Pensé que había subido este cap, perdón :((( Espero disfruten uwu ¡Ah! Este capítulo es un poco (bastante) más largo que los anteriores. ¡Tengan buena lectura!

Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.

Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...

Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy


Capítulo 8: Brownies mágicos

Mi abuelo Lucius odiaba la risa. En casa nadie reía a carcajadas, solo mamá. Papá decía que esa era una de las razones porque se enamoró de ella. Decía que su risa y su sonrisa decían más que la respuesta a un cómo estás. Luego de que mamá muriera, no se volvió a escuchar ese sonido en la Mansión Malfoy.

La señora Potter no se enteró de la discusión de sus hijos hasta el desayuno del día siguiente, cuando el diario llegó. En la portada había una pequeña foto de Albus y yo sentados afuera de Sortilegios Weasley con el león pintado en la cara. Era eclipsada por una foto más grande que ocupaba casi la mitad de la hoja donde Albus intentaba zafarse del auror Lupin y llegar a un James Potter que sonreía burlesco.

—"Los hijos del Salvador del Mundo peleando como muggles" —leyó el titular la mujer—. "Pareciera que la guerra afectó más de lo que creemos a nuestro héroe, quizás sus traumas y la terrible infancia que ya sabemos que vivió le han hecho darle a sus vástagos una crianza deficiente y llena de violencia". ¿Pueden explicar esto?

Ninguno de los hermanos respondió. El señor Potter se había tensado, pero continuaba su desayuno en silencio. Lily aún estaba en la casa de su abuela.

—Albus, ya tienes 15 años, no puedes querer solucionar todo con golpes. Y James, ya eres mayor de edad, muestra un poco de madurez.

Los chicos no abrieron la boca. La señora Potter negó con la cabeza y continúo leyendo el diario en silencio. Luego de unos incómodos minutos, el señor Potter se levantó y besó la mejilla de su esposa.

—Llegaré tarde, puede que mañana en la mañana, debo supervisar un caso —en vez de verse fastidiado, parecía radiante ante la idea de trabajar.

—Harry, olvidas que debo viajar a Alemania a cubrir un partido —señaló la señora Potter.

—No puedo aplazar el caso, Ginny —el auror levantó la mirada y observó a sus dos hijos—. Y creo que Albus y James se comportarán en nuestra ausencia.

—Iré a donde Lucy con Fred, si es lo que te preocupa. Al y yo no nos veremos —el tono de Potter era insolente, pero su padre no le hizo caso.

—¿Puedes quedarte solo, Al? —cuestionó el hombre.

—¿Qué daño podemos hacer? ¿Robar un giratiempos y tratar de salvar a un muerto? —el humor ácido de Albus no le causó gracia al señor Potter; mi amigo suspiró y encogió los hombros—. Le enseñaré a Scorpius algún videojuego, ni siquiera saldremos de casa.

—Cualquier cosa, ve donde tu abuela. Si van a cocinar, recuerda apagar el fuego, si piden comida, que sea algo más que papas y pescado o pizza.

Ante las órdenes, Albus solo asintió, soltando algo como "sí, papá".

—Todo solucionado, entonces —el señor Potter sonrió y se despidió de forma general antes de irse.

Potter terminó de desayunar rápido y salió corriendo, sus pasos sonando fuerte al subir las escaleras. La señora Potter activó un hechizo para recoger la mesa y llenó a Albus de advertencias.

Cuando iba hacia el dormitorio de mi mejor amigo, me crucé con Potter, que iba saliendo de su propio cuarto al mismo tiempo que se ponía una gorra con visera negra. Su atuendo era totalmente negro y de nuevo lo asocié a actividades deportivas. El mayor cruzó miradas conmigo y sonrió de forma socarrona.

—El rojo no te queda —comentó, podía ver la diversión en su voz.

—Jódete.

—Alguien no está de humor —canturreó.

Potter me enseñó la lengua antes de bajar rápido a la primera planta. Yo me metí a la pieza de Albus totalmente molesto, tenía una mano sobre el bolsillo del pantalón donde había dejado el sobre con la foto y el rollo. Me pregunté por enésima vez por qué le había hecho ese favor al muy maldito si de por sí era alguien desagradable.

—¡Esto es genial!

El grito de Albus me hizo sobresaltar, escondí las manos tras la espalda y lo miré confundido. Mi mejor amigo no prestó atención a mi gesto. Tenía una gran sonrisa en la cara y de inmediato cruzó la habitación para ir a tomar la bolsa de tela.

—Vamos a probar la mantequilla.

—¿Qué?

—Es el mejor momento. Lily está en La Madriguera, mamá de viaje, mi padre trabajando y James salió. Podemos preparar algo, comer y drogarnos.

—¿Preparar algo?

A veces, muchas veces, Albus olvidaba que yo no sabía muchas cosas del mundo muggle ni de las drogas o el alcohol.

—La mantequilla la usas para preparar algo. Por ejemplo, un pastel. Te comes el pastel y eso te causa efecto.

—¿Vamos a hacer un pastel?

—No, no, brownies. Brownies mágicos.

No los preparamos altiro. Albus usó el aparato portátil al que llamaba móvil para poner películas donde una persona mostraba y explicaba como hacer aquel postre. Bien, no eran películas, Albus decía que eran tutoriales de Yutub, supongo que el tal Yutub era alguien que dirigía una academia de cocina.

No sé cuántos tutoriales distintos vimos, pero llegamos al punto en que me estresaba ver aquello.

A la hora del almuerzo, Albus usó el móvil, aunque esta vez fue para ordenar comida y hacer las compras de los ingredientes que íbamos a necesitar. No entendí bien cómo funcionaba aquello, pero al parecer era como tener un elfo doméstico al cual debías indicarle qué querías, solo que era un muggle el que hacía la compra y la traía a tu casa.

—¿Quizás debamos practicar con una receta antes de usar nuestra mantequilla?

—Albus… —lo llamé inseguro—. ¿Sabes cocinar?

—Tú eres bueno en pociones.

—Dudo que sea lo mismo. Puedo seguir la receta y que quede bien, es solo mezclar ingredientes en su cantidad correcta. ¿Pero cómo quieres que lo meta al horno? Nunca he usado uno.

—Hay tutoriales para eso —Albus me sonrió.

—¿No vamos a quemar la casa? ¿No habrá radiación? Los muggles siempre hablan de la radiación. ¿Tu horno no hará que tengamos radiación?

Albus, sentado a mi lado en el sofá, rodeó mis hombros y amplió su sonrisa.

—Quédate tranquilo, sé cocinar. Y sé usar el horno. Para evitar a mis primos, siempre ayudaba a mi abuela en la cocina. Me enseñó a hacer pasteles que te mueres.

Podría haberme quejado un poco más, pero tocaron el timbre. Un hombre nos trajo nuestro almuerzo: dos platos de pasta. Nos sentamos a la mesa a comer y estábamos en ello cuando llegaron las compras que había hecho mi amigo. Una bolsa con huevos, chocolate, azúcar y harina. Seguramente hasta me habría parecido divertido cocinar si no estuviera el factor canábico. Me ponía demasiado nervioso saber lo que era eso y, peor, no quería arruinarlo y desperdiciar la mantequilla.

La verdad es que no salió tan mal. Albus sí sabía manejar el horno y siguió las instrucciones de una de las chicas de Yutub. Nuestro primer brownie era normal y lo probamos aún caliente para verificar que nos había quedado delicioso. El con droga lo hicimos después. Albus había dicho que su padre no creería que nos comimos toda una bandeja, así que tendríamos que dejarle la normal un poco picoteada para que no sospechase.

—Deberíamos ver una película… —comentó Albus.

—¿No crees que deberíamos cenar? Ya es tarde y hemos estado todo el día en la cocina.

—Tienes razón, hay que calentar la pasta… Y ver una película.

Albus me puso a poner la mesa mientras él se encargaba de usar la tecnología muggle. Luego de meter uno de los platos en una caja que se iluminó al cerrarla, el olor del chocolate se mezcló con el de la pasta. No era del todo agradable, pero sí me abría el apetito.

Sentados en la mesa, observé la salsa de carne. Tuve el impulso de apartarla y no comerla, no quería comida roja que me recordara a Gryffindor. Pero eso me convertiría en lo mismo que James Potter, así que, sintiéndome incómodo, me llevé un bocado a la boca. Era increíble que a partir de una conversación no pudiese parar de ver los colores en un plato y asociarlos a una casa de Hogwarts. Empezaba a creer que Potter había sacado ese tema a propósito, quería joderme todas y cada una de las comidas.

—... Por eso creo que es mejor ver Alicia —concluyó Albus.

Levanté la cabeza para mirarlo, dándome cuenta que había estado tan ocupado analizando mi plato que no lo escuché.

—¿Alicia?

—Sí, Alicia en el País de las Maravillas.

—Eso es un libro —comenté—. ¿Cómo vamos a ver un libro? ¿Quieres que lo leamos juntos?

—No, no —Albus sonrió divertido—. Hay una película basada en el libro. Es la misma historia, pero en caricaturas.

Asentí, todavía no muy seguro de qué estaba hablando. Pero la sugerencia que había hecho antes de la cena volvió a mí.

—¿Quieres verla ahora?

—Quiero verla luego de que comamos los brownies.

—Quieres verla drogado —dije cuando comprendí a qué iba todo.

Albus sonrió más para luego agachar la cabeza y seguir con su comida.

El año pasado habíamos probado un montón de cosas luego de que Albus había logrado colarnos en una de las fiestas de Hogwarts. Albus era más sociable que yo, aunque siempre terminaba arrinconado conmigo. Habíamos fumado y bebido, queríamos sentir lo que pasaba. Ahora quería ver cómo funcionaba comiendo, pero me ponía algo ansioso que no hubiese alcohol, música y mucha gente.

—¿No nos vamos a aburrir?

—Oh, Scorpius, lo vamos a disfrutar más que nunca.

Recogimos la mesa y Albus cortó dos trozos de brownie. Se veía bonito y olía bien, no parecía que tenían droga en su interior. Di un mordisco y el sabor era tan bueno como el del normal que habíamos hecho. Dulce y lleno de chocolate, para mí habría bastado con ello. Pero si era honesto conmigo mismo, me daba curiosidad saber si comer hacía que los efectos fueran tan diferentes a cuando se fumaba.

—Guardaré el resto arriba, no se nos vaya a olvidar y mi padre lo descubra —dijo Albus cuando terminó de comer.

Mientras mi mejor amigo se ocupaba de aquello, decidí lavar, secar y guardar lo que utilizamos en la cena. Era una tarea que se me daba bastante bien y que podía hacer solo, no había que manejar tecnología muggle. Al terminar, me aseguré de que todo estuviera en orden en la cocina y salí a buscar a Albus. Mi mejor amigo había ido a la sala a hacer quién sabe qué en sus aparatos muggles para proyectar la imagen del cine. Al verme, sonrió y señaló el sofá.

—¡Está todo listo! Aunque olvidé por completo traernos comida…

—Pero acabamos de cenar, Albus.

—Ya, pero es que no se puede ver algo sin palomitas.

—¿De verdad quieres comer?

Albus apagó las luces para luego dejarse caer a mi lado, resoplando. Sabía que en realidad no tenía ganas de chucherías, solo estaba haciendo tiempo en espera a que la droga hiciera efecto. Era curioso que demorara tanto. Tal vez no había funcionado, quién sabía. No sentía nada diferente en mí.

—Bueno, miremos —e inició la película.

Me maravilló la forma en que habían volcado la historia en unos dibujos, no eran los mejores, pero quedaban bien a toda la temática de un mundo maravilloso. Había un montón de colores estimulándome, lleno de canciones y acción. Comencé a notar que me sentía extraño cuando Alicia había visto a unos animales correr en círculos sobre la arena. Albus, a mi lado, soltó una carcajada.

—¡Quieren secarse! —exclamó en medio de una carcajada.

Volví a mirar la pantalla. Alicia se había unido a la extraña carrera y Albus reía cada vez más.

—Es estúpido que… ¡Oh! —solté cuando comprendí, sonriendo—. La ironía de que se siguen mojando.

Albus se recostó en el sofá, apoyando su cabeza en mi regazo, todavía riendo y pendiente de la película. Apoyé mi mano en su cabello y lo acaricié. Se sentía suave bajo mis dedos. Olvidé que estábamos viendo la película y empecé a peinarlo. Él giró un poco la cabeza y me miró.

—¿Qué pasa?

—Nada —respondí—. Me gusta tu pelo.

Mi mejor amigo sonrió, me tomó la mano y la apretó. Ya que no podía seguir tocando su cabello, volví a mirar las caricaturas. Unas almejas seguían a una morsa. Recordaba esa escena del libro.

—No me gusta —dije.

—¿Uhm? ¿Qué?

—Ellas le siguieron porque él les dijo un par de cosas bonitas, fueron ingenuas y se las comieron. No me gusta.

—Es la lección, Scorpius.

Bajé la mirada, sin querer ver el desarrollo de esa escena.

—Me recuerda a mi padre —confesé.

Albus frunció el ceño y movió su mano para entrelazar nuestros dedos, dejé que hiciera lo que quisiera.

—Sé lo que hizo papá y sé que tuvo que pagar por eso. Pero nadie piensa que era un chico, solo un par de años mayor que nosotros… ¿No existe el perdón?

—Mi padre me habló del tuyo. Cuando él y mis tíos hablaban de Hogwarts a veces mencionaban a tu papá. Me decían que el señor Malfoy y mi padre eran rivales, también que había sido mortífago. Tu abuela y tu padre salvaron al mío y papá justificó a su favor.

—¿Y eso qué? Solo devolvió el favor.

—Mi padre es Gryffindor, ellos hacen lo que creen correcto, no porque tienen una deuda.

Volví a mirar la pantalla, me había perdido en el argumento y no entendí por qué Alicia era una giganta atrapada en una casa.

—Mi padre perdonó al tuyo, él sabía que tu papá era como las almejas.

—¿Cómo se hizo grande? —pregunté para cambiar de tema.

Era consciente que si me enfocaba en un tópico, le daría vueltas y vueltas. No quería estar drogado pensando en las injusticias del mundo.

Albus se levantó y me abrazó, me sentí ahogado sin saber por qué.

—Comió algo que la hizo crecer —me explicó, soltándome.

Observé el dibujo de la niña hacerse pequeña y salir corriendo de la casa. Pobrecita, le pasaban un montón de cosas solo por perseguir a un conejo.

—¡Uh! ¡Me gusta esta canción!

Albus saltó en su sitio y yo reí por lo infantil que estaba siendo. Observé las flores que salían en el cine, y bajo todos esos estímulos olvidé el tema de mi padre.

Seguía riendo por las cosas estúpidas que ocurrían, pero me perdía bastante cuando me fijaba en algún detalle o escuchaba las palabras de Albus. Ahora entendía por qué había querido ver la película drogado, tenía tantas cosas que la hacía llamativa.

—Me gusta el gato de Cheshire —mencioné.

Nunca lo había imaginado como lo mostraban en la película, pero me parecía genial de todos modos.

—A mí me estresa, solo se burla de Alicia. Realmente es una mala persona… Mal gato.

—A mí me estresan ellos.

La pantalla mostraba a la chica llegando a una fiesta del té. Solté un suspiro e hice un esfuerzo de no cubrirme los ojos.

—Ellos dos son como James y Lily —el tono de Albus había sido una mezcla entre desagrado y risa.

No pude evitar reírme, ni siquiera le pregunté por qué. Realmente me imaginaba a esos dos teniendo una fiesta así.

—Mierda, es literalmente lo que pasa estos días. Ellos dos haciendo cosas extrañas, tú llegando y terminando enredado con ellos —Albus no me miró, solo formó una mueca.

—¿Y tú eres el ratoncito? Escondido en una tetera totalmente aparte… No te queda muy bien.

—Para el caso —esta vez sí me miró—. Soy el conejo. Ellos me arruinan la vida.

Puse mi mano en su hombro y traté de verme solemne.

—Prometo quitarles cualquier reloj que intenten arreglar.

—Gracias, Scorpius, no sé qué haría sin ti —siguió con la burla Albus, usando un tono afectado.

Aunque el resto de la película siguió con uno que otro comentario, no volvimos a tener una charla. Me sentía extraño, mucho más que en las fiestas. Quería comentarle a Albus todo lo que pasaba por mi mente, pero era incapaz de abrir la boca.

Los créditos llegaron y me di cuenta que estaba casi fusionándome con el sofá. Estaba tan cómodo, tranquilo y feliz que me habría gustado que el tiempo se congelara. Albus hizo algo con el móvil y la imagen cambió, una música suave sonó, mientras que otra caricatura se desarrollaba.

—Me pegó fuerte.

Giré la cabeza para ver a Albus, de forma muy lenta. La única luz la daba el cine de la pared, por lo que el rostro de mi mejor amigo tomaba diferentes colores. Se parecía un poco a cuando estábamos en su dormitorio con las tiras de luces.

—¿Qué?

—A ti igual —Albus soltó varias carcajadas—. Subamos, quiero acostarme.

—¿Te sientes mal?

Lo observé levantarse, encender las luces y manipular la tecnología muggle para apagarla. Con todo el esfuerzo del mundo logré ponerme de pie. Todo se sentía demasiado extraño, pero no de una forma molesta, quizás para Albus sí era molesto.

—No me siento mal, me dio sueño.

Caminé tras Albus, riendo por cada pequeña cosa que pasaba por mi mente. Él me miraba con una sonrisa extraña, pero no se veía como si estuviera mal. Cuando Albus se veía mal se ponía pálido y a sudar frío. Le había pasado en la última fiesta, bebió más de la cuenta y terminó vomitando. Esperaba que en ese momento no se enfermara.

Llegar al dormitorio de Albus tomó horas, o yo sentí que fueron horas. Albus ni siquiera encendió la luz o la tira de luces, se tiró a la cama y quedó allí, como muerto.

—Ponte pijama —me quejé.

Era consciente que estaba muy drogado, pero era un buen amigo, así que usé todo mi esfuerzo y neuronas funcionales para quitarle los zapatos a Albus. Él me miraba, riendo por lo bajo. Eso me alegró, no debía sentirse tan mal.

—¿Tu hermana cómo lo hace en Hogwarts? —pregunté mientras buscaba el pijama de Albus.

—¿Hacer qué?

—Aquí nada todas las mañanas, pero en Hogwarts no hay piscina… ¿o sí?

Sentía la mirada verde sobre mí. Como pude, le quité los pantalones a Albus y con otro esfuerzo les puse los de pijama. Él apenas hizo un movimiento para ayudarme, parecía una muñeca de tamaño real.

—Va al lago. McGonagall quiso detenerla, pero no hay una regla que te impida meterte al lago —las palabras de Albus salían de forma muy lenta—. Creo que tiene que ir con un amuleto de calor.

—Entonces habla con las sirenas.

Albus encogió los hombros y yo aproveché de quitarle la camiseta. Colocarle la que usaba para dormir fue más difícil de lo que pensé, le hice poner un brazo en el cuello y luego pasé dos por el lado izquierdo. Que Albus solo riera tampoco ayudaba mucho. Al final logré vestirlo y mi mejor amigo solo se acomodó, cubriéndose con las sábanas.

—¿De verdad te sientes bien?

—Estoy tan relajado que no puedo moverme. Hablar me cuesta. Cuéntame algo.

—No hay nada que no te haya contado —dije mirándolo, mi mente estaba en blanco.

Me senté en la cama y apoyé la espalda en el respaldo, no tenía ganas de acostarme. Finalmente, algo vino a mi cabeza.

—¿Te conté cuando Helios dejó calva a Juno? —me detuve un momento, organizando mis ideas—. ¿Conoces a Juno? Es la hija menor de Blaise y Pansy Zabini, mis padrinos.

—Sé quien es Juno, es solo un año menor que nosotros. También sé que Helios es su hermano, va un año por delante. ¿Por qué los olvidaría?

—No sé… —era difícil asociar todo correctamente—. ¿Entonces te conté?

Albus negó, era difícil distinguir el gesto, pero logré hacerlo.

—Fue antes de entrar a Hogwarts. Habíamos ido a la casa de mis tíos, era verano así que mi primo había vuelto de la escuela. Yo debía tener unos 7 años, tal vez. El primer día mi primita tuvo una explosión mágica y nos llenó de comida, mi primo dijo que podía arreglarlo con magia.

—¿Cuántos años tenía?

—12, recién había terminado su primer año. Salió todo mal y la comida se nos pegó. Los adultos intentaron lo que pudieron, pero en Juno fue más difícil, ya ves que su cabello está muy muy muy rizado.

Albus solo se acomodó mejor.

—Mi madrina terminó trenzándole el cabello, muchas trenzas pegadas a su cabeza. Unos días después estábamos tomando el desayuno y Juno se metió con las cosas de Helios, él odia eso. Y de alguna forma hizo que las trenzas de Juno se volvieran serpientes.

—¿Serpientes de verdad?

—Serpientes de verdad. Ellas se asustaron y salieron huyendo, no sé cómo se despegaron, pero lo hicieron. Cuando Juno se dio cuenta, salió corriendo tras las serpientes, gritándoles.

—¿Juno Zabini gritando?

La pregunta de Albus estaba llena de diversión. Yo sonreí, recordando la escena que años atrás había visto.

—Las serpientes se escondieron en el jardín y Juno solo agarró una. Se esforzaba en ponerla en su cabeza, pero no se quedaba allí y a cada rato la mordía.

—¡Joder! ¡No puedo imaginarlo!

Albus giró, apretando la cara contra la almohada. Su risa sonaba ahogada, pero seguía sonando. Yo reí también, incapaz de darle un remate a la historia. La verdad era que no había sido tan gracioso, pero que Albus riera me daba gracia.

Ambos terminamos llorando y agarrándonos el estómago.

—Zabini debió pagarla feo, su hermana da tanto miedo como su mamá.

Me encogí de hombros. No recordaba muy bien cómo había terminado todo, no había sido tan impactante como para que se me grabara. Seguí contándole anécdotas de mi infancia hasta que Albus se durmió.

Yo aún no tenía sueño, así que me levanté a buscar los cigarros. Por mucho que miré, no di con ellos, vacíe mis bolsillos, encontrando solo la fotografía y el rollo que rápido volví a guardar. Entonces recordé que hace unos días había dejado la cajetilla en el escritorio de Potter. Decidí ir a buscarla. Me arrepiento de muchas cosas, pero no hay forma en que pueda retroceder y elegir otro camino cuando los desenlaces eran inevitables. Hubo tantos "y si hubiera" esas vacaciones, que es difícil arrepentirme. Y ahora, ya años después, la verdad es que no lo hago, pero mi yo de ese tiempo sí que sufrió por ello.


Muchas gracias por leer!

Próximo capítulo: Conversaciones en el tejado