Hola, queridos lectores.
Las épocas decembrinas se aproximan, y mientras esperamos, les dejo este OS a petición de la señorita Shirley
Es un fanfic muy atrasado por el concurso DTYIS, pero más vale tarde que nunca.
Lamento la espera, y espero que haya valido la pena UwU.
Enjoy :D
Sistema Perfecto
Por: José Manuel Báez Banda
Ruta 213, 6 de Diciembre de 199X
El frio y el calor son conceptos antagónicos que uno no pensaría ver al mismo tiempo. Sin embargo, en los inviernos de Unova ambos conceptos interactuaban sin problema alguno. Si descansabas bajó los árboles el frio podría colarse en la más mínima abertura de tu ropa, mientras que al sol el calor te obligaría a quitarte cualquier suéter que llevaras encima.
Había personas más acostumbradas a este repentino cambio de temperaturas. Hombres, mujeres y niños a los cuales no les importaba salir a la calle con ropa ligera y soportar ambos ambientes sin mayores problemas.
El húmedo y frio viento del océano infinito no parecía ser molestia alguna para Lack-Two. El niño se deslizaba entre las copas de los árboles, sorteaba el enorme pasto y saltaba entre las numerosas rocas de los acantilados con una sonrisa divertida en su rostro.
Parecía que seguía al sol, o algún pokémon que le había incitado a correr de manera tan despreocupada por las orillas de la ruta 213. Sin embargo, su objetivo era mucha más sencillo, conseguir atrapar al amigo que se escabullía entre las rocas.
—Nunca podrás atraparme —gritó su amigo, desvaneciéndose entre los largos pastizales.
—Yo nunca pierdo —admitió Lack-Two, lanzándose a la persecución.
La energía de los niños parecía infinita, cómo si sus pilas internas se recargaran mediante la luz solar. Nada podía detenerlos, lo único que logró frenarlos fue el pequeño puente colgante.
El amigo de Lack-Two se detiene un momento al ver el tambaleante puente de madera, era cómo si la estructura le advertía del peligro con cada zarandeó provocado por el viento marino. Asomó su cabeza un poco hacía abajo, encontrándose con un suelo ligeramente sumergido. La vista le heló la sangre de inmediato, haciéndole retroceder hasta toparse con su amigo.
—¡Gane! —gritó orgulloso Lack-Two, quitándole el chocolate que cargaba su amigo en las manos.
Chase no se inmutó al sentir que el tesoro que resguardaba se le fuera arrebatado, su mente seguía clavado en el vació, cómo si este le hubiese devuelto la mirada mostrándole un posible final. Sin embargo, su mente volvió al tiempo presente al sentir las manos de su amigo en sus hombros.
—Vamos, solo fue un chocolate —admitió Lack-Two, consternado.
Chase fingió una pequeña rabieta, intentando ignorar la visión que tubo al acercarse al abismo. Lack-Two no era tan tonto, sabía que su mejor amigo siempre adquiría ese tono pálido cuando se acercaba demasiado a los acantilados. Nunca supo por qué su amigo se volvía un fantasma al ver las grandes alturas, pero poco le importaba si conseguía un poco de chocolate.
Luego de darse la mano, ambos niños volvieron a caminar hacía los adentro de la ruta 213. Sus cuerpo jóvenes comenzaron a resentir el ejercicio tan extenuante que había hecho por toda esa larga tarde, sintiendo como el aire se les escapaba de los pulmones y las piernas temblaban como gelatina. Sin embargo, para Lack-Two aquello era mucho mejor que estar bajo el cuidado de sus mucamas.
—No sé cómo puedes quejarte, tienes un cuarto lleno de juguetes —se quejó Chase, rascándose los codos.
—Es que esas señoras siempre están detrás de mí, molestándome y diciéndome que no haga lo que quiera —admitió de manera enojada, cruzándose de brazos—. He hecho de todo para que se larguen, pero siguen ahí.
No bromeaba con aquella información, para las mucamas el cuidar del pequeño vástago se había convertido en una labor titánica. Ninguna de las mucamas contratadas podía disciplinar al pequeño, ni siquiera hacer que se quedara quieto por más de diez minutos.
Sin embargo, todos los esfuerzos por alejar a las mucamas parecían haber dado sus frutos. Sus padres habían planeado una mudanza de emergencia a Galar en los próximos días, una nueva vida sin señoras amargadas que le dieran órdenes. Solo él y sus padres.
La noticia no cayó en gracia de Chase. Lack-Two se había vuelto su mejor amigo, su compañero de aventuras. Él era Robin y Lack-Two Batman, juntos les hacían la vida imposible a sus padres. Saber que posiblemente no le vería de nuevo le hizo arrogar algunas lágrimas, lágrimas que Lack-Two intentaba de calmar con frases de aliento.
—Algún día podrás visitarnos —decía Lack, sonriendo ligeramente.
Excusa fútil para Chase, el cual volvió al llanto al escuchar aquello. El pequeño de Lack-Two se encogió al verlo, por lo que intentó abrazar a su amigo para que se calmara. El sentimiento de desprenderse de su mejor amigo solo podía ser superado por la incomodidad de verlo así ante un acontecimiento que le hacía muy feliz.
—Ya deja de llorar, eres un bebé —dijo con una voz molesta—. Volveremos a vernos.
Aquellas palabras resonaron en la cabeza de Chase, haciendo que se calmara y se limpiara la cara ante la promesa de su amigo. Una sonrisa sincera e ingenua se dibujó en su rostro mientras Lack-Two suspiraba de alivió de ver a su amigo callado.
Luego de eso las voces de las mucamas hicieron eco en la ruta. Lack-Two las identificó al instante e intentó huir, pero las mujeres habían logrado avistarlo y atraparlo por sorpresa, sin darle la oportunidad de huir.
Chase se quedó parado en medio de la ruta, sin la capacidad de despedirse apropiadamente del mejor amigo que pataleaba y arañaba a las mucamas como si de un pokémon salvaje se tratara. No pudo decir adiós, no pudo despedirse de su amigo, lo único que pudo hacer fue dedicarle una despedida de manos, aferrándose a la esperanza de algún día volver a verlo.
[…]
Pueblo Ladrillo, 6 de Diciembre 199X
La noche llegó como un agradable consuelo para Lack-Two. Sus mucamas se iban de su casa a las ocho en punto, justo cuando sus padres llegaban de su trabajo en el Puente Villa. Aquel momento era su favorito ya que su madre le preparaba una deliciosa cena y su padre le contaba alguna de sus numerosas historias de detectives.
El niño corrió al escuchar la puerta principal abrirse y los zapatos de las mucamas relinchar en las escaleras. Se asomó con sigilo por las enormes escaleras de su casa para ver a sus padres.
Ryuusei y Reiko entraron a su casa con la piel pálida y sudorosa, con un rostro asustado que preocupó a las mucamas. No dieron muchas explicaciones, solos les dieron su paga, un extra, y les dijeron que no se presentaran hasta nuevo aviso, que se tomaran unas vacaciones. Aunque preocupadas, las mujeres aceptaron con gusto las vacaciones no solicitadas de sus patrones. "No tendremos que soportar a ese maldito mocoso" pensaron mientras se retiraban de la casa.
Cuando se fueron, ambos esposos partieron caminos, dejando desconcertado a Lack-Two que esperaba el beso de su madre y el cumplido de su padre. El nerviosismo de sus piernas le indicaba que algo no estaba bien, que su madre metiendo un montón de ropa a una maleta no era algo normal, al igual que su padre metiendo muchos documentos, dinero y lo que parecía ser un arma que extrajo de su caja fuerte.
—¿Qué pasa, madre? —preguntó Lack-Two a Ryuusei, haciendo que esta recordara que tenía un hijo.
—Lack-Two —la mujer se detuvo al escuchar la voz de su hijo y se apresuró a hablar con él.
El niño seguía intrigado, preguntando qué pasaba y por qué su madre no le dio un beso en la mejilla. Con el rostro preocupado su progenitora le ordenó que hiciera una maleta con lo más importante, que la mudanza se les había adelantado.
—Pero, la mudanza era en tres días —dijo contrariado—. Pensé que hoy harías panqueques.
—Las cosas cambiaron, amor —dijo la mujer con molestia, quería volver a recoger sus cosas para irse—. En el aeropuerto compraremos la comida que tanto te gusta, pero ya tenemos que irnos.
Aquellas fueron las palabras mágicas con las cuales Lack-Two corrió de inmediato a su habitación, listo para meter sus principales ropas y juguetes en la mochila blanca que su padre había comprado para esa ocasión.
No fue mucho lo que él empacó. Tres cambios de ropa, un cubo rubik que su abuelo le había obsequiado y un peluche de Gliscor que su mejor amigo le había regalado. La promesa de su padre de comprar nuevos juguetes fue pretexto suficiente para abandonar todos los suyos en su habitación. No los iba a necesitar después de todo.
En menos de veinte minutos la familia entera abandonó el que antes había sido su hogar y se encamino rumbo al aeropuerto, dejando su casa completamente oscura y cerrada con candado.
Las miradas preocupadas y alertas de los esposos contrastaban bastante con la cara de felicidad de Lack-Two. Había soñado con el momento de mudarse desde hace mucho tiempo. Un hogar completamente nuevo donde poder pasar más tiempo con sus padres y menos con las horribles mucamas.
Una llamada irrumpió en el tenso ambiente del carro. La llamada era para la Reiko, pero Ryuusei tuvo que contestar para que su esposo se centrara en el camino. Lack-Two alcanzaba a escuchar la voz de un mayor saliendo del parlante dándole instrucciones a su madre. La tensión disminuyó cuando la mujer colgó y suspiró de manera aliviada.
—Nos veremos en la alcaldía del alcalde —aseguró la madre—. Ya es un problema menos.
Reiko suspiró de alivió, la otra locación que tenía en mente era mucha más arriesgada que la que el alcalde de Ciudad Caolín le proponía. Aceptó con alegría y miró de reojo a su hijo, qué a pesar de sonreír no entendía aún que les había obligado a salir tan rápido.
—¿Asustado, hijo? —preguntó su papá, un poco más calmado.
—No, claro que no —negó enérgicamente—. Finalmente iremos a vivir a otro lado.
—Así es, cariño, solo nosotros tres —la mujer sonrió levemente, subiendo la moral del niño.
Mientras la oscuridad terminaba de reclamar cada rincón de la región y las estrellas se asomaban tímidamente en el firmamento, Lack-Two recordó a su amigo, Chase. No había podido despedirse de él, seguramente al enterarse de que él se fue tan de repente se pondría a llorar otra vez como un bebé. Al menos ahora ya no sería su problema.
Chase es su mejor amigo, y si lo quería, pero quería mucho más estar con sus padres, por ello le molestaba que su amigo se pusiera triste ante aquellas noticias. Debería alegrarse de que su mejor amigo sería feliz. Sin embargo, aquello ya no importaba, una nueva vida le esperaba más allá de la luces rusticas de Ciudad Caolín.
[…]
Ciudad Caolín, 7 de diciembre 199X
El cielo estrellado protegía a los somnolientos habitantes de Ciudad Caolín. Protegidos por la luna, Reiko y Ryuusei detuvieron su auto justo enfrente del palacio de gobierno, siendo recibidos por el gobernador y líder de gimnasio de la ciudad.
Mientras los tres hablaban. Lack-Two se quedó mirando el firmamento desde el auto. El niño miraba las estrellas como si fueran luces led demasiado altas como para poder tocarlas, pero que siempre lo observaban por las noches. Esta vez las estrellas brillaban con más intensidad y reflejaban muchos más colores, casi como si estuviera viendo un inmenso mar en el infinito. Le maravillaba, le hacía sentirse aún más pequeño conforme más se centraba en una estrella en específico.
Luego de sentirse arropado por el universo, sus padres volvieron a entrar al auto. El breve instante en que las puertas se abrieron fue suficiente para que se colara el frio dentro del vehículo, causando que Lack-Two se acurrucara en su suéter, mientras que su padre prendía la calefacción y su madre sujetaba con fuerza un portafolio.
—¿Ya nos vamos? —preguntó Lack-Two, con frio,
—Sí, amor, ya nos vamos —dijo Ryuusei con una voz suave—. En el aeropuerto comeremos una deliciosa rosquilla y algo de chocolate caliente.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Lack-Two, el chocolate que vendían en el aeropuerto era lo suficientemente deliciosos cómo para que lo pudiera saborear en sus labios.
El sonido de las llantas moviéndose hizo eco en las calles vacías de la ciudad. La familia comenzaba su marcha hacia el aeropuerto más cercano para finalmente salir de Unova. Lack-Two no sentía nada de sueño, su corazón se encontraba agitado ante la emoción de volver a subirse a un avión y partir rumbo a un nuevo hogar.
Su madre comprendía la emoción del niño, más no la compartía. Para ambos padres el salir de aquella región significaba dejar atrás toda su vida. Amigos, familia, negocios, historias, todo eso se quedaba en una Unova dormida que no parecía notar la ausencia de aquella familia. Sin embargo, dentro del maletín de Ryuusei se encontraba la fe y esperanza de una región entera.
Un tesoro que, irónicamente, no podía quedarse en su región de origen. El riesgo era demasiado alto si aquella pieza caía en manos equivocadas. Ryuusei y Reiko eran los herederos y guardianes del más grande tesoro de la región.
Lack-Two era ajeno a aquella responsabilidad de sus padres. Apenas y sabía cuál era el trabajo de sus padres, tal vez algo relacionado con la policía o guardias de seguridad. Lo único que sabía era que el ver patrullas de policía y autos blindados fuera de su hogar era algo bastante común.
No se inmutaba ante los hombres de negro en motocicletas o los enormes autos oscuros que se estacionaban frente a su casa. Tal vez aquella fue la razón por la cual, al ver el bosque que dejaba detrás, no se inmutó al ver dos camionetas negras detrás de él.
—Mamá, papá, creo que sus amigos quieren despedirse —dijo ingenuamente Lack-Two
Los rostros de alegría de ambos padres se transformaron en horror al ver las dos camionetas detrás de ellos. Se alarmaron y alzaron la voz mientras le ordenaban a Lack-Two agacharse.
—¡Maldita sea! —gritó Reiko enojado.
—¡Se supone que el maldito gobernador nos protegería! —reclamó Ryuusei, asustada y protegida.
No hubo tiempo de responder las quejas, las detonaciones no se hicieron esperar por parte de los hombres de las camionetas, atravesando el cristal y destanteando a Reiko. Para el niño aquella era la primera vez que escuchaba el sonido de las armas en carne propia. No era cómo las películas donde se escuchaba un estruendo y tú atención se enfocaba en la acción. Ahora podía sentir sus oídos reventar, el vidrió golpear su cabello y el olor de la pólvora impregnar el interior del auto.
Reiko intentó evadir a los disparos, dándole el arma a su esposa para que disparara de vuelta. La velocidad a la que iban les impedía utilizar sus pokémon para defenderse, un mal cálculo y sus compañeros caerían en la acera y serían arrollados. Solo podían valerse del arma de Reiko para dispersar a los matones que los seguían.
Ryuusei era una buena en su trabajo, pero su puntería dejaba mucho que desear. El cargador se vació y los perseguidores seguían en el ruedo como si aquello no fuera nada. La pareja comenzó a discutir en desesperación mientras el llanto de Lack-Two se intensificaba.
—¿Ahora qué demonios vamos a hacer, Reiko? —preguntó desesperada Ryuusei, intentando buscar un arma— Nos van a matar estos bastardos.
Sus palabras se hicieron realidad en solo dos segundos. Dos segundos fueron más que suficiente para cambiar el rumbo de la familia. En el primero, una bala logró dar en una rueda, y en el segundo, el respaldo de Reiko fue alcanzado por otra bala.
No hubo tiempo de procesar el enorme agujero frente la cabeza de Reiko, la velocidad del vehículo provocó que este saliera del camino y girara bruscamente, como si de una piedra cayendo por un barranco se tratara. Dio vueltas y vueltas hasta estamparse contra un árbol.
El cuerpo de Ryuusei fue zarandeado dentro del coche hasta salir disparada del mismo y enterrarse en la grava de la carretera. El dolor interno era fuerte, cómo si todos sus huesos se hubieran roto y agujas al rojo vivo se le encajaran en los pies y brazos. Apenas pudo levantar su rostro para intentar ubicarse.
Estaba de frente al bosque, un inmerso mar de oscuridad y árboles se le fueron mostrados mientras el olor a hierro fundido y gasolina inundaba sus fosas nasales. Con lentitud se arrastró para ver donde había quedado su auto, un vehículo reducido a chatarra el cual contenía en su interior a su amado esposo, un hombre envuelto en sangre saliendo de su cara.
Un gritó ahogado salió de su boca al ver el estado de su esposo, las lágrimas comenzaron a mezclarse con la sangre mientras sentía como una pequeñas mano tocaban su hombro.
—Ma…mami —dijo Lack-Two—. Papá esta…
El cuerpo del niño se encontraba con múltiples heridas que le cubrían el cuerpo y la cara, además de un brazo roto repleto de sangre. Con el máximo esfuerzo que tenía, Ryuusei se levantó y abrazó con fuerza a su hijo, aun cuando sintiera que sus huesos ardieran como lava. Lo único que le importaba es que su hijo se encontrara a salvo.
—Qui-quiero ir a casa —dijo entre lloriqueos—. Hay que llevar a papá a…
Antes de terminar, unas luces alumbraron el bosque, provenientes de las camionetas que les perseguían. Ryuusei intentó levantarse con desesperación, pero sus piernas se encontraban destrozadas y no respondían a sus órdenes. Con el pecho apretándole cada vez más miro a su hijo y le ordenó.
—Abre el maletín de mama, toma lo que esta adentro y corre hasta Ciudad Caolín, con el gobernador.
—Pe-pero, mamita, ven conmigo, no me dejes solo.
—¿No me estas escuchando? Vete ahora —reclamó la madre, con enojo y lágrimas en los ojos—. Las vidas de muchos dependen de esto.
Esa expresión de enojo asustó a Lack-Two. Aquella cara solo la reservaba cuando lo encontraba hacía algo mal y le castigaba. ¿Acaso su castigo ahora era irse sin ella? ¿Qué es lo que había hecho para merecer aquel castigo? Se asustó, pero obedeció la orden de su madre.
—¡Te amo, Lack-Two, mi niñito, mi vida! —gritó Ryuusei al ver al niño correr.
Las lágrimas comenzaron a brotar con fuerzas mientras Lack-Two corrían con lágrimas en los ojos. El niño no dejo de correr, cómo si se aquello se tratara de los juegos con su amigo Chase, con la única diferencia de que, en lugar de risas, solo estaban las suplicas de una mujer que se escuchaban a los lejos.
Lo único que detuvo a Lack-Two fue el sonido de un arma accionándose. En ese momento todo se quedó callado, sus pensamientos y lloros desaparecieron de pronto. Su cuerpo se quedó paralizado, impidiéndole voltear para ver que había ocurrido. Tembló agresivamente y sus pulmones se quedaron sin aire por unos tortuosos segundos.
Sin embargo, cuando escuchó el sonido del pasto agitarse, el alma le volvió al cuerpo y volvió a correr de manera completamente instintiva. No había un rumbo fijo, solo intentar perderse entre en bosque lo mejor posible.
Intento fútil, pero aquellos hombres no tardaron mucho en darle casa, capturándolo entre las ramas de un Leavanny. Indefenso y expuesto como si fuera una piñata, Lack-Two pataleó y gritó de manera desesperada hasta ver a los extraños hombres de ropas grises y un extraño logo en forma de P en el pecho.
—¿Dónde está el objeto, mocoso? —preguntó un hombre de aspecto cano.
Lack-Two les dijo que no sabía de qué hablaban, que lo dejaran en paz a él y a su madre. Una risa sádica salió del hombre mientras le ordenaba a su pokémon golpear al niño contra un árbol. Como si de una maza se tratara, Leavanny agitó a Lack-Two y lo golpeó contra un árbol, rompiendo el árbol con el cuerpo del niño.
Lack-Two sintió como los huesos le ardían y se le rompían, a la par que su visión se volvía borrosa conforme el pokémon seguía golpeándole. Aunque su cuerpo le imploraba ceder, él mantenía firme su agarre del peluche donde escondía la esfera, sabía que si la perdía probablemente su madre le regañaría. Debía mantenerse fuerte, aun cuando el dolor comenzaba a desaparecer y el sonido de las balas volvió a hacerse presente.
Su cuerpo cayó al suelo, al igual que el de sus atacantes al ritmo de las detonaciones. Lo último que alcanzó a ver Lack-Two, fueron las figuras de cinco hombres de negro acercándose a él.
[…]
Ciudad Caolín, 8 de Diciembre 199X.
La noche no trató muy bien a Agente Lancer. Las luces encendidas del departamento, los papeles en su escritorio, la televisión encendida y las ventanas abiertas de la habitación hicieron que el hombre lanzara un quejido molestó al levantarse.
—No otra pinche vez.
Lancer se levantó de su silla, estiró el cuerpo y se tronó los huesos de cuello, intentando despertarse lo más rápido posible. A paso lento y cansado el hombre avanzó hasta su cocina para preparase un café.
Mientras el caliente líquido se vertía en su taza favorita, el sonido de su teléfono hizo que derramara un poco de su preciado elixir. Con desagrado tomó el teléfono y contestó.
—¿Qué rayos quieren? No tengo tiempo para cambiarme a sus estúpidas compañías telefónicas.
Pero la voz que le contestó no era la de una adolecente que comenzaba su jornada laboral. Una voz gruesa y sería le informó de un acontecimiento que le hizo dejar la taza en su cocina y salir corriendo lo más rápido posible de su departamento. No era para menos, la noticia de la muerte de su mejor amigo se esparció como la pólvora.
Reiko y Lancer eran amigos desde que eran niños, fue él quien le metió la idea en el chico de Alola para entrar a la policía internacional. Fueron colegas un par de años hasta que Reiko se casó y consiguió una nueva compañera.
Aun cuando sus interacciones se habían reducido considerablemente, Lancer apreciaba demasiado a su amigo, razón por la cual la noticia de su fallecimiento le cayó como un balde de agua helada.
Sus ojos no dieron crédito de aquello hasta que miró el cuerpo de su amigo en la plancha de la morgue. Aquel hombre con el cual peleó codo con codo se encontraba desnudo, pálido y con un agujero entre ceja y ceja. La expresión del sueño eterno provocó en Lancer una ira que le quemaba el pecho, una furia que deseaba salir en forma de un golpe en la cara de aquellos responsables.
—¿Quiénes fueron los bastardos que hicieron esto? —preguntó empuñando su mano.
—Unos hombres con una extraña "P" en el cuerpo, fueron abatidos luego del accidente.
Los cazaron como pokémon. Los arrinconaron y los liquidaron sin darles la oportunidad de defenderse. La sangre de Lancer hirvió al escuchar el relato del doctor de la morgue.
Las organizaciones criminales jamás se metían de manera tan directa con los agentes, a menos que estuvieran en una misión de infiltración. Las circunstancias del accidente no le dejaban de incomodar en la cabeza.
Sus superiores no le dieron apenas información, ellos tampoco sabían que había ocurrido, o por qué la familia había decidido salir aquella noche tan fría. Lo único que le habían dicho era que era un encargo del gobernador, encargo del cual se negó a dar más especificaciones.
La sangre se le subió a la cabeza cuando obtuvo aquella respuesta.
—¿Acaso ese viejo adorador de la muerte solo los mando a morir? —preguntó a su jefe.
Su jefe tragó saliva y le dio una respuesta que provocó que una de las venas de Lancer se saltara. Un asunto de seguridad nacional era demasiado descabellado cómo para solo dejarlo en manos de dos agentes, agentes que encima estaban a punto de retirarse a vivir con su pequeño hijo.
Fue justo en esa fría oficina que recordó la existencia del pequeño Lack-Two, un niño del que apenas sabía su nombre pero que provocaba un hueco en su estómago al saberlo muerto. Pero no era así, el niño había sobrevivido, milagrosamente, y su jefe quería que lo viera.
—Si realmente deseas averiguar más sobre lo que pasó, interroga al niño —dijo su jefe, dándole una carpeta—. Y lee sobre esto, tal vez te interese.
Lancer recibió con curiosidad la carpeta que su jefe le entregó. Dentro de ella se encontraban reportes médicos, documentos legales y un reporte de las condiciones en las que se encontró el muchacho.
El agente aceptó la misión de ir con el niño, el cual se encontraba en una instalación secreta en Ciudad Negra.
Poco o nada sabía del muchacho, más allá de los relatos épicos y exagerados de su padre y las desaventuras que contaba su madre. Un niño inquieto y atrevido, sin miedo, y un poco renegado, esa era la visión que construyó Lancer usando los recuerdos de sus fallecidos amigos.
Antes de llegar a la instalación pasó por un establecimiento de comida rápida, tal vez una hamburguesa grande y unas papas fritas serían un pequeño consuelo para el pequeño niño.
Mientras la considerable fila de autos avanzaba, Lancer decidió leer un poco del expediente del muchacho, una mirada rápida de su condición actual y de cómo había sobrevivido al ataque de aquella organización.
La sorpresa de su buen estado físico solo pudo ser opacada por las condiciones que reportaron los agentes. Aún con brazo roto pudo correr lo suficiente para perderse en el bosque y resistir las embestidas de un Leavanny sin romperse las costillas.
El hombre tenía entendido que su padre llegó a darle unas medicinas experimentales, pero según él solo eran placebos, simples pastillas de azúcar que no deberían haber alterado su estado físico a esa altura.
—¿Te atreviste realmente a experimentar con tu hijo? —se dijo mientras terminaba de leer.
No era la primera vez que uno de los agentes de la policía internacional experimentara con sus propios hijos, pero esa práctica se reservaba para niños que tenían enfermedades graves, no un chico completamente sano. Reiko tal vez no era la persona que él pensaba.
Aunque ya había recibido su pedido, el hombre se estacionó un momento para terminar de leer el reporte. Sus ojos se abrieron al leer la última línea del reporte.
"Candidato nivel 10 para el proyecto S.P.E.C.I.A.L"
—¿Special? ¿Enserio Reiko? —el tono irritado de su voz asusto a un pequeño Pidove que había decidido descansar sobre el capote de su auto— ¿No quieres que conecten a tu hijo a una inteligencia artificial de una vez?
Lancer conocía perfectamente el proyecto S.P.E.C.I.A.L (siglas de Sistema de Perfeccionamiento Estratégico, Conductual e Intelectual de Agentes Leales), fue su tesis y la razón por la cual no podía dormir bien por las noches. Un proyecto de reprogramación cerebral del cual no deseaba saber nada, sobre todo ahora que Reiko había postulado a su propio hijo.
Cerrando el reporte, Lancer continuó su camino a Ciudad Negra, replanteándose si conocía del todo a su mejor amigo.
[…]
Ciudad Negra
Lack-Two miraba con desesperación la ventana de su habitación. Su mano recorría con molestia el marco del vidrio, buscando alguna forma de poder abrirla. No tuvo éxito alguno luego de revisarla por doceava vez.
Caminaba de un lado a otro de manera desesperada, remirando el mismo librero, la misma cama y la misma cama. Buscaba una forma de escapar cual Pidove de la jaula donde se le retenía sin razón alguna.
Los sentimientos de tristeza y rencor se entremezclaron en su corazón, una mescolanza de emociones que le obligaban a lagrimear y golpear con fuerza la mesa metálica de su habitación.
Esos hombres, esos sujetos en armadura eran responsables de lo que había ocurrido, de lo que le habían hecho a sus padres. Ellos no estaban, se habían ido, dejándole con una profundas ganas de cobrar venganza por lo que le habían hecho. Su mente comenzaba a partirse conforme más tiempo pasaba en aquella habitación.
Su ir y venir se vio interrumpido cuando Lancer entró a la habitación. Ambos se miraron directamente a los ojos sin decir una sola palabra, cómo si buscaran encontrar un recuerdo de su apariencia en sus memorias.
—¿Puedo salir? —preguntó Lack-Two, limpiándose las lágrimas.
—Me temo que no, niño —Lancer acercó la bolsa de comida rápida—. Te traje algo de comida.
Lack-Two se limpió la nariz y miró con detalle la bolsa de papel. Solo ver la figura de hamburguesa sobresaliendo de la bosa grasienta, y el olor de la carne, hizo que sus tripas sonaran. El niño aceptó con una pequeña sonrisa, tomando la bolsa y sentándose en la mesa.
"Sigue siendo un niño" pensó Lancer, sentándose junto a él.
Lancer se quedó en silenció, pensando en cómo debería preguntarle a un niño de 6 años lo que había ocurrido. Nunca había tenido que interrogar a alguien tan joven y que, seguramente, a penas y recordaría algo. El desconocía que, de hecho, Lack-Two recordaba todo a la perfección, cómo si aquello hubiese pasado hace apenas unos minutos.
Cuando la hamburguesa estaba a medio comer y las papas fritas se habían agotado, Lancer finalmente tomó el valor de presentarse.
—Me llamó Lancer, era amigo de tus padres —dijo, respirando profundamente.
No obtuvo respuesta inmediata, Lack-Two se encontraba más preocupado en acabar su comida y soportar la comezón de su brazo roto. No fue hasta que apenas quedaba rastro de la hamburguesa que el niño decidió hablar.
—¿Papá y mamá si tenían amigos? —preguntó Lack-Two, limpiándose la boca—. Muchas gracias.
—No me lo agradezcas —ya había hablado, ya era un avance—. Sí, era uno de los pocos con los que podían contar.
—Supongo, ni siquiera con los vecinos se llevaban del todo bien —levantándose.
Lancer no perdió más tiempo. Aunque intentó ser cauteloso y sensible, Lack-Two estaba bastante dispuesto para hablar de lo que había ocurrido a detalle. O al menos lo que deseaba contar.
El relato del niño no difería mucho del reporte, salvo por la particularidad de que sus padres recibieron un objeto, objeto que Lack-Two no conocía y que, aparentemente, había desaparecido.
—¿No recuerdas que es lo que te dieron? —preguntó Lancer de manera insistente.
—No, era cómo un cubo el cual perdí de vista cuando chocamos.
No había suerte, el niño se reusaba a hablar sobre el extraño objeto que aun residía dentro del muñeco de Gliscor que decoraba su habitación. Lack-Two se convirtió en el guardián del último objeto importante de su familia, aquel que mantendría en secreto por encomienda de su propia madre.
"¿Entonces su muerte fue premeditada? ¿Fue una negligencia?" se preguntó Lancer mientras terminaba de anotar en su libreta. Aquel misterio le comía la cabeza con cada letras escrita en el papel. Le frustraba y enojaba no saber por qué sus amigos habían muerto de aquella forma tan atroz.
El niño por su parte se quedó mirando fijamente al agente. La placa que colgaba de su pecho, el arma de su pantalón y el diario viejo donde anotaba sin tomar descanso en lo absoluto. De alguna forma le recordaba mucho a su padre cuando se quedaba trabajando hasta tarde en su casa.
Lack-Two deseaba saber más de aquellos que le habían arrebatado todo, de quienes le habían atacado de aquella forma tan vil. El deseo de salir del lugar ahora se vio combinado con el olor a colonia barata y el porte fuerte que emanaba Lancer, quien no notó el deseo del chico hasta que lo expresó.
—Quiero ser un agente —dijo Lack-Two
—¿Disculpa? —la afirmación de tal deseo hizo que Lancer volviera de golpe al momento presente.
Lack-Two quería cargar el porte de Lancer, el de su padre. Expresó su deseo de volverse un agente de la policía internacional. Fue la única forma que encontró para poder hacer justicia por aquel grupo que le había atacado.
Lancer tragó salida y le explicó que aquello era una pésima idea. Él mejor que nadie conocía lo exigente que podía ser la academia de policía. Los gritos, el entrenamiento, los castigos y las humillaciones a las que se someten a los principiantes no eran un lugar para un niño.
Pero no solo era eso. Al ser parte de la policía internacional, se veía involucrado en eventos de porte mundial. En casos en los que deseaba nunca haber nacido, o al menos no verse influenciado por un joven Reiko que deseaba vivir un poco de aventura. Una aventura que mantenía a Lancer en el límite de ayudar a la gente o volarse los sesos luego de una redada de trata de blancas.
—Tú no mereces sufrir lo mismo que nosotros, muchacho, créeme —dijo Lancer de manera amarga—. Cómo amigo de tu padre, no puedo permitir que tú también…
—¡Mi padre desearía que lo vengara! —gritó el niño con enojo— Quiero ser un agente, quiero vengar a mi padre.
Cómo una gacela, Lancer retrocedió al escuchar el rugido de león del niño. ¿Qué clase de pensamiento le había dado su padre? ¿Qué clase de educación debió recibir para que un niño de seis años deseara de manera tan ferviente vengarse?
Mientras la imagen mental de Reiko se manchaba más y más, Lancer decidió dejar a Lack-Two solo, no estaba dispuesto a aceptar que un niño deseara vivir las mismas experiencias que a él le atormentaban en sus noches más solitarias. Dejó a un niño que le reclamaba ser aceptado en una academia que, según él, le daría la experiencia suficiente para vengar a sus padres.
Al salir de la habitación, Lancer se encontró frente a su jefe, el cual le mostró una sonrisa risueña que le hizo tragar saliva de manera amarga. Negó con la cabeza y le explicó que aquello se trataba de una locura, de algo completamente inhumano.
—Fuiste tú quien creo el programa, Lancer.
—Y cada día tengo ganas de suicidarme por eso —admitió, con enojo—. No lo haga, no le arruine la vida al chico.
—¿Enserio te importa tanto?
—Me importa que el hijo de mi mejor amigo tenga una maldita vida normal —reclamó con enojo, llamando la atención del personal.
No deseaba ver a otro niño sufrir por un entrenamiento que, lentamente, les drenaba el alma. No deseaba ser responsable de otro niño al cual tenía que sacar en bolsas luego de una noche de entrenamiento. El legado de su mejor amigo no podía verse manchado por más sangre batida en un baño.
Sin embargo, su jefe le recordó lo obvió. Lack-Two no tenía ningún familiar directo. Los registros de la familia de Reiko y Ryuusei eran completamente falsos, fácilmente se podría decir que ambos no existían, no había nadie que respondiera por él, así que solo le quedaba una opción.
—Un orfanato —dijo el jefe de Lancer—. Un lugar donde puede que le vaya peor, y termine siendo un problema para la policía.
No eran tontos, Unova no era Johto y de la mayoría de orfanatos los niños se volvían parte de alguna pandilla, o asesinados luego de alguna pelea. Lancer tampoco podría adoptarlo, la ley le obligaba a tener una esposa para poder hacerlo.
En una pandilla o traumado de por vida, esas eran las opciones. El jefe de Lancer tuvo la benevolencia (o tal vez la malicia) de que el destino del niño quedara en las manos del hombre. No deseaba tomar esa decisión de esa forma, solo quería que el niño fuese feliz de la manera que fuera.
Luego de reconsiderarlo, e insultarse asimismo, se dio cuenta que si el niño entraba al programa, al menos podría persuadirlo de abandonar su ideal de volverse un agente y lo podría sacar de ese mundo, o por lo menos hacer su estadía más tolerable.
Fue esa noche que el destino de Lack-Two quedaría sellado para siempre, un destino forjado por el camino de sus padres y la mano de Lancer. Solo Arceus sabría que le depararía el futuro.
[…]
19 de Agosto del 200X
Proyecto S.P.E.C.I.A.L. Un programa pensado para la creación de agentes policiacos de elite. Aquella fue la idea que llevó a Lancer a crear el programa en la academia.
Inspirado en los relatos de "Súper Soldados" de diversas obras de ficción, Lancer decidió investigar a fondo sobre la capacidad de crear aquellos superhombres en la vida real. Crear al superhombre del que tanto se hablaba en los libros de filosofía.
Pasó años de su vida investigando con doctores, psiquiatras, psicólogos y demás profesionales de las ciencias humanas para encontrar una forma de llevar a cabo su enrevesado plan.
Sin embargo, mientras escribía las interminables instrucciones de sus tesis, y la defendía frente a un pódium de viejos adoradores de la muerte, Lancer no pudo imaginar hasta donde podría llegar su proyecto. No vio las implicaciones hasta que estas le salpicaron en la cara. Una mezcla de vidrio, sangre y piel golpeando su rostro, aquella mezcla provenía de la primera niña que no soportó el estrés de una droga.
Desde entonces se desentendió del proyecto, renunció a su sueño y se mantuvo como un oficial más, un agente que desconocía que la agencia a la que servía jamás había abandonado el proyecto, un proyecto que se refinaba cada vez más y más mientras Lancer convivía con su amigo Reiko y su conocía al nuevo aspirante, Handsome.
Lancer se volvió a ver las caras con su creación, se sintió como cuando un dios ve de frente a un humano corrompido. Lo detestaba, lo odiaba, deseaba fervientemente quemar todo rastro de aquella tesis cuando se enteró del número de instalaciones y participantes que habían sido involucrados en el proyecto. Una habitación repleta de nombres que nadie recordaba, un montón de gente a la que nadie le importaba y cuyo valor se reducía a unos cuantos dólares en algún terreno desierto. Lack-Two era el siguiente en la lista, aunque Lancer intentaba que su nombre no terminara en aquel registro.
Día con día su cuerpo era sometido a pruebas de estrés físico y mental. No existía un solo minuto del día en el que él chico no tuviera una sola actividad. Correr en las mañana, ejercitar los brazos y piernas en las tardes, pelear contra pokémon en las noches.
Lo único orgánico que entraba en su organismo eran tres pedazos de pan, algo de leche y agua. De resto todo era un coctel de pastillas con nutrientes necesarios para que no muriera, además de una inyección diaria de una sustancia parecida al LCD, sustancia que había sido elaborada por Lancer y que con el pasar de los años se había perfeccionado.
La determinación y sonrisa de aquel niño se había borrado lentamente, dejando tras de sí un rostro sombrío y molestó, un gesto que parecía más el de un asesino que el de un agente de la ley. La droga solo potencializaba aquel sentimiento, dejando a un manso saco de carne que parecía analizar su entorno y esperar cualquier momento para arrancarte los ojos de un movimiento, un movimiento que se le fue incrustado en su cerebro en las sesiones cinematográficas nocturnas.
Lancer vio sus más profundos miedos materializados en el cuerpo de ese chico. Y sin embargo, no era suficiente. La agencia necesitaba más, necesitaba incrementar las dosis de las drogas y aumentar el extenuante entrenamiento para llegar al punto cúspide, u obligarlo a suicidarse, que era la teoría de Lancer.
"Potencializar su razonamiento" era el último punto que necesitaban, Lack-Two había llegado más lejos que nadie, pero necesitaba alcanzar el último peldaño para conseguir su perfección. Aquello mantenía a Lancer con un pensamiento optimista, si Lack-Two sobrevivía y las pruebas fallaban, lo dejarían irse libre, al menos aquello le había prometido su superior al mando.
Sin embargo, el recuerdo del niño que fue Lack-Two le continuaba molestando por las noches, una presión que le picaba por las noches y de la cual solía librarse en las noches yendo a beber a un bar de Ciudad Porcelana. Algunas veces solo, algunas veces acompañado de su amigo Handsome.
—Has bebido mucho hoy, 000 —dijo Handsome, bebiendo un poco de su cerveza.
—Dejar de decirme con ese estúpido código, Handsome —replicó con enojo, sintiendo el ardor en su garganta.
—Disculpa, Lancer, la costumbre —usando un tono sarcástico al mencionar aquel nombre que, también, era falso—. ¿Finalmente me contaras que es lo que te aqueja?
La totalidad de la cerveza de fría de Lancer fue bebida de un solo trago, cómo si el hombre buscara embriagarse de la manera más rápida posible. Tal vez aquello le soltaría la lengua, le confesaría a su amigo de la crueldad de aquella organización a la cual tanto idolatraba y que le parecía repugnante.
—Si lo hiciera, tendrías que estar muerto —confesó con una risa cínica—. Compartes el mismo amor por la agencia que Reiko, solo espero que no termines igual que él.
Un escalofrió recorrió al recién llegado. Handsome estaba consciente de las condiciones en las que él mejor amigo de Lancer había muerto. Un miedo latente recorría su cuerpo al imaginarse en aquella situación, sin embargo, no estaba dispuesto a que aquello mermara sus ganas de ayudar.
—Solo ayudamos a la gente, hacemos del mundo un lugar mejor.
—No digas estupideces, Handsome —reclamó.
La noche continuó entre bebida y bebida, con Lancer intentando persuadir a Handsome de salir de aquella trampa la cual lo puso en aquella situación. Handsome no dio un paso en falso y mantuvo a su postura, argumentando que hacían lo correcto, y que le preocupaba la situación de su amigo.
En tres días Handsome saldría de la región, le habían encomendado una misión en Sinnoh relacionada a un grupo terrorista extremista y a un grupo de chicos prodigio. Pokedex Holders eran, o algo así logró recordar Handsome. Una idea que hizo reír a Lancer bastante fuerte.
Se sentía rodeado de un mundo distópico donde los adultos debían usar niños para lidiar con sus problemas, todo el maldito planeta parecían llegar a su decadencia.
Luego de despedirse de su amigo, Lancer se fue a su departamento. Handsome se ofreció a llevarlo, pero Lancer fue enérgico al rechazar su ayuda de la manera más brusca posible. Cómo si la intervención de su amigo disminuyera la posibilidad de a que alguien acabase con su vida de una buena vez, de que ejecutara la sentencia que el mismo se había puesto al momento de dar a Lack-Two a la agencia.
Era su Honchkrow quien lo llevaba hasta su hogar. Al llegar, el pokémon no parecía demasiado preocupado por su entrenador, sentándose en el marco de la ventana y observando cómo el hombre se tambaleaba entre la cocina y busca un poco de agua antes de irse a dormir.
Fue en ese momento que Lancer alcanzó a escuchar un fugaz sonido de unos mocasines golpeando su suelo. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, tomando su arma y apuntando a la extraña figura que se escondía en las sombras.
—¿Quién mierda es?
—Hey, esa no es una buena forma de recibir a alguien que puede ayudarte.
Lancer no se la pensó dos veces y apretó el gatillo. Sin embargo, su arma se quedó atascada y no respondió en lo absoluto, causando una risa estridente por parte del extraño visitante.
—Oh sí, eso suele pasar cuando estoy cerca
Lancer se apresuró a embestir a la figura, pero esta desapareció y Lancer cayó al suelo, tirando una mesa en el proceso. La extraña figura volvió a reír y reaparición al lado de la ventana, Honchkrow no se inmutó al ver al extraño hombre acercarse a su entrenador, como si de alguna manera ya supiera de su existencia.
—Debó llevar la batuta de la presentación —dijo el hombre, alzando su mano—. Mi nombre es Sunny, Sunny C. Sunny.
Levantándose, Lancer pudo apreciar mejor al chico de esmoquin gastado y gafas de colores que se alzaba frente a él y le mostraba la mano. El hombre intentó usar el apretón de manos para atacar a Sunny, pero este desapareció al momento de que Lancer apretó más fuerte su mano.
—Tiene que ser un poco más educado, señor Lancer, o debería decir, Denio.
Denio, el verdadero nombre de Lancer y el cual solo conocía su difunta madre y hermana. Aquello le preocupó y le hizo dirigir una mirada sombría a Sunny, el cual le miraba desde un sillón.
—¿Haz venido a matarme?
—Los muertos no pueden hacer tratos, mi amigo —replicó Sunny—. Quiero hacer un trato.
El rostro de Lancer se mostró confundido ante las intenciones del chico, no era la manera más ortodoxa de hacer negocios. Al verse en la imposibilidad de hacer frente al chico, Lancer se acercó con cautela.
—¿De qué rayos hablas?
—Ese chico, Lack-Two, parece tener problemas con terminar su entrenamiento, y tengo la solución a eso.
La pregunta de cómo demonios conocía aquella información se vio opacada cuando Sunny sacó de su abrigo un vial con una extraña sustancia purpura. Lancer se acercó ligeramente para inspeccionar mejor aquella sustancia que parecía brillar a la luz de la luna.
La droga que tanto tiempo habían estado buscando se encontraba ante sus ojos. Traída desde otro mundo (según explicó Sunny), aquella droga completaría en seco el entrenamiento de Lack-Two.
Más que alegrarlo, la idea de aquello le aterró lo suficiente para intentar destruirla a toda costa. Sunny defendió su fórmula ocultándola en un santiamén y desapareciendo una vez más.
—No hay trató, destruye esa cosa o lárgate —dijo Lancer.
—Vamos, Denio, si no la aceptas me veré obligado a ofrecérsela a alguien más.
—Si lo hacer voy a matarte —advirtió, furioso.
El chico rió de manera psicópata una vez más, mofándose de la idea de su propia muerte. Al ver la negativa, Sunny volvió a materializarse una vez más frente al hombre.
—La necesitaras, eventualmente, tú o alguien más —dijo, con una risa—. Y cuando la necesites, ahí estaré.
Luego de reír una vez más, Sunny volvió a desaparecer, dejando a Lancer completamente agotado, sintiendo como el alcohol en su sangre le obligó a tirarse de en el sofá y comenzar a dormir, todo aquello mientras su pokémon seguía sin inmutarse, mirando en completó silenció a su entrenador durmiendo.
[…]
20 de Agosto, 200X, Sitio B
La mañana despertó a Lancer de golpe, dejándole en un piso repletó de platos rotos. El dolor de cabeza fue lo primero que sintió conforme se levantaba e intentaba procesar todo lo que le había ocurrido.
El recuerdo de Sunny parecía borroso, como si de una pesadilla se tratase. Sin embargo, apenas y tuvo tiempo de pensar en ello cuando miró la hora en el reloj. Debía apresurarse si deseaba estar en la sesión de drogas del muchacho.
Con el temple desgastado en la cara, los ojos rojos y la boca seca, Lancer puso marcha al sitio B, el lugar donde Lack-Two se encontraba recibiendo todos los experimentos y actividades del proyecto. Lugar que Lancer detestaba y maldigo al saber de su sola existencia.
Al llenar al recinto blanco repleto de aparatos tecnológicos, Lancer pudo percatarse de la extraña esencia que recorría el lugar. No era algo nuevo que sintiera un escalofrió recorriendo su espalda cada que miraba las maquinas del lugar, pero esta ocasión había algo diferente, un aura que le recorría los labios y le dejada un extraño sabor.
Antes de llegar a la sala de drogas, su jefe lo detuvo. El hombre regordete de pelo blanco se acercó a Lancer con una sonrisa burlona y unos papeles en el brazo.
—Tarde como siempre, Agente 000 —dijo su jefe, relamiéndose los labios.
—No me apetece mucho venir aquí —dijo con desgana, soltando la manija de la puerta—. ¿Tiene algo?
—Sí, pero me gustaría preguntarle algo —el hombre abrió la carpeta—. Su investigación contemplaba a un sujeto en un entorno solitario. ¿Ocurriría algo si se le agrega a alguien cercano?
Los ojos de Lancer se abrieron de par en par al escuchar aquella declaración. La sangre se calentó y sus puños se apretaron mientras le reclamó a su jefe sobre aquello, pero este solo afirmó con la cabeza y le entregó la carpeta.
Un niño más, otro pobre bastardo había sido recogido por la agencia y enviado al proyecto. Lancer le reclamó el condenar a otro niño, pero su jefe solo le dio una mirada de indiferencia y le exigió que respondiera a la pregunta.
La única respuesta fue un sincero "No sé". Después de todo nunca se había logrado probar que la soledad o la compañía influyeran en el proceso, era un campo desconocido. Su jefe solo suspiró y le dijo que de todas formas lo intentarían.
Lancer maldigo entre dientes a su jefe, deseándole lo peor por continuar con aquella carnicería. El nombre solo rio y se marchó, dejándole el expediente del nuevo muchacho de pruebas, el cual se encontraba descansando en la habitación contigua a la de Lack-Two.
Lack-Two se encontraba en su sesión de velocidad, corriendo para que las drogas que acababan de inyectarle se dispersaran y asimilaran en su organismo. La mirada sombría del chico contrastaba mucho con su traje blanco, del mismo color que los electrodos que colgaban de su cabeza y median su rendimiento.
Desde que entró se volvió muy callado, apenas hablando cuando se le preguntaba algo. Por lo que no fue una sorpresa que el chico se mantuviera callado cuando Lancer intentaba persuadirlo de desertar.
—Agente 000, le repito que estoy bien con los tratamientos —dijo Lack-Two, mientras escogía un arma.
—¿Realmente te interesa este infierno? —pregunta Lancer.
Lack-Two se detiene en seco, intentando buscar las palabras correctas para responder aquella interrogante. Había algo en su cabeza que le hizo querer aceptar la invitación. Un recuerdo lejano referente a un pie de manzana en la mesa y un abrazo cálido de una mujer cuyo rostro apenas recordaba.
—No —dijo finalmente, tomando el arma.
Lejos de desanimarlo, Lancer sonrió al ver que quedaba un poco de humanidad en aquel niño, cómo si algo le pedía que le tomara la palabra a Lancer.
Lack-Two tomó un arma y se dirigió al campo de tiro, donde ya lo esperaba un simulador que recreó exactamente la escena de un asaltó. Rodeado por cuatro paredes, Lack-Two comenzó a atacar con su arma falsa en el simulador, acabando con todos los criminales que aparecían frente a él.
Sin embargo, antes de llegar al último criminal, el chico se detuvo en seco, no disparó y quedo quieto mientras la simulación mostraba a un niño portando un rifle y apuntándole a unos agentes.
Aquel momento de duda fue seguido de una fuerte descarga eléctrica. Lack-Two se retorció mientras cayó al frio piso de concreto y soltar su arma. Lancer soló cerró los ojos y volteó a otro lado, deseando no ver aquella escena.
El razonamiento lógico falló una vez más, y eso significaba otra dosis de castigos y restricciones para Lack-Two, el cual se quedó acostado en el piso otro rato hasta que los doctores se acercaron para analizarlo.
Lancer se retiró, no podría verlo hasta la siguiente sesión de drogas. Se retiraría a comer algo, y reflexionar sobre el extraño suceso que le había ocurrido la noche anterior, mientras que Lack-Two era llevado al área de esparcimiento, encerrándole en un pequeño cubo de cristal desde el cual solo podía ver las maravillas que había en el área, pero no poder interactuar con ellas.
Sentado en su jaula, Lack-Two miró con extrañeza como una persona se acercaba. Estaba acostumbrado a ver guardias, doctores y científicos pasar de un lado a otro, pero esta persona era diferente, parecía de su edad y portaba el mismo uniforme que él.
Cuando pudo apreciar mejor el pelo negro y los ojos verdes del chico, Lack-Two se levantó de golpe y se acercó a la pared de la jaula, provocando que el nuevo corriera hacía él.
—¡Lack-Two! —gritó, emocionado el chico.
—¿Chase? —preguntó Lack-Two.
Chase, su viejo amigo de la infancia. No lo recordaba hasta aquel momento, su mera presencia le hizo recordar por un instante su pasado siendo niños, el cómo jugueteaban en los acantilados.
Lack-Two, luego de años de experimentación, volvió a sonreír. Aquello no pareció gustar a los agentes, los cuales de inmediato sacaron a Chase del área y se llevaron a Lack-Two, adelantando su sesión de drogas. Lancer se quejó, desde luego, pero no hubo nada que pudiera hacer, el haberse encontrado de aquella manera parecía haber provocado un retraso en la experimentación.
Ese mismo día, en la inyección de drogas, los investigadores encontraron que las áreas del cerebro referentes a la lógica y la socialización se volvieron mucho más activas. Aunque la reacción cálida del chico los asustó, estos nuevos resultados les hicieron crear una nueva hipótesis. Tal vez el relacionarse no era tan mala idea.
[…]
22 de Diciembre 20XX, Sitio C
Síndrome de Insuficiencia Ocular, un nombre demasiado rimbombante para explicar el por qué los ojos de los padres de Chase se hincharon hasta explotar. Fue una escena que atormentaba a Chase en cada noche dentro de las instalaciones.
Se manejaron diferentes hipótesis del por qué los ojos de los Fieldings estallaron a mitad de la carretera a Ciudad Negra. Tal vez una enfermedad congénita rara, un parasito o incluso una exposición a una alta dosis de radiación resultado de las pruebas de bombas nucleares realizadas en la zona en los ochenta. Sin embargo, la Policía Internacional sabía exactamente qué había pasado.
Un agente patógeno fue encontrado en la ropa de aquellos padres, una toxina creada en los laboratorios de la empresa y de la cual se tenía entendido que había sido confinada en zonas de contención especiales. Fue el mismo agente Reiko quien se encargó en desarrollar y contener el patógeno que, según sus palabras, revolucionaria la vigilancia de la compañía.
Para su fortuna, o desgracia, Chase sobrevivió al patógeno, el cual se había esparcido por todas sus pertenencias. Su cuerpo se volvió inmune a la toxina, razón por la cual salvó su vida, y a la vez se vió truncada al ser enviado al proyecto SPECIAL.
Chase es un chico energético pero demasiado difícil de amaestrar. Esa fue su descripción en los primeros reportes al ser sometido a las mismas pruebas de Lack-Two. En las primeras, el chico resultó tener una excelente actitud física, una incluso superior a la de Lack-Two.
Aquello alertó a Lancer, el cual pareció alegrarse de la noticia, tal vez aquello significaría que Chase podría quedarse con el papel de Lack-Two el tiempo suficiente para que este último cumpliera la mayoría de edad. Para su desgracia. Chase mostraba una actitud mucho más brava.
No eran tan sumiso o callado que Lack-Two, mantenía una actitud soez y agresiva, al punto de golpear a varios guardias y científicos antes de ser anestesiado. Las charlas con Lack-Two revelaron que aquel cambió de actitud era completamente nuevo.
Lancer había predicho que algunas drogas podrían empeorar el comportamiento en algunos individuos específicos, una probabilidad demasiado baja, pero real. Su temperamento cuadro de manera exacta con la primera inyección del coctel de drogas que le fue suministrado.
Sin embargo, su carácter parecía disminuir en las noches, o cuando hablaba con Lack-Two. El chico se mostraba confiado y amable, inclusive retraído al momento de hablar con su mejor amigo, el cual solo le dirigía una mirada indiferente y alguna sonrisa ocasional.
—Extraño jugar en los acantilados —confesó Chase, sentado desde su celda.
—Siempre perdías.
—Lo sé, pero era muy divertido.
Aquellos momentos eran los únicos en los que Chase llegaba a sonreír y reír. Aquella interacción humana llamó la atención de los trabajadores, en especial cuando, al pasar de los años, Lack-Two comenzó a actuar de manera mucho más agradable.
Había algo en la interacción con su amigo que volvió a Lack-Two mucho más relajado, sonriente, y atentó a las indicaciones. Aunque algunos investigadores no estaban de acuerdo con la nueva actitud del chico, Lancer logró convencerlos que aquello era un buen indicador, después de todo también debía aprender a trabajar en equipo.
Fue por eso que el sitió C fue inaugurado. Una nueva instalación diseñada para que Lack-Two y Chase alcanzaran su último potencial, compartiendo todo tipo de espacios en común. Todo esto bajó la atenta observación de un Lancer que deseaba que la amistad de aquellos chicos les hiciera salir de ahí.
Los resultados no tardaron en llegar. Ambos demostraron una excelente coordinación, se complementaban de manera excelente en todas las tareas y experimentos que se les imponían, siempre mejorando la marca anterior. Sin embargo, ambos fallaban estrepitosamente en las pruebas de racionabilidad.
Lack-Two no rescataba a la persona con más posibilidades de sobrevivir, o disparaba al niño armado, mientras que Chase seguía cayendo en la manipulación de una mujer embarazada, o dejaba escapar al criminal luego de que hiriera a un civil. Aquellos errores eran castigados severamente, pero aquel intento se volvía fútil cuando ambos volvían a cometer el mismo error.
Dudar es una característica humana, pero aquello debía ser eliminado si se deseaba crear al agente perfecto. Fue por eso que los investigadores deseaban volver a separar a los chicos, volverlos más fríos, mientras que Lancer se mantenía firma y aseguraba que aquello era una mala idea. Después de todo, uno de ellos había llegado a la conclusión que él tanto anhelaba.
—¿No te gustaría ser libre? —preguntó Chase a Lack-Two
—No digas esas cosas, o tendré que reportarte —respondió de manera sería Lack-Two.
—Vamos, no me digas que no lo has pensado. El aire golpeando tu cara, la brisa marina en los labios, el pasto en tus pies.
Cuando los micrófonos no los escuchaban, Chase le recordaba a su amigo la dicha del mundo exterior. De las vivencias que habían experimentado antes de llegar a aquel lugar. De probar un buen chocolate caliente, una dona de azúcar o un malvavisco.
Lack-Two siempre rechazaba con la cabeza. Negando un interior que recordaba con añoranza aquellos años. Sin embargo, su ideal de convertirse en el mejor agente le hacía negar con la cabeza, al menos hasta que Chase pareció enojarse lo suficiente.
—Has pasado más de seis años aquí, tienes la suficiente habilidad para ganarle a cualquier agente del lugar. Aun así, no parece que haya esperanzas de que te asciendan.
Aquella fue la primera vez que Lack-Two notó el paso del tiempo. Había crecido desde que entró al lugar, su fuerza física, habilidad y estrategia aumentaron de manera exponencial estos últimos años, al punto de que las pruebas físicas ya se habían vuelto una rutina, algo tan sencillo cómo respirar.
Tal vez las pruebas de dudas no las pudo superar, pero su estado actual le hubiese permitido acabar con aquellos que habían matado a sus padres. ¿Por qué la agencia le negaba su derecho a ser un oficial? ¿Por qué seguía entrenando?
Tal vez aquello si era una farsa, tal vez las palabras de Lancer finalmente encontraron sentido en su cabeza. La agencia no era tan buena como él creía. Y si se le era negado su legítimo derecho a volverse un agente oficial, podría serlo de manera no oficial, ser un agente independiente cómo los chicos que salvaron Hoenn y Sinnoh.
La motivación que le dieron las palabras de su amigo fue suficiente para qué decidiera planear su escape del sitio C. No sería una tarea sencilla, pero la capacidad analítica de Chase les hizo darse cuenta de una debilidad a explotar. Lack-Two finalmente se convertiría en lo que deseaba ser.
[…]
29 de Diciembre 20XX, Sitio C
Escapar de unas de las instalaciones más ultra secretas de la Policía Internacional podía ser muchas cosas, menos algo simple. Las instalaciones del sitió C eran lo suficientemente robustas cómo para que nadie pudiese entrar o salir sin previa autorización.
Sin embargo, cómo un Purloin intentando robar la comida que no le pertenece, Chase se quedó analizando todas las áreas a las que se le permitía el acceso, memorizando todas las entradas y salidas del personal, y estudiando las diversas actividades arbitrarias de las que eran objeto.
El sistema perfecto, diseñado para crear al agente perfecto, tenía una falla en su propia perfección. Un detalle minúsculo del que Chase pudo darse cuenta al observar con detenimiento el cambio de jornada a la hora de las actividades físicas. Al momento de hacer el cambió, la cabina de vigilancia se quedaba vacía por un recorrido de vuelta, siendo solamente monitoreada por una IA que detectaba el movimiento en la pista.
Aquella ventana que Chase abrió, Lack-Two la complementó con su análisis. La enorme estructura de acero que sostenía la cabina dependía de un generador eléctrico. Si el generador se dañaba, la cabina de vigilancia se quedaría sin energía y los dos podrían adentrarse en ella antes de que los nuevos guardias llegaran. Ya dentro de la cabina de seguridad podrían colarse por el sistema de ventilación y lograr huir del lugar.
No era un buen plan, el número de variables a considerar lo volvían demasiado arriesgado. Pero aquella era la única opción que tenían para salir de aquel lugar.
—No será precisamente un escape sencillo —dijo Lack-Two, acostado en su cama, esperando la hora de sus entrenamientos.
—Una vez huimos de tu cuarto con tres mucamas monitoreando, no será diferente —bromeó Chase.
Lack-Two rio levemente, recordando sus épocas de niño. Desde que Chase estaba con él las memorias felices de su niñez brotaron como agua en el suelo seco de su mente. Había olvidado como reír y sonreír hasta el momento que el rubio hizo acto de presencia. Tal vez el escape le garantizaría volver a tener esos momentos felices con la única persona que, hasta ese momento, le hizo sentir un pequeño calor en el pecho.
La hora marcada en el reloj llegó. La media noche fue el horario donde ambos niños alcanzarían su libertad de aquella cárcel que los había vuelto a reunir. Los dos salieron a correr como de costumbre a la gran cancha, pero antes del cambio de guardia necesitaban una herramienta extra.
Chase corrió y Lack-Two se detuvo, se llevó la mano al costado, ocultando él pequeño orbe que se le había dado entrega y se agachó, jadeando agresivamente. El chico comunicó que no se sentía del todo bien, que se encontraba cansado, con la garganta seca y el hígado a punto de reventar.
No tardó mucho en sonar una alarma que le avisaba sobre un nuevo suministro. Una botella de suero oral y una pastilla bajaron por un conducto para que Lack-Two, caminando a cuestas, caminara hacía ellos y los bebiera. Mientras el chico esperaba recuperarse y cuidaba celosamente la botella pequeña de suero, Chase continuo correcto.
El cálculo de Chase fue acertado, la inteligencia artificial ignoró por completo a Lack-Two y lo monitoreó a él en todo momento. El chico fue paciente y continuo corriendo hasta que el sonido de una puerta abriéndose le indicó que su ventana de oportunidad se había abierto.
Lack-Two no perdió tiempo y se movió lentamente, sin alertar a la IA, mientras Chase continuaba corriendo. Cuando el chico llegó a la mitad de la pista, el sonido de los circuitos quemados se hizo presente. Todo había comenzado.
La cámara y las luces de la zona de vigilancia se apagaron, le siguieron todas las luces para después encenderse en un fulgor carmesí, alertando de la violación de seguridad. Entre los sonidos de alarma y el cambio de luces, Chase y Lack-Two lograron subir por el enorme pilar de acero hasta llegar a la cabina.
Al llegar pudieron escuchar los golpeteos de los guardias en la puerta del pasillo, un rebaño embravecido que intentaba tirar la puerta y capturar a los niños rebeldes que no perdieron tiempo y se colaron a la cabina, tomaron algunas cosas y huyeron por el sistema de ventilación.
—Pensaba que las puertas no estaban conectadas al generador —dijo Chase.
—No lo están —contestó Lack-Two con una sonrisa confiada, arrastrándose por el ducto de ventilación.
Fue un camino largo, repletó del ruido de botas corriendo de un lado a otro y las alarmas estridentes que causaron un ligero aturdimiento en ambos chicos. El final del camino era el techo de la instalación, el cual era completamente ajeno para ambos. Al abrir el conducto los recibió una tormenta de arena seca y roja, las estrellas y la luna eran apenas visibles entre la enorme nube de polvo que se cernió sobre ellos.
—¿Ahora qué? —preguntó Chase, cubriéndose los ojos.
—¡Buscar un vehículo! —Lack-Two intentó dilucidar algo entre el polvo—. ¡Por acá!
Ambos chicos continuaron caminando por el techo, abriéndose pasó por la incesante tormenta de arena y las luces que los iluminaban y las balas que pasaban frente a ellos. Lack-Two iba a la cabeza hasta encontrar lo que estaban buscando.
Su bote salvavidas era un Helicóptero. La intuición de Lack-Two fue correcta al ver el vehículo directamente frente a él. Sin embargo, el único problema que lo separaba de su escape era una enorme caída. Los cálculos de Lack-Two no contemplaban que el hangar estaba en otro techo diferente.
El escape a un solo salto de distancia. Ambos sabían cómo pilotar un helicóptero, fue una de sus múltiples tareas a realizar. Sin embargo, ambos faltaron a la inexistente clase de saltar entre acantilados.
Cuando Chase se acercó a la orilla, la vista oscura del acantilado le hizo congelarse de repente.
—¡Solo será un salto, podemos hacerlo, Chace! —dijo Lack-Two
Chase no contestó, se quedó congelado sin poder hacer nada. Todas las drogas y terapias mentales a las que su cerebro fue sometido no fueron lo suficientemente fuertes como para eliminar aquel miedo que recorrió su cuerpo e ignoró los gritos de su amigo. Al sentir la pólvora impregnando su camisa, Chase finalmente pudo decir algo.
—No quiero hacerlo —replicó, con miedo.
—Es muy tarde para decir esto —dijo con enojo—. Vamos.
Chase se negó, deseaba volver a la protección de su celda, al calor del recinto que echaban en falta sus pies fríos. Lack-Two no pudo comprender la negativa de su amigo. En cierta forma le molestaba que se echara para atrás luego de haber llegado tan lejos.
Con el aliento de la muerte soplándole la nuca, Lack-Two tomó impulso y saltó. La fuerza a la que corrió fue suficiente como para poder alcanzar la esquina del edificio, sujetándose con fuerza.
Lack-Two alzo su brazo e intentó animarle. Chase se negaba, deseaba correr de vuelta cómo un niño que había visto un fantasma y corría al abrigo de su madre. Su amigo le gritaba, pero él se reusaba, aun cuando este le insultaba al respecto.
—¡Eres el peor compañero del mundo! —dijo Lack-Two— ¡Compartirás el destino de tus padres!
Esas fueron las palabras que activaron algo en el cerebro de Chase. El recuerdo de los globos oculares de sus padres logró crear en Chase la fuerza suficiente para poder saltar. No entendía por qué, no entendía cómo, pero cuando menos se dio cuenta ya se encontraba en medio del aire, intentado tomar de manera desesperada el pie de Lack-Two y mirando de frente los pinchos de metal de una pared directamente en su cara.
[…]
30 de Diciembre 20XX, Sitio C
Los resultados de aquella misión se dieron a conocer al día siguiente; una cama vacía, una habitación en silenció un cuerpo más en la morgue. No causó mucho impacto el borrar de la base de datos un simple registro más. El resultado fue descartado sin mayores repercusiones.
Para el causante, el castigo de la carne no se comparaba con el castigo mental de su interior. Aquella cama vacía golpeaba y perforaba la mente de Lack-Two, corrompiéndola más de lo que las drogas a las cuales su cuerpo era expuesto a diario.
Su mente se quedo congelada en ese momento, en la caída de aquel que le había recordado lo bello de la vida. Un chico con amor genuino que vio su existencia eliminada con un solo clic. Un deceso del que él fue el responsable.
Era su plan, ambos estaban de acuerdo, pero el alma de Lack-Two no dejaba de recordarle los últimos insultos que le dio a la persona que le hizo sentir un calor en el pecho. Las torturas y drogas no fueron nada en comparación con el sufrimiento interno del mejor candidato a Agente SPECIAL.
Lancer se enteró de la noticia poco tiempo después, o tal vez ya estaba enterado de ello al ser de los primeros en llegar a la escena del plan fallido. El ver el número ser eliminado de los registros le indignó, importarle poco el reclamo de la puerta cerrada de manera externa.
Los días que le acontecieron, el proyecto se estancó. La mente de Lack-Two se había quedado en bucle, sin procesar absolutamente nada ni responder a las drogas y estímulos negativos de los investigadores. Un alma muerta que intentó romper el recipiente que le contenía. Acabar con todo de una buena vez.
Lancer alegó, bramó y denunció a liberación del chico, pero sus superiores se negaron por completo, esperando una pequeña recuperación o la pérdida total, no había medias tintas. Sin importar que pasara, cómo un castigo, Lancer debería ver cómo la energía del chico se esfumaba.
O tal vez había alguna oportunidad de volver a comenzar. De pactar con el demonio.
—Le digo que tenía un esmoquin desgastado, pelo alborotado y piel blanca —dijo Lancer a su superior.
—Es absurdo, no hay nadie en la organización que cumpla con esas características —admitió su jefe.
—Por favor, ni siquiera era de este mundo.
Desesperado por no ver desaparecer aquel número que tanto le importaba, Lancer intentó buscar a aquel negociante. Sunny, así era como lo recordaba. Intentando buscar en la base de datos algún Ultranseunte que cumpliera con aquellas características.
No había rastro de aquella persona en ningún lado, ni siquiera en las bases de datos de seres de otros universos. Nada relacionado a ello. Lancer intentó buscar, sin saber que lo que más se busca, solo se encuentra cuando se deja de buscar.
Fue una noche más, mientras Lancer miraba con desdén las cámaras de seguridad, en solitario, que los hilos del destino le hicieron encontrarse con aquel que tanto buscaba.
—Veo que ahora buscas mi oferta —dijo Sunny, atrás de él.
Al breve susto de la confirmación de su existencia le sobrevino una calma conciliadora. Lancer quería parar el sufrimiento de Lack-Two sin tener que matarlo. Cauterizar esas emociones de las que solo había teorizado en su proyecto y que no había logrado encontrar la forma de domar.
—¿Qué es lo que quieres a cambió? —dijo Lancer, con un rostro demacrado.
—Sitio C, sección G4, Prototipo S12 —respondió
La ceja levantada de Lancer expresó la confusión al respecto. Conocía el prototipo al que se refería Sunny, pero aquel extraño artefacto fue creado después que Sunny hiciera su aparición. Sin embargo, apenas hubo tiempo para las preguntas cuando Lancer fue por aquel prototipo de armadura.
Sunny ayudó con la seguridad, neutralizándola el tiempo suficiente como para pudieses sacar aquel artefacto que el chico tanto anhelaba. Los tratos eran el estilo de Sunny, no el saqueó, por eso acudió a Lancer y le ayudó a sacar el prototipo y entregarle el vial especial. Una única dosis, un único tiro.
—Fue un placer hacer negocios contigo —admitió Sunny, esbozando una sonrisa torcida—. Hasta que nos volvamos a encontrar, Denio.
Una brisa prosiguió de la desaparición de Sunny, pero a Lancer no le importaba más. Solo miraba con desdén la formular que tenía en sus manos mientras observaba por el monitor a Lack-Two sentado en el piso.
Un frio bajó por su espalda al pensar que aquello podría funcionar, que Lack-Two perdería todo rastro de humanidad para volverse una oveja servil. Sin embargo, la alternativa era la propia muerte del muchacho, algo con lo que no estaba dispuesto a lidiar.
En mitad de la madrugada, ignorando todos los protocolos y seguridad, Lancer sacó a Lack-Two de su celda y lo llevó a la sala de drogas. Si aquella formula funcionaba, sería la primera y última vez que ese universo podría verla.
Las alarmas sonaron y el personal se movilizó mientras Lancer ataba al chico a una mesa y ponía el vial en una máquina que lo suministraría directamente al muchacho. Mientras que los guardias gritaban y azotaban la puerta estancada, Lancer se acercó al chico.
—Lamento no haberte ayudado —confesó con una pequeña lágrima a un Lack-Two con mirada perdida.
Un solo clic fue necesario para empezar con el acto final de aquel gran circo que había costado demasiado. Líquido fluyendo, vasos dilatándose, cerebro hinchado, ojos enrojecidos fueron las últimas estrofas de aquel enrevesado acto.
Mientras la carne se retorcía y los azotes terminaban de abrir la puerta, la maquina dictó el final del acto. Las ataduras de Lack-Two se rompieron, dejando caer al chico al suelo, sin ningún signo vital. Lancer se asustó e intentó ayudar, aún con los gritos de su jefe quemándole la nuca.
Cuando la puerta se abrió, lo hicieron los ojos de Lack-Two. Lancer pasó de estar hincado a en él suelo en solo cuestión de segundos, ante la mirada sorprendida de un jefe al cual su nuevo experimento le hablaba.
—Agente Lancer, queda bajó arrestó —dictó el nuevo agente.
[…]
4 de Julio 20XX, Sitio C
Para Lancer, y muy a su pesar, todo salió de maravilla. Todo rastro de la depresión y emociones de Lack-Two desapareció de golpe. Las pruebas que le siguieron fueron superadas con creces y sin problema alguno. Incluso las pruebas de lógica apenas representaron un reto. El proyecto Lack-Two fue un éxito.
Un amargó éxito para un creador que vio su carrera pendiendo de un hilo por infracciones de seguridad y responsabilidad en un equipo experimental perdido. Sin embargo, la perfección de su creación tuvo el peso suficiente como para que se le dejara tranquilo.
Sin embargo, Lancer había tenido suficiente de toda aquella locura. Estaba harto, cansado y al punto del colapso nervioso por toda la mierda que le había tocado vivir en aquella agencia que parecía tratarlo como héroe por la aberración que creo.
Aun cuando su propia región se vio envuelta en un ataque masivo, Lancer, o mejor dicho, Denio, decidió que aquello era demasiado para un hombre. Renunció y se fue de aquella institución sin pena ni gloría. Sus altos mandos estaban tan maravillados con su creación que apenas y prestaron a atención a su renuncia.
Alola se le mostraba cómo una nueva oportunidad de vivir una vida tranquila y lejos de todo lo que Unova le había hecho. Seguía queriendo ayudar a la gente, pero de la manera tradicional, en los sectores de abajo, no creando armas biológicas en base a niños inocentes.
Lack-Two, su creación, su maldición, fue encargado para una misión en cuanto salió del sitio C, cargando consigo un artefacto del cual ya no recordaba su significado, ni quien se lo había entregado. Su más grande logró, y su peor fracaso, se embarcaba en una misión en la que solo un ser con emociones cauterizadas podría embarcarse. Una región entera dependiendo de un robot sin alma. Un alma que le había sido arrebatada.
Denio se fue, le falló a Lack-Two, le falló a Chase, y se falló a sí mismo. Pero ya no importaba, el demonio que dejó tras de sí podría atormentarlo por siempre, pero a él lo único que le importaba era finalmente estar en paz y hacer lo que no pudo hacer en Unova. Ayudar a pokémon y humanos, aun cuando en su corazón llevaba el peso de crear al individuo perfecto con el sistema perfecto que ahora tanto despreciaba.
