ERO

Hechizo

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No hay demasiado para decir cuando lo único legítimo de un momento es el deseo.

No estoy muy seguro de qué fue lo que gatilló esa emoción, aun ahora lo analizo con un resquicio de mi mente enfebrecida por los besos y la tersura de la piel de tu pecho bajo mis manos. Quizás fue el vaivén de tu cadera, el perfume almizclado que me llenó cuando pasaste junto a mí o, tal vez, fuese ese leve suspiro que liberaste con los labios apenas separados, para después mirarme. Puedo atribuirlo a alguna de estas cuestiones o a todas ellas creando un conjunto; lo cierto es que ahora me tienes aquí, seducido por tus besos y sin querer escapatoria.

—No esperes más… —resuellas junto a mi oído, sin terminar la frase.

—InuYasha —digo, para completar tu petición.

Ríes y acentúas la caricia de tu sexo desnudo por encima del mío. Te muerdo el labio y la risa pasa a ser un siseo y un gemido que te ablanda en el abrazo que mantenemos. Siento tus manos recorrer mi pecho desnudo, mi estómago y mi vientre, hasta que una de ella se apodera de mi erección y te masajeas con la punta, sin dejar de mirarme con las pupilas dilatadas de placer.

—Hazlo ya… —ahora soy yo el que no termina la frase.

—Kagome —murmuras, para completar mi petición.

Acabamos de presentarnos.

Observó el modo en que abres el envoltorio del condón y luego soy testigo de la forma en que se balancea tu pecho cuando te alzas lo suficiente para deslizarlo a lo largo de mi sexo. Siseo y a continuación extiendo la lengua por encima de un pezón, humedeciéndolo antes de tomarlo por completo en la boca. Te siento temblar y anhelar y agitarte, todo aquello un momento antes de encajarme dentro de ti.

Suspiras, liberando un quejido largo, mientras me sientes recorrer tu interior hasta que ya no queda espacio para más. Suelto el pezón con un sonido mojado y tomo tu boca, llenándola con mi lengua del mismo modo en que te lleno con mi sexo. Tus manos se sostienen por mis hombros y cabalgas sobre mi cadera, haciendo gala del exquisito vaivén que te descubrí al caminar. El aroma almizclado de tu perfume lo llena todo y creo que se quedará grabado en mi memoria sensorial. Sin embargo es el suspiro que liberas sobre mis labios el que completa, una vez más, el hechizo que me has puesto. Te miro a los ojos y me dejo llevar por las sensaciones que me entrega tu cuerpo.

Te sostengo con ambas manos por la cadera y te guío arriba y abajo con un ritmo que nos hace jadear y murmurar maldiciones. Todo es placer y llano contacto físico; sin embargo algo comienza a cambiar cuando el orgasmo empieza a rondarte. Siento el calor de tu piel bajo las manos y entre nosotros. Tu cuerpo vibra, tus ojos me piden algo que creo comprender y soy consciente del modo en que mi propio cuerpo vibra en consonancia.

Hemos creado un nexo.

—Te siento —dices.

Entrecierro los ojos, en medio de sensaciones que sacuden mi cuerpo.

—Te siento —confieso.

Y ahí está el hechizo creado por el deseo, que lleva a la búsqueda y que culmina en el más maravilloso coctel de hormonas, todas ellas destinadas a general un vínculo que mi mente, en medio del orgasmo compartido, se pregunta si permanecerá.

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N/A

Nacido del ansia y las ganas de contar algo.

Espero que es gustase.

Anyara