LA NUEVA CONTRASEÑA
Severus fruncía el ceño mientras echaba dos gotas exactamente iguales a la poción. El líquido hirvió y se tornó de verde a morado.
Snape levantó poco a poco la cabeza mientras procesaba la reacción mentalmente. No debería ser morada. Con las manos tamborileando sobre la mesa, sus labios se juntaron en esa mueca habitual, ya tan suya, que hacía siempre que las cosas no salían como estaba previsto.
Un ruido desagradable llegó a sus oídos. Levantó la vista hacia la pared y entrecerró los ojos. El timbre seguía sonando. Y no parecía querer parar.
- ¡Por todos los infiernos¡Ya voy!
Subió las escaleras que conducían a las mazmorras y llegó hasta el recibidor. ¿Quién podría ser? No creía que pudiera ser de nuevo la chalada de Bellatrix, ni tampoco ningún otro mortífago. Y mucho menos alguien de la orden. Entonces¿quién demonios era?
Abrió la puerta de un tirón.
- Lucius… - dijo sorprendido.
El rubio platino le sonrió. Iba vestido como siempre, dándose aires de grandeza y llevaba cogido su bastón plateado con la mano derecha.
- Buenas tardes, Severus. ¿Puedo pasar?
- No – dijo el otro mortífago. No obstante no cerró la puerta.
Lucius entró sonriendo y la cerró por él.
- He dicho que no – murmuró Snape por lo bajo. Sin embargo, sabía por experiencia que para expulsar a Lucius había que ser más… cuidadoso.
Snape observó del mismo modo que se observa a un animal peligroso en libertad
cómo Lucius se quitaba la capa, la colgaba, y luego se adelantaba hacia donde sabía que estaba el salón.
Snape siguió al rubio sin decir nada. No hacía falta invitarle a sentarse, Lucius ya se había acomodado en el mejor sillón, frente al fuego.
- ¿Y bien, Severus¿No piensa ofrecerme una copa?
Reprimiendo el impulso de rechinar los dientes, Snape se dirigió hacia el mueble bar.
Después de desechar la idea de ofrecerle arsénico, le sirvió una copa de Whisky de fuego.
- Toma. Y ahora explícame qué haces aquí.
- Oh, Severus, no seas tan directo. – Lucius tomó un sorbo y sonrió con placer.- Después de todo, he venido a visitarte. Deberías darme las gracias, no creo que vengan muchos magos a este…- miró a su alrededor e intentó buscar una palabra no demasiado dura. No lo consiguió.- sórdido lugar donde vives.
Sonrió y siguió bebiendo.
Severus lo miraba sin moverse un ápice. ¿Cómo se atrevía ese bastardo repelente a criticar su casa? Bueno, no la limpiaba a fondo, pero es que le gustaba así, oscura y lúgubre. Además, se suponía que Lucius era un invitado…no tenía derecho a opinar. Bueno, la verdad es que era un gorrón….um. ¿Qué diferencia había entre invitado y gorrón?
- Me alegro de que te sientas como en tu propia casa, Lucius. Ahora, supongo que no te importará contarme el motivo por el que he dejado a medio un importante experimento para dedicarme a atenderte a ti.- la última palabra la dijo con fuerza.
Lucius sonrió de nuevo. Terminó de beberse su vaso y lo dejó en la mesa.
- El motivo, mi querido Severus – dijo poniendo las manos en las rodillas- es que vengo a enseñarte la nueva contraseña de los mortífagos.- terminó. Su cara desquiciada y sonrisa maligna eran tal para cual. Y Severus tuvo la impresión de que, fuese lo que fuese esa nueva contraseña, no le iba a gustar.
- Bien, pues dímela y márchate.
- Sshh… con calma, Severus – dijo Lucius apaciguándolo con un gesto de la mano.
Snape seguía de pie, observando al intruso. No podía permitir que el aristocrático rubio se saliera con la suya (fuera lo que fuese lo que estuviese tramando) y algo en su interior le decía que tramaba algo…así que palpó el bolsillo de su túnica y se sintió un poco desprotegido al no encontrar la varita. Debía haberla dejado en el laboratorio. Con su mirada más fría se fue acercando al sillón.
- ¿Y cuándo si puede saberse voy a tener el placer de conocer la contraseña! Seguro que a nuestro Señor no le hará ninguna gracia enterarse de que sus órdenes se demoran por culpa de un indeseable como tú, que no piensa más que en hacerse el interesante y aparecerse por cuenta propia en casa de otro.
Lucius miró atónito a Snape. Parecía estar realmente de mal humor. Pero no importaba. Se levantó y se dirigió a Severus con paso tranquilo y una mueca que anticipaba algo.
- Muy bien. Te la enseñaré ahora.
A Severus esa frase no le gustó nada.
Y ahí estaban, de pie, cada uno a pocos centímetros del otro. Severus esperó. Lucius dejó de sonreír y se aclaró la garganta. También sacó un pañuelo y se limpió la nariz.
Severus cada vez apretaba más los labios, impaciente. Al final Lucius guardó su pañuelo y se pegó lo máximo posible a Severus.
Snape retrocedió espantado.
- ¿Qué haces!
- Darte la nueva contraseña, como me pediste. – se acercó un poco más.
Severus rodeó la mesa, presa del pánico.
- ¡Lucius¡¿Qué demonios intentas!
Lucius sonrió, enseñando sus perlados dientes. Rodeó la mesa también, yendo tras Severus, quien, seguía a su vez, dando vueltas.
- Severus, no sabía que te gustara tanto el pilla pilla.- dijo el rubio con una carcajada.
Severus lo fulminó con la mirada.
- ¡Para ya, bastardo¡Dame la contraseña y vete de aquí! – pero entonces, de repente, Snape tropezó tontamente (y tanto) con la alfombra y cayó de espaldas.
Lucius, como es obvio, saltó a lo CRIEL y lo inmovilizó contra el suelo. Snape se debatió e intentó pegarle, pero el rubio sonriente no lo soltaba.
- Sshh…Severus, cálmate. Sólo voy a darte la contraseña…
Lucius acercó su cara a la de Severus.
Severus lo miró aterrado.
Sus ojos cada vez estaban más cerca.
Su boca sonriente avanzaba peligrosamente.
Y entonces…
Lucius frotó su nariz contra la de Severus unas cuantas veces.
- Ya está – dijo el rubio. Se levantó y se atusó las ropas - ¿Ves? No ha sido tan difícil.- dijo sonriendo inocentemente a Severus.
Snape fue notando cómo la ira iba creciendo en su interior. Una de esas furias que explotan y matan. Todavía boca arriba en el suelo vio cómo Lucius le miraba. Al parecer el rubio estaba muy satisfecho de sí mismo. Snape decidió contenerse. Si no explotaba, puede que el rubio se fuera antes.
- ¿Vas a ayudarme a levantarme o qué? – gruñó Snape. Lucius sonrió y le miró a los ojos. Al final tendió una mano.
- Sólo te ayudo por esta vez. Si la gente supiera que voy por ahí ayudando a torpes compañeros a levantarse, parecería que me estoy volviendo blando.
Esa afirmación hizo enfurecerse a Snape, que cogió la mano que le ofrecían y tiró de ella con todas sus fuerzas, haciendo que Lucius cayera sobre él. Este, se dio de bruces contra el suelo por encima de la cara de Severus y su bastón salió volando, hasta el fuego de la chimenea, donde cayó.
- ¡A qué ha venido eso!- chilló el rubio- Yo que te estaba ayudando…
Pero ahora Snape, que veía arder el bastón, al contrario que Lucius, se empezó a partir de risa malévolamente.
Lucius se frotaba la nariz mientras Snape se lo quitaba de encima para poder levantarse. De repente, el rubio paró de lamentarse.
- Snif, snif…huele a quemado…- dijo.
Lo cual hizo que Snape se riese aún más fuerte. Cuando al fin descubrió su preciado bastón en las llamas, no dudó un instante. Se plantó ante Snape y le dio una bofetada.
La risa de Snape paró al instante, dando lugar a una mirada retadora.
- Me has abofeteado como una damisela.- le espetó Severus.
Lucius se sintió aún más ofendido y le intentó dar un puñetazo, que Snape esquivó. El rubio se sentía cada vez más frustrado: se estaban riendo de él y no conseguía vengarse. Para colmo, recordó de repente que su varita estaba dentro del bastón y fue corriendo a la chimenea (a buenas horas) para ver si podía salvar el mango de plata que recubría la varita.
Pero ya no era posible.
- Espero – dijo el rubio volteándose a Snape- que te des cuenta de que acabas de quemar mi varita.
Snape sonrió.
- ¿En serio? Vaya… eso quiere decir que estás desarmado¿verdad? Um….indefenso…y yo todavía no he terminado de reírme de ti.
Lucius se irguió y levantó una ceja.
Snape convocó con la mente su propia varita.
Lucius perdió un poco la compostura.
- Esto…Severus… ¿no tenías un experimento que realizar?
- Bueno, ya que tú lo has echado a perder…no tiene más importancia.
Lucius retrocedió un poco, pero notó el calor del fuego en su trasero y no pudo avanzar más. Estaba acorralado.
- Severus – dijo con voz aguda- no hay razón de ponerse así. Ya somos adultos, parecemos Black y Potter.
- No creo. Ni uno ni otro te darían esto¡Diffindo!
Snape agitó la varita y la primera capa de túnicas de Lucius cayó al suelo, rasgada.
- ¡Qué haces, pervertido!
- Bueno, ya que no tienes bastón, no te pegan todas esas cosas tan…historiadas. ¡Difffindo!
Una segunda capa de túnicas cayó, para dejar al descubierto la ropa interior de Lucius. Snape pareció dudar y Lucius lo notó.
- ¿Qué pasa Snape¿Te lo estás pensando mejor? Oh, qué desilusión – dijo acercándose a Snape, quien todavía le apuntaba. Lucius parecía olvidar el miedo como tenerlo de pronto.
- Mmhh…no. La verdad es que estaba pensando dónde rajarte primero.
Lucius perdió su sonrisa y le miró con temor. Snape entrecerró los ojos.
- Bah, qué más da- dijo al fin Severus- si te rajara seguro que enamorarías de tu propia sangre, así que…¡Cruccio!
Lucius cayó al suelo, chillando y llevándose las manos a los costados.
Snape sonrió y se acercó más, lentamente.
-¿Sabes, Lucius? Nunca me has gustado. Aunque supongo que ya lo sabías. Eres una criatura estúpida y repelente que sólo persigue el lucro… ni siquiera sientes la causa de los mortífagos¡crucio!
Lucius se cayó de espaldas con un nuevo grito. Miraba a Severus horrorizado. ¿De verdad pensaba matarle?
Severus se sentó a ahorcajadas encima suyo, aún apuntándolo. Lucius gimió por el dolor mientras Snape se inclinaba, con la varita presionada contra su garganta. El rubio tragó saliva.
- Aún así…- empezó Severus de nuevo. Sus ojos eran dos orbes negros escondidos entre la cabellera de cuervo que ahora caía sobre su cara, a pocos centímetros de la de Lucius- No soy yo el que tiene que matarte, sino el Señor Tenebroso.- Snape, de improviso, frotó su nariz contra la de Lucius y soltó una carcajada.
Se levantó y se dirigió a las escaleras que conducían a su mazmorra particular. Antes de bajar, miró al rubio, que se había incorporado un poco y aún lo miraba patidifuso.
Snape sonrió.
-¿De verdad creías que iba a matarte? Qué poco confías en mí, Lucius. Bien, espero que le transmitas a nuestro Señor lo bien que he aprendido la contraseña. Ahora, si me disculpas, volveré a mis experimentos.
Y bajó por las escaleras.
Lucius miró de hito en hito cómo Snape desaparecía y parpadeó. Cuando se dio cuenta, por fin, de que le había tomado el pelo, sus cejas se juntaron de rabia. Se levantó de inmediato del suelo, desnudo, tal cual estaba y fue hacia la puerta de salida. No iba a permitir que esto terminara así.
Nadie se reía de Lucius Malfoy.
Una vez en el exterior Lucius empezó a temblar ( no sabemos si de frío o rabia) en medio de la frialdad de la noche inglesa. Pero no permaneció mucho tiempo allí, sino que se desapareció para ir a su casa.
Draco Malfoy estaba tranquilamente leyendo en el sofá de su cómodo y amplio salón cuando oyó un "CRAC" en el exterior. No le dio mucha importancia, pensando que su padre había vuelto. Lo que sí le preocupó un poco fue el hecho de que entrara sin nada más que su ropa interior.
- ¿Padre?-dijo.
Pero Lucius no le hizo caso y subió rápidamente las escaleras hacia su dormitorio.
-Hola querido – le saludó Narcisa, que se arreglaba frente al tocador de espaldas a la puerta. Pensaba salir esa noche. Le extrañó ver a su marido de ese modo. Lucius tampoco contestó. Y se metió rápidamente en el armario.
Narcisa pudo oír sus comentarios mientras revolvía en el guardarropa. Eran algo así como: "Murciélago grasiento, me compraré un bastón nuevo y se lo meteré por el…"
-Lucius – interrumpió su esposa.- ¿Pasa algo? Te recuerdo que hoy cenábamos en casa de los Goyle.
- Déjalo Narcisa, hoy no vamos.
Narcisa se encogió de hombros. De todos modos, los Goyle eran una familia horrible y sin clase.
- ¿Y qué les digo?
- Lo que quieras
- Pero¿qué te ha pasado? Hum….no te vistas…- Narcisa se acercó a Lucius y se abrazó a su espalda desnuda.
- Um…- Lucius paró de vestirse, pero no por la orden de su mujer, sino porque una idea se le había venido a la mente. Era muy sugerente y la venganza iba a ser muy muy entretenida.- Narcisa déjame, tengo cosas que hacer.
Narcisa se apartó, un poco decepcionada. Ya lo intentaría otra vez. La verdad era que no era nada difícil provocar a Lucius en ese sentido
- Muy bien. Llama tú a los Goyle – dijo su mujer.
- Si, si…- pero Lucius no la escuchaba. Ya tenía su venganza pensada.
- Te digo que ya no vienen.
- Que no, mujer, los Malfoy siempre cumplen su palabra.
- Pues yo creo que deberíamos cenar ya….o desayunar, no estoy segura. ¡Gregory, despierta!
- ¿Mmmh¿Ha venido ya Draco?
- No hijo, pero ya verás cómo vienen.
- Bueno, yo sigo durmiendo entonces.
Mientras, en la mansión Malfoy, Lucius roncaba feliz, soñando con su venganza.
