Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.
Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...
Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy
Capítulo 9: Conversaciones en el tejado
Desde pequeño quise un amor como el de mis padres. Quería amar a alguien tanto como para dejar todo atrás y quería que me amaran con la misma intensidad. Pero, sobre todo, quería ser comprendido. Mis padres no necesitaban palabras, con un gesto o una mirada se decían todo. Quería tener ese superpoder con alguien. Mamá me decía que algún día conocería a esa persona.
Salí de la habitación de Albus y caminé hacia la de Potter. La casa estaba silenciosa y las luces apagadas, no estaba seguro de la hora, pero suponía que era tarde. Abrí la puerta del dormitorio de Potter sin tocar y entreabrí para espiar.
Todo estaba a oscuras, pero la ventana estaba abierta y las cortinas descorridas, por lo que podía ver algo por la poca iluminación que entraba. Había un desorden general y nadie en la cama, quizás Potter había decidido no volver ese día. Más seguro, abrí la puerta lo suficiente para entrar y cerré tras de mí. Todavía cabía la posibilidad de que Potter llegase, así que era mejor ser cuidadoso.
Me acerqué al escritorio y miré todas las cosas que allí había, pero no encontré rastro de la cajetilla. Algo frustrado y ansioso, moví los objetos, por si mis cigarros aparecían debajo de los papeles o de un empaque.
Cuando me di cuenta que realmente no estaban allí, seguí con los cajones. Con toda seguridad tomé una manilla y jalé, pero el cajón no se abrió, solo logré mover el escritorio hacia mí. Pensando que se había trabado, tiré con más fuerza. El mueble tembló y varios objetos cayeron.
—¿Me estás robando?
Me sobresalté y me giré hacia el lugar de donde había salido la voz, aún agarrando la manilla. A contraluz pude ver algo en la ventana, entrecerré los ojos y solté un chillido muy parecido al de un ratón cuando me di cuenta que había una cabeza flotando.
Intenté alejarme, pero el piso estaba tan lleno de cosas y yo había entrado en un estado de pánico que me tropecé, perdí el equilibrio, me golpeé la cadera con la silla giratoria y terminé en el piso.
La cabeza comenzó a reír, pude distinguir que tenía la boca arriba y los ojos abajo. Mierda. No solo me había topado con una cabeza flotante, era una cabeza deforme.
Aquel monstruo desapareció y en su lugar aparecieron dos piernas que se detuvieron una vez pisaron el alféizar. Las piernas, por suerte, no estaban solas, tenían torso, brazos y una cabeza. La misma cabeza flotante, solo que ahora sí tenía la boca donde correspondía. Sentí un alivio casi instantáneo.
El cual desapareció apenas me di cuenta que no había sido una cabeza flotante, sino que James Sirius Potter.
La paranoia me hizo sentir un peso en el estómago, creándome incomodidad, pero en vez de huir, comencé a reír con un deje de histerismo. Podía notar que me había asustado por haber visto mal y era tan ridículo haber tenido tal equivocación que no podía parar las carcajadas que se me escapaban.
Potter se puso frente a mí y pude ver como elevaba una ceja, confundido, pero con una sonrisa en el rostro. En ese momento olvidé lo enojado que estaba con él y tuve la delicadeza de explicarle.
—Vi tu cabeza y… y pensé que era solo una cabeza… ¿Entiendes? Que pensé que no tenía cuerpo —me faltaba el aliento y apenas pude detener mi risa lo suficiente para decir aquello—. Creí que eras un monstruo.
Potter negó con la cabeza, riendo bajito y extendió una mano hacía mí. No dudé en tomarla y ayudarme con ella para volver a pararme. Me froté la zona golpeada mientras la risa se me iba tranquilizando.
—¿Qué venías a robarme? —el tono de Potter era ligero y mantenía la sonrisa, por lo que supuse que no estaba enojado.
—Eh… Oh… —me rasqué la barbilla, frunciendo el ceño—. No recuerdo…
Olvidarlo me causó gracia, así que solté una nueva carcajada. Toda la situación me parecía tan hilarante que mi risa solo aumentó al punto en que me llegaron a doler las mejillas y se me escaparon las lágrimas.
—¿Malfoy? ¿Bebiste?
Potter se inclinó hacia mí, de nuevo tenía un gesto de confusión. Yo reí todavía más, agarrándome el estómago mientras negaba con la cabeza.
—Estás drogado —afirmó.
—No, no… Bueno, sí, mucho… Pensé que eras una cabeza —las risitas disminuyeron gradualmente, pero la situación aún me causaba gracia.
Levanté las manos y las apoyé en el cuello del mayor. Potter se quedó quieto mientras yo tomaba una postura como si fuera a ahorcarlo, aunque no generé presión.
—¿Fumaste? —preguntó, ignorando mis manos.
—No, no, comimos brownies mágicos… ¿No es gracioso? Mágicos, pero tiene mucho sentido, parece que hacen magia.
—¿Y Al?
—Albus es mágico, va a Hogwarts, ¿recuerdas?
Potter resopló y me tomó de las muñecas, aunque no me apartó.
—¿Albus también está drogado?
Pensé un momento en su pregunta, sentía los dedos de Potter fríos mientras que su cuello estaba cálido. Por la forma en que me tenía sujeto, mis manos parecían estar separadas de mí. Moví los dedos y me sorprendí de que las manos lo hicieran. Genial, tenía el poder de controlar mis extremidades aunque estuviesen separadas de mí.
—Albus se quedó dormido. Le pegó fuerte.
Levanté la mirada, Potter estaba bastante cerca, pero no podía ver bien su expresión por la falta de luz.
—¿Y a ti te pegó fuerte?
No entendí su pregunta, había olvidado de qué estábamos hablando. Pasé la mirada por su rostro, poco a poco me acostumbraba a la oscuridad y podía distinguir sus facciones, aunque no el color de sus ojos.
—Quiero comer chocolate.
Potter me obligó a que apartara las manos de su cuello y me soltó. Dio un paso hacia atrás y me observó de pies a cabeza.
—¿No tienes sueño?
Negué con la cabeza y observé alrededor. Me detuve en el escritorio, recordando por qué había entrado allí. Volví a mirar a Potter y señalé el mueble.
—Mi cajetilla estaba allí.
El Gryffindor siguió la dirección de mi mano y luego me observó de nuevo. Soltó un suspiro y parecía que estaba decidiendo algo. Me quedé callado y en silencio, esperando.
—Ven, están en el techo. También el chocolate.
Potter dio media vuelta y salió por la ventana, su cuerpo fue desapareciendo a medida que subía. Casi de inmediato asomó la cabeza y un brazo.
—Te ayudaré a subir.
Era una terrible idea, pero en mi estado no lo pensé y solo obedecí. Me costó lograr poner los pies en el alféizar, pero apenas había sacado un brazo, Potter me había sujetado. Con su ayuda logré subir. O me subió. Me hizo moverme por las tejas hasta una manta que estaba tirada y me indicó que me sentara.
—¿Por qué estás aquí?
Potter tomó su bolsa y sacó una barra de chocolate que me entregó y que yo abrí de inmediato. Había olvidado mi promesa de no aceptar comida de él. También sacó la cajetilla, se sentó a mi lado y la dejó entre nosotros.
—No me gusta estar encerrado —explicó cuando yo pensé que no me había escuchado—. Y me gusta el cielo.
Miré hacia arriba, las estrellas se veían casi tan bonitas como se veían en la mansión.
—También me gusta el cielo —dije—. Tiene muchas historias, cada constelación y cada estrella. Y todas las estrellas que aún no se descubren. Me gustan los muggles por eso, mandan sus artefactos de tecnología muggle a buscar cosas en el espacio.
Bajé la mirada y di un mordisco, girando un poco la cabeza para ver a Potter. Él me observaba fijamente, podía ver mejor su rostro, pero se me hizo complicado descifrar su expresión.
—¿Al te obligó a comer los brownies?
Fruncí el ceño, confundido. Sentía en mi boca el chocolate derretirse, el sabor a cacao y leche llenando mis papilas gustativas. Nunca había probado un chocolate tan delicioso.
—No, claro que no. Yo quería saber cómo se sentía.
—¿Y cómo se siente?
Corté un trocito de chocolate y lo llevé a la boca del Gryffindor, él abrió la boca y aceptó el dulce sin preguntar.
—Como comer chocolate. Me siento feliz y es agradable y todo está bien —expliqué, comiendo otro poco mientras volvía a mi posición—. Las cosas que me dan miedo, ya no lo hacen y estar enojado me parece tonto.
—¿Estás enojado?
—Estaba —corregí—. Contigo.
—¿Por qué?
—Hiciste esa broma humillante. Cuando me quedé dormido aquí estabas planeando esa broma. Me enojé mucho. Pero me enojó más que te burlaras y te metieras con Albus.
—Pero ya no estás enojado.
Negué, cubrí el chocolate con el papel y lo dejé sobre la manta, entre nosotros, luego tomé la cajetilla y saqué un cigarro y el encendedor.
—Es estúpido estar enojado por algo que debí haber esperado. Tú haces bromas, eres así. Y te llevas mal con Albus, no puedo cambiar eso.
Potter se quedó callado, pero siguió mirándome. Yo llevé el cigarro a mis labios, aunque no lo encendí. Lo aparté de mi boca y lo guardé.
—¿No quieres fumar? —negué a su pregunta—. ¿Te sientes mal?
No, no me sentía mal. No era como cuando había tenido un mal viaje o quería vomitar. Pero había una sensación incómoda dentro de mi pecho. Me hice bolita y me tiré hacia el lado de Potter para quedar recostado sobre la manta.
—¿Malfoy?
—Solo estoy pensando en muchas cosas.
Hubo un pequeño silencio.
—¿Quieres contarme en qué piensas?
Dudé. Subí las rodillas hacia mi pecho y las abracé. Estaba incómodo estando de lado, pero por suerte no sentía las tejas clavándose en mi cuerpo. Se sentía como estar sobre un prado. ¿Tal vez Potter había hechizado la manta? Seguramente. Me gustaba el hechizo.
—¿Quieres escuchar lo que pienso? —preguntó.
Giré la cabeza para ver a Potter. Él mantenía los ojos en mí. Asentí lentamente. Me di cuenta que una de las cosas que pensaba era que estaba ansioso, Potter no solía estar tan serio y no había sonreído desde que habíamos subido.
Me senté de nuevo y luego me arrodillé, le toqué el rostro apenas con la yema de los dedos, pasando por la frente que estaba lisa y luego por sus labios. No parecía estar haciendo un gesto de molestia, pero aún no estaba seguro.
—¿Tú estás enojado conmigo? —pregunté dudoso.
—No, claro que no. No tengo ninguna razón para estar enojado contigo.
Pero siguió sin sonreír. Sentí un nudo en la garganta y una opresión en el pecho. Potter me sujetó del brazo y con suavidad me atrajo hacia él, abrazándome. Una de sus manos se apoyó en mi cabeza y comenzó a peinarme los cabellos.
—De verdad que no estoy enojado contigo, Malfoy —susurró contra mi cabello.
Rodeé su cintura y lo abracé con fuerza, Potter solo se acomodó.
—¿Sabes? Yo tengo el nombre de una estrella. Era el nombre del padrino de mi padre que era un Black, de tu familia. No estoy muy seguro qué sería de ti, algo como un tío primo abuelo.
—¿Quién?
—Sirius Black.
—Te queda —me moví por la manta, buscando una posición algo más cómoda, pero sin dejar de abrazar a Potter.
—¿Qué cosa? ¿El nombre? Bueno, Sirius era una persona muy bromista, junto con mi abuelo y el papá de Teddy hacían muchas bromas.
Mientras hablaba, Potter me hizo apartarme un poco, movió una pierna y me dejó entre ellas. Me senté y apoyé mi costado en el pecho del Gryffindor, pero él me movió para que le diera la espalda, rodeó mi cintura y apoyó su cabeza en mi hombro.
—No, no por eso. Sirius es la estrella más brillante —giré la cabeza para verlo, nuestros rostros estaban aún más cerca—. Y tú eres la persona más brillante.
—¿Lo soy?
Asentí. Potter al fin sonrió, aunque no de la forma que solía hacerlo, no había malicia ni era radiante. Era una sonrisa que le hacía ver más suave.
Desvié la mirada para acomodarme sin romperme el cuello. Apoyé las manos en las de Potter, notando que estaban frías. Solté una risita, pensando en cosas estúpidas.
—¿Mis manos son graciosas?
—No, tu olor. Hueles a invierno, pero eres verano.
—¿A qué huele el invierno?
—A muchas cosas. Tú hueles a madera, pino y chocolate. Y a sol, pero eso es de verano.
—¿El sol huele?
Asentí y volví a girar la cabeza para verlo, Potter me miraba, todavía con aquella sonrisa que le hacía ver más suave. Podía oler a invierno, pero era verano. Incluso esa sonrisa era una sonrisa de verano.
—¿Por qué soy verano? —preguntó cuando no seguí hablando.
Cerré los ojos, intentando ordenar mis ideas. No sabía cómo explicar algo que yo definía inconscientemente. Empecé a estrujarme los dedos al sentirme frustrado por no encontrar las palabras. Potter me detuvo y entrelazó sus manos con las mías, haciendo que quedase con los brazos cruzados.
—Es parecido a Sirius. Brillas —volví a mirarlo.
Él hizo un gesto afirmativo y luego se movió para olisquearme.
—¿Tú sabes a qué hueles?
—No. Es mi olor, vivo con él, no puedo saberlo —comencé—. Solo huelo a los demás.
—Yo puedo olerte y decirte —ofreció.
Por alguna razón, eso me hizo sentir avergonzado. Bajé la cabeza queriendo evitar que el mayor viera mi sonrojo. Sentí la nariz de Potter contra mi cuello, lo que me provocó un estremecimiento y un cosquilleo.
—Hueles a libros, libros viejos. Y a frutos rojos. Y tierra mojada.
Cuando se apartó, no me atreví a mirarlo, esperaba que no se diera cuenta que me había hecho sentir extraño.
—Tú y yo hacemos una cabaña en un día de lluvia —concluyó.
—¿Qué?
—Si estuviera en una cabaña y se pusiera a llover y por alguna razón no puedo salir. Leería y comería. Y cuando saliese el sol me asomaría y todo olería más fuerte, a tierra mojada y a pino.
—¿No crees que sea raro? Oler a las personas y eso.
—Creo que te lo había dicho, Malfoy —soltó una de mis manos y subió la suya para agarrarme el rostro y hacer que lo mirara—. Somos magos, ¿por qué querrías ser normal?
Tragué saliva, me sentía conmovido y vulnerable. Era extraño asociar esos sentimientos con Potter.
—Solo le conté a mi mamá… Lo del olor de las personas —susurré.
—Imagino que ella olía muy agradable.
—Ella también olía a sol, sol y flores.
—Tu mamá suena a que era primavera, ¿no?
—Y papá invierno. Papá huele a metal, nieve y pociones.
Me callé al darme cuenta que estaba hablando de más. Eran cosas que solo había compartido con mi madre y sabía que eran extrañas. Potter volvió a tomar mi mano y solo ahí me di cuenta que debí haber estado haciendo algo con los dedos.
—Deberíamos bajar —Potter me soltó—. Ya me dio frío.
Miré al Gryffindor algo confundido hasta que comprendí sus palabras. Me alejé de inmediato.
—Lo siento, te distraje y estuviste expuesto al frío por mi culpa y…
Potter me tapó la boca con una mano y sonrió. Negó con la cabeza y me ayudó a llegar a la orilla. Me hizo bajar primero, siempre agarrándome, y solo me soltó cuando estuve dentro de la habitación. Me quedé parado en medio del dormitorio, sin saber qué hacer, todavía me sentía relajado, así que todavía estaba drogado.
—Dudo mucho que quieras dormir así.
El Gryffindor había dejado la bolsa de tela en una esquina y estaba ocupado cerrando la ventana y la cortina. El cuarto quedó en penumbras por unos segundos, antes de que Potter encendiera una lámpara.
Tiró un hechizo hacia el escritorio y las cosas que yo había botado volvieron a su sitio. Una camiseta de la selección alemana de quidditch y uno de los pantalones deportivos de Potter llegaron a mis manos.
—No creo que quieras dormir con tu ropa, ¿no?
El mayor me dio la espalda, pasando su varita por la cama para quitar los objetos y arreglar las mantas. Me tomó unos segundos reaccionar y, algo cohibido, cambié mis ropas, dejando mis prendas en la silla giratoria. El pijama me quedaba enorme, pero podría funcionar para dormir.
—Yo…
Potter se giró hacia mí y me sonrió.
—Elige, orilla o rincón.
Fue hacia el armario y evité mirarlo para darle privacidad. Una cajetilla voló hasta chocar contra mi hombro y quedarse flotando, la tomé algo desconcertado, sabía que eran mis cigarros, pero no entendía por qué me los pasaba.
—No se te vayan a olvidar —habló el Gryffindor—. Aunque es malo que fumes, creo que es peor que intentes asaltar mi habitación de nuevo, hay algunas trampas.
Miré a Potter sorprendido, tenía el torso desnuso y una camiseta en las manos. Me avergoncé y desvié la mirada de inmediato.
—Gracias…
Metí la cajetilla en el bolsillo del pantalón que había dejado en la silla y luego fui a la cama. Me metí bajo las sábanas y me arrinconé tanto como pude. Sentí el colchón hundirse por el peso de alguien y escuché al mayor acomodarse y cubrirse con las mantas.
—Oh, vamos, no te pongas así de tímido.
La queja de Potter fue acompañada con un brazo jalándome. Giré sobre mí mismo y me quedé frente al Gryffindor que había dejado su mano sobre mi cintura.
—Lo siento… —murmuré.
—No has hecho nada que debas lamentar, Malfoy. Solo relájate y duerme.
El Gryffindor cerró los ojos, podría haber creído que se había dormido de no ser porque sentía su pulgar acariciando sobre la tela de la camiseta. Era agradable, pero me hacía sentir nervioso.
—Potter.
—¿Uhm?
—¿Puedo hacer algo?
—¿Qué cosa? —sus ojos se abrieron.
Me lamí los labios, tragué saliva y me esforcé por no romper el contacto visual. Potter continuaba moviendo el pulgar sobre mí.
—¿Puedo besarte? Pero bien, no… No como el otro día, no sin tu permiso.
—Estás drogado, Malfoy. No creo que eso sea lo que quieras hacer —su voz era tranquila, no sonaba a regaño.
—Solo un beso. Por favor…
Potter lo pensó un momento, parecía que iba a acceder, pero negó. Apartó la mano de mí y me sentí triste y vacío.
—Sé que no soy guapo, que soy nerd, que no tengo personalidad y hablo mucho cuando estoy nervioso. Y sé que soy menor que tú y seguramente conoces a chicos mucho más geniales y guapos, con los que te besas siempre. Sé que todos piensan que soy hijo de Voldemort, y si no, que soy hijo de un mor…
La palabra murió en mi boca cuando sentí unos dedos sobre mis labios. Miré a Potter, no muy seguro de lo que estaba ocurriendo, él quitó la mano y la llevó a mi cabello, peinándolo lentamente.
—Estás drogado, Malfoy —explicó—. Y tienes razón, eres menor que yo. Pero nunca he pensado que seas hijo de Voldemort o que el hecho de que tu padre haya sido un mortífago te defina. No es malo que seas nerd o lo que sea, sabes muchas cosas por eso, ¿verdad? Como que Sirius es la estrella más brillante.
Las palabras suaves junto a las caricias lograron disminuir mi ansiedad e inseguridad. El tono no llegaba a ser condescendiente, solo amable.
—Pero no quieres besarme.
—Estás drogado —repitió divertido—. Crees que es una buena idea y algo que quieres hacer, pero pensarás en otra cosa en unos minutos. Estaría aprovechándome de ti si te besara o dejara que me besaras.
No entendía el argumento, mi mente estaba trabajando muy lentamente intentando darle sentido al rechazo de Potter. Él dejó de peinarme y en su lugar tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos. Pude notar, otra vez, que había estado haciendo algo con ellos pues el movimiento se vio interrumpido con la acción del mayor. Me sorprendía lo fácil que Potter veía los momentos en los que la ansiedad me superaba.
—Duerme ya, Scorpius.
Como una imperius, tomé sus palabras como un absoluto. Me acomodé en la cama para dormir, agarrando fuerte su mano contra la mía. Ni siquiera llegué a procesar que había dicho mi nombre antes de quedarme dormido.
La cama de Potter se sentía cálida y acogedora, y la mano que sujetaba me hacía sentir seguro. Empezaba a descubrir lo confiable que era Potter, nunca se burlaba de las cosas importantes y siempre terminaba siendo amable conmigo. Si los errores que había cometido no hubiesen ocurrido, habríamos sido amigos. Lamentablemente, las cosas no ocurrieron así y tuve que aguantar tanto sus defectos como los míos en nuestra extraña relación.
Muchas gracias por leer!
Próximo capítulo: El malentendido
