Conclusión

Las colinas verdes se extendían más allá del horizonte, junto a las ocasionales nubes que ocultaban el brillante Sol del mediodía. De vez en cuando podía verse una pequeña casa, perteneciente a algún muggle que sin saberlo cultivaba los campos de los que se alimentaba toda la población mágica del país. Completamente protegido de sequías, inundaciones o plagas por aquellos hombres misteriosos para quienes trabajaba y a los que pocas veces había visto.

Sin embargo, tales cuestiones eran completamente ajenas a Harry, cuya atención en ese preciso se encontraba totalmente absorta en jugar con su nueva varita.

No intentaba realizar ningún hechizo o encantamiento, solo la agitaba de un lado a otro disparando chispas de vez en cuando. Poco a poco estaba consiguiendo establecer una conexión con ella, acostumbrándola a reconocer su presencia a través de las defensas mentales de un Imperdonable.

La sujetó entre sus dedos, la giró en un círculo amplio y la arrojó al aire mientras la punta dejaba un rastro dorado, solo para atraparla en el último instante de un veloz movimiento.

Amaba esta varita. El tacto liso de la madera de Secuoya, su esbeltez, su ligereza y el tono rojizo extremadamente hermoso. Por supuesto, ninguna de estas características ocurrieron por casualidad, sino que fueron producto del uso selectivo de las defensas del Imperius. Gracias a eso también consiguió que el núcleo fuera de pluma de Fénix, para no olvidar nunca su confiable varita de Roble.

Apuñaló el aire y una lluvia de chispas brillantes salieron disparadas hacia el techo. Asintió satisfecho y volvió a intentarlo, esta vez con las protecciones del Imperius un poco más fuertes. Las chispas volvieron a llenar el compartimento, más pequeñas, pero mucho más brillantes.

Sonrió y se preparó para hacerlo una vez más, pero el grito de frustración de Hermione lo interrumpió a medio camino.

- ¿Puedes dejar de hacer eso? ¡No has parado desde hace una hora!

Harry bajó la vista hacia el regazo de la niña y vio la pila de viejos exámenes de la década del 80.

- Hermione, relájate. Fuiste la sexta mejor de nuestro año, ¿recuerdas?

- ¿Cómo olvidarlo?- respondió irónicamente- Significa que hubo cinco estudiantes mejores que yo

- No fue tu culpa, estuvimos ocupados todo el año en cosas más importantes- dijo sonriendole con los ojos, esperando que ella lo contradijera

Hermione suspiró, agachó la cabeza y continuó resolviendo las preguntas. Si no podía cambiar sus calificaciones, por lo menos quería asegurarse de aprenderlo todo antes de entrar a segundo año. No deseaba volver a sufrir la horrible experiencia de dejar una pregunta en blanco. Si tan solo hubieran usado la conexión mental durante las pruebas como Harry había sugerido. Después de todo, tal ventaja era el resultado de unos desvelos igual de considerables que noches enteras de estudio, ¿verdad?

Alzó la vista, segura de que él seguiría perdiendo el tiempo con su varita o planeando cómo molestarla una vez más. En vez de eso lo notó serio, mirando el horizonte por la ventana mientras sus puños se apretaban. Ni un solo rastro de diversión permanecía en su rostro.

- ¿En qué piensas?

Harry salió de su trance. Su consciencia voló de regreso al presente, trayendo consigo las últimas palabras de Lord Voldemort:

*¿Tú? ¡Después de todo este tiempo, ¿eras tú?!*

- En nada- respondió Harry

La intensidad de la rabia y rencor incrustadas en esas palabras era aterradora. Exhibían una hostilidad que solo podía ser liberada al reencontrarse con un viejo adversario, un antiguo estorbo imposible de ignorar. Más de dos semanas después, a Harry todavía se le ponian los pelos de punta cada vez que lo recordaba.

-En tu batalla con Voldemort en la Cámara, ¿verdad?

- …

Hermione movió las hojas de sus piernas, dejando caer de forma accidental su pluma. Se inclinó hacia adelante y suavizó su voz:

- Sé que es algo traumático y entiendo que no quieras compartir ese recuerdo, pero ambos sabemos que las palabras no siempre son suficientes. Tal vez omitiste un detalle o malinterpretaste alguna frase

- No voy a compartirte el recuerdo, no quiero revivir esa experiencia

- Yo también contribuí en su derrota. Tengo derecho a saber- pero viendo que Harry no hacía caso a ese argumento, expuso sus verdaderas preocupaciones- Mi casa no tiene las protecciones que tienes en la mansión, si él sigue vivo y viene en busca de venganza…

Harry negó con la cabeza. Por eso no le había contado toda la verdad, ella tendía a preocuparse por cosas fuera de su control.

- Sobreestimas su poder. Tú lo viste dándole órdenes a Quirrell y realizando magia con solo chasquear los dedos; pero yo lo vi por lo que realmente era, el estado lamentable en el que se encontraba- agitó su varita y flotó la pluma caída de vuelta a su regazo- Eso no significa que ignore la realidad. Regresará algún día, tenlo por seguro, pero para ese entonces seremos mucho más fuertes de lo que somos ahora

- A menos que regrese mañana

- No lo hará- se acercó a ella y la miró directo a los ojos- Créeme, tardará años. No corres ningún peligro, ni tú ni tu familia. Te lo prometo

Hermione dudó un poco, pero al final asintió.

No sabía exactamente qué había sucedido allá abajo, ni por qué Harry quería ocultarle toda la verdad, pero creía en su palabra.

- Ahora- dijo Harry escuchando un lejano rechinido de llantas- Voy a buscar el carrito de dulces, ¿quieres que te traiga algo?


Daphne Greengrass miró a su alrededor y una vez más tomó conciencia de la soledad en la que se encontraba. Su primer viaje en tren lo había hecho acompañada de otras tres niñas, todo el tiempo charlando sobre la Casa a la que querían ingresar o compartiendo rumores sobre lo estrictos que eran los profesores. Esta vez su única compañía era su propia mente, al igual que lo había sido desde Navidad.

Bueno, eso no era del todo cierto.

Empezó a alejarse de sus amigas a finales de octubre, más o menos al mismo tiempo en que sus emociones empezaron a debilitarse y perdió la capacidad de contagiarse del estado de ánimo de otras personas. Sin embargo, no fue hasta la cena de Noche Vieja en que todo se volvió real, la noche en que sus padres le revelaron que era una mutante.

Perdón, "bruja de magia congénita".

Desde el día en que nació poseía dones naturales para la magia mental, tanto en Legeremancia como en Oclumancia. Dos características excepcionales en un solo cuerpo. Un regalo del cielo que, según sus padres y abuelos, debía cultivar sin importar cuales fueran sus verdaderas metas y deseos.

- Pensé que los había convencido- susurró cansadamente mientras abría una carta con el sello de la Casa Greengrass. No sabía por qué seguían intentándolo, cuatro meses atrás había brindado sus razones al porqué no aceptaría un tutor durante las vacaciones

Número uno: Era imposible motivarse en un curso cuando podías sentir el orgullo del maestro cada vez que sus tácticas funcionaban. La hacía sentir como un animal entrenado.

Número dos: Aquellos cuya mente era inescrutable tampoco servían. Las clases de pociones con el profesor Snape, por ejemplo, se sentían como charlar con un maniquí sin expresiones faciales.

Y último, y más importante: El único uso legal para sus habilidades era la investigación académica. Ella, heredera de toda la fortuna de su familia, dedicando su vida para trabajar en el Ministerio. Simplemente ridículo.

La carta seguía el mismo formato que tantas otras anteriores. Primero la estilizada fraseología de la nobleza, luego unos breves comentarios del Director y finalmente una ficha técnica del candidato de turno. Se saltó párrafos enteros mientras pasaba de una página a la siguiente, al parecer sus padres por fin habían comprendido que las amenazas no iban a funcionar y estaban intentando con el soborno. Pero excepto por ese cambio de estrategia, no había nada de original en esta carta.

Espera…

Daphne acercó las hojas a su rostro, como si no creyera lo que estaba leyendo.

El Director había conseguido a alguien igual a ella: Una Legeremante y Oclumante natural. E incluso convenció al Consejo Escolar para que tal persona pudiera ingresar a los terrenos del colegio y así continuar sus lecciones durante todo el año. No sabía que ella tuviera tanto valor para el colegio.

Pasó rápidamente a la última de las hojas y observó la fotografía en movimiento de una anciana de pelo blanco. Su único atributo notable era el escudo de inefable en su hombrera izquierda, pero a Daphne le llamó mucho más la atención el hecho de que estuviera sonriendo.

No era fácil sonreír con la Oclumancia disolviendo constantemente las emociones, al menos no de forma auténtica. La propia Daphne, por ejemplo, no había podido reír por más de cinco segundos desde hace meses. Si lo que decía la carta era verdad, el control de esta mujer sobre sus dones congénitos había alcanzado alturas aterradoras.

Miró por la ventana, insegura sobre qué decidir. Realmente no le importaba ni sus habilidades, ni el prestigio del colegio, ni los intereses de su familia, pero extrañaba sus emociones.

Bajó la mirada una vez más hacia la fotografía. La sonrisa de la inefable era verdaderamente radiante.

Podría darle una oportunidad.


P.D.: Se agradecen las reviews.
P.D.: Lamento la demora. Me tardé mucho porque estaba escribiendo el argumento de todo lo que ocurriría en "La Cámara Secreta" y me daba cuenta de que muchas cosas se contradecían.