Unexpected Love

Por Karina

Capítulo IV: Niña Consentida

"Con motivo de la 1ª Cumbre de Naciones a realizarse en Palas, Asturias, se invita cordialmente a la Ceremonia de Inauguración de dicha cumbre... "

Celena dejó de leer la invitación, la guardó con desdén en el sobre que llevaba su nombre y la apretó en sus manos hasta hacerla un pequeño bulto. Luego la lanzó sobre la mesa hasta el lugar exacto en donde estaba el basurero.

-¿no sabes que eso es mala educación?- le dijo la Sra. Clara mientras seguía pelando papas.

-Lo siento, pero no hubo tiempo para lecciones de etiqueta... - le respondió Celena mientras apoyaba los brazos en la mesa alrededor de su tazón de leche.

- ...sólo para lecciones de lucha- agregó sarcásticamente. Sra. Clara se dio vuelta para mirar a Celena.

-Pensé que no te importaba-

-¡Por supuesto que no!- le respondió Celena un poco ofendida. Claro que no le importaban esos estúpidos bailes de alta sociedad. Todo era tan falso que ni siquiera sentía ganas de encajar en ese ambiente. De todas formas, no lo hacía.

-Sí claro. Como no- le respondió Sra. Clara y se abocó nuevamente a su trabajo de pelar papas. Celena se echó en la mesa y sintió un súbito calor en las mejillas. Si había alguien a quien no podía engañas era a su querida "mamá Clara", como solía llamar a su criada cuando era niña. De alguna forma ella fue lo más cercano a una madre cuando era pequeña. No era que no había querido a su madre, pero siempre la sentía distante, como si ninguna de las personas que la rodeaban estuvieran realmente a su alrededor. Y ahora que había vuelto a casa, ella había sido fundamental en su recuperación, cuando Allen la había rescatado de las manos de Van y luego de un escueto intercambio de palabras se había encerrado en un absoluto mutismo. Y ella estuvo ahí, sosteniéndole la mano y hablándole mientras ella estaba en su cama mirando al infinito. Por eso no podía mentirle, aunque quisiera. Así que después de todo, y muy a su pesar, reconoció en su interior que sí le importaba un poco. Volvió a sentarse correctamente y terminó su tazón de leche, luego se levantó y se acercó a Clara y la abrazó por detrás, apoyando su cabeza en su hombro.

-Te odio mamá Clara- le dijo poniendo voz de niña consentida. Después le dio un beso en la mejilla y salió de la cocina.

-Yo también te quiero, mi niña- le respondió Clara con una sonrisa en los labios mientras seguía pelando papas.

Ese día, Celena pasó todo el día afuera y nadie supo donde estaba. Cuando llegó al atardecer, Allen la esperaba con una mezcla de preocupación y enojo.

-¿En dónde estuviste, Celena?- le preguntó al ver que se encaminaba rápidamente hacia su habitación.

-Por ahí- se detuvo a decirle. Iba a comenzar a subir las escaleras, pero Allen se levantó de su asiento y la detuvo.

-Espera un momento- le dijo acercándose a ella –me tenías muy preocupado. Al menos merezco una explicación-

-Allen, por favor no empieces- le dijo Celena llevándose una mano a su cabeza. No tenía ganas de discutir con nadie. Allen la observó un momento y supo qué era lo que pasaba.

-¿Recibiste la invitación?- le preguntó.

-Sí- le respondió Celena desganada. Se produjo un pequeño e incómodo silencio que fue roto por Celena.

-No iré esta vez-

-Celena, sé que te incomodan estos eventos, pero no puedes... –

-No Allen. Ya está decidido. No iré-

-Al menos ve por un momento- le dijo Allen tratando de entrar en razón con ella.

-¿Y para qué quieres que vaya? Tú irás con Elise y yo tendré que quedarme sola, expuesta a todas las miradas inquisidoras de todos los que me creen un fenómeno- le dijo Celena elevando la voz.

-¡Celena, no me gusta que hables así!- le dijo Allen abrumado por las palabras de Celena. Ella iba a responder algo, pero en ese momento, Van y Hitomi entraron a la sala. Notó que Van tenía algo distinto en el rostro, parecía serio como siempre, pero sus ojos brillaban de una forma extraña. Hitomi también se veía distinta, como si su presencia no estuviera en la sala.

-Hola- saludó Van a Allen, luego miró a Celena y la saludó... amablemente.

-Hola Celena-

-Hola- respondió ella escuetamente.

-Allen, ¿ya recibiste tu invitación?- le preguntó Van.

-¿Qué invitación?- preguntó Hitomi, quien estaba al lado de Van.

-Las invitaciones de la Fiesta de Inauguración de la Cumbre- le explicó Celena –lo más probable es que tú y Van hayan recibido una dedicada a los dos-

-¿Tú irás verdad?- le preguntó Hitomi a Celena de inmediato. Parecía algo ansiosa de que le respondiera que sí.

-Claro que sí-

-No voy a ir- los dos, Allen y Celena hablaron al mismo tiempo. Todos guardaron silencio por un momento y Allen y Celena se desafiaban con los ojos.

-Ya está decidido, Allen. No insistas- le dijo Celena con firmeza.

-Vamos Celena, no seas tan terca- le respondió Allen.

-¿Por qué no quieres ir?- le preguntó Hitomi decepcionada. Celena suspiró antes de contestarle.

-No me gustan las fiestas lujosas- le dijo restándole importancia al asunto. Comenzó a subir las escaleras y agregó –No es mi estilo- y se retiró.

-Qué pena- susurró Hitomi.

-¿Y qué le pasa ahora?- preguntó Van -¿Por qué no quiere ir?-

-Claro que irá- le respondió Allen. Trató de no darle importancia al asunto porque no quería que Van siguiera viendo a Celena como una niña consentida y problemática. Suficiente tenía con que ya se llevaran mal.

-Sólo lo hace para molestarme. Ya la conoces... -

-Sí... ya la conozco- murmuró Van más para sí que para los demás.

-Bueno, creo que me voy a descansar- dijo después y se retiró a su habitación. Allen se quedó pensativo.

-No irá, ¿verdad?- le preguntó Hitomi a Allen sacándolo de sus cavilaciones.

-Parece que no- respondió Allen resignado.

-¿Por qué no quiere ir?- se preguntó Hitomi.

-Ya la oíste, no es su estilo- trató de justificarla al igual que lo hizo con Van, pero sentía que no era necesario hacer lo mismo con Hitomi.

-... es que le ha costado trabajo adaptarse... actúa como si no le importara, pero sé que no es así... le afecta que la gente la mire con recelo, que no sepa comportarse como una señorita, que tenga que ir sola a las fiestas y reuniones... –

-Tienes que darle tiempo, Allen. Después de todo lo que sufrió... debe ser difícil para ella... No deberías presionarla- Allen suspiró ante las palabras de Hitomi.

-Tienes que entenderla- agregó Hitomi.

-No sabes cuánto la quiero, pero me cuesta mucho trabajo entenderla-

Hitomi pasó todo el día deambulando por la casa y sin nada interesante que hacer. Y todo por esa tonta cumbre. La verdad es que se había ilusionado mucho con el asunto. Pensó que sería distinto, que vería a mucha gente, que vería cosas interesantes, pero hasta el momento era todo lo contrario. Van y Allen se la pasaban de junta en junta, al igual que Millerna y Merle. Su única compañía en esos días había sido Celena y aunque al principio había estado reticente a estar con ella (sobre todo por la forma en que hablaba de Van) tenía que reconocer que se divertía mucho estando con ella. Pero ni siquiera Celena estaba y cuando le preguntó a una criada donde podía encontrarla, no supo darle una respuesta. De hecho nadie en la mansión sabía donde estaba. Cuando le preguntó a otra criada, una señora de edad llamada Clara le respondió.

-A veces ella desaparece y nadie sabe donde va. Lo más probable es que regrese al atardecer-

Y con eso, Hitomi tuvo que seguir deambulando por la mansión, buscando algo entretenido que hacer. Después de almorzar, se retiró a su habitación y se recostó en su cama. No pasó mucho tiempo cuando una figura apareció en su ventana. Se levantó y salió hacia el balcón.

-¡Van! ¿Qué estás haciendo aquí?- le preguntó Hitomi sorprendida al ver a Van.

-Hola Hitomi- la saludó afablemente –Yo... estaba en una reunión y... escapé-

-¡¿Escapaste?!- Hitomi no podía creer lo que Van acababa de hacer.

-Bueno, no escapé exactamente... sólo dije que tenía algo importante que hacer-

-¿Algo importante?- Van estaba actuando de una forma extraña. De pronto su cara se puso roja como un tomate.

-Hitomi... – dijo mientras se sacaba su camisa y quedaba con el torso al descubierto. Hitomi sintió que su cara también se incendiaba. Pero de la vergüenza pasó rápidamente al asombro cuando Van desplegó con majestuosidad sus alas blancas.

-Quiero que me acompañes- le dijo extendiéndole su mano. Hitomi extendió su mano y Van la acercó a su cuerpo tomándola por la cintura. En menos de dos segundos, Van planeaba por el cielo junto a Hitomi. Ella ya había volado junto a Van en otras ocasiones y lo había disfrutado mucho, pero la incertidumbre de no saber lo que Van pretendía la incomodaba. Por supuesto, podía darse una idea de lo que estaba pasando, pero la idea; lejos de emocionarla, le preocupaba.

-¿Adónde vamos?- le preguntó Hitomi.

-Ya lo verás- fue lo único que le contestó. Siguió volando por un par de minutos hasta llegar a la cima de un cerro. Era un lugar hermoso, rodeado de vegetación y flores silvestres, pero lo que más le llamaba la atención a Hitomi era la vista que se tenía de la cuidad de Palas y el mar. A los pies del cerro había un pequeño bosque de pinos y luego de eso había una pequeña y solitaria playa. Desde lejos, Hitomi observó que el oleaje era suave, pero por lo general todas las playas dan ese efecto desde lejos. Aun así se veía apta para nadar.

-¿te gusta?- le preguntó Van. Estaba sentado en el pasto bajo la sombra de un gran y frondoso árbol.

-Es hermoso- le respondió Hitomi aspirando profundo.

-Encontré este lugar la primera vez que vine a Asturias. En ese entonces era la primera vez que veía el mar... nunca había visto algo tan grande y majestuoso en mi vida... – le contaba Van a Hitomi mientras se levantaba y caminaba hacia donde estaba ella.

-Desde entonces, cada vez que vengo a Asturias vengo hasta acá- Van se colocó al lado de Hitomi y también aspiró profundo.

-Tú eres la primera persona a la que le enseño este lugar- le dijo y le sonrió. Hitomi le devolvió la sonrisa con candidez y de pronto tuvo la certeza de lo que iba a pasar. Bueno, no había que ser una adivina para darse cuenta de eso, después de todo, las cosas se estaban dando para lo que iba a ocurrir. Esta vez Van sí iba a besarla, al fin iba a pasar lo que tanto había anhelado desde que se dio cuenta de que lo amaba... sin embargo, estaba tranquila; demasiado para su gusto y eso le preocupaba. ¿Y dónde diablos estaban las mariposas en el estómago? Hitomi no lo sabía. Los dos se quedaron un buen momento callados, mirando como el sol se ponía en el horizonte.

-Hitomi... – Van interrumpió el silencio. Aún seguía mirando al horizonte, y cuando Hitomi se dio vuelta a observarlo, pudo notar que estaba reuniendo mucho valor para hacer lo que hacía tanto tiempo quería hacer. Respiró hondo nuevamente y se dio vuelta hacia Hitomi. La tomó de los brazos y la acercó a él y al ver que Hitomi cerraba sus ojos, Van se acercó más a ella hasta que al fin la besó. Hitomi, quien al comienzo estaba preocupada por no haber sentido nada en especial, de pronto su corazón comenzó a latir fuerte y las mariposas al fin comenzaron a revolotear en su estómago. Sin embargo, al momento de separarse, todo aquello desapareció rápidamente. Miró a Van a los ojos y estos brillaban intensamente al igual que su sonrisa. Ella sólo pudo regalarle una pequeña y débil sonrisa. No lo entendía, debería estar emocionada. Van la soltó y sin decir nada, tomó la mano de Hitomi, se dio vuelta nuevamente hacia el horizonte y respiró hondo. Se quedaron así un largo momento, el sol apenas se veía en el horizonte y el mar y el cielo se veían rojizo.

-Van... – susurró Hitomi.

-¿Qué pasa Hitomi?- le preguntó Van.

-Deberíamos regresar, me está dando frío-

Van desplegó sus alas por segunda vez y Hitomi quedó nuevamente impresionada por la majestuosidad de sus alas. De eso sí que estaba segura. Van la tomó nuevamente por la cintura y juntos emprendieron el vuelo hacia la mansión de los Schezar. Cuando entraron a la mansión se encontraron con Allen y Celena, quienes conversaban en la gran escalera de la mansión. Al ver a Celena se le vino a la mente lo que la criada le había dicho. Se preguntaba qué le habría pasado a Celena, porque no se veía con muchos ánimos. De hecho, se veía molesta e irritada. Sólo esperaba que no se desquitara con Van. Gracias a Dios, Van había quedado con un muy buen ánimo así que tampoco le buscó el odio a Celena. Celena y Allen estaban hablando algo sobre unas invitaciones y Celena decía que no tenía intenciones de ir a la Fiesta de Inauguración. Hitomi se sintió algo desilusionada, ya podía ver que estaría sola mientras Van y Allen conversarían con importantes personalidades, así que si podía, trataría de convencerla de que fuera y la acompañara. Luego de eso, Van se dirigió a su habitación y Hitomi se quedó conversando con Allen. Él le contaba la complicada relación que tenía con Celena y Hitomi le daba algunos consejos para llevarse mejor con ella. El problema de fondo era lo distinta que era Celena al resto de las mujeres de Gaea, lo que era algo obvio debido a todo lo que había pasado. Según Allen, Celena era poco señorita y siempre quería hacer cosas "de hombres" como pilotear guymelefs y batirse a duelos con espada. De hecho la idea de convertirse en espadachín le parecía un disparate. A simple vista, para Hitomi las ideas de Allen le parecían bastante machistas, pero detrás de ese machismo evidente se escondía un temor latente y justificado. Allen veía en el comportamiento de Celena la semilla que podría traer a Dilandau de vuelta. Y eso sería su perdición, tanto para él como para Celena. Hitomi pensó que quizás ese era el temor de todos, que Celena volviera a ser Dilandau nuevamente. Quizás esa era la razón por la que Van la trataba tan mal y porque la gente la miraba con recelo. Hitomi se preguntó si alguna vez Celena podría adaptarse completamente a este mundo que no la aceptaba. Lo veía bastante difícil.

La conversación se alargó tanto, que cuando se despidieron para irse a sus habitaciones, todo el mundo, incluyendo los sirvientes, estaban acostados. Hitomi se dirigió a su dormitorio, se puso su pijama y se acostó. Sin embargo, no podía conciliar el sueño. Eso me pasa por estar durmiendo todo el día, pensó. Como no podía dormir, se levantó y se puso una manta. Salió de la habitación par dar un paseo por la casa y justo cuando estaba cerrando la puerta, divisó al final del pasillo una figura abriendo una ventana.

-¿Qué estás haciendo?- preguntó Hitomi. Celena se sorprendió tanto que dio un pequeño grito ahogado y por poco pierde el equilibrio.

-¡Demonios, Hitomi! ¡No vuelvas a hacer eso!- la regañó Celena aferrada a una de las puertas de la ventana.

-Lo siento, pero no quería que cometieras una locura- le dijo Hitomi bastante molesta.

–No puede huir de los problemas, tienes que enfrentarlos- agregó con convicción. Celena la miró sorprendida.

-Yo... sólo iba al hangar a entrenar un poco- dijo Celena. Luego de eso se largó a reír y tuvo que taparse la boca para no ser escuchada.

-Yo... perdón, lo siento mucho... pero pensé que... –

-Pensaste que me estaba escapando de casa... – Celena no podía dejar de reírse. Hitomi se sentía avergonzada y como una tonta.

-Claro, me viste "escapando" por la ventana y supusiste que estaba huyendo... pero no es así-

-Entonces ¿por qué no sales por la puerta como todo el mundo?- le preguntó Hitomi molesta.

-Eso es muy fácil. Primero, porque si salgo por la puerta principal despertaré a todo el mundo. Segundo, porque este es un atajo y me evito pasar por la habitación de Allen y tercero y lo más importante... – le dijo Celena mostrando tres dedos de su mano.

- ... no soy como todo el mundo- dijo mientras le guiñaba un ojo. Al escuchar las razones de Celena, Hitomi se relajó un poco y se acercó a la ventana.

-De todas formas, ¿no está muy alto para que saltes?- preguntó mientras se asomaba a mirar hacia abajo.

-Puedo bajar por esta rejilla de madera, se supone que es para guiar el crecimiento de las enredaderas, pero son útiles para escapar de la mansión- le explicó Celena.

-Y ahora que sabes lo que estoy haciendo ¿qué estás haciendo tú despierta a estas horas de la noche, Hitomi?-

-No tenía sueño y salí a dar un paseo-

-¿y por qué no me acompañas?- le preguntó Celena.

-¿¡Qué?! ¿De verdad quieres que te acompañe?- Hitomi estaba algo sorprendida con la proposición de Celena.

-Claro que sí, pero tendrás que usar pantalones para poder bajar por la rejilla de madera- Celena se llevó a Hitomi a su pieza y le prestó un par de pantalones y una blusa. Hitomi se entusiasmó tanto con la idea que agarró la ropa que Celena le prestó y se cambió rápidamente. Estaba a mitad de terminar de vestirse cuando se dio cuenta que Celena estaba apoyada en un mueble tiesa como una tabla y mirando hacia el suelo. Le extrañó verla tan cohibida. Claro, seguramente nunca nadie se había vestido delante de ella y se sentía incómoda con la situación. Había olvidado por completo lo distinta que son las cosas en Gaea, en la Tierra ella estaba acostumbrada a vestirse frente a sus compañeras para las clases de gimnasia y no tenía esa clase de tapujos, pero en Gaea todo era más conservador... de cierta forma era como retroceder en el tiempo. Continuó vistiéndose rápido y cuando terminó exclamó.

-¡lista!-

Celena levantó la vista y al mirarla estalló en risas.

-¡¿Qué pasa?!- preguntó Hitomi desconcertada.

-estás nadando en mi ropa- le dijo aguantando la risa. En efecto, la ropa de Celena era bastante grande para ella, así que trató de acomodársela lo mejor que pudo. Salieron de la habitación de Celena y caminaron en puntillas hasta la ventana que estaba en el otro extremo del pasillo. Celena bajó primero en caso de que Hitomi necesitara ayuda, pero esa noche la luz de la luna llena alumbraba tanto que todo se podía ver claramente. Aún cuando faltaba bastante para llegar al suelo, Hitomi vio como Celena se tiraba desde una altura considerable y caía ligeramente al suelo con las rodillas flexionadas.

-Pareces un gato- le dijo Hitomi cuando ella llegó al suelo. A Celena la idea de ser comparada con un gato le divirtió mucho.

-Bien, esto es lo que haremos- le explicó Celena –¿vez esa estatua de la Diosa Jishia al fondo de la mansión?- le mostró Celena indicando hacia el lado posterior de la casa. Frente a esa parte de la casa estaba la estatua de la que hablaba Celena y estaba rodeada por unos bajos arbustos que dejaban un pequeño lugar par poder acercarse a la estatua. Hitomi asintió.

-Pasando la estatua está el hangar al que voy a entrenar... es un hangar antiguo y nadie lo usa, te darás cuenta de inmediato por qué- desde aquella distancia, no se podía ver bien la construcción, así que Hitomi no entendió lo que Celena quería decir.

-Así que ahora, tenemos que correr rápido hasta llegar allá. ¿Crees que puedas correr rápido, Hitomi?-

-Lo intentaré- le dijo Hitomi y de pronto la idea de volver a correr la entusiasmó. Hacía mucho tiempo que no lo hacía.

-Bien, entonces ¡¡vamos!!- las dos comenzaron a correr y Hitomi comenzó a sentir que su corazón latía con fuerza y que de pronto la embargó un sentimiento de felicidad que hacía mucho tiempo no sentía. Lo único que quería en ese momento era gritar fuerte, pero no podía hacerlo. En lugar de eso corrió con todas sus fuerzas. En unos cuantos segundos, las dos llegaron a la entrada del hangar agitadas con la carrera.

-¡increíble!- jadeaba Celena mientras apoyaba sus manos en sus muslos –no sabía que corrías tan rápido Hitomi- en verdad estaba sorprendida. Por un momento Hitomi le había sacado una buena ventaja y tuvo que correr con todas sus fuerzas para alcanzarla.

-Yo era parte del club de atletismo en mi escuela- le respondió Hitomi jadeante. Estaba bastante cansada, ya que hacía mucho tiempo que no corría y estaba fuera de forma. Estaba comenzando a pensar en los tiempos en que ella corría junto a su superior Amano, cuando se dio cuenta del hangar.

-¡¿Aquí es donde entrenas?!- preguntó Hitomi asombrada. Había escuchado a Celena decir que era algo antiguo, pero esto era ridículo. Era una pequeña construcción de madera vieja, tan vieja que podía asegurar que en algunas partes la madera se estaba pudriendo y todo el sector izquierdo estaba derrumbado.

-¡Te lo dije!- le respondió Celena mientras entraba al hangar por la precaria puerta. Hitomi la siguió y pensó que se iba a encontrar con un lugar oscuro, pero no era así. Bueno, del lado izquierdo no se veía más que escombros, pero al lado derecho del hangar se encontraba un gran ventanal y los innumerables agujeros del techo iluminaban todo el hangar. La pared que estaba frente a la puerta estaba llena de armas y espadas antiguas y oxidadas y frente a esta pared había un pequeño muñeco de paja. Mientras que Celena caminaba hacia el centro del hangar, Hitomi no se movió de la entrada.

-¿no será peligroso?- preguntó atemorizada.

-Es perfecta- respondió Celena. Hitomi se relajó un poco al ver la confianza de Celena y entró al hangar. Al lado del gran ventanal habían unas pequeñas bancas de madera y se sentó ahí para ver como Celena entrenaba. Ella sacó una de las espadas de madera colgadas de la pared y se puso a darle golpes al muñeco de paja.

-Apuesto a que vienes a entrenar acá porque Allen no se lo esperaría ¿verdad?- comentó Hitomi –Este es tu escondite-

-No, Allen sabe muy bien que siempre vengo para acá- respondió Celena sin dejar de darle golpes al pobre muñeco.

-¿lo sabe? ¿Y no te dice nada por ser un lugar peligroso?-

-Nop, de hecho quería destruir este viejo hangar, pero yo se lo impedí-

-¿se lo impediste? ¡¿Y cómo?!-

-Tomé su guymelef y detuve a las máquinas con él- Celena se divertía con la impresión que causaba en Hitomi. En realidad era agradable que alguien se sorprendiera de buena manera de sus locuras y que no se asustara con ellas.

-¡increíble!- exclamó Hitomi. Vaya, sí que es de armas a tomar, pensó Hitomi.

-De todas formas ¿por qué pensaste que este era mi escondite?- preguntó Celena.

-Esta mañana te estuve buscando y nadie sabía donde estabas, y una señora me dijo que a veces te desaparecías y nadie sabía donde estabas-

-Ya veo... – murmuró Celena. La conversación calló muerta por unos segundos.

-Y... ¿dónde estuviste?- preguntó Hitomi.

-En mi verdadero escondite- respondió Celena con picardía.

-No me lo vas a decir ¿cierto?-

-Si te lo dijera ya no sería mi escondite- respondió Celena y soltó una carcajada y aunque Hitomi quedó con la curiosidad de saber, no le molestó que Celena no le contara.

-¿Puedo hacer una pregunta?- sabía que las probabilidades de que Celena se enojara eran altas, pero no podía dejar pasar esta oportunidad. Celena se dio cuenta de que Hitomi le haría una pregunta de la cual se sentiría incómoda responder.

-Claro- le respondió con amabilidad. Hitomi guardó un momento de silencio antes de hacer la pregunta.

-¿Por qué no quieres ir?- Hitomi usó un tono de voz que denotaba "esta vez di la verdad y no des respuestas superficiales". Celena suspiró antes de responder pero no dejó de golpear al muñeco de paja.

-Creo que ya lo debes saber, Hitomi. Simplemente no encajo en ese mundo, todo es tan superficial y falso... todo el mundo me mira, me saluda con educación y me sonríe, pero en el fondo lo único que desean es que me largue luego de sus fiestas-

-No seas tan dura Celena. No todo el mundo es así- le dijo Hitomi

-... pero tienes que darte cuenta que para los demás tampoco es fácil-

-Entonces ¿qué es lo que tengo que hacer? ¿Fingir como lo hace todo el mundo?- Hitomi se dio cuenta que Celena le pegaba cada vez con más fuerza al muñeco.

-Lo siento, pero no puedo ser así, no puedo fingir ser algo que no soy-

-No se trata de eso, Celena. No puedes echar al mismo saco a todas las personas-

-Tienes razón. Siempre puedo esperar a que Allen me busque a un viejo millonario que se atreva a tomarme como esposa, por ejemplo- le respondió Celena con todo el sarcasmo que pudo.

-No digas eso, Celena. Estoy segura de que cualquier hombre estaría feliz de tener a alguien como tú a su lado-

-Sólo estoy siendo realista, Hitomi- le decía Celena mientras seguía practicando.

-Dime, ¿a qué hombre le gustaría estar con un fenómeno como yo?- La ingenuidad de Hitomi le irritaba un poco, pero sabía que no lo hacía con mala intención. Las cosas no eran tan fáciles como ella creía.

-¡Ya basta, Celena! No digas esas cosas-

-¡PERO ES LA VERDAD!- gritó Celena mientras tiraba lejos el muñeco. Se quedó un momento quieta, sin dejar de mirar al muñeco que estaba tirado en el suelo. Después de todo, sí le afecta todo esto, pensó Hitomi. Celena suspiró y se acercó al muñeco para ponerlo en su lugar. El ambiente se puso muy tenso.

-Si yo fuera un chico... - comenzó a decir Hitomi -Estaría feliz de tener a alguien como tú a mi lado- no supo por qué lo dijo, quizás para serenar el ambiente, pero quería hacerla sentir bien. Celena se dio vuelta a mirar a Hitomi sorprendida.

-Pues, deberías decirle eso a todos los hombres de Gaea- le contestó. Siguió acomodando al muñeco y de pronto soltó una carcajada.

-¿Qué... pasa?- preguntó Hitomi avergonzada.

-Es curioso... es la primera vez que me dicen un cumplido- dijo Celena sonriendo.

-Ehr... bueno... yo sólo... - tartamudeó Hitomi roja de vergüenza. No sabía por qué se sentía así.

-Sí, te entiendo, tratabas de hacerme sentir bien- las dos se quedaron calladas. Una vez que Celena terminó de acomodar el muñeco, continuó con su entrenamiento.

-¿Y qué piensas usar para la fiesta?- Celena le preguntó a Hitomi. Lo hizo más que nada para cambiar el tema de conversación y le dio la impresión de que podía ser un tema del cual las chicas comunes y corrientes suelen hablar.

-No lo sé aún- contestó Hitomi pensando en su paupérrima colección de vestidos.

-Podrías usar el vestido nuevo que te regalé-

-¡Tienes razón! Es un vestido muy lindo y elegante. ¡¿Cómo no se me ocurrió antes?!- respondió Hitomi con entusiasmo.

-Vas a dejar a Van con la boca abierta. Se te ve muy bien ese vestido-

-Gracias... Celena, ¿puedo hacerte una última pregunta?- sabía que estaba presionando más de lo necesario, pero en una de esas sí conseguía que Celena fuera a la fiesta.

-Está bien... – le respondió Celena con resignación.

-¿es necesario que vayas con un acompañante?- preguntó Hitomi

-No, en realidad puedo ir sola. Pero ya te dije que no iré a esa fiesta-

-¿por qué no?- insistió Hitomi.

-¡Porque no quiero! Ya no quiero seguir siendo el centro de atención, ya sabes que todo es tan formal y delicado... de seguro que en cualquier momento hago algo inadecuado-

-"o no propio de una dama"- bromeó Hitomi. Definitivamente Celena no daba su brazo a torcer, así que decidió que no insistiría más. Celena se rió con el comentario de Hitomi.

-jajaja... si supieras las cosas ridículas que me han pasado por "no comportarme como una dama"-

-¿cosas como lo de la falda?-

-Más o menos... - Celena comenzó a contarle sus percances a Hitomi y ella se rió mucho con las anécdotas de Celena. Y sin darse cuenta, el ambiente se había distendido nuevamente y se pasaron casi toda la noche conversando, así que volvieron muy tarde a la mansión. Subieron sin problemas por la rejilla de madera, ya que la luz de la luna aún iluminaba potentemente lo que quedaba de noche. Trataron de no hacer ruido, pero las dos cuchicheaban y se reían por cualquier tontera. Cuando llegaron al pasillo de las habitaciones se despidieron.

-¿sabes? Lo pasé muy bien contigo esta noche, Hitomi-

-Gracias, yo también la pasé muy bien-

-Y quiero que sepas que si no voy a la fiesta no es por capricho, sino por salud mental- agregó Celena.

-No te preocupes, yo me aburriré por las dos- le dijo Hitomi sonriendo.

-Hey, ¿no vas a recoger tu pijama?-

-Tienes razón, lo dejé en tu habitación- así que acompañó a Celena a su pieza para buscar su pijama. Apenas entraron, lo primero que hizo Celena fue tirarse en la cama.

-ahhhh, estoy muy cansada-

-Lo encontré- dijo Hitomi –lo había dejado en el suelo y no lo encontraba- le comentó acercándose a la cama y al ver que Celena no le respondía la miró con atención. Se había quedado profundamente dormida. El entrenamiento la había dejado tan cansada que apenas se tiró a la cama se quedó dormida. Estaba boca abajo y su cabeza daba justo hacia la ventana y sobre su cara le caían unos pequeños mechones ondulados.

-Celena- susurró Hitomi, pero no despertó. Se acercó un poco más y al ver su rostro con detenimiento comenzó a sentir que el estómago se le apretaba y se le aceleraba el corazón. Al ver lo pálida que se veía con la luz de la luna y ver que el color de su pelo parecía plateado, se acordó de Dilandau y un estremecimiento le recorrió la espalda. Y también se acordó de su cicatriz y quiso saber si Celena tenía algún resquicio de ella. Acercó lentamente su temblorosa mano hacia Celena. ¿Era en la derecha o la izquierda? Apartó con cuidado los mechones que caían en el rostro y rozó con la punta de los dedos la mejilla de Celena. No había resquicios de nada, sólo la suave piel de Celena. Quizás era en la otra mejilla, pensó Hitomi. De pronto, Celena se movió un poco y siguió durmiendo. A Hitomi le quedó el corazón en la boca. ¡¿Qué demonios estoy haciendo?! Pensó preocupada y se largó a su habitación.

A la mañana siguiente, Hitomi se despertó tarde y cuando lo hizo se encontró con el rostro de Van quien la miraba con ternura.

-Hola- le dijo. Su voz se escuchaba agradable y de buen humor.

-¿Van, qué estás haciendo aquí?- le preguntó Hitomi sorprendida.

-Te traje el desayuno- le dijo Van y tomó la bandeja que había dejado en el velador.

-Gracias- le respondió Hitomi mientras se sentaba en la cama. Comenzó a tomar su desayuno mientras Van la observaba. No sabía por qué, pero se sentía algo incómoda con la situación.

-Te despertaste muy tarde, Hitomi- comentó Van.

-Es que anoche me desvelé y no pude dormir casi nada- le respondió Hitomi tratando de enfocarse en su desayuno.

-¿de verdad? ¿Y qué hiciste?- preguntó Van. Hitomi iba a comentar con entusiasmo que había acompañado a Celena mientras ella entrenaba y lo mucho que se había divertido con ella, pero no lo hizo. Pensó que si le contaba Van podría enojarse con ella y además, no debería comentarle precisamente a él lo que había conversado con Celena.

-Ehr... nada en especial. Me levanté y di un par de vueltas por la habitación- mintió Hitomi. Van se veía bastante satisfecho con la explicación. Hitomi terminó su desayuno y cuando lo hizo, Van le retiró la bandeja y luego se agachó a los pies de la cama. Se levantó y apareció con una gran caja blanca.

-Esto es para ti, Hitomi- le dijo mientras ponía la caja en las piernas de Hitomi.

-¿Qué es esto?- le preguntó con curiosidad.

-Ábrelo- le dijo Van. Hitomi desató los lazos de la caja y sacó la tapa, adentro de ella y envuelto en un fino papel había un hermoso vestido de seda.

-Yo no sé mucho de esas cosas, así que le pedí a Allen que me ayudara- le contó Van con algo de vergüenza. Hitomi sacó el vestido de la caja y quedó maravillada con su pomposidad. La parte superior del vestido era azul y el faldón era de un azul mucho más claro que la parte superior. Y para complementar el traje había un par de guantes del mismo color que el faldón.

-Es precioso- respondió Hitomi aún admirando el vestido. Mientras lo ponía contra ella para ver cómo le quedaba, Van le dijo.

-Es para que lo uses en la fiesta de Inauguración de la Cumbre-

-Muchas gracias Van- le dijo con sinceridad. En realidad era un vestido lindo y ya podía imaginarse con el vestido puesto y entrando al gran salón mientras todo el mundo la miraba con admiración... hasta que se acordó de Celena. Claro, le había dicho que usaría el vestido que ella le había regalado para la fiesta, pero no podía decirle a Van que no usaría el vestido que él le había regalado especialmente para esa ocasión. Hitomi se sentía contra la espada y la pared.

-¿Te pasa algo, Hitomi?- le preguntó Van al ver que de pronto su cara se había tornado seria.

-Bueno... – balbuceó Hitomi mientras seguía pensando qué hacer. ¡Rayos! ¿Qué hago?... no sé que hacer... después de lo amable que había sido Celena con ella, se sentía muy mal por no usar el vestido que ella le había regalado, pero esperaba que si ella le explicaba todo, entendería.

-No... no pasa nada- le respondió a Van con seguridad. Espero que no pase nada.

Cuando salió al jardín a dar su paseo matutino, se encontró con Allen y Celena y comprobó con asombro cuando se acercó a ellos que los dos estaban de muy buen humor.

-Hola Hitomi- la saludó Celena con mucho entusiasmo.

-Hola Celena, buenos días Allen-

-Buenos días Hitomi- saludó Allen con cortesía.

-¿Sabes, Hitomi?- le contó Celena mientras se abrazaba del brazo de Allen.

–Esta mañana Allen y yo estuvimos hablando muchas cosas y él decidió respetar mi decisión de no ir al baile-

-¡Qué bien! Me alegro por ti, Celena-

-En realidad, debes darle las gracias a Hitomi. Ella fue la que me aconsejó- le dijo Allen a Celena y ella se abrazó más de su hermano. Se veían muy bien los dos juntos.

-Muchas gracias, Hitomi- le dijo mientras sonreía con vivacidad.

-No tienes que agradecerme nada- le dijo Hitomi sonriendo de la misma forma. Sin embargo, en su interior comenzaba a preocuparse, no sabía cómo abordar el tema ni cómo iba a tomar lo del vestido. Le hubiera gustado explicárselo de inmediato, pero la presencia de Allen la incomodaba. Los tres habían comenzado a caminar lentamente por el pomposo jardín de la mansión Schezar hablando de trivialidades. Como dejaron el tema de la fiesta de lado, Hitomi decidió que esperaría a que Allen se fuera para poder hablar con Celena. Sin embargo, la suerte no estaba del lado de Hitomi y lo peor de todo fue que ella misma se puso la soga al cuello.

-¡Ya lo sabía!- dijo Hitomi repentinamente. Allen y Celena se detuvieron mirándola sorprendidos.

-¿Qué pasa?- preguntó Celena.

-Sabía que tenías algo distinto, pero no sabía qué ¡¡Estás usando vestido!!- exclamó Hitomi. Durante todos esos días, Hitomi vio a Celena sólo dos veces usando vestidos; la primera vez, cuando llegaron de Asturias y cenaron todos juntos y la segunda vez cuando fueron de compras. Durante el resto del tiempo sólo usaba pantalones y blusas.

-¡Eres una "dama", Celena!- agregó. Al escuchar ese comentario, tanto Celena como Hitomi comenzaron a reírse a carcajadas. Allen no entendía mucho por qué se reían tanto, pero le llamó la atención la complicidad que Hitomi y Celena comenzaban a tener.

-Es cierto, lo soy- dijo soltándose del brazo de Allen para hacer una reverencia, digna de la mujer más fina y elegante de toda Gaea. Luego volvió a tomarse del brazo de Allen.

-De todas formas estos harapos no se comparan al vestido que usarás para la fiesta de inauguración- dijo Celena fingiendo humildad. Hitomi sintió que de pronto su corazón se detenía.

-¿Pero cómo?- preguntó Allen sorprendido -¿No me digas que ya lo viste, Celena?- Allen se extrañaba que Celena ya supiera lo del vestido. Hitomi seguía paralizada.

-¿qué si ya lo vi? ¡Pero si yo misma se lo regalé!- dijo Celena con seguridad.

-Eso es imposible. Ayer acompañé a Van a comprar el vestido... – en ese momento, los dos se dieron vuelta a mirar a Hitomi exigiendo una explicación. Ella los miró a los dio y pudo notar que Allen sólo estaba confundido, pero Celena no sólo lucía confundida, podía ver con claridad lo que ella esperaba, que todo eso se trate de una broma.

-¿No me digas que aún no te lo ha entregado?- preguntó Allen. Hitomi se quedó callada por un pequeño momento que para ella pareció eterno.

-Bueno... sí, me lo entregó esta mañana... – murmuró Hitomi. A esas alturas no se atrevía a mirar a Celena a los ojos.

-Entonces vas a usar el vestido que te regaló Van- dijo Celena con un tono de voz tan amable que se oía demasiado falso.

-Discúlpame Celena, pero es que es importante par... –

-No te preocupes- dijo Celena interrumpiendo abruptamente las disculpas de Hitomi.

-De verdad lo siento-

-Ya te dije que no importaba-

-Bueno, será mejor que volvamos. Elise nos está esperando- dijo Allen cambiando el tema. Se dio cuenta de que algo había pasado, primero porque el ambiente agradable que había estado hace unos momentos había desaparecido por completo, y dos porque Celena se había soltado de su brazo y ahora caminaba con los brazos cruzados y un poco apartado de él y Hitomi. Sólo esperaba que fuera una pequeñez, no quería que ahora Hitomi le tomara fastidio a Celena. Cuando llegaron a las puertas de la mansión, Elise estaba esperando a Allen en la puerta. Al verla, Allen apuró el paso para encontrarse con ella, y Celena y Hitomi se detuvieron un momento.

-¿todavía estas enojada?- le preguntó Hitomi a Celena, lo que era una pregunta bastante tonta, ya que era muy evidente el enojo de Celena, pero ahora que Allen no estaba esperaba poder explicarle las cosas con más calma.

-¿¡quieres parar con eso, por favor?!- le dijo Celena fastidiada.

-Pero Celena, yo no sabía que hacer, jamás pensé que Van me regalaría... –

-No te estoy pidiendo explicaciones- dijo Celena secamente.

-¡Si escucharas mis explicaciones no estarías haciendo tanto escándalo!- le respondió Hitomi enojada.

-Tranquilízate Hitomi, no estoy enojada contigo, sino conmigo misma, por haber sido tan tonta y haber confiado en ti- a estas alturas tanto el tono de voz de Celena como de Hitomi había aumentado considerablemente.

-¡Por favor, no seas tan melodramática!- le respondió Hitomi.

-¿sabes qué? Eres igual a los demás, finges que te agrado sólo para agradarle a mi hermano. No eres más que una niña consentida que no sabe lo que quiere... primero dices "sí, usaré tu vestido, Celena" y después dices "no, mejor usaré el de Van" "sí, quiero ir a pasear" "no, mejor que no"... apuesto a que todavía no te decides si te gusta Van o Allen-

-¡Cielo santo, es sólo un estúpido vestido!- fue lo único que Hitomi pudo decir después de aquel ataque. Sin embargo, lejos de calmar la situación, sólo le echó más leña al fuego.

-¡ENTONCES, VE A ESA ESTÚPIDA FIESTA, CON TU ESTÚPIDO VESTIDO Y CON EL ESTÚPIDO DE VAN Y PÁSALO BIEN!- gritó Celena y se dirigió a la puerta a grandes zancos. Hitomi sintió que ya había sido demasiado y caminando rápidamente alcanzó a Celena.

-¡CLARO QUE LO HARÉ, IRÉ A ESA ESTÚPIDA FIESTA CON MI ESTÚPIDO VESTIDO Y LO PASARÉ ESTÚPIDAMENTE BIEN!- le gritó Hitomi. A pesar de lo fuerte que gritaban, el espectáculo sólo fue visto por Allen, Elise y un par de sirvientes quienes miraban de reojo.

-¡BIEN!- dijo Celena.

-¡BIEN!- dijo Hitomi.

-¡BIEN!- volvió a decir Celena.

-¡BIEN!- volvió a decir Hitomi. Las dos se quedaron un momento mirándose con mucha rabia hasta que cada una se dio la vuelta y se separaron. Celena reanudó su caminar a trancos y apenas saludó a Elise cuando pasó por la puerta. Entró a la mansión y subió las escaleras de a dos escalones y cuando llegó a su pieza entró en ella dando un fuerte portazo.

-¡Maldición!- dijo golpeando la puerta. Apoyó su espalda en ella y trató de calmarse. No lo entendía ¿por qué justo cuando pensó que alguien la aceptaba tal cual era tenía que pasar esto? Se sentía tan tonta por haber confiado en Hitomi, por haber sentido que no la juzgaba como el resto de las personas. Es mi culpa, todo es mi culpa, se sentía culpable por haber sido tan confiada, sobre todo porque siempre tenía cuidado cuando conocía a alguien. Apretó los puños y sintió ganas de llorar. Pero no lo haría, lo había prometido y lo iba a cumplir como diera lugar. Ya había llorado suficiente desde que volvió a ser ella misma y se dio cuenta de que no valía la pena. Desde el día en que lo prometió, Celena había cumplido su promesa y no iba a ser precisamente ahora que la rompiera. Respiró hondo un par de veces y se dirigió a su ropero para sacar un pantalón y una blusa. Cuando estuvo lista, tomó su espada y salió por la ventana.

Desde aquel día, Celena y Hitomi sólo se dirigían la palabra para asuntos necesarios o para saludarse, Celena casi no pasaba en casa y Hitomi se aburría como ostra en la mansión. Cuando llegó el día de la gran fiesta, Millerna ayudó a Hitomi a arreglarse para el gran evento y ella y su séquito de sirvientes vistieron, peinaron y maquillaron a Hitomi. Durante todo ese día no había visto a Van y se sentía muy nerviosa al pensar en cómo se vería él y en lo que él le diría cuando la viera con el vestido que él le había comprado. El mismo vestido que tantos dolores de cabeza le había dado. Pero bueno; lo hecho, hecho estaba y no sacaba nada con lamentarse. Si Celena quería hacer un melodrama por una insignificancia era su problema... sin embargo... no podía dejar de sentirse mal, haberse enojado con ella sólo había hecho que se sintiera más agobiada y hastiada de todo, de la cumbre, de la maldita fiesta, de Asturias y de toda Gaea y por primera vez desde que llegó sintió ganas de regresar a la Tierra. Sólo esperaba que se terminara esa estúpida cumbre para poder regresar a Fanelia.

El Minuto Cultural de Hotaru

Hola a todos, lamento mucho haber demorado tanto esta actualización, pero para ser sincera, estaba en un período de poca inspiración. Creo que en parte se debió al término de clases (en Chile el año escolar y universitario se extiende desde marzo hasta principios de diciembre) lo que me dejó con las neuronas pidiendo vacaciones y en parte porque esta parte ya la había escrito antes y no recordaba mucho como era, lo que me frustró mucho no recordarla... al final quedó distinta como yo lo recordaba.

Pasando a las dudas y aclaraciones, alguien preguntaba sobre lo que le enseñaban a los Dragonslayers, la verdad es que la idea la saqué de un fic, en el que decía que a la gente se le enseñaba historia de la Luna Fantasma, obviamente todos estos conocimientos eran traídos por Lord Dornkirk. La idea se me hizo muy plausible y me gustó, por eso la incluí.

Bueno, espero que les haya gustado este capítulo, sé que todavía no pasa nada, pero para allá va la cosa. Muchas gracias a todas las personas que lo están leyendo, sobre todo a los que no acostumbran a leer este tipo de fics, de verdad es muy alentador.