Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.
Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...
Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy
Capítulo 10: El malentendido
Mamá me decía que cuando las personas están enojadas, sus palabras suelen querer decir otra cosa, que solo buscan alimentar y justificar su molestia. Yo siempre lograba echar más leña al fuego, incluso cuando intentaba tranquilizarles, solo por no saber cómo expresarme.
Abrí los ojos lentamente, todavía me sentía algo mareado y extraño, pero no tan drogado como antes. Un techo lleno de imágenes me recibió y me tomó un par de segundos darme cuenta dónde estaba. Giré sobre mí mismo y descubrí que estaba solo en la cama, me senté lentamente, frotándome un ojo. Recién amanecía, así que había algo de luz. Un movimiento llamó mi atención y miré hacia donde estaba el escritorio.
Potter estaba sentado sobre la silla giratoria, tenía mi ropa sobre sus piernas y parecía concentrado en un rollo fotográfico. A mi cerebro aún dormido le costó comprender que había descubierto la foto que Albus había sacado de él.
—¿Qué es esto? —la pregunta fue brusca y llena de enojo mal reprimido.
—No es lo que crees… —susurré.
Salí de la cama, me puse de pie y me acerqué a él, pero Potter se movió con la silla, poniendo distancia entre nosotros. Me observó con una mirada dura y pude sentir un peso instalarse en mi estómago. Bajé la mirada sintiéndome avergonzado, las palabras se acumulaban en mi cabeza, pero no sabía cómo expresarlas.
—¿Y qué es lo que creo, Malfoy? —mi apellido sonó con tanto desprecio que me sobresalté.
Potter siempre había sido molesto, siempre haciendo lo que él quería, cuándo y cómo quería. Había martirizado a Albus por años, lo que me había incluido como daño colateral. Pero jamás me había llamado de esa forma, como si el solo hecho de pronunciar mi nombre le diese asco. Enterré las uñas en las palmas de mis manos al cerrarlas en puño, intentando controlar la decepción y la rabia que empezaba a burbujear en mi interior.
Al parecer, mi silencio no fue tomado bien. Potter hizo una bola con mis ropas y me las tiró, antes de que cayeran al suelo las sujeté con fuerza, apretándolas contra mi pecho. Volví a mirarlo y su expresión llena de traición me dolió aún más que la manera en la que me estaba tratando, así que me obligué a responder algo.
—N-no sé, pero estás sacando conclusiones apresuradas —mi voz no subió mucho de volumen, sentía el nudo en mi garganta haciéndose cada vez más grande.
Potter me miró fijo, frunciendo el ceño hasta el punto de casi unir sus cejas. Giró la silla para quedar frente al escritorio y de la superficie tomó algo. Volvió a mirarme y agitó el sobre café que contenía la foto revelada como si fuera un pañuelo.
—¿Por qué tienes una foto de mí? —su voz era helada y yo sabía que estaba enojado, muy enojado.
—De verdad no es lo que piensas… Solo era el pago a Paige.
—¿Paige? ¿La loca de Ravenclaw? —Potter se mostró confundido unos segundos, pero pronto su molestia regresó, con más fuerza que antes—. ¿¡Le ibas a dar una foto mía a esa psicópata!?
Me encogí como si quisiera hacerme pequeño, el grito me había puesto nervioso y toda la actitud de Potter me tenía alterado. Negué rápido con la cabeza.
—No se la iba a dar. Albus le había dicho que se la daría, pero yo no que…
—Así que fue Albus —me interrumpió—. ¿Qué mierda querían conseguir? ¿Qué estaban haciendo con Paige?
—Albus… Albus solo iba a pagarle a Paige, ella pidió una foto tuya a cambio de la mantequilla. Pero no creí correcto dársela, no se la di, de verdad —podía notar el temblor en mi propia voz.
—¿¡Iban a vender una foto mía a cambio de drogas!? ¿¡Y a la acosadora de Paige!? —Potter elevó los brazos e hizo un ruido extraño para luego levantarse y desordenarse el cabello.
Inconscientemente me encogí todavía más, queriendo desaparecer.
—Anoche dijiste que estabas enojado conmigo porque te hice una broma —continuó hablando, agarrando la muñequera de su zurda para darle vueltas—. Pero tú ibas a vender una foto mía. ¿Con qué cara te quejabas, Malfoy? ¿No te hace peor? ¿No crees que eres un poquitín hipócrita?
—De verdad que no es así, le dije a Paige que no tenía tu foto —intenté explicarme—. La escondí porque si Albus se daba cuenta, se iba a enojar y eso…
—Y todo se resume a Al, por supuesto —volvió a interrumpirme.
—No… Él…
—Dime, Malfoy. ¿Por qué haces todo lo que Al quiere? ¿Vas a seguir vendiendo fotos mías al resto de Hogwarts para conseguir cosas? ¿Y todo porque Al te dice que lo hagas?
—No es eso, yo no iba a vender…
—¡Ah! Pero claro que lo harías —Potter continuó con su monólogo sin escucharme, había dejado en paz la muñequera y había pasado a gesticular con las manos—. Buscas la atención de Al, le haces caso en todo, ¿qué esperas? ¿Que te corresponda al fin?
—Albus es mi amigo…
—¡Joder, Malfoy! Eres tan malditamente arrastrado. ¿Estás dispuesto a caer tan bajo? ¿Vendiendo fotos de otras personas? —el tono del Gryffindor era cada vez más alto, llegando a gritar—. No quiero verte, Malfoy, ni escuchar tus patéticas excusas para justificarte. Ni siquiera puedo llamarte traidor, ¿creer en alguien de Slytherin? ¡Já! Mi error.
—¡No me estoy justificando! ¡Estoy diciendo la verdad!
—¿Qué verdad? ¿Que Al me tomó la foto? ¿Que se la ibas a dar a Paige a cambio de drogas? ¿O que tienes tanto miedo de que Al no te quiera que aceptaste incluso cuando no querías? Las serpientes como tú solo tienen veneno.
Sentía las lágrimas de coraje acumularse en mis ojos. La impotencia me hacía temblar y estaba perdiendo el poco dominio de mí mismo. Debería estar acostumbrado a ser juzgado y nunca ser escuchado, pero Potter se había presentado ante mí como si fuera diferente. No lo era. Las personas solo veían mi apellido y me tachaban de malo.
—Vete, Malfoy. Vete ahora o te juro… —Potter no terminó la frase y solo señaló la puerta—. Fuera de mi vista. Ahora.
No supe cómo salí. Me sentía enojado con Potter por ser tan terco, con Albus por haber planeado lo de la foto y conmigo mismo por no saber expresarme. Me encerré en el baño y me cambié a mis propias prendas, dejando el pijama que Potter me había prestado en la cesta de ropa sucia. Me tragué el llanto y todo signo de debilidad antes de volver al cuarto de Albus, fingiendo que nada había pasado. Mi mejor amigo parecía estar recién despertando y me saludó de forma torpe.
—Me pegó súper fuerte… ¿Tú cómo estás?
—Bien —murmuré.
—¿Pasó algo? ¿Te sentiste mal? —Albus se levantó y se me acercó para examinar mi rostro.
—Solo tengo hambre. Demoraste en despertar —huí del escrutinio de Albus y busqué ropa limpia para vestirme.
Bajamos un rato después, el señor Potter había preparado el desayuno y había dejado el brownie cortado en pequeños trozos. Lily ya estaba sentada, observando de forma analítica el dulce, al ver a su hermano hizo una mueca, pero apenas se fijó en mí sonrió y agitó la mano. Albus me arrastró hasta la mesa y me sirvió un té. Casi de inmediato se puso a charlar con su padre y su hermana, Lily a veces me miraba y parecía querer incluirme en la conversación, pero nunca se atrevía. Por mi parte, intentaba hacer pasar por mi garganta la comida, no sentía el sabor de las cosas y me costaba tragar. Lily, en algún momento, se movió para colocarse en la cabecera de la mesa y así acercarse a mí.
—¿Estás bien, Scorpius?
Antes de que pudiera hablar, Potter hizo acto de presencia. Bajé de inmediato la mirada y me enfoqué en mi té, sin ser capaz de continuar con los sólidos. Sin proponérmelo, evadí mi mente, dejando que fuera muy lejos mientras mi cuerpo se movía en modo automático. Volví a la realidad cuando me sobresalté por el sonido de un fuego artificial, la taza de Albus había estallado al mismo tiempo, uniéndose las luces rojas con la bebida oscura. Siguió el brownie, los huevos fritos y el tocino del desayuno de mi mejor amigo, cada uno de ellos con su propio fuego artificial dorado o rojo. Hice mi mayor esfuerzo para no cubrirme las orejas con las manos. Todos, menos Potter, quedamos manchados con la comida.
—¡James Sirius Potter! —regañó el jefe de Aurores, intentando limpiarse con una servilleta.
—¿Qué hice? —por la expresión de Potter, era claro que había sido el autor.
—¡Jamie! —Lily parecía tener problemas para sacar trozos de clara de su cabello—. No te he hecho nada.
Albus se había apartado, con silla incluída, y observaba la mesa como si no se creyera lo que había pasado. Apenas recuperó la compostura, se levantó rápido y golpeó la mesa al apoyar las palmas sobre la madera.
—¡Dijiste que pararías! ¡Teníamos una tregua!
Pasé la mirada entre uno y otro. Potter tenía una sonrisa cada vez más amplia y burlesca, Albus no se veía demasiado digno con la cara manchada con brownie y la camiseta llena de pedazos de tocino y manchas de té. Estaba claro que la discusión iba a terminar muy mal. Sentí un vacío en el estómago cuando vislumbré la posibilidad de que el Gryffindor revelara que había intercambiado otra cosa con Paige.
Para mi sorpresa, ninguno de ellos fue el que dio el siguiente paso. Tampoco fue el señor Potter, que había tomado su varita y lanzaba hechizo tras hechizo para limpiar el desastre. Fue Lily la que continuó con la pelea, la pequeña había desistido de quitarse el huevo del cabello y en su lugar se había puesto de pie, tomado su vaso con jugo de naranja y salpicado al rostro de Potter. Todavía con el vaso en la mano, la chica apretó los labios como si quisiera aguantar las lágrimas.
—¡No metas a los demás en tus bromas a Albus! —la voz de Lily sonó fuerte y clara a pesar de todo.
—¿Pero qué te pasa? —Potter se estaba frotando los ojos y pestañeaba rápidamente, girando hacia la menor de la familia—. ¡No tenías que tirarme el maldito jugo!
—¡James! —regañó el señor Potter.
Albus había aprovechado que su hermano había quedado ciego por unos segundos para rodear la mesa y llegar hasta él. Aunque mi mejor amigo era mucho más bajo y débil, eso no lo detuvo al momento de agarrar la camiseta de Potter desde el pecho y zarandearlo. El gryffindor, que parecía estar teniendo problemas para ver, le dio un fuerte empujón a Albus. De alguna manera ambos cayeron al suelo y comenzaron a rodear dándose manotazos, más empujones y uno que otro puñetazo.
—¡Basta! —gritó Lily angustiada.
La niña se acercó a sus hermanos y agarró el brazo de Albus que en ese momento se encontraba sobre Potter y trató de separarlos. Sin embargo, mi mejor amigo estaba tan ofuscado que con un movimiento brusco se soltó del agarre y siguió forcejeando. Lily seguía pidiendo que se detuvieran, haciendo vagos intentos de tomar alguna parte de sus cuerpos, pero fallando totalmente. Podía ver las lágrimas corriendo por sus mejillas y la desesperación en todo su rostro.
—¡Alto! —el señor Potter también intentaba detener la pelea.
El hombre parecía haberse quedado demasiado asombrado para reaccionar los primeros segundos, pero ya se había repuesto. Con un hechizo no verbal separó a sus hijos y los dejó amarrados, cada uno a un lado de la habitación. Ellos, al ver que no podían continuar golpeándose, comenzaron a insultarse.
—¡No puedes culparme por ser un fracasado! —gritaba Potter, forcejeando con las cuerdas mágicas, pero logrando solo ser apresado aún más fuerte por ellas.
—¡No todo gira a tu alrededor, James! ¡Espero que la sala común de Gryffindor sea lo suficientemente grande para que tu ego quepa!—Albus se había rendido sobre librarse, pero no de discutir.
—¡Es por esa actitud de mierda que no tienes amigos! ¡Eres un maldito manipulador narcisista!
—¡Tú espantas a cualquiera que se me acerque con tus estúpidas bromas!
—¿¡Me vas a culpar a mí!? —Potter soltó una risa sarcástica—. ¡La única persona que te aguanta es Malfoy! ¡Y no es como que él tenga muchas opciones!
No escuché la respuesta de Albus. Solo podía oír un pitido, ruido blanco que hacía resonar mi cerebro y me hacía sentir aún más incómodo de lo que ya estaba. De pronto respirar se me hizo imposible, aunque inhalaba grandes bocanadas de aire, podía percibir que no estaba llegando a mis pulmones, mi garganta se había cerrado o algo se había instalado allí. Todo eso aceleró mi pulso a un ritmo anormal y que un sudor frío me cubriera. Iba a desmayarme o iba a morir y ninguna de las opciones me gustaba, lo que hacía que todo se sintiera con más fuerza y peor.
Algo cálido se instaló en mi pecho, extendiéndose lentamente. Me aferré a aquella nueva sensación tanto como pude, parecía que cada zona que tocaba se tranquilizaba y sentí un gran alivio cuando liberó mi garganta. Volver a respirar ayudó a que el resto de síntomas también fueran disminuyendo hasta ser tolerables.
—¿Scorpius? ¿Me escuchas?
Frente a mí apareció el rostro del auror Lupin. Quise responderle, pero mi voz no salió. Sentí la mano del metamorfomago sobre la mía y la seguridad que me dio el contacto me llevó a tirarme hacia adelante, todavía sentado en la silla, y abrazarme a él. Poco a poco me fui calmando, la calidez había regresado y había alejado la sensación de que iba a morir.
—¿Scorpius? ¿Estás mejor?
Asentí, todavía pegado al cuerpo del auror. Las manos del mayor acariciaban mi cabello y mi espalda como pequeños mimos. Me recordaba un poco a mamá.
—Está bien, padrino. Le apliqué un hechizo calmante dos veces, ahora solo está agotado —Lupin le dijo a otra persona.
—¿No hay que llevarlo a San Mungo? —reconocí la voz del señor Potter.
—No, no, estará bien. Yo me encargo de él.
Me aparté un poco de Lupin quien dejó de darme mimos y solo me regaló una sonrisa. Empecé a juntar valor, repasando en mi mente el diálogo que iba a tener para disculparme. Estaba en ello cuando Lupin me agarró ambas manos, al mirar hacia abajo pude ver que tenía los antebrazos llenos de rasguños, eso me avergonzó aún más.
—Lo siento… —murmuré.
—No te disculpes, Scorpius —Lupin comenzó a curar mis heridas con la varita—. ¿Necesitas algo?
Negué y tuve que reprimir el impulso de enterrarme las uñas para tener una ancla a la realidad. De nuevo sentí algo cálido instalarse y extenderse en mi pecho, fue entonces que me di cuenta de que había sido efecto del encantamiento calmante proveniente de Lupin.
—Gracias… Por todo.
—Somos familia, Scorpius, estoy aquí para lo que necesites. Te apliqué hechizos calmantes, aceleran el proceso de tranquilizarte, pero tienen el defecto de dar sueño.
Miré a mi alrededor, aún estaba en el comedor, pero solo estábamos nosotros dos. Todo seguía sucio y desordenado. Era extraño el silencio, aunque podía escuchar un murmullo proveniente del exterior.
—¿Albus está bien?
—Sí, solo está enojado —Lupin soltó un suspiro—. Está encerrado en su cuarto. Harry hablará con él luego de discutir con James. Será mejor que vuelvas a casa, Scorpius.
Apreté los labios, queriendo que la pesadez en mi pecho desapareciera. Lupin volvió a atrapar mis manos y apretarlas con suavidad.
—Seguro que Al y James terminarán castigados y Harry inventará alguna actividad para que arreglen sus diferencias. No sería bueno que estés involucrado de nuevo, Scorpius.
Asentí y me solté lentamente. Lupin me observaba, sus ojos eran color ámbar, me pregunté vagamente a quién estaría homenajeando o si ese sería su color natural, de todas formas, seguía teniendo la habilidad de hacerte sentir tranquilo. Teddy Lupin era como un día nevado que pasas frente a la chimenea bebiendo chocolate y leyendo, podía ser divertido, podía ser tranquilizador, pero, por encima de todo, era seguro y acogedor.
—Está bien.
El auror sonrió y todo su rostro pareció iluminarse.
—Ve a buscar tus cosas y a despedirte de Al, ¿bien? Te acompañaré a casa.
Asentí y me puse de pie. A paso lento subí las escaleras y fui a la habitación de mi mejor amigo, la puerta estaba cerrada, por lo que toqué.
—¡No voy a hablar contigo, papá! —gritó Albus.
—Soy yo…
Pisadas rápidas y la puerta se abrió, Albus me agarró el brazo y me hizo entrar. Me observó de forma analítica, buscando algo en mi rostro. Aproveché de examinarlo, se había cambiado y limpiado.
—¿Estás bien…? Yo… —respiró hondo y se mordió el labio inferior—. Te quedaste en blanco, como si no estuvieras aquí, Teddy no me dejó quedarme.
—No fue nada, estoy bien.
—Ya veo… —no me creía, pero no quería pensar en lo que había sucedido.
—Lupin me dijo que me fuera a casa, que seguro te castigarán. Vine a despedirme y a buscar mis cosas —me apresuré a cambiar de tema.
—Maldito James —se quejó Albus.
No quise decirle que también era responsable de la pelea, no tenía sentido discutir con él. Albus era jodidamente terco. Tomé mi bolso que había estado listo desde el primer momento, me había dado pena crear desorden en la habitación tan pulcra. Miré a Albus incómodo, sin saber cómo despedirme, él lo solucionó dándome un abrazo rápido y diciéndome que me escribiría. Me obligué a sonreír mientras salía y cerré la puerta tras de mí, al mismo tiempo la de la habitación de Potter se abrió.
—Tu hermano está viviendo un momento difícil —escuché la voz del señor Potter.
—Vaya, papá, felicidades. Solo te tomó darte cuenta, ¿qué? ¿Cuatro años? ¿Cinco? —Potter respondió de forma sarcástica.
—James —el nombre fue dicho de una forma dura.
—Lo siento, papá —Potter sonaba más avergonzado que arrepentido—. Solo estoy enojado con Al… Perdona, debí ser más maduro y no pagarla contigo.
—Está bien, hijo. Pero preferiría que te disculparas con Al, no conmigo.
Potter hizo un ruido de desagrado.
—James, en serio. Albus nunca se ha sentido normal. Solo intenta, por una vez, imaginar que eres diferente y que crees que esa diferencia te hace ser malo o defectuoso.
Estaba enojado con Potter, por muchas razones y a muchos niveles, pero no pude evitar sentir lástima por él. ¿Qué tanto se había escondido de su familia como para que nadie sospechara nada? ¿Cómo es que nadie había notado un comportamiento extraño en un niño de 12 años con ideas suicidas? Potter era una mierda, pero no le deseaba lo que había tenido que vivir. Nadie se merecía eso.
—Está bien, papá, lo intentaré —Potter dijo luego de unos segundos, suspirando—. Pero no voy a disculparme con Al.
El señor Potter pareció satisfecho con ello y salió al pasillo, cerrando la puerta tras de sí. Al girarse se topó conmigo, mirándome sorprendido.
—¡Scorpius! —su mirada bajó a mi bolso—. ¿Te vas?
Asentí, incapaz de formular alguna oración. El señor Potter parecía no haber notado que había escuchado su conversación con su hijo. Podría ser el jefe de aurores, pero era un hombre tan despistado. Albus estaba a un paso de odiarlo y Potter… el hombre no conocía a Potter. No conocía a ninguno de sus hijos. Mi relación con mi padre no era la mejor, pero nunca habíamos estado tan desconectados el uno del otro.
—¿Estás mejor?
Volví a asentir.
La situación se estaba volviendo incómoda, podía notarlo. No solo para mí, el señor Potter nunca había estado a gusto a mi alrededor. A veces, como si no se diese cuenta, me observaba como si yo fuera la criatura más extraña con la que se había topado. Antes de que las cosas se volviesen aún más incómodas, Lupin apareció.
—¿Estás listo, Scorpius? Oh, padrino, iré a dejar a Scorpius a su casa.
—Gracias, Teddy.
Bajamos y en vez de llevarme a la chimenea, Lupin me arrastró hacia la puerta de entrada, me quitó el bolso y me hizo salir hacia la calle. Avanzamos en silencio unas cuantas cuadras, suponía que quería decirme algo, así que solo esperé.
—Scorpius, ¿sabes qué pasó entre Al y James?
—¿A qué te refieres?
Lupin se detuvo y apoyó su mano en mi hombro, mirándome serio. Me vi obligado a levantar un poco la cabeza para hacer contacto visual.
—Albus se vengó por lo del callejón, ¿no? ¿Sabes qué hizo?
La foto, todo era culpa de la foto. Y mía. Potter no se habría enterado si yo no la hubiese guardado. Tragué saliva y negué con la cabeza, pero sabía que mi rostro me delataba, podía ver que Lupin no me creía, pero no indagó más.
—Ven, vamos a aparecernos.
Mi padre no parecía muy sorprendido de mi llegada, supuse que lo habría imaginado luego de ver los titulares sobre la pelea de los hermanos Potter. Invitó a Lupin a comer con nosotros, pero el auror lo rechazó amablemente, en su lugar, ambos fueron al laboratorio que había en la mansión porque mi padre quería mostrarle algo de su investigación. Aproveché de dejar mis cosas en mi habitación e intentar calmarme un poco. Cuando bajé a despedir a Lupin, ya estaban en el salón frente a la chimenea.
—El martes llegará tu encargo, Edward —despidió mi padre—. No escaparás de almorzar conmigo.
—¿Tan rápido? ¡Eso es genial! Me has salvado, Draco —respondió el auror sonriente—. ¡Y yo puedo invitar! Siempre estás haciéndome favores.
—A la familia se le ayuda. Además, tu sueldo debe dirigirse a la casa que quieres comprar con tu prometida, no a la comida de un viejo.
Lupin soltó una carcajada y estrechó la mano de mi padre, prometiéndole que lo vería el martes. Aún con la sonrisa, se giró hacía mí y me desordenó el cabello. Luego se me acercó para abrazarme, no era un gesto muy común entre nosotros, así que correspondí de forma torpe.
—Desearía que no vuelvas a ayudar a Al en sus venganzas, siempre han sido crueles y humillantes, ni siquiera puedo llamarlas bromas —susurró.
Se apartó de mí y se acercó a la chimenea, yo observé en silencio como desaparecía entre las llamas, sintiéndome culpable. Albus creía que había vendido una foto de su hermano, a futuro podría querer seguir usando aquel método. Preferí no pensar en ello.
—Scorpius, ven a mi despacho.
Hice una pequeña mueca, por supuesto que Lupin le había contado a mi padre sobre mi pequeña crisis y por supuesto que mi padre se había preocupado. A veces pienso en ese día y me pregunto qué opción habría sido la correcta, si haberle mentido a Potter, confesar todo a Lupin o aclararle a Albus que no estaba de acuerdo con él. No puedo saberlo, pero creo que siempre estuve destinado a fracasar.
Muchas gracias por leer!
Próximo capítulo: Chantaje
