Lockhart
- Hermione, te lo suplico- gimió Harry- Date prisa por favor. Esto es mucho peor de lo que imaginé
- Mis compañeras no me quitan los ojos de encima- respondió Hermione en un susurro apenado- Dame diez minutos y te juro que voy para allá
- ¿Diez minutos?- exclamó Harry, transmitiendo en su voz algo parecido al miedo- No creo que entiendas lo que estoy viviendo aquí. Lockhart ha pasado la última media hora hablando sin parar sobre la importancia del buen vestir. ¡Media hora!
- Lo siento Harry, pero no creo que pueda escaquearme
Harry suspiró con resignación, se despidió de Hermione y empezó a reunir los restos dispersos de su paciencia. Necesitaba estar preparado para cuando volviera a la realidad. A la horrible, desesperante y aterradora realidad a la que se había arrojado sin medir las consecuencias.
Abrió los ojos y escuchó a Lockhart decir:
- El más grande enemigo de un mago es una apariencia deslucida, nunca lo olvides
La paciencia de Harry se derrumbó de inmediato. Apretó su varita, seguro de que solo necesitaría una palabra para acabar con esta tortura, pero a último segundo la sensatez (mucha más duradera que su paciencia) le recordó la docena de pinturas que cubrían las paredes de la oficina. Ejecutar un Imperius aquí sería lo mismo que comprar un boleto sin retorno a Azkaban
Aflojó su agarre y su varita arrojó un breve chorro de aire caliente en lugar de un imperdonable.
- Muy bien Harry, estás empezando a dominarlo- felicitó Lockhart mientras daba vuelta a la capa y disparaba varios chorros de vapor- La mayoría de personas usa el encantamiento de limpieza sin restricciones, no saben que están dañando el brillo de la tela
Harry miró la lustrosa capa de satín extendida sobre el escritorio y no pudo imaginarse cómo esta cosa podría perder su brillo. Aunque a decir verdad, tampoco podía imaginarse cómo es que había acabado ayudando a planchar media docena de chalecos y siete capas.
- Ya veo- dijo Harry con voz plana, terminando de secar el área del cuello- Estoy seguro de que este encantamiento me será de mucha utilidad en el futuro
"Si alguna vez consigo un trabajo de elfo doméstico"
- Lo será, créeme. No sabes las veces en que me ha salvado la vida- rió Lockhart mientras alisaba algunas arrugas imaginarias- Creo que ya terminamos, déjame ver cómo me queda
Lockhart aplaudió y la capa se ató por si misma a las solapas de su chaleco. Ciertamente era una impresionante demostración de magia sin varita, o lo sería si esta no fuera la séptima vez que hacía lo mismo.
- Creo que ya casi estoy listo para ir al banquete- comentó Lockhart mientras se miraba en el espejo de la puerta- ¿Qué opinas Harry?, ¿me veo bien?
Harry se cayó su verdadera opinión. La capa negra, el chaleco naranja y los botones blancos le recordaban a la calabaza que había intentado transformar en cuervo
- Se ve genial profesor, como siempre
Lockhart sonrió satisfecho, alargó la mano hacia una repisa cercana y jaló una canasta de mimbre con varias corbatas de colores.
- Hermione, el tiempo se acaba- informó Harry, preocupado de que su sacrificio fuera en vano- Dime que ya estás de camino
- Estoy saliendo de mi Sala Común, llego en cinco minutos. Intenta ganar algo de tiempo
Harry cambió su peso de una pierna a otra, indeciso sobre qué acción tomar. Necesitaba un tema de conversación que pudiera entretener a Lockhart el tiempo justo para que Hermione llegara, pero no tanto como para que se tirara otra hora hablando de sí mismo.
- Profesor, sé que pronto va a iniciar el banquete, pero quería pedir su consejo. No será mucho tiempo, se le prometo
- Harry, Harry, Harry- dijo Lockhart, ajustándose la corbata con experticia- Desde que la señorita Granger me pidió de favor que te regalara unos minutos de mi apretada agenda, supe que no estabas aquí tan solo para ayudarme con el planchado y pedirme un autógrafo
Harry bajó la vista hacia el bolsillo de su túnica donde Lockhart había firmado su pañuelo.
- Usted es muy perceptivo, profesor
- Cuando uno vive todo lo que yo he vivido, poco a poco empieza a aprender como leer a las personas- caminó con el pecho en alto hasta su escritorio, tomó asiento e indicó a Harry que también se sentara- Fue gracias a ello que pude descubrir la identidad del hombre lobo Wagga Wagga, pero eso ya los sabes, ¿verdad?
- Sí, es uno de mis libros favoritos
- Y el mío también. Pero no perdamos más tiempo, cuéntame Harry, ¿en qué puedo ayudarte?
Harry miró sus alrededores, tratando de encontrar inspiración para una buena mentira.
- Verá, desde siempre he tenido el sueño de ser…- ¿fotógrafo?, ¿sastre?, ¿fabricante de pelucas?- un escritor famoso. Y pues, me preguntaba cómo es que usted logró llegar a donde está ahora
La sonrisa de Lockhart se volvió incluso más grande, algo que Harry había considerado imposible.
- Oh, no fue para nada una tarea sencilla- dijo mientras se recostaba hacia atrás en su silla- Justo después de graduarme tuve la opción de jugar quidditch de manera profesional o de iniciar una carrera en política (en ese entonces uno de mis objetivos en la vida era convertirme en el ministro de magia más joven de Gran Bretaña), pero por diferentes razones terminé viajando por Europa y viviendo aventuras increíbles. Fue en ese momento cuando supe que debía ser escritor, no podía privar al mundo mágico de todo lo que había experimentado y aprendido
- Vaya- dijo Harry, contando internamente los segundos- ¿y no tuvo problemas para publicar su primer libro?, es decir, siendo tan joven
- Realmente no. Después de derrotar a la Banshee di varias entrevistas para el "El Profeta", eso ayudó mucho para promocionar mi primer libro- Lockhart rio como si recordara algo gracioso- Las únicas personas que se opusieron a que siguiera la carrera de escritor fue mi familia, estaban muy preocupados de que pudiera salir lastimado en una de mis aventuras. Por supuesto, una vez que les conté la razón por la que escribía me dieron su total apoyo
- ¿Y cuál es esa razón?
- La misma que la de todos los artistas. Escribimos para transmitir una parte de nuestra alma, para ser leídos y que todos puedan apreciar lo hermosos que somos. Verás Harry, la palabra escrita es el único medio por el cual podemos lograr transmitir nuestras ideas sin importar la distancia y el tiempo que nos separe del lector. Claro, también están los recuerdos, pero yo los considero demasiado impersonales…
Harry activó el piloto automático (asentí con la cabeza cada pocos minutos) y se retiró dentro de su mente.
- ¿Hermione?
- Acabo de llegar al segundo piso- informó ella, agitada por la carrera- Tenias razón, Snape está esperándote fuera de la oficina de Lockhart
- ¡Lo sabía!- exclamó Harry- Bien, continúa con el plan. Aléjalo de aquí
Hermione asintió, salió de su escondite y corrió a toda prisa en dirección al ala este del castillo, una zona de pasillos poco transitados y salones vacíos.
Harry esperó pacientemente y un par de minutos después recibió la confirmación que tanto había deseado. Apretó su varita dentro de su manga, ahora solo era cuestión de buscar una excusa para sacar a Lockhart al pasillo.
- … sin embargo, uno no puede aislarse y dedicarse solamente a escribir- continuaba Lockhart con la mirada perdida en viejos recuerdos- Las amistades son igual o más importantes que el talento literario, y uno debe aprovechar cada oportunidad que se presente para expandir sus conexiones. Por ejemplo, yo conocí al presidente de la "Liga de Defensa contra las Fuerzas Oscuras" gracias a que serví como maestro de ceremonias en la boda de la nieta de Celestina Warbeck, y acepté este puesto en Hogwarts por todo el prestigio internacional que podría ganar en el futuro
- ¿Internacional?- interrumpió Harry, por primera vez interesado en lo que estaba diciendo Lockhart- ¿Qué prestigio internacional podría ganar siendo profesor de Hogwarts?
- Bueno…- balbuceó Lockhart, pero la duda en su voz solo hizo que Harry preguntara de forma más directa
- ¿No me diga que aceptó este trabajo para ser profesor del niño que vivió?
La nota de censura era clara, y Lockhart debió ser consciente de ella porque de inmediato rechazó la insinuación.
- No, no, para nada. Acepté este trabajo porque Dumbledore en persona me lo pidió- rió incómodamente peinándose el cabello hacia atrás- En cuanto a lo del prestigio internacional, me refería obviamente… al torneo de los tres magos
- ¿El torneo de los tres magos?
- ¡El torneo de los tres magos!- exclamó Lockhart, recuperando su buen humor- Puede que no lo sepas, ya que es un secreto muy bien guardado, pero Hogwarts será su próxima sede. Esa es la razón por la que se me contrató, para incrementar las posibilidades de victoria. Ya he identificado a algunos estudiantes prometedores y solo necesito la autorización del director para que pueda tomarlos bajo mi tutela personal
- ¿De verdad lo van a organizar?- preguntó Harry con incredulidad- Hasta donde sé, prohibieron ese torneo por la cantidad de muertes
- El Ministerio ha solucionado esos problemas- menospreció la queja- Será el evento más grande de la década, créeme, sé de buena fuente que más de veinte empresas extranjeras están invirtiendo como locos en esto. Con solo decirte que el premio puede incluir dos mil galeones y un título de nobleza
- ¿Un título noble?
- Oh sí, Bulgaria insistió mucho en eso. Aunque escuché que Francia quería algo diferente, así que es posible que el premio cambie dependiendo del ganador
Harry abrió la boca, listo para hacer más preguntas, pero en ese preciso momento se escuchó un grito procedente de la dirección de la puerta.
A Harry se le puso los pelos de punta.
El grito no había sido angustioso, estridente o agudo, de hecho pareció venir de bastante lejos y fue muy breve. Pero había conseguido aterrarlo hasta la médula.
Porque el grito resonó no solo en sus oídos, sino también dentro de su cabeza.
- Hermione- susurró, poniéndose de pie- ¿estás bien?
Lockhart se levantó a su vez, miró a Harry de reojo y ocultó rápidamente su propio susto inicial.
- Tranquilo muchacho- dijo cogiendo su varita y caminando con prisa hacia la puerta- Déjalo todo en mis manos, iré a ver qué sucede
Tom Riddle divisó una luz frente a él, apenas un puñado de míseros rayos atravesando una angosta grieta entre las piedras, pero bastó para indicarle el final del trayecto.
- Diminuendo- susurró, pinchando un gran trozo de granito con su varita
La roca empezó a encogerse y poco a poco la grieta se fue ensanchando hasta adquirir un tamaño por el que pudo deslizar el pequeño cuerpo de Ginny Weasley.
Afuera lo esperaba una gigantesca puerta circular, con seis víboras talladas en forma radial en torno a un mecanismo de cerrojo. Era sorprendente que el colapso de las formaciones espaciales hubiera empujado la roca triturada hasta este lugar y no hacia arriba, a través del piso del gran Comedor. No tenía idea qué material se usó para construir el armazón de la Cámara, pero era imposible que el simple granito pudiera resistir tanta presión.
- ¡Finite!- exclamó apuntando la varita hacia sí mismo, pero nada ocurrió
Chasqueó los labios. Otra vez tenía problemas en exprimir magia de este cuerpo.
Cerró los ojos, calmó su respiración (¿cuándo había empezado a jadear?) y pronunció el encantamiento con suma delicadeza, coincidiendo cada sílaba con el movimiento de varita correspondiente:
- Finite Incantatem
Confiaba completamente en sus habilidades mágicas, así que no hizo ademán alguno de verificar el estado de su cuerpo mientras este recuperaba su tamaño original. Siguió caminando con seguridad, deteniéndose únicamente para guardar su varita de dos centímetros en el bolsillo de su túnica. Había sufrido demasiados problemas aplicando magia sobre la propia varita y no quería volver a repetir la experiencia, lo mejor sería esperar a que el encantamiento caducara por sí solo.
- Abierto- silbó en parsel
La puerta se abrió y la Cámara Secreta se reveló ante él, tan hermosa e imponente como en sus recuerdos. Levantó los brazos y llenó sus pulmones con el tenue olor a piedra y humedad. Este había sido el lugar donde todo había comenzado, donde había dado sus primeros pasos hacia la grandeza.
Tom Riddle, el legítimo heredero de Salazar Slytherin, volvía a casa.
Caminó con la frente en alto, lleno de emoción. Un paso, luego otro, y entonces, sin saber muy bien por qué, su vista descendió y su corazón se saltó un latido.
Ahí, en el suelo, bajo la atenta mirada de catorce serpientes de piedra y del más grande fundador de Hogwarts, un enorme círculo de herrumbre rompía la pulcritud de la sala.
Avanzó casi a trompicones, se agachó al borde de la mancha y palpó la superficie de piedra. Rezaba por sentir la aspereza del óxido, pero las yemas de sus dedos encontraron la superficie perfectamente lisa.
Esto no era ni herrumbre ni óxido… era sangre.
- Primigenios- susurró Tom
El ritual de los primigenios era fruto de la genialidad e inventiva de los cuatro fundadores. Consistía en seis magos aprovechando la conexión entre las maldiciones imperdonables para enlazar sus núcleos mágicos. Brindaba inmunidad al imperdonable con el que escogieran fusionarse, fortalecía el cuerpo y proporcionaba un espacio mental que podía usarse para compartir grandes cantidades de información.
Era un ritual magnífico, o lo sería si no sufriera de un defecto fatal: Te obligaba a depender de otras personas.
- Medio año- masculló Tom, estimando la antigüedad de la sangre seca- No más de nueve meses
Escaneó los alrededores, buscando algo que lo ayudara a identificar a los responsables. Pero la sala se encontraba impecable, con solo un caldero viejo y unas pocas mantas amontonadas en una esquina. La única otra cosa mínimamente destacable era…
Tom caminó hasta la sexta serpiente del lado izquierdo y recogió un tintero azul de aspecto deslucido. Pesaba muy poco, no pareciendo estar hecho de madera ni vidrio. Introdujo un dedo y se sorprendió al encontrar rastros de tinta en la punta de su uña. Esta cosa había estado en las manos de un estudiante hace menos de un mes.
Se agachó y miró escaleras arriba, ahí donde un ondulado rastro de lodo seco y huellas de escamas desaparecía en la oscuridad
- Intentan entrar por las salidas- razonó- Quizá ya lo hayan conseguido
Apartó el irritante cabello rojo de su frente e intentó pensar en cuál sería su próximo curso de acción. Necesitaba matarlos, de eso no había duda. Sería imposible despertar al basilisco con intrusos dando vueltas por su Cámara.
Lamentablemente no disponía de poder suficiente, en su estado actual no sería posible acabar a un mago adolescente y mucho menos a un posible grupo de seis. Quizá sus posibilidades mejoraran si hacía uso de veneno.
Negó con la cabeza.
Incluso con veneno sería imposible, el vínculo mental los pondría en alerta apenas falleciera el primero. La única alternativa sería tender una emboscada y rezar para que se presentara todo el grupo a la vez.
Volvió a negar con la cabeza.
Tom Riddle no dependía de la suerte.
Cerró los ojos y trató de escuchar la voz de la esfera del llamado, aquel pequeño artilugio que Salazar Slytherin usaba para atraer a posibles herederos, pero ningún silbido en pársel intentó seducirlo.
Observó la estatua del rostro de Salazar, a la boca que llevaba al basilisco y la biblioteca privada, y se preguntó si acaso en su interior un joven mago estaría practicando una maldición largamente olvidada.
¿Estarían a punto de salir y destruir todos sus planes de un vistazo?
Apretó los dientes con fuerza.
El basilisco era una causa perdida.
Inhaló profundamente para recuperar la calma. No podía rendirse. Si algo había aprendido en su vida era que las mejores oportunidades siempre se escondían detrás de los peores reveses.
- Hay algo que no estoy considerando- pensó en voz alta- Algo está escapando a mi visión, ¿pero qué?
Ese mantra lo había ayudado en múltiples ocasiones, incluso antes de descubrir que era un mago, y esta vez no fue la excepción. En un instante todos los problemas desaparecieron de su mente, dejando tras de sí un atisbo de oportunidad que no había logrado ver hasta ahora.
El ritual de los imperdonables no solo dotaba a sus miembros un gran poder, sino también de órganos finamente refinados. Si fuera capaz de consumir su esencia, podría confeccionar un cuerpo mucho mejor al que obtendría únicamente del sacrificio de Ginny Weasley.
Pero esos eran objetivos a largo plazo. Por ahora se enfocaría en fortalecer aún más el dominio sobre su anfitrión, consolidar sus habilidades mágicas y usar los ataques para obligar al director a dimitir de su cargo. El incendio de los invernaderos ya había llamado la atención de los periódicos, y con suerte el ataque de esta noche empezaría a resquebrajar la confianza que el mundo mágico depositaba en Dumbledore.
Una vez el viejo estuviera fuera de juego y hubiera recuperado buena parte de su poder, sería turno de los falsos herederos de Salazar Slytherin.
Tom dejó caer el tintero al piso y fue hacia la cuarta serpiente de la derecha.
- Abierto- siseó, y la salida hacia el nivel más bajo de la torre Gryffindor se abrió frente a él
La garganta de Harry se sentía seca. La carrera, sin llegar a ser larga, se había vuelto eterna bajo el silencio sepulcral en el que estaba sumergido el vínculo mental.
- ¡Hermione!- llamó una vez más- Responde, ¿qué ha sucedido?
Se oyó otro grito, esta vez masculino y acompañado de una grosería. Algo había sorprendido lo suficiente a Lockhart como para hacerlo perder las apariencias.
Harry apretó aún más el paso y al torcer la esquina vio un par de sombras proyectándose desde un pasillo transversal.
Se detuvo, sacó su varita y, reprimiendo los nervios, se preparó para lanzar una maldición a lo primero que luciera amenazante.
Sin embargo, al asomarse, sus ojos fueron atraídos instintivamente hacia Hermione. Parecía estar ilesa (gracias a Dios), pero tenía la mirada perdida en la pared, moviendo su cabeza solo para asentir a lo que Lockhart susurraba para tranquilizarla.
Harry quiso dar un paso adelante, pero de pronto algo se movió en el borde de sus ojos. Se giró y vio una figura como un murciélago flotando del otro lado del cristal de la ventana. Tardó un par de segundos en reconocer que era Snape, y tardó otros dos segundos en notar el brillo helado que iluminaba el área alrededor de sus ojos. Parecía estar mirando en dirección al bosque prohibido, realizando barridos sistemáticos una y otra vez sin descanso.
Harry volvió a enfocar su atención en el pasillo, y por fin identificó la razón de los gritos.
Ahí, malherida e inconsciente, una chica de Ravenclaw respiraba débilmente encima de una camilla levitante.
Harry no reconoció quien era la joven, aunque por su estatura calculó que era de sexto o séptimo. Dio un paso al frente para tener un mejor ángulo de su rostro, pero en ese preciso momento se abrió la puerta de la izquierda en medio de una mezcla de risas y comentarios burlones.
Snape y Lockhart giraron hacia la fuente de ruido y vieron a los gemelos Weasley salir de una de las aulas vacías con una gran bolsa llena de artículos de broma. Su risa murió en el acto, y un instante después, al notar a la chica herida, toda su alegría fue reemplazada por el espanto.
- ¿Esa es Penélope?- preguntó Fred, visiblemente perturbado- ¿Qué le ha pasado?, ¿quién ha hecho eso?
La capa de Lockhart voló como un rayo y cubrió el cuerpo de la chica. Casi al mismo tiempo dos gigantescas cortinas salieron disparadas de la varita de Snape, bloqueando los extremos del pasillo y aislando el lugar de más visitantes no deseados.
- !Ustedes!- gruñó Snape señalando a los gemelos- !Y tú tambien Potter!, !¿que demonios están haciendo aquí?!
- Nosotros...- dijo George, intercalando su vista entre Snape y Penélope sin saber a quien mirar
- No importa- ladró Snape, señalando a los gemelos sin hacer intento alguno por distinguirlos- Uno de ustedes que vaya de inmediato a buscar a la señora Pomfrey. El otro que vaya a buscar al Director a su oficina… ¡Ahora!
Más que el grito, fue la aterradora expresión de Snape (su rostro tenía una tonalidad azul enfermiza) lo que sacó a Fred y George de su aturdimiento. Asintieron, dieron media vuelta y salieron corriendo a toda velocidad. Era tanta la prisa que ninguno de los dos cayó en cuenta de que sus actividades de contrabando acababan de ser descubiertas.
Snape bajó la vista hacia Harry, y lo miró de arriba hacia abajo. Como si buscara razones para sospechar de él.
- ¿Tú que haces aquí?
- Escuché a Hermione gritar, seguí al profesor Lockhart
A Snape se le agrió el rostro, pero no hizo más preguntas.
- Gilderoy, necesito que te lleves a Potter y Granger lejos de aquí. Asegúrate que no le digan a nadie lo que han visto- continuó con sus órdenes- Luego quiero que vayas a la lechucería y contactes con San Mungo, pídeles que envíen un equipo lo más rápido posible
- ¿San Mungo?, ¿no sería mejor esperar a que Madame Pomfrey la revise?- Lockhart cuestionó la idea, pero en ese instante Snape giró sobre sus talones y le dirigió una mirada asesina- San Mungo, claro. Me encargaré de eso
Lockhart los instó a caminar delante de él y pronto se hizo claro que los estaba llevando a su despacho. Los corredores estaban vacíos. Seguramente todos ya estaban en el banquete de Halloween.
- Tu amiga te necesita- dijo Lockhart a medio camino, casi en un susurro, sacando a Harry de sus pensamientos
Y era cierto. Miró a Hermione y notó que su cuerpo se estremecía cada pocos pasos.
Se aproximó a ella y colocó una mano en su espalda. Ella aceptó el gesto y se acercó un poco más a él.
- ¿Qué fue lo que viste?- preguntó Harry en voz baja, sin poder contener ya su curiosidad
Hermione era la chica más valiente que conocía y no era normal que reaccionara tan mal frente a un poco de sangre. Ni siquiera contra Quirrell había perdido su valor, y Quirrell había estado en una condición muchísimo peor que esa chica
- Creo… creo…yo…- balbuceó, temblando como una hoja
Harry la abrazó con más fuerza y quiso volver a preguntar, esta vez con más delicadeza, pero una mano sobre su hombro se lo impidió. Alzó la mirada y vio que Lockhart negaba con la cabeza.
"No preguntes", decían sus labios.
Harry tragó saliva. Un sinnúmero de posibilidades pasaron por su cabeza, cada una más espantosa que la anterior. Pero antes de poder analizarlas, Hermione abrió el vínculo mental y dijo con voz trémula:
- Harry, creo que a esa chica la violaron
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