Pasión
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Los botones de tu vestido repiquetean contra el suelo como una lluvia de nácar. Uno a uno han ido cediendo al paso de mi garra, cada uno ha sido un suspiro liberado por ti y un instante más de ansia para mí. Finalmente consigo vislumbrar, bajo la penumbra de una luz de ambiente, el contorno de tu pecho que aún se oculta bajo una capa fina de encaje blanco. Me inclino hacia uno de ellos y toco el pezón con la lengua por encima de la tela. Tu mano, la que intenta colarse por entre la cintura de mi pantalón, oprime el lugar un poco más como si quisieras que la ropa cediera solo con eso.
Sonrió sobre tu pecho, justo antes de tomar el pezón con los dientes.
InuYasha —suplicas con mi nombre.
Adoro oírte ceder.
Sostengo tu otro pecho con mi mano y con los dedos busco el pezón que se ha endurecido bajo el encaje. Mi sexo se presiona contra el pantalón y yo lo alivio hacia tu cadera. Suspiras, resuellas de ese modo que mis sentidos reconocen: deseas más.
Tu mano finalmente se decide a liberar el cinturón y el botón del pantalón que visto, para tocar mi erección con ambas manos. Siseo ante el contacto y me lanzo a tus labios para morder, besar, lamer y poseer. La pared tras de ti contiene la fuerza con la que te hago sentir mi anhelo. Tus dedos ágiles comienzan a entregar caricias con un fervor peligroso y te sostengo una de las muñecas para que no sigas adelante con tanta efectividad.
—¿Quieres ir a la cama? —te pregunto.
Mi habitación ya nos ha recibido muchas veces.
Niegas con un gesto lento y cargado de intención. Tu sonrisa me habla de los planes ardientes que hay en tu mente. Tomas mi boca con decisión y tu lengua dirige la mía en un beso intenso y corto, que se rompe cuando comienzas a deslizar la espalda por la pared para agacharte y tocar con los labios mi sexo. Me humedezco un poco más ante la imagen erótica de tus mejillas arreboladas, el blanco inmaculado de tu lencería y tus labios, rojos por mis besos que bordean la punta de mi erección. La dureza con que ella te recibe te hace sonreír y sé que estoy perdido antes de que comiences con aquello que magistralmente haces.
Kagome —ahora soy yo quién suplica tu nombre.
Mantengo ambos antebrazos apoyados en la pared, en tanto observo tu boca que me engulle y me libera en una especie de ritual pagano que te convierte en la hechicera suprema. Empujo con la cadera en busca de más contacto, más rapidez y una liberación que mi cuerpo pide y mi mente espera poder contener un poco más, sólo para apreciar el modo asombroso en que danza tu pecho con cada movimiento que haces.
Cierro los ojos, los abro. Tu lengua se ha posado en el lugar exacto en que el estímulo es más efectivo. Desciendo una mano y toco con sutileza tu clavícula, en medio de los suspiros que me estás arrancando. Deslizo los dedos por el contorno de tu pecho y me saboreo sólo con recordar la textura propia de tu pezón. Tomo el borde del encaje para mover la tela, aunque la caricia de tu boca, sonora y húmeda, me obliga a cerrar los ojos por el golpe de excitación que me recorre. Respiro cada vez más agitado, mi sexo es un falo duro dentro de tu boca. Las piernas me tiemblan, mi culminación está cerca y sin embargo yo estoy perdido en el contorno de tu pecho, en su forma y suavidad y en lo mucho que me gusta.
Mi cuerpo se prepara, la descarga está cerca. Mi mano remueve la tela y consigo ver el pezón sonrosado y excitado que aflora de entre el encaje como una visión. Lo tomo en mi mano, llenándola, justo antes de cerrar los ojos y gemir de placer al estallar en tu boca.
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N/A
Nada, un "drabble" de improviso. Algo que salió con esa primera frase de los botones de nácar.
Un beso y gracias por leer y comentar.
Anyara
