"Olvidé decirte que existe un método que puede ser realmente efectivo si quieres convertirte en héroe. ¡Dando un salto de fe desde el techo, creyendo con todas tus fuerzas que tendrás un Quirk en otro mundo!"

Esas palabras se repetían una y otra vez en su cabeza. ¿Y cómo no? Si había pasado ese mismo día y las había dicho una de las personas que más admiraba en todo el mundo. Katsuki Bakugo.

Katsuki, o Kaccan, como él acostumbraba a llamarle, era lo más cercano que tenía a un amigo, al menos esa había sido la situación cuando eran niños.

Todo esto cambió cuando Izuku fue diagnosticado como Quirkless. A partir de ese día el trato de todos sus conocidos cambió, incluso el de su madre. Algunos lo miraban con pena, otros con burla, y había algunos que ni se molestaban en mirarlo más. Pero Bakugo, él lo miraba con asco.

Golpes, cortes, rasguños y quemaduras empezaron a hacer imposible la vida del peliverde, todas y cada una de las heridas propiciadas por Katsuki y sus lacayos. Con el tiempo Izuku entendió que ya no eran amigos, pero eso no le evitaba notar lo asombroso que era Bakugo, de una manera extraña y retorcida.

Pero escucharlo decir esas palabras, lo había roto, y la razón era que él ya las había pensado antes. Era como si esas palabras fueran el impulso que necesitaba para hacerlo, como si escucharlo de otra persona le diera el valor de hacerlo. Y lo iba a hacer.

El viento frío de la ciudad de Musutafu chocaba con su rostro, secando las lágrimas que resbalaban sobre sus mejillas, podía ver el concreto debajo, ese que le daría paso a su fin. Izuku había escuchado que antes de morir ves todos los momentos felices de tu vida pasar frente a tus ojos, no pudo evitar pensar que era mentira, porque lo único que el vio fueron las miradas de desprecio y de sus compañeros y profesores, vio la mirada de su madre, llena de lástima y tristeza. Y con esa mirada, la que más dolía, saltó.


Yu Takeyama era nueva en esto de ser héroe, y si bien, quería ayudar a las personas, ella sabía que en el fondo lo que quería era la fama y atención que ser una heroína le daba. Así que, con ese pensamiento, regresó a su patrullaje.

Con la frente en alto y una sonrisa coqueta caminaba por las calles de Musutafu, algunas personas la felicitaban por su hazaña en contra del villano que había enfrentado esa mañana, ella simplemente respondía mandando un beso y un guiño a quien se lo dijera, siempre funcionaba, sobre todo con los hombres. Giró en una esquina que la llevaría hacia una pequeña zona suburbana de la ciudad, quizás no era tan vistoso como pelear con un villano a la vista de todos, pero sin duda daba una buena imagen. Y las noticias amaban a los héroes que defienden hasta lo más insignificante.

Un grito llamó su atención, sus ojos buscaron con atención el origen del sonido, unas calles a lo lejos identificó a una mujer pidiendo ayuda, su mirada clavada en el tope del edificio que estaba frente a ella. Yu siguió la línea de visión de la mujer y sus ojos se abrieron como platos al ver a una persona saltar.

Sus instintos tomaron control de su cuerpo y corrió con todas sus fuerzas; en el camino activó su Quirk para avanzar más con cada zancada. Podía ver el cuerpo de la persona caer cada vez más rápido, y en ese momento maldijo a todo lo que conocía por no tener una particularidad que le otorgara velocidad, aún con su tamaño gigante, ella podía deducir que no llegaría a tiempo.

En un último esfuerzo se lanzó hacia adelante con el objetivo de al menos detener un poco su caída, con el brazo estirado y la mano derecha abierta lista para atrapar al individuo Mt. Lady se abalanzó con las esperanzas altas.

El tiempo pareció detenerse para la mujer cuando la persona que había saltado estuvo a punto de tocar la palma de su mano, y nunca olvidaría el sonido aturdidor de huesos rompiéndose que emanó del chico. El corazón de la heroína se detuvo un momento al observar al individuo que se encontraba en la palma de su mano.

Era un adolescente que no parecía de más de 15, su cabello verde parecía contrastar con las pecas que se esparcían en sus mejillas, no era muy alto y era bastante delgado. Una persona tan joven había decidido quitarse la vida, y ella no había podido salvarlo.

El sonido de ambulancias la sacó de sus pensamientos, cuando alzó la vista pudo ver a la mujer que había gritado con su móvil en mano, probablemente ella había llamado al servicio de emergencias. Los siguientes sucesos pasaron en un santiamén para la rubia; la ambulancia recogió al chico, los oficiales de policía le hicieron preguntas y después de eso, todo fue silencio.

Todo lo que Izuku podía ver a su alrededor era un profundo e interminable color negro y el característico pitido del silencio era lo único que podía escuchar. Sentía todas las fibras de su cuerpo doler, y eso le extrañaba.

¿Los muertos sentían dolor?

Un gruñido retumbó por todos lados, era imposible para el peliverde identificar el origen del sonido, parecía venir de todos lados y de ninguno a la vez. El gruñido se convirtió en una voz gutural que lo hizo estremecer, todo su cuerpo se congeló y un nudo se formó en su garganta.

"Mueres como un ángel, o vives como un demonio" Y todo oscureció.


5 meses habían pasado desde aquel fatídico día y no había minuto en el que Yu Takeyama no pensara en ello, por mucho que se distrajera con su trabajo de héroe o con salidas espontaneas con sus amigos, la imagen de aquel chico siempre encontraba su camino de vuelta a sus pensamientos.

A las pocas semanas del accidente, su agencia le había proporcionado la ubicación del joven peliverde y ni corta ni perezosa lo había ido a visitar. Ver al chico tan indefenso y roto había cambiado algo en ella, algo que nunca había sentido. Determinación. Si ella hubiera sido más rápida, más hábil, si hubiera pensado más rápido, si se tomara más en serio su trabajo de héroe, quizás ese chico no estaría luchando por su vida en ese momento.

Desde ese día se aseguraba de ir a verlo al menos unas tres veces a la semana, y siempre tenía la misma duda, cuatro palabras que le carcomían por dentro y durante muchas noches no la dejaban dormir.

¿Por qué había saltado?

Esa mañana Yu había despertado como cualquier otro día y había hecho su trabajo de heroína, así que, como cualquier otro día fue a ver al pequeño peliverde. Pero ese día no era como cualquier otro; porque si hubiera sido así, Izuku hubiera estado aún dormido y no siendo rodeado por múltiples enfermeras, las cuales ejecutaban diferentes acciones para corroborar los signos vitales del aspirante a héroe.

La rubia se quedó paralizada en la entrada de la habitación, procesando lo que sus ojos veían, Midoriya, aunque extremadamente confundido y nervioso, estaba despierto, consciente, vivo. Y su mundo se puso de cabeza, había pasado semanas pensando en qué decirle cuando despertara, en qué hacer, y ahora que lo tenía frente a ella, no podía mover ni un solo músculo.

Una de las enfermeras camino hacia ella y la encaminó hacia la sala de espera, diciéndole que el joven Midoriya no podía recibir visitas en este momento.

Después de unos buenos minutos, la misma enfermera salió de la habitación del peliverde y le indicó que ya podía entrar a verlo, y sin más todas las enfermeras salieron de la habitación. Yu caminó a paso lento, casi con miedo de ver a la persona que meses antes había yacido casi muerta entre sus brazos.

Cuando entró lo vio mirando hacia el horizonte, los tonos dorados del atardecer de Musutafu se filtraban por la ventana del hospital, él parecía estar perdido en sus pensamientos, incluso se escuchaba un leve murmullo emanar de él. Con un carraspeo, la chica anunció su presencia.

— Veo que ya despertaste

Midoriya dirigió su mirada hacia el origen de la voz y sus ojos casi se salen de sus cuencas de tanto abrirlos por la sorpresa — ¿Mt. La-Lady? —

— Cuando no estoy laborando simplemente soy Yu Takeyama — Dijo con una leve sonrisa y señalándose a sí misma para denotar su ropa casual — ¿Cómo te sientes? —

Izuku logró salir lo suficiente de su estupor para responder — Bien, creo, solo un poco adolorido —

La joven asintió y la habitación cayó en un profundo silencio, ella no sabía que decir y él estaba muy nervioso como para formar una oración coherente. Y ella aún no sabía que decir, un cúmulo de sentimientos se arremolinaba dentro de su pecho, su garganta estaba seca y temía que si hablaba ningún sonido saldría de su boca.

Tan solo pasaron un par de minutos, pero para la heroína se sintieron como horas, el silencio de la habitación siendo solo interrumpido por el pitido de las maquinas conectadas al peliverde. Izuku se estaba poniendo un poco nervioso sintiendo la mirada de la chica sobre él, y se puso aún más nervioso cuando ésta hizo una reverencia de noventa grados frente a él.

— ¡Lo siento mucho! — Exclamó.

Midoriya dio un pequeño salto de sorpresa y la miró con duda plasmada en su rostro.

— Pude haberte salvado, si hubiera sido más rápida, si hubiera controlado mejor mi Quirk tu no estarías aquí — Yu pudo ver la expresión del chico cambiar por completo, tristeza reemplazando la anterior sorpresa.

— No se preocupe Takeyama-san — Dijo casi en un susurro — Gracias por haberlo hecho —

La heroína no se creyó ese agradecimiento ni por un segundo y la razón era que ella lo había visto saltar, y nadie salta por accidente, no de esa manera. Así que con todo el valor que pudo recolectar se atrevió a preguntar.

— ¿Por qué lo hiciste?

Izuku no la miró ni un segundo, no tenía la valentía de hacerlo, no era capaz de mirarla a los ojos y decirle que quería terminar con su vida, que despreciaba hasta la más mínima molécula que recorría su cuerpo. Lágrimas empezaron a salir de sus ojos al recordar las palabras que lo habían empujado a tomar esa decisión que ahora lo hacían sentir un idiota. Izuku se había prometido no rendirse nunca, y ese salto fue la confirmación de que, en efecto, se había rendido.

— Me rendí — Dijo el peliverde casi en un susurro — Toda mi vida me han dicho que un simple quirkless como yo no podría ser un héroe, que no valía nada; y me lo creí tanto que llegué a pensar que la vida de los demás estaría mejor sin mí en ella —

La rubia lo miraba detenidamente, lágrimas formándose en sus ojos, pero cuándo estuvo a punto de decir algo, una melena verde entró estrepitosamente a la habitación. Inko Midoriya corrió hacia su hijo dejando un mar de lágrimas a su paso.

— ¡Mi niño! — Exclamó la madre cuando tuvo al chico entre sus brazos — ¡Perdóname, perdóname! —

Izuku abrazó a su madre con la misma fuerza — Perdóname tu a mi mamá —

Yu miró con ternura a ambos peliverdes mientras se pedían disculpas y se decían lo mucho que se querían, un suspiro escapó de sus labios, quizás se estaba preocupando de más, el joven Midoriya estaría bien con su familia. Después de unos minutos el médico encargado del chico interrumpió la conversación diciendo que el horario de visitas estaba llegando a su fin y que Izuku tenía que descansar.

— Yo me quedo — Dijo decidida Takeyama, sorprendiendo a todos los presentes.

— Lo siento Takeyama-san, pero no-

El médico fue interrumpido por la rubia — Dije que me quedo, y no me moverá de aquí —

El doctor soltó un suspiro de resignación y aceptó, no iba a discutir con una heroína profesional. Inko se despidió de su hijo y con una pequeña reverencia agradeció a la heroína antes de retirarse. Takeyama tomó asiento en un sofá que se encontraba justo debajo de la ventana y lo miró.

— Entonces Midoriya, ¿Quieres ser un héroe?

Y así empezó una larga plática entre los dos, el más joven contando como se había desarrollado su vida hasta ese día en el que había saltado, y ella escuchando atentamente todos los detalles de la historia. Y si tenía que sacar una conclusión de todo eso era que Izuku Midoriya no se merecía nada de lo que le había pasado.

— Ese tal Bakugo suena como un idiota — Dijo ella.

— Un poco — Respondió él seguido de una pequeña risa que enterneció a la rubia — Ya es un poco tarde Takeyama-san, gracias por todo —

El joven aspirante a héroe estiró su brazo para apagar la lámpara que se encontraba a un costado de su cama, y después de unos minutos los pequeños ronquidos que emanaban del chico daban entender que se había quedado dormido. Siguiendo el ejemplo, Yu decidió dormir igual.


"Mueres como un ángel, o vives como un demonio"

Unos gritos despertaron a la heroína, y en un rápido movimiento ya estaba de pie lista para cualquier eventualidad, hizo un escaneo rápido de sus entornos, la habitación estaba vacía y en silencio, al ver eso su corazón se aceleró.

¿En dónde estaba Izuku?

Salió rápidamente de la habitación, los pasillos eran un caos, enfermeras y doctores corriendo de aquí para allá intentando evacuar a los pacientes que se encontraban en ese piso. Y ahí fue cuando lo notó, al final del pasillo se encontraba Izuku, pero no era nada parecido a como lo había visto por última vez.

Su postura estaba un poco más encorvada, parecía ser más alto y llamas salían intermitentemente de sus brazos, pero lo que más llamaba la atención eran los cuernos que salían de la parte superior de su frente, un poco más arriba de su línea de cabello. ¿Qué demonios era eso?

La "criatura" pareció notarla, porque volteó hacia ella y cuando la miró, un escalofrío recorrió la espalda de la chica, de repente se sentía como si la temperatura hubiera disminuido drásticamente. En un movimiento rápido Izuku corrió hacia ella, dejando cenizas con cada paso que daba. La rubia estaba en una situación complicada, no podía activar su quirk en un espacio tan cerrado, eso simplemente dañaría a más civiles de los que salvaría.

Por el rabillo del ojo notó un extintor y una idea apareció en su cabeza, quizás no sería lo suficiente para detenerlo, pero al menos haría que las llamas que emanaban del chico se apagaran. Con determinación retiró el seguro del contenedor y esperó a que su oponente se acercara.

Cuando estuvo a unos cuantos metros de ella, disparó el extintor y el característico polvo blanco salió de la boquilla del contenedor, esto pareció desconcertar a Izuku el cual se detuvo de golpe a unos cuantos centímetros de ella, en un momento de desesperación al verlo yan cerca de ella, la heroína hizo lo primero que se le ocurrió y lo golpeó en la cabeza con el extintor. De más está decir que Midoriya cayó inconsciente.

Yu se agachó a su lado inspeccionándolo, parecía haber recuperado su estatura normal y ya no salían llamas de su cuerpo, sin embargo, los cuernos seguían ahí, aunque eran bastante más pequeños. Ella miró el desastre que se había desarrollado en el hospital y después regresó su vista al chico.

Al parecer Izuku Midoriya estaba lleno de sorpresas.