Capítulo XVII
Décimo séptima sesión
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La lluvia no había parado de caer en todo el camino y a pesar de no ser en extremo copiosa, los estaba empapando a ambos. Caminaban con rapidez, no corrían dado lo mojada que estaba la acera y los tacones que llevaba Kagome. InuYasha se deleitaba con la cercanía que por una cuestión del instante estaban consiguiendo. Por un momento, y justo antes de tomar la calle en la que se encontraba el edificio en que vivía, se permitió mirarla a los ojos y los castaños de ella lo encontraron. Tuvo el presentimiento de que algo importante estaba sucediendo, aunque aún no pudiese definirlo.
Cuando estuvieron ante la puerta del edificio en que vivía, InuYasha le pasó las llaves a ella para que abriera, en tanto sacudía la chaqueta que les había servido en parte como paraguas.
—La azul —le indicó, cuando vio que comenzaba a dudar. Una vez Kagome abrió la puerta, la apremió—. Entra, entra.
Tocó de forma ligera la espalda de ella, a la altura de la cintura. Ese resultó ser un gesto que a ninguno de los dos le pasó por alto. Del mismo modo que no lo hizo el momento en que salieron tomados de la mano del bar café en que se encontraron.
Se miraron, una vez dentro del edificio, ambos con una sonrisa amplia producto de la pequeña aventura que acababan de protagonizar recorriendo las calles mojadas. De pronto la sonrisa dio paso a la ansiedad y a algo que ninguno de los dos quería nombrar.
—¿Subimos? —preguntó InuYasha, dejando paso a que Kagome lo hiciera por delante de él.
Ella asintió y comenzó a subir la primera de cuatro escaleras que eran las que daban al piso al que se dirigían. InuYasha no pudo evitar observar el modo sinuoso en que se movía Kagome al caminar. Se acercó, cuando ya había subido un par de escalones, para quedar a corta distancia de ella y poder acariciarle el brazo con el dorso de la mano. Ese mínimo gesto lo llenaba de ansiedad a la vez que lo calmaba, creando en él un exquisito estado de embeleso que ella captó de inmediato, lo supo cuando la mirada castaña se volvió a encontrar con la suya.
Al llegar al primer descanso, Kagome aprovechó la poca ventaja que tenía y se giró para quedar frente a él y casi a su misma altura, debido al escalón que InuYasha aún no subía. Se inclinó hasta un costado de su cabeza y dejó un beso en el cuello de él, que soltó el aire con cierta premura al recibir la caricia.
—Cómo sigas así… —no terminó la frase. Puso una mano abierta sobre la cintura de la mujer y desde ahí la deslizó hacia la cadera y bajó hasta el muslo; todo ello, mientras buscaba besarle el cuello.
En ese momento Kagome fue la que soltó el aire en un suspiro.
—Bien, entendido —fue todo lo que se animó a modular, poniendo sus dos manos en los hombros de InuYasha, esperando a que él la liberara de su sujeción.
Kagome no estaba segura de si sentía alivio o frustración al notar como él la soltaba sin reclamo. Lo siguiente que notó fueron los dedos de él que se aliaban a los suyos, tomándole así la mano. Más allá de lo que ella quería reconocer, ese gesto le agradaba.
Subieron el resto de la escalera en silencio. InuYasha fue quien tomó la posición delantera esta vez, con la mano que tenían asida, pegada a la parte baja de la espalda.
Cuando estuvieron en la puerta del apartamento, él se hizo a un lado, apoyando el peso en el marco de la puerta e indicando a Kagome que abriera; ella aún tenía las llaves en la mano.
Kagome debía reconocer que le resultaba extraña la forma en que InuYasha la incorporaba a cosas de su vida, a través de darle una confianza que no le había entregado nadie que hubiese conocido hasta hoy en encuentros como éste. Miró el manojo de llaves y luego llevó la mirada a InuYasha para que le ayudara; sin embargo sólo encontró una sonrisa silenciosa en él.
—¿Cuál es? —quiso saber, sonriendo en respuesta al gesto que veía en su acompañante.
—Investiga —la instó, rozando con el dorso de los dedos su brazo, por encima de la tela del vestido que llevaba. Kagome sintió la premura y la necesidad de abrir la puerta, sólo por ese gesto.
No estaba en posición de analizar sus propias emociones; sí estaba segura de que necesitaba aplacarlas con InuYasha entre sus piernas. Soltó el aire en un gesto de frustración cuando probó la primera llave y ésta no era la correcta. Vio a su acompañante moverse de su sitio y rodearla, posicionándose a su espalda. La cercanía y el calor del cuerpo de él, la hicieron temblar y a las llaves entre sus manos. Probó la segunda de ellas y ésta tampoco era la correcta. InuYasha, por su parte le acariciaba el oído con los labios y Kagome sentía el aliento caliente en contacto con la piel. Cerró los ojos e intentó recomponerse, antes de poner la tercera llave en la cerradura.
—Para… —suplicó, notando la mano de él, deslizarse entorno a su cuerpo, justo bajo el pecho.
—Creo que no quiero —murmuró junto a la sien izquierda, empujándose hacía el cuerpo de Kagome, para que ella sintiera la presión que él mismo estaba soportando.
La tercera llave entró, con un resoplido por parte de Kagome, que se había arqueado ligeramente hacia adelante. La cerradura nuevamente no abrió y ella estuvo a punto de soltar una palabrota. Se giró, entre los brazos de él y alzó la cabeza en busca de los labios que la esperaban ansiosos. InuYasha aceptó el beso y tomó las llaves de entre la mano de Kagome, detuvo la caricia de su boca el instante exacto que le tomó identificar la llave que abría la puerta y continuó besándola mientras introducía ésta en la cerradura, prácticamente por intuición. Escuchó a Kagome vociferar un al fin, cuando la puerta se abrió.
La entrada en el apartamento había sido en medio de una vorágine de besos y tirones de la ropa que vestían y que en su mayoría estaba mojada. Kagome se separó de InuYasha y fue retrocediendo y observando el modo en que él comenzó a desabotonar la camisa. En ese momento ella alzó el vestido que llevaba por encima de su cabeza y quedó a un par de metros de él, enfundada en sus medias altas, los tacones de pulsera que a él tanto le gustaban y la ropa interior.
InuYasha encendió la luz de la pequeña lámpara que tenía en la entrada y se quedó prendado de la imagen de Kagome ahí, que parecía de alguna manera expuesta para él. El rosa pálido de la ropa interior que vestía, contrastaba con el tono oscuro de las medias y los zapatos. Sintió un intenso deseo de quitárselo todo, que contrastaba con el anhelo de profanarla apenas moviendo un poco la ropa necesaria. Sin embargo, tomó en consideración lo poco o mucho que ya la conocía y se acercó a ella despacio. Extendió la mano cuando la tuvo a una distancia adecuada y le rozó el hombro con los nudillos. Kagome contuvo el aire en un gesto que le resultó de clara sensibilidad, aun así InuYasha no abandonó la caricia y la fue deslizando por el brazo, siguiendo el gesto con la mirada; por delicado, deseado y hermoso, entonces notó como la respiración agitada de ella se aunaba a la propia. Sólo cuando llegó con el roce hasta los dedos de Kagome, fue que la miró a los ojos, encontrándose con los ojos castaños que le mostraba toda su ansiedad. Le enlazó los dedos y tiró de su mano y se rodeó así mismo con el brazo de ella, sintiendo el calor de su cuerpo como un refugio que Kagome agradeció con un suspiro de alivio.
—¿Tienes un preservativo? —la pregunta de ella era una réplica de la propia, albergando la misma ansia.
InuYasha sonrió, para luego inclinarse hacia ella y buscar un beso. Titubeó por un momento, sin saber si Kagome aceptaría la caricia como parte de una de sus extrañas conductas, en ocasiones parecía devorarlo a besos y en otras lo evadía. No quiso pensar demasiado en ello y tampoco alcanzó a hacerlo; Kagome le guio la cara con una mano, para aceptar el beso que él pretendía. InuYasha se deleitó con el toque húmedo y exigente de ella, tanto, que se le escapó un suspiro antes que pudiese retenerlo.
Kagome lo saboreo, del modo en que se degusta aquello que es prohibido; con lentitud y sabiendo que no está permitido desear más. En su caso el deseo no estaba abocado al cuerpo, era la emoción que no quería explorar la que reprimía. Nuevamente, como en el último encuentro, se prometió que sería el último, porque pensar en mantener algo y que la conocieran a fondo le daba más miedo que estar sola.
De pronto Kagome se tensó entre sus brazos y en medio del beso e InuYasha hizo un repaso mental de lo que podría estar haciendo mal. El corazón se le aceleró y pudo sentir el frío del rechazo en el pecho. Necesitaba quitar esas sensaciones de él y decidió que el sexo sólo por placer era una buena dinámica; sin embargo, en ese momento Kagome suspiró en medio del beso e InuYasha sintió que estaba perdido.
La abrazó y comenzó a guiarla hasta la cama que estaba a pocos pasos tras ella. Cuando Kagome sintió la blanda superficie en la espalda, extendió los brazos reconociendo el espacio, mientras se deleitaba con la imagen de él, a horcajadas sobre sus muslos, quitándose la camisa. En este punto y gracias a la luz que entraba por la ventana, podía detallar el torso desnudo y no quiso perder la oportunidad de tocarlo, aunque fuese con las puntas de los dedos.
InuYasha vio como lo acariciaba con un toque delicado y sintió la piel erizarse en los brazos, el vientre y por la espalda, hasta llegar a la nuca. Llenó los pulmones de aire, respirando por la boca, en un acto que no pudo, ni quiso ocultar. Kagome lo miró a los ojos y ambos se quedaron por un instante así, sólo observándose. Él pensó en que era hermosa, no del modo en que se suele considerar la belleza, lo que veía se lo transmitía ese destello de vulnerabilidad en el fondo de sus ojos y que ella no dejaba ver con facilidad. También pensó en que Kagome le gustaba mucho más que para un encuentro o dos, aunque no se lo diría.
—En el cajón —prefirió ir a lo concreto y escapar de lo que estaba pensando.
—¿Qué? —la pregunta era pertinente. Fue inevitable para Kagome sentir el cambio en la mirada dorada, que pasó de deleitarse en la propia a enfocarse de un modo que incluso le pareció abrupto.
—Los preservativos.
Lo vio sonreí e inclinarse hacia su estómago, dejando en él algunos besos. Aun así sintió que algo había cambiado, era como si el aire de la habitación se hubiese enfriado. Le dedicó a ese pensamiento un segundo, al siguiente decidió que ella se sostendría de sus convicciones: una última vez.
InuYasha la liberó, para quitarse los pantalones, en tanto Kagome se arrastró sobre la cama para llegar al cajón de la mesilla de noche. Su mente aún divagaba sobre el cambio casi imperceptible de InuYasha; por alguna razón sentía que era como si le quitaran lo que ansiaba realmente de él. Volvió a recordarse que después de hoy no habría más.
—¿Cuántos saco? —preguntó, con cierta coquetería cuando se encontró con la caja de preservativos.
Él la miró, cuando ya se había quitado el pantalón y sólo le quedaban la ropa interior puesta.
—¿Cuántos quieres usar? —la respuesta no podía ser más incitante. Kagome hizo un gesto de aprobación, mordiéndose el labio, y sacó la caja completa para ponerla sobre la cama.
InuYasha metió el pulgar en la cinturilla de su bóxer, para quitárselo, a lo que Kagome respondió con una negativa.
—No lo hagas, déjamelo a mí.
La vio arrodillarse en la cama e indicarle con la mano el sitio junto a ella. InuYasha obedeció, intentando centrar su mente sólo en disfrutar.
Con esa idea como una constante, se inclinó sobre el pecho de ella y se apropió de un pezón, oprimiéndolo con los dientes por encima de la tela que aún lo cubría. Kagome se agitó y enredó los dedos en el pelo platinado de su acompañante, cerrando los ojos y permitiéndose sentir, sólo sentir y dejar de temer, al menos al contacto.
Una nueva capa menos.
No quiso reparar demasiado en ello, las caricias de InuYasha le gustaban y sólo quería disfrutarlas.
Los besos se sucedieron con ímpetu, del mismo modo que avanzaron las manos tocando y reconociendo la piel. Kagome tenía la sensación de estar ahogando un torbellino de emociones contra la almohada que sostenía hacia su cara e InuYasha seguía regodeándose en sus costillas, una por una. Su cuerpo, su mente y sus emociones estaban entremezcladas en una trenza cuyas partes no conseguía definir.
Oh, por favor —se escuchó suplicar cuando los besos llegaron al borde entre su pecho y su axila.
Se giró de medio lado y buscó la boca de InuYasha para besarlo y poder, por medio de aquello, sentir que recuperaba en algo el control de sus sensaciones. Sin embargo él sonrió y desvió el beso a la mejilla y desde ahí le dedicó un beso a ella en el cuello. Kagome sintió ese gesto como un total desaire que se le encajó en el estómago con la forma de la mayor de las inseguridades.
—Necesito tenerte dentro —fue todo lo que consiguió decir.
Al menos en medio del caos de un orgasmo ella creía que tenía el control. Ahora mismo ansiaba ese momento de total entrega por parte de InuYasha.
—¿Muy dentro? —preguntó él, con la voz perdida en medio de los besos que le daba en el cuello.
—Sí —alcanzó a responder, agitada, respirando con ansia y buscando con más ansia uno de los preservativos dentro de la caja.
—¿Profundamente dentro? —la pregunta llegó con la voz contenida, mientras los ojos dorados de él, buscaban encontrarse con los castaños de ella.
Kagome sintió que había un trasfondo en esa pregunta que no se encontraba capaz de responder. Notó como las lágrimas amenazaron con comenzar a acumularse en sus ojos y se limitó a asentir como un método de huida. InuYasha movió la cabeza de forma ligera, inclinándola levemente a un lado, para descender con calma hasta que sus labios se tocaron en un beso que resultaba dulce y delicado en contraste con la presión de la erección que él mantenía sobre su cadera. Kagome cerró los ojos y se dejó llevar.
Amor.
Fue una palabra que apareció en su mente decorada con luces de neón y la única forma que encontró de borrarla fue sosteniendo el sexo de InuYasha en la palma de su mano para luego apretar.
Mierda —lo escuchó quejarse y volver a maldecir para darle luego un suave mordisco en el labio, como una forma de cobrarse el sacarlo así de la ensoñación. Kagome agradeció que al menos el encuentro continuara de la mano del sexo por sexo.
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Continuará.
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N/A
Qué difícil me ha resultado la segunda mitad!
Es complicado relatar una cosa como acción, cuando lo que mueve esa acción es una energía diferente y conseguir que ambas se cuenten y no se interfieran.
Ofú!
Besos!
Gracias por leer y acompañarme.
Anyara
