Hola hermosuras!
¿Cómo se encuentran? Espero que estén muy muy bien, hoy en esta noche les traigo un nuevo cap con mucho amor para ustedes. Recuerden hacer pausas activas para descansar su ojitos.
Advertencia: puede contener lenguaje vulgar y no apto para menores.
Cómo ya saben y si no, les comento que el fic es AU y tiene OoC
Los personajes le pertenecen al sensual Hiro Mashima.
Bueno acá vamos.
Sabía que toda una vida no le bastaría para conocer el inframundo, conocía mejor que nadie que ese lugar tan basto y repleto de almas que se encontraban sufriendo, no lo lograría recorrer totalmente por sus propios medios. Por tanto, descubrir todos sus secretos era algo que le tardaría millones de años, agregando que era sumamente peligroso andar completamente sola por el lugar y más siendo un espécimen vivo con un cuerpo que ocupaba un lugar, un espacio, ese que muchas almas deseaban y que harían cualquier cosa para obtener.
Cuando llegó al inframundo desesperadamente buscaba una forma de escapar, de salir de ese deprimente y sombrío lugar, pero a medida que los meses pasaban y que sabía que no había nada que pudiera hacer, simplemente se había reasignado a vivir allí, limitándose a hacer sus tareas y a seguir con su vida aceptando su destino.
Y no era para menos, había tenido experiencias traumáticas por tratar de seguir sus planes de escape, en donde las almas más fuertes y malintencionadas le habían hecho daño físico intentando obtener su cuerpo, en una ocasión una había logrado romperle ambos brazos buscando que su alma abandonará el cuerpo para poder tomar el control, casi logrando que Juvia perdiera la batalla, sin embargo, Zeref la había protegido en cada una de esas situaciones, llegando Justo a tiempo para salvarla, reprendiéndola y llevándola nuevamente al castillo alejandola de todos los peligros.
Desde entonces era una chica obediente, sabía que le debía lealtad a Zeref y que el hecho de intentar escapar era una falta de respeto con aquel que había firmado el contrato, ese que firmó con sangre y que claramente expresaba que si él le salvaba la vida a Gray, ella le daría su alma a cambio, cosa que el dios del inframundo cumplió a cabalidad, por lo que Juvia debía cumplir con su parte, ayudándo a zeref con los quehaceres y haciéndole compañía, sin embargo, solo era una joven y ese extraño mundo donde ahora habitaba no era fácil de acostumbrarse.
Había tantas cosas de su mundo que extrañaba con todas sus fuerzas, como el sol, los cálidos rayos que le brindaban calor en su cuerpo sin pedir nada a cambio, su piel se había tornado mucho más blanca de lo que ya era y su cuerpo constantemente se encontraba amoratado por el horrible frío que le calaba los huesos todo el tiempo, ese que era provocado por las inumerables almas que habitaban el lugar, extrañaba la calidez, deseaba volver a sentir como el sol acariciaba su piel alejándola de ese frío que la hacia temblar.
También añoraba ver las múltiples lunas de Nekov, los hermosos atardeceres que pintaban el cielo de múltiples colores creando un deleite para sus ojos azules, sin embargo, esos ojos ahora solo veían escalas de grises y negros, los rastros de color eran efímeros ante su visión.
Cada día de su existencia pensaba en su vida en Nekov, en lo feliz que era antes de ser una reina, antes de conocer al humano. En lo bueno que se sentiría correr libre por aquel suelo de cristal de su mundo natal, en lo bonito que eran los animales y la lluvia, como extrañaba la lluvia.
Ella se había hecho a la idea de odiar a Gray por dejarla, por no dedicarle algún pensamiento, por simplemente hacer su vida sabiendo que ella estaba en el inframundo cambiando lugares con él, ya había pasado más de un año desde que había dejado Nekov, era doloroso para su corazón pensar en él, alguna vez llegó a imaginar que el Fullbuster podía aparecer en cualquier momento, diciéndole que se había quitado la vida solo para poder verla. Sí, de todo lo que extrañaba, él era lo primero en su lista, deseaba con todas las fuerzas de su corazón ver nuevamente sus ojos grises, su cabello, su sonrisa, esa que le había regalado muy pocas veces, extrañaba su piel, su respiración, sus caricias, sus besos, la forma en la que solo él podía hacerla temblar mientras le decía lo mucho que la deseaba y odiaba eso, con todas las fuerzas de su corazón, porque quería realmente odiarlo y arrancarlo de su interior, sabía que la había traicionado de la peor manera, que amaba a otra mujer y que por su culpa no había podido ser nunca más una reina, pero ahí estaban los tontos sentimientos clavados muy profundos en su ser, sabía que debía darles tiempo para que terminaran de abandonar su organismo, pues no sabía cómo Gray la había logrado superar tan rápido si para ella era tan difícil.
Pérdida en sus pensamientos acarició una de las tres cabezas de esa criatura que la cuidaba y que en ese preciso momento estaba descansando, sí, ese can que le servía a Zeref era el encargado de evitar que los muertos escaparan y que los vivos entraran, por eso, en el momento que la conoció casi acaba con su vida al descubrir que estaba viva, de no ser por Zeref que la protegió, estaría vagando en el inframundo como un alma en pena con muchos asuntos pendientes. Desde ahí el can le había cogido cierto cariño a la kamineko, no era de los que daba amor a otros, sin embargo, esa peli azul se le hacía tan familiar a su creadora que era imposible para la criatura por instinto no protegerla.
Ambos se encontraban sentados en un acantilado, ese sitio se había convertido en su lugar favorito, los días en que tenía algo de tiempo y que había terminado el arduo trabajo que Zeref le ordenaba, se sentaba en ese lugar, dejando que sus pies cayeran al vacío, siendo consciente que debía vigilar la pesa de su pie, ya que si por error esta se resbalaba, el peso de su cadena la haria caer al agua provocando que su cuerpo mortal se desintegraría acabando con su vida.
— Está vez lo lograré – Los ojos azules de la chica se desviaron al alma en pena que la visitaba constantemente, desde ese lugar pudo apreciar a una hermosa señorita que la saludaba desde el agua.
— ¿Ahora que harás? – Preguntó Juvia resignada.
— Viajaré al bosque del este, dicen que allí hay un escalera secreta que te subirá a la tierra, pero debes buscarla con el poder — de los sentimientos… -al principio Juvia se emocionaba e ilusionaba con cada una de las historias que Meredy le contaba, sin embargo, al percatarse que cada uno de los intentos de escape de esa pobre alma en pena se frustraban como los suyos, dejó de pensar en escapar, asegurándose de que su tonto corazón dejara de creer en ideas absurdas de libertad.
En los bastos registros de Zeref, Juvia había encontrado el historial de ella, Meredy era el último nombre que esa alma poseía, una humana buena y de corazón noble que fue asesinada de una manera terrible siendo muy joven por un grupo de humanos y eso le dejó cuentas pendientes a la muchacha, por tal motivo no había podido trascender a otra vida, una razón mas por la que Juvia odiará a los humanos.
Entonces desde que Meredy había despertado en el inframundo, múltiples veces había planeado salir de allí con el fin de vengarse de las personas que la habían lastimando. Sin embargo, la jovencita no era consciente del tiempo que había permanecido allí, no había caído en cuenta si quiera de que habían pasado casi doscientos años desde su trágica muerte y que las almas de las personas que la lastimaron se encontraban sufriendo por sus pecados en el inframundo.
Una vez intentó decirle a Meredy lo que había hallado, que debía dejar esas cuentas atrás y volver a renacer en otra vida, dejar a un lado la venganza que no le traerían nada bueno, sin embargo, fue fuertemente reprendida por Zeref, ya que ella no tenía permiso de guiar a las almas, ellas mismas debían darse cuenta y liberarse. Así que aunque sabía todo sobre ella, solo fingía no conocer nada al respecto, pues el dios de la muerte era tan temible cuando se enojaba, que no quería darle razones para que la castigara.
— ¿Crees que funcionará? – Le preguntó mientras veía como la muchacha asentía con la cabeza. Le seguía el juego.
— Pues si no vuelves a visitarme sabré que funcionó e iré a encontrar esa escalera para marcharme. – una de las cabezas del can se levantó mirándola con desconcierto, ella le sonrió y le acarició suavemente.
— Sabes que es imposible escapar de acá – Le dijo para tranquilizarlo, susurrándole para que Meredy no la escuchará, el can asintió y volvió a su lugar al lado de Juvia.
— Buena suerte – Le gritó Juvia, solo esperaba que la chica encontrará la luz, esa que Juvia no encontraría jamás porque estaba destinada a permanecer toda la eternidad al lado de zeref.
— Gracias. Por cierto feliz cumpleaños. – Juvia abrió sus ojos sorprendida.
— ¿Cómo sabes que es mi cumpleaños? – Meredy sonrió y le lanzó una rosa que después de varios intentos llegó a su destino al lado de la muchacha.
— No la toques hasta que no se haya secado, los vivos no pueden tocar esta agua…. – La peli azul observó la flor mientras sentía como su corazón nuevamente dolía, desde que había llegado al inframundo había tratado de contar el tiempo que había pasado, era una tarea difícil y si sus cálculos no se equivocan ese día era su cumpleaños y ahí estaba ella confirmando sus sospechas, odiaba que ese día fuera su cumpleaños.
— ¿Cómo lo supe? Eres hija de zeref, todas las almas saben que es importante. – Juvia mordió su labio inferior ahogando los recuerdos de cada uno de sus cumpleaños, convenciéndose en que como esos tiempos no volverían, no celebraría su cumpleaños de nuevo.
— Tengo su sangre eso no significa que sea su hija. – Dijo restándole importancia al tema de su cumpleaños. Sus ojos ya no podían liberar su dolor, las lagrimas parecían habérsele acabado, se encontraba resignada y sin esperanzas. No había llorado desde hace mucho tiempo y aunque tenía un dolor que le oprimía fuertemente el pecho, no se resbaló ninguna lágrima rebelde de esos ojos que ya no tenían alegria alguna.
— Es lo mismo, eres su hija. He escuchado que los seres que le venden su alma a Zeref son torturados terriblemente, pero tú estás acá, sana y salva. – Juvia asintió, ni ella misma entendía porque Zeref no la golpeaba o la torturaba, era claro que le daba mucho trabajo que cumplir, pero nunca se había propasado con ella.
— Estar aquí es la peor de las torturas – Dijo la chica sincerándose mientras sus ojos no se despegaban de aquella rosa.
— Se que alguna vez escaparemos. – Intentó darle ánimos el alma.
Sabes que nunca me iré de acá – Dijo ella mientras colocaba un mechón de su cabello tras su oreja.
— Lyon me contó una leyenda de su pueblo natal, en ella decía que en los eclipses se puede traer a los que habitan el inframundo, si alguien del mundo de los vivos renuncia a una cantidad considerable de años de vida, haciendo un ritual puede llevarnos de vuelta. – Juvia vio en dirección a la chica, esa leyenda se encontraba en los registros de zeref por lo cual era real, sin embargo, no la había considerado por el pequeño detalle de que nadie la queria devuelta en el mundo de los vivos. Además no estaba segura si funcionaría cuando el contrato decía que su alma por la eternidad le pertenecía a Zeref.
— Nadie en el mundo de los vivos haría eso por mi. -Meredy conocía la historia de Juvia, desde que vio que era un ser vivo decicidió acercarse por curiosidad, sin embargo, después de meses de charlas podía decir que la conocía bastante bien.
— Ese tal Gray es un tarado, pero te prometo que si puedo volver al mundo de los vivos te llevare de vuelta en el próximo eclipse. No me importaría renunciar a unos cuantos años si con eso puedo salvarte - Juvia asintió tratando de seguirle la idea a Meredy, sabía que la única forma de que esa pobre alma volviera al mundo de los vivos era que dejara sus cuentas pendientes atrás y volviera a nacer, sin embargo, sabía que ya no la recordaría en su próxima vida, así que no tendría sentido ilusionarse con dicha promesa.
— Recuerda siempre ir a la luz – dijo. Sabiendo que era lo único que podía decir al respecto.
— ¡Juvia! – el estruendo provocado por la voz de Zeref había sido tan fuerte que el alma de la mujer rápidamente se escondió en el agua huyendo a gran velocidad del lugar. La chica se levantó despidiéndose de ella con un ademán de su mano, tomó la rosa entre las manos tomándola por la parte que se encontraba seca. Lentamente y acompañada del can volvió al castillo de Zeref con la pesa arrastrándose por el suelo. Sabía mejor que nadie que no debía ilusionarse porque nada ni nadie cambiaría su destino. "solo espero que seas libre" – Susurró deseando la libertad de esa alma.
— ¿Me necesitaba su majestad? – Hizo una reverencia al estar frente a él y su mirada penetrante se clavó en ella.
— Te he dicho cientos de veces que no hables con Meredy, te llena la cabeza de estupidas e inalcanzables ideas de libertad.
— Solo es una pobre alma confundida, me agrada hablar con ella. Perdóneme por molestarlo su majestad – Y la reverencia fue mucho más notable al decir esas palabras.
— Eso no tiene importancia ahora, no te llamaba para eso, es tu cumpleaños, se que cuando eras princesa te daban muchos regalos, así que dime cuál es tu deseo. – Juvia abrió sus ojos grandemente, se irguió para verlo al rostro y tratar de comprender las palabras de Zeref. Pensando que se trataba de algún tipo de juego.
— Lo que Juvia más desea con su corazón usted no se lo dará, así que no tiene sentido pedir algo que no es viable. – el peli negro asintió dándole la razón.
— No te daré la libertad, Juvia. Vas a acompañarme por la eternidad aquí, pídeme cualquier otra cosa y te la daré. – Sabia entonces a parte de su libertad que otra cosa deseaba.
— Su majestad, si no es mucho pedir, deseo que ayude a Meredy a encontrar la luz. – Podía considerarla su única amiga, era el único ser con el que hablaba en el inframundo, sabía que su partida le dolería demasiado, pero aun así quería que dejará de estar perdida en ese lugar tan oscuro y que fuera feliz en otra vida.
La sorpresa en el rostro de Zeref se hizo visible con su expresión, pues pensaba que iba a pedir algo para ella o en su defecto para su amado Gray. Juvia no dejaba de sorprenderlo.
— Lo haré porque es tu deseo. – Vió como en ese instante una luz muy brillante salía disparada hacia el techo, escapándose de su vista. "Se feliz" gesticuló Juvia hacia la chica que había logrado hallar la luz.
— Gracias, muchas gracias, su majestad. – le regaló una nueva reverencia y mordió su labio inferior intentando calmar el dolor que se había alojado en su corazón, deseando por esos segundos ser esa alma que había alcanzado la luz.
— Juvia, Se que lo que más desea tu corazón es a ese humano desagradable, ese despreciable traidor y te lo consederé porque pediste algo completamente desinteresado y ayudaste a alguien diferente de ti, eso debe ser recompensado. – Juvia abrió sus ojos azules grandemente acercándose a la lacrima que empezaba a brillar mostrando imágenes, sus pupilas se dilataron al ver a su chico, el lugar a su alrededor no lo reconocía por lo que debía tratarse de la tierra, sonrió por primera vez en muchos meses, sin embargo, su corazón se apretujó de inmediato al ver a una chica pelirroja que aparecía en la escena, su ser se destruyó al ver como su pelinegro acariciaba el vientre de la mujer que parecía estar en el quinto mes de gestación, se cayó al piso pues sus pies no tenían la fuerza suficiente para mantenerla en pie mientras su masoquista ser no despegaba sus ojos de la imagen, comprobando por ella misma lo feliz que era su hombre sin su presencia.
— No quería mostrarte esto, pero creo que es necesario que lo veas con tus propios ojos para que te olvides de cualquier idea de libretad que Meredy haya implantado en ti, él no te está esperando, mucho menos tus hermanas, serias una piedra en el zapato para la reina Lucy. – Juvia cerró los ojos mientras Zeref esbozaba una sonrisa maligna, escuchando aquel sonido proveniente del momento exacto del corazón de Juvia al quebrarse, aún más de lo que ya estaba. En el suelo mordió su labio inferior llevando sus manos a sus ojos, no, no había nada, sus lágrimas ya no caían pero su interior se estaba fracturando lenta y dolorosamente.
— Gracias por mi regalo de cumpleaños, su majestad. – Se levantó, hizo una reverencia y caminó hacia su habitación, apretó la rosa que tenía en sus manos clavándose las espinas, haciendo que la sangre apareciera sin remedio y se derramara por el lugar.
Era legal, odiaba el día de su cumpleaños, pero detestaba más la sonrisa que vio en el rostro de aquellos padres jóvenes. Envidió a la pelirroja, sabía que ese era su lugar, ese debía haber sido su hijo, ese era su hombre, esa pudo haber sido su vida feliz. Y ya no había otra oportunidad para ella, por lo cual no sería su chica en otra vida y eso la hacía enloquecer, no, ya no era la kamineko buena de antes, ahora su cuerpo tenía sentimientos negativos de envidia y desesperación, de odio y desprecio. Nadie sería el mismo después de vivir la desesperanza del Hades, ningún ser vivo podría aguantar sin enloquecer allí.
Zeref sonrió satisfecho por lo que acababa de hacer y al escuchar claramente como Juvia gritaba descontrolada y destruía las cosas en su habitación aventándoles con rabia, era un ser maligno, disfrutaba del dolor, se deleitaba al sentir como la tristeza inundaba la luz.
Cambio la imagen de la lacrima a la realidad, para encontrarse a un Gray con cientos de libros apilados y unos cuantos desordenados, con sellos mágicos en el suelo y en las paredes, con ojeras en sus ojos demostrando que no había descansado en semanas, ese que no se había dado por vencido desde que supo que ella había hecho esa estupidez de cambiar de lugares en el Hades.
— Gray – Vió como Natsu aparecía en la escena, se deleitaba el doble al ver el sufrimiento en el rostro del pelirosado que al igual que el Fullbuster había perdido a su kamineko.
— La reina Wendy quiere verte. – Gray asintió dejando el lugar, Natsu levantó una hoja del suelo al asegurarse que el humano había salido de la biblioteca del castillo dejándolo solo, en el papel vio una extraña fórmula matemática y muchos símbolos mágicos, se concentró en el resultado final.
"Total de años = 15"
Zeref sonrió. — Humano, nunca podrás llevartela así me entregues todos tus inútiles años de vida. – quitó esa molesta imagen de su vista y se concentró en el papeleo de su escritorio.
— Los humanos son tan ingenuos. – Rio fuertemente mientras seguía escuchando a la joven gritando en desesperación desde su habitación, hizo caso omiso a los gritos, pues ya se había acostumbrado a los chillidos de las almas y eso era como música para sus oídos.
Nekov, un año y unos cuantos meses antes.
No dudó un solo segundo en prestarle su ayuda al joven, ni siquiera pensó en las consecuencias que podía acarrear para si mismo la oferta que le brindaba al humano, desesperadamente, con todo lo que estaba en su poder haría cualquier cosa para alejar al joven de ella, de su princesa.
— ¿Qué acabas de decir? – El humano debía estar completamente seguro de lo que acababa de escuchar, rápidamente sus ojos grises se dirigieron a los del Kamineko que se encontraba dispuesto a ayudarlo a cumplir sus deseos.
— Se que no quieres estar acá, puedo devolverte a la tierra. – Desconfianza, fue el primer sentimiento que se alojó en su cuerpo, sabía que debía eliminar cualquier ilusión y pensar fríamente sin dejarse llevar por cualquier impulso, ya que ese peli azul que se encontraba frente a él era un desconocido, un sirviente, podría tratarse de una trampa, pues era más que obvio que servía a las kamineko con lealtad. Por estrictas órdenes de la reina podría estar actuando, lo que lo llevaría a un castigo seguro, se tocó su pierna recordando que a la kamineko no le temblaría la mano para hacerle daño. La voz de su conciencia le indicó en ese preciso instante, que debía desconfiar de cada uno de ellos, no creía en Juvia del todo, mucho menos lo haría en ese sirviente.
Pensó en ese instante que beneficio obtendría ese kamineko ayudándolo, no llegó ninguna conclusión a su mente, por tanto, no podía revelar su plan, era más que obvio que deseaba volver a la tierra, sin embargo, lo haría sin ayuda de nadie o en su defecto, sin ayuda de ningún kamineko.
— No quería. – Pronunció viéndolo al rostro, pendiente de cada reacción que pudiera emitir su cuerpo que le diera un indicio. — pero eso que acaba de pasar entre los dos me hizo cambiar de opinión, ella, hermano, es una diosa dándome placer. – Y entonces pudo notar, aunque fue por un efímero segundo, como el peli azul se enfurecía por las palabras que acababa de decir Gray, se dio cuenta enseguida que ese kamineko estaba interesado en la heredera al trono y no precisamente por el poder, se trataba más de un interés amoroso por Juvia.
— No me iré a la tierra a ser un don nadie, cuando seré el rey de este mundo – Sonrió sarcásticamente dejándole en claro sus propósitos, sabía que si se quedaba podía lograr hasta que terminaran con la práctica retrógrada de hurtar niños, privándolos de su libertad y obligándolos a ser objeto sexual de las kamineko. Su regreso a la tierra iba a tardar, primero se encargaría de hacer justicia y que más que con su mujer en el poder para lograrlo.
— Esa kamineko y ser rey es una oportunidad que no pienso desaprovechar. – Recitó finalmente logrando que Jellal perdiera la paciencia.
— Ella no es una oportunidad o un objeto del cual se pueda aprovechar. – Gray desordenó sus cabellos para mirarlo con superioridad. Le molestaba de sobremanera que ese ser frente a él si quiera tuviera el valor de enfrentarlo.
— ¿No me puedo aprovechar? ¿Me estás retando o algo por el estilo? Solo mírame hacerlo, usaré a Juvia para cumplir mis ideales, cuando ya no obtenga ningún beneficio de ella, la seguiré manteniendo a mi lado como la esposa fiel que debe ser solo para que jamás corra a tus brazos. – vió el momento extracto en el que sus manos se volvieron puños, sí, vio venir el puñetazo estrellándose en su mejilla.
— ¡Maldito humano asqueroso! – repetía Jellal una y otra vez mientras Gray yacía en el suelo recibiendo las patadas del peliazul que le golpeaban la espalda y el vientre. El Fullbuster divirtiéndose de la situación, emitía carcajadas que hacían enfurecer más y más a Jellal.
— Juvia es mía, cada noche de ahora en adelante será mi nombre el que grite en la intimidad. – No, no tenía la menor idea porque continuaba provocando al kamineko. Le estaban doliendo sus golpes, pero era más que obvio que no iba a dejarse, devolvió el ataque con su pie en todo el rostro del kamineko, estaba totalmente lastimado, pero no le importaba en lo más mínimo, esa pelea ahora se trataba de una discusión entre machos y a ninguno de los dos le interesaba detenerse.
— No permiteré que lastime a mi Juvia. – Gray sonrió ante las declaraciones del kamineko. ¿Su Juvia? En pocas horas se casaría con ella, la Loxar dejaría de estar del alcance del sirviente, tal vez nunca estuvo a su alcance y eso era lo que más mortificaba al Fernandes.
— A Juvia le gusta que se lo haga duro. Muy fuerte, me pide que la lastime más y más mientras me tiene en su interior. – sin control alguno el kamineko que claramente era mucho más fuerte que él lo dejó en el suelo, con su cuerpo lo inmovilizó y tomándolo del cuello lo apretó con claras intenciones de asesinarlo, estaba fuera de si, nunca antes había perdido el control de esa manera. Gray con todas las fuerzas intentó quitárselo de encima, inútilmente, ya que aunque pataleara no podía quitarlo de su cuello, entonces sintió entre sus manos el mechón de cabello que la kamineko la había dado anteriormente, sintiendo como el aire no le llegaba adecuadamente a sus pulmones.
— Juvia, sálvame. – Pronunció, con debilidad, casi perdiendo la conciencia.
— ¿Qué está sucediendo? – La menor de las herederas ingresó súbitamente en la habitación, inmediatamente Jellal se levantó al ver a la princesa para inclinarse y hacer una reverencia. El muchacho en el suelo hizo todo lo que estaba a su alcance para tomar una bocanada de aire, por instinto llevó sus manos a su cuello tratando de aliviar el dolor.
— Princesa, Wendy….yo … - y no tenía la menor idea de que decir, ella misma lo había visto casi asesinando al humano.
— ¿Te has vuelto completamente loco? Ese hombre que ibas a asesinar es el encargado de continuar con el linaje real.
— Él insultó a la princesa Juvia, planea lastimarla.
— Él dijo que si desaparecía podía tener a Juvia solo para él. – Como pudo habló débilmente y entre cortado, haciéndose la victima. Ocultando todo lo que había pasado y las verdaderas razones de la pelea. Su voz se escuchaba ronca y sus ojos se habían tornado algo rojos.
— ¡Guardias! – gritó la princesa llamando la atención de aquellos que la acompañaban y custodiaban.
— Lleven a Jellal al calabozo, debe reflexionar por lo que acaba de hacer. — el kamineko era prácticamente su hermano, ambos habían crecido en el mismo lugar, en la misma casa, conocía los sentimientos de Jellal hacia Juvia, pero sabía que él era una buena persona, por lo que en ese instante dudó en decirle a la reina lo que había acabado de presenciar. Tenía miedo de que algo terrible le pudiera hacer esa kamineko a la cual llamaba madre a él.
— Consígale a mi hermana dos guardias ya que él no la cuidara por un tiempo, además cubran al humano, esta desnudo. – Gray supo entonces que cada orden que impartía cualquier a de las tres, ya fuera Juvia, Lucy o Wendy era prontamente acatada y cumplida a mayor brevedad posible.
Se dedicó a conocer a la princesa, a la menor de las tres. Lucia como una jovencita de doce años con cabello largo y azul, mucho más oscuro que el de su kamineko. No era muy alta, tenía ojos cafés y no se acercó al joven hasta que los guardias cubrieron la desnudez del muchacho.
— ¿Te encuentras bien? - la vio agachándose y ayudándole, negó con la cabeza, necesitaba unos minutos para reincorporarse.
— ¡Tráiganme un botiquín! – Exclamó la princesa al verificar que tenía algunas heridas pero lo más grave había sido la falta de oxígeno.
— Humano, trata de respirar.- Gray siguió el consejo de Wendy para con dificultad inhalar y exhalar.
— ¿Pueden dejarme a solas con el humano? – Los guardias asintieron y esperaron a la princesa en la puerta. Ella por su parte revisó al joven y verificó con sus propios ojos la gravedad de sus heridas.
— Mi madre era doctora, así que se muchas cosas de medicina. – prontamente la muchacha curó las heridas de Gray mientras él permanecía en el suelo.
— ¿Qué es esto? – Wendy intentó tomar el mechón de cabello de Juvia que Gray sostenía en su mano.
— Es mío. Ella me lo obsequió porque se lo pedí. – Gray alejó del campo de visión el mechón de cabello, Wendy ladeó su cabeza algo extrañada. Sin embargo, no le dio importancia, creyó que era una de las muchas tradiciones humanas que no entendía.
— Gray Fullbuster, no le mencionaré a Juvia ni a nadie lo que acabo de ver, solo para evitarte un castigo.
— Pero el empezó – afirmó tratándose de defender.
— No importa quien haya empezado, pelearse o hacer semejantes escenas no es digno de un humano que será coronado junto a mi hermana. – lo reprendió haciendo que Gray pusiera sus ojos en blanco.
— No diré nada ya que mi madre te castigaría horriblemente, pero a cambio deseo algo de ti. – Los ojos grises del joven se posaron prontamente en la princesa.
— ¿Qué quieres de mi? – Preguntó curioso.
— He leído tu expediente, Gray, Gray Fullbuster. Se que eres un humano problemático y rebelde, que no te importan los castigos o las opiniones de los demás. Empero, hoy es el día más importante en la vida de mi hermana, por lo que a cambio de mi silencio debes prometerme que no la avergonzaras y que harás todo lo que debe haber un esposo normal.
— ¿Y si no lo hago? – La retó únicamente para ver su reacción.
— ¿Si no lo haces? Lastimarás a Juvia y ella .. humano ella, es tu otro lado del hilo. – El Fullbuster rió sarcásticamente por la afirmación de Wendy.
— Princesa, esos son cuentos de hadas. La única razón por la cual estoy aquí es ser usado para hacerle hijos a su futura reina. Ella no me ama ni yo a ella y jamás será así. – Desde pequeña a Wendy le habían enseñado a no discutir, a no gastar sus palabras en seres que no iban a apreciarlas, para ella Gray se encontraba completamente cegado y estaba segura que muy pronto iba a descubrir que no eran cuentos de hadas como él lo llamaba. Que se enamoraría perdidamente de Juvia y que le daría la razón.
— Tu ropa es esa que está colgada en ese gancho, báñate y alístate. – Se levantó del suelo para acomodar su vestido y caminar a la puerta.
— No deseo ser tu amiga, pero como la princesa que soy es mi deber aconsejar a los habitantes de Nekov, te recuerdo que no estás en la tierra, aquí es muy diferente, en tu castillo no eras torturado, en Nekov hasta nosotras las princesas somos reprendidas. No le des razones a nuestra madre para hacerte daño. – el joven desvió su mirada a otro lado totalmente fastidiado por las palabras de ella, vio como sin más Wendy se iba del lugar para dejarlo completamente solo. Se levantó y fue al baño, si planeaba ser rey de Nekov debía primero casarse con la princesa.
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— Señor, ya lo están esperando. – Su atención se dirigió a la voz que sonaba del otro lado de la puerta, se revisó en el espejo sintiéndose completamente ridículo por el atuendo que llevaba puesto, respiró profundo y abrió la puerta, se veía extremadamente guapo y elegante, sin embargo, definitivamente no era su estilo.
— ¿Qué tengo que hacer? – le preguntó a un kamineko macho que en ese momento le hacía reverencia. Se extrañó de sobremanera al ver como se agachaba en su presencia.
— Yo lo guío, cuando llegué a la estatua de Mavis debe esperar a la princesa Juvia allí. – Caminó por el largo pasillo hasta encontrarse con la puerta de la habitación de Juvia donde se detuvo por unos segundos, respiró hondamente al saber que ella estaba allí y que ambos debían estar listos para esa estúpido casamiento.
—?Por favor siga por acá – Gray asintió para continuar con su camino, se detuvo en el inicio de aquellas escaleras cuando escuchó la voz de un kamineko que anunciaba su presencia.
— Con ustedes Gray Fullbuster, futuro rey de Nekov. – no daba crédito a lo que sus ojos veían, todos al unísono le habían hecho una reverencia, a él, un simple humano. Buscó con sus ojos la estatua de Mavis, y prontamente la halló, era bastante grande y hermosa la escultura. Una muchacha rubia con cabellos largos y rubios era representada en un cristal que brillaba situada en el centro de un gran salón.
Pudo distinguir a Natsu en ese lugar haciéndole una reverencia y apresuró su paso, no le gustaba ser el centro de atención, pero por tener el poder podía soportarlo.
— ¡Levántate idiota! Eres mi amigo, no me reverencies. – Natsu tenía una boba sonrisa en la cara, estaba tan feliz que no se cambiaba por nadie.
— Vas a ser el rey, debo mostrar mi respeto.
— Un rey de adorno, recuerda que todas las decisiones las toma la reina. – Resopló para alojar sus manos en los bolsillos de su traje. Le molestaba la sonrisa de Natsu, le enfurecía que él se encontrará feliz en ese lugar.
— ¿De que te ríes, idiota?
— Dejé de ser virgen. – pronunció con orgullo mientras Gray negaba en desaprobación al conocer la razón de la evidente felicidad de su amigo.
— Felicidades – pronunció sin darle importancia.
— ¿Cómo estuvo para ti? – y no pudo sostenerle la mirada a su mejor amigo, no podía contestar esa pregunta cuando entre Juvia y él no había pasado absolutamente nada
— Estuvo bien. – Atinó a decir, agradeciendo que en ese instante apareciera Lucy y toda su atención se posará en ella.
— Con ustedes la segunda en sucesión, Lucy Heartfilia. – y Natsu no pudo evitar abrir su boca de la sorpresa al ver a la hermosa kamineko que aparecía en el campo de visión de los presentes, sus ojos en ese instante podían emitir un destello al presenciar tanta belleza. Estaba completamente encantado con ella y sus mejillas con el mismo tono del color de su cabello lo delataban, sintió como Gray le cerraba la boca con la mano logrando que se mordiera la lengua con sus dientes y escuchando la risa de su amigo por la travesura cometida. Se inclinó y con su mano inclinó la cabeza de Gray que no había mostrado sus respetos.
El muchacho odiaba inclinarse ante alguien y vio como el jovencito ponía una rodilla en el suelo y le besaba la mano a la chica que había llegado ante su presencia después de caminar por unos largos segundos.
— Te agradezco el haberme escogido como tu esposo. – Sonrió Natsu que ante la mirada burlona de Gray le demostró a Lucy que estaba perdido ante su belleza.
— Eres todo lo que esperaba – y el pelinegro no creía lo que acababa de escuchar, Lucy había cambiado de actitud con su mejor amigo y le sonría con inocencia que camuflaba algo de picardía y complicidad.
Se percató enseguida de que todos al unísono hacían una reverencia mucho más marcada de la que le habían hecho a Lucy, Natsu inmediatamente le agachó la cabeza al joven con su mano bruscamente mientras el mismo se agachaba demostrando su respeto ante la futura gobernante de Nekov. Lucy ni siquiera se inmutó al ver a su hermana, se cruzó de brazos viéndola con desaprobación.
— ¡Atención! la princesa Juvia Loxar. Heredera al trono de Nekov, hace su aparición, muestren sus respetos. – Gray subió la mirada levemente hacia el piso de arriba, para hallar a una hermosa jovencita que se preparaba para bajar las escaleras y así encontrarse con los invitados de su fiesta.
Los ojos grises del joven quedaron completamente cautivados, siguiendo cada paso que la muchacha daba, hipnotizado al ver como con ternura saludaba a la gente delicadamente con un gesto de su mano, confirmando lo hermosa que era.
Su vestido lucia increíblemente irreal, claramente resaltaba notablemente entre los presentes posicionándose como el vestido más hermoso y único, ese que había sido creado exclusivamente para ella. Parecía estar hecho de hielo mismo con incrustaciones de las más hermosas piedras preciosas recolectadas en todo el universo, esas que se alojaban en el borde del corsé marcando su pequeña cintura y sus enormes pechos, las mangas y parte de su clavícula se cubrían con la más fina transparencia, allí estaban unas cuantas pequeñas y perfectas mariposas creadas con la más costosa y especial tela. En el lugar que finalizaba el corsé, iniciaba la falda estilo princesa que parecía ser una cascada que al moverse hacía ilusión de agua cayendo. Su cabeza la adornaba una corona con piedras preciosas azules que estaban perfectamente distribuidas y adecuadamente alineadas. Que decir de sus zapatillas de cristal que se ajustaban perfectamente a la forma de su pie. Su cabello estaba organizado en una trenza que se camuflaba con su largo cabello suelto en ondas perfectas. En pocas palabras, Juvia lucia como una deidad en Nekov.
Gray siquiera estaba respirando, no era porque la chica estuviera emitiendo luz, no se trataba del vestido en sí, el carisma de la joven la hacía parecer una estrella, la más hermosa y brillante de todas.
Los presentes a medida que la kamineko pasaba se levantaban. Caminó en dirección a Gray el cual se había levantado y la observaba fijamente. Estaba seguro que ese latir tan fuerte en su corazón no era porque la chica superara todos los estándares de belleza o porque estuviera a punto de casarse con ella, estaba tan consternado que tan solo con un día de conocerla su corazón latiera con semejante fuerza al solo verla, que le asustaba demasiado terminar aceptando todo lo que le habían hecho creer durante su vida, en su infancia, todo acerca del famoso hilo rojo.
Ella por su parte estaba completamente nerviosa, asustada, iba a casarse en ese instante con un completo desconocido, sin embargo, trató que cada paso fuera seguro y no diera ninguno en falso. Escuchó como Lucy bufaba para darle la espalda a la princesa y concentrarse en la estatua de Mavis que brillaba con hermosos destellos de colores.
— Estás hermosa, Lucy. Eres la más hermosa de todas aquí. – Le sonrió el Dragneel que había notado que su kamineko estaba completamente enojada por toda la atención que estaba recibiendo la princesa.
— Lo sé – Dijo ella, esbozando una ligera sonrisa a su humano.
Gray pudo ver entre los invitados a Wendy con un vestido impresionante y elegancia exquisita. Las palabras de ella volvieron a su mente, sabía que era un día importante para Juvia, tenía que ganarse a la joven si planeaba gobernar a través de ella. Repitió exactamente el gesto de su compañero arrodillándose con una pierna, tomó la mano de la joven y la besó. Juvia abriendo sus ojos con sorpresa sonrió tiernamente.
— Gracias esposo mío, por favor levántate. – Lo ayudó a levantarse e inmediatamente dirigió su cuerpo al de Lucy haciéndole una pequeña reverencia.
— Te ves hermosa, hermana. Felicitaciones por tu matrimonio. – Lucy gruñó mostrando sus grandes colmillos sin responder nada. Juvia miró hacia al frente tratando de ignorar aquel gesto.
— Les agradezco a todos desde el fondo de mi corazón su presencia en el castillo. Espero que todo sea de su agrado. – sonrió la muchacha, entrecruzando los dedos de su mano con los de Gray. No le agradaba el contacto físico, no le gustaba su traje o todas las personas allí presentes, no apretó su mano, pero tampoco la apartó, trato de aguantar todo eso sin rebeldías.
La joven con dificultad se agachó y todos siguieron su gesto, Gray empezaba a odiar eso de las reverencias, no creía poderse acostumbrar a eso, pero junto a Juvia agachó su cabeza mientras decían el nombre de la reina.
La kamineko llegó a la presencia de ambas parejas, detrás de ella llegaron unas jóvenes kamineko con dos pares de pulseras de oro.
El silencio en el lugar era increíble, ese que fue roto segundos después por una hermosa melodía de arpa interpretada por una kamineko de hermoso vestido. Juvia entonces tomó las pulseras de las almohadillas donde reposaban, era su turno para hablar, solo esperaba recordar los votos que habría escrito y no sonar nerviosa.
Si, Gray sabía que en ese momento ella iba a recitar palabras para él, que ese era su casamiento, que de ahora en adelante debía usar esas pulseras y que eso significaba solo una cosa, que ambos se encontraban casados. Era una tradición corta, que consistía en decirse sus votos, solo esperaba no vomitar en ese instante.
— Gray Fullbuster, frente a la reina Porlyusica tercera y todos nuestros invitados aquí presentes, testigos de nuestra unión, te obsequio estás pulseras que representan el vínculo que poseemos gracias al hilo rojo del destino. – suavemente le acomodó una pulsera en la muñeca tapando su nombre mientras recitaba sus votos. — Solo he convivido unas cuantas horas contigo, pero descubrí, en el mismo instante que te vi, que antes de nuestros nacimientos estábamos destinados para estar juntos. – El Fullbuster negó en su cabeza, estaba pensando seriamente que a las kamineko les lavaban el cerebro desde pequeñas para decir semejantes cosas. Pensaba que era una mentirosa, pero no la interrumpiría, no delante de todos los presentes.
— Gray, te prometó que te amaré, mas que a mi propia vida y que por ti, si el destino lo requiere, sería capaz de ir al mismo inframundo para protegerte. Se que nuestro amor será tan fuerte que así estemos en mundos diferentes no se extinguirá. – Él la observó incrédulo, solo quería que se acabara ese irracional momento, que Juvia dejara de decir tales cosas, que no decidierá por él cuando era claro que no se enamoraría de ella.
— Te daré hijas e hijos fuertes y me encargaré de que sean nekovianos de bien. Estaré a tu lado siempre que me necesites y te acompañaré en la salud y en la enfermedad, en la felicidad y en la adversidad. – Tomó suavemente aire abrochándole la segunda pulsera en su muñeca. — Es mi esperanza, que me ames y me guíes con el fin de tener la capacidad de gobernar este mundo con inteligencia y paciencia. Deseo ser una parte esencial de ti, que me necesites a tal punto de no poder vivir si no estoy a tu lado, espero firmemente que al decir que te amo me correspondas. Gracias por escucharme y por ser mi esposo.
Gray entendió que era el final de sus votos, no sonrió, ni siquiera se inmutó, sabía que lo que seguía era sellar sus votos con un beso.
— Cuidado con mi nariz – Susurró el joven a la kamineko, la cual sonrió liberando un poco la tensión y estrés que sentía.
— Lo tendré – se adueño de los los labios del muchacho, puramente, Gray cerró sus ojos correspondiendo al dulce y corto beso de la joven para luego ver como ella se alejaba de él y los aplausos inundaban sus oídos.
— ¿Me permites esta pieza? – Gray se concentró en la mano estirada de Juvia, la tomó y la siguió hasta la mitad del salón, recordó que en la tierra le habían indicado que en las clases altas de la sociedad nekoviana bailaban una pieza, solo esperaba no pisarla y caer al suelo.
Gray recordaba cada uno de los pasos del baile, hizo una reverencia elegante a la muchacha para luego unir el dorso de su mano con el de ella elevándolo a la altura de su rostro, sus ojos se conectaron, ella lucia tan inocente y hermosa para él, desde ahí no dejaron de observarse el uno al otro sin emitir una sola palabra.
Juvia movía suavemente su cintura de un lado a otro al ritmo de la música, Gray le arrancó un suspiro al poner su mano en la mitad de su espalda atrayéndola hacia él. Ella sonrió mostrando su hermosa dentadura y así empezó a dar vueltas mientras Gray la atrapaba, la guiaba, la seguía con experticia y distinción, delicadamente y con estilo la cabeza de Juvia se inclinaba levemente, el vestido de la joven al dar vueltas emitía una ilusión para los presentes, casi como si el agua cayera y las piedras en su vestido creaban los copos de nieve que caían en ese momento afuera del castillo.
Sus pasos cuando caminaban estaban perfectamente sincronizados y trataba de no despegar sus ojos grises de esos azules color del océano. Respiró profundo y la tomó fuertemente de la cintura, levantándola y dándole una vuelta en el aire. La bajó y le tomó la mano para nuevamente seguir dando vueltas con ella.
— Eres un excelente bailarín, esposo mío. – Le susurró en su oído para ver cómo llegaba al final del baile después de unas cuentas vueltas y él la sostenía de la cintura.
Los ojos grises escanearon a los presentes que los aplaudían muy orgullosos, sus ojos grises se dirigieron rápidamente a su amigo peli rosado que de encontraba blanco como un papel.
— Ayúdame – Leyó en los labios de Natsu, Gray sonrió malévolo, recordó que el Dragneel tenía dos pies izquierdos y que en cada ensayo se caía y pisaba a su pareja. El baile de Natsu iba a disfrutarlo.
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El kamineko se encontraba sentado en el suelo de la celda, en la oscuridad y humedad de ese frío lugar había reflexionado como Wendy se lo había ordenado y llegó a la conclusión de que volvería a romperle la cara a ese idiota con tal de defender a Juvia.
Escuchó un ruido que llamó su atención y pasos que se acercaban a su celda, el miedo corrió por cada una de las células de su cuerpo al ver a la misma reina que lo visitaba en tal lugar. Se puso en sus rodillas en señal de respeto.
— Su majestad. – pronunció poniendo el rostro en el suelo. — Le suplico me perdone por lo qué pasó.
— Cumpliste tu deber, por lo que no aceptare que solicites mi perdón, conozco tu lealtad hacia Juvia, es inquebrantable, por tanto, quiero que hagas algo por su bienestar… – El joven asintió con su cabeza sin siquiera dudarlo. — Deseo que asesines a ese humano asqueroso, deseo que extermines a Gray Fullbuster.
Este capítulo me quedó algo largo, si llegaron hasta aquí se los agradezco profundamente por leerme. Contestaré sus hermosos reviews:
Lymar Vastya: Hola, hola, hola. Sí, estoy de vuelta con este fic, espero que te haya gustado el cap, poco a poco iré revelando cositas de ellos en las cápsulas del tiempo, esta vez no revelé mucho, solo que Zeref le miente a Juvia para hacerla sufrir. Muchas gracias por tu review, te mando un súper beso. Psicológico cuídate demasiado, te quiero.
KassfromVenus: Holis, perdóname por abandonar tanto esta historia, pero sentí la necesidad de retomarla, espero que te haya gustado mucho el capítulo. Cuídate muchísimo.
Yuki05: Hola, creo que fuiste la que me motivó a escribir este capítulo, sabes? A veces siento qué hay poca gente que lee ahora el gruvia, y se que así sean una o dos personas vale la pena seguir escribiendo, el primer chosen la dejé llena de Lemmon y cositas varias, este fic es más trágico pero si pienso ponerle sensualidad así Gray sea un aguafiestas testarudo. Juvia daría todo por su Gray, ella simplemente sabe que toda su vida es ese pelo negro, pero ahora saben que Gray está haciendo su mayor esfuerzo por encontrarla, Lucy, bueno la pobre Lucy. Jellal siente algo más que amistad por Juvia, esperemos que no cometa una locura y me encanta que ya no seas tan fantasma, porque como te dije anteriormente sentí en serio como un impulso para escribir. Cuídate mucho, te mando un besote psicológico. Gracias por escribir.
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Cuídense mucho, no salgan a la calle si no es estrictamente necesario, sigan las recomendaciones de sus gobiernos. Los quiero.
