Declaimer: Estos maravillosos, perfectos, tiernos (…y sexys en el caso de Xiao y Eriol ) y divertidos personajes pertenecen al Estudio Clamp, yo solo los pido prestado para que actúen en mis retorcidas historias.
"El sueño de una Mujer"
(por Lady Verónica Black)
-Capítulo Uno-
Una paloma gris y blanca voló hasta la ventana del despacho de Tomoyo Daidouji, en la Agencia de Publicidad Ayanami. De vez en cuando miraba a Tomoyo como diciendo:
"JaJaJa… Yo soy libre y puedo hacer lo que quiero. Vuelo para donde me da la gana, JaJaJa."
"En ese caso…. ¡Ándate a volar y déjame en paz!", pensó Tomoyo maliciosamente, "Porque no te vas a comer migas de pan a la puerta del café, a bañarte en una fuente de la plaza, a jugar con los ancianos… Lo que gustes, ¡Pero lárgate de aquí estúpido pajarraco!"
La paloma la miro con aires de superioridad y continuo en la ventana. Desde donde estaba sentada, Tomoyo veía las amplias calles y los bonitos edificios del antigua mercado de Tomoeda. Había arreglos florales en las intersecciones de las calles y los cerezos por el cálido viento primaveral dejaban docenas de pétalos rozados en el aire. Gente salía y entraba de las boutiques, restaurantes y galerías comerciales, personas que iban de compras y turistas de todo el país, adolescentes andando en bicicleta o parejas caminando de la mano.
Por lo general a Tomoyo le gustaba mucho aquella vista, solía imaginarse en las transitadas calles de Tokio, o Nueva York. Lejos de aquel pueblito, en una ciudad espectacular y llena de nueva tecnología.
Pero ese día no disfrutaba ni de la vista. Le dolía la cabeza y tenia el escritorio lleno de problemas. Le habían asignado tres tareas que, aunque no imposibles, eran bastante difíciles. Primero, debía encontrar un chimpancé que pudiera preparar espaguetis; segundo, debía encontrar un hombre de cien años que pudiera bailar claque; tercero, localizar doce hombres guapos, sexys y solteros que fueran granjeros o rancheros de la zona, y que estuvieran dispuestos a aparecer en las paginas de un calendario con el que se iban a recaudar fondos para ayudar a los granjeros que habían perdido sus tierras por el ultimo temporal que azoto al distrito de Tomoeda.
Era ese ultimo trabajo el que la tenia de tan mal humor. Aunque suponía que lo del calendario era para una buena causa, no le gustaba la idea, le parecía sexista e infantil. Además, hacia mucho tiempo que no le interesaban los hombres, atractivos o no. Y ahora, tenia que pasar por la humillación de tener que buscar nada menos que doce.
Frustrada, mordió la goma del lápiz y se enrosco un largo rizo negro entre sus dedos. Algún día lograría escapar a Tokio y conseguiría un trabajo de verdad. En la Agencia Ayanami le daban los peores trabajos, los que nadie quería, los más vergonzosos e humillantes para cualquier profesional orgulloso de su carrera.
Hiroko, la secretaria de la presidenta de la compañía, entro en el diminuto despacho de Tomoyo con una caja de galletas caseras de chocolate, las favoritas de la publicista. La hermosa secretaria se detuvo de golpe al ver a Tomoyo mordiendo furiosamente el lápiz, jugar con su cabello con brusquedad y con el ceño fruncido.
Hiroko Tanaka, una atractiva mujer de veintiocho años de largo cabello castaño y penetrantes ojos del mismo color era la única que mantenía la calma en esa agencia, y la única que lograba tranquilizar a Tomoyo en uno de sus arranques de ansiedad, o cuando se sumía en una profunda crisis nerviosa.
Hiroko arqueo las cejas con expresión escéptica al ver a la ojiazul en tal estado.
"Eyy, yo tendría cuidado porque té estas arrancando el pelo, y comiendo la goma de borrar del lápiz, y créeme cuando te digo que eso te dará indigestión. Además le estas lanzando a esa pobre palomita una mirada asesina que da miedo, por lo que veo hoy no es un buen día para hablar de chismes y probar mi nueva receta, ¿no?"
"Exacto. Hoy es un día horrible; ¡Y ese horrible pajarraco deforme no ha dejado de burlarse de mis desgracias toda la mañana!"
Hiroko se encogió de hombros de forma resignada.
"Por lo que veo ya te han vuelto a dar el trabajo sucio por ser la más joven e inexperta del lugar. Creo que la señora Ayanami ha vuelto a distribuir esta mañana los trabajos de la semana, ¿no?"
Tomoyo asintió.
"Me ha encargado el anuncio televisivo del restaurante "Pastarelli"."
"¡Oh, no! Son los del mono, ¿verdad? Ay, amiga, te deseo mucha suerte."
Tomoyo asintió de vuelta y recostó la espalda en el respaldo de su silla giratoria. No solo tenia que hacer el trabajo, sino que tenia que hacerlo bien. Su futuro estaba en juego. Si lo hacia bien, la señora Ayanami le había prometido que la recomendaría para un trabajo en Tokio o Nueva York, ese era el sueño de Tomoyo.
Pero, entre ella y la gran ciudad, había tres obstáculos; primero, el hombre mono, Julius Spreckles. Cualquiera que quisiera un animal entrenado en la región, tenia que ponerse en contacto con ese tipo. Por lo que no le quedaba más remedio que llamarlo.
Los animales de Spreckles eran sumamente disciplinados, desgraciadamente, no sé podia decir lo mismo de su dueño. Sus animales se comportaban como humanos, pero Spreckles se comportaba como una bestia, al menos, con las mujeres.
Hiroko le dio una palmada en el hombro.
"No te lo tomes muy a pecho, podrías ir a verlo con una armadura o algo por el estilo."
Tomoyo sacudió la cabeza y se quitó el lápiz de la boca.
"¡¿Sabes lo que es que ese hombre te pellizque el trasero y te mire con esa cara de maniaco sexual!"
"Amiga, todas lo sabemos. Pero vamos, anímate un poco. No es el fin del mundo."
"Es que no solo tengo que ir a ver a Spreckles sino que también tengo que conseguir un hombre de cien años que baile claque."
Hiroko lanzó un silbido.
"¿Y eso para qué? Bueno, bueno, ten toma una galleta, te hará bien."
Tomoyo saco el ultimo par de galletas de la caja y las dejo encima del escritorio. Se le había ido el apetito desde la reunión de esa mañana.
"La tienda de música Mercer quiere una serie de anuncios de televisión para conmemorar sus centenarios. A John Mercer se le ha ocurrido la brillante idea de que un anciano baile con el eslogan: "Mercer, aun después de cien años, es lo más vivo al momento de escuchar música".
"Mmmm, ¿vas a comerte las galletas o solo las vas a mirar?"
"¿Las quieres?"
"Sí. Estuve a dieta desde las once de la mañana y ya han pasado varias horas, estoy muerta de hambre. Sí me las das dejare que me cuentes todos tus problemas, incluso puede que me muestre comprensiva y amistosa contigo."
Tomoyo puso una sonrisa burlona ante el comentario de su amiga.
"Adelante. Haría cualquier cosa a cambio de un poco de comprensión. Además para colmo de males, me han encargado el calendario de la fundación Homestead Heritage."
Hiroko tomo las galletas y se sentó en la silla del otro lado del escritorio, frente a Tomoyo.
"¿Qué tiene eso de malo? Esa asociación siempre se dedica a buenas causas, ¿no? Parece la clase de trabajo que te gusta hacer. ¿Esta vez quienes serán los beneficiados?"
"Es para recaudar fondos para los grajeros que perdieron sus tierras con el ultimo temporal, además de ayudar a ciertos ranchos con problemas financieros."
Hiroko se metió un dedo lleno de azúcar en la boca.
"No entiendo, no sabía que la señora Ayanami le interesaran las buenas causas, y mucho menos, los problemas de los granjeros."
Tomoyo dejo el lápiz y comenzó a juguetear con unas cintas de video.
"La señora Ayanami se crío en una granja y son su punto débil. Así que… me ha nombrado voluntaria para encargarme del proyecto."
"Y los ranchos, por supuesto, no son tu punto débil, ¿eh?"
Tomoyo se mordió el labio inferior pensativa. Tomoyo Daidouji era una joven delgada de altura media, tenia el cabello rizado, negro y hasta la cintura, lo más raro en ella eran unos grandes y brillantes ojos azul violáceo que echaban chispas según su humor.
"No, la verdad no les tengo ningún cariño a las granjas ni a los ranchos. El campo no es mi lugar favorito, prefiero las grandes ciudades. Además, ya todo el mundo sabe que en pleno 2005 los vaqueros y rancheros ya no pueden sobrevivir en este medio. Vender un estúpido calendario no los va a ayudar demasiado."
"Pero si la señora Ayanami quiere hacerlo, se tendrá que hacer. ¿Y en que consiste el dichoso calendario?"
"Quiere que aparezcan en él hombres solteros y guapos, porque al parecer un proyecto similar en Estados Unidos consiguió grandes ingresos. Tengo que buscar DOCE hombres, cada uno propietario de una granja o un rancho, que sean solteros, guapos, sexys y… estén dispuestos a posar gratis como modelos."
Hiroko se atragantó con el ultimo trozo de galletita, tomo una servilleta de papel y empezó a sacarse las migas de la falda. Luego, mirando a los ojos a su amiga, se lanzo a reír como una loca.
"¿Qué tienes que buscar doce hombres guapos, sexys y solteros? ¿Y encima te quejas por eso? Dios santo, la mayoría de las mujeres sueñan con algo así. Oye, a mí también me hace falta un hombre soltero y guapo, si té sobre uno ¿me lo regalas?"
"Hiroko" –dijo Tomoyo con firmeza-, "me has prometido ser comprensiva si te daba mis galletas."
La secretaria sonrió maliciosamente.
"Siento mucho que te halla tocado el chimpancé y lo del anciano de cien años. Pero lo de los doce bombones… Como acabo de decir es el trabajo ideal de cualquier mujer."
Tomoyo dio los tres pasos que le llevaban ir de una pared a otra del despacho.
"No me interesan los hombres, ni solteros, ni guapos, ni siquiera los feos, viejos y aburridos. No me interesan los hombres en general."
La sonrisa de Hiroko se desvaneció y le lanzó una fría mirada a Tomoyo.
"De eso tenia ganas de hablar contigo. Creo que un soltero atractivo le añadiría más calidad de vida a tu pobre existencia, porque lo único que haces es trabajar y trabajar, ah y también trabajar. Y debo añadir unos detalles que me preocupan….. ¡Hasta el fin de semana también trabajas!"
Tomoyo soltó una carcajada.
"Me gusta trabajar y trabajar, y trabajar más, en especial los sábados por la noche. No tengo tiempo para los hombres, necesito abrirme paso profesionalmente. No quiero pasarme el resto de mi vida en Tomoeda haciendo anuncios sin importancia con chimpancés o yendo a la caza de hombres para calendarios sexistas."
Hiroko hizo un gesto de impaciencia.
"¿Sigues con esa obsesión de ir a Tokio?"
"Sí. Tengo veinticuatro años y ya s hora que haga algo en la vida además de hacer anuncios de pueblo."
Hiroko sacudió la cabeza y sus pendientes campanillearon.
"No tienes idea de lo que estas hablando. Nunca has estado en la capital, y créeme que estoy casi segura que Tokio no te gustaría. Todo son prisas y apretones, además la gente no es nada sociable. Tienes que vivir constantemente mirando a tus alrededores por miedo a que te roben o cosas peores, también están los cortes de calles, las manifestaciones, los embotellamientos, estar luchando para poder conseguir algo, luchar con el mal estado del transporte publico… Yo pase ocho meses ahí y me volví a casa corriendo. Me gusta respirar aire puro, los espacios abiertos, ver el cielo despejado y limpio. Y lo que más me gusta es poder pasear por un parque a plena luz del día sin andar preocupándome si alguien me esta siguiendo o si me pueden robar el bolso. Tomoeda es el lugar perfecto para vivir."
Tomoyo se acercó a la ventana y miro la pintoresca y antigua calle repleta de flores, árboles de cerezo, y bancos de madera blanca.
"Este es un buen sitio para vivir" –repitió Hiroko-. "Es un lugar maravilloso, un lugar agradable en un distrito agradable."
Tomoyo negó con la cabeza.
"Pero no es lo que yo quiero. Aquí tengo demasiados recuerdos y quiero marcharme bien lejos, a un lugar muy diferente."
Hiroko la miró y suspiró.
"Cariño, lo que quieres dejar no es Tomoeda, sino el pasado. Pero, cuando te vayas, tu pasado ira contigo. No puedes huir de los recuerdos, solo debes enfrentarlos."
Tomoyo no dijo nada. No le gustaba volver la vista atrás, no tenia muy buenos recuerdos.
Su adolescencia, en el pueblo de Nobuto, distrito de Tomoeda, no fue una adolescencia feliz. No había habido felicidad en su casa desde que su madre falleció.
La madre de Tomoyo murió cuando esta tenia trece años. Para salvar la granja que tenían, su madre había aceptado un trabajo en el pueblo como secretaria en un despacho de abogados. Una mañana en la que nevaba, de camino al trabajo, su coche patino en el hielo y se estrello contra un camión que iba en dirección opuesta.
Sonomi Daidouji sobrevivió casi una semana en el hospital. Las maquinas la mantenían con vida, pero no había esperanzas que despierte algún día del coma en que se encontraba. Por fin, cuando se dieron cuenta que había solución, el padre de Tomoyo pidió a los médicos que desconectaran la máquina que mantenía a su esposa viviendo como un vegetal.
A veces, Tomoyo pensaba que su padre murió ese día con ella. Jamás volvió a ser el mismo, un duro desconocido había tomado su lugar. Vendió la granja y compro una tienda en el pueblo a la cual fueron a vivir. Lo único en que pensaba era en el trabajo y en ganar dinero. Jamás había sido un hombre de carácter fácil, cada día se volvía más estricto y duro con sus hijos, sobre todo, con su hija menor, Tomoyo.
Los dos hermanos mayores de Tomoyo no se cuestionaban el cambio. Se adaptaron al nuevo estilo de vida de su padre y se olvidaron de su antigua vida de la granja y de su madre, pero Tomoyo no pudo adaptarse tan fácilmente y dejar de extrañar a su madre de un año para el otro, Sonomi y Tomoyo tenían una relación muy estrecha antes de que la mujer falleciera. En consecuencia, Tomoyo llego a odiar la vida allí.
También llego a odiar la mentalidad provinciana y machista de su padre, que insistía en que se comportara como una mujer y se sometiese a la voluntad de los hombres. Los hermanos de Tomoyo, por su parte, consideraban que la forma de ver la vida de su padre era la más sensata. Ellos eran hombres, eran importantes y llevaban el negocio familiar. Ella solo era Tomoyo, la chica bonita de la familia que se ocupaba de las tareas domesticas de la casa.
Sin embargo, era muy buena estudiante, mucho mejor que sus hermanos. Su padre pareció darse cuenta y no disimulaba su desagrado hacia ese detalle. Cuando Tomoyo salió del instituto, le dieron una beca para estudiar en la universidad de Tomoeda. Su padre le prohibió que fuese y tuvieron una horrible discusión en la que su padre le dio un ultimátum, tenia dos opciones: someterse a su voluntad o marcharse para siempre de la casa.
Tomoyo al día siguiente hizo un bolso y se marcho del pueblo de Nobuto. En los próximos años estudiaba y trabajaba todo el año sin descanso. Se centro absolutamente en sus estudios y se negó a prestarle atención a los hombres, decidida a que nunca más dejaría que un hombre le manipulara la vida o le diera ordenes. Le llevo cinco largos años, pero consiguió acabar la carrera de marketing con sobresalientes y ser la primera de su clase.
Eligió publicidad como salida profesional. Estaba decidida a ganar el suficiente dinero para ser libre e independiente durante el resto de su vida.
Tomoyo se mantenía en contacto con sus hermanos, pero solo el suficiente como para no perder el contacto por completo. Ellos, sin embargo, no hacían ningún esfuerzo por llamarla. Era como si, realmente, no fuera parte de la familia.
En la actualidad, Tomoyo se entregaba por completo a su trabajo. No obstante, se sentía como si le faltara algo en la vida. Sentía un vacio que incluso ahora, a pesar de sus esfuerzos por escapar de ello, la tenia atrapada.
Lo que necesitaba era romper definitivamente con el pasado, ir a un lugar nuevo y diferente como Tokio, y llenar ese vacio que la carcomía por dentro. Se abriría a nuevos horizontes y su trabajo cobraría más sentido. Era la única ambición que tenia y la consumía.
El silencio se hizo cada vez más tenso, Hiroko de golpe se puso de pie con los brazos cruzados en el pecho.
"Mira, Tomoyo-chan, siento haberte hecho recordar el pasado, sé que no te gusta hacerlo. Pero créeme que yo lo único que quiero es tu felicidad. Eres mi amiga, y aunque no este siempre de acuerdo con todas tus decisiones, quiero que sepas que siempre contaras con mi apoyo, ¿Ok? Basta de caras tristes."
Tomoyo esbozo una débil sonrisa. Hiroko era la única persona a la que le había contado sus problemas, y hasta este momento la única amiga de verdad que tenia.
"No te preocupes más por mí, Hiroko-chan. Lo único que me sucede es que estos trabajos que me han asignado me han bajado la moral, admito que fue un golpe muy duro para mi orgullo profesional."
"Ya veras que te salen de maravilla" –le dijo Hiroko con una gran sonrisa-. "Bueno, me voy a seguir trabajando antes de que la señora Ayanami sé de cuenta que me fui y me eché. Buena suerte con el chimpancé y con él bailarín… y con esos doce bombones. ¿Salimos a tomar algo después?"
Tomoyo asintió y Hiroko se marcho dejando un dulce aroma de geranios en la oficina de la ojiazul.
La joven volvió a sentarse en el escritorio, descolgó el teléfono y marcó el número de Julius Spreckles, el hombre mono. Con su tono más profesional, le explico el motivo de su llamada.
"Pastarelli quiere que el chimpancé cocine, sirva la mesa y lo ensucié todo. Luego, en contrapartida, quiere mostrar la elegancia con la que trabaja su restaurante. El eslogan es: En Pastarelli, no nos vamos por las ramas."
"Puedo enseñar a Pooky a hacer pasta" –dijo Julius Spreckles-, "buena comida si me lo propongo."
"Perfecto, ¿Cuánto me saldrá?" –dijo Tomoyo fríamente.
"Dos mil quinientos dólares, más los gastos."
La mujer apretó los dientes; al parecer, los chimpancés no eran nada baratos.
"De acuerdo. Es para el quince de junio, dentro de tres semanas."
"Esta bien. Pero también quiero otra cosa…. Quiero tu hermoso cuerpo por una noche" –dijo Spreckles con voz melosa.
Tomoyo evocó a su mente la imagen de Julius Spreckles y sintió nauseas, era un hombre pálido y ojeroso, esquelético, con el pelo grasosos atado en una tirante cola de caballo en la nuca y con los dientes amarillos. Además siempre olía al excremento del ultimo animal con el que había trabajado.
"Eso ni soñarlo. Cuando traigas al animal déjate la libido en casa. Estoy hablando en serio Spreckles."
"Yo también hablo en serio, bebe. Quiero tu cuerpo, tu hermoso cuerpo. Quiero acariciar cada lugar de él, derretir esa capa de hielo que te envuelve, besar…"
Tomoyo colgó el teléfono, respiró profundamente para tranquilizarse y luego marcó el teléfono de Talent' s Starts, la agencia más importante de Tomoeda.
"Necesito un hombre de cien años que pueda bailar claque" –le informo a Jin Liu-. "Lo necesito para dentro de una semana a partir del jueves."
"Ja, ja, ja. Es un chiste, ¿no?" –dijo Jin Liu.
"Jin Liu, no estoy para chistes. John Mercer quiere un bailarín de claque para conmemorar el centenario de su tienda, y quiere que sea un anciano de cien años… o lo más cerca posible a esa edad."
"Tomoyo, ¿Porqué siempre sos vos la que me llama para pedirme imposibles?"
"Jin Liu, por favor…" -dijo ella-. "Un bailarín de cien años que baile claque dentro de una semana a partir del jueves. Dime, que podrás conseguirlo…"
"¡Ayy Dios! ¿Porqué no le hice caso a mi madre y me hice cura? De acuerdo, Tomoyo, haré todo lo posible. Aunque no prometo nada, haré el esfuerzo por ti."
"Gracias Jin, y cambiando de tema, ¿Cómo va todo con Naoko?"
"Genial, ya va por el sexto mes de embarazo y se le están yendo un poco los malestares, aunque igual a veces tengo ganas de tirarla por la ventana por sus antojitos. Ahora se le dio por querer comer tomate con chocolate todas las noches…."
Tomoyo tuvo que hacer grandes esfuerzo para aguantar la risa. Conocía a Naoko desde un par de años atrás, habían cursado juntas algunas materias en la universidad al igual que Jin Liu. Ambos, Jin Liu y Naoko se habían casado un año atrás y ya estaban esperando su primer hijo. Tomoyo apreciaba mucho a ambos y se alegraba sinceramente por la noticia.
"Bueno, Jin Liu, tranquilo que te va a subir la presión. Tenle un poco de paciencia, recuerda que esta embarazada por primera vez y eso no es algo fácil de pasar."
"Lo sé, lo sé, es solo que a veces me desespera sus ocurrencias, aunque eso no logra que deje de amarla cada día más. Estoy muy emocionado, mañana iremos al médico y podremos saber el sexo del bebe."
"¡Guau! Que bien por ustedes, uno de estos días llamare a Naoko-chan y me daré una vuelta por allí."
"Te estaremos esperando, Tomoyo. Bueno yo debo seguir con el trabajo, tengo un par de llamadas en espera."
"Ok. Recuerda: hombre de cien años que baile claque."
"Sí, si, ya lo anote. Ah y dile a John Mercer que lo odio, ¿sí?"
"Perdona, pero eso sí que no. El cliente siempre tiene la razón. Vos y yo somos sus humildes servidores."
Tomoyo se despidió de su viejo amigo y rezó porque Jin Liu le consiguiese al anciano bailarín. Luego se lanzó a la tarea de escribir el anuncio que publicarían en todos los diarios del distrito.
"Se necesita voluntarios para posar gratuitamente como modelos de calendario en una recaudación de fondos benéfica para la asociación Homestead Heritage. Requisitos: varones, granjeros o rancheros, entre dieciocho y treinta y cinco años. Interesados, envíen fotografías en color de treinta y cinco milímetros a Proyecto Calendario, Agencia de Publicidad Ayanami, Avenida Old Green 458, Suite D, Tomoeda".
Tomoyo hizo una mueca mientras intentaba no pensar en el tipo de correspondencia que recibiría. Montones de sobre llenos de fotos de todo tipo de hombres.
O o o o O
Clic, clic, clic.
"No se trata de a quien se le saque la foto, sino de cómo se la saca", pensó Sakura Kinomoto. "La cuestión es como se ven las luces, las sombras, el color y la forma. Es la visión interna lo que cuenta".
Clic, clic, clic.Sakura tenía diecisiete años y estaba escondida detrás de unos arbustos al borde del corral. Había leído el anuncio en el Actuality Tomoeda, y estaba decidida a presentar su trabajo a la Agencia de Publicidad Ayanami. Y aunque Sakura sabía que la visión interna y la creatividad era lo más importante en una fotografía, también sabía que nunca estaba de más que el modelo fuera una preciosidad.
Su hermano mayor, Touya, era una persona insoportable que no cejaba en su empeño de controlarle la vida, sin embargo, era un hombre muy atractivo. Al menos, eso era lo que decían todas sus compañeras de clase, que no hacían más que reír, gritar y comportarse como diotas cuando tenían a Touya Kinomoto delante de ellas. Pero sus compañeras no tenían que vivir con su hermano, ni tener que obedecer todas sus ordenes, ni dejar que manejara su vida sin consultarle nada.
"Un hombre guapísimo por fuera y un tirano por dentro", pensó Sakura mientras ajustaba el objetivo de la cámara. Un tirano al que iba a dejar tan pronto como le fuera posible. Aunque amaba a su hermano como a nadie en el mundo, ya no lo soportaba más. Mientras esperaba su próximo cumpleaños para cumplir la mayoría de edad, iba a explotar el hecho de que fuera un bombón para las demás mujeres del planeta.
Iban a ser unas fotos magnificas. Uno de los empleados del rancho, había ido a informarle a su hermano que un potrillo de apenas unos días de vida se había lastimado una pata cuando estaba pastando en el corral. Touya, que estaba arreglando unas vallas en el sector de las vacas, salió corriendo de allí inmediatamente. Y ella, con cámara en mano, corrió detrás de él sin que se diera cuenta, al llegar al corral de los potrillos se escondió tras unos matorrales.
"La luz es extraordinaria", pensó Sakura mientras enfocaba a su hermano. En cuanto a él, no le quedaba más que aceptar que no estaba nada mal a pesar de ser un gruñón de veintiocho años. Iba desnudo de cintura para arriba, llevaba pantalones vaqueros muy gastados y botas negras. Era delgado pero de hombros anchos, brazos fuertes y cintura estrecha, además la piel bronceada por el sol le daba un aspecto más atractivo aun.
Sus cabellos eran azabaches, casi igual de negros que la misma noche, quizás los llevaba demasiado largos para estar a la moda, un par de mechones rebeldes le caían sobre la frente tapándole un poco los ojos, pero eso le daba un aspecto rebelde muy atrayente. Tenia los ojos negros, tan oscuros que no se diferenciaban donde empezaba la pupila y donde el iris, nariz aguileña y una boca con curvas muy interesantes.
"Viéndolo con ojo critico, no esta nada mal para ser el idota de Touya", pensó la adolescente.
Clic, clic, clic.
Tenia al pequeño potrillo en brazos, y el animal le acariciaba el pecho con el hocico, luego alzaba la cabeza y miraba el rostro del moreno.
Cli, clic, clic.
"¡Genial!", pensó eufórica Sakura.
Touya había avanzado unos pasos en su dirección, apenas si estaba a unos ocho metros de ella, y Sakura retrocedió unos pasos hasta ponerse en el centro del matorral. Touya parecía avanzar directamente hacia ella… ¡Qué suerte!
Con manos expertas, Sakura manipulo el zoom de la cámara y volvió a enfocar. Estaba tan cerca que podia sacarle fotos hasta a las gotas de sudor que resbalaban por su pecho. Su hermano se cambio de brazo al potrillo y lo miro. Había una nube detrás de ellos y el sol iluminaba con luz dorada los rasgos del muchacho y la piel del animal.
"¡Maravilloso! Soy una genia", no dejaba de decirse la chica mentalmente, "Cuando Shaoran vea esto no se lo va a poder creer, van a ser unas fotos preciosas".
Shaoran Li era el otro chico de su vida, tenia veintitrés años y era el veterinario de la zona, era un joven muy inteligente y sensato que estaba interesado en la pequeña hermana de Touya Kinomoto desde el día que la conoció seis años atrás. Ambos, Sakura y Shaoran, eran muy buenos amigos, y aunque no lo admitieran el uno con el otro sabían que entre ellos había algo más que pura amistad, pero nunca había sucedido nada más que un suave beso en la mejilla o un abrazo. Al contrario de Sakura, el joven veterinario, si respetaba la opinión del hermano mayor de la chica y no pensaba traerle problemas a su "amiga" hasta lograr ganarse la aprobación del dueño de la Hacienda Nadeshiko.
Sakura no estaba de acuerdo con eso, ella sabía que Touya nunca aceptaría a Shaoran como su novio, y no era porque le cayera especialmente mal el chico en particular, sino porque todo ser masculino que se acercara más de dos metros de su "pequeño monstruo" le caía mal. Pero igual la adolescente estaba decidida a hacer cambiar de parecer al chico y lograr que formalizaran de una vez su relación, ella estaba completamente segura que él era su alma gemela, y Shaoran, al contrario de su hermano, tenia una gran fe en el talento fotográfico de la chica. Siempre le decía que algún día seria famosa y haría una gran exposición en alguna galería de Nueva York. Ese era el sueño de la adolescente, ir a una gran ciudad y exponer su trabajo en una gran galería de arte.
Touya paso cerca de ella, se detuvo, y sin mirar a los arbustos junto a la valla, dijo con voz clara y firme:
Monstruo, salí de ahí de una vez. Y deja de sacarme fotos, sabes do sobra que odio que lo hagas.
A la adolescente se le paro el corazón. No podía ser posible que la hubiese descubierto.
¡Sakura! –la joven dio un respingo, y se puso de pie inmediatamente-. Vete a la casa a hacer la tarea del colegio ahora mismo. si no quieres que te saque la cámara por un mes entero.
Lamentablemente la chica sabía por experiencia que su hermano era capaz de llevar a cabo su amenaza. Con desgana salió de entre las plantas.
Vete a estudiar matemática –el rostro de Touya era una piedra-. Si este ultimo semestre vuelves a desaprobar la materia te pasaras el verano ordeñando vacas y limpiando el establo.
Sakura sacudió su larga melena castaña, pero no dijo nada. Su hermano no le daría ordenes mucho más tiempo. Dentro de unas semanas terminaría el ultimo curso del instituto, y se pondría a estudiar lo que ella deseara. En verano pensaba ponerse a trabajar en un estudio fotográfico del pueblo, y luego aunque su hermano no lo sabía, pensaba escaparse a otro lugar muy lejos del rancho. Iba a escaparse de la hacienda, de los caballos, de las vacas, de Tomoeda y del pesado de su hermano. Aunque aun no sabía como.
¿Qué estas haciendo acá? ¿No deberías estar estudiando en tu cuarto para los finales?
La adolescente se encogió de hombros indiferente. Era una chica alta, pero parecía baja al lado de Touya que media un metro noventa y tres. Sakura tenia un carácter muy diferente al de su hermano, era alegre, cariñosa y muy abierta con la gente, aunque eso no significaba que no tuviera el orgullo y terquedad de su familia. Físicamente eran aun más diferentes, ella tenia el pelo castaño claro con reflejos dorados, ojos verdes, una pequeña nariz y una boca de finos labios de un suave color rozado. Su delgadez y tez pálida daba una impresión de fragilidad que no distaba más de la enérgica y decidida Sakura Kinomoto.
Estaba sacando unas fotos, hay una luz estupenda –mintió Sakura-. El profesor de fotografía me ha dicho que las mejores fotos son las que se sacan sin que nadie pose, muestran la verdadera naturaleza del modelo.
Él le lanzó otra de sus miradas de amo y señor de la casa. No le gustaba ese estúpido curso que estaba tomando su hermana, tampoco le gustaba que Shaoran Li le alimentara sus sueños estúpidos de ser fotógrafa y mucho menos le gustaba que él mismo fuera el objetivo de sus tareas. Al parecer no le había dejado muy claro sus opiniones sobre esos temas. Tal vez debería refrescarle la memoria otra vez.
Sakura adopto una sonrisa dulce y mirada inocente, la misma expresión que ponía siempre que su hermano se preparaba para explicarle todas las opiniones que tenia de las cosas que a ella le encantaban, y que nunca dejaría de hacer.
Touya empezó con su ya muy conocido discurso, mientras Sakura no dejaba de pensar que esta seria de las ultimas veces que lo escucharía.
Touya Kinomoto no seria su amo y señor por mucho tiempo más.
Continuara… (muy pronto espero )Nota de la Autora:
¡¡Buenas a todos! Bueno este es un fic que se me había ocurrido hace mucho tiempo, y por una razón otra no lograba encontrar las ideas justas para determinar bien la trama, bueno todo esto paso hasta que un día leí un fic que me dio la inspiración necesaria para terminar la trama. Desde ya se los recomiendo, es un T-T S-S que me encanto, se llama "Junto a Ti" y es de una gran escritora (una de las mejores que conozco ) y una buena amiga mía, Daulaci. Desde ya esta de más decir que este fic esta más que dedicado a ella. Espero que te guste, amiga!
Bueno, dejando eso aparte, quiero pedir que no dejen de lado este fic por ser un T-T. Sé que no es de las parejas más populares de la serie, que normalmente Tomoyo tendría que estar con Eri-chan, pero es una idea nueva que se me ocurrió y creo que hay que estar abierto a cualquier posibilidad. Aunque admito que el E-T me encanta, soy una gran fanática de esa pareja, pero creo que hay que darle una posibilidad al TT.
Espero que el capítulo les halla agradado y que me dejen sus comentarios, los estaré esperando ansiosa.
Att. Lady Verónica Black.-"Que la magia los acompañe, las estrellas guíen su camino, pero más que nada griten a todo pulmón: ¡¡Viva Xiao Lang Li, Eriol Hiragizawa, Harry Potter y Los Merodeadores (salvo la rata apestosa ¬¬); Los hombres más lindos y sexys que hay!"
¡¡DEJEN REVIEWS, PORFISS…!
