Venganza
Envidia caminaba con Gula, dispuestos a encontrar un poco de comida para éste último. Normalmente era Lujuria el que lo acompañaba; tenía una relación más especial con él. Pero aún no había regresado, y después de todo Envidia tenía tanta sed de sangre como siempre. Para él era un placer hacer de sustituto.
Gula se detuvo y comenzó a olisquear el aire.
-¿Has encontrado algo?
-¡Comida!
-No te emociones, recuerda que tiene que ser un mendigo o similar. Deberíamos matar al menor número posible de personas influyentes, mal que me pese...
-¡Es una mujer!
Y apareció. No tenía aspecto de mendiga. Su rostro era una mezcla de rabia y dolor.
-Vaya... ¿Le sucede algo, amiga?
-El asesino de mi marido ha muerto, pero mi venganza no termina ahí. Quiero que todos y cada uno de vosotros muráis...
-Vaya...- sonrió- Bueno, veamos quién de nosotros es el que realmente va a morir.
La mujer sacó rápidamente un pañuelo de seda de su bolsillo e hizo con él una trasmutación. El suelo debajo de Envidia comenzó a temblar, y éste logró apartarse a tiempo para ver como surgía una estalagmita justo en el punto en el que había estado.
Gula se abalanzó sobre ella, relamiéndose.
-¡¡Comida!
Y una figura saltó del tejado de una casa cercana y aterrizó entre el homúnculo y la mujer.
-Cómete esto.
Un puñetazo golpeó a Gula en pleno rostro y éste retrocedió, asustado.
-Codicia, chico malo... Quieres que repita mis pequeños castigos, ¿verdad? Ningún problema.
Envidia sacó el hueso de dedo del bolsillo. Codicia sintió un escalofrío de temor, poco antes de sentir que sus articulaciones comenzaban a paralizarse.
-Marie...
Y esta vez funcionó. La mujer aprovechó la breve distracción del homúnculo para volver a realizar la transmutación. La estalagmita resultante atravesó a Envidia como ocurriera horas antes con Lujuria.
-No... ¿Cómo he podido ser tan estúpido? ¡Gula!
Éste no hizo nada. Estaba demasiado asustado. Nunca se había enfrentado a nadie tan poderoso.
La alquimista se acercó poco a poco a Envidia y le arrebató el hueso de la mano. Una transmutación y se había convertido en cenizas.
Sólo entonces reaccionó Gula. Se abalanzó sobre ella pero Codicia se interpuso de nuevo en su camino. Uno, dos, tres puñetazos.
La mujer empezó a dibujar el círculo alrededor de Envidia.
-No te saldrás con la tuya, puta.
-Ahora lo veremos.
Cuatro, cinco puñetazos. Las fuerzas de Gula empezaban a fallarle.
Y de repente una calavera salió despedida de la nada y aterrizó a los pies de Codicia. Éste se quedó tan paralizado que ni siquiera podía articular palabra. La mujer se detuvo.
-¿Qué demonios?...
-Dante sabía que el retraso de Lujuria no era normal. Sabía que algo ocurría.
La mujer se quedó helada. Aquella voz era familiar. Demasiado familiar.
-¿Ronald...?
-Sí, querida. Soy yo.
Y salió de las sombras. Era idéntico y al mismo tiempo distinto. Era y no era él...
-Te he echado de menos.
-No puede ser...
Gula se había recuperado. Se abalanzó sobre ella y esta vez Marie no recibió ninguna ayuda. Sus últimas palabras fueron un desgarrador grito que no tardó en apagarse.
-Bueno, parece que al final te hemos encontrado comida.
-Sácame de aquí, Soberbia.
-Oh, claro...
Y lo hizo. Envidia no tardó en recuperarse. Y miró al paralizado Codicia con una mueca de infinito odio.
-Te había hecho conocer el dolor. Ahora conocerás el infierno...
-Veo que no me necesitas más. Os dejaré a solas. Vamos a casa, Gula.
Éste obedeció, lamiéndose la sangre que se le escurría entre los labios.
Los gritos que surgieron después eran tan escalofriantes que despertaron a muchos vecinos. Estos llamaron a la policía, pero cuando ésta llegó todo había terminado.
Al día siguiente Envidia le contó a Dante donde había sellado a su antiguo compañero. Y cuando ésta le preguntó por qué no le había matado, le dijo que la respuesta era obvia. El infierno nunca dura una sola noche.
