Semejantes

Gerald miró a sus alrededores, confirmando que ninguna de las enfermeras se encontraba en la habitación y, a continuación, se irguió un poco hasta adquirir una postura recostada. Se encontraba en una de las camas de hospital en San Mungo, en uno de los cuartos privados que podían permitirse las familias pudientes.

El procedimiento para eliminar las quemaduras había consistido en cubrir todo su cuerpo en una gran cantidad de pasta medicinal. Un procedimiento eficiente y rápido, pero el cual necesitó que los curanderos indujeran un estado de coma durante tres días.

Apenas desde esta madrugada estaba consiente, pero desearía no estarlo. No considerando todo lo que había pasado durante esos días.

Levantó uno de los periódicos amontonados en su mesita de noche. Era de los pocos medios de entretenimiento en el mundo mágico y no se le negaba a nadie, ni siquiera en el hospital.

En la escuela Hogwarts, algo está pasando. Escribe Rita Skeeter, desde el lugar de los hechos. El escándalo sin precedentes ocurrido el pasado sábado sigue ocasionando problemas para el actual director del colegio, Albus Dumbledore. Ayer, a primera hora de la mañana, se vio obligado a solicitar al Consejo Escolar un permiso para ausentarse de sus labores por un periodo de veinte días no consecutivos. Según declara el director: «El Ministerio ha solicitado mis servicios para llevar a cabo labores de naturaleza plenamente política».

Sin embargo, a la fecha de esta publicación, no ha especificado los servicios que estaría llevando a cabo, por lo que es lógico preguntarse: ¿Acaso el Ministerio estará intentando alejar a Albus Dumbledore mientras nuestros calificados aurores realizan las pericias necesarias? O más importante aún: ¿Qué otros peligros potenciales encontrarán en los terrenos escolares?

Cuando se le preguntó sobre los rumores de dragones ilegales siendo criados con fines económicos, la subdirectora Minerva McGonagall pareció sumamente perturbada y, en opinión de esta reportera, asustada ante la posibilidad de perder su empleo si hablaba de forma negativa del director.

Por otra parte, durante una conversación con el guardabosque del colegio, accidentalmente nos reveló…

Gerald arrojó el periódico a un lado. Podía imaginarse la horrible entrevista que debió hacerle a Hagrid. La forma en la que él intentaría defender a Dumbledore argumentando lo encantadores que eran los dragones, solo para que Rita Skeeter lo personificara en su artículo como un semi gigante violento y sin sentido común.

Golpeó con su puño la cama, imaginando que se trataba del rostro de Draco. Lo odiaba, lo odiaba con todas sus fuerzas. Odiaba la forma sucia en la que lo venció. Odiaba cómo fue obligado a pelear de forma defensiva, sin oportunidad de responder. Odiaba a Draco, lo odiaba…

Gerald suspiró con desánimo.

No odiaba a Draco. Se odiaba a sí mismo por ser tan débil. Durante mucho tiempo quiso demostrarle al mundo que él era más que solo "El niño que vivió", pero ahora la realidad lo había golpeado. Él solo era un título vacío.

Había sido derrotado antes, por supuesto que sí. Pero siempre por adultos o jóvenes mucho mayores que él. E incluso en esas situaciones podía concebir en su mente un nuevo enfoque con el que obtener una revancha.

Esta vez era diferente. Cada vez que se imaginaba en aquel oscuro pasillo de la torre de astronomía, con su varita en mano y al enjaulado Norberto detrás de él; siempre era derrotado, sin importar las decisiones que tomara.

- Hola hijo, ¿cómo estás?

James Potter entró por la puerta, sosteniendo la varita de Gerald entre sus dedos

- Pude conseguir que los doctores me la entregaran, pensé que querrías tenerla lo más pronto posible

- Gracias papá. Estoy bien- respondió Gerald, cogiendo su varita y logrando conjurar unas pocas chispas plateadas

- ¿Recuerdas lo que pasó?

- No del todo, pero me voy haciendo una buena idea- dijo apuntando a los periódicos- debes estar decepcionado de mi

- Para nada. Hagrid fue a hablar con el director y sabemos los motivos que debiste tener. Ni tu madre ni yo estamos enojados- soltó una pequeña risa indiscreta- Si supieras todo lo que yo hice a tu edad

Gerald solo asintió.

- ¿Realmente estás bien? Pareces pensativo. Sabes que puedes contarme lo que sea

- Sí, lo sé… Es solo que…- dudó en decirle la verdad- No es nada.

James conocía demasiado bien a su hijo como para creerle. Y por esa misma razón supo que era mala idea enfrentarlo. A veces era mejor… algo más directo.

- Quizá sea más fácil si no me lo dices con palabras- James sacó su propia varita. Veintiocho centímetros y medio, hecha de caoba y excelente para transformaciones. Aunque quizá no tan buena para lo que estaba a punto de hacer- ¿Puedo?

Gerald asintió y lo miró a los ojos.

- ¡Legilimancia!

Y de pronto todos los sucesos concernientes al duelo aparecieron en la mente de James. Así como la angustia, la adrenalina, el cansancio… y los sentimientos de derrota.

- Ya lo viste. Eso no fue una simple derrota, no pude ni siquiera responder

James sacudió la cabeza en negativa

- Él tenía demasiadas ventajas. Te obligó a gastar magia de forma inútil, no podías retirarte ni avanzar, estabas en un espacio estrecho, él podía cubrirse en todo momento en las escaleras de caracol. Y lo más importante, desconocías por completo sus técnicas de…

- ¡Eso no cambia el hecho que me mandó a San Mungo!

James colocó una mano sobre su hombro, reconfortándolo.

- No hijo, no fue Draco el que te lastimó de esa manera. Si fuera así no me hubieran importado las palabras de Dumbledore, no descansaría hasta que lo expulsaran de la escuela

- ¿No fue él?- Gerald volvió a revisar sus memorias. Lo último que recordaba era estar arrodillado, sin fuerzas para seguir sosteniendo su varita. Luego una luz brillante lo envolvió todo- ¿El dragón?

James sonrió gentilmente, pero volvió a negar.

- Cerca, pero no. Fue la harina. Es algo que ocurre cuando hay polvo suspendido en el aire y se prende una chispa. Las partículas diminutas se encienden y provocan una explosión. De hecho, fue una suerte que el principal lesionado fuera el dragón

- ¡Eso significa que la capa…!- exclamó sorprendido

- Está a salvo. La tengo conmigo

Gerald sonrió. Feliz de no haber perdido una herencia familiar, pero un segundo después se dio cuenta de que eso no cambiaba en nada su derrota.

- No reconocí la técnica que usó Draco- dijo Gerald, queriendo cambiar de tema y viendo como su padre parecía volver a preocuparse

- Sí. No es algo que ninguno de nosotros pensó en enseñarte. Aquello era "Los Siete Pasos de Ziretal". Fue algo muy popular hace cien años. Bastante sencillo de aprender y muy eficiente en duelos. Se enseñaba durante el segundo año, pero debido a su peligrosidad se movió al quinto año. Sin embargo, para muchachos de 15 o 16, disparar siete veces seguidas en rápida sucesión era algo que podían lograr sin necesidad de aprender esa técnica, así que quedó en desuso

- ¿Tiene puntos flacos?

- Todo tiene sus pros y sus contras. Según recuerdo, esta técnica permite disparar siete hechizos en rápida sucesión, cada uno más fuerte que el anterior en un 20%. Pero una vez el usuario ha empezado a ejecutarla, no puede detenerse hasta disparar siete veces. Tampoco es capaz de cambiar el tipo de hechizo que está lanzando ni moverse mientras dispara.
No debes sentirte mal, hijo. Una derrota la tenemos todos. Ya sabes lo que dice Dumbledore: "Un mago mediocre se hunde en su derrota, un buen mago la supera, y uno excelente aprende de ella"- dijo mientras sonreía con complicidad y hacía un gesto con el mentón, indicándole que volviera a intentarlo

Gerald entendió el mensaje. Cogió su varita y cerró los ojos. Volvió una vez más a la torre de astronomía, Draco frente a él, Norberto tras de sí y Ron inconsciente a un lado.

Pero esta vez no intentó ganar en un choque directo.

Se vio a sí mismo retrocediendo hasta ponerse a cubierto detrás de la jaula, amenazando a Draco con liberar a Norberto, usando Accio para poner a salvo a Ron, recuperando poco a poco el aliento y arrastrando la pelea… Entonces, luego de varios minutos, aprovechaba que Draco no podía moverse para levantar un fuerte escudo y correr directo hacia él.

Cerró la distancia. Draco a solo un par de metros, sin posibilidad de escapar y dejando inútil los siete pasos de quien sabe quién.

Abrió los ojos, emocionado. Quería contarle a su padre sus ideas y preguntarle su opinión, pero en la silla solo se encontraba una pequeña caja no más grande que una cesta de mimbre. Dentro, sin daño ni mancha, se hallaba su capa de invisibilidad.

Gerald sonrió. No había perdido la confianza de su padre.

Colocó la capa de vuelta en la caja y la puso en su mesita de noche. Libre de su aflicción y con la mente mucho más centrada, volvió a coger el periódico y continuó leyendo.

Por otra parte, durante una conversación con el guardabosque del colegio, accidentalmente nos reveló el descubrimiento de múltiples cadáveres de unicornio desangrados en las profundidades del bosque prohibido. Sus intentos de atrapar al animal atacante no han dado ningún fruto y…

Mientras leía ese párrafo, en aquellos breves instantes en que pasaba de la molestia por el sensacionalismo a la extrañeza por las palabras de Hagrid, dentro de su mente pequeños fragmentos de información se vieron iluminados por la luz de la verdad.

De pronto las piezas encajaron. Y todo se volvió simultáneamente más claro a la vez que más sombrío.

La falta de rastros en las trampas de Hagrid. La extraña forma de moverse de Snape. Su pasado como mortífago. Sus motivos para robar la piedra filosofal. El elixir de la vida eterna. La sangre de unicornio…

…Voldemort.


Harry ajustó el nivel de inclinación de uno de los sillones de su sala común y procedió a sentarse. Sacó una copia de la Guía de Transformaciones para Principiantes, retomando la página donde se quedó el día anterior.

Dos semanas habían pasado desde el escándalo del dragón, y de vez en cuando todavía se escuchaba a uno que otro alumno añadiendo nueva información a los rumores.

En contra de lo que supuso, la situación dentro del colegio no cambió demasiado. A pesar que los profesores vigilaban con mayor esmero luego del toque de queda, los castigos no se habían vuelto más graves. Probablemente para disimular la muestra de favoritismo hacia Gerald, el cual no fue castigado de ninguna forma.

- No te desconcentres- reprendió la voz de Hermione dentro de su cabeza

Harry volvió a fijar su vista apresuradamente en las Leyes de Gamp. La conexión mental era mucho más impresionante de lo que estimó. No solo era capaz de enviar y recibir mensajes como si se tratara de una lechuza, sino que también permitía compartir información en tiempo real.

Ahora mismo, por ejemplo, Hermione se encontraba en la sala común de Gryffindor leyendo exactamente las mismas líneas que él. Lo que provocaba no solo una continua sensación de deja vu, sino también un aumento descomunal en la velocidad de lectura y aprendizaje.

Algo muy útil considerando lo mucho que se habían retrasado en sus estudios regulares y la terminante negativa de Hermione a pasarle las respuestas.

- Te sigues distrayendo- dijo Hermione, bajando el libro un poco exasperada

- Lo siento, lo siento

- Los exámenes finales son en diez semanas y apenas estamos empezando. Si no nos esforzamos podríamos repetir el año y…

La conexión pareció interrumpirse por unos segundos.

- Hermione, ¿estás bien?

- Sí… sí, no te preocupes. Te llamo después

Harry cerró el libro mientras sonreía. Era gracioso como Hermione trataba la conexión como una llamada telefónica.

Sin nada que hacer, buscó su varita dentro de su túnica e hizo algunos movimientos con ella. Casi de inmediato un grupo de siete carpas imperiadas desde hace mucho respondieron a su llamado y nadaron en complicados patrones al otro lado del ventanal subacuático.

Con una práctica estricta, se había vuelto mucho más sencillo controlar los animales. Tan sencillo que a veces Harry se permitía soñar con los grandes beneficios que obtendría si usara el Imperius sobre sus compañeros. Con lo acaudalados que eran los Slytherin, solo bastarían unos pocos movimientos de varita para reunir fondos e iniciar un nuevo proyecto.

Era un buen sueño, pero lamentablemente imposible de llevarlo a la realidad.

Teóricamente el Imperius era indetectable, pero en la práctica los magos habían inventado decenas de formas de detectarlo. Los aurores, por ejemplo, acostumbraban aislar al sospechoso, entregarle una poción alucinatoria e indicarle que se la bebiera.

Una persona normal no tendría dificultades para obedecer, pero una persona imperiada se resistiría con uñas y dientes, pues sabría que sería incapaz de llevar a cabo su misión sufriendo alucinaciones.

El procedimiento dentro de las familias nobles era mucho más directo (e ilegal): Si sospechaban que alguien estaba imperiado, lanzaban otro Imperio y detectaban el inevitable conflicto entre ambas maldiciones.

Aunque, por otra parte, nadie vigilaba a adultos "capaces de defenderse solos".

- ¡Harry! ¡Responde, es urgente!

Harry se incorporó de un salto, ganando la atención indeseada de otros Slytherin.

- ¿Qué sucede?- preguntó angustiado, preparándose para correr en su ayuda

- Es tú hermano. Acaba de pedir mi cooperación para encantar un instrumento musical. Estoy bastante segura de que piensa usarlo para dormir al perro de tres cabezas

El cuerpo de Harry se relajó de inmediato. Sabía que todavía se encontraba por detrás de Gerald, y que tarde o temprano tendría que enfrentarse a él. Pero el Imperius era una carta tan absoluta que, en comparación, las travesuras de su hermano resultaban irrelevantes.

- Bueno. No creo que debamos preocuparnos. Ha estado interesado en eso desde hace meses y nunca…

- ¡Esta vez es diferente! Parecía desesperado por atravesar la trampilla a cualquier costo. Se ofreció a incluirme en su grupo de amigos a cambio de mi ayuda. Tu hermano ha averiguado algo que antes no sabía. Créeme, hay algo muy valioso ahí abajo… puede que al mismo nivel que la Cámara Secreta

- Salazar nos dijo que no hay nada en ese lugar

- Hace mil años quizá, pero quien sabe lo que los directores posteriores escondieron en el castillo

Harry indicó a los peces que se dispersaran y empezó a marchar fuera de las mazmorras.

Sí. Era posible. Más de veinte directores habían dirigido Hogwarts, todos ellos sobresalientes (y por lo tanto un poco locos) en un aspecto u otro de la magia. Contando a estudiantes brillantes que volvieran como maestros, padres o simplemente como visitantes, era extraño que a ninguno se le ocurriera dejar alguna recompensa para las futuras generaciones.

De hecho, era posible que otros fundadores aparte de Salazar también dejaran herencias.

Los trabajos que llevaron en colaboración se encontraban en la Cámara. Pero investigaciones exclusivas, hallazgos que hicieran por su propia cuenta y que no compartieran con nadie, bien podrían haberse escondido en otro lugar del castillo. En espera de su respectivo heredero.

- Está bien. Me estas convenciendo. ¿Qué tan ansioso parecía cuando solicitó tu ayuda?

Hermione se mordió las uñas mientras trataba de recordar su conversación. Desde el principio Gerald había tomado la iniciativa, dirigiendo el rumbo de la conversación con una forma de hablar sincera y encantadora.

Había obligado a Ron Weasley a disculparse como una forma de iniciar una conversación, a pesar de la obvia vergüenza de su amigo. Y luego continuado proponiéndole una "excelente oportunidad de ganar nuevos amigos", colocando las cosas que siempre quiso al alcance de la mano. Si no fuera porque Harry le había contado historias y prometido cosas mucho más valiosas (cosas que de verdad podía cumplir), hubiera aceptado de inmediato.

Por fin comprendía porque Harry se sentía tan amenazado por su hermano: No solo su magia, sino también su postura, vestimenta, personalidad, forma de hablar… Gerald era impecable en absolutamente todo.

Excepto por sus ojos. Ella conocía esos ojos. Tan llenos de determinación casi obsesiva y tan sumamente extraños de ver en un niño.

- Tenía la misma mirada que tú- respondió Hermione

Harry se agarró el puente de la nariz mientras su mente corría a través de muchos escenarios. ¿De verdad existía algo a la altura del Ritual de los Primigenios? ¿O acaso era una excusa para intentar apartar a Hermione de él? ¿Era posible que Draco hubiera mencionado su nombre durante su duelo? ¿Gerald tenía sospechas? ¿Cuál de las esas alternativas resultaba más peligrosa? ¿Valía la pena arriesgar a Hermione para averiguarlo?

- A parte de ti, ¿ha pedido ayuda a otras personas?

- No lo sé. Quizá a sus amigos- hizo una pausa larga- Ahora mismo está sentado en una mesa con sus compañeros de cuarto, Susan Bones y creo que una de las gemelas Patil. Pero lo he visto reunirse seguido con estudiantes de tercero… de hecho es muy cercano a Cedric Diggory

Harry se detuvo en seco.

Si existía alguien en Hogwarts que superara en popularidad a Gerald, ese sería "Diggory el Hermoso". Ese chico también había recibido instrucción directa de Dumbledore, incluso lo había visto un par de veces durante las fiestas en la mansión Potter. Algo muy extraño para alguien ajeno a la nobleza.

- Bien- refunfuñó Harry, regañándose por su exceso de confianza

Si su hermano había aprovechado su fama para ganarse unos talentosos seguidores, eso significaba que no tenía ninguna ventaja.

- Por ahora necesito que te reúnas con ellos y averigües el nombre de los involucrados, sus planes, sus motivos, todo lo que puedas

- Sí. Está bien

Hermione se levantó de su asiento y caminó hacia la mesa principal de su sala común, mientras los otros Gryffindor detenían sus cuchicheos y sonreían, dándole una calurosa bienvenida.

- Una cosa más- dijo Harry, a través de la conexión

- ¿Sí?

- Mientras dura esto, será mejor que no te vean interactuar conmigo. Todas nuestras conversaciones serán mentalmente o en la Cámara. Ten cuidado, si sospechan que me estás pasando información podrían tomar represalias

- No te preocupes- respondió Hermione, notando como su compañera de cuarto desde hace medio año tenía dificultades para recordar su nombre- Me aseguraré que sus esfuerzos no lleguen a nada


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