¡Buenas! Acá hago entrega del segundo capítulo prometido. ¡Espero disfruten!

Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.

Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...

Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy


Capítulo 7: La fotografía

"Una mentira es una telaraña", nunca entendí la expresión. Mamá siempre me la decía para enseñarme la importancia de la honestidad. ¿Qué mierda significaba? ¿Que las telarañas son hechas por arañas y como las arañas son malas yo lo sería al decir una mentira? No creo que fuera algo tan rebuscado… Solo cuando me vi atrapado en mis propias palabras me di cuenta que se refería a que una vez dices una mentira, te quedas atrapado para siempre en el engaño.

Cuando entré a la librería aún no tenía un plan. No, yo tenía la foto de Potter y tenía mi misión de hacer el intercambio con Paige, el problema era que no quería entregar la foto y aún no se me ocurría una forma alternativa para cumplir con mi misión.

Vi a Leslie Paige sentada en unos escalones del fondo leyendo un libro, caminé hacia ella a paso lento y un tanto inseguro, como si posponer el momento de nuestro fatídico encuentro pudiese lograr que fuera evitable. Ella levantó la cabeza cuando ya me faltaban pocos metros para llegar a su lado, en su rostro alargado, pálido y con facciones filosas apareció una gran sonrisa, no era un gesto agradable, sus ojos azules se abrían excesivamente y le daba un aire psicótico. Además que los labios se curvaban casi de forma anormal.

—Scorpius —canturreó mi nombre con un tono chillón y demasiado dulce.

—Vine en nombre de Albus —murmuré.

Paige dejó su libro en el escalón que tenía detrás y enganchó sus largos dedos a mi brazo, tironeando de mí para que me sentara a su lado. No quería estar cerca de ella, pero no tuve la fuerza para resistirme, así que terminé acomodándome contra la baranda, apegándome tanto como pude a esta, intentando poner la mayor distancia posible entre nosotros.

—Claro, viniste a buscar el pedido —la Ravenclaw colocó un mechón rubio detrás de su oreja, pero el cabello liso y corto resbaló y volvió a caer sobre el rostro—. ¿Trajiste lo que pedí?

Tenía que tomar una decisión rápido. No, tenía que pensar en un plan. Estar bajo presión era fatal para mí, mi cerebro se nublaba, la ansiedad se hacía presente y toda inteligencia parecía desaparecer. Me di cuenta que había comenzado a frotar los pulgares contra la yema de los demás dedos y tuve que juntar las manos y apretarlas contra mi regazo para detener el tic. Odiaba la presión y el estrés.

—Lo siento… —comencé, bajando la mirada—. Fue imposible conseguir una foto…

—¿Uhm? Qué lástima. Sin foto no hay trato —el tono meloso que había estado usando conmigo desapareció.

Paige se levantó, sacudió de su falda polvo imaginario y se arregló la boina roja que llevaba. Tomó el libro que había estado leyendo y lo apegó a su pecho, no pude distinguir la portada, aunque tampoco me interesó averiguar su lectura. Antes de que se fuera, la tomé del codo para detenerla. Ella se giró, sus ojos saltones fijos en mí me pusieron más nervioso de lo que ya estaba. Tragué saliva e intenté hacer funcionar mi cerebro.

—Cambiemos el precio. Yo… Yo te daré cualquier cosa, pero de verdad necesito que me pases el pedido —traté de poner la mayor cantidad de seguridad a mi tartamudeo, pero estaba seguro de que había fallado estrepitosamente.

La chica me miró de pies a cabeza, alzó las cejas y volvió a sonreír de esa forma tan extraña que tenía.

—Un beso —comentó con voz soñadora.

—¿Un beso?

—Un beso tuyo, Scorpius —solo le faltó agregar el "tontito" para que yo terminara de sentirme asqueado conmigo mismo.

Sentí un escalofrío y la solté de inmediato. Sabía que no iba a lograr nada más, ella era una chica que una vez que sabía lo que quería, no se detenía. Pero no quería besarla, no quería que luego le dijera a todo el mundo sobre ese hipotético beso o que pensara que eso nos hacía novios. Intenté no hiperventilar, podía sentir mi pierna temblar como un movimiento involuntario y por mucho que cambiara la forma en que apoyaba el pie, el tic no cesaba.

—Está bien, pero no aquí... —accedí finalmente—. ¡Tampoco le puedes decir a alguien! Si lo dices, lo negaré.

Paige volvió a intentar colocar un mechón de su cabello tras la oreja y volvió a obtener el mismo resultado: hebras rubias cubriendo su rostro. Sus labios se curvaron hacia arriba, pero su gesto se me hacía cada vez más incómodo como para verla por más de dos segundos.

—Está bien, en 20 minutos nos vemos en la callejuela cerca del Caldero Chorreante, llevaré el pedido.

—Tampoco le puedes decir a Albus —me apresuré en aclarar cuando noté aquella fuga en mi plan.

Hubo un pequeño gesto de confusión en su rostro, pero desapareció rápido. Paige encogió los hombros y sonrió, agitó la mano con el libro para despedirse y salió de la librería. Me quedé sentado, intentando hacerme a la idea de que iba a besarme con la mismísima Leslie Paige, la acosadora número uno de los jugadores de quidditch y mi acosadora en los últimos meses. En cuanto me di cuenta de lo lejos que había llegado con el fin de no darle la foto me sentí mareado.

Me tomó unos segundos recuperarme y en cuanto fui dueño de mí mismo, salí a buscar a Albus a la lechucería. No tenía un plan claro, no sabía qué iba a decirle a mi mejor amigo para que no se ofreciera a acompañarme a recoger el pedido de Paige, tenía que pensar en una buena excusa para que no fuera necesario rechazarlo y evitar sus sospechas. Toda la situación era como una pieza de dominó cayendo y provocando un desastre al botar las que le seguían.

—¡Albus!

—¿Scorpius?

Me acerqué a mi mejor amigo que estaba al lado de un búho que me miró de mala forma antes de emprender el vuelo y ponerse sobre una percha más alejada.

—¿Lo tienes? —preguntó Albus.

—No, debo verla en 10 minutos… A Paige —aclaré, observando a mi alrededor todavía sin tener un plan claro—. Pero Paige quiere que le des el negativo y las copias que hayas sacado de la foto.

Podría ser que mi cerebro no pensase bien y no tuviese un plan, pero, al parecer, mi instinto sí. Evitar vender la foto de Potter era una cosa, pero seguro que Albus encontraría la forma de hacer más negocios turbios a costa de su hermano. Nadie, ni siquiera el Gryffindor idiota, merecía que le estuvieran exponiendo.

—¿Qué? —mi mejor amigo me observó confundido.

—Dijo que quería tener algo exclusivo o algo así. No creo que sea malo, ¿verdad? Y yo puedo mandarle el negativo cuando vuelva a la mansión para que tus padres no vean que estás enviando lechuzas —continué con mi mentira, en el fondo me sorprendía lo fácil que salían las palabras.

—No, no es necesario —Albus sacó la bolsa de tela y extrajo una cámara, le quitó el negativo y me la entregó—. Más le vale que valga la pena.

Tomé la película y la metí al bolsillo del pantalón, asintiendo a cada palabra de mi mejor amigo, aunque poco me importaba si la mantequilla fuera a funcionar o no. Nunca me había salido de forma tan natural una mentira y jamás había engañado a Albus. Sentía el corazón a mil por hora y una sensación de vértigo, tal vez iba a vomitar. Pero no podía retroceder, no después de lo lejos que había llegado.

—Yo aún no termino, así que ve a conseguir la mantequilla y nos vemos aquí. Porque no te vas a demorar, ¿verdad? —Albus parecía más concentrado en mirar hacia la calle que a mí, seguramente estaba esperando a la persona que había comprado alcohol mágico por él.

—No, no, será rápido. Yo… Eh… Yo me voy.

—Scorpius… —la voz de Albus me detuvo cuando ya estaba en el umbral y por un momento pensé que se había dado cuenta de mi mentira—. No estés tan nervioso, no pasará nada malo.

Intenté sonreír, de verdad lo intenté. No sé qué gesto terminé haciendo, pero antes de que mi mejor amigo tuviese tiempo de decir otra cosa salí del lugar y me eché a correr hacia mi punto de encuentro con Paige.

Estaba tan ocupado intentando mantener la cordura que casi choqué con dos brujas que estaban discutiendo. Las esquivé como pude y miré hacia atrás. Mi madrina era una de las brujas que casi atropellé, antes de que la señora Zabini se fijara en mí, me escondí tras un grupo de niños que parloteaban sobre ir a probar los nuevos sabores de helado. No era que odiara a la mujer, ella siempre había sido amable conmigo, pero tenía un algo que me aterrorizaba y estaba seguro que en ese momento le habría soltado todo lo que estaba haciendo. A veces el señor Zabini me decía que Pansy Zabini tenía una habilidad especial para sacarle la verdad a los demás, yo creía que tal vez era legeremante. Era un pésimo momento para tenerla delante.

Cuando llegué al callejón al lado de la taberna, Paige ya estaba allí. Tenía una bolsa de papel que había visto en algunas tiendas de ropa muggle, supuse que ahí había metido la mantequilla. Caminé lentamente hacia ella, mirando hacia atrás para asegurarme que nadie me estaba prestando atención. A medida que me acercaba a la chica, mi nerviosismo iba creciendo y el arrepentimiento crecía en mí.

—Aquí está.

Extendió la bolsa y la tomé con cuidado. Dentro había una caja rectangular que parecía ser un envase de plástico, algo también muggle. No podía creer que estaba comprando mantequilla cannábica con un beso. Levanté la mirada, tirando la cabeza hacia atrás para poder verla bien, ella era más alta que yo y al estar tan cerca, era difícil verla sin romperme el cuello.

—Yo… Eh…

—¿Ya has besado a alguien?

No respondí. ¿Contaba Albus? Claro que contaba, nuestras bocas habían estado juntas demasiado tiempo como para decir que no nos habíamos besado. ¿Y Potter? Él había dicho que se consideraba un beso lo que le había obligado a hacer, aunque había sido un mal beso. Era mejor no contarlo dentro de mi experiencia. ¿El beso que le di a Albus fue uno o varios? ¿Cuándo se consideraba que un beso terminaba? ¿De verdad un beso podría durar tanto tiempo?

Las preguntas estúpidas que surgieron en mi cabeza se apagaron dando paso a una sensación de pánico que me envolvió por completo. Paige me había tomado el rostro con sus dos manos y se había acercado a mí para juntar nuestros labios, los de ella eran suaves y cálidos. Por una cosa de inercia abrí la boca, en ese momento quería soltarle una maldición por atreverse a besarme sin avisarme, pero mi gesto fue totalmente malentendido y ella movió su propia boca.

Era extraño. Mi corazón latía con fuerza y sentía que estaba respirando mal, pero no me estaba causando el cosquilleo en el estómago que sí me había ocurrido con Albus. Paige, contraria a su personalidad, era gentil y suave mientras me besaba, se sentía como si algo estuviese aleteando sobre mis labios. Ese aleteo sabía a fresa y sus dedos sobre mis mejillas me transmitían solo calidez. Todo en ella era agradable y dulce.

No estaba seguro si respondí bien o si llené sus expectativas. En medio de ese callejón que no tenía ningún sentido urbanístico me dieron el beso más tierno que había experimentado en mi corta vida y la confirmación de que las chicas definitivamente no eran lo mío. Paige se alejó al fin, sus mejillas estaban sonrojadas, al igual que sus labios, que formaban una pequeña sonrisa, bastante diferente a las que le había visto hasta el momento. De alguna forma se veía más guapa.

—Besas bien.

De nuevo no respondí. ¿Debía decir que ella igual? Pero no sabía qué era un buen beso y qué era malo. Si comparaba con mis dos experiencias con los hermanos Potter, ella era genial, pero tampoco era para tanto. Paige no se tomó mal mi silencio, volvió a colocar el mechón tras su oreja y su sonrisa se amplió, pareciendo más al gesto que comúnmente hacía, ese que le daba un aire un tanto psicópata.

—Nos vemos, Scorpius.

Cuando al fin reaccioné, me encontraba solo con una bolsa que tenía droga en medio de aquella callejuela. Salí corriendo hacia la lechucería apenas mis pies le hicieron caso a mi cerebro. Fue una buena idea correr, sabía que tenía el rostro rojo porque sentía mis mejillas calientes, pero cuando Albus me vio solo hizo un comentario sobre que no era necesario ir con tanta prisa y terminar quedándome sin aire. Era bueno que mi mejor amigo confundiera mi estado agitado con el ejercicio y no con la vergüenza.

Metimos la mantequilla dentro de la bolsa de tela que ya guardaba el licor mágico que Albus había intercambiado y fuimos al Caldero Chorreante. Nos habíamos pasado de la hora límite que nos había puesto Lupin, pero él no mencionó nada cuando nos vio, solo nos guió hacia la chimenea. Con todas las cosas que habían pasado, había olvidado la broma de Potter, sin embargo, para Albus no había sido igual, apenas divisó a su hermano mayor, comenzaron las recriminaciones y los gritos.

—¡Tú te metiste donde no debías!

—¡Sabías que los tomaría!

—No debiste robarme, entonces.

—Chicos… —el auror intentaba tranquilizarlos, sin lograr nada.

—¡Fue una humillación!

—Que merecías. Ahora tengo lindas fotos de ti usando los colores de Gryffindor. Deberías agradecerme, Al, es lo más cerca que estarás de ser un león.

—¡Como si quisiera serlo!

Estábamos llamando la atención, demasiado. Por mucho que Lupin intentara calmarlos, los hermanos parecían dispuestos a llegar a la violencia física si era necesario. Potter aún no tenía la varita en mano, pero estaba cerca de hacerlo y una vez empezara a formular hechizos, las cosas se pondrían feas. Albus, que nunca había sido el mejor en encantamientos, estaba apretando demasiado los puños, su autocontrol completamente olvidado. Yo, por otra parte, no estaba siendo ningún aporte, solo miraba como el resto de magos y brujas en la taberna aquel espectáculo que la familia Potter estaba ofreciendo..

—¿No fuiste tú el que lloriqueó cuando entró a Hogwarts? "Oh, papá, ¿qué haré si me ponen en Slytherin? Oh, mamá, James me está diciendo que Slytherin será mi casa. Bua, bua, ¿aún me querrán si soy una serpiente llorona?" —Potter había usado un tono agudo y chillón, moviendo los puños frente a sus ojos como si fuera un pequeño niño haciendo un berrinche.

Albus no soportó más y se abalanzó contra su hermano con los puños en alto. Lupin lo agarró de la cintura y lo sujetó de los brazos, impidiendo el ataque. Mi mejor amigo empezó a balbucear insultos y forcejear, pero había sido atrapado por un auror, así que era una tarea imposible. Potter, por otro lado, sonreía con suficiencia, tenía los brazos cruzados sobre el pecho y la barbilla ligeramente elevada para obtener una pose de altanería que había sido calculada y practicada.

—James, vuelve a casa —advirtió Lupin en un tono helado.

—¿Yo? Pero si es Albus el que no se está comportando —se quejó el Gryffindor.

—¡James!

El chico chasqueó la lengua y puso los ojos en blanco. Se apartó al fin y caminó hacia mí. Normalmente yo dejaba pasar absolutamente todo para evitar problemas, prefería ser invisible y que nadie se percatara de mi existencia, me gustaba estar tranquilo y si aguantaba las cosas era para evitar más problemas. Sabía que esa actitud era problemática algunas veces, como en ese preciso momento donde debía haber tomado partido por mi mejor amigo. Potter me dio una mirada de superioridad cuando pasó a mi lado, luego procedió a ignorarme, caminando hacia la chimenea que estaba detrás de mí. Escuché el ruido del fuego, su voz dictando la dirección de su casa y después silencio.

Las personas a nuestro alrededor cuchicheaban, Lupin intentaba calmar a Albus que seguía rabiando, pero que se veía más bien agotado, y yo me estaba agarrando la muñeca con fuerza como si así pudiera calmar mi propio enojo.

Media hora después pudimos volver. El salón de los Potter estaba silencioso y oscuro. Lupin encendió las luces con la varita y nos llevó a la cocina. Albus iba de mala gana, pero había logrado enfriar su rabia, ya no estaba alterado, solo muy enojado. Yo, en cambio, sentía que estaba en punto de ebullición.

Apoyé mi espalda contra la pared de cerámica, observando al auror preparar dos infusiones, había puesto mis palmas sobre mi cuello para enfriar la piel y calmarme, pero los resultados no estaban siendo muy buenos y seguía estando alterado.

—Beban esto —el joven de cabello azul eléctrico nos pasó unas tazas—. Hablaré con James luego. Y con Ginny. ¡Por Merlín! No puedo creer que a esta edad sigan peleando como si fueran niños.

Albus tomó su taza y le dio un sorbo, ignorando a Lupin. Yo sabía que el ataque de rabia de mi mejor amigo había sido un lapsus y ahora había vuelto a actuar como él, guardándose todo y llenándose de rencor. Sabía que ya estaba planeando la venganza. Yo no tomé la taza y Lupin solo la dejó sobre la mesa, sin presionarme. Era mucho más difícil que yo perdiera el control, pero una vez ocurría, era casi imposible lograr tranquilizarme, así que estaba haciendo un gran esfuerzo en volver a la normalidad, o al menos fingir volver a la normalidad.

La infusión de Lupin debía tener alguna poción calmante, porque Albus comenzó a bostezar y me llevó sin mucha energía hacia el dormitorio. Me quedé apartado mientras él se ponía pijama y se tiraba a la cama para dormir, envolviéndose con las mantas de la cama. Solo cuando estuve seguro de que no despertaría, comencé a desvestirme.

El sobre de la foto cayó y me quedé mirándola no muy seguro de qué hacer con ella. No podía ocultarla en cualquier parte, Albus haría muchas preguntas si la viera y ni siquiera yo sabía las respuestas a aquellas cuestiones. La doblé lo mejor que pude y la metí en el bolsillo del pantalón donde también estaba el rollo fotográfico, luego me desvestí, cuidando de no dejar caer los objetos. Me coloqué mi ropa cómoda y me tiré al lado de mi dormido mejor amigo. Si no hubiese estado tan cansado y enfadado, habría conseguido un mejor escondite para el rollo y la foto, pero en ese momento solo quería dejar el horrible día atrás. Esa fue, por supuesto, una de esas cosas que me gustaría cambiar si pudiese volver atrás: el escondite que le di a esa cosa. Lamentablemente, los giratiempos ya no formaban parte de mi vida.


Muchas gracias por leer 3 Nos estaríamos leyendo el próximo lunes.

Próximo capítulo: Brownies mágicos