Declaimer: Obviamente los personajes no me pertenecen, son de JK y aunque ya me harte de pedírselos como regalo de Navidad, no cambia de opinión… si alguien me da a Harry, Sirius o James, le estaré eternamente agradecida

"Detrás de tus ojos"

por Lady Verónica Black

Capítulo Siete

Habían transcurrido seis días desde el accidente y Hermione se hallaba casi restablecida. Aunque aún se mareaba al levantarse y se sentía dolorida en las zonas de su cuerpo donde persistían los hematomas producidos en la caída, y que ahora tenían un color verde amarillento. Estaba instalada en su habitación y se levantaba con frecuencia, aunque Fiona no la dejaba salir de allí.

El doctor había vuelto en dos ocasiones a verla y estaba satisfecho de su acelerado restablecimiento. Fiona y Carl se desvivían por atenderla y agradarla. Todos la cuidaban y mimaban... todos menos él.

No había vuelto a ver a Harry desde la última noche que pasó cuidándola. Sabía que preguntaba por ella y se interesaba en su restablecimiento, pero no subía a visitarla. Fiona le había contado que se pasaba el día en la biblioteca o de paseo con el perro y subía a su habitación muy tarde por la noche. Ella lo oía. En alguna ocasión le pareció percibir unos pasos que se detenían delante de su puerta y que continuaban tras unos minutos. Ignoraba si seguía teniendo pesadillas, porque ella dormía profundamente a causa de los medicamentos y no le oía.

Estaba perpleja. No acertaba a imaginar la causa de su cambio de actitud. Los primeros días del accidente se dedicó a cuidarla y los siguientes a ignorarla. Parecía que la rehuía, que no soportaba su presencia. Hermione temía que este cambio de actitud se debiera a algo que ella pudo haber dicho en sueños la última noche que pasó a su lado. Tal vez reveló el engaño que habían tramado o, lo que sería igualmente grave, le expresó sus sentimientos y él se había retraído ante las posibles complicaciones que esa relación podría conllevar. Repasaba una y otra vez sus recuerdos de aquella noche. Recordaba claramente lo que ella creía un sueño y su propia respuesta apasionada.

Harry debió sentirse inundado por el recuerdo de su esposa muerta y eso le llevó a intentar evitarla. Porque era evidente que la estaba evitando.

Ya imaginó algo así cuando, a la tarde siguiente tras despertar de un corto sueño, encontró sobre su cama un libro, precisamente el mismo que estaba leyendo en la biblioteca el día que él la echó de allí destempladamente. Le preguntó a Fiona si había sido ella la que lo había dejado, pero ella lo negó, quedando como única opción que el propio Harry.

Lo extrañaba. Cada vez que recordaba, y lo hacía con mucha frecuencia últimamente, aquellos fuertes brazos abrazándola, temblaba incontroladamente. Ya no podía negar sus sentimientos hacia él. En los cuatro días que llevaba sin verlo había tenido tiempo de pensar y analizar sus emociones. Lo queria, esa era la conclusión a la que había llegado. No sabía cómo y cuándo ocurrió. Tampoco sabía si lo que sentía era efectivamente amor pues nunca había experimentado esos sentimientos, aunque no podía tratarse de otra cosa, se decía. La añoranza, el deseo de verlo, de estar en sus brazos, de consolarlo, de aliviar su dolor. Ese cálido temblor que se apoderaba de ella cada vez que su imagen surgía en su mente, el fuerte sentimiento de ternura que experimentaba sólo al pensar en él, no podían ser otra cosa.

Ella siempre había sido sincera consigo misma y hacía frente a sus responsabilidades y problemas, y en esta ocasión no iba a ser diferente. Tenía que enfrentarse al hecho de que se había enamorado de él aunque esta revelación no influyera en su futura actuación ni en el objetivo que la llevo a ese lugar. Debía evitar por todos los medios, si aún no había ocurrido, que Harry adivinara sus verdaderos sentimientos. Presentía que de ser así él se retraería más y entonces le resultaría imposible acercársele. No podía permitirlo si quería ayudarlo. Y ya no se trataba solo de cumplir con su trabajo, ahora era su deseo. Deseaba ayudarlo. No podía apartar de su mente la visión de aquellos ojos verdes apagados, sin vida, tristes y angustiados. Reprimió un gemido de dolor. Sí, tenía que ayudarlo. Debía convencerlo para que se operase y aquellos bellos ojos pudieran volver a la vida. Lucharía con todas sus fuerzas para conseguirlo aunque ella no lo pudiese ver.

Unos suaves golpes la hicieron volver a la realidad. Miró hacia la puerta y, por un momento, contuvo la respiración. Él estaba allí; alto, atractivo, sumamente varonil con un corto pantalón blanco y una camiseta de algodón del mismo color que se ajustaba perfectamente a su torso, resaltando sus fuertes músculos. Se sintió enrojecer violentamente como si él hubiese podido leer sus pensamientos.

-"Hermione" -llamó suavemente-. "¿Estás despierta? ¿Puedo pasar?"

-"Sí... sí, puede pasar."

Se acercó a la cama con pasos seguros, tendiéndole un libro que llevaba en la mano.

-"He venido a traerte otro libro. Pensé que ya habrías terminado el anterior" -se lo alargó y ella lo cogió temblorosa-. "Fiona me dijo que estudiabas Arte e imaginé que éste te gustaría."

Se trataba de un grueso volumen bellamente encuadernado en piel sobre la historia de la ciudad de Hogsmeade. Hermione quedó fascinada por la belleza del libro, así como por los numerosos dibujos y fotografías del interior.

-"¡Oh, gracias! Parece muy interesante" -se animó perdiendo en parte su nerviosismo-. "Hogsmeade debe de ser una ciudad fascinante."

-"Sí, lo es. ¿No la has visitado nunca?" -le preguntó extrañado.

-"No; no he tenido la oportunidad" -contestó asustada ante la posibilidad de haber cometido un error que la descubriese.

-"Si lo deseas, cuando te restablezcas totalmente, podemos visitarla" -se ofreció ansioso-. "¿Sabes manejar?"

-"Sí"

-"¡Magnífico! Tú conducirás y yo te serviré de guía. Hogsmeade es una ciudad que puedo recorrer con los ojos cerrados" -ironizó amargamente.

Hermione estaba sorprendida ante el ofrecimiento. No acertaba a explicar el cambio de actitud del hombre y ello la desconcertaba aún más que su presencia.

-"Sí... desde luego... me encantaría" -su turbación era patente. Harry, perceptivo hacia los cambios de entonación, no dejó de advertirlo. Pasaron unos minutos en los que ella se sintió observada por la poderosa intuición de él, lo que no le ayudaba a recuperar la serenidad perdida.

-"¿Por qué te intimido tanto, Hermione?" -preguntó él al fin con un tono de voz en el que la joven creyó percibir decepción y dolor-. "Sé que en un principio no me mostré nada amable contigo, pero me gustaría enmendarlo. Me gustaría que fuésemos amigos."

Harry guardo silencio momentáneamente. Se arrepentía de haber sucumbido al poderoso impulso que lo llevó hasta allí después de haberse prometido no volver a acercarse a la chica. Pero no había dejado de pensar en ella un solo momento, necesitando sentir su presencia, oír su voz... Había luchado contra ese deseo durante cuatro interminables días y, al final, había perdido la batalla sucumbiendo a aquella imperiosa necesidad. La excusa de llevarle un libro le pareció adecuada. No podía dejar que ella adivinara sus verdaderas intenciones; sin duda se reiría de él. Pero tampoco imaginó que ella pudiera temerle así. Porque era temor lo que percibió en su voz, y eso le dolía tanto como su desprecio.

-"Yo... De acuerdo, si... si usted lo desea" -respondió Hermione asombrada ante la espontánea confesión y aliviada al comprobar que no sospechaba el verdadero objetivo de su estancia en aquella casa.

-"Sí, lo deseo" -respondió él con una sonrisa que confirió a su rostro un irresistible atractivo-. "También deseo que me tutees. No soy tan mayor para que me trates con tanta ceremonia. Apenas tengo veintiocho años, no nos llevamos tantos años, ¿no te parece?" -Hermione estaba fascinada mirando aquel atractivo rostro sonriente y apenas escuchaba lo que él decía-. "¿Hermione, estás bien?" -preguntó Harry ante el mutismo de ella.

-"Sí... sí, perdone... perdona" -contestó azorada.

-"Bien, te dejaré tranquila. Debes de estar cansada" -se dirigió hacia la puerta. Ya en ella se volvió-. "Mañana, si lo deseas, podrías bajar y dar una vuelta por el jardín. El doctor ha aconsejado que comiences a hacer un poco de ejercicio, siempre sin cansarte demasiado" –guardo silencio un momento como temeroso de continuar. Después, con voz ligeramente alterada, expresó:- "Yo puedo acompañarte, si no te importa. Me vendrá bien el ejercicio y podré disfrutar de una compañía diferente a la habitual... Si gustas te estaré esperando en la biblioteca cuando decidas bajar" -se volvió y, rápidamente, salió de la habitación.

Hermione, aún alterada, se quedó largo rato mirando la puerta por la que Harry salió momentos antes. Si estaba confundida antes de que él llegase, ahora lo estaba aún más. Él se había mostrado amable, con deseos de complacerla y de estar a su lado, una actitud totalmente opuesta a la adoptada desde su llegada, incluso durante aquellas dos noches que pasó velándola y en las que parecía estar actuando llevado por algún tipo de remordimiento u obligación. En cambio, ahora se mostraba accesible, incluso humilde, y eso la desconcertaba.

Temía que, de seguir él con aquella deliciosa disposición, fracasarían sus propósitos y acabaría mostrándole sus verdaderos sentimientos. Se consideraba incapaz de pasar mucho tiempo a su lado reprimiendo los intensos deseos de arrojarse en sus brazos y ocultándole la adoración que le profesaba. Sabía que Harry, era una persona perceptiva e inteligente y lo descubriría enseguida. No debía hacerse falsas ilusiones llevada por el cambio de actitud del hombre hacia ella; sería un error. Él no sentía nada hacia ella, sólo se mostraba simpático con el fin de mitigar la mala impresión causada anteriormente y, también, debido a un sentimiento de culpa; pero nada más. Si descubría que se había enamorado de él, se reiría o, lo que sería aún peor, se retraería, volvería a su ostracismo anterior, frustrando con ello sus deseos de ayudarlo. Hermione se debatía en un gran dilema. Cuando aceptó aquel trabajo no pensó que las cosas se complicarían de tal modo. No esperaba encontrar el amor en aquel remoto lugar ni en aquel hombre. A pesar de ello había accedido a realizarlo y ahora no podía, ni quería, renunciar a él.

Abrió el libro y comenzó a leer en un intento por liberar su mente de los angustiosos pensamientos que la ocupaban. Cuando al rato llegó Fiona con la cena, la encontró enfrascada en la lectura.

O o o o o O

Hermione se despertó muy temprano a la mañana siguiente excitada ante la perspectiva de pasar unas horas con Harry. Se levantó, duchó y arregló con esmero. Nunca había estado tan nerviosa ante una cita; porque para ella se trataba de una cita. Cuando Fiona llegó con la bandeja del desayuno, ella estaba sentada junto a la ventana leyendo el libro que Harry le había traído.

-"¿Pero qué hace levantada ya, criatura?" -se asombró la mujer-. "Debe descansar más, ya oyó al doctor."

-"Me encuentro muy bien, Fiona, y no soporto seguir encerrada entre estas cuatro paredes. Necesito salir, respirar aire fresco."

-"Todavía debería esperar unos días. Aún no ha pasado ni una semana desde el accidente."

-"A pesar de ello me encuentro fuerte y con ganas de hacer ejercicio y..." - se dirigió hacia una mesita donde Fiona había dejado la bandeja- "con apetito."

Se sentó y comenzó a comer bajo la atenta mirada de la mujer.

-"¿Harry, ya se levanto?" -preguntó al poco temiendo que su voz delatara la ansiedad que sentía.

-"¡Oh sí! Él suele madrugar. Siempre se levanta a las siete de la mañana y da un paseo antes del desayuno. Ahora está en la biblioteca esperándola."

Hermione dio un respingo ante estas últimas palabras. No imaginó que él le expusiera a Fiona sus propósitos.

-"Entonces me apresuraré. No quiero hacerlo esperar" -comentó nerviosa.

-"Nada de eso; usted desayunará tranquila y después reposará un rato la comida. Él no tiene nada que hacer y la esperará todo el tiempo que haga falta. Es más" -añadió rápidamente-, "incluso creo que debe retrasarse y dejarlo hacer lo que está haciendo ahora por un rato."

-"¿Qué está haciendo?" -preguntó Hermione intrigada.

-"Está escuchando los discos que tanto le gustaban, las canciones extranjeras tan bonitas que no escuchaba desde el accidente" -le explicó-. "Hasta ahora sólo oía música de funeral o las noticias por la radio, pero hoy ha vuelto a poner esos discos. Es una buena señal, ¿no cree?" -comentó ilusionada.

-"Sí, pienso que sí lo es" -le contestó pensativa. Tal vez no los había querido poner con anterioridad porque le recordaban a su mujer. Si ahora se decidía a hacerlo era porque empezaba a olvidarla. El que ella tuviese algo que ver con el asunto era un problema en el que no quería pensar de momento.

-"Bueno, como veo que no necesita nada, bajaré a preparar la comida. Aún no domino bien el hornito ese eléctrico y tendré que hacer el asado en el viejo horno de leña" -sonrió un poco avergonzada por su torpeza mirando a Hermione con cariño.

Hermione sonrió ante el sonrojo de Fiona.

-"No se preocupe Fiona, mañana la ayudare y seguiré enseñándole como se maneja; muy pronto será toda una especialista."

-"No lo creo, pero gracias" -comentó con resignación-. "Es usted una buena chica, tan diferente de..." -cayó de pronto con un gesto amargo. Dio la vuelta y comenzó a andar hacia la puerta. Allí se volvió y la miró fijamente con una expresión rara en los ojos, después salió.

Hermione quedó intrigada. No imaginaba a quién se podía haber referido la mujer. Se encogió de hombros y siguió desayunando.

Apenas diez minutos después bajó. No podía esperar más, deseaba verlo, sentir su presencia, oír su profunda voz. Nerviosa y excitada llamó a la puerta a través de la cual le llegaban las notas de una bella canción de Sinatra. Se quedó esperando, extrañada de que no le indicara pasar, y pensó que él no la había oído. Iba a repetir la llamada cuando la puerta se abrió. Hermione quedó paralizada por la sorpresa, con la mano en el aire y una expresión de total asombro en el rostro. Él estaba allí, alto, atractivo, sonriéndole. Sus ojos, de aquel bello color que la subyugaban, parecían sonreírle también.

-"¿Hermione?" -preguntó, perplejo ante el mutismo de ella y temeroso de haberse equivocado en su predicción.

Ella se dio cuenta de su ridícula expresión y enrojeció violentamente, como si él la estuviese viendo.

-"Sí... sí, soy yo" -contesto aturrullada y martirizada por aquel dichoso nerviosismo que siempre experimentaba en su presencia y que la hacía parecer una niña asustada. Donde quedaban su aplomo, desenvoltura, adaptabilidad y madurez de carácter, que demostrara en numerosas ocasiones y que eran algunas de sus más valiosas cualidades. Ante este hombre se sentía como una tímida adolescente, insegura, sensible e ilusionada. No se reconocía. Esa especie de corderito indefenso no podía ser ella.

-"Te esperaba. Pasa" -le indicó sin dejar de sonreír. Ella pasó y se sentó tímidamente en un sillón. Él se dirigió hacia el equipo estereofónico y quitó el disco. Sus movimientos eran hábiles, precisos; parecía estar viendo lo que realizaba. Aún de espaldas a ella, le habló:- "¿Te gustó el libro? ¿Has comenzado ya a leerlo?."

-"Sí, es muy interesante y tiene una encuadernación preciosa."

-"Mi madre era una gran amante de la literatura y una gran bibliófila. Gran parte de los volúmenes que ves aquí los adquirió ella. Le gustaban especialmente los ejemplares raros o curiosos y también los que poseían bellas encuadernaciones. Tenemos algunos ejemplares muy valiosos... Ella me inculcó el gusto por la lectura y los libros cuando era muy pequeño" -hizo una pausa y se acercó a ella. Cómo sabía donde estaba fue algo que intrigó a Hermione, aunque no quiso preguntar-. "Puedes venir cuando quieras y curiosear a tu antojo. Ahora vamos a dar un paseo."

Le alargó la mano. Ella, nerviosa, la tomo y él tiró suavemente ayudando a levantarla. Hermione sintió como una descarga eléctrica recorriéndole todo el cuerpo, partiendo de aquellos fuertes dedos que agarraban los suyos. Caminó con ella cogida hasta la puerta de la calle, tanteando levemente con su bastón. Allí llamó al perro con un silbido. Max apareció de inmediato moviendo alegremente la cola. Hermione lo acarició y el animal ladró agradecido. Harry lo agarró de la correa y, juntos, comenzaron a caminar.

-"Bien, ¿hacia donde deseas ir?" -preguntó amablemente.

-"Me gustaría ir a los establos, me gustaría ver a Pandora" -pidió.

-"Desde luego" -y se encaminó hacia el establo-. "Ha estado nerviosa durante estos días. Te echaba de menos. Esa yegua te ha tomado cariño, al igual que otros en esta casa" -añadió después con voz enigmática.

Hermione no quiso analizar aquellas palabras. Estaba demasiado excitada por su cercanía y el contacto de la mano masculina posada sobre su brazo, como para pensar con objetividad. No quería correr el riesgo de malinterpretarlas e incluirlo a él entre los aludidos.

Al entrar al establo oyó un relincho y el patear nervioso del caballo. Se soltó del brazo de Harry y, con un grito de alegría, se dirigió rápidamente hacia la yegua.

-"Pandora" -le acarició el cuello con cariño-. "Te he extrañado tanto, preciosa".

Harry la escuchaba impresionado por la emoción que desprendían las palabras de la chica. Imaginó aquellas tiernas palabras dirigidas a él y aquel suave cuerpo entregado al suyo. Se excitó ante aquella imagen e intentó controlarse. No debía pensar en ella de aquella forma; no debía desearla.

-"Pronto te volveré a montar, te lo prometo" -le dio unas palmaditas en el cuello y le acarició el hocico-. "Muy pronto."

Se alejó del caballo con tristeza uniéndose a Harry que la esperaba en la puerta.

-"Es una belleza" -le dijo alegremente, con tal expresión de felicidad en el rostro que la embelleció infinitamente. Él lo advirtió y, en ese momento, deseó desesperadamente poder verla-. "Temía tanto que se hubiese lastimado por mi culpa" -se entristeció al recordar-. "Por suerte no ha sufrido ni un rasguño. Está en plena forma" -y su voz volvió a ser alegre.

-"Sí, fue una suerte" -Harry cayó un momento. Después, esforzándose en descubrir la verdad en la voz de ella, preguntó: - "¿No te da miedo volver a montarla?"

-"No" -contestó extrañada ante lo absurdo de la pregunta-. "¿Por qué? El accidente fue mi culpa. Si no hubiese estado tan furiosa..." -recapacitó-. "No, desde luego que no tendré miedo de montar otra vez" -y, con rapidez, propuso:- "¿Continuamos?"

Harry la cogió nuevamente del brazo.

-"¿Vos dirás adonde vamos? Estoy en tus manos, literalmente" -sonrió burlonamente.

Hermione, avergonzada, comenzó a andar. El perro, al que Harry había liberado, correteaba alegremente por los prados. Durante un rato caminaron en silencio. A pesar de lo incómodo de la situación, ella se sentía bastante relajada. Aún le afectaba su presencia, pero ahora predominaba en ella un sentimiento de ternura que le aportaba serenidad. La fuerte mano de él, agarrándole el brazo, seguía perturbándola al igual que los ocasionales roces de sus cuerpos, mas ya no experimentaba aquel desconcertante nerviosismo que le provocara su sola presencia.

Volvió discretamente la cabeza y lo observó detenidamente. Su viril atractivo era manifiesto. Aunque era joven su rostro aparentaba ya la imagen de un adulto debido a la permanente expresión de amargura que se reflejaba en su rostro. Estudió detenidamente su perfil. Era perfecto, como el de las estatuas clásicas que ella tanto admiraba. Suspiró involuntariamente y los ojos se le llenaron de lágrimas. Él volvió la cabeza automáticamente y Hermione desvió la mirada avergonzada.

-"¿Estás cansada? ¿Quieres que volvamos?" -le preguntó solícito.

-"No, no" -se alarmó. No quería suspender aquel grato paseo-. "Me encuentro muy bien. Hacía tanto tiempo que no salia al aire libe que lo estoy disfrutando mucho."

-"Bien, pero no debemos alejarnos demasiado. Aún no estás totalmente restablecida. ¿Hacia dónde nos dirigimos?" -preguntó tras un momento.

-"¡Oh, perdona!" -se lamentó abochornada por la falta de tacto al no haberle advertido de la dirección que habían tomado-. "Vamos por el camino que lleva a la vieja cabaña. Tenía intención de llegar hasta ella pero si te apetece ir a otro lugar..."

-"La cabaña esta bien" -dijo repentinamente serio.

Hermione captó el brusco cambio de humor en él y se alarmó. Temía haber dicho o hecho algo inadecuado que provocase un retroceso en su buena relación actual. Cayeron en un nuevo e incómodo mutismo. La chica comenzó a temblar imperceptiblemente, mas él, con su aguda capacidad receptiva, lo advirtió.

-"Cuéntame cosas de ti, sé muy poco" -comenzó a decir jovialmente para aliviarla de la tensión que sentía.

Hermione se relajó un poco ante el nuevo cambio experimentado en el hombre, aunque ahora con un nuevo temor: no debía cometer errores en su relato que le hicieran sospechar la farsa que estaba urdiendo.

-"En realidad no hay mucho que contar... Tengo veintidós años y estudio Historia del Arte. A mi padre ya lo conoces, trabaja con tu abuelo. Mi madre murió hace dos años en un accidente de tráfico y no tengo hermanos ni parientes cercanos, por ello el señor Michael..., bueno tu abuelo, me invitó aquí para que no pasara el verano sola en el piso de Londres" -se detuvo y lo observó para comprobar el impacto de sus palabras y descubrir si le creía. Harry la escuchaba atentamente.

-"¿Tienes novio?" -preguntó de improviso.

Hermione dio un respingo; no esperaba esa pregunta.

-"No; no salgo con nadie. Tengo amigos, compañeros de estudios, pero nada más" -contestó rápidamente, complacida de que él supiera que estaba libre.

Harry no se atrevió a negar la satisfacción que esa noticia le producía. Era como si le hubiesen quitado un peso de encima. Tenía que reconocer que durante esos últimos días había temido que ella estuviese enamorada y el saber que su corazón estaba libre, le provocaba un secreto alivio. Tal vez entonces... Con un brusco movimiento de cabeza intentó ahuyentar aquellos descabellados pensamientos que frecuentemente lo asaltaban. Él no podía querer a otra mujer y, menos aún, esperar ser correspondido. Ese sentimiento había muerto hacía mucho tiempo; había muerto cuando...

Absorto en sus tortuosos pensamientos, Harry tropezó con una piedra del camino y se inclinó peligrosamente arrastrando a Hermione, a la cual agarraba del brazo, con él. Ella intentó sujetarlo y evitar la caída, pero el enorme cuerpo del hombre era muy pesado y terminaron ambos en el suelo.

Hermione, alarmada y temerosa de que Harry hubiese resultado herido, trató de incorporarse, mas él, que la había protegido con sus brazos, no la soltó sino que la acerco aun más a su cuerpo. Se hallaba tendida sobre el cuerpo masculino, rodeada por sus brazos, y al darse cuenta de eso dejo de pensar en las posibles heridas sino en la creciente excitación que sentía.

-"¿Te... te lastimaste?" -preguntó con voz apenas audible.

-"No" -contestó él con voz ronca mientras deslizaba lentamente una mano por su espalda hasta llegar a su cuello y atraer su rostro hacia el de él.

Hermione sabía lo que pretendía y no opuso resistencia. Deseaba y temía al mismo tiempo aquel contacto. Cuando sus labios se juntaron, sintió un fuerte hormigueo por todo el cuerpo. Al principio él se limitó a un suave roce, dedicándose a delimitar con su lengua el contorno de la suave boca femenina. Esa tenue caricia contribuyó a enardecer aún más los sentidos de ella que, expectante y con la respiración contenida, temblaba ostensiblemente hasta que, no pudiendo resistir durante más tiempo aquella exquisita tortura, emitió un profundo gemido y abrió su boca implorando el beso. De pronto él giró sobre sí mismo hasta colocarse sobre ella. Entonces su boca tomó posesión de la que tan ardientemente se le ofrecía en un profundo beso que se fue tornando cada vez más apasionado, más hambriento, más posesivo. Su lengua la penetró y paladeó con avidez la dulzura de aquella boca que lo obsesionaba. Hermione le respondía con idéntica pasión y entrega. Sentía su calor, el acelerado latir de su corazón y aquella ardiente presión en su cadera procedente de su excitada virilidad. Se sentía mareada, eufórica, sólo quería continuar de ese modo indefinidamente, con el mundo borrado enteramente de su alrededor y centrado en aquel cuerpo que la subyugaba.

-"Hermione... Hermione..." -susurró apasionadamente mientras iba dejando un reguero de ardientes besos por sus mejillas hasta llegar al cuello al tiempo que sus manos acariciaban con apasionada ternura su cintura y el comienzo de sus pechos. Con manos rápidas y ágiles comenzó a desabrochar los botones de su blusa, para luego posar sus manos sobre el delicado encaje que cubría sus pechos.

Hermione únicamente podía gemir. Se encontraba inmersa en un marasmo de emociones desconocidas para ella. Jamás había sentido aquel devorador deseo, aquella exquisita ansia por un hombre. Ninguno hasta ahora había logrado despertar aquel fuego en su interior que amenazaba con devorarla si no era rápidamente satisfecho. ¡Dios!. Cuánto lo deseaba y cuánto, cuánto lo quería a la vez.

-"Te quiero... te quiero" -no pudo evitar susurrar jadeante mientras con sus manos enterradas en el cabello masculino, presionaba la cabeza sobre su cuello.

Vagamente percibió que el cuerpo de Harry se tensaba sobre el suyo y su boca dejaba de besar ávidamente su piel. Presintió que algo había cambiado en él antes de que éste se incorporase bruscamente. Ella, aún agitada, se sonrojó intensamente y se cubrió el pecho desnudo que se veía tras la camisa desabrochada. No sabía exactamente qué pasaba, qué era lo que lo había detenido. Estaba atontada, como si le hubiesen propinado un fuerte golpe en la cabeza.

-"Volvamos" -dijo Harry con voz enronquecida mientras buscaba su bastón. Dio un silbido y el perro apareció. Cuando éste llegó a su lado lo agarró del collar-. "A casa" -le indicó con frialdad y el perro comenzó a caminar en la dirección indicada.

Hermione, aún en el suelo, los vio alejarse. Se quedó allí durante un rato. No sabía que pensar, estaba totalmente perpleja, perpleja y humillada. No acertaba a comprender la actitud de Harry. En un momento la acariciaba y besaba apasionadamente y al segundo siguiente la insultaba mostrándose frío y despectivo, dejándola allí sin ningún tipo de explicación. Se levantó y arregló la ropas. Gruesas lágrimas corrían por sus mejillas. Había sido una tonta diciéndole que lo quería, demostrándole todo su amor. Y él se había burlado de ella, la había despreciado. Ahora estaría riéndose de su fácil conquista y felicitándose por haberse librado de una tonta sentimental que sólo le podía acarrear problemas. Él únicamente sentía hacia ella un momentáneo deseo que se desvaneció cuando advirtió el peligro que corría. Debía de estarle agradecida. Si él no hubiese retrocedido, ella se le habría entregado y entonces la humillación que sentía en ese momento sería aún mayor.

Comenzó a caminar hacia la casa. Sentía que el mundo comenzaba a derrumbarse a su alrededor. ¿Cómo había sido tan tonta al no advertirlo antes? Harry nunca podría llegar a quererla, nunca volvería a amar a ninguna mujer. Él aún amaba a su esposa y no deseaba ser infiel a su recuerdo. Todo lo hacía por Cordelia; el negarse la oportunidad de volver a ver, el evitar las relaciones con otras mujeres... Todo lo hacía por el desesperado amor que le profesaba a su fallecida esposa. Y ella había sido tan inconsciente de enamorarse de un hombre que era incapaz de amar, con el que nunca tendría la menor esperanza y, además, había cometido la imprudencia de confesarlo, de mostrárselo. Harry debió creer que se trataba de una chica fácil que se entregaba a cualquiera. Debía de estar comparándola con su preciosa esposa. Como debía de despreciarla. Sintió que su corazón se partía ante tal pensamiento. Podría soportar la indiferencia de él, pero no su desprecio.

Continuó andando. Al doblar un recodo lo vio a lo lejos parado, esperando. Sintió la tentación de correr hacia él y describirle sus sentimientos. Explicarle que todo lo había hecho porque lo amaba, que no era una desvergonzada y que aceptaría y se conformaría sólo con lo que él quisiese concederle.

Recapacitó. No se rebajaría más ante sus ojos, su orgullo ya había sido pisoteado suficiente. Ahora recogería los restos y se protegería tras ellos. Si ese era el concepto que le merecía, ella no se iba a molestar en desmentirlo. Inspiró fuertemente, secó sus lágrimas y se irguió recuperando su habitual autocontrol y serenidad. No le permitiría descubrir su intenso dolor y decepción.

Harry oyó los pasos que se acercaban y se tensó preparado para recibirla. Estaba avergonzado por su reacción. Tal vez se había equivocado al juzgarla momentos antes. Esperaba fervientemente que así fuera. Le pesaba admitir que sentía por ella algo más que deseo, pero no podía arriesgarse; si se equivocaba, esta vez no lo superaría.

Cuando Hermione llegó ante él y advirtió su fría actitud, se indignó aún más, pero, con voz que a ella misma le sorprendió por su naturalidad, le preguntó:

-"¿Quieres que te ayude a volver?"

Vio como se crispaba la mandíbula masculina, tensando más los músculos de su cuerpo.

-"No gracias; tengo al perro" -le contestó él entre dientes.

-"Bien, en ese caso me adelanto; tengo prisa" -y comenzó a andar rápidamente.

Harry se quedó parado sin poder moverse. Había esperado otra reacción en ella, lágrimas o insultos que corroborasen la veracidad de sus palabras anteriores y su abatimiento ante la actitud de él, pero no esa frialdad que mostraba, como si nada hubiese ocurrido momentos antes, como si el rechazo masculino no le hubiera importado porque no sentía nada por él, porque no era cierto que lo quería. Inclinó la cabeza, profundamente dolido. No, no se había equivocado. Esta vez no se había equivocado.

Continuara...

Nota de la Autora:

Holaaa! Cómo les va? ¡Dios..! Cuanto tiempo, no? Seguramente me deben querer matar.. pero bue, espero que aunque paso mucho tiempo no se hayan olvidado de mi, ni del fic..

En este capítulo nos fuimos enterando un poco más de los sentimientos de Harry y Herms, además de la primera escena romántica entre ellos... hacia tanto que no escribía una escenita de este tipo con esta parejita que ya me había olvidado lo delicioso que es; se que no es muy larga pero no desesperen q poco a poco las cosas se van a poner más interesantes en ese aspecto.

Les agradezco todos los reviews que me han dejado dándome ánimos para actualizar, espero que aunque la tardanza fue larga haya valido la pena.

Muchos besos de chocolate! Cuídense mucho!

Att. Lady Verónica Black.-

"Que la magia los acompañe, las estrellas guíen su camino, pero más que nada griten a todo pulmón: ¡¡Viva Xiao Lang Li, Eriol Hiragizawa, Harry Potter y Los Merodeadores (salvo la rata apestosa ¬¬); Los hombres más lindos y sexys que hay!"