Nota: esta es una traducción de un fanfic en inglés llamado Chikyuu Captive Captive Prince, pertenece a una de mis autoras preferidas; Mikami.

Trate de ponerme en contacto con la autora, pero no dio una respuesta, así que si alguien sabe de que autora estoy hablando y sabe su cambio de mail o algo avíseme por favor.

No se a ustedes, pero a mi esta historia me llegó al alma y deseo compartir esta pieza de literatura con quienes la puedan apreciar, a pesar que la autora original no se haya contactado conmigo aún.

Capítulo II

" Kuso..." Vegeta sintió que no podía moverse sin sentir algún profundo dolor en su cuerpo." KUSO !"

" TU BAKA YARO !" gritó tratando de levantarse de una silla que se encontraba en sus aposentos. Sorprendentemente se las había arreglado para destruir la unidad de comunicación que se encontraba sobre la mesa. Estaba exhausto, incluso le dolía respirar suavemente. Sentía asfixiarse, como si cada hueso en su cuerpo le rogara para que no se moviera.

Era como si todavía estuviesen sangrando las heridas que su padre le había hecho y vuelto a abrir. Vegeta cayó al suelo, apretando los dientes. Maldito viejo... juro que tendrás una muerte lenta...

Vegeta no sabía que era lo que quería. Estaba solo. Claros ojos azules. Y ahora porque parecía que estos apaciguaban a su mente. Maldición. Maldita sea ella. La ira corría por sus venas mientras que se le volvía a aparecer una imagen de aquella terrícola de nuevo.

Esa perra... todo es por su culpa!

Vegeta golpeó de nuevo el la fría roca del piso dejando mini cráteres. Los cortes y magulladuras en su cuerpo todavía ardían. Parecía que un lado de su cabeza había sido desconectado, su cola tirada en el piso detrás de él. Incluso ésta estaba llena de dolores.

Un repentino ruido en la puerta hizo que su machucado cuello se moviera hacia arriba. Perra. Se había aparecido descalza delante de él, vestida con unas delgadas ropas blancas. Se levantó del piso con odio mientras que ella se le aproximaba.

Su mirada asesina hizo que Bulma sintiera ganas de huir de nuevo, pero no lo haría. El recipiente con agua temblaba en sus manos. Si es que ella no se hubiese contenido, de seguro lo habría tumbado al piso.

Resurgiendo su orgullo, Vegeta se levantó completamente del suelo. Luchando para no respingar, mientras que cada parte de su lastimado cuerpo se lo imploraba. Ninguna esclava estaba por encima de él ni podría mirarlo desde una perspectiva más alta. Vegeta la observó con rencor, viendo lo que ella traía en sus manos. Debió haber sido el maldito entrenador Shiruko quien envió por ella. El guerrero tenía una manera extraña de conseguir las cosas. Pero era seguro de que su padre no la haya enviado. A él no le importaba un bledo su estado.

Quien quiera que fuera el hombre muerto que haya ordenado que lo ayudasen, como se atreve a mandarla a ella, pensó Vegeta con odio. El que ella lo vea en aquel estado hacía que estallara de rabia. Bulma bajó el recipiente al suelo tratando de no encontrase con su espantosa mirada. A pesar de que aquel nuevo sentimiento crecía en ella de una manera sorprendente, ella aun le temía.

Vegeta no quería nada de esta débil ayuda. Él podía sanar por sí mismo, pero las heridas no desaparecerían en un santiamén. Había una descompostura con el tanque de regeneración. Que suerte la de él.

Vegeta la odiaba, miles de emociones cruzaron por su cabeza mientras se imaginaba tomarla por el cuello, partirlo en dos y oír el satisfactorio sonido final. Ver a su cuerpo temblando entre sus brazos mientras que él la arroja al piso. Vegeta quería asesinar a esta pequeña perra. Ella era la culpable de su situación. Maldita sea ella... Maldita sea ella... Por ser tan hermosa.

Como se atreve a volver a volver a enfrentarlo, como se atreve a siquiera mirarlo. Después de que le hubiera causado tantos problemas, haciéndole difícil el tenerla, para luego llamar por ella de nuevo, y comportarse aún más desobediente y ruidosa. Luego ella permanece en sus pensamientos, causando que él flaquee durante sus entrenamientos, causando que esto provoque que sea expulsado de toda su mierda por su bastardo padre.

Él no dejaría que ella lo toque. Sus manos con gracia se acercaban abriéndose paso para tratar de tranquilizarlo a pesar de que ella sea una esclava. Vegeta la miró con disgusto. "Mujer, te atreves a volver" le reprochó.

"He sido enviada" tragó saliva. "Para ayudarlo mi Príncipe" dijo silenciosamente mientras bajaba los ojos. Bulma estaba temblando en ese mismo instante.

La manera en que ella lo llamó "Mi Príncipe", lo sorprendió de repente. Como si fuera que ella estuviese dispuesta a ser un objeto de él. Bah, todavía no quería que le gustase eso. Él añoraba su muerte y ver su sangre. Era satisfactorio.

"Por favor" le repitió. Él no se movería ni tampoco quitaría su rencorosa vista sobre ella mientras que continuaba de pie. El parecía rígido y no quería nada de su ayuda. Vegeta observaba cada parte de su cuerpo, forzándose a no apreciar su belleza, sólo observaba su débil cuello. Vegeta quería asesinarla, la ira por dentro era demasiada.

Bulma podía observar como apretaba los puños, ni siquiera se había dado cuenta de que se estaba sosteniendo la respiración. Ella notaba su ira. Él ya se había quitado la camisa antes que ella llegara, revelando su dolor. A través de su espalda, un corte en su hombro. En el sitio en donde estaban sus costillas, una inmensa magulladura hizo que ella se acobardara. El sólo mirarlo, hizo que Bulma sintiera deseos de ayudarlo. Pero eso era una locura.

Vegeta trataba de mantener sus manos juntas. Mátala...perra...ugh... Mantuvo sus ojos cerrados con fuerza por un momento, sintiendo la cercanía de su presencia. Sus movimientos eran lentos, miedosos, aterrados.

Bulma no tenía deseos de morir. Ahora no. Los lastimados músculos se posicionaban ante ella, un largo corte, no muy profundo atravesaba su espalda. Mantuvo su respiración tranquila. Ahí estaba de nuevo. Simpatía. Qué era lo que sucedía? Ella debería de odiarlo como el resto de los esclavos de ese maldito planeta.

El paño mojado con agua caliente parecía frío en comparación a la palma de la mano de Bulma a medida que esta se le acercaba más. Ella no sabía que hacer. La única opción era seguir adelante.

De repente los ojos de Vegeta se abrieron, la ropa que ella utilizaba para curarlo limpiaba perfectamente su espalda. Le ardía pero se mantuvo quieto. Ese era el trabajo de ella. Vegeta ni siquiera le había ordenado que empezara a hacerlo. El dejaría que ella disfrute sus últimos momentos de vida. Serían cortos. El lo había decidido así.

Bulma continuó. Pequeñas gotas de su sangre real eran derramadas por la ropa. Ella puso de nuevo la ropa en el agua caliente, dejándola sobre una mesa cerca de ella mientras se colocaba detrás de él. Bulma era silenciosa. Era como si él se ponía tenso con su toque. Por qué tenía él este efecto sobre ella? Era tan extraño, tan peligroso. Bulma quería dejarse llevar por sus emociones aunque esto sea un suicidio. Bulma era arrastrada a otra imagen del príncipe mientras retocaba suavemente otro corte.

Vegeta no quería mirarla. El mirarla lo haría débil. Vegeta sabía que su posición en guardia se vendría abajo. Estaba en una negativa. Recordando perfectamente la primera vez.

La ropa usada para curarlo se estaba volviendo roja al igual que el agua en el recipiente. A Bulma no le permitirían ir a cambiarla y aún así continuó curándolo hasta que de repente se movía frente a él. Bulma se las arreglo para mantener quietas sus temblorosas y nerviosas manos ante él mientras se le ponía en frente.

Vegeta todavía no la miraba. Quería huir o matarla en ese momento, de repente sus ojos se abrieron al sentirla retocar suavemente la herida en su hombro. Las cejas de Vegeta bajaron, obviamente hacia ella.

Bulma no puedo evitar su mirada. Claramente podía notar el odio que sentía hacia ella y a pesar de ello continuó curándolo. Colocó la ropa manchada de rojo sobre otro corte, cerca de uno de sus ojos causando que esto haga que el sobresalte mínimamente, mientras que las cadenas que aprisionaban sus muñecas hacían pequeños ruidos.

Miles de emociones se apoderaron de él. Vegeta se había prometido a sí mismo no ser débil ni suave. Eso sería una desgracia.

Bulma no supo por cuanto tiempo estuvo allí, frente a sus ojos. No podía evitar ahogarse ante su presencia. El todopoderoso príncipe de Vegetasei tenía tal efecto. Acaso el provocaba eso todo el tiempo? Probablemente no, aquellas mujeres que se habían vuelto locas de seguro ya estarían en la cama.

El príncipe Vegeta lucía en mejores condiciones físicas ahora, a excepción por ese interminable malhumor, marca o seño fruncido que siempre tenia en su rostro. Entonces por que razón deseaba tocarlo...quitar esa expresión de su rostro... el extraño deseo de ella de alguna manera saber su dolor. De quitarle ese dolor.

Pero acaso para eso no eran también usadas las esclavas? No en la manera en que Bulma creía. Para una realeza Saiyajin olvidar su dolor era matar a cualquiera. Bulma quería diferencia. Le había hecho a él sumamente difícil el poseerla, pero por qué ahora ya no importaba?

Estoy aquí sólo por sus heridas...Bulma respiraba...Quizás sí sienta pena por él de alguna manera, pero eso no significa que... El pensamiento de que ella se estaba volviendo loca nunca la dejaba. La mano de Bulma pasaba sobre una herida en su cabeza. Pero cuanto más lo miraba, sus ojos, sabía de la ira que lo invadía... y también del interés.

Sorpresivamente, Bulma lo ocultó bien. A pesar de estar asustada vio como Vegeta con desprecio la dejaba de mirar. Odiaba estar frente a ella en esas condiciones.

Bulma se lo había complicado un poco la última vez, pero ahora quizás ya no. Había algo en Vegeta que provocaba que ella quiera entenderlo. Metiendo de nuevo la ropa en el agua, Bulma miró sobre sus acciones. Los cortes aún estaban allí pero ahora él lucía mejor, quizás ya no le dolían tanto.

Bulma bajó sus manos a un lado de su cabeza. Ya no había mucho que pueda hacer por él. Ella ya había cumplido con sus deberes y quizás ya era buena hora para retirarse. Quizás el príncipe quisiera matar algún ser viviente para apaciguar su ira. Bulma pudo notar que él era alguien con mucho orgullo. Ella no se retiró.

Bulma lo observaba mientras cerraba los ojos, las líneas de ira a través de su frente de nuevo. Sintiendo la suave tela de su vestimenta, jugando con ella y conciente de lo que hacía, la dejó caer al piso sobre una pila de objetos. La tela cayó a la altura de sus pies, revelando su esplendor.

Los ojos de Vegeta se abrieron, sorpresiva y automáticamente. Su cabello azul sobre sus hombros, quizá el había olvidado que ella era aún más hermosa sin todas esas tontas ropas que la cubrían. La pálida luz acentuaba cada curva de su cuerpo de la cabeza a los pies.

Como se atreve ella...la recompensa final... con movimientos tan rápidos como la luz, apareció la mano de Vegeta y atrapó su garganta. Bulma respiraba rápidamente mientras que sus ojos se abrían y cerraban... no sentía ningún dolor en absoluto, sólo el calor de su mano alrededor de su cuello. El miedo la atrapó pero se mantuvo plantada y congelada al piso.

Cuál es el problema...mátala. Vegeta la miraba amenazadoramente como lo haría a cualquier otro ser que sería muerto en sus manos. Aún así no podía encontrar en él la fuerza para sostener con más fuerza su cuello. Tan sólo no podía hacerlo.

Los ojos de Bulma reflejaban claramente el miedo que ella le tenía, la ropa manchada con sangre ahora al lado de sus pies encadenados. Fue algo raro, ella tuvo tiempo de reaccionar, Vegeta la hubiese matado hace minutos. Cuál era el problema?

Las manos de Bulma se movieron hacia las de él, su áspera respiración continuaba por haber sido asustada. Sujetó la mano que estaba alrededor de su cuello.

Su toque era tan suave, las intenciones de Vegeta de asesinarla desaparecieron. Él sólo se quedó allí frente a ella. Observándola tomar su mano y sintiendo el suave roce al tocar la punta de sus dedos con los labios.

Las cadenas de sus manos fueron rudamente llevadas hacia delante mientras que Vegeta las agarraba, colocándola frente a él. Bulma miró en sus iracundos ojos, sintiéndose apretada hacia su musculoso pecho, su descubierto estómago arriba de sus pantalones. Sintió un repentino calor irradiante proveniente de su entrepierna, queriéndose acercarse más, sin embargo no hizo nada.

Eso lo golpeó. Vegeta lo sintió a través de su cintura y también por la erección de sus senos contra su pecho. Sus pezones se endurecieron frente a él. La miró de nuevo a los ojos, y de repente quería sonreír al saber de la manera en que ella lo deseaba.

Vegeta mantuvo su orgullosa fachada. "Pequeña perra". Le dijo, sintiéndose a sí mismo desearla en la misma manera que ella lo deseaba. Él se atrajo alrededor de ella haciendo que el calor de su aliento nunca deje de fluir sobre sus descubiertos hombros.

La repentina crisis de nerviosismo fue reemplazada por un cierre de ojos y el saber de su presencia a su alrededor. Se las arregló para no temblar frente a él a pesar de que se aguantaba. Había pasado tanto tiempo. Pero en el fondo ella sabía que nunca recuperaría su antigua vida, todo lo que restaba era el Príncipe.

Los ojos de Vegeta viajaban alrededor de su cuerpo, aún conservaba su despampanante belleza a pesar de todo el trabajo que ella había realizado estas últimas semanas. Era casi sorprendente, su gloria no había sido tocada. Se detuvo detrás de ella, sus manos aún se sostenían sobre sus cadenas. Algo captó su atención.

Vegeta se detuvo por un instante. Su espalda. Esas marcas. Se movió para tocarlas suavemente. No sabía por qué pero una repentina ola de simpatía e ira se apoderaron de él. Azotes. Él decidió quitarla de ese dolor.

De repente alzó las manos de ella sobre su cabeza, atajándolas con la cadena. Las manos de Vegeta encontraron su camino hacia el plano estómago de Bulma. Con cada caricia, ella inhalaba y exhalaba ante su toque. Tan gentil. Anteriores encuentros con él fueron sorpresivamente olvidados.

Los labios de Vegeta descendieron sobre su dulce piel, probando su sabor de nuevo. Bulma tenía los ojos cerrados. Los brazos se mantenían sobre su cabeza, no podía aguantarlo. Podía sentir el calor.

Vegeta la hizo dar vuelta hacia él, colocando sus manos alrededor de su cuello de manera que estas cuelguen de allí, atrayéndola muy cerca de él. Vegeta podía beber de sus ojos azules, su frágil y hermoso cuerpo presionado contra el suyo.

Le dio una sonrisa antes que sus labios se juntaran con los de ella, se sorprendió al ser correspondido con más pasión que la de él. Él sólo podía responder a los llamados de ella, sus manos necesitaban tocar todos los lugares al mismo tiempo. Lentamente la llevó hacia la cama, queriendo que sus cuerpos se fundieran juntos.

Acostándola, fue más fácil que la última vez. Sin protestas, ni ruidos molestos, sólo su suave respiración. Vegeta sonrió de nuevo, ella no podía ir a ninguna parte por más que lo quisiera, pero eso ya no era algo por lo cual él se preocuparía.

Las manos de Vegeta jugando sobre las caderas de Bulma, moviéndose hacia abajo para quitarle sus bragas, sintiendo crecer su deseo por ella. Vegeta sólo tuvo que quitarse los pantalones.

Los labios de Bulma atraparon el lóbulo de su oreja. Las manos de Vegeta se acercaron para ocupar ambos senos mientras que sus besos la enloquecían. Sus dedos jugaban con los pezones de ella sólo para escuchar salir de su boca más sonidos raros.

Sus senos se movían se arriba abajo con cada jadeo, haciendo que sus fluidos la enloquecieran de placer mientras que el probaba su feminidad con la punta de sus dedos. Probándola una y otra vez, sintiendo sus caderas apretándose contra su mano.

Un pequeña risa se escapó de los labios de Vegeta, quería saborear todos y cada uno de los momentos con ella. Lentamente, probando sus dulces labios. No importaba cuanto tardaría en hacerla suya, no importaba si duraba para siempre.

Bulma abrió los ojos de repente ante el sonido proveniente de entre sus pies. Sus ojos azules se sorprendían mientras encontraba el valor para mirar a los maliciosos ojos del príncipe Saiyajin. Había roto la cadena que atrapaba a sus pies. Bulma había sido liberada, pero también esto le hacía más fáciles las cosas.

Bulma le sonrió de vuelta. Lo había hecho de la nada, incluso Vegeta se había sorprendido ya que era la primera vez que un esclavo le sonreía. Bulma sólo enredo sus brazos libres alrededor de su cuello, retorciendo sus dedos en su cabello negro con forma de llamarada. Le había sorprendido su deseo por aquel que la había violado hace semanas. Todo estaba olvidado.

El sensual movimiento del cuerpo de Bulma como gentiles olas bajo él hacía que su estómago se agitara aún más. Trayéndolo más cerca, probándolo con sus provocativos movimientos. Los dedos de Vegeta quedaron quietos al entrar en su húmeda estación, el suave empujar de sus caderas le dio la señal de que ella estaba deseando su toque para llegar a su máximo placer.

Bulma presionaba temblando la cabeza de Vegeta sobre su pecho para premiar a su hambrienta boca. Sus labios ofreciendo sonidos incoherentes que vagaban en el aire. La cola de Vegeta se había revelado, moviéndose entre las sábanas para acariciar su cuerpo.

Los pelos de su cola eran suaves y acariciaban como si fueran plumas mientras que Bulma acariciaba sus mejillas con la punta de esta.

Las manos de Bulma tenían el placer de recorrer la lisa pero sólida espalda de Vegeta. Tubo reflexiones sobre su vida pasada. Yamcha. Nunca tan perfecto como el príncipe Vegeta. Sus manos ardientemente comenzaron a deslizarse bajando su espalda, moviéndose para acariciar suavemente el inicio de su cola. Casi no podía creer que oía pequeños sonidos de placer provenientes de sus labios. Moviéndose más para estrujar el suave pelaje de la base su cola.

La cola de Vegeta abandonó las mejillas de Bulma para atraerla más hacia él envolviéndola por completo. Él la observaba. Esta mirada era diferente a la de encuentros pasados. Bulma decidió que ya no le importaría lo que pudiese acontecer.

Ella sólo le correspondió al elevar su cabeza para poder besarlo. Y con eso ambas piernas se abrieron.

Bulma cerró fuertemente los ojos al sentir que el espacio vacío entre sus piernas era ocupado. Dolía un poco, mientras que ella apretaba más los ojos. Pero luego los abrió al sentir los labios de Vegeta viajar de su boca a su cuello.

Los empujones de Vegeta eran lentos, teniendo siempre en cuenta que ella era delicada, muy diferente a las demás. Eso formaba parte de su belleza. A pesar de que ella era débil y no parecía tener ningún valor para él, ella no era como ninguna que él haya visto antes.

Gruñía suavemente mientras que sus miembros inferiores se enredaban por él. La cola de Vegeta sólo acariciaba suavemente su mulso mientras que las piernas de ella permanecían enredadas a él. Sus ojos, repentinamente abiertos, viendo la boca de ella diciendo frenéticamente su nombre en medio de las placenteras sacudidas. Apretándose más a él para que este avanzara más en ella.

Empujón tras empujón, el torso de Vegeta cabía perfectamente en sus interiores, convirtiendo sus gemidos en feroces gritos. Los dedos de los pies de Bulma se estrujaban más con cada empujón, como una tormenta que nunca cesaría, haciéndola salvaje.

Estaba embriagada con su hermoso y ahora sudoroso cuerpo, también con los frenéticos besos que ella devoraba. Sus uñas clavaban su espalda. Estaba tan salvajemente envuelta en sus empujones para notar que el volvía a hundir sus dientes en su hombro.

Junto con su sangre, sabía tan dulce como la primera vez. Vegeta besó sus labios como si no hubiese bebido agua en semanas, mientras que ambos llegaban al clímax.

Bulma sabía que su orgasmo se acercaba y no encontraba un lugar donde sostenerse, sus manos cruzaban frenéticamente por todo su cuerpo en busca de un lugar dónde sostenerse. Vegeta no le daba un momento de descanso, y ella tenía un modo de saberlo. Ella sabía que él no se echaría para atrás...pero tampoco ella.

En las orejas de Vegeta sonaban sus gritos incoherentes mientras que su cuerpo avanzaba más hacia el de él, haciendo que sus salvajes movimientos de cadera entraran más en ella. De esta manera fundieron sus cuerpos por completo. Dominado por su propio deseo por ella, su cola se reveló soltando su muslo, sacudiendo cada ahora y después, mientras que sus paredes interiores lo apretujaban fuertemente. La cola de Vegeta apareció moviéndose histéricamente entre las sábanas, sintiendo la necesidad de rozar con su cuerpo de nuevo, encontrando su pecho.

Bulma sintió tal poder Saiyajin dentro de ella. Conteniéndolo al apretujarlo dentro de ella, haciéndolo más apretado, sintiendo otra sacudida de placer en su cuerpo.

Ella ya no podía sostenerse. Con un grito estático que puso en vergüenza a los demás, escondió su cabeza en el hombro de Vegeta, soltándola completamente mientras que explotaba. El placer la golpeaba como una locomotora.

El grito de Vegeta se unió al de ella, mientras que a la par sentía que la tierra se movía, sintiéndose incapaz de aguantar por más tiempo. Los fluidos de ambos cuerpos tocaron las sábanas instantáneamente.

Dando los últimos impulsos de sus caderas dentro de las de ella, Vegeta se frotó contra su esencia de mujer. El sudor era increíble, ambos exhaustos y rogando por aire.

Ahora los brazos de Bulma colgaban débilmente por su cuello atrayéndolo hacia ella. Vegeta se dejó, eso era lo que quería. Otra sonrisa salió de sus labios mientras que una gentil mano limpiaba el sudor de la frente de Bulma, apartando los mechones de cabello de su dulce rostro.

Él nunca había estado más hermoso. Bulma lo había decidido ahora. Estaba tan envuelta en miedo para notarlo la última vez.

Vegeta besó sus labios una vez más, besándola lenta y suavemente. Rindiendo sus labios ante su sabor. Vegeta se rodó a un lado, sin saber que pensar más, la encerró entre sus brazos.

Bulma se dejó arrastrar, sintiendo el calor de su cuerpo oprimido al de ella en un abrazo. Extrañamente, se sintió protegida y no quería soltarlo. Ningún pensamiento invadió su mente mientras que el sueño comenzaba a hacerse presente. Poco a poco sus ojos se cerraban, haciendo que la visión del príncipe se tornara negra. Lo besó de nuevo, sintiendo un apuro dentro de ella de nuevo.

Perplejo por esta última acción, Vegeta lo disimuló. Sonriendo de nuevo, la atrajo más hacia él, mientras que la vista de sus ojos azules se cerraba en un profundo sueño. De repente se apareció en él una decisión. "Tú serás mía pequeña..." susurró agitadamente.

Algo se había apoderado del Príncipe Vegeta. No era como si los demás no lo notaran. Era como si algo lo hubiese poseído. Era extraño, y a ninguno le agradaba el cambio, lo creían no muy bueno. Especialmente para el príncipe. Tan poderoso guerrero, repentina y lentamente rendido ante una mujer. Ni siquiera una mujer Saiyajin. Pero no se atrevían a cuestionar ninguna de sus acciones.

Los deseos de Vegeta por la nativa terrícola nunca cesaron. Él incluso ahora entrenaba más brutalmente que antes, su anterior encuentro con su padre alimentaba su ira y los deseos de algún día asesinarlo un día no muy lejano. Pero ella nunca permanecía lejos de sus pensamientos. El sólo verla, raramente lo hacía más fuerte, más rápido, lo hacía invencible. Su fuerza gracias a los entrenamientos incrementaba día a día.

Desde entonces, los deseos del príncipe por la terrícola se convirtieron ocasionales. Luego de ocasionales pasaron a ser frecuentes. Frecuentes lentamente se convirtieron en constantes. Entre entrenamientos, de noche, a cualquier hora el deseaba verla. A Bulma no parecía importarle. Era como si la iluminase el sólo verlo.

Bulma sabía que si es que ella permanecía con él, de alguna manera estaba protegida. Ella no podía ser llamada una ramera del palacio. Desde luego que no lo era ya que el príncipe Vegeta fue el primero. No hace mucho empezaron a hablarse, además de tener contacto físico.

Vegeta ya sabía su nombre. Era Bulma. Al principio se rió, era un nombre raro. Bulma, qué clase de nombre es ese? A él no le importaba que ella sea la primera a quien permitiese permanecer en sus aposentos hasta que él se levante para ir a entrenar. Él la dejaba permanecer allí, sabiendo que ella era delicada.

Bulma se despertaba sin él, viendo las sábanas cubriendo su cuerpo. Las sábanas con las esencias de él. Ella aprendió a ser una bella amante para el príncipe Vegeta.

Era una particular tarde en que Vegeta había retornado, solicitando a la belleza de cabellos azules. No podía creerlo. Él la extrañaba... de nuevo. Poniendo sus pensamientos a un lado, sólo se concentró en enviar por ella.

Se deshizo del esclavo y se sentó a esperar.

Bulma de nuevo era guiada por los corredores. Fugases imágenes del príncipe cruzaban por su cabeza. Sonrió levemente. Bulma aprendió a seguir las paredes en estos últimos meses y ya no era muy difícil.

Ahora ellos la habían echo girar en otra parte. El rostro de Bulma se torno preocupado. A dónde la llevaban? El miedo que había desaparecido hace mucho había vuelto a surgir en ella. Tenía el presentimiento que los aposentos de Vegeta no se encontraban en la dirección en la cual se dirigían." D-donde nos dirigimos?" se atrevió a preguntar a los dos guardias que dirigían su trayecto.

Uno de los guardias suspiró en disgusto. Nada peor que una esclava que piensa que esta por arriba de los demás sólo porque tiene alguna especie de preferencia con el príncipe. Eso estaba mal. "Silencio mujer inservible" uno de ellos la regañó. "Es mejor que ahora aprecies tu vida"

Bulma no sabía lo que eso significaba. El sólo preguntar hacía que su corazón suba a su garganta.

Los tres se acercaron las dos inmensas puertas del lugar al cual se dirigían. Bulma quedó boquiabierta. El guardia habló de nuevo "El Rey Vegeta solicita tu patética presencia" Los ojos de Bulma se maximizaron ante aquella oración. El Rey Vegeta? Debe de haber sucedido algún error. El padre de Vegeta solicitaba su presencia?

Los guardias percibieron el miedo en sus ojos. Eso hizo que sonrían sádicamente. La mayor parte de las esclavas de placer que eran llamadas ya no regresaban. La ruda naturaleza del rey no se daba cuenta de la fragilidad de los esclavos. Él los destrozaba.

Bulma no podía hacer nada mientras que era arrastrada y reclutada a enfrentar al rey de Vegetasei.

Un esbelto cuerpo avanzaba en las penumbras de la habitación. Estaba nerviosa aunque su respiración no estaba acelerada. Su aliento fue atrapado mientras era encerrado por un par de brazos que la presionaron contra un cuerpo duro como piedra.

Vegeta la acercó al él, sus labios saboreaban su cuello, su esencia. Él sonrió luego paseó su lengua por toda la parte trasera del cuello, oyendo suaves gemidos como respuesta.

" Oh." Ella susurraba mientras emergía una mano para guiarlo a través de su cuerpo. "Real Príncipe..." ronroneó seductoramente.

Al instante los ojos de Vegeta se abrieron en par. Algo andaba mal. Él la soltó de su abrazo terminando con todo contacto físico. Esa no era Bulma. Su Bulma. Vegeta la tomó por los hombros, oyó un pequeño gemido de terror y la hizo girar para enfrentarlo. Sus ojos se abrieron aún más. Esa no era ella. Esa era otra mujer. Otra esclava inservible.

Lo que tenía frente a él era una par de atemorizados ojos lilas con larga cabellera plateada. Su respiración se había acelerado tanto como los latidos de su corazón. Ella pensaba que moriría en manos del príncipe.

Esto era inaudito. De repente Vegeta sintió ira. Normalmente no se molestaría si era una u otra mujer. Pero esta vez era diferente, a la única a quien quería era a Bulma. "Pequeña ramera" le gruñó arrojándola sin mucha fuerza a un costado.

Con un grito ella cayó al piso. Levantó la cabeza, como preparándose para la muerte, cerró sus ojos y se encubría a si misma.

Vegeta no tenía tiempo para esas tonterías. El quería saber. Aquel baka esclavo le había enviado a la mujer equivocada. Un error merecía un castigo. Aún más grave por haber fallado al no enviarle a la mujer que él había solicitado.

Frunciendo el seño de nuevo, Vegeta se aproximó a la puerta, la abrió y de un portazo la cerró.

La aterrada esclava permanecía en el piso, levantó la mirada ante aquel dramático ruido. La oscuridad era lo único que la rodeaba.

Bulma cerraba fuertemente los ojos mientras que su corazón se habría paso hacia su garganta. Ya no podía sostener el paso de sus lágrimas llenas de miedo. El Rey Vegeta estaba frete a ella y la miraba con pura lujuria. No quería ver como sus ojos viajaban por cada curva de su cuerpo.

El Rey Vegeta se lamía suavemente los labios frente a ella. No la había visto desde que la arrojó a su hijo. Casi había olvidado lo adorable que era ella. Dio un paso adelante. Luego otro paso y otro. Los músculos de sus piernas ansiaban saltar sobre ella.

Bulma sintió una mano acariciar su mejilla. No podía alejarse de su toque, una mano alrededor de su cintura la aprisionaba a él. Bulma no sabía si era mejor abrir los ojos o mantenerlos cerrados. Los abrió, el miedo danzaba en ellos al ver sus lujuriosas facciones.

El Rey Vegeta no era como el Real Príncipe. Líneas de edad ya habían sido trazadas en su frente, ojos y boca. Siempre presente aquel destello asesino en sus pupilas. El Rey Vegeta era más alto y tenía un aire de rudeza mezclado con realeza. De cualquier forma, ya se a el Rey o el Príncipe, de cierta manera eran muy parecidos, pero a la vez tan diferentes.

Bulma sentía que ya no podía respirar ante su mirada. Él penetraba en sus ojos haciéndose camino a través de su cuerpo. Algo suave se movía contra sus caderas. Bulma no se detuvo a mirar, estaba consiente que eso era su cola. Por la manera en que esta acariciaba su pierna sabía que él estaba empezando a excitarse. Ella le tenía tanto temor.

"Hermosa" le suspiró, mirando sus temerosas facciones. "Tal miedo en tal belleza" Surgió una mano que viajaba por su mandíbula. Bulma respiraba fuertemente mientras que sus lágrimas corrían por sus mejillas.

El Rey Vegeta sabía, sabía que su hijo tenía asuntos con ella. Él estaba al tanto de casi todo lo que sucedía sin importar que estos asuntos no sean de su interés. Esta terrícola permanecía bajo los sectores de Vegeta todo el tiempo. Quizás él haya desarrollado alguna especie de debilidad por esta pequeña. Eso no le sorprendía en lo absoluto al Rey Vegeta teniendo siempre en cuenta que su hijo no era más que débil para él.

Pero ahora ella estaba con él. Él la haría suya... si importar que para ello tenga que matarla.

Con un rápido movimiento, demasiado para que Bulma lo notara, posó sus hambrientos labios sobre ella. Ella gritaba mientras que trataba de alejarlo. Él sabía que ella no podría alejarse. Eso le parecía divertido.

Sus manos con rudeza y fuerza tocaban su cuerpo, haciendo lo que le venga en gana. Sus manos recorrían todo su delicado cuerpo lastimándolo al estrujarla con fuerza.

Bulma hizo un grito desesperado. Gritó de nuevo ante el dolor que le propiciaba el tacto del Rey. El Rey Vegeta atrapó ambos senos, no acariciándolos, sino en un toque lleno de lujuria. Él sólo se atinaba a sonreír mientras que las lágrimas corrían a través de las mejillas de Bulma.

Con un movimiento rápido y preciso desgarró las delgadas ropas que Bulma llevaba puestas, haciendo que el aire de la habitación haga un contacto directo con su piel. Gritó de nuevo al ver que la tela que llevaba puesta había sido desgarrada tan salvajemente.

Ella ya no sabía que hacer. Él fácilmente podría tomarla sin esfuerzo alguno. Todo lo que le restaba por hacer era gritar. Vegeta... En su mente aparecía como un eco. Bulma lo llamaba.

El Rey Vegeta la agarró rudamente mientras que arrastraba el maltratado cuerpo que estaba bajo sus hombros. Sonriendo de oreja a oreja, dio una burlona risa de excitación. Bulma ya sólo veía los trozos de lo que alguna vez llevó puesto yaciendo sobre una pila de objetos en el suelo.

Gritó de nuevo cuando él la lanzó a la cama. Cerró los ojos al ver el torso del Rey. Nadie la podía ayudar. Ella no sabía exactamente que era lo que pasaba entre ella y el príncipe, pero será que a él le importaría saber que su padre la tomaría? Tal vez era demasiado bueno para ser realidad; que un alma tan dura como la de él tenga un poco de interés en ella.

Esto era una locura. Así lo creía Vegeta. El Príncipe de Vegetasei preocupada por una simple esclava. Por qué era ella tan importante para él? Era extraño, pero era la verdad. Odiaba el tener que enfrentar esa verdad. Lo carcomía el deseo de saber que pasó con ella.

Con la ira corriendo dentro de él, Vegeta caminaba por los pasillos. Tal vez la enviaron a trabajar a otro sector y se extravió, y como resultado de ello le enviaron alguna de las rameras regulares.

Vuelta tras vuelta, Vegeta se acercaba cada vez más a los aposentos de su padre. Los aposentos donde se encontraban las esclavas de su padre. El Vegeta más joven normalmente no tendría nada que hacer en una habitación llena de rameras. Pero hay fue cuando la terrícola de cabellos azules ingresó a su duro mundo. Era todo un misterio como con el sólo hecho de su presencia, ella lo hacía olvidar de todos los problemas que tenía durante el día. El quería seguir teniendo eso, él se aseguraría de que ella permanezca a su lado para siempre.

Un grito repentino fue captado por el agudo sentido de la audición del Príncipe. Un grito tan molesto merecía ser devastado por una enorme bola de ki. Vegeta respingó.

Otro grito, pero este era más débil que el primero. Ensanchó los ojos mientras que su paso se convertía en una apresurada caminata.

Los aposentos del Rey Vegeta.

Bulma gritó de nuevo. Ni siquiera podía dar un grito completo ya que la boca del Rey estaba sobre la de ella sofocándola. La dejó mientras que con ambas manos le abría con rudeza las piernas, su cola estaba fuertemente amarrada a sus caderas.

Bulma sentía como empezaban a aparecer los moretones, la cola era como una trampa de metal alrededor de su torso.

Él se posicionaba sobre ella mientras que ella lo rasguñaba débilmente.

Rozando con su cuello, el Rey Vegeta pellizcaba su carne con sus dientes. En un instante desgarró un poco de carne se sus hombros. En sus orejas sintió el grito de Bulma ante tal dolor. La sangre de ella corría libremente, su olor fue captado por él al instante.

Su lengua absorbió la sangre, probándola. Era tan dulce.

Bulma ni siquiera podía moverse bajo él. Él la estaba partiendo en dos, sus manos retorcían sus pezones haciendo que sienta un gran dolor.

Un fuerte ruido fue escuchado cuando el príncipe apareció de la nada, si importarle si su padre le autorizaba a entrar o no. Ya no estaba seguro si el grito le resultaba familiar. Podría ser cualquier esclava. Pero esta era muy ruidosa, y ya empezaba a molestarlo.

Vegeta entró con los brazos cruzados a los aposentos de su padre. Tenía una mirada irritada en su rostro. El podía ver a su padre jugando con una esclava, pero no podía ver quien era.

El Rey Vegeta dejó de prestarle atención a Bulma por un instante y le lanzo un asesina mira a su hijo." Cómo te atreves tú, kuso yaro a interrumpirme!" rugió el Rey desde la cama.

Vegeta estaba a punto de completar otro inteligente insulto cundo algo atrapó su atención. A pesar que la figura de su padre tapaba a la aterrada esclava casi cubriéndola por completo de su vista, algo atrapó su atención.

Vegeta se detuvo, y luego parpadeó. Azul. Sobre las blancas sábanas surgía un mechón de pelo azul. Ignorando los insultos y miradas hechas por su padre, se abrió paso hacia un costado. Cada vez veía más ese color. Poco a poco se abrió paso hacia la cama para ver.

Bulma... Los ojos de Vegeta se maximizaron mientras que sus pupilas asimilaban la vista del rostro de Bulma marchitado por las lágrimas, aterrorizado, los recientes moretones en su cuerpo. No pudo evitar la ola de interés y preocupación que se apoderó de él. Dejó de cruzar los brazos.

Vegeta siempre supo que algún día mataría a su padre, de echo, en cualquier momento. Pero el hecho de estar esperando paso a ser el ahora. Sus dientes se apretaban tan fuertemente, parecía que los iba a destrozar dentro de su boca. Los ojos de Vegeta vagaban sobre las dos figuras sobre la cama. Su ira se incrementaba al ver a su padre con las manos sobre alguien que no le pertenecía.

Con los puños muy apretados, un aura azul rodeó al príncipe. Más luminosa, más fuerte, el Rey Vegeta dejó de hablar y sus ojos se ensancharon ante la vista del rápido crecimiento del nivel de pelea de su hijo. Un rastreador no era necesario, podía sentirlo. Tan poderoso. Las invisibles olas de poder hacían que quisiera echarse atrás.

Bulma se encontraba abrumada. No sabía que sentir, abría y cerraba los ojos ante el aura azul que rodeaba a Vegeta. El sonido de su voz se tornó en un rugido lleno de ira mientras que el aura azul se tornaba blanca cubriendo su cuerpo.

Bulma ni siquiera podía verlo. Dado a que la vista humana es muy sensible, tuvo que cerrar los ojos ya que el aura blanca la estaba cegando.

Por otra parte el Rey Vegeta observaba con confusión y horror. Nunca había visto a su hijo tan poderoso. No estaba en sus cabales el saber por que Vegeta se molestó tanto por lo que había visto. Siendo él, el Rey, podía tener a cualquier mujer que quisiera, incluso aquella a quien su hijo proclama como suya.

Vegeta miró a su padre con odio. Lo sabía desde el alma. " Tú maldito hijo de perra!" Vegeta gruñó, una brillante bola de Ki aparecía en sus manos con rapidez. "Cómo te a través a tocarla"! "Pagarás por eso"!

La bola de Ki fue lanzada desde las palmas de Vegeta y se dirigía hacia el Rey. La bola de energía era tan rápida que el Rey Vegeta casi no tuvo tiempo de evadirla. Justo a tiempo se alejó de la cama. La bola de ki perdió a Bulma por completo. Se topó con una pared al final de la habitación devastándola por completo.

Teniendo siempre en mente que su hijo pensaba matarlo, tal vez por alguna patética esclava, el Rey Vegeta se levantó rápidamente. Uniendo ambas manos, trataba de propiciar un golpe. Muy rápido, ni siquiera tenía tiempo de unir completamente sus manos.

Vegeta le dio una asesina mirada que decía muerte instantánea, la enceguezedora aura que lo rodeaba no desparecía. Quizás el hecho de haberlo visto con Bulma sea el 50 de razón para matar a su padre, pero los malos tratos y los insultos conformaban la parte restante. Le quería devolver cada pequeña cosa. Cada golpe, cada palabra, cada gota de sangre derramada.

Rápidamente Vegeta se abalanzó sobre él. Vegeta era tan rápido que el Rey no tuvo tiempo de reaccionar. Lo siguiente que supo es que estaba incrustado en la pared. La pared se caía a pedazos. Al abrir sus ojos, vio a Vegeta emerger otra bola de ki en sus manos para dirigirla hacia su pecho.

La polvadera se disipaba, iba un golpe tras otro. Si no era una devastadora patada o poderoso puñetazo era una bola de ki tras otra. Vegeta tenía a su padre comiendo bolas de ki.

Con una dura golpiza tras otra, Vegeta veía la sangre manchar el blanco piso de mármol, mientras que su padre caía sobre ella.

El Vegeta más viejo chocó la cara contra el suelo. Estaba absolutamente furioso, pero también completamente inmóvil. Un miedo desconocido se apoderaba del Rey. Vegeta nunca fue tan fuerte.

Vegeta miró abajo, donde estaba su padre. Sangrando y destruido en el piso. Su sádica sonrisa de oreja a oreja se dibujaba en su rostro. Saboreaba el hecho que las tablas hayan girado. Ahora era su turno.

"No te parece esto familiar" Vegeta tatareó, su diabólica sonrisa retorcía sus facciones de Saiyajin. El ver correr la sangre de su padre lo hacía sentir victorioso."Débil... Patético...mira quien utiliza esos términos ahora."

"Pequeño pedazo de mierda" escupía sangre mientras estornudaba. "Tú nunca gobernarás--" su oración no pudo ser completada ya que recibió una fuerte patada en el costado propiciada por Vegeta.

" Deja ya de sermonear baka !" dijo Vegeta. Le propició otra patada. "El tonto fuiste tú padre" le dijo burlonamente, enfatizando padre. "Mi odio por ti siempre estuvo presente. Esperando que algún día saboree tu muerte. Nunca fuiste suficiente para gobernar a los Saiyajin viejo tono."

El Rey Vegeta sintió cada gota de veneno que se encontraba en las palabras de Vegeta. De alguna manera él sabía que esto pasaría. Algún día el hijo mataría al padre, brutalmente si era necesario. Eso ya había sucedido muchas veces anteriormente. "Todo por un esclava inservible Vegeta? Por una ramera? "le dijo. Los huesos de su caja toráxica parecían rotos." Tú eres el único débil. Tan fácilmente atrapado por aquello que los débiles llaman 'emociones'."

Vegeta se arrodilló, la destrucción se reflejaba en sus ojos. "Tú morirás primero baka. Cómo te atreves" le dijo. "Ya soy rey y ella me pertenece" Con una mano enguantada, de su puño brillaba una luz que colocó frente a su padre." Es el Día de Juicio Final viejo baka. Todo es mío, no tuyo. Nunca debió ser tuyo."

"Vegeta, tú, mierda" gritó el Rey

La sonrisa de Vegeta volvió. El Rey Vegeta sentía el potente poder de la energía mientras que Vegeta colocaba su palma sobre la cabeza de su padre. El brillo era más intenso. Al contactar el poderoso golpe propiciado por Vegeta, el impacto fue más que suficiente como para destrozar el cráneo del Rey. Con un grito que cesó cuando el cráneo fue destrozado, Vegeta reía victoriosamente, sintiendo como lo restante del poder de su padre se desvanecía entre sus manos. El golpe de ki lo mató al instante.

El cuerpo del Rey ya no hacía movimiento alguno. El Rey estaba muerto. Tirado en el piso, su cuerpo ni siquiera podía ser reconocido con un cráneo destrozado. Vegeta se levantó, el aura blanca disminuía. De inmediato sus ojos se dirigieron hacia la cama.

La miraba con curiosidad mientras que se le acercaba, pasando por el cadáver de su padre. Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver a su mujer de cabellos azules desmayada de hace ya un buen rato. Dando una pequeña sonrisa, envolvió su delicado cuerpo en una sábana y la levantó.

Al dirigirse hacia la puerta, no miró atrás. Eso ya formaba parte del pasado. El Imperio Saiyajin haría bien en recibir a su nuevo Rey... y tal vez a su nueva reina.

Era temprano, al igual que en días anteriores. La humedad siempre presente en el día a día de los Saiyajin. Vegeta tenía bien en claro que todo lo que veía y todo lo que no veía a través de su inmensa ventana le pertenecía. El Rey. Suspiró al ver lo vasto que era Vegetasei. Todo le pertenecía. Ahora él era su líder. Por lo que él sabía todo Saiyajin aceptaba que un hijo mate a su padre y ocupe su lugar. Era una manera de obrar de los Saiyajin. El débil no tenía lugar en su sociedad.

Suspiró de nuevo, pero esta vez mirando bajo su hombro a la forma durmiente que se encontraba en su cama. Es todo un misterio el como esta mujer lo tiene a él. Esa pasión desconocida, el empeño y fuerza para alcanzar ese nivel de pelea, la muerte de su maldito padre para darle lugar a su reinado. Le sonrió. Ella era hermosa... Y toda suya.

Colocándose una armadura, Vegeta se dirigió a la puerta. Al salir fue muy respetuosamente saludado por el General Nappa y el guerrero Shiruko. Nappa se adelantó al saber que su rey quería hablar con Shiruko.

Un puño cerrado dirigido hacia el pecho en señal de profundo respeto. "Mi Rey" se dirigió hacia él. Vegeta sonrió ante tal saludo. Sonaba bien. "Hay un trato que debe ser avisado al planeta"

"Estoy al tanto de eso" le contestó Vegeta. No le gustaba que le repitiera lo que él ya sabía. "Tú enviaras a unos cuantos para que la vigilen"

Shiruko asintió. El hizo el recordatorio y giró para dedicarse por completo a sus deberes del día.

" Y Shiruko" Vegeta lo llamó con los brazos cruzados.

El guerrero se dio vuelta para observar la severa mira del rey. Mortalmente seria. "Mi Rey?"

"Si alguna parte de ella es lastimada. Una muerte lenta será la pena" Vegeta concluyó. "Si tú o los otros se olvidan de ello, yo personalmente me encargaré de recordárselos"

"Entiendo"

Vegeta sonreía mientras que el guerrero se alejaba. Tenía una fuerte corazonada de que las cosas ahora serían diferentes. Por supuesto que ya lo eran, ahora el reino actuaba según su parecer... y también Bulma. No era necesaria una explicación porqué el se había vuelto tan cercano a ella. Todo lo que él sabía era que ella le pertenecería para siempre.

Fin.