La Gran Oferta

Harry garabateó a toda prisa una respuesta a "¿Qué día es el cumpleaños de Gilderoy Lockhart, y cuál sería su regalo ideal?" y entregó las tres páginas casi en blanco en las manos de Lockhart. Esperaba sinceramente que el nuevo profesor fuera sensato y que esta prueba no influyera en las calificaciones finales… como sí lo hacían los exámenes de entrada en pociones, por ejemplo.

Pero Harry dudaba que se pudiera confiar en la sensatez de Lockhart. El tipo era excéntrico, pero de una manera diferente al resto de los profesores. Todos los demás se caracterizaban por atribuirle una importancia desmedida a sus cursos, pero Lockhart parecía considerarse a sí mismo como lo más importante en el planeta. Incluso ahora, mientras revisaba los exámenes frente a toda la clase, ignoraba las pocas preguntas sobre artes oscuras y se concentraba en aquellas que trataban de su vida privada.

- … aunque debo decir que sí hubo alguien que conoce mi más grande ambición: librar al mundo de todo mal y comercializar a gran escala mi propia gama de productos para el cabello- leyó el nombre en la parte superior- ¿Dónde está la señorita Hermione Granger?

Harry sintió decenas de miradas desviándose hacia donde ellos estaban sentados, y vio por el rabillo del ojo a Hermione dar un respingo y alzar la mano con nerviosismo.

- ¡Excelente!- exclamó Lockhart, sonriendo de lado como si posara para una cámara- ¡Diez puntos para Gryffindor!

Harry se rascó la nariz con algo de vergüenza mientras veía a Hermione ponerse colorada. No había visto algo similar desde la visita a la librería, donde su madre hizo cola por una hora para conseguir tres copias autografiadas de la edición coleccionista de «El Encantador».

- Oye, Hermione- habló en voz baja mientras le picaba el brazo- Tenemos que discutir los detalles sobre cómo ingresar a la Cámara

- ¿Eh? Oh, sí. Por supuesto, ¿qué tienes planeado?

Harry alcanzó su mochila de debajo del escritorio y sacó un trozo de pergamino con un croquis del segundo piso del castillo.

- Bien, esto es lo que se me ocurrió- dijo Harry mientras usaba su pluma roja para marcar varios puntos- Introduciré la serpiente encogida por la entrada del baño de niñas. Estimo que serán cinco minutos hasta que recupere su tamaño original y nos pueda abrir la salida de aquí- resaltó con un circulo la ubicación de un callejón sin salida- pero no sé qué tan buenas son las serpientes para orientarse, así que solo es un tiempo aproximado. Debes estar atenta de mantener la salida abierta si es que me demoro… o cerrarla de inmediato en caso de emergencia

Golpeteó la mesa con sus dedos, pensativo. Abrió una vez más su mochila y sacó los horarios que les habían entregado en la mañana.

- El problema es que ninguno de nuestros períodos libres coinciden por más de una hora. Habrá que medir muy bien nuestro tiempo o probar suerte durante la noche. Los fines de semana también son una opción, pero será difícil bajar con tantos alumnos deambulando libremente, ¿qué opinas?

Harry esperó un buen rato, y al no tener respuesta alzó la vista y la encontró completamente absorta en la explicación que Lockhart daba sobre los duendecillos de Cornualles.

- Disponen de una fuerza tremenda- decía Lockhart, sacudiendo una gran jaula donde unas criaturas azul eléctrico chillaban de pura rabia- Y está en su naturaleza atormentar todo lo que se mueva

- Pero no son muy inteligentes, ¿verdad?- intervino Seamus, un Gryffindor sentado en la primera fila- Sus brazos pasan entre los barrotes, pero no tienen idea de cómo abrir la jaula

- ¡Exactamente!- exclamó Lockhart- Su compañero tiene mucha razón. Son muy poco inteligentes, pero incansables. Esas dos simples palabras los describen a la perfección. Recordadlo muy bien cuando os enfrentéis a ellos… ¡ahora mismo!

Y abrió la jaula.

Los duendecillos salieron disparados en todas direcciones. Parecían abejas, ensañándose con aquellos que gritaban más fuerte y daban manotazos de ahogado. A Dean Thomas le arrebataron la mochila de las manos, haciéndole perder el equilibrio y caer de bruces contra el suelo, y a Seamus Finnigan lo bañaron con la tinta de su propio tintero. Pero Neville Longbottom sacó el peor partido de todos. Tras ser jalado por las orejas, fue colgado de la lámpara del techo y sus piernas eran usadas como columpio.

- ¡Vamos, solo son duendecillos!- gritaba Lockhart por encima del bullicio- ¡Intentad cualquier hechizo que creerías conveniente!

Su sugerencia fue oída por todos, pero el grado de acatamiento varió en gran medida. Malfoy y sus amigos, por ejemplo, permanecieron completamente inmóviles, conscientes de lo contraproducentes que eran los movimientos bruscos. Ron Weasley olvidó que tenía su varita en el bolsillo y los intentaba golpear con su copia de «Viajes con los vampiros». Y en la parte de atrás del salón, Harry había agrandado su escritorio para proveerse algún tipo de resguardo y Hermione usaba el hechizo congelador para mantener a raya a las pocas criaturas que decidían volar hasta sus lugares.

Sin embargo, fue Gerald quien respondió de la mejor forma. A pesar de que solo uno de cada cinco disparos le atinaba a algo, el uso inteligente del hechizo adhesivo le permitía derribar a dos o tres criaturas por cada tiro exitoso. Los grupos de duendecillos caían al piso en una confusión de piernecitas y bracitos, confundidos e incapaces de hacer algo aparte de chillar.

- ¡Excelente, diez puntos para Gryffindor!- felicitó Lockhart, sonriendo de oreja a oreja, pero apenas terminó de decir esas palabras la lámpara del techo cedió y casi fue aplastado por el cuerpo de Neville- Está bien, ya es suficiente

Lockhart aplaudió dos veces, los broches debajo de sus solapas saltaron y su capa revoloteó por sí misma en dirección al perchero. Se remangó las mangas, alzó su varita y gritó:

- ¡Peskipiksi pesternomi!

El tiempo pareció detenerse. Los duendecillos se estancaron en el aire alrededor de los alumnos. No habían sido paralizados, pues seguían agitando sus alas frenéticamente y mordisqueando el aire, pero como por acto de magia se habían vuelto incapaces de acercarse a sus objetivos.

Lockhart se llevó dos dedos a la boca y silbó con fuerza. Los duendecillos más alejados dejaron de rasgar el tapiz del salón y enfocaron su atención en él. Incapaces de resistir la visión de alguien ileso, cayeron en picada con sus pequeñas garras descubiertas, solo para quedar atrapados al igual que los demás.

- Los capturó a todos- celebró Hermione, sacudiendo a Harry por el hombro sin poder contener su admiración- Uso el hechizo que aparece en «La guía de plagas para el hogar»

"¿Ese libro lo pidió la escuela?", pensó Harry mientras trataba de calmarla.

- Veo con satisfacción que la señorita Granger ha venido preparada para esta clase- la sonrisa de Lockhart se ensanchó a más no poder- También utilizó el hechizo congelador, ¿verdad?... otros diez puntos para Gryffindor. Aunque debo aclarar que este encantamiento realmente no los atrapa- Lockhart miró a su derecha y le dio un capirotazo a un duendecillo que trataba de quitarle la varita- Lo único que hace es impedir que se acerquen. Son ellos, en su intento por llegar hasta mí, los que se inmovilizan a sí mismos. ¿Alguien me puede decir por qué?

Gerald respondió sin alzar la mano.

- Porque son incansables, pero estúpidos

- Exacto- señaló al duendecillo que había golpeado y que ahora volvía a abalanzarse contra él- No obtuve un lugar en la Liga para la Defensa Contra las Fuerzas Oscuras por mi sonrisa, sino gracias a mi perfecto entendimiento del comportamiento de las criaturas del mundo mágico y mi talento para inventar hechizos capaces de neutralizarlas. Este encantamiento en particular, por ejemplo, lo inventé en Uagadugú, donde una plaga de langostas había viajado desde los campos muggles hacia un poblado mágico. La historia completa está en el tercer capítulo de mi autobiografía…

Alguien llamó a la puerta.

- Adelante- dijo Lockhart

La puerta rechinó mientras se abría y por unos segundos algunos alumnos vieron una nariz ganchuda asomarse ligeramente, pero nada más. Severus Snape había quedado paralizado, incapaz de dar un paso más y atravesar el marco de la puerta. Y es que para él, que por tanto tiempo había deseado enseñar en este salón, ver los destrozos que cubrían las paredes, los pupitres e incluso a los propios estudiantes debió ser un espectáculo especialmente ofensivo.

- Profesor Snape, que agradable sorpresa- habló Lockhart, dando fin al silencio incómodo- ¿A qué debo su visita?

Snape dirigió a Lockhart una mirada llena de veneno, pero cuando por fin habló, su tono había recuperado su habitual indiferencia.

- El Director ha llamado a su oficina a tres estudiantes. La señorita Granger, la señorita Greengrass y el señor Harry Potter deben acompañarme de inmediato

- Ya estábamos finalizando, si pudiera esperar unos minutos…

- No, deben ir de inmediato

Lockhart tosió para ocultar el desaire. Pero al final hizo un gesto con la mano para que recogieran sus cosas y se retiraran. Unos segundos después los tres salieron del salón y empezaron a seguir a Snape. Sin embargo, tras doblar la primera esquina Snape detuvo la marcha, se giró hacia ellos y preguntó en un tono frio, casi glacial:

- ¿Cuántos duendecillos liberó ese inútil?

Harry y Hermione se estremecieron. Acababan de abrir el vínculo mental, y el sorpresivo interrogatorio les hizo pensar por unos instantes que Snape había notado algo extraño.

- Aproximadamente unos cincuenta, quizá más- respondió Harry, notando un tenue brillo en los ojos de Snape, seguido de una fugaz expresión de desconcierto

- ¿Y tenían las garras cortadas?

- No, para nada… y sus colmillos tampoco estaban limados

- Ya veo- Snape sonrió de forma macabra- Tampoco ordenó que se usaran guantes de seguridad, ¿verdad?

- El profesor Lockhart mantuvo el control en todo momento- intervino la voz de Hermione- Solo quería que adquiriéramos conocimientos prácticos

Snape arrugó el entrecejo, visiblemente irritado.

- Lo que ella quiso decir…

- Silencio, Potter- lo reprendió Snape, enfocando su mirada asesina en ella- Dígame señorita Granger, ¿qué considera usted experiencia práctica?

Harry maldijo por dentro. Había visto a Snape jugar ese mismo juego innumerables veces, y sabía muy bien que esto terminaría con una tonelada de detenciones. Abrió el vínculo mental, listo para advertirle a Hermione lo que debía decir palabra por palabra, pero en ese preciso momento Gerald apareció doblando la esquina. Sostenía una fotografía autografiada en una mano y Ron Weasley se reía del regalo que le había hecho Lockhart.

Snape bufó y les dio la espalda.

- No se detengan, el director nos está esperando

Quizá porque ahora sí estaban retrasados, Snape caminó dando grandes zancadas, obligando a Harry, Hermione y la chica Greengrass a apresurar sus pasos para no perderlo de vista. Finalmente, luego de ser conducidos por corredores cada vez mejor iluminados, llegaron a un impecable pasillo adornado por una única gárgola de piedra. Snape pasó la mano por el borde de una de sus garras, tan de prisa que nadie pudo apreciar con exactitud qué es lo había hecho, y a continuación susurró:

- Sorbete de limón

Transcurrió apenas un segundo y la gárgola se apartó, llevándose consigo parte de la pared y revelando una escalera de caracol que subía lentamente. El diseño era idéntico a las escaleras que permitían salir de la Cámara Secreta, con las mayólicas asemejando las escamas de un reptil y el eje principal hecho de mármol en vez de granito, y Harry se preguntó si acaso Salazar había querido insinuar con esto que la oficina del director le pertenecía al igual que su Cámara.

- Oye Harry, ¿por qué crees que nos ha llamado?- preguntó Hermione a través del vínculo mientras subían por las escaleras- No crees que Dumbledore sospeche algo, ¿verdad?

- Con Voldemort desaparecido, sería raro que no lo hiciera- especuló Harry- Pero dudo que se le ocurra que fuimos nosotros quienes robamos la piedra

- ¿Por qué lo dices?

- Porque se esperó hasta ahora para llamarnos

Llegaron por fin a una gran puerta de roble con una aldaba de bronce en forma de grifo. Snape la empujó y los cuatro entraron a lo que debía ser uno de los lugares más extraños del castillo.

Harry vio las paredes repletas de retratos de antiguos magos, cantidad de chismes curiosos apoyados sobre mesas pequeñas y larguiruchas, un podio sobre el cual hallaba el famoso «Libro de Admisión» y al mismísimo sombrero seleccionador en un estante detrás del escritorio del director. Pero lo que más le llamó la atención fue el gran ventanal que ocupaba la pared trasera, la misma por la cual el año pasado sus lechuzas imperiadas habían comprobado día y noche la presencia del director.

- Oh, ya han llegado- saludó Dumbledore, volviendo a colocar un libro en su estante y dirigiéndose a su escritorio- Espero no haber importunado sus clases, pero necesitaba hablar con ustedes. Severus, puedes retirarte

Harry vio como Snape se tensaba, seguramente había esperado que el director confiara en él lo suficiente como para quedarse. Farfulló una despedida y salió por la puerta sin más.

- Por favor, siéntense- dijo Dumbledore mientras agitaba su varita y la silla frente a su escritorio se dividía en tres copias idénticas- No hay por qué estar nervioso, ninguno de ustedes está en problemas

Harry dio un paso adelante y estuvo a punto de jalar la silla para que Hermione y la chica Greengrass se sentaran, tal como se lo habían enseñado desde que tenía uso de razón, pero renunció al gesto a tiempo. Esta no era la primera vez que había actuado frente a una autoridad, ya había mentido frente a una auror hace no muchos meses, y al igual que entonces lo mejor sería ocultarse tras su papel de Slytherin ligeramente estereotipado.

- La razón por la que los llamé- continuó Dumbledore una vez los tres tomaron asiento- Es para informarles de la abertura de una nueva asignatura en Hogwarts, una asignatura de la que podrán formar parte

Dumbledore usó sus delgados dedos para abrir uno de sus cajones y sacar una pequeña pila de papeles. Los dividió en tres partes iguales, los puso frente a cada uno de ellos y los golpeteó con los dedos para indicarles que los podían leer de inmediato.

- Se trata de un curso especial. Abordará los temas de Oclumancia, manejo de emociones y organización de memorias; habilidades extremadamente útiles en una gran variedad de profesiones, pero que debido a su complejidad y a la edad de nuestros estudiantes, normalmente no son enseñadas en el colegio

- ¿Y que es diferente ahora?- preguntó Harry

- La señorita Greengrass, aquí presente, ha demostrado un talento único, algo que solo un puñado de magos en el mundo poseen. Es una Oclumante y Legeremante natural, y el colegio ha decidido hacer un esfuerzo para permitirle desarrollar sus habilidades

Harry no pudo evitar girar la cabeza y darle un vistazo a Daphne Greengrass. Recién ahora caía en cuenta de que la niña no les había quitado los ojos de encima, como si fuera capaz de vislumbrar algo más allá de lo evidente.

- ¿Y por qué nos necesita a mí y a Hermione?

- El reglamento escolar estipula que un curso necesita un mínimo de tres alumnos para poder abrirse

- Pero… ¿no se necesita autorización de nuestros padres para esto?- preguntó Harry, señalando con su dedo las líneas punteadas sobre las que tendrían que firmar

- Ya se les consultó y, de hecho, aceptaron, pero les pedí que no dijeran nada. No deseaba entusiasmarlos en vano, en ese momento todavía estaba en duda si el consejo escolar aprobaría la abertura de un nuevo curso

- ¿Por qué?- preguntó Harry

- Porque tendría que permitirse el ingreso periódico de alguien ajeno a la escuela

- ¿Entonces no nos enseñará Lockhart?- preguntó Hermione. Curiosamente fue la primera vez que Dumbledore no respondió de inmediato

- … No, lamentablemente no

Hermione agachó la cabeza, ligeramente decepcionada.

- Tenía entendido que las academias de Oclumancia solicitan una edad mínima de veinte años, ¿por qué la necesidad de apresurar las cosas?- preguntó Harry

- La señorita Greengrass…

- Si es debido a ella, no es necesario que nosotros en específico seamos parte del curso. Bastaría con cualquier otro par de alumnos

- ¡Harry!- reprendió Hermione, completamente escandalizada porque se interrumpiera al director

- Tienes razón Harry, muy perspicaz de tu parte- dijo Dumbledore en tono calmo, como si lo estuviera felicitando de forma sincera- Lo cierto es que también me gustaría que vosotros aprovecharan esta oportunidad para recuperar los recuerdos referentes a lo sucedido el año pasado. Como ya saben, el profesor Quirrell sustrajo algo muy valioso del castillo y lamentablemente las investigaciones no han avanzado de la mejor manera

Harry miró a Daphne, que en ese momento revisaba los papeles sin el menor interés en lo que Dumbledore decía.

- La señorita Greengrass fue informada de todo el asunto con antelación. Creímos que sería inútil tratar de ocultárselo, como Legeremante natural, ya debe haber sentido la peculiaridad en vuestras mentes

- Sí, ya los sentí- Daphne giró hacia ellos sus pequeños ojos verdes- Muy interesantes

Harry tensó sus músculos y suprimió el escalofrió que amenazaba con recorrer su espalda. Hermione no lo logró y se estremeció en su asiento.

- Está bien, eso lo entiendo- dijo Harry, reorganizando sus ideas- Lo que no puedo entender es por qué se necesita de alguien externo al colegio. Usted es el mago más grande de todos los tiempos y estoy seguro de que podría recuperar esos recuerdos rápidamente y sin mucha dificultad

- Me halagas- respondió Dumbledore- Pero lamentablemente el asunto no es tan simple. Las memorias que buscamos se encuentran profundamente enterradas en vuestras mentes y para recuperarlas se requiere no solo de tiempo y paciencia, sino de un especialista mucho más calificado que yo

"¡Ajá!", celebró Harry dentro de su cabeza.

Abrió la boca como si fuera a replicar, pero no dijo nada, en su lugar entrecerró los ojos y simuló estar aturdido por las palabras que acababa de escuchar. Finalmente preguntó:

- ¿Usted revisó nuestras memorias sin nuestro consentimiento?

La barba de Dumbledore tembló ligeramente, a Daphne se le dibujó una pequeñísima sonrisa de diversión y Hermione, que hasta ese momento se había limitado a escuchar en silencio, se quedó boquiabierta y miró al director con una mirada ofendida. Harry tuvo que morderse la lengua para no revelar el orgullo que sentía por provocar tales reacciones. Sin embargo, aquella satisfacción no le duró demasiado.

- Tienes razón, intenté revisar vuestras memorias- admitió Dumbledore, en tono arrepentido- Fue una terrible falta de mi parte y les ofrezco mis más sinceras disculpas por ello. Sin embargo, sigo sosteniendo que fue la decisión correcta… pues, como sabemos ahora, existe una alta probabilidad de que Quirrell estuviera trabajando para Voldemort

- ¡Pero eso es imposible!- exclamó Harry

- No lo es. Quirrell utilizó encantamientos muy comunes entre los mortífagos de alto rango y… también existe un testigo que asegura haberlo visto. Es por eso que les pido encarecidamente que colaboren conmigo. Comprendo que tal vez mis actos no me muestren como alguien merecedor de vuestra confianza, así que no lo hagan por mí, sino por el mundo mágico

"El mundo mágico puede irse al diablo", dijo Harry para sus adentros.

- Director, nos gustaría ayudar, de veras. Pero algo me dice que hubo una buena razón por la que reprimí esos recuerdos, y ahora que nos ha dicho que Vold… Vold…- Harry tragó saliva de forma nerviosa- "El que no debe ser nombrado" está involucrado, no deseo correr ningún peligro tratando de ir en contra de mi propia mente

- Les puedo asegurar que no existe tal peligro- Dumbledore abrió uno de los cajones de su escritorio y sacó un pergamino- Esta es la profesora que os dictaría el curso. Al igual que la señorita Greengrass, es una Legeremante y Oclumante natural…

Hermione se inclinó hacia adelante, recibió el pergamino y empezó a examinar los antecedentes de su posible maestra. Sus ojos perdieron la calma tras las primeras líneas y empezó a revisar a toda prisa un párrafo tras otro.

- … Regina Nescia es la mayor autoridad en este campo, razón por la cual este curso tendrá un peso mayor incluso a su homólogo en la academia de aurores. Es una oportunidad invaluable, especialmente para la señorita Granger

- ¿Para mí?- preguntó Hermione

- Por supuesto. Esto le abrirá muchas puertas en su vida adulta, tanto dentro como fuera del país. Además, si logramos recuperar el objeto robado con vuestra ayuda, ambos recibirían el Premio por Servicios Especiales al Colegio. Lo cual les traería muchos beneficios inmediatos, como por ejemplo…

Mientras el director enumeraba formas en las que la escuela podría facilitarles acceso nocturno a la biblioteca, el uso de un pensadero o incluso la posibilidad de llevar cursos opcionales a pesar del cruce de horarios, la mente de Harry se preocupaba de cosas más importantes: La insistencia del director, la capacidad de la tal Regina Nescia y, por sobretodo, todo el tiempo que desperdiciarían en este embuste.

Y es que para él, la autoría de un libro o conseguir un trabajito de pacotilla en el Ministerio eran metas demasiado humildes. Harry apuntaba mucho más alto. Ambicionaba poseer todo lo que le pertenecía por derecho… y quizá también lo que no.

- ¡Harry, esta es una gran oferta!- el grito de Hermione retumbó dentro de su cabeza y lo sacó de sus cavilaciones- ¡Tenemos posibilidad de continuar nuestros estudios en Alemania!

Harry alzó la vista y, como temía, vio a Hermione con una expresión de maravilla iluminándole el rostro.

- Contrólate Hermione. No es conveniente, consumiría mucho tiempo

- Harry, por favor- dijo ella en tono suplicante

- Lo que obtendremos de la Cámara será cientos de veces más valioso

- Pero…

- No

- Míralo de esta forma: ¿Acaso no estabas preocupado de no tener buenos candidatos para el ritual de los imperdonables? Pues se nos acaba de presentar alguien innatamente protegida contra la lectura de mente, alguien a quien podemos acercarnos sin levantar ninguna sospecha. Piénsalo, esta es una oportunidad única

Por primera vez, Harry dudó. Miró de reojo a Daphne y pensó en ella ya no como un peligro, sino como una niña (Slytherin, y por lo tanto ambiciosa) que podría ser tentada por la riqueza, el poder, el prestigio… o la inmortalidad.

- … Harry, es natural querer enterrar las experiencias que nos asustan- continuaba Dumbledore, sin sospechar la discusión que se llevaba a cabo frente a él- Pero te hablo desde la experiencia cuando te digo que si no afrontamos nuestros miedos, siempre estarán ahí, esperando el momento en que seamos más vulnerables. Créeme, ni el posponer los problemas es una buena estrategia, ni la cobardía un buen aliado

"¡Cobardía!"

Harry se removió en su silla con incomodidad. Por alguna extraña razón, ser llamado cobarde lo había molestado.

- Está bien, acepto- dijo Harry, observando como la insoportable sonrisa del director se ensanchaba- Pero me reservo el derecho a retirarme del curso en cualquier momento, no voy a sacrificarme por una especie de… "bien mayor"

Apenas esas palabras salieron de su boca, Harry se arrepintió de decirlas. Había exagerado en su actuar egocéntrico, tan típico de cualquier Slytherin, y revelado parte de sus verdaderos pensamientos.

Hermione salió a su rescate casi de inmediato:

- ¿Cuándo serían las clases?

- Los sábados y domingos de ocho a once de la mañana, a partir de la próxima semana

Harry, Daphne y Hermione comprendieron por el tono de su voz que la entrevista había terminado. Firmaron sus respectivos permisos, se los entregaron al director, se levantaron de sus asientos, asintieron respetuosamente en señal de despedida y caminaron hacia la puerta.

- Una última cosa- llamó Dumbledore cuando estaban a punto de salir. De forma extraña, parecía haber recuperado algo de su buen humor- Agradecería que no divulgaran lo tratado aquí con nadie, especialmente la participación de Voldemort

- Por supuesto, señor Director- respondieron los tres en coro

- Muy bien, pueden retirarse

Y salieron de la oficina.


Apenas salieron de la escalera de caracol, Daphne Greengrass se marchó a toda prisa por un camino lateral. No parecía dirigirse, como sí lo hacían Harry y Hermione, al gran comedor para alcanzar la cena, sino más bien a la enfermería. Normalmente ese gesto hubiera despertado la curiosidad de Harry, pero en ese momento se encontraba agradecido de poder relajarse lejos de los ojos indiscretos de extraños.

- Harry, muchas gracias- dijo Hermione una vez perdieron de vista a Daphne- Sé que esto nos va a retrasar, pero realmente quiero aprovechar esta oportunidad

- Tranquila, no te preocupes. Algo me dice que nunca pudimos rechazar esa oferta

- Sí, tal vez tengas razón. Pero de todas formas, muchas gracias. Mira, considéralo mi regalo de cumpleaños, ya no tienes que darme nada

"Espera… ¿qué?"

- Oh, claro, tu cumpleaños. El diecinueve de este mes, ¿verdad?- preguntó dudoso

- Sí… no me digas que lo olvidaste

- Claro que no, solo estoy jugando- Harry intentó con todas sus fuerzas dar con algo entre sus pertenencias que pudiera obsequiarle. Por fin, recordó "El Encantador" (en su horrible estuche color pastel) que su madre le obligó cargar en su baúl- Te compré algo que estoy seguro que te va a gustar


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