Capítulo XXVII

Vigésimo séptima sesión

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"De todo aquello que ocupa mi mente, tú eres lo primero y lo último"

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—¿Te pillo en mal momento? —preguntó. InuYasha arrugó un poco el ceño, debido al tono con que le hacía la pregunta— No llevas camisa.

En ese momento él comprendió que quizás ella tenía reticencias similares a las propias, después de todo ninguno de los dos había hablado de exclusividad. Decidió jugar un poco con eso, después de todo Kagome se lo debía.

—Espera —comenzó a susurrar y caminó con el móvil hasta el baño, cuidando de que ella no viese la cama.

—Si estás ocupado podemos hablar en otro momento —su tono volvía a ser tenso.

—Tranquila, ya estoy en el baño —aclaró, mientras comenzaba a desabotonarse el pantalón.

—De verdad, InuYasha, no quiero molestar —notó que estaba a punto de cortar la llamada y no podía negar que ese punto de evidente celo le agradaba.

—¿Qué pasa? ¿Celosa? —fue directo y jugó con ella un poco más.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿De quién? —se aturulló con las preguntas— Oh, déjalo.

Kagome cortó la llamada e InuYasha se quedó mirando la pantalla y al pasar un par de segundos soltó una carcajada por lo absurdo de todo. Llamó de vuelta y esperó hasta que los segundos de llamada casi se acabaron. En ese momento volvió a aparecer Kagome en la pantalla, en total silencio.

—Hola, de nuevo —dijo él, saliendo del baño para ir hasta su cama.

Ella no respondió.

—¿Pasa algo? —la pregunta de InuYasha era risueña, aunque reflejaba mucho menos de la diversión que sentía.

¿Cómo era posible que su ánimo hubiese cambiado tanto por unos minutos de saber de Kagome?

No quiso dar espacio, ni respuesta, a ese pensamiento en este momento, requería de una reflexión más larga y quizás aún no estaba listo para hacerla.

—¿No vas a decir nada? —le preguntó, echándose en la cama, mientras ella lo miraba desde donde fuera que estuviese— Por cierto ¿Dónde estás?

Kagome continuaba sin decir palabra y él pudo ver que tras ella había una lamparilla que no era la que había en su habitación. También pudo ver cómo manipulaba el móvil del otro lado. Al cabo de un instante le llegó un mensaje.

—¿En serio? —preguntó y miró lo que acababa de enviar.

¿Estás solo?

—Sí —le respondió de forma verbal. Pudo ver como ella volvía a teclear—. Kagome esto es absurdo —le llegó un nuevo mensaje.

¿Estás seguro?

—Sí, lo estoy —alzó el móvil y paseó la pantalla por el espacio del pequeño apartamento, mostrando, incluso, las almohadas de la cama— ¿Conforme?

No podía evitar la sonrisa.

—Y ¿El baño? —habló bajito, aunque ya comenzaba a sonreír. Al parecer empezaba a creerle y a divertirse con el absurdo de todo.

—No te mostraré el baño —negó, sentándose en la cama.

Entonces no puedo estar segura —le llegó el mensaje.

—Es lo que hay —se encogió de hombros, para luego mover el cuello de un lado al otro y estirar los músculos en él.

—¿No has llevado a tu chica de los sábados? —preguntó con cierto tono juguetón. Para InuYasha fue evidente que buscaba ocultar la importancia de la pregunta. Se rió sin poder evitarlo, en ocasiones Kagome era mucho más transparente de lo que ella creía.

—En estricto rigor, no tengo chica de los sábados —aclaró, sin agregar más.

—Entonces, me lo pido.

InuYasha abrió los ojos con sorpresa y diversión.

—¿Cómo es eso de me lo pido? No soy una ración de ramen o la cerveza que queda en el frigo —se mofó.

Kagome se echó a reír de buena gana y él no pudo evitar pensar en lo hermosa que era cuando se reía. Se quedaron en silencio, cuando las risas acabaron y el silencio, por alguna razón, se volvió íntimo sin que mediaran más que miradas.

Finalmente Kagome habló.

—Quítate el resto de la ropa.

No supo que le sorprendió más, la petición o la ausencia de reparo que sentía para obedecer. A pesar de su disposición se sintió obligado a poner alguna objeción.

—¿Así, sin más? Me dejas un poco frío —bromeó.

—Anda, hazlo, no te arrepentirás —la voz de Kagome se había vuelto sugerente y el tono descendió ligeramente su tesitura.

—Tendrás que darme más que palabras —buscó jugar el mismo juego que ella.

La vio sonreír antes de alargar la mano con el móvil para mostrar un poco más el torso y abrir uno de los botones de la chaqueta que llevaba.

—Llevas un pijama de franela —se rió— ¿Puede haber algo menos sexy?

—Quizás no te has topado con el pijama de franela correcto —se abrió el siguiente botón, dejando entrever la curva del pecho.

InuYasha se relamió con sutileza.

—Puede que tengas razón —aceptó, tomando aire mientras sentía que comenzaba a recorrerlo ese leve cosquilleo que se alojaba bajo la piel, previo a la excitación.

—Podemos confirmarlo del todo —siguió ella, jugueteando con el siguiente botón, hasta que se detuvo—, o podemos dejarlo hasta aquí.

InuYasha tomó aire tan profundamente que Kagome tuvo que contener el suyo como si tuviese miedo a que se lo robara.

—Dime dónde estás, que voy ahí y te hago pagar por esto —se encargó de mostrarle en la pantalla el bulto que comenzaba a formarse bajo el pantalón.

Kagome se quedó en total silencio, soltando el aire en una especie de resoplido que parecía destinado a bajar la temperatura que se le había subido de pronto. El sexo virtual no era lo suyo, sinceramente, sin embargo no le costó nada sentir que podía hacerlo con InuYasha, más aún cuando quería confirmar que podía mantenerlo entretenido aunque estuviesen a distancia.

No quería detenerse en la necesidad que escondía ese pensamiento. Ya lo había hecho lo suficiente antes de decidirse a llamar.

—Puedo decirte donde estoy —jugó con la idea—, aunque no cómo llegar.

—Entonces no sé cómo lo arreglaremos —se dedicó a mirarla y antes que Kagome sugiriese algo él volvió a hablar—. Abre otro botón.

Casi le pareció oírlo suspirar.

—¿Éste? Por ejemplo —llevó la mano al último de los cinco botones que tenía la chaqueta y dos ya estaban abiertos.

—Eres perversa, ya te lo he dicho —se sonrió, aunque la sonrisa no permaneció demasiado. Kagome pudo ver como se le entrecerraban los ojos de ese modo particular que le conocía.

—Creo que te va gustando el pijama de franela —se burló, mientras liberaba el botón antes indicado.

—En realidad, me gusta tanto como uno de algodón o de raso. Lo prefiero a un lado en el suelo o dónde sea, pero fuera de ti —respiró hondo y aunque Kagome no pudo verlo supo que se acababa de dar un apretón con la mano sobre el sexo—. Otro botón —exigió.

Se sintió completamente dispuesta a cumplir su petición, aun así no quiso hacerlo de inmediato.

—Tú primero —insistió.

Pudo ver y escuchar como InuYasha soltaba una risa ligera.

—Ya estoy sin camisa —dijo—, aunque de todos modos no creo poder hacer esto.

—¿Timidez? —cuestionó con cierto tono de sarcasmo— ¿Qué hay de tu adicción?

Kagome liberó un botón más de la chaqueta sin que él se lo pidiera, dejando sólo uno para mantener la prenda sostenida.

—Digamos que la adicción no puede ser saciada como quisiera —la voz de InuYasha se volvía poco a poco más profunda, susurrada, aun así podía escucharle en el silencio en que estaba sumida la casa de su madre, a esta hora de la noche.

—No hagas nada, si no quieres, aunque me gustaría que me miraras y verte hacerlo —murmuró, con suavidad, mientras deslizaba una mano por la cintura del pantalón de franela.

InuYasha se quedó un momento en silencio, no podía negar que la situación lo excitaba, sin embargo era nueva para él, el sexo virtual no era lo suyo. A él le gustaba tocar y lamer y oler; se podría decir que era algo salvaje que mantenía como parte de su esencia. No obstante, y aunque no podía verlo con claridad, supo que Kagome se estaba tocando y eso inevitablemente subió su libido.

—Bien —aceptó la petición—, pero quiero verte completa.

Kagome soltó el aire ante esa petición y aunque el deseo que le ocasionaba esta situación la convencía de seguir adelante, lamentaba no poder tener a InuYasha aquí mismo para someter ese carácter indómito que había bajo su habitual cortesía.

—Espera —ella misma fue consciente de cómo la forma en que había dicho esa sola palabra había delatado su ansiedad.

Se puso en pie y recuperó un soporte para el móvil de un cajón del escritorio que tenía en la que era su habitación en esta casa. Acercó la silla al final de la cama y lo posicionó ahí. Se sintió perturbada, ansiosa y ligeramente tímida al darse cuenta de lo bien enfocada que quedaba por la cámara del móvil. La luz de la lámpara del escritorio, que estaba justo detrás, la iluminaba lo suficiente como para crear una imagen intima. No pudo evitar pensar en que si lo hubiese planeado no habría salido mejor.

—Ya estoy —avisó, sentada a los pies de la cama.

InuYasha podía verla con ese aspecto casi adolescente. Tenía el pelo suelto, llevaba ese pijama de franela de color rosa que tenía un ribete algo más oscuro y cuyo único botón aún atado le permitía ver asomar la forma redondeada del pecho y el estómago desnudo.

—Creo que te estabas desnudando ¿No? —la instó y el sólo pensamiento hizo reaccionar a su cuerpo.

—Creo que estaba en esto —dijo, metiendo nuevamente la mano por la cintura del pantalón.

—No hagas trampa —él bajó la cremallera de su pantalón, aunque ella no lo veía.

—¿Quieres ver más? —la voz de Kagome sonaba extremadamente sugerente.

—¿No era lo que querías? —su propia voz se había vuelto oscura y notaba la pesadez inherente a la excitación.

Kagome le respondió con una sonrisa, antes de comenzar a retirar el pantalón que vestía y quedarse con unas bragas de un pálido color amarillo con un pequeño lazo rosa en el centro de la parte alta. Lo dicho, parecía una adolescente.

—Me gusta esa braga —mencionó, metiendo la mano dentro de su pantalón para darse un apretón en el sexo ya erecto.

—Entonces me la dejo —declaró ella, separando un poco las piernas para tocarse por encima de la tela.

InuYasha comenzó a sentir que le faltaba el aire. Oprimió un poco más su sexo y decidió que la ropa le molestaba. Comenzó a quitarse lo que aún tenía puesto, sin dejar de mirar cómo Kagome se acariciaba por encima de la braga y se oprimía un pecho aún cubierto por la franela.

—Pinza ese pezón por mí —le pidió con la voz ligeramente entrecortada.

Ella se humedeció los labios en un gesto claro de ansia y excitación. InuYasha pudo ver cómo se removía la tela de la chaqueta y descubría un pecho para sostener el pezón entre en índice y el pulgar, estimulando del mismo modo que habría hecho él. Casi pudo sentir el tacto de la piel rugosa de esa zona en la lengua.

—¿Te gusta lo que ves? —la voz de Kagome estaba cargada de lujuria y sus ojos entrecerrados lo reafirmaban.

—Sabes que sí —sonrió ante la desfachatez de lo que estaban compartiendo.

La escuchó suspirar y vio que se dejaba caer de medio lado en la cama. Los dedos de Kagome buscaron por un lateral de la pierna de la braga, para humedecerlos con su sexo. El pecho se le inflamó con una de esas respiraciones empujadas por el deseo e InuYasha la imitó. Oprimió y tiró de su erección con más fuerza de la necesaria, hasta que un atisbo de dolor lo hizo aligerar el agarre.

Los dedos de Kagome se movían entre sus piernas y por la forma en que languidecía su cuerpo parecía estar disfrutando. Finalmente lo miró, a través de aquella pantalla de móvil que ahora mismo los separaba y los unía y liberó una corta frase a modo de exigencia y suplica.

—Quiero verte.

InuYasha se quedó embelesado por un instante, registrando el compendio de emociones que ambos estaban experimentando y la forma en que parecían entrelazarse aún a la distancia.

Kagome era para él, cualquier consideración que le dijese lo contrario podía irse a la mierda.

Extendió hacia adelante el brazo que sostenía su móvil y desde la distancia y con ayuda de una almohada, consiguió que su cuerpo se viese en extensión, abarcando su pecho, su vientre y su sexo aprisionado entre los dedos. Sintió cómo temblaba cuando ella lo miró y detuvo lo que estaba haciendo.

—Oh, Kami —la escuchó murmurar arrastrando las palabras—, me gustas tanto.

¿Cómo era posible que aquella declaración gatillara de ese modo su deseo?

Kagome —susurró su nombre.

Sentía una desaforada ansia por ella, la quería cerca, junto a él, bajo él; y sólo podía conformarse con una pantalla de móvil.

—Kagome, mañana… —intentó hilar una petición, pero se desconcentró al verla tensa y a la vez desmadejada sobre la cama.

—Sí, mañana —respondió con la voz inestable.

Pudo ver el modo en que el botón que aún sostenía la chaqueta de pijama por el centro se soltaba por los movimientos que ella hacía y ambos pechos estuvieron descubiertos. InuYasha se relamió de pura impaciencia.

Comenzó a masajear su sexo con más intensidad, mientras su respiración se agitaba poco a poco.

Kagome no podía dejar de mirar la forma en que el cuerpo de InuYasha se movía. Podía ver cómo los músculos de los muslos, el torso y el antebrazo se tensaban en busca de una culminación que aún parecía lejana, para luego distenderse y en ese momento él suspiraba en una mezcla excitante entre el alivio y el desasosiego.

—Sigue —lo instó, buscando un poco más en su propio sexo para ser parte con él de este inusual momento íntimo.

Al verlo así, sentía el impulso de decirle todas las cosas que quería hacerle, sin embargo se silenciaba en una especie de focalizada timidez.

InuYasha —susurrar su nombre era la única forma que encontraba para verbalizar el ansia, el deseo de tenerlo aquí, junto a ella, desnudo del modo que estaba.

Pudo ver cómo acariciaba con los dedos la punta del sexo erecto y se recreaba en estimularlo, para luego encerrarlo con el puño y recorrerlo de arriba a abajo. Una parte primitiva de ella registró el movimiento y lo memorizó con la idea clara de repetir la caricia. Recordó el modo en que InuYasha entraba en ella y el cuerpo le tembló por completo ante las sensaciones de ese recuerdo, elevando su excitación que subió de golpe, humedeciéndola y anunciándole que le faltaba muy poco.

—Vamos, quiero verte —murmuró InuYasha, percibiendo el punto en que ella estaba—. Necesito ver cómo te pones —continuó. Kagome supo que la estaba ayudando y eso la estímulo aún más.

Insistió con la caricia que se daba entre las piernas, presionando el punto exacto en que su sensibilidad se acumulaba. Se mantuvo mirando el modo en que InuYasha se acariciaba a sí mismo y a medida que se acercaba su orgasmo deseaba que él estallara también. Quería verlo, su mente sólo podía registrar ese deseo y su propia culminación.

Los movimientos separados y a la vez compartidos se volvieron frenéticos. Él le contaba entre susurros ahogados el modo en que quería tocarla y ella suspiraba y recibía todas aquellas frases entrecortadas con afirmaciones y promesas.

Kagome —lo escuchó tensar su nombre en la garganta y supo que él le daría la visión que estaba esperando.

Lo vio tensarse y el móvil comenzó a temblar sobre la cama, del mismo modo que InuYasha temblaba en medio de los espasmos de su orgasmo y eso arrastro el propio y se perdió en las sensaciones durante los escasos segundos que aquello duró.

Se quedaron muy quietos durante un largo momento en el que sólo se ocuparon de mirarse y calmar la respiración. Kagome se quedó echada de medio lado sobra la cama, con las bragas aún a mitad de pierna. InuYasha sostenía sobre su sexo el bóxer que lo había ayudado a contener su eyaculación.

—Quién se ducha primero ¿Tú o yo?—soltó la pregunta. Kagome le sonrió.

—Creo que tú, no quiero perturbar el sueño de nadie —la respuesta de ella llegó acompañada de un suspiro.

—¿Me dirás dónde estás? — InuYasha respiró hondo, había algo único en haber compartido este momento con Kagome, más allá del sexo, habían necesitado uno del otro para sentirse satisfechos.

—Ya te lo contaré mañana —ofreció y él le tomó la palabra.

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Continuará

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N/A

Espero que este capítulo les haya gustado. No les cuento lo agotador que me resulta escribir lemons que, según yo, estén equilibrados tanto en emoción, erotismo y argumento (porque todo va dejando algo)

Hasta el siguiente!

Besos

Anyara