Revelación
-Me cuesta tanto recordar, Lujuria... ¿qué somos exactamente?
El apuesto hombre sonrió al joven rubio. Hacía varios días había terminado su proceso de recuperación.
-Pecados. Pecados de la gente que nos creó.
-¿Cómo? No entiendo...
-La transmutación humana tiene siglos de edad, y la prohibición de hacerla también. No sabes por qué está prohibida, ¿verdad? Ya veo que no... Bien, cuando alguien trata de resucitar a un ser querido está condenado a fracasar, porque puede disponer de los componentes materiales de ese ser, pero no de su alma. Así que el producto de la transmutación no es la resurrección de esa persona, sino la creación de un ser llamado homúnculo, un ser que no es humano porque no se puede concebir humano sin alma. Tú y yo somos homúnculos.
El hombre vio como el muchacho ponía cara de gran malestar y empezaba a vomitar piedras rojas. Suspiró; sabía lo duras que podían ser ciertas revelaciones.
Un rato después el joven se había recuperado.
-No somos humanos...
-No. Pero si te sirve de consuelo creo que somos algo superior.
El muchacho le miró con aire aturdido.
-¿Superior?
El hombre sonrió y extendió un brazo. De repente, los dedos de esa mano se alargaron, convirtiéndose en lo que parecía una especie de cuchillas.
-A diferencia de los humanos no podemos hacer alquimia. Pero ellos no pueden hacer esto.
El joven estaba perplejo.
-¿Puedo hacer yo eso?
-No. Cada pecado tiene una capacidad única. La tuya no es ésta.
-¿Cómo? Pero... ¿no has dicho que somos la misma clase de ser?
-Sí, y no. Ambos somos homúnculos, pero tú eres Envidia y yo Lujuria. Te diré que pese a todo sí tenemos alma... o más bien una burda imitación. Y ese alma, esa parodia de alma, nos confiere un determinado talento, y supongo que algo parecido a una personalidad. Mi maestra me dijo que sólo hay siete "almas" homúnculas (y supongo que eso significa que sólo pueden existir siete de nosotros al mismo tiempo), pero que son reutilizables. Es decir, que si muere un Envidia se puede crear otro con la misma... "alma". Oh, fue ella la que nos dio los nombres. Era muy religiosa... Pensaba que éramos encarnaciones de los siete pecados capitales del cristianismo. ¿Quién sabe? Puede que tuviera razón.
El joven permaneció largo rato callado.
-Tú conociste al anterior Envidia, ¿verdad?
-Oh, sí.
-¿Qué talento tenía?
-Cambiaba de forma.
Otro momento más de silencio.
-¿Y su personalidad? ¿Cómo era?
Lujuria sonrió.
-Colérico. Lleno de odio. Creo que envidiaba a los humanos más que ninguno de nosotros.
