Dudas y Lujuria

-¡¡Hija de perra!

-¿Qué te pasa, Lujuria?- preguntó Envidia, divertido, al ver al otro homúnculo entrar en la habitación montado en cólera.

-Cuando me dijo que ella no podía hacer Piedras Filosofales sin Honenheim me frustré bastante, y más todavía cuando me dijo que no le quedaba ninguna. Y resulta que tenía una guardada todo el tiempo. Zorra embustera...

-¡Lujuria!- dijo Dante, entrando en la habitación en la que se encontraban los dos homúnculos- ¿Qué haces? Tienes que...

Se calló inmediatamente al ver como los dedos-cuchilla de Lujuria se extendían apuntando a su gaznate.

-Ahora entiendo por qué decidiste hacer esa transmutación a pesar de mis advertencias sobre la posibilidad de morir. ¡¡Me has engañado!

-Bonito cuerpo, Dante- interrumpió Envidia, al borde de la carcajada- Reconócelo, Lujuria, es mejor que el anterior. Ya vi el deseo con el que la contemplabas la primera vez que la viste.

Lujuria lo miró unos segundos con profunda ira antes de volverse de nuevo hacia Dante.

-Tranquilízate, Lujuria- le dijo ésta con toda la serenidad- Esta Piedra no puedo utilizarla contigo. La necesito para seguir viviendo...

-¿¿Cuántos siglos más quieres vivir? Te juro que no te entiendo. Yo ya tenía varios siglos de edad antes de que tú nacieras y te juro... A veces... muchas veces... desearía estar muerto...

Los dedos-cuchilla se inclinaron un poco hacia el suelo.

-Vamos, calma. Te he dicho que conseguiremos una, y con ella sí te convertiré en humano. Sólo es cuestión de paciencia. Tú mismo lo dices, ya has aguantado siglos... Probablemente la tengamos en menos de una década.

Lujuria, más abatido que esperanzado, no dijo nada, pero devolvió sus dedos a su estado normal.

-¿Qué me asegura que lo que dices es cierto?

-En realidad nada. Pero soy tu única esperanza y lo sabes. Podrías buscar a Honenheim, pero dudo que él accediera a ayudarte. Por no hablar del hecho de que Envidia iría contigo y lo mataría nada más verlo.

-No lo dudes, Lujuria- dijo Envidia sonriente- Pero si pese a ello quieres que lo busquemos estate tranquilo; te ayudaré con mucho gusto.

Lujuria permaneció callado. Tras unos segundos, una lágrima se deslizó por su mejilla.

-Pobrecillo...- dijo Dante con un tono mezcla de maternal y seductor- No te preocupes. Todo saldrá bien. Deja que te consuele...

Se acercó a él, le cogió la mano y la deposito en su pecho. Luego se acerco un poco más y le cogió las mejillas para darle un beso en la boca. Envidia contempló con repugnancia como las lenguas de ambos se entrelazaban, pero se contuvo. Aunque Lujuria tenía la moral baja y por tanto era más fácil matarlo, sabía que lo mejor era no hacerlo. La Piedra Filosofal no le interesaba en absoluto, pero trabajar para su antigua madre le ofrecía la oportunidad de causar un enorme sufrimiento a la humanidad que le ayudaría a aliviar su eterno odio.

Dante y Lujuria se separaron.

-Podemos hacer más si quieres... Pero recuerda que antes tienes que ayudar a tu viejo amigo a recuperarse, ¿eh? Venga, ve.

"¿Amigo?" se preguntó mentalmente Lujuria, recordando a la antigua encarnación del homúnculo. Se parecían en algunas cosas, pero desde luego no se podía decir que se llevasen muy bien.

-Por cierto, ¿cuál es éste? Ahora no parece muy reconocible, pero creo que pese a ello tú lo sabes...

-Crees bien. Se llamaba Codicia.