IZON SHŌ
Capítulo XXXIII
Trigésimo tercera sesión
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Todos deseamos ser amados
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Era lunes. Un lunes cualquiera, de una semana cualquiera, de un año cualquiera. Sin embargo para InuYasha sabía a un lunes distinto, sabía a un lunes con ella, sintiéndola diferente.
El día anterior lo habían pasado juntos, muy juntos, de muchas formas. Hoy, al salir pronto a trabajar, la había dejado dormida en su cama, con una nota y el café listo para tomar. Lo hacía feliz la sola sensación de que Kagome estuviese ocupando su espacio y que no sólo se tratase de un encuentro como los que tuvieron al inicio. Se le notaba, se lo habían dicho en la cafetería, mientras preparaba los pasteles para este día; también se lo había mencionado la señora Nagai, a quien le compraba la verdura.
Se sentía cómodo consigo este día y quizás por eso se tomó con calma el andar las dos calles que le faltaban para llegar a su apartamento. Una mujer salió de uno de los edificios y comenzó a caminar delante de él. Al principio le resultó normal mirar el modo en que movía el cuerpo, a pesar de ir en zapato bajo, la mujer tenía elegancia y cierto vaivén interesante. Sin embargo, lo que sí llamó su atención fue su total falta de interés en imaginarla en la cama. Lo intentó, de hecho consiguió pensarse sobre ella mientras buscaba introducirse, no obstante se descubrió incómodo con la idea.
Mierda —pensó y se rio de sí mismo: estaba enamorado.
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Era martes. Kagome le había comentado que hoy saldría con una amiga después del trabajo, que tenía un compromiso pendiente con ella y que probablemente llegaría tarde al apartamento. Le pareció bien, era bueno que tuviesen cosas que hacer aparte del otro, para que así lo que estaban comenzando no los asfixiara. Se lo había repetido a sí mismo un par de veces más, mientras pasaba las opciones para ver en una plataforma de streming. Pensó en que quizás él también debía intentar retomar relaciones que había dejado a un lado cuando se obsesionó con su adicción al sexo. Dentro de poco tendría una sesión personal con el terapeuta de grupo, todos la tendrían, y no dejaba de preguntarse qué podría salir de esa reunión. Mucho de lo que él creía ser cuando comenzó con esta última terapia grupal, ahora le resultaba cuestionable.
Tomó el móvil y abrió la aplicación de mensajería para dejar alguno a Kagome, no obstante desistió de inmediato, descansando el teléfono sobre su frente con unos leves golpecitos. Sabía que no podía ser impaciente, que el espacio de cada uno era importante. Volvió al pensamiento de retomar las relaciones que había pausado y comenzó a pasar a sus contactos, deteniéndose en el nombre de Kaguya. Probablemente sería un contacto que tenía que borrar, hace semanas que no sabía nada de ella y no sentía ni el más mínimo remordimiento. La relación que tenían era así, no se debían nada.
Miró un poco más entre los contactos. Tenía un par de nombres más a los que no alcanzaba a poner cara. Se encontró con el de Yura, una mujer que conoció hace cerca de un año y que apuntó el contacto en su móvil cuando él había ido al baño, desde entonces le puso clave de bloqueo. Se rio al recordar que era una total dominatriz y tenía una severa obsesión con su pelo.
Quizás debía platearse comenzar a borrar algunos nombres.
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Era miércoles. Uno de los días en que más conseguía descansar y recuperar algo del sueño de los días en que dormía sólo horas sueltas. Hoy en particular su apartamento olía a las verduras que había cocinado para hacer un caldo, sumado a las bases que preparó para las comidas del resto de la semana. Ahora que se estaba viendo con Kagome la sumaba a sus comidas y contaba con llevar algo para dejar en la nevera de ella. Sin embargo el mensaje que acababa de ver en el móvil lo desconcertó.
Esta noche no puedo quedar, lo siento.
No había una mayor explicación. No decía nada más.
Se quedó mirando el teléfono con la chaqueta a medio poner y la comida envuelta en el furoshiki que había elaborado con la tela que asignaba para ello.
El plan había sido cenar con ella y quedarse a dormir, por lo mismo llevaría también un pequeño bolso con una muda de ropa y su cepillo de dientes. Sin embargo se había quedado estático e intentando concebir que esto era una minucia a la que le estaba dando demasiada importancia. Probablemente ella estaría ocupada o cansada. Con ese único dato era lógico que su mente lo llevara a sospechar, después de todo era algo que bien le podría explicar en un mensaje de móvil.
Notó la molestia de la incertidumbre en el estómago y se decidió a marcar su número. Esperó a que el tono de llamada lo comunicara, no obstante se encontró con el pitido que le pasaba con una voz grabada que lo invitaba a dejar su mensaje.
Mierda —pensó, sin llegar a verbalizarlo y se quedó otro medio minuto mirando la pantalla hasta que se apagó.
En ese instante tomó una decisión que luego se replantearía mucho por el camino, no obstante lo haría igualmente.
Se puso la chaqueta del todo y tomó las llaves que tenía en el mueble de la entrada. Se calzó y salió del apartamento rumbo al de Kagome. Tal y como lo había previsto, durante el trayecto se pensó varias veces el tenor de su decisión y aunque no se lo confesaría a nadie, se sentía celoso de lo que fuese que ella estuviese haciendo y que parecía más importante que su momento juntos luego de tres días completos.
Cuando llegó al edificio recordó que, del mismo modo que las veces anteriores, no tenía llave para entrar y la única forma de hacerlo era llamando al piso de Kagome o esperar a que alguna persona entrase o saliese; optó por lo primero.
Se quedó de pie frente a la puerta por un momento antes de llamar. Notó una fuerte presión en el estómago ante la incertidumbre; y si Kagome estaba con alguien más, y si aquella declaración visceral que le había hecho el día que acordaron intentar una relación terminaba siendo cierta. Por un instante pensó en la posibilidad de darse media vuelta y regresar a su apartamento. Cerró los ojos e intentó calmarse, haciendo varias respiraciones profundas, hasta que consiguió algo de normalidad. Si había llegado hasta aquí no era para volver sin saber qué pasaba.
Tocó al timbre y esperó, sabía que ella lo vería por la pantalla.
—¿InuYasha? —escuchó su nombre dicho con sorpresa.
A continuación la cerradura eléctrica de la puerta se abrió y simplemente entró sin mediar palabra.
Los siete pisos que recorrió el ascensor se le hicieron eternos. Miró la hora en su móvil, pronto serían las ocho y caviló sobre pasar, saludar, dejar la comida y marcharse. Quizás eso sería lo único que Kagome le permitiría hacer. Cuando salió del ascensor y miró en dirección a la puerta de ella, se la encontró asomada por ésta con una clara expresión interrogante en la mirada. Se acercó como si cada paso le pesara, pensando con desagrado que su mayor miedo es que estuviese acompañada.
—Te dejé un mensaje ¿No lo viste? Creía que sí —fueron sus palabras de recibimiento.
—Sí, no, sí —balbuceó una mala respuesta. Kagome lo observó acentuando su sorpresa—. Traje comida.
Intentó suavizar sus absurdos monosílabos y alzó la bolsa de tela que había armado en torno a los recipientes.
—Bien, entra —la vio perderse en el interior.
Quiso dar un paso adelante, sin embargo se sintió torpe, idiota, un completo imbécil ¿Qué esperaba encontrar? ¿Qué pensaba que estaría haciendo ella?
La vio asomar por la puerta nuevamente y desde ahí lo miró.
—¿Qué pasa? —preguntó casi con premura— No me hagas salir con estas pintas —llevaba una camisola de algodón de color rosa y calcetines amarillos.
—Nada, mira, te dejo la comida y me voy —extendió la mano con lo que traía para que ella lo tomase.
Kagome se quedó perpleja.
—Si ya estás aquí lo justo es que entres a comer conmigo ¿No? —le costaba entender lo que pasaba con InuYasha.
Lo vio negar una vez más y bajar la mirada, desviándola de la suya. No entendía cuál era el problema, simplemente había anulado una cita, no es como si...
—¿No creerías que me estaba follando a alguien? —lo dijo como si intentase que sonara a broma, sin embargo la mirada que él le dio convirtió aquello en un mal chiste— Oh. Bueno… pues hoy no es el caso, así que pasa.
Se adelantó a él, intentando no mostrar molestia, aunque sí que le fastidiaba que no le tuviera confianza. Por otro lado, ella misma había dejado abierta esa puerta cuando le había expuesto la posibilidad de acostarse con alguien más y eso el mismo día que aceptó esta especie de relación que tenían.
Volvió a sentarse en el suelo, junto a la ventana y a la mesa baja en la que estaba el ordenador. Hoy se quedaría a trabajar hasta muy tarde, quizás toda la noche. Tenía que terminar de revisar una novela que le habían pasado de urgencia. La historia contaba con una premisa interesante, sin embargo era un completo dolor intelectual unir las ideas tal y cómo estaban creadas algunas frases.
Miró de reojo a InuYasha que la observaba desde los pocos metros que separaban la entrada del lugar en el que ella estaba.
—Entra, no te quedes ahí. Ya ves que estoy sola. Si aún tienes dudas puedes mirar el baño para que te asegures que no escondo a nadie. Armario no tengo. Aunque bien podría haberme follado a alguien antes que llegaras, puedes ver que el futón está sin recoger —la retahíla de palabras salió con pulcritud y orden. Se sorprendió a sí misma por lo bien que disimulaba las ganas de darle un apretón en sus partes por pensar lo peor.
Esto de estar en una relación era nuevo para ella, y extraño, y no manejaba todas las formas correctas de comportarse a cada momento y según qué situación. Sólo sabía cómo acomodarse en la cama.
—Podrías haber dicho que te quedabas a trabajar —lo escuchó decir. Algo más estable en sus convicciones.
—¿Quién dice que esté trabajando? Puedo estar ciber follando —soltó sin dejar de mirar la pantalla.
—¿Puedes parar de hablar de follar? —pidió, cómo si el termino lo ofendiera. En ese momento lo volvió a mirar.
—¿Por qué? ¡¿Te molesta?! —se puso en pie— ¡Follar, follar, follar —comenzó a caminar hacia él, ya sin poder disimular el enfado que parecía ir burbujeando denso dentro de ella—, follar…!
—¡Para, Kagome! —estaba absolutamente impresionado.
—Follar, follar, coger, follar —sintió que la tomaba por los brazos.
—Joder, Kagome —le miró la boca. Ese simple gesto fue un enganche entre ambos.
—Eso también lo sé hacer —declaró y le miró la boca también.
Los cuerpos se acercaron unos pocos centímetros y se detuvieron antes de tocarse.
—Ah ¿Sí? —susurró él, pasando la mirada de la boca de ella a los ojos castaños y nuevamente a la boca— Pues hoy no haremos eso.
—¿No? ¿Ahora somos esa clase de personas? —preguntó, adelantándose los centímetros que le faltaban para que sus pechos se encontraran. Tenía que trabajar, sí; pero también tenía que cobrarse el mal humor que acababa de experimentar.
Lo escuchó resoplar muy despacio y sintió que soltaba sus brazos y deslizaba las manos por su espalda hacia su trasero y en un acto totalmente obsceno se lo apretó a dos manos, levantándola del piso de forma leve. Suspiró sin proponérselo y él lo hizo también. Buscó besarlo, pero en cuánto le tocó los labios con los suyos se puso a distancia. Se miraron intensamente y él soltó una exclamación.
—¡Mierda, a quién engaño!
Se echó hacia ella y la besó con ansia, hundiendo de entrada la lengua en su boca. Kagome soltó el aire en medio de la intromisión de ese beso mal armonizado y salvaje notando la fuerza con que su piel se encendió de golpe. No ayudó el sentir los dedos de InuYasha arrastrando la tela del camisón que llevaba y meter las manos bajo la braga hasta tocarle el trasero desnudo.
—Hagamos eso que no haríamos —le dijo en medio del beso.
—Joder, Kagome, sí.
Se rio, aun besándolo, mientras se sostenía de los hombros y el cuello, buscando un punto de apoyo para que la subiera. Antes de eso él comenzó a manipular la cremallera de su pantalón y Kagome sintió que se le calentaba la sangre de golpe ante esa idea. Resopló cuando la alzó y consiguió anclar las piernas en la cadera, a ese gesto le siguió un gemido y un temblor. Escuchó el sonido de la hebilla del pantalón de InuYasha cuando se soltó y su mente se distrajo de inmediato de aquello cuando notó dos dedos de él, uno de cada mano, que estaban tocando su entrada y buscando humedecerla. Se descubrió moviendo la pelvis adelante y atrás para que el roce que él ejercía le fuese más provechoso. Se le escapó un suspiro que se convirtió en un siseo en el momento en que consiguió que la caricia la tocara en una zona sensible. InuYasha le mordisqueó la mandíbula y luego el cuello para poder mirar y avanzar con ella hasta que sintió la pared contra la espalda.
Ambos resoplaron a la vez ante la presión y el ansia.
Los dedos que la tocaban íntimamente se pasearon por los pliegues de su sexo con total facilidad en un instante que pareció alargarse más allá de lo que su cuerpo era capaz de tolerar. Percibió la erección empujándose hacia su entrada por encima de la braga y pensó en cómo removerla sin soltar la sujeción que tenía en sus hombros. Se sintió frustrada al comprobar que no le era posible.
—Hazla a un lado —le pidió con un susurro y notó que temblaba y se presionaba otra vez hasta que ambos jadearon de dolor.
La sostuvo con fuerza nuevamente y avanzó lo que le faltaba para llegar al futón. Una vez ahí la desnudez total no parecía una meta inmediata, aunque ambos lo intentaron. Kagome le sacó la chaqueta a tirones y con tirones similares le abrió la camisa, arrancando algún botón en el proceso. Le metió las manos bajo el camisón, con el claro intento de quitárselo, sin embargo el plan cambió cuando sus palmas se encontraron con los pezones endurecidos y desnudos. Suplicó ante la caricia y lo hizo aún más alto cuando él mordió entre sus piernas por encima de la ropa interior.
—Me encanta esta braga —lo escuchó decir y un resquicio de su mente relacionó los hechos: llevaba la misma braga de la noche en que tuvieron sexo virtual.
—Si quieres te la regalo, pero quítala —suplicó una exigencia.
Lo escuchó reír antes de volver a morderla del mismo modo. Kagome oprimió los muslos contra las mejillas de él y lo escuchó reír otra vez, un poco más, antes de pinzarle ambos pezones con los dedos y eso consiguió que dejara lo que estaba haciendo con las piernas.
—Oh, por favor. Deja de jugar —se quejó y él respondió con una seguidilla de rápidos mordiscos pequeños que le rozaban por encima del clítoris— ¡Joder!
Lo escuchó sisear.
—Sí, joder —comenzó a quitarle por fin la braga.
Lo siguió con la mirada y comprobó que se había bajado el pantalón. La sola idea de que lo hiciese con ellos a medio muslo la encendió más, había algo muy excitante en la sensación de hacerlo con premura. Tiró de la camisa que él aún no se sacaba para instarlo a subir hasta ella de una vez.
El sexo no estaba en sus planes esta noche, ella se iba a quedar a trabajar, pero… a quién le importaba.
—Anda, métela ya —le soltó el pensamiento inconexo de su mente afiebrada.
—Mierda. No creí que me fuese a calentar tanto escucharte maldecir —sintió cómo se metía un pezón a la boca y aunque la sensación la desesperaba y conseguía que su ansia aumentara exquisitamente, necesitaba tenerlo dentro de una vez.
—InuYasha —volvió a exigir, alzando la cadera que él le sostuvo con una mano, presionando las yemas de los dedos sobre la carne, justo antes de introducirse en ella y quitándole el aliento.
Joder.
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Continuará
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N/A
Yo también pensé que no habría lemon, pero aquí estamos.
Espero que el capítulo les haya gustado.
Besos y gracias por acompañarme.
Anyara
