Fuego de Infierno

Sala de las Pociones.

Harry había guardado cierta esperanza de poder escapar sin contratiempos. Aun así, tampoco se sorprendió demasiado cuando las dos salidas fueron bloqueadas por el fuego.

Lo que sí lo sorprendió fue escuchar pequeñas explosiones, como si cientos de minúsculos petardos pirotécnicos estallaran dentro de la llama purpura. En pocos segundos múltiples bolas de luz empezaron a formarse, a resplandecer con una intensidad muy por encima de la del fuego y cambiar de color vertiginosamente.

- ¿Las pruebas son diferentes?

- Sí. Como en un videojuego- respondió Hermione mientras alzaba el pergamino y lo leía con cuidado- Hasta que no eliminemos las luces no podremos aprovechar las pistas. No sabemos si el color que vemos es real o si está siendo influenciado por la iluminación

- ¿Qué es un videojuego?

Hermione, intrigada por el enigma frente a ella, ignoró su pregunta y disparó un hechizo contra las luces, pero el fuego púrpura parecía quemar su magia mucho antes de que las alcanzara. Incluso el cruciatus, al no chocar con nada vivo, solo seguía su camino sin provocar ningún efecto.

- Por supuesto. Ahora lo entiendo. Se debe deducir el verdadero color en base a la combinación que resulta de la mezcla de todas las luces en un momento dado. Solo debo calcular el periodo que toma…

Harry la vio sacar un papel y apuntar apresuradamente una larga lista de datos. Confiaba en su inteligencia, y sabía que encontraría la respuesta tarde o temprano. Pero también supo que iba a consumir mucho más tiempo del que disponían, así que se volteó y empezó a olfatear el contenido de las botellas, buscando el olor característico del vino de ortiga.

- ¿Qué estaba pensando el profesor Snape? Esto es imposible…- refunfuñaba Hermione detrás de él- A no ser que quiera que nosotros… Oh, claro…

Harry la miró con una sonrisa compasiva. No era común verla hablando mal de un profesor.

- ¿Hasta dónde has llegado? ¿Dónde crees que está la poción correcta?

Hermione bajó la mirada y revisó una de sus tablas garabateadas.

- La tercera contando desde la derecha o en uno de los extremos. Déjame revisar otra vez las pistas

Pero Harry no esperó. La tercera botella era vino de ortiga, de eso no tenía dudas. Al lado derecho se encontraba una probeta larga y llena, mientras que en el otro extremo estaba una diminuta botella de base semi redondeada. Siguiendo las órdenes de su amo, el Troll bebió de la probeta solo para caer muerto un instante después.

- Ahora sabemos que esa no es

Harry agarró la botella pequeña y bebió la mitad antes de ofrecerla a Hermione. Ella bebió el resto y lo acompañó a través de las llamas.

- Lo mataste- ella le recriminó

Por un instante Harry no pudo ocultar su confusión. Para él desde el principio había sido evidente que tendrían que sacrificarlo. No podían dejar que el director averiguara sus identidades hurgando en los recuerdos del Troll, y era ridículo pensar en mantenerlo como a una mascota.

- Sí, lo sé. Yo tampoco quería hacerlo, pero necesitamos salir de aquí lo más rápido posible. Ha dado su vida para salvarnos, no podemos despreciar su…

Un ruido amortiguado e incesante cortó a la mitad su conversación.

Sonaba como cientos de mechas siendo consumidas, pero también como el rumor de una cascada rompiendo contra las piedras. Sin embargo, de entre los dos, solo Harry fue capaz de distinguir el iracundo bufido de una víbora. Podía percibir su furia, sus deseos de destrucción; pero también detectaba cierta torpeza en sus pensamientos, como si sufriera para hablar correctamente el parsel. Por un momento incluso llegó a pensar que no era una serpiente real.

- ¡¿Qué demonios está pasando?!- preguntó Hermione a través de la conexión mental

Harry no respondió. Era obvio que alguien se encontraba enfrascado en una batalla realmente intensa. Y estaba seguro que Hermione también lo sabía, solo no quería aceptarlo.

Un estallido hizo temblar el suelo, como confirmando su hipótesis. Seguido pocos segundos después por una explosión aún más fuerte. El único consuelo, si podía ser llamado así, era que los estallidos parecían ser cada vez más lejanos.

Cada vez más lejanos. Como si el causante de todo esto estuviera marchándose en vez de forzar su entrada.

Se miraron mutuamente, dándose cuenta de que habían pasado por alto algo muy importante.

Las bolas de luz detrás de ellos resplandecían cada vez menos, pero todavía brillaban. ¡Brillaban a pesar de que la sala de las pociones estuviera vacía! ¡Brillaban a pesar de que la prueba se había reiniciado!

Una idea se propagó a través de la conexión mental, tan aprisa que pareció haber nacido simultáneamente en ambos:

«Las luces no son parte de la prueba»

- Saca tu varita y ponte detrás de mí- ordenó Harry- Si ves algo moverse, no importa lo que sea, usa el Cruciatus


Sala del Ajedrez Gigante, dos minutos antes.

Quirrell sacó una petaca de sus túnicas y bebió un sorbo de unos pocos mililitros. La sangre de unicornio bajó por su garganta, dándole la gélida sensación de beber granizo picado. Siempre era desagradable, no por el sabor, pues era insípida; sino por su textura espesa similar al yogurt podrido.

Una sensación de peligro recorrió su espalda.

"No. No es desagradable. Debo recuperar fuerzas, lo hago por el maestro"

Pinchó con su varita su brazo fracturado. El hueso roto regresó a su posición original y ambos trozos lentamente empezaron a fusionarse. En ningún momento detuvo su caminar. Soportó el agudo dolor con una determinación sacada del fanatismo y el miedo. Sabía que su maestro no toleraría ninguna demora.

La sala se iluminó delante de él. Y Quirrell fue testigo de un blanco tan puro que lastimaba los ojos solo verlo. Treinta y dos piezas blancas estaban de pie frente a él, encima de un tablero blanco, en una habitación igualmente blanca.

La primera suposición que tuvo fue el encantamiento de cambio de color, un hechizo fácil de eliminar con "Finite Incantatem". Sin embargo, el recuerdo de la bludger seguía fresco en su mente y no era tan estúpido como para volver a cometer el mismo error.

Miró el tablero con cuidado, reflexionando sobre la mejor manera de proceder. Para esquivar las alarmas era necesario manipular el mecanismo central en lo más alto de la habitación. Lamentablemente, la única forma de llegar hasta ahí era dominando las cuatro casillas centrales durante más de cinco turnos y volar de forma completamente vertical. Algo sumamente tedioso en situaciones normales, y mucho más ahora que ni siquiera podía ver la cuadrícula.

Cogió un pequeño trozo de piedra del suelo. Probablemente perteneciente a una pieza en una partida anterior y con cuidado dijo "Finite Incantatem".

La piedra no lo atacó ni activó algún otro encantamiento. La capa blancuzca se disolvió y goteó en el suelo.

"Esto no es el encantamiento de cambio de color, es solo pintura"

- ¡Finite!

Todo el blanco desapareció como telarañas siendo arrancadas de las paredes. Pero lo que obtuvo no fueron piezas blancas y negras, sino el color pardo del mármol. El niño había utilizado la misma pintura mágica que debió usar McGonagall, y el Finite había deshecho ambas capas sin distinción.

Quirrell rechinó los dientes con frustración y, rindiéndose, levantó su varita para empezar a colorear por sí mismo el tablero.

- ¿Qué crees que haces?

- Maestro, el niño ha intentado entorpecer nuestro avance. Pero no se preocupe, acabaré en un minuto y podremos…

- No me refiero a eso, Quirinus. Piensa por una vez en tu vida. ¿Cómo pensaba el niño salir de aquí luego de dificultar las pruebas?

Quirrell se paralizó. Varios escenarios se aglutinaron dentro de su cabeza, mezclándose con el miedo por fallar a su maestro. Era imposible que…

Harto de su silencio, el Señor Oscuro volvió a hablar.

- El niño no ha colocado estas pruebas mientras avanzaba, sino mientras retrocedía. Sabía que había sentido el olor de un niño. ¡Ahora mismo escapa con la piedra mientras tú pierdes el tiempo!

Quirrell retrocedió corriendo. A pesar de lo que su maestro gritaba, no podía imaginar cómo pudo evadirlos.

Sí, había advertido el gran talento del niño, trabajó nueve meses como su profesor después de todo. Conocía la rapidez con la que captaba conceptos nuevos, y también su facilidad para aplicarlos de formas innovadoras. Pero la idea de que dominara la desilusión y supiera cómo contrarrestar el Homenum Revelio a una edad tan temprana era ridícula.

Sin embargo, cualquier rastro de duda desapareció en cuanto llegó a la puerta.

- Maestro, la puerta ha sido trabada

Hubo un silencio mortal.

Quirrell sintió cómo la piel de su cabeza era estirada hacia atrás mientras el rostro de Lord Voldemort se deformaba por la rabia.

- Reza por que el muchacho haya conseguido la piedra Quirinus. Porque si no es así, entonces ya no me eres necesario

Quirrell tragó saliva. Supo que ya no existía posibilidad de un escape discreto, cualquier camino llevaría a ser detectado por Dumbledore.

Sacó la petaca y bebió trago tras trago hasta vaciar el contenido. Sintió la sangre de unicornio bajando por su garganta, espesa y helada, pero mil veces preferible a la ira de su amo. Su brazo fracturado se curó en un instante y el poder llenó una vez más su cuerpo. Incluso percibió parte de la fuerza del señor oscuro corriendo por sus venas, dotando temporalmente a sus artes oscuras de mayor fluidez.

No obstante, sabía que tal estado no duraría mucho y que cada gramo de magia usado ahora, sería cobrado con intereses en el futuro.

Apuntó su varita hacia su pecho y ejecutó el encantamiento super sensorial. Algo esencial si no quería ser obstruido por el infierno que estaba a punto de estallar.

Murmuró unas pocas palabras en latín y un flujo constante de fuego empezó a manar de su varita, corriendo de un lado a otro en raudales casi líquidos. En pocos segundos empezaron a chocar contra las paredes y arremolinarse alrededor de los guerreros de piedra que se abalanzaban con lanzas y espadas en mano.

La lucha, al menos al principio, fue igualada. Por un lado el Fiendfyre que quemaba el mármol y lo descomponía a simple cal; mientras que del otro lado los complejos mecanismos mágicos arrojaban frenéticamente decenas de soldados, caballeros y alfiles contra Quirrell.

Sin embargo, tal estancamiento no duró mucho. La caída de una reina marcó el surgimiento de una serpiente de fuego de enormes proporciones, tan colosal que al erguirse alcanzó fácilmente el techo y derritió los complicados encantamientos integrados en él.

Quirrell se aferró a su varita y apuñaló hacia abajo violentamente, acabando con la "vida" de la serpiente y reciclando su cuerpo de vuelta a las flamas.

La razón por la que había decidido utilizar el Fiendfyre por encima de otras maldiciones mucho más fáciles de controlar era por su cualidad de "alimentarse" de objetos mágicos, y no solo de la magia del lanzador. Además, su daño en área sería igualmente útil contra las llaves de bronce, enredaderas y bestias de tres cabezas.

Blandió con fuerza su varita y comprimió la totalidad del fuego en una pequeña esfera tan blanca como el Sol. Entonces, sincronizando un brusco movimiento de su brazo con un delicado giro de muñeca, la arrojó en dirección a la sala de las llaves voladoras.

La puerta no resistió ni tres segundos. En vez de ponerse al rojo vivo o ennegrecerse, estalló por el brusco cambio de temperatura y abrió un boquete por el que fácilmente podría caber un carruaje.

Las llaves abandonaron su comportamiento travieso y salieron disparadas como proyectiles; dispuestas a romper, desgarrar y mutilar. Pero no pudieron hacer nada, sus alas se chamuscaron mucho antes de que las fauces de un león de fuego siquiera las rozara.

- ¡Ahhhrg! ¡Maldición!- rugió mientras aplastaba a la fiera que amenazaban con arrebatarle el control del Fiendfyre

Miró hacia el frente, hacia la puerta que llevaba a la siguiente sala. Seguía abierta, atrofiada por él mismo no hace más de diez minutos, pero presentía algo diferente, aunque no pudo especificar qué.

Quirrell bufó. No iba a correr riesgos. Con lo retorcido que podía ser el engendro Potter, tal vez el aire seco fuera algo más que las derivaciones de su progreso.

No iba a volver a subestimarlo solo por ser un niño, era mejor reducir sus trampas a cenizas y ahorrarse problemas innecesarios. Saltó a través del boquete, apartó el fuego debajo de él de un pisotón y envió un racimo de llamas a la sala del lazo del diablo.

Justo en ese instante sus agudos sentidos captaron un fugaz aroma en el aire. Un olor inofensivo, ligero y… apetitoso.

"¿Harina?", se preguntó confundido, justo antes de que una fuerza invisible lo golpeara.


P.D.: Como siempre, se agradecen las reviews. También debo decir que la demora de este capitulo se debe al inicio de mis clases universitarias, sin embargo, trataré de seguir escribiendo lo máximo posible. Quedan pocos capítulos faltantes y quiero darle un buen final al primer libro de este fanfic.