Capítulo V

Seguir adelante

Han transcurrido cuatro semanas.

Vuelves tu vista al pizarrón notando que el resto de la clase se ha ido. Y ni siquiera parece ser algo reciente, por la forma en que te ve tu profesor. No es extraño que prestes poca atención, pero con el pasar de los días ha sido difícil centrar tu foco en algo. Es el último año, necesitas las notas más altas para encontrar un buen empleo al término. Estar en la nada, no te llevará de comer los siguientes años, lo sabes.

—Siento lo de tu hermano, Yoh Asakura—dice Silver—Pero en verdad necesitas concentrarte.

Sonríes, apenas formulando algo que expresar.

No tiene la culpa, no es que sea aburrido, es sólo que… nada parece tener importancia para ti estos días. Consideras que no es tan malo, después de todo apenas es la segunda clase que tomas con él esta semana.

Toma el maletín y camina hacia ti con esa mirada de comprensión que siempre ha tenido. Desde el principio te advirtió que el taller sería bastante demandante. Aceptaste la misión antes de concluir el semestre anterior. Ahora sientes que quizá lo has decepcionado un poco.

—Sé que toma tiempo superar la pérdida, pero sólo hay un periodo escolar y está aquí. Tú sigues aquí—te animó sentándose en la banca vacía a tu lado—Eres uno de mis mejores alumnos, así que espero verte graduado con honores.

Otra sonrisa irónica se cuela en tu rostro.

A veces parece que no necesitas esas palabras, pero sí requieres de vez en cuando algo de esa motivación.

—Gracias…

Es todo cuanto puede salir de tu boca, pero el tono es tan entrañable que nadie se atrevería a reprocharte la falta de diálogo.

—No me agradezcas—dice sacando de sus cosas un par de hojas—No suelo dar asesorías privadas, pero supongo que puedo hacer un esfuerzo.

—No es necesario, de verdad…

—Sí lo es—dice colocando las hojas sobre la butaca—Pon atención que sólo lo repetiré una ocasión más.

Asientes, escuchando atento toda la explicación y los detalles que tienes que llevar para el siguiente proyecto. Son cosas sencillas en realidad, pero necesarias si quieres sacar el máximo provecho de los puntos. Añade algunas lecciones de la clase que impartió hace unos momentos, recomendándote algunas lecturas que serán provechosas para ti.

—Ve a la biblioteca y lees entero este manual—dijo encerrando el año de edición—La versión anterior a la reciente tiene seis capítulos que no debieron cambiar, porque aún considero que la vieja escuela sólo necesitaba unas mejoras en el aspecto urbano, no un cambio tan radical.

Sonríes, también piensas lo mismo.

—Sí a la ecología, no al exceso de tecnología, sino qué sería de nosotros los humanos si dependiéramos enteramente de las máquinas—dice, concluyendo la asesoría.

Caminan a la salida de la universidad. Estrechas su mano con auténtico agradecimiento. No muchas personas se toman el tiempo para brindarte algo de atención y eso lo valoras con creces, mientras andas por la calle al mirador donde a menudo contemplas el parque.

Siempre te detienes a observar el agua, incluso a los patos nadar por debajo del puente.

El ambiente es tan tranquilo, tan ajeno al constante ajetreo que sufren todos en el distrito central.

Tu mente divaga en aquel recuerdo con tu padre empacando todas las cosas de Hao el fin de semana pasado. Comenzaste a pensar que quizá tu hermano no estaba tan indiferente como creías que lo era cada vez que iba a casa con tu madre. Que tal vez los sentimientos de angustia y soledad los guardó sólo para él. Y te duele que haya sido así, pero no puedes quejarte porque es justo como tú, ocultado la melancolía detrás de esa sonrisa tan simplona.

Almacenaste las fotos de su mueble y la ropa de campamento de cuando eran sólo niños. Incluso te conmueve ver todos los envoltorios de los regalos que le mandaste cada cumpleaños, las tarjetas de felicitación, incluso las que él nunca pudo mandarte cuando estuvo lejos. Los abrazaste pensando que serían tus nuevos tesoros.

Después, desconectaste el teléfono junto a su cama.

Más de una vez se quedó dormido mientras charlaban a altas horas de la madrugada.

Más de una vez te contestó borracho, diciéndote que la vida era un asco.

Y más de una vez tomaste con él, a pesar de la distancia, diciéndole que sí, que en efecto la vida era un asco.

—Pero estamos aquí todavía, hagámosla mejor—le propusiste.

—¿Y cómo vamos a hacerla mejor? ¿Tienes algún plan? —te preguntó bastante mareado.

—No….pero prometo pensarlo.

—Pues cuando lo tengas, me dices—respondió de mejor humor, incluso con una pequeña risa— Mi vida sería un absoluto asco si no pudiera hablar contigo. Así que por eso tengo este estúpido aparato aquí junto a la cama. Valóralo, no cualquiera tiene un hermano como yo, que accede a contestarte las llamadas después de beber tanto.

Asentiste, guardando el aparato en una más de las cajas. La nostalgia te invadió, del mismo modo en que quisiste proteger todas las cosas más personales de Hao. Te llevaste la computadora y algunos aparatos que tu padre consideró que te servirían más a ti.

Esta vez no te negaste.

Una vez que todo quedó limpio, con el eco de sus pasos resonando el lugar, se sentaron en silencio a contemplar el sitio. A recordarlo a él.

Mikihisa no quiso llamar a nadie del servicio para hacer la tarea, sólo te requirió a ti para que le ayudaras con la carga emocional que la labor implicaba. Pero a pesar de ser tan metódico, incluso tu progenitor te pidió un momento a solas en la habitación de su hijo.

Aun recuerdas sus sollozos y las palabras de despedida que le dio, mientras aguardabas en la sala con las cajas de comida vacía y las botellas de cervezas a medio tomar. Es el momento más prolongado que has pasado con tu padre en años. Sin embargo, todo carece de sentido sin él.

Ves el agua moverse por el juego de los niños con las aves, volviéndote al parque donde esperas una nueva llamada. Y piensas en Miki, en lo feliz que era antes del accidente. En lo mucho que ha perdido, en que a pesar de que Redseb también era su adoración, no se compara a lo mucho que añora a Hao todos los días.

Un suspiro sale por quinceava vez de tu boca, cuando sin querer sientes vibrar el aparato en tu bolsillo. Quizá sea la única ocasión en que de verdad tomas atención a las cosas. Lees el mensaje de que ellas están llegando a la banca de todos los días, al menos de estas últimas dos semanas. Tratas de sacar la mejor versión de ti, de sepultar aquella máscara de lástima en tu interior.

Ella te necesita más sólido y fuerte que nunca.

Así que cuando ves cómo se levanta corriendo hacia ti, sabes que la vida te ha diseñado para resistir todo a la vez.

Sonríes, abrazando a Seyram, besando su cabeza, mientras sus manos se aferran a ti. Porque es sólo una hora la que dispones antes de irte al trabajo. Así que ella sabe que no durará por siempre.

Asanoha se dirige a ti con un saludo bastante más resuelto que el día anterior.

Jamás se habían comunicado tanto. Puedes contabilizar con tus manos las veces que intercambiaste un par de palabras con la mujer, pero ahora tienes su número telefónico y la has visto todos los días. Incluso le has invitado un helado y han jugado juntos, mientras tratan que Seyram vuelva a hablar.

—¿Nada? —preguntas esperanzado.

—No, nada—niega acomodando su cabello rubio detrás de la oreja—Los especialistas dicen que sus cuerdas vocales están perfectas, es ella quien no quiere hablar.

Por más psicólogo o especialista que tengan a su alcance, consideras que esto sólo será cuestión de tiempo. Cuando tu pequeña hermana se sienta segura y fuerte. Tu mejilla toca la de la niña, pensando cómo puedes animarla a seguir adelante. No viviste el horror del accidente, pero imaginas el sufrimiento que eso pudo generarle, más con la muerte de su familia.

—¿Y si ve a Mikihisa?

La simple mención eriza la piel de la mujer.

—No creo que sea prudente—dice apartando su vista—No puede con la culpa, tampoco con la muerte. No es una buena visita para mi hija, al menos eso dice el médico.

Tratas de hilar algo diferente. Has estado en la situación de Seyram antes, eres el niño que quedó en medio de la batalla. Aunque las cosas son diferentes en esta ocasión porque tu padre es quien quiere regresar. Y cuando una persona desea estar ahí, mueve mil montañas para lograr su cometido. Mikihisa ni siquiera está peleando la custodia, quiere el perdón, desea estar con ellas. Sin importar la demanda de divorcio.

Comprendes que en realidad, nunca has estado en el lugar de Seyram. Ella es tan diferente a ti. Por ti, nadie luchó. A ti sólo te olvidaron en casa como parte de una separación dolorosa. Una responsabilidad aparte.

—¿Quieres comer algo, Sey? —preguntas acariciando su cabello—Mi abuela preparó algunas galletas, saben muy bien.

Ella levanta su cabeza y asiente, mirándote con cierta ilusión.

Vuelves a colocarla en el suelo, tomando su mano.

A poca distancia hay una manta extendida con algunos recipientes en la superficie, como ha sido los últimos par de días, casi siempre te limitas a llevar el postre o algún guiso especial. Te sientas, sacando de la mochila un pequeño depósito con las afamadas galletas, lo colocas en el centro, mientras Asanoha te entrega un generoso bento.

Seyram no tarda en mostrarte el suyo con las figuras de Doraemon y Pikachu.

Tratas de hacer la plática, ella responde con movimientos de cabeza, sonrisas y de vez en cuando mímica. La animas a emitir algún sonido. Es inútil. Nada sale de su boca. Aun así, no te muestras decepcionado, como has dicho antes tomará su tiempo, lo que menos quieres es hacerla sentir que estás triste por su situación.

—La siguiente semana saldrá la película de Detective Pikachu, si quieres… ¿podríamos verla? —propones recibiendo una afirmativa muy animada de tu hermana.

—A Redseb le hubiese encantado—dice en un tono melancólico Asanoha.

—Sí, lo sé—asientes, suspirando ante el recuerdo—A él le hubiese encantado verla.

Seyram vuelve a abrazarte, no sabes si es por la mención de su hermano o porque sabe que el tiempo está por agotarse. Se sienta en tu regazo mientras come las últimas dos galletas de naranja. Casi siempre se duerme después de que le cantas un par de canciones, está vez se queda despierta, mirándote con los ojos cristalinos.

—Sabes que tengo que irme…

Pero esta vez te toma del cuello con sus brazos. Te acuerdas de la ocasión en que todo sucedió en el hospital y lo horrorizada que estaba al no verte más en la isla. Tuviste que llamarla para que volviera a comer, para que no se deprimiera más. Pensando, quizá, que tú también te habías ido, como lo hicieron tus hermanos y tu padre.

—Prometo verte mañana—dices palmeando su espalda—Prometo llamar para darte las Buenas noches.

Se niega.

—Seyram es hora de que dejes a Yoh—añade su madre.

La niña mueve en negativa su cabeza, aferrándose más a ti.

¿Qué harás? No puedes llegar a la tienda con una niña colgando de ti, por más niñera que puedas ser, es un exceso, incluso para un sujeto tan extraño como tú.

—Creo que es tiempo de que tú y yo hagamos la promesa del meñique—mencionas con firmeza, llamando su atención.

Consigues desprender sus brazos y vuelves a sentarla en tus piernas, mientras espera la explicación.

—Esta es una promesa irrompible—continuas mostrándole tu dedo—Prometo que estaré contigo en los días más importantes de tu vida. No importa si esté aquí o del otro lado del mundo. Tal vez me vaya antes de que tú, pero será sólo después de que hayas empujado lo suficiente mi silla de ruedas. Y quieras deshacerte de mí.

Ella negó con su cabeza, sacando una pequeña sonrisa en ti.

—Prometo secar tus lágrimas, tratar de hacerte feliz así tenga que hacer alguna tontería. Y deberás saber que no importa lo que pase con las demás personas, siempre vas a tener a tu hermano contigo—concluyes apoyando tu otra mano en el pecho—Es una promesa de corazón.

Seyram estira su mano hacia ti y une su meñique al tuyo, sellando el pacto que al parecer deberás honrar el resto de tu vida.

Ella parece muy feliz y tranquila cuando salen del parque. Asanoha te ofrece dejarte en la plaza, accedes, ya que estás algo retrasado.

Una vez más te despides, asegurándole que llamarás después de su programa favorito.

Así es tu vida, después de lo que titulaste el desastre como el hoyo negro de tu corazón. No tienes idea de su alcance, tampoco si es justo como lo retrató aquel satélite a miles de kilómetros de la tierra. Pero parece ser profundo, justo como el agujero que se hunde en tu pecho.

Sonríes a la gerente, mientras dejas tu mochila en la cabina.

—Yoh, necesito hablar contigo.

Odias esas palabras, casi siempre vaticinan algo malo. No te equivocas al ver la manera en que la gerente toma el puente de su nariz. Algo le está agobiando.

—Quise hablar contigo antes que algunos del personal, tienes más tiempo que todos trabajando aquí. Incluso más que yo.

No sabes bien a dónde quiere llegar.

—Haremos cambios radicales en la tienda, vamos a despedir a muchos empleados…—baja la mirada de forma continua—El jefe sabe que eres el mejor y te quiere conservar, así que me pidió que te diera un bono y te ofreciera un nuevo contrato en lo que comienzan las nuevas instalaciones.

No sabes qué decir, no suena tan mal como lo hace sonar.

—Dejaremos de ser una tienda musical, ahora seremos una cafetería con algunos discos en la rockolla. Algo más estilo karaoke….

Y ahí es donde todo pierde tu atención. Comienza a hablarte de los planos, sabe que tú entiendes de eso porque estudias eso. También te muestra los datos de mercadeo. Mucha gente ha dejado de comprar discos físicos. La mayoría de los artistas se han decantado por vender en Spotify.

—Lo único que podemos hacer es aceptar los cambios y seguir adelante—te dice mostrándote el nuevo contrato—Descansarás dos meses, en verdad quiere conservarte porque tienes mucho conocimiento, has escuchado todos los compactos, viniles…

Sí, conoces de memoria los blues y el jazz también. El ragge, el soul… podrías seguir de largo si es lo que desea. Tienes un vasto conocimiento en el área, siempre has sido fanático de la música.

Miras el papel, es un gran número en lo que hacen la apertura del lugar. Ni siquiera tendrías que cambiar de lugar, sólo sería un piso más abajo. Cerca de los restaurantes concurridos, tan diferente a este sitio que proyectaba paz y tranquilidad.

—Tendrás mejores ganancias.

Puedes verlo… No sabes cómo, plasmas tu firma, autorizando el cambio en la plantilla.

Ni siquiera tienes que terminar tu turno. Ella te agradece la oportunidad, deseándote unas felices vacaciones. Recoges tus cosas, no sin antes echar un vistazo por última vez. No sólo cambiarás el uniforme, serán tantas cosas… Cualquiera encontraría ridículo tus pensamientos, pero en verdad disfrutabas venir cada tarde después de clases. Incluso te emocionabas cada vez que llegaba el nuevo cargamento.

Tal vez debiste verlo desde antes, no llegaba el mismo número de cajas que antes. Los clientes rara vez consumían, preferían escucharlo y luego marcharse, prometiendo que regresarían por el material. Pocos lo hicieron. La mayoría eran personas de media edad, los jóvenes como tú, sólo entraban por mera curiosidad.

¿Podrías culpar a las personas preferir la comodidad?

Mientras tú aún llegabas a casa con tus discos negros, la gente escuchaba los viejos sencillos en algo llamado Youtube. Ellos oían más de un disco, cuando tú tenías que esperar dos semanas de mesada para adquirir el siguiente material.

Pero así es la vida, no puedes culpar a nadie.

—Llegaste temprano—dice sorprendida tu abuela al verte entrar a la casa.

Ni siquiera tienes ganas de explicar nada.

—¿Está mejor?

—El jardín se sigue muriendo—responde bebiendo de la taza de té.

Observas a la distancia que el rosal ha dejado de producir nuevos botones. Pese a los cuidados que tratan de darles a las plantas parece que no es lo mismo.

—Fausto vino a verla hace un rato, creo que está mucho mejor que hace unos días…—suspira preocupada—Jamás la había visto de ese modo.

—Hay que darle tiempo.

—Lleva un mes—dice remojando la galleta en el agua—No hemos siquiera podido juntar para la hipoteca del mes con todos los gastos. No hay clientes en Izumo…

Es de las pocas veces que ves a Kino hablar con tanta seriedad, sin un ápice de humor. Recuerdas el cheque en tu bolsillo. Son dos meses pagados con tu nuevo salario. No es una cantidad voluminosa, pero es algo muy significativo. Le extiendes la hoja, que toma con extrañeza.

—Me pagaron vacaciones en lo que está el nuevo local de la tienda—respondes a medias—Cubre perfecto una mensualidad y podemos comprar algunas cosas de la despensa.

—Es tu dinero.

Vuelve la hoja hacia ti.

—Y ésta es mi familia—contestas apartando el papel—Puedes ir a cambiarlo al banco mañana, sólo hay que poner el cheque a tu nombre.

Puedes notar en sus ojos el brillo de agradecimiento. No debería, cada una de ellos han cuidado de ti en los mil y un momentos que has estado mal.

—Iré a verla un rato.

Asiente, mirándote desaparecer en las escaleras. Recuerdas los primeros días que Mikihisa se fue, incluso odias el olor a la habitación, porque es exactamente la misma clase de depresión que la ahogó de forma prolongada. Duerme la mayoría del tiempo, despierta y llora aferrándose a una fotografía de Hao.

No eres nadie para juzgar a los demás. Para muchos la muerte es algo transitorio, para ella… todo esto siempre significó más.

Acaricias el cabello, apartándolo de su faz.

—Mamá, ¿tienes hambre?

—No…

—Tus flores te necesitan—dices en un tono cálido.

En realidad quisieras decirle que no sólo ellas necesitan de sus cuidados.

—Tus clientes están ansiosos porque regreses, le preguntan a Ryu por ti…

—Yoh, por favor, quiero seguir durmiendo—responde quitando tu mano de su rostro—Necesito dormir.

Asientes, un poco maltrecho, levantándote del futon. No lo ha hecho a propósito, pero en ese momento sientes celos de tu hermana, porque no eres suficiente como para que tu madre piense que vale la pena seguir luchando. En verdad, no quieres juzgarla, no quieres minimizar el daño, porque esta clase de pensamientos egoístas no son propios de ti.

No, sólo debes aguardar. Ser paciente. Porque sabes que se levantará y volverá a ser la madre amorosa de siempre. Sólo esperas que esta etapa pase pronto. Que los cambios que se avecinan sean mejores, que sean tan buenos que te haga quererlos amar esta nueva etapa de tu vida.

Entras a tu habitación, tratando de olvidar los problemas. Centras tu atención en los proyectos. La cena transcurre casi en silencio, como si olvidaran saber conversar. Te levantas, agradeces la comida a tu abuela. Haces la llamada pendiente. Ni siquiera sabes de dónde sale el tono dulce de tu voz. Pero has cumplido la promesa.

Arriba el teléfono sigue vibrando por las miles de notificaciones que llegan casi a diario.

Tus amigos preguntan mucho por ti. A todos les dices que sigues en pie, siguiendo hacia adelante. Imparable y fuerte. La verdad es que apenas tocas tu cama, es como si las fuerzas te abandonaran. Alcanzas a leer los mensajes de tu padre, pidiéndote que intervengas una vez más para que Asanoha lo perdone. Por el bien de ellas, supones que es lo correcto.

Inténtalo, ella te escuchará. Siempre le has agradado por la forma en que quieres a tus medios hermanos—te escribe Mikihisa.

Pero estás en tu futon, sin nadie que te vea, sin nadie que te juzgue.

No quieres mover ni un dedo en ese asunto.

No odias a nadie, pero quién eres tú para resolver los problemas de todos.

¿Acaso eres un dios omnipotente? No eres ni el eje de vida de una persona. Porque al parecer, Hao era quien movía todos los engranes, tú sólo eras parte del mecanismo, mas no el combustible.

No respondes a nadie por tercer día consecutivo. Todo cuanto quieres es llegar a la misma conversación de siempre. Los dedos se resbalan con rapidez por la pantalla y envías un único mensaje que en verdad te importa, mientras sumerges tu cabeza entre las sábanas, ahogando todas esas emociones negativas.

Hao, tenías razón: La vida apesta… Y seguirá apestando mientras no estés aquí.

Sabes que no hallarás respuesta, aun así, encuentras algo de consuelo para esta noche.

Continuará…


N/A: ¡Hola a todos! Es un placer saludarlos, pensaba subir este capítulo desde antes, pero me tomé el tiempo para ir redactando las cosas. Sé que el anterior fue en muchos sentidos desolador, este se centra directamente en el qué pasó después, las consecuencias y el impacto en la vida de los demás. Sobre todo con Yoh que aun está adaptándose a los cambios. Es un poco gris, pero me ha inspirado bastante el manga Zero donde está totalmente desmotivado y se recuesta en su cama, sin tener claro sus objetivos de vida. No quería continuar su entrenamiento de shaman, aquí podría ser algo simbólico, en la manera que trata de seguir avanzando, arrastrando toda la negatividad que sin querer se pega a él.

El próximo será uno bastante especial y detonante. Así que esperen grandes cambios en la historia. Y como siempre, mil gracias a todos los lectores. Nos leemos muy pronto.

Agradecimientos especiales: Viola, Rzie, Hunken, Annprix1, Anneyk, Tuinevitableanto, AkariGB, Minuta-75 Mar, Jos Minor, Namahe, Sabr1, Clau Asakura K.