Con Uñas y Dientes
Harry y Hermione compartieron un suspiro de profundo alivio al entrar a la Sala del Lazo del Diablo. Bajaron de un tirón sus improvisados tapabocas e inhalaron el primer bocado de aire "limpio" desde lo que se había sentido como horas.
La destrucción aquí era mucho menor al de la sala del ajedrez. Ahí el mármol al rojo vivo y el aire asfixiantemente seco había sido insoportable; aquí en cambio aún se podía sentir la sutil presencia de humedad y la cantidad de oxigeno era suficientemente alta como para permitir respirar sin problemas.
De hecho, la ventilación era tan buena que todavía permitía a algunas pequeñas llamas arder suavemente en las esquinas de la habitación.
- Escucho voces viniendo de arriba- indicó mentalmente Hermione
Harry afinó su oído y se dio cuenta de que tenía razón. Casi estaba seguro de captar el timbre estricto de la profesora McGonagall y el tono hastiado de Snape, y se preguntó por qué no habían bajado a investigar el origen de las explosiones.
- Maldición- exclamó Harry de improviso, justo antes de tirar de Hermione y esconderse detrás de los restos carbonizados del lazo del diablo- Creo que esa fue la voz de Dumbledore
- Eso es imposible. ¿No iba a estar fuera hasta mañana?
- Lo deben de haber llamado de urgencia
Aguardaron pacientemente, con los ojos fijos en el juego de luces y sombras que bajaba por la trampilla. Era difícil adivinar el hilo de la conversación con tantas voces confundiéndose en un difuso sinsentido.
- Se escuchan realmente preocupados, ¿qué crees que pasó?
- No lo sé- cerró los ojos, intentando seguirle el hilo a las débiles voces- Pareciera que alguien fracasó en atravesar las pruebas. Si tenemos suerte necesitarán mover a todos los profesores para perseguirlo
Harry descargó la mochila de su espalda, sacó la gema rojo sangre y acarició su sedosa superficie. Si Dumbledore se había apresurado hasta aquí, esta cosa era mucho más valiosa de lo que suponía.
Si tan solo pudieran llegar a una de las entradas a la cámara secreta y arrojarla dentro, entonces ni siquiera el director podría quitarles el botín. Nadie podría.
Con cuidado envolvió la piedra en un pañuelo y se la entregó a Hermione para que la guardara. Hizo lo mismo con el trozo del espejo de Oesed y alimentó un fuego cercano con el resto del equipaje. En este punto cualquier carga extra solo los ralentizaría.
No pasó mucho tiempo hasta que la tela, el papel y el plástico fueran reducidos a simples despojos negros.
Sonrió satisfecho. Y entonces notó un ligero brillo a unos pocos metros a la derecha.
Alargó la mano y recogió lo que pareció ser un pequeño fragmento metálico. En una vista cercana pudo reconocer un logotipo azulado en una de las caras.
- ¿Sabes qué es eso?- indagó Hermione
- Una pieza de regulador. Nuestro jardinero usa uno para cuidar del invernadero en mi casa
Harry se preguntó si era posible provocar un incendio al rellenar el aparato de gas inflamable. Quizá a eso se debiera que la destrucción en esta sala fuera diferente. Pero, por supuesto, no sabía nada de explosivos y no pudo estimar la viabilidad de esa suposición.
Al final lo único que hizo fue dejarlo caer de vuelta en el piso.
Volvió a prestar atención a las voces de los profesores, y con deleite se dio cuenta de que ya no se escuchaba a nadie.
Se miraron el uno al otro y sonrieron. Esta era su oportunidad.
Dumbledore entró a su oficina y empezó a manipular el montoncito de piezas de plata sobre su escritorio. Lentamente y con cuidado fue moviendo sus dedos, tejiendo los nodos de los hechizos y aumentando el tamaño y detalle de la maqueta del castillo.
A lo lejos pudo escuchar la alarma general de toque de queda, pero no permitió que eso lo distrajera. Cualquier motivo que McGonagall tuviera para activarla, él lo aprobaría.
Hizo un gesto con la mano y los pasillos en miniatura de Hogwarts fueron recorridos por pequeñas volutas de luz naranja, cada una simulando una ruta de escape que empezaba en el pasillo del tercer piso y que divergían en todas las direcciones.
Cuando hubieron pasado exactamente 5 minutos con 29 segundos dentro de la simulación (el tiempo exacto entre la última de las explosiones y su llegada a Hogwarts) todas las luces se detuvieron.
Dumbledore borró del escenario las rutas en donde Quirrell necesitaba atravesar los dormitorios de los estudiantes. Luego descartó los caminos que lo llevaban a callejones sin salida, los escondites ridículos, los lugares que él mismo había revisar y las rutas que habrían despertado alarmas mágicas.
Se quedó con una maqueta completamente vacía.
Golpeó la mesa con su puño.
No existía forma de escapar. O Quirrell era más rápido de lo que supuso, o seguía dentro del castillo.
Cerró los ojos y repasó una vez más la secuencia de eventos.
Quirrell, bajo las órdenes de Voldemort o de un mortífago de alto rango, se había infiltrado en el colegio como maestro. A lo largo de las semanas había preparado múltiples encantamientos anti-aparición en Hogsmeade. Se había hecho con el control de dos alumnos. Esperó a que él fuera llamado por el Ministerio. Se ocultó bajo un hechizo desilusionador y, usando a los dos niños, había armado un teatro para engañar su sistema de seguridad.
¿Pero por qué Quirrell había usado maldiciones imperdonables en la Sala del Troll?
Era un experto en manejar esas bestias, no necesitaría del Imperius.
¿Acaso uno de los niños había logrado la improbable proeza de escapar de su dominio? E incluso si así fuera, ¿cómo demonios logró conseguir la piedra?
El espejo de Oesed era uno de sus encantamientos más brillantes. Incorporar requisitos contradictorios era una gran hazaña incluso en los niveles más altos de la magia.
Demasiadas preguntas y muy poca evidencia.
Levantó la vista y vio entrar a una agitada McGonagall a su oficina.
- Tenías razón. Dos alumnos desaparecidos. Una niña llamada Hermione Granger, y Harry Potter. Activé la alarma de inmediato. Pido permiso para iniciar una búsqueda exhaustiva
Dumbledore bajó la vista. El hermano gemelo de Gerald… eso explicaba porque creyó haberlo visto ahí abajo. Quirrell había sido muy listo.
Sintió un pesar en el estómago. Una parte de él había tenido la esperanza de que no fueran estudiantes reales, sino mortífagos usando algún tipo de disfraz.
- Denegado. Ve y reúnete con Severus, ayúdalo a revisar el bosque prohibido
- ¡Albus, hay niños desaparecidos!
Dumbledore calló. No podía decirle que estaban muertos. Ningún seguidor de Voldemort tendría motivos para protegerlos de las explosiones.
- Lo sé, yo personalmente iré a buscarlos. Será más rápido de esa forma. Dile a Hagrid que no se mueva del pasillo del tercer piso, necesitaré de su ayuda
De todas maneras necesitaría bajar a las cámaras subterráneas. Había que recuperar los cuerpos y verificar el estado del espejo de Oesed.
Con algo de suerte podría rescatar la información guardada y espiar dentro de la mente de Quirrell. Requeriría de alguien de pensamientos sencillos para eso.
- ¿Sucede algo?- preguntó, notando el repentino silencio de la subdirectora
- Hagrid se retiró hace un par de minutos. Como no estaba resguardando ninguna de las salidas del castillo, le di permiso de volver a su cabaña a cuidar de su mascota
A lo largo de cada salón, pasillo y escalera, la ensordecedora alarma de emergencia empezó a resonar e hizo vibrar los enormes ventanales en las paredes. Prácticamente no hubo un solo metro cuadrado del castillo donde no se pudiera oír su estridente llamado.
Harry se congeló en su sitio por unos segundos. La alarma significaba que todas las salas comunes estaban cerradas y que cualquier alumno fuera tenía órdenes de regresar de inmediato, sin excusas.
Sacudió la cabeza. No importaba, desde la primera explosión había sido imposible volver a mezclarse con sus compañeros sin llamar la atención.
- Hay que apresurarnos- lo sacudió Hermione, sacándolo de su ensimismamiento
- Tienes razón
Hermione sacó su varita y levitó suavemente a Harry a través de la trampilla.
Él no perdió tiempo. Avanzó silenciosamente y se asomó por el boquete que antes había sido la puerta. Su varita sujeta entre sus dedos, dispuesta a lanzar un Imperio a la primera sombra que se le cruzara en el camino.
Solo esperaba no encontrarse con alguno de los jefes de Casa. Estaría inconsciente mucho antes de pronunciar la primera silaba.
La suerte lo favoreció. A lo lejos, volteando la esquina, vio alejarse al guardabosque del colegio acunando un pequeño animal herido.
- Todo despejado- informó mentalmente a Hermione- Dejaron la entrada desprotegida, no se les ocurrió que hubiera más de un ladrón
Regresó sobre sus pasos a toda prisa y procedió a levitarla fuera del pozo. Su retirada fue hecha en poco tiempo y con suma eficiencia. Habían practicado múltiples veces su retirada, aunque no precisamente con tantos imprevistos de por medio.
La suerte siguió sonriéndoles mientras corrían hacia los baños del segundo piso. No se toparon con nadie: ni profesores, ni fantasmas, ni siquiera a la señora Norris (a quien no podía importarle menos la alarma). El castillo estaba desierto. Pronto llegaron a su destino, sintiendo la victoria casi en la palma de la mano.
Y ahí fue cuando la suerte los abandonó.
Detrás de la puerta los recibió la aguda mirada de un adulto.
- ¡Profesor!- exclamó Hermione, creyendo que tomar la iniciativa era la mejor opción- ¡Vimos a un hombre encapuchado dirigirse hacia el comedor! Lucía muy peligroso, Harry y yo corrimos de inmediato a escondernos
Su voz sonaba tan alarmada que por un momento hasta Harry le creyó. Solo el mensaje mental que vino a continuación reveló lo aterrada que estaba.
- ¡¿Ahora qué hacemos?, nos han descubierto!
- Niégalo todo. Si pregunta algo, acabamos de despertarnos y no recordamos nada. Nuestras mentes son imposibles de investigar
Harry señaló al pasillo detrás de él, asintiendo con entusiasmo. Esperaba que el profesor eligiera perseguir al sospechoso por sobre investigar a dos inofensivos niños.
- ¡Tienen la piedra!- rugió una voz oscura. Sus palabras llenas de una magia tan densa que hacía zumbar los oídos de todos, incluyendo al propio Quirrell
Solo entonces Harry se dio cuenta de que la suerte no los había abandonado, sino que los odiaba con la furia de mil soles.
Quirrell se giró por completo revelando el brazo izquierdo que colgaba hecho trizas. Chasqueó los dedos con su mano sana y Hermione fue arrojada violentamente contra la pared.
Quedó inconsciente en el acto.
O al menos eso es lo que Harry quería creer.
Sonaron otros dos chasquidos. La puerta del baño se trasformó en piedra, fundiéndose con el resto de la pared, y casi enseguida un borrón rojizo voló en un arco suave del cuerpo de Hermione hacia la mano de Quirrell.
- En el último segundo. Menudo obsequio nos has traído Potter… no, espera- sonrió con sorna, jugueteando con la piedra- Tú no eres él. Por lo menos no el importante
Quirrell guardó la Piedra Filosofal en el bolsillo de su pantalón y con gran fluidez desenvainó su varita.
- Mi maestro desea saber cómo has obtenido la Piedra Filosofal
- Qué… ¿qué?
Harry ni siquiera procesó que la piedra que acababan de perder fuera el secreto de la vida eterna, todavía no digería que alguien pudiera manejar la magia sin varita con tanta facilidad. En su mente eso era algo sumamente complicado, algo que unos pocos magos llegaban a aprender más por diversión que por una razón práctica.
Su propia varita estaba escondida en su manga, pero el único maleficio que dominaba a la perfección: "El Imperius", no serviría de nada a una distancia de más de dos metros.
- ¿Estás protegiendo a tu hermano? ¿Viene detrás de ustedes?
Harry permaneció en silencio.
- ¡Responde!- exigió Quirrell, perdiendo la calma
- ¡No lo mates!- intervino la antigua voz- Quiero saber por qué decidió venir aquí de entre todos los lugares
Quirrell, a pesar del gran dominio de la magia que había mostrado, se estremeció ante la frialdad de la voz.
- Tiene razón maestro. Intentaré obtener respuestas de otra forma
Se acercó como si se deslizara sobre el suelo, le apuntó con su varita y exclamó:
- ¡Imperio!
Era la primera vez que Harry presenciaba el Imperius de otro mago, pero todo su ser vibró con familiaridad. Las robustas ondas de magia que provenían de la varita de Quirrell se sintieron como el cálido abrazo de un viejo amigo.
Su cuerpo reaccionó de inmediato, en un instante tenía su propia varita en la mano y se enfrentaba a Quirrell.
La magia se arremolinó, se condensó y en la mente de Harry el Imperius tomó forma de una delgada daga de plata. En comparación, el Imperius de Quirrell era una espada de arabio con burbujas y cráteres diseminados por toda la hoja.
La daga perforó limpiamente a través de la espada y penetró justo entre los ojos de Quirrell.
Pero incluso si la espada de arabio tenía un agujero y estaba astillada por todas partes, no perdió ni un gramo de impulso. Impactó con fuerza en Harry y la energía mágica lo derribó bruscamente contra el suelo.
Todo dio vueltas y un dolor agudo en su nuca le informó que había tenido una mala caída.
- ¡Protégeme!- gritó Harry, poniendo el máximo de autoridad en su voz
- ¡Mata al muchacho!- bramó la voz con mucho más dominio. Pero su siervo ya había cambiado de amo
Quirrell apuntó a su propio cuello y disparó un hechizo cortante.
O al menos lo intentó.
- ¡Ahhh!- rugió una vez más la voz, tan llena de magia que hizo temblar el aire a su alrededor
Sonó un asqueroso sonido dentro de la cabeza de Quirrell y el tiempo pareció congelarse. Su cráneo se había deformado hasta el punto de ser irreconocible y ya no pudo mantener en su sitio al turbante. Lentamente este empezó a desenvolverse y desparramarse por el suelo.
Ningún ser vivo en la Tierra podría sobrevivir con el cráneo tan dañado. Pero Harry supo que "la existencia" frente a él no moriría, algo verdaderamente siniestro había usurpado aquel cuerpo.
Quirrell se movió como una marioneta, confundiendo continuamente la izquierda con la derecha. Pero seguía siendo capaz de lanzar hechizos y su varita disparaba uno tras otro a los alrededores de Harry.
- ¡Imperio! ¡Imperio!- gritó en pánico Harry, escondiéndose detrás de los grandes bloques de loza destrozados. Pero a esa distancia las maldiciones no conseguían ningún resultado
Por fin la siniestra existencia pareció haberse acostumbrado a controlar el cuerpo de Quirrell. Dio media vuelta de un brinco, mostrándole la espalda. Solo que sobre su nuca no estaba una cabellera o una calva, sino un horrible rostro sin nariz que estiraba la piel de Quirrell como una tira de látex.
Sus movimientos fueron mucho más precisos. Fue una simple agitación y la varita de Harry voló a la mano de su enemigo.
- Responde, ¿cómo descubriste la entrada de la cámara secreta? ¿Cómo conseguiste la piedra?
- ¿Conoces la entrada a mi cámara?
El rostro se arrugó, como si le hubieran dicho el peor de los insultos.
- ¡Estas ante el verdadero heredero de Slytherin!
Y como para comprobar su punto, siseó un "abierto" y los fregaderos detrás de él empezaron a deformarse y abrirse.
Entonces Harry comprendió por fin porqué sentía que todos sus esfuerzos eran inútiles. Se enfrentaba a uno de los más grandes magos oscuros de la historia.
- Eres Tom Rid…
Sintió un dolor abrasador y uniforme. Como si no tuviera un punto de origen, sino que apuñalaba cada célula de su cuerpo al mismo tiempo.
Era el Cruciatus.
- ¡Soy Lord Voldemort!
Harry intentó decir algo, pero solo pudo escupir un bocado de sangre. Se había mordido la lengua.
- El ritual de Slytherin, ¿verdad? No hay otra forma en que pudieras aprender el Imperio a tu edad
Rió de una forma que podía interpretarse tanto como de apreciación como de burla.
- Supongo que motivado por un estúpido remedo de ambición. Pero, incluso si lo completaras perfectamente, nunca podrás ser ni la décima parte de lo que soy. Te has esclavizado a un ritual obsoleto y pútrido. Has puesto tu vida en manos de otras personas- Voldemort lo miró con desprecio- y pensaste que eso podría ser una amenaza para mí. Patético
Pero Harry ya no le prestaba atención. Vio con los bordes de sus ojos algo que se movía detrás de Voldemort y una pizca de esperanza brotó en su corazón
Voldemort levantó su varita y exclamó:
- Avad…
- ¡Mátalo!- siseó en parsel- ¡Mátalo, basilisco!
El rostro de Voldemort palideció, pero aun así fue extremadamente rápido. Con gran auto dominio, silbó con mucha más autoridad.
- Detente basilisco. Regresa al agujero
Pero no confió en que el basilisco lo obedeciera. Al mismo tiempo que daba la orden levantó un escudo mágico y volteó con la mirada en el suelo, dispuesto a matar a la bestia si se oponía a su voluntad.
Pero no había ningún basilisco ahí. Solo la niña que acababa de despertarse y lo apuntaba con su varita.
- ¡Crucio!- gritó Hermione y el horrible grito de Voldemort asustó hasta Myrtle, que se escondió más profundo en las tuberías
Harry se puso de pie con mucho esfuerzo y se abalanzó contra las piernas de Voldemort, empujándolo por el agujero. Sin embargo, con su último rastro de conciencia que no lloraba de dolor, Voldemort lo jaló en su caída.
Harry se golpeó el rostro contra las paredes del túnel y sintió que su nariz se rompía. Prácticamente no hizo ningún esfuerzo por seguir luchando, sabía que una vez llegara allá abajo no habría escapatoria.
A pesar de todo su dolor, Voldemort sintió la victoria igual de segura que antes. Poco a poco se liberaba del Cruciatus y los restos del Protego que había convocado lo estaban protegiendo de los golpes.
Pero entonces los bolsillos de su túnica se desgarraron. Algo crecía vertiginosamente dentro de su escudo y se aplastaba contra el hueso de su cadera.
Era la Piedra Filosofal. Un tesoro con poder sobre la vida y la muerte, y que no se veía afectado ni en lo más mínimo por las formaciones espaciales de Salazar Slytherin.
Sonó un asqueroso crujido.
El primero en llegar al final del conducto fue Voldemort, seguido sin demora por la Piedra Filosofal que había crecido hasta el tamaño de la rueda de un tractor.
Voldemort sintió cómo el tiempo de vida de este cuerpo descendía a tan solo un cuarto de hora.
Irónico, el secreto de la vida eterna ahora lo estaba matando.
Harry llegó justo para espantarse del grito de furia de Voldemort. Se alejó arrastrándose hasta una esquina con el rostro ensangrentado antes de darse cuenta que Voldemort estaba atrapado y la suerte había vuelto a tornarse a su favor. Entonces se puso de pie y se le escapó una risa nerviosa.
- No celebres muchacho. Esto es solo un contratiempo, la muerte no puede alcanzarme
- No importa. Dumbledore te encerrará por siempre. Tu destino es mucho peor que la muerte
- No hay nada peor que la muerte- dijo con asco, pero la gravedad de sus heridas ya no le permitían infundir magia en su voz- Pero tampoco tengo deseos de ser un prisionero
Presintiendo un oscuro desenlace, Harry avanzó en dos zancadas y aplastó la varita de Quirrell de un fuerte pisotón.
Sin embargo, la sonrisa de Voldemort solo se ensanchó al ver su obstinación. Con los últimos resquicios de vida sobrantes alargó el brazo, atrapó la pierna de Harry y obligó a toda la magia de su cuerpo a reunirse cerca de su corazón.
- Nunca creí que perdería esta oportunidad de regresar. Pero supongo que no es tan lamentable si me llevo conmigo a una plántula tan problemática como tú. Siéntete orgulloso Harry Potter, porque en tus últimos momentos Lord Voldemort te consideró un igual
Su cuerpo se hinchó como un globo deformado, tan rápidamente que sus últimas palabras apenas fueron inteligibles.
Harry vio a Voldemort y sintió repugnancia al distinguir una expresión solemne en su rostro abultado, como si estuviera realizando un acto digno.
Pateó con fuerza la articulación de su muñeca en sus intentos por liberarse, pero el agarre de Voldemort era anormalmente tenaz. Hizo entonces lo único que podía hacer en su contra: Le escupió.
La sangre mezclada con saliva cayó sobre el rostro de Voldemort. Pero en vez de humillación, Voldemort sintió una sensación quemante y agónica.
- ¿Tú? ¡Después de todo este tiempo, ¿eras tú?!
Hundió sus uñas en su carne para evitar que escapara, pero bañar sus dedos en sangre solo consiguió que su mano se deshiciera en cenizas y el muchacho cojeara lejos de él.
La vida huía de su cuerpo. No lo pensó demasiado, ya no tenía fuerzas para seguir luchando. Esperar más solo le brindaría al muchacho más probabilidades de sobrevivir.
La fuerza del estallido fue muchísimo menor de lo que Voldemort esperaba, pero fue suficiente para arrojar la Piedra Filosofal contra el techo.
Las formaciones espaciales temblaron y el espacio se deslizó sobre sí mismo. En las paredes de piedra aparecieron cortes rectos, como si una navaja hubiera rebanado la roca, y bloques de diferentes tamaños empezaron a desprenderse.
Harry se acurrucó y esperó que un milagro lo salvara.
Lo último que escuchó antes de perder la conciencia fue la voz de Hermione bajando por el túnel.
P.D.: Lamento mucho la demora, la UNI ha consumido mi tiempo mucho más que en anteriores ciclos. Se agradecen los reviews
