IZON SHŌ

Capítulo XLIV

Cuadragésima cuarta sesión

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El ambiente del lugar parecía más agradable con el paso de los minutos. Las tres personas que ocupaban una de las mesas de la izakaya reían al escuchar las historias que Jinenji compartía sobre la adolescencia propia y de InuYasha en el lugar. Kagome prestaba atención a los detalles narrados, absorbiendo la información con especial interés.

—¡Vamos! ¡Esas revistas eran tuyas! —exclamó InuYasha, sonriendo, mientras se echaba atrás en la silla.

—Sí, pero igualmente te las quedaste más de tres meses y cuando me las devolviste venían sospechosamente manchadas —apuntó Jinenji, haciendo un gesto acusador con el dedo índice de la mano derecha, lo que daba énfasis a la denuncia velada en sus palabras.

—¿De verdad, InuYasha? —Kagome fingió que se escandalizaba.

Él la miró y continuó sonriendo.

—Te dije que se me había derramado zumo —InuYasha no podía dejar de sonreír, sabía que Jinenji explotaría el tema.

—Ya, sí ¿De dónde era el zumo? —soltó la pregunta y luego miró a Kagome— Bueno, mejor no lo investiguemos. Espantaré a tu chica de los jueves noche.

Kagome se sintió particularmente a gusto con aquel hombre que a primera vista parecía rudo y quizás malhumorado, sin embargo resultaba divertido y hasta dulce. Sonrió con más ganas ante el comentario y le echó una mirada fugaz a InuYasha que a su vez hizo lo mismo; después de todo ella había comenzado siendo su chica de los jueves.

—Mejor, no queremos eso —bromeó InuYasha.

—No paren por mí, me encantan estas historias —animó ella, tocando su vaso de cerveza que ya estaba vacío.

—Voy por otra ronda —InuYasha se puso en pie.

—No, por favor, que no se diga que no te he invitado en mi propio sitio —intentó detenerlo Jinenji.

—Justamente porque es tu propio sitio, quiero pedir yo —le puso una mano en el hombro.

Kagome no pasó por alto aquella acción de afecto entre los dos amigos. No le extrañaba, de hecho todo lo que había visto de la personalidad de InuYasha, hasta ahora, apuntaba a un hombre honesto. Lo siguió con la mirada mientras se acercaba a la barra, quizás más embelesada de lo que habría querido.

—¿Te está gustando Nakano, Kagome? —la pregunta de Jinenji era simple y estaba destinada a ocupar el espacio del momento.

—Sí, es tranquilo —fue el primer adjetivo que consiguió para definir lo que había visto hasta ahora. Un lugar con movimiento y con espacios pintorescos y familiares.

—Claro, viniendo de una ciudad como Tokyo, esto es tranquilo —encajó el hombre.

Kagome se encogió de hombros y asintió.

—¿Te ha contado InuYasha que este sitio casi fue de los dos?

—No ¿Cuéntame? —pareció entusiasmada. Había descubierto que le gustaba saber cosas de InuYasha.

En ese momento miró hacia la barra en busca de él y se dio cuenta que una mujer le tocaba el hombro para llamar su atención. InuYasha se giró con semblante alegre, para luego apartarse medio paso y aentir en un gesto de saludo. Parecía conocerla.

—Bueno, desde la secundaria comenzamos con planes para poner un bar. Ambos sentíamos que nos faltaba un sitio que fuese algo más alegre que los que había alrededor —comenzó a narrar Jinenji.

Kagome lo miraba parcialmente, mientras prestaba atención a la escena de InuYasha con aquella mujer.

Estaban hablando y ella se tocaba el pelo para asegurarse que estuviese perfectamente liso a su espalda. Tuvo la sensación de que la mujer estaba inquieta y de hecho parecía ser la única que estaba hablando. InuYasha le hizo un gesto con la mano que parecía querer quitar importancia a algo, probablemente relacionado con lo que ella le estaba diciendo.

—… finalmente él un día decidió probar suerte en Tokyo —Jinenji se interrumpió y siguió la mirada de Kagome a su espalda—… Oh, es Kikyo.

—¿Kikyo? —la pregunta no se hizo esperar. Kagome fue consciente de la sensación de anticipación que se le instaló en el estómago y el pecho.

—Sí, una ex —se interrumpió y la miró, pareció comprender que estaba hablando más de la cuenta—… Creo que me he pasado con las cervezas, yo no debería hablarte de esto —sonrió.

—Tranquilo, somos todos adultos —mencionó ella. Aunque eso no evitaba la presión en el pecho.

Kagome continuó observando la escena un poco más y se encontró con la mirada de InuYasha que parecía querer saber si ella lo estaba viendo.

—De todos modos eso fue hace mucho, estábamos por salir del instituto —acotó Jinenji.

Kagome nuevamente le sonrió, esta vez mirándolo directamente a los ojos.

—Voy a salir a tomar un poco el aire ¿Le puedes decir a InuYasha? —intentó sonar casual y tranquila.

—Claro.

Era cierto que necesitaba tomar el aire. También era cierto que la inseguridad la atenazó de golpe. La mujer con InuYasha era elegante, hermosa hasta donde conseguía definir por la distancia y probablemente el tipo de mujer adecuada y refinada que ella no era. Seguro que su madre la querría por hija.

Cuando el aire frío de la noche le tocó las mejillas se dio cuenta que estaba siendo absurda y aun así sus emociones seguían alimentándose en negativo, haciendo que se resintieran todos sus miedos. La calle estaba solitaria y eso mismo la llevó a caminar unos cuántos metros más allá de la puerta, recordando la dirección por la que vinieron al lugar, aunque desorientada sobre el dónde estaría la casa de InuYasha. De pronto sintió la necesidad de desaparecer, hacía mucho que no ansiaba su independencia tanto como hoy. Suspiró y sacó el móvil del bolso para intentar distraerse, tenía claro que debía calmarse. En cuánto había abierto una de las aplicaciones escuchó una voz.

—Tan guapa y tan sola.

Alzó la mirada y se encontró con un hombre que tendría más o menos su edad. Junto a él había dos hombres más que comenzaban a buscar una posición para rodearla. Conocía el patrón.

Mierda.

Los miedos comenzaron a aflorar, el recuerdo de un hecho pasado se le instaló en la piel y a punto estuvo de temblar ante la carga emotiva de aquello. Le costó encontrar su propia voz para replicar algo, aunque finalmente lo hizo.

—No estoy sola —era un pobre argumento, sin embargo fue lo primero que pasó por su cabeza y pudo pronunciar.

El hombre que se había dirigido a ella sonrió y Kagome conocía ese tipo de expresión; los demás lo imitaron. Se sintió intimidada y quiso dar un paso atrás para huir a donde ni estos hombres, ni los recuerdos la siguiesen; sin embargo estaba paralizada.

—Es cierto, no está sola —escuchó a InuYasha que se abrió paso con total calma para abrazarla por los hombros—. Les agradecemos su preocupación —les sonrió.

Kagome se sintió sorprendida y reconfortada a partes iguales.

Los hombres los miraron un instante más, quizás evaluando si merecía el esfuerzo insistir con la situación. Luego mascullaron unas cuantas palabras sueltas que incluían el marcharse, acompañadas de otras palabras mal sonantes.

—¿Todo bien? —inquirió InuYasha cuando se alejaron. Buscaba la mirada castaña que ahora mismo ella ocultaba.

—Sí, sin problema —aseguró y lo miró fugazmente.

—¿Quieres que nos vayamos? —Kagome ahora sí lo miró directamente. Parecía tan amable y cercano que ella no sabía cómo encajar las emociones que el reciente incidente le había dejado, con lo que InuYasha era y le ofrecía como persona.

—Sí, pero deberíamos despedirnos de Jinenji —quiso adelantarse hasta el lugar. Había que hacer lo correcto.

—No te preocupes, él entenderá —la detuvo—. Podemos volver mañana y pasar otro rato.

Kagome dudó un instante, para asentir a continuación, ella tampoco quería volver a entrar.

Comenzaron a caminar despacio y en silencio. Uno junto al otro, sin tocarse.

¿Qué pasaba?

Kagome no pudo evitar comenzar a buscar la razón de lo que parecía un alejamiento. Primero pensó que podía ser por encontrarla con aquellos hombres, aunque ella no podía evitar que se le acercaran y estar en ese tipo de situaciones ¿Él sería de los que creía que sí?

Aquel era un tema difícil para ella; de hecho, siempre que aparecía en su vida algo relacionado lo aplacaba hasta hacerlo invisible y de ese modo seguir adelante.

También estaba la posibilidad que la conversación con aquella mujer hubiese dejado algo en él que no le estaba contando; después de todo habían sido pareja ¿No?

Intento razonar aquello. Intentó dejar de repetir el nombre que Jinenji le había dado a esa mujer; fracasó miserablemente.

—¿Quién es Kikyo? —soltó la pregunta sin poder evitarlo.

InuYasha giró la cabeza lo suficiente como para mirarla, estaba claro que lo había sorprendido con la pregunta.

—¿Cómo sabes su…? Ah, claro, Jinenji —sonrió sin humor ante su propia conclusión.

Kagome no dijo nada y él tampoco lo hizo durante un instante. Tomó aire, pensando en qué de todo lo hablado con Kikyo podía decir, después de todo había una experiencia profundamente íntima en el dolor que se vive y esta le pertenecía a él.

Finalmente habló.

—Ella es una novia con la que estuve por corto tiempo en el instituto —comenzó a explicar. Mantenía la mirada fija en un punto a la distancia, delante, mientas seguían caminando—. No habíamos hablado desde que nos graduamos, alguna vez la he visto a la distancia, y hoy se ha acercado para decirme algo.

Pensó en dejar la historia hasta ahí, no creía necesario contarle a Kagome que su ex novia se había disculpado por haber sido una cretina por aquel entonces. Menos le contaría que le había asegurado que ese encuentro pleno en la habitación de ella, había sido importante. Sin embargo el silencio poco habitual de Kagome lo hizo replantearse parte de esa decisión.

—Quería disculparse —terminó por contar, esperando que fuese suficiente.

Kagome continuó en silencio, caminando a su lado con la mirada puesta en el suelo a pocos metros por delante de ellos. Parecía como si le hubiesen drenado la energía. No obstante ¿Qué más podía decirle?

Le había sorprendido encontrarse con Kikyo y en un primer momento pensó en que los años le habían sido favorables. También pensó en lo imposible que le parecía estar recibiendo una disculpa de ella; sin embargo, y sobre todo, se dio cuenta que no la necesitaba.

—Supongo que eso ya es parte de tu pasado —concluyó Kagome, al final de ese silencio tan largo y denso.

—Así es —sentenció con seguridad—. Pasó hace mucho tiempo.

—El tiempo es irrelevante para estas cosas —acotó con seguridad— ¿Fue importante?

InuYasha no sabía en qué momento había entrado en esta conversación, no obstante no podía evadirla.

—Lo fue —aceptó.

Había cosas que probablemente no le contaría a Kagome, como la depresión profunda en que cayó por entonces, sin embargo quería ser todo lo sincero que necesitara y las propias palabras que Kikyo había usado un momento atrás le confirmaban lo complejo del engaño.

Lo siento, no supe en qué momento ya no pude ser sincera —fue parte de su discurso.

El frío de la noche invernal se dejaba sentir, no obstante el alcohol que habían bebido junto a Jinenji les estaba ayudando a mantener la sensación de calidez. El silencio los envolvía nuevamente, más aún ahora que iban dejando atrás la parte central del barrio. InuYasha se preguntó qué estaría pasando ahora mismo por la cabeza de Kagome. Estaba seria y por un instante él sintió que comenzaría a alzar las barreras que tanto le había costado mantener abajo. Tenía que decir o hacer algo e hizo lo primero que pensó. Se inclinó hacia ella para besarla con dócil travesura. Notó que se sorprendía y por un momento pareció que rehuiría al beso; sin embargo se ablando a continuación e InuYasha sintió que lo tomaba por un brazo a modo de sostenerse en mitad de las emociones. Nunca lo había razonado así, no obstante el aferrarse a otro durante las sensaciones importantes tiene mucho de sobrevivencia, de esa necesidad intrínseca de no perderse.

La besó con medida pasión, toda la que podía ejercer en mitad de la calle, quería mostrarle que estaba con ella ahora. Kagome parecía dispuesta e incluso mucho más vulnerable que en cualquier otro momento que él recordara. Al finalizar ese primer beso le tocó la mejilla y le sonrió, ella le devolvió una sonrisa extraña, de esas que no llegan a iluminar la mirada.

Ambos suspiraron, aún guardaban un resquicio de inseguridad.

Continuaron el camino y unos pasos más allá, antes de tomar la siguiente esquina, fue Kagome la que le tomó la mano y lo detuvo con ese gesto. InuYasha la miró y no necesitó mucho más contexto que el de Kagome alcanzándolo en puntas de pies, para saber que ella le pedía otro beso.

De ese modo fueron recorriendo calles, robándose besos el uno al otro en cuánto les era posible. Kagome había perdido la cuenta de las veces que se habían detenido durante los últimos cien metros y eso la llevó a rememorar los besos en la oscuridad de camino a su apartamento, la primera vez que llevó a InuYasha a éste.

—Así no llegaremos nunca —se rio, abandonando el beso con cierta inseguridad.

Superficialmente se sentía mejor, más animada que al salir de la izakaya de Jinenji. InuYasha conseguía centrarle las emociones, hacerlas más llevaderas. Él la miró de ese modo particular que Kagome había aprendido a conocerle, en tanto las manos que la sostenían por la cintura la oprimieron un poco más.

—Estamos a sólo una calle —defendió, queriendo volver al beso.

Kagome lo recibió, suspirando ante la satisfacción de su calor, para echarse atrás antes de profundizar la caricia. Mientras se entregaba a su petición, no pudo evitar pensar en que él parecía seguir siendo él, más allá de la conversación con aquella mujer importante en su pasado. Debía sentirse tranquila, lo sabía su mente, sin embargo no le estaba siendo fácil y tenía total consciencia de lo mucho que necesitaba ser correcta para InuYasha, ser el tipo de mujer que él escogería.

En ese momento la distrajo una luz que se encendía a un lateral de la calle.

—Han encendido una luz —indicó la casa.

Se sentía particularmente pudorosa, prisionera de todo aquello que se esperaba de una mujer adecuada.

—Y ¿Qué? —expresó InuYasha y la pregunta resultó ahogada por el ansia de un siguiente beso que Kagome recibió y que igualmente al anterior, detuvo antes que se convirtiera en más.

—No quiero —dijo, cómo si no reconociera su propia voz.

Entonces InuYasha la miró como si comprendiera que debía descubrir algo detrás de aquella negativa. Fue extraño, ella misma no conocía un modo de explicarse. Hasta ahora era fácil ser la chica despreocupada que no tenía compromisos y se entregaba a relaciones casuales; sin embargo en este momento estaba haciendo consideraciones que unos meses antes le eran ajenas e incluso imposibles de medir. Todo eso venía acompañando a InuYasha.

—Muy bien —aceptó él, con cierta tensión en la voz que Kagome pudo registrar y aunque no dijo nada de inmediato, se le quedó una sensación ingrata dentro.

Sintió los dedos de InuYasha asirse a los propios y caminar con calma por una calle silenciosa y vacía. Caminaron así por unos cuántos metros y al doblar en una de las calles que Kagome reconoció como en la que se encontraba la casa de la madre de él, pudo notar que nada de lo que estaba sucediendo fuera y dentro de ella le resultaba conocido y seguro. Por un momento sintió la necesidad de buscar un espacio estable y miró a su acompañante que parecía ajeno a ella. No quería que él pensase que esto era por su conversación anterior. Tuvo la sensación de estarse desquebrajando por dentro y que todo aquello que se esforzaba por ocultar bajo capas de fortaleza sería descubierto.

No —su mente se rebeló.

Detuvo su andar y eso llevó a que InuYasha tirara de ella al seguir caminando, para luego detenerse y mirarla con cierto tono interrogante en sus ojos que parecían levemente oscurecidos; quiso pensar que por la noche.

—¿Qué pasa? —él preguntó, con la voz contraída, aunque quería simular comprensión.

¿Podía culparlo? —se preguntó. Kagome sabía que su conducta estaba resultando paradójica. Sin embargo decidió no prestar atención y volver al modo que le daba seguridad; el control.

Se le acercó el medio paso que los separaba y usó la mano que tenía libre, la que no estaba asida por él, para posarla sobre la cintura de InuYasha y comenzar a acariciarlo con la intención de seducirlo. Se alzó en puntas de pies y lo alcanzó para poner en sus labios un beso que de inmediato buscó ser algo más. Pudo sentir la dureza del pecho de InuYasha presionándose con el propio. Él no respondió de inmediato y aquello la hizo dudar por un momento, no obstante la mano libre la rodeó con la seguridad que otorga el deseo.

Lo escuchó murmurar una frase que no entendió del todo, aunque supo, casi por instinto, que la maldecía y veneraba a la vez. Lo escuchó resoplar y se hizo eco de la emoción que impulsaba ese gesto.

—Vamos —la voz oscurecida de InuYasha le dio la invitación y ella asintió.

De ese modo anduvieron los metros que les quedaban hasta la puerta que daba acceso a la casa e InuYasha abrió con cuidado de no hacer demasiado ruido. Aquella cautela le daba al momento un aire furtivo que inquietaba a Kagome de un modo extraño, poco natural. Una vez en la entrada, que permanecía iluminada por una lámpara de luz cálida y atenuada, pudieron percibir el silencio reinante y supusieron que Izayoi estaría dormida. Entonces se miraron, simplemente se mantuvieron uno en los ojos del otro como si con eso consiguieran decidir el destino de la noche.

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Continuará

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N/A

Hola a quienes leen,

Aquí les traigo un capítulo más de esta historia de cuya longitud desisto de hablar, mientras más intento pensar cuanto falta para que termine, más fallo en los cálculos, así que nada, desisto.

Espero que disfrutaran del capítulo y que me cuenten

Anyara