadamente. No podría soportar otra muerte sobre su conciencia.
Continuara...
Nota de la Autora:
Wuenas a todos! Que tal les va? Como ve esta vez he actualizado más rápido, y solo porque me han dejado muchos reviews (que fácil de ablandar que soy...XD). Y para que haya algo familiar en esto, voy a ser súper sintética porque no tengo mucho tiempo.
Hermione al fin (aunque le costo) saco un poco a relucir su verdadero carácter, a Harry esto lo ha tomado por sorpresa y lo ha hecho reflexionar un poco sobre su situación con la castaña; pero como si la cosa no estuviera ya lo suficientemente complicada, Herms se cae del caballito... en q les parece q va a terminar esto? De q modo afectara la relación de estos dos el accidente? Y como es eso de q Harry se va a divertir averiguando como es Hermione? No se ustedes pero lo ultimo me suena a juego en vista...
Espero sus comentarios, y como siempre les digo muchas gracias por sus reviews! Gracias, gracias! Nos vemos pronto!
Un beso enorme, cuídense mucho!
Att. Lady Verónica Black.-
"Que la magia los acompañe, las estrellas guíen su camino, pero más que nada griten a todo pulmón: ¡¡Viva Xiao Lang Li, Eriol Hiragizawa, Harry Potter y Los Merodeadores (salvo la rata apestosa ¬¬); Los hombres más lindos y sexys que hay!"
