Navidad

Las vacaciones de Navidad habían traído un melancólico ambiente a las mazmorras.

Causaba verdadera pena la ignorancia de Harry hacia su propia persona. Su amistad con Hermione comenzó por la lástima que había sentido hacia la pobre niña sin amigos, y aun así no había advertido que él mismo también era un extraño en su propia Casa.

La obsesión por la Cámara Secreta lo había mantenido alejado de ese hecho. Pero ahora que el asunto quedó zanjado y que ella se había marchado con sus padres muggles, por primera vez se sintió completamente solo.

Si hubiera sabido lo triste que era vagar por los pasillos desiertos del Castillo, hubiera soportado la mirada fría de su padre y aceptado volver a casa para Navidad.

- Vengo a recoger un envío. Mi nombre es Harry Potter- dijo a uno de los prefectos. Así era la Navidad en la Sala Común de Slytherin, sin adornos, sin luces, sin regalos debajo del árbol

El tipo lo miró directo a los ojos, queriendo intimidarlo, todos los paquetes no reclamados pasarían a ser suyos al final de las vacaciones.

- Aquí está- dijo al cabo de unos segundos- Ahora márchate, estoy ocupado

Pero el tipo no dejó de observarlo. Quería ver si tenía la fuerza para cargar el paquete. Harry simplemente sacó su varita y levitó la enorme caja, ganándose la mirada hosca del prefecto.

- Quiero comprar algo de Hogsmeade- dijo Harry- Una maqueta de Hogwarts de unos cincuenta centímetros de altura, sin hechizos de movimiento y no es necesario que sea exacta en su interior. Solo quiero un adorno

El prefecto farfulló algo cómo "estúpido niño rico" antes de contestar.

- Ocho galeones. Nueve si quieres enviarlo como regalo a alguien

Harry le entregó un montoncito de monedas de oro, un pequeño papel con una dirección y una tarjeta dedicatoria. El prefecto revisó que todo estuviera correcto y asintió.

Hasta que no hubo entrado a su dormitorio, Harry siguió repitiendo en su cabeza el último comentario del sujeto: "Nueve galeones en una sangre sucia, que desperdicio".

Solo la perspectiva de abrir sus regalos le dio algo de tolerancia.

El primero fue el de su padre.

James había enviado, como supuso, una pequeña bolsa de galeones. Unos quince, lo común en una familia rica. Lo dejó a un lado y continuó con el siguiente.

El segundo era de su tío Remus. Era bastante bueno, no podía negarlo. Después de todo, la publicidad afirmaba que era el regalo perfecto para un estudiante de primer año. Un kit tamaño mediano destinado al cuidado de una varita.

Su madre le había enviado dos obsequios. El más grande y bellamente envuelto en papel de regalo era una nueva jaula plateada. Dentro de ella había dos caperuzas de cetrería, una para Hedwig y otra de tamaño real para él, solo que ninguna de ellas llegaban a tapar los ojos.

- Mira pequeña, hay algo para ti

La propia Hedwig, con las plumas erizadas, voló emocionada y capturó su regalo con el pico. Harry no pudo evitar darle un poco de tocino y cololarle la caperuza sobre su cabeza.

Sin embargo, cuando se puso la suya por simple curiosidad, sorprendentemente pudo ver a través de los ojos de Hedwig. Sin dudas, a partir de ahora la sacaría a volar mucho más seguido.

El segundo regalo, también de su madre, eran un talismán de madera con un grabado que recordaba a un atrapa sueños muggle. La nota pegada a un lado decía que con él podría disfrutar sueños lúcidos todas las noches, y que nunca tendría pesadillas.

Harry sonrió. Es por esto que le encantaban sus cumpleaños y otras fiestas. A Lily le encantaba crear sus obsequios, y era muy buena en ello.

Hermione le había enviado una gran caja de ranas de chocolate. Así como una tarjeta navideña que las familias enviaban a parientes lejanos. Fue muy gracioso verla vestida como un duende de Santa Claus, pero con una dentadura falsa que la hacía parecer uno de los duendes de Gringotts.

En su risa, Harry levantó la mirada un momento y la soledad de la habitación lo volvió a golpear.

- ¿Qué sucede pequeña? ¿Quieres salir a volar?- dijo mientras Hedwig saltaba sobre su hombro y juntos se disponían a salir al jardín


El Castillo, con sus entreverados pasajes, era imposible de vigilar por completo. Harry normalmente necesitaba solo un poco de esfuerzo para escabullirse de las rondas de los profesores y prefectos.

La aprensión a compartir los secretos de la Cámara con Hermione, y luego el miedo a ser devorado si iba completamente solo, lo había mantenido alejado del lugar. Pero algo había cambiado las cosas.

Días tras día en los que, luego de doblar una esquina o adentrarse en pasillos poco concurridos, llegaba a escuchar vagos murmullos viniendo de la nada lo hicieron darse cuenta de los peligros de permanecer revolcándose en su miseria. Reconocería donde fuera ese ligerísimo estremecimiento en el aire y el irritante sonido de la tela arrastrándose por el suelo.

Gerald también había rechazado regresar a casa por Navidad. Y estaba poniendo mucho más esfuerzo en el misterio de la trampilla.

Harry fingió no notar su presencia. Solo después de acelerar el paso y dar varios desvíos aleatorios, se sintió lo suficiente seguro como para descender.

Lo primero que hizo al llegar a la Sala de los Accesos, que era como había nombrado al cuarto a donde desembocaban los toboganes, fue verificar que los once sickles siguieran en los mismos puntos donde los dispuso. Era su única forma de comprobar que su hermano todavía no hubiera logrado entrar.

Quizá fuera patético. Pero no disponía de otros métodos, desconocía cómo realizar hechizos de alarma.

Varios minutos después atravesó el cuarto del Basilisco y por fin, luego de casi dos meses desde que descubrió por primera vez la entrada a la Cámara Secreta, pudo alcanzar la última sala.

Era muy diferente a cualquier habitación que hubiera visto. La luz que alumbraba los altos anaqueles que llenaban el lugar no provenía de ninguna antorcha o candelabro, pero tampoco de tubos en el techo como acostumbraban hacer los muggles. En vez de eso cada ladrillo en los muros irradiaba una fosforescencia suave y prístina.

Y los anaqueles, simplemente imponentes. Tan altos que rozaban el techo a más de siete metros de altura. Tan repletos de libros, botellas, esculturas, jarrones y artefactos desconocidos que si le dieran a Harry toda una vida, probablemente no podría revisar ni la décima parte.

Pero lo que verdaderamente se robaba la atención era la ostentosa pintura de Salazar Slytherin cubriendo toda una pared. No el anciano Salazar Slytherin de los libros, sino un joven de treinta años con el cabello largo, negro y brillante como el carbón antracita. Era tan artificialmente apuesto que Harry sospechó que no era una representación fidedigna.

De pronto los ojos de la pintura parecieron moverse, saliendo de un largo letargo y, sin enfocarse por completo, procedieron a revisar la habitación.

- Tom, ¿has vuelto?

Harry ahogó un grito. Había visto pinturas que hablaban, pero nunca antes un mural tan vivo. Daba la sensación que esta pseudo conciencia no solo habitaba en la imagen, sino en cada centímetro de las paredes, piso y techo.

- No soy Tom… Señor

- ¿No?- Salazar Slytherin se quedó callado durante unos segundos antes de preguntar- ¿En qué año estamos?


Salazar Slytherin era en realidad bastante agradable desde el punto de vista de Harry, es decir, si ignorabas sus ideas de superioridad racial.

- Una segunda guerra… tan lamentable. ¿Por qué Tom haría algo como eso?- dijo Salazar luego de que Harry le pusiera al día con los acontecimientos del último medio siglo

- Quizá Voldemort no sea Tom

- Ja- Salazar rio despreciativamente- No niño. Yo mismo le ayudé a elegir ese nombre

Harry se movió incómodo, había estado sentado en el suelo por más de dos horas y le estaba empezando a doler el trasero.

- Dime Harry, ¿cómo encontraste mi Cámara de los Secretos?

- Encontré tallados de serpientes en algunos lugares de la escuela, la lengua parsel surgió por sí sola en cierto punto

- Igual que Tom. Sí, ambos son muy similares- a diferencia de la mayoría de personas, Salazar no transicionaba de ninguna forma, simplemente cambiaba de tema sin aviso- No habrás revelado la ubicación de esta cámara a nadie, ¿verdad?

- Solo a una amiga, ella me ayudó a llegar hasta aquí. Pero a nadie más. Este lugar tiene muy mala fama, al igual que el Parsel

- Bien. Puesto que Tom ha encontrado su final, bien podría hacerte mi heredero y que cumplas la misión que yo…- Salazar Slytherin se quedó callado mirando al vacío durante un largo rato

- ¿Cuál misión?

Una tristeza magna oscureció sus ojos. Como si viera a miles de magos brillantes convertirse en polvo por el paso del tiempo.

- Ya no importa. Mi sangre corre por tus venas, así que mi línea todavía vivirá muchos siglos más…

Harry no pudo evitar mirar a su alrededor. Lo que más deseaba era revisar de pies a cabeza el lugar por su propia cuenta y encontrar algo que valiera la pena, no seguir los sueños de otra persona.

- ¿Pero porque querría ser tu heredero?

- ¡Muchacho insolente!- gritó indignado Salazar, pero un instante después su expresión adquirió una falsa apatía- ¿Crees que no he visto a cientos de niños como tú? ¿Con ese brillo de ambición en los ojos? Has estado contemplando mi estudio como si ansiaras saquear mi conocimiento. Pues te digo mocoso que el noventa por ciento de los libros aquí son basura, simples señuelos atestados de datos falsos. Examínalos por tu cuenta y estarás muerto en tres días

Harry pensó: "Viejo loco". Pero no le cabía la menor duda de que decía la verdad.

- Me disculpo señor fundador. Hablé sin pensar. Me sentiría muy alagado si me brindara su orientación

- Vaya, parece que solo eres obediente cuando estás asustado. No perdamos más tiempo. ¿En qué tipo de magia destacas? ¿Antes de descubrir mi Cámara en qué trabajo pensabas desperdiciar tu vida?

Harry se quedó callado. Hace apenas cuatro meses compró su primera varita, ¿cómo demonios iba a saber eso? Era decente en todas las clases, sí, pero en ninguna era el mejor ni de lejos.

- Vamos niño. ¿Poder, habilidad, agilidad? ¿Acaso inteligencia? ¿Eres carismático, bueno en convencer personas? ¿Alguna mutación útil? ¿Sabes magia de curación?

- …

Harry parpadeó dos veces sin saber que decir. Su expresión le recordó a Salazar a los pollos que usaban en su época para las clases de transfiguración.

- Lo pondré sencillo. ¿Cuál es el hechizo que mejor dominas?

Harry por fin reaccionó. Sacó su varita, pronunció "Lacarnum inflamarae" y de inmediato disparó un chorro de fuego azul hacia el suelo de piedra.

- Bueno. Algo es algo- dijo reclinándose en el sillón de la pintura mientras estimaba el potencial de Harry- Supongo que lo bueno de un lienzo en blanco es que puede pintarse de infinitas formas. Por suerte para ti, conozco varios rituales que pueden "incentivar" el talento.
Por ejemplo, podríamos reemplazar tus huesos por algunos materiales que sean buenos conductores de magia. O quizá insertar algunas fibras de corazón de dragón dentro de tus órganos, aunque la médula ósea también es algo con lo que valdría la pena jugar. O tal vez…- conforme seguía lanzando propuestas una tras otra, cada vez con más entusiasmo, Harry no pudo evitar retroceder unos pasos-… sí, también podríamos modificar tus ojos. Dime, ¿qué clase de mascota tienes? ¿Siguen permitiendo halcones en el colegio?

- Espera, espera- interrumpió Harry- ¿No hay otros métodos? Escuché que existían algunas técnicas de respiración que pueden…

- ¿Técnicas de respiración? ¿Qué eres? ¿Una niñita asustada?

- Solo digo que…- Harry extendió los brazos para darle más peso a sus palabras- entre los escritos de este gigantesco estudio, seguramente debe haber algún ritual que no implique una carnicería y un terrible sufrimiento

Salazar dio un suspiro cansado y empezó a acariciarse la barba.

- Sí. Creo que sí. Rowena inventó un ritual para tener la piel siempre suave y perfumada- explicó mientras señalaba con los dedos a una esquina alejada, como quien le indica a un perro donde está la pelota

- No estoy jugando- reclamó Harry

- Bien por ti. Pero el camino de un mago está lleno de sacrificios. Solo soportar un poco de dolor ya es considerado una ganga extremadamente buena. Ahí fuera hay incontables magos con aptitudes excelentes dedicando toda su vida a la investigación y desarrollo de una magia propia, y aun así es probable que nunca cristalicen algo de valor.
En este lugar no solo se guardan los mejores éxitos de mi vida, sino también las más grandes obras en las que los cuatro fundadores trabajamos hasta el final de nuestros días. Y tú lloriqueas por un poco de dolor. Si tus ambiciones no son lo suficientemente fuertes, es mejor que te marches de aquí

Harry respiró hondo mientras aguantaba un sollozo. Debemos recordar que a fin de cuentas era un niño rico siempre protegido detrás de los muros de una mansión. Hasta ese día ningún adulto le había hablado con tanta brusquedad.

- Mi familia posee el derecho de herencia sobre dos señorías y no me cabe la menor duda de que ninguna será transmitida a mí. Todo el esfuerzo que he puesto en ingresar a la Cámara es únicamente para reclamar el lugar que me corresponde. Haré lo que sea

Harry tenía la mirada baja y no notó a Salazar sonriendo de forma maligna. Si le dieran un galeón cada vez que hubiera manipulado a un niño apelando a su ambición,… tendría dos galeones.

- Por experiencia sé que solo existen dos formas de convertirse en un gran mago. O te especializas en aquello que eres bueno o eliminas por completo tus mayores debilidades. Cualquier intento de abarcar muchas ramas de la magia te llevará al fracaso. Pero en tu caso, como todavía no has madurado lo suficiente como para descubrir tus aptitudes, intentaremos algo diferente

Salazar lo guió a través de un laberinto sin sentido de estanterías hasta una esquina humedecida. Ahí, en una pila de libros idénticos, se escondía un hermoso libro cuyas hojas eran de plata y las letras de oro. Incluso sin magia era seguro suponer que resistiría miles de años sin deteriorarse.

Pesaba más que el propio Harry, así que solo pudo levitarlo un poco antes de que se resignara a arrastrarlo. Le tomó casi media hora llevarlo hasta el centro de la habitación.

- Mira bien niño. Siente la frialdad del metal en tus dedos.

Sudando, Harry ojeó el libro apreciativamente, buscando cualquier indicio de magia oscura.

- ¿Supongo que Voldemort también aprendió de este libro?

La expresión digna de Salazar Slytherin se volvió hosca.

- No. La magia de este libro no concordaba con sus metas. Él decidió confiar en su talento innato y escribir su propio camino

Harry sintió resentimiento ante la palabra "talento innato". Evocaba siempre la imagen de Gerald.

- Enséñame entonces

- Jajaja, ese es el espíritu. Este libro solo contiene un único ritual- expuso teatralmente- El Ritual de las Maldiciones Primigenias. Dime, ¿qué sabes sobre los maleficios primigenios?, creo que deberías conocerlos cómo imperdonables

Como era de suponer, Harry volvió a quedarse callado.

- Oh casi lo olvido, primer año. No importa- Salazar Slytherin acomodó sus finas túnicas, preparándose para un discurso largo y detallado- Los maleficios imperdonables son los únicos maleficios que existen por sí mismos. Incluso si los magos olvidaran de la noche a la mañana todo lo que saben y los libros desaparecieran, eventualmente estos maleficios volverían a abrirse camino en nuestras mentes. Todos poseen una altísima ley, y por ello son imposibles de bloquear, resistir o remover.
El más conocido es el Avada Kedavra- continuó su monólogo, disfrutando volver a enseñar luego de tanto tiempo- Permite matar a tu enemigo sin dolor ni daño en el cuerpo. Es clasificado como primigenio porque muchos magos la descubrieron independientemente uno del otro a lo largo de la historia, generalmente en el punto álgido de una guerra. Es complicadísimo de aprender ya que la primera vez requiere un inmenso deseo de matar. Sin embargo, una vez aprendido puede ser lanzado con facilidad

En la pintura, Salazar sacó su varita y agitó su mano lentamente cómo si estuviera instruyendo los movimientos adecuados.

- Eso es horrible- dijo Harry, sintiendo dentro de sí un asco instintivo

- Es muy desagradable, sí. Cómo dije, está profundamente asociado al punto más álgido de la guerra, donde cada mago de un bando anhela con todas sus fuerzas acabar con la vida de sus enemigos

Harry negó con la cabeza, quería despejar su mente de un recuerdo que parecía surgir de lo más profundo de su memoria, donde el llanto de tres niños componía una sinfonía llena de terror.

- Me tengo que ir, pronto será el toque de queda y necesito volver a mi dormitorio

Salazar pareció decepcionado y un poco arrepentido de haber iniciado con la maldición asesina. A veces olvidaba lo impresionables que eran los niños. Suspiró y estuvo de acuerdo a pesar que su reloj interno le indicó que todavía tenían tiempo.

- Puedes irte. Intenta estudiar por ti mismo las otras maldiciones, pero no dejes que los profesores vean lo que lees durante sus clases

- Volveré mañana, estamos de vacaciones por Navidad

Pero Harry no volvió al día siguiente. Ni tampoco el día que le siguió.

Cuando preguntó a Adrián Pucey, en el comedor, donde podría encontrar información, supo lo que sus padres le habían escondido todo este tiempo: su hermano Charles había muerto debido al Avada Kedavra. Neville, un tímido Gryffindor, los había escuchado por casualidad y le aconsejó a Harry no investigar algo tan espantoso.

Sabía que necesitaba del conocimiento de Salazar, pero cada vez que pensaba en el Avada Kedabra sus recuerdos se volvían más y más enloquecedores. Era como sentir que una parte de sí fuera arrancada, como si la muerte de Charles significara su propia muerte.

Y lo más aterrador era que, en sus recuerdos, la muerte no se sentía como ser expulsado del mundo de los vivos, sino la destrucción de todo lo que existía.

No fue hasta el termino de las vacaciones y el regreso de Hermione que su ambición, su orgullo y su curiosidad pudo superar su miedo.


PD: Se agradecen las reviews