¡Hey! En el capítulo 8 (brownies mágicos) puse June en vez de Juno. El nombre era Juno y ya lo arreglé, por si al leer esto les parecía raro el nombre.

Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.

Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...

Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy


Capítulo 11: Chantaje

Guardar secretos era uno de mis pocos talentos. Podía estar nervioso o aterrado, pero nunca decía o hacía algo que dejara ver lo que ocultaba. Mamá era la única que sabía hacer las preguntas correctas. Bueno… mamá y mi madrina, por eso le tenía tanto miedo.

Estaba desayunando con mi padre y mis abuelos, enfocando toda mi atención en la mermelada de frutilla y dudando en untarla en mi tostada por el simple hecho de que era un alimento rojo, definitivamente Potter había arruinado todas mis comidas futuras. Había estado tan pendiente de mi dilema con la comida que no noté el transcurso de la conversación hasta que el apellido Zabini llegó a mis oídos.

—Pansy es tan encantadora —dijo mi abuela—. Una lástima que se haya casado con el joven Zabini, de haber estado libre, podría haberse convertido en tu esposa.

—Están bien juntos, madre.

—No quiero decir que el joven Blaise sea un mal partido. Es un hombre encantador, aunque los rumores acerca de su familia no son buenos —continuó ella, arrugando la nariz.

—Madre… —masculló mi padre en advertencia.

—Escuché que la madre se casará de nuevo. Ya perdí la cuenta de cuántos maridos lleva, todos muertos —siguió, sin hacerle caso a mi padre, dando un sorbo a su té—. La reputación de la familia Zabini no es buena.

Mi padre se tensó, pude ver los nudillos ponerse blancos por la fuerza con la que apretaba una servilleta. Aunque su rostro parecía impasible, había un tic en la ceja izquierda, sus labios se apretaron en una fina línea y sus fosas nasales se abrían por la agitada respiración. Estaba a punto de explotar.

—Me da tanta lástima la pobre Pansy. Tener que aguantar las habladurías porque su suegra no sabe comportarse —la abuela Narcissa concluyó con un suspiro exagerado.

—Los Zabini tendrán horribles rumores, pero los Malfoy tenemos Marcas Tenebrosas. Para mí es obvio qué familia está peor —respondió mi padre de forma brusca y seca.

Las mejillas de mi abuela adquirieron un color rosa y su mandíbula se marcó por la fuerza con la que había apretado los dientes. Mi abuelo Lucius continuaba su desayuno ajeno a la discusión. Después de todo, era normal que mi padre y mi abuela discutieran cada vez que se veían y, por lo que había notado a lo largo de los años, el abuelo Lucius se avergonzaba y culpaba de haber arrastrado a mi padre a participar como mortífago, nunca participaba cuando se tocaba el tema.

—Solo quiero lo mejor para mi hijo, Draco —se defendió la dama, dejando su taza sobre la mesa.

—Y lo mejor para mí fue, es y será Astoria. No hay nada que discutir, no me volveré a casar.

Mamá nunca había sido bien recibida por mis abuelos, no la creían suficiente para su único heredero, mi padre hizo oídos sordos a sus opiniones y se casó de todas formas. Mi abuela había sido la más infeliz y no había dudado en humillar a mi madre a la menor oportunidad, solía decir comentarios crueles y la criticaba por todo, desde su elección de ropa hasta la crianza que yo recibía. Mi padre no se quedó de brazos cruzados, en algún punto de mi tierna infancia logró echar a mis abuelos de la mansión. Nunca supe cómo fue o si sucedió algo que la eterna paciencia de mi padre no soportó, solo sabía que de un día para otro ellos se habían marchado a Francia y solo volvían para la temporada de verano.

A veces pensaba que era triste. Después de la muerte de mi madre, y yo estando en Hogwarts, papá se quedaba solo en una enorme mansión llena de recuerdos agridulces. Se sumaba al duelo el hecho de que mi abuela se las daba de casamentera, se ponía tan pesada que papá solía traer a invitados casi todos los días, la más recurrente era la señora Tonks que a veces venía con su nieto Teddy Lupin. La señora Tonks era estricta y seca, pero nunca hacía comentarios malintencionados y se preocupaba genuinamente de nosotros. Estaba el plus de que mi abuela Narcissa nunca abría la boca en su presencia, todavía sin perdonarle el hecho de que se hubiese escapado para casarse.

—Si tienes tantos deseos de ver a Pansy, entonces invitaré a los Zabini a almorzar, ¿feliz? —negoció mi padre, cortando con demasiada fuerza una tostada—. Agradecería que evitaras comentar sobre su matrimonio, es vulgar.

Mi abuela arrugó el ceño y terminó su té, sin contestar. Yo me giré hacia mi padre y lo observé con horror, mi miedo a mi madrina era conocido por todos, era una de las razones por las que mi padre no solía verse muy a menudo con ellos cuando yo estaba en casa. Eso me hacía sentir mal y culpable, no quería que se volviera un ermitaño enfocado en sus estudios de alquimia, pero el solo nombre de la mujer me causaba escalofríos.

—Tranquilo, tu abuela distraerá a Pansy —me susurró, dándome palmaditas en la rodilla como muestra de apoyo.

Tal como mi padre había dicho, apenas llegó el matrimonio con sus dos hijos, mi abuela saltó sobre mi madrina y la arrastró a una conversación sobre moda y chismes de la alta sociedad. Mi padrino me había sonreído y desordenado el cabello para luego enfrascarse en una discusión con mi abuelo sobre unos extraños artículos que, según entendía, no eran muy legales. Normalmente, mi padre se habría quedado a mi lado, ambos sin hablar, pero haciéndonos mutua compañía. Papá buscaba huir de los comentarios de mi abuela y yo quería mantenerme lo más alejado de Pansy Zabini, teníamos el mismo objetivo. Sin embargo, los objetos de los que hablaban los dos adultos parecían ser lo suficientemente interesantes como para que mi progenitor se uniera a la charla.

Me quedaba solo hablar con los hijos de mis padrinos. Juno era un año menor que yo y me odiaba, yo era como un molesto insecto que tenía que aguantar. En Hogwarts me ignoraba por completo y si tenía la suerte de tener su atención, era solo para recibir una mirada de desprecio. Ella, por supuesto, no entabló conversación conmigo, ni siquiera me saludó, se unió a las mujeres para hablar de moda. Mi padre me había dicho alguna vez que Juno se parecía, en personalidad, a Pansy cuando joven, eso solo generaba más rechazo de mi parte.

—Malfoy —me saludó Helios.

Era un año mayor que yo y, normalmente, pasaba por completo de mí, pero no porque yo fuera a arruinar su reputación o a hundir su popularidad, que eran las razones de Juno, a Helios no le interesaban esas cosas. No estaba seguro si me encontraba estúpido o problemático, pero desde que me había hecho amigo de Albus, toda relación entre nosotros había terminado. Era irónico, porque en los últimos meses Albus y Helios habían empezado a relacionarse, principalmente por las sustancias ilícitas que mi mejor amigo hacía entrar a Hogwarts.

—Hola, Helios —susurré desanimado.

—¿Me enseñarías el jardín? —su tono era aburrido y monótono.

Lo miré confundido, no era común que él decidiera pasar tiempo conmigo solo porque sí. Era cierto que Albus había empezado a hablar con él, pero eso no significaba que yo entrara en el paquete, por mucho que mi mejor amigo intentara que así fuera.

—Yo… Eh…

—Juno está insoportable —señaló con un movimiento de la cabeza—. Imagino que no lo notaste, no me sorprende, nunca te fijas en nada. Ella vino maquillada, mi madre ya le advirtió sobre eso. Van a explotar en cualquier momento y me da pereza aguantar un conflicto tan estúpido.

Helios siempre conseguía hacer que te sintieras como un idiota, su voz sin expresión y sus palabras condescendientes generaban ese efecto.

Observé a Juno, vestía ropa muggle demasiado elegante para un almuerzo informal. Sabía que cada prenda era de alguna reconocida y exclusiva marca de ropa solo porque una vez me gritó cuando sin querer le tiré un poco de helado, que vistiera elegante no la hacía verse pulcra o inocente, todo lo contrario, acrecentaba el aura de perra despiadada. Intenté fijarme si llevaba maquillaje, había un brillo dorado en todo su rostro y sus ojos casi negros estaban enmarcados por pestañas demasiado largas, tupidas y rizadas como para ser natural. Tenía un delineado complejo de color dorado el cual contrastaba sobre su piel tan oscura como el ébano.

—¿No es demasiado pequeña? —pregunté, analizando a la chica que le sonreía a mi abuela.

—Yep, ese es el punto. Mi padre teme que chicos se aprovechen de ella —Helios bufó—. Todos sabemos que Juno es la que los hará llorar.

Juno levantó la mirada y nos observó, hizo una mueca de desagrado y arrugó la nariz como si le hubiese llegado olor a mierda. Su cabello rizado y tupido tenía reflejos rubios. Si se había teñido, su madre la iba a matar, ya habían tenido una discusión el año anterior porque ella había dejado de trenzarlo y en su lugar tenía un afro.

—¿Vamos o no? —me apuró Helios.

—Ah, sí, claro.

Me alejé de aquella zona del jardín y llevé a Helios hacia donde estaba el invernadero. Cuando la enfermedad de mamá aún no la incapacitaba, pasábamos mucho tiempo en medio de la tierra, sembrando, recortando y cuidando, a mi padre no le gustaban las plantas, pero de todas formas se sentaba con nosotros a seguir las instrucciones de su esposa.

—¿Y si entramos al invernadero? Acá el sol pega demasiado —se quejó Helios, usando una mano para cubrir sus ojos verdes del sol.

—Sí, claro…

El invernadero tenía un olor floral y a tierra mojada, cerré la puerta tras de mí y avancé por los pasillos hacia el centro donde había unas cuantas bancas alrededor de un árbol viejo. Helios avanzó sin mirar nada y se dejó caer en uno de los asientos, suspirando.

—Agradable.

El ambiente un tanto húmedo y fresco le quedaba al primogénito de los Zabini. Su personalidad arisca y un tanto huraña junto a su desprecio a la humanidad y el cero filtro de sus palabras combinaba con un pantano lúgubre y peligroso.

—Siéntate, me pone nervioso que te quedes como estúpido ahí parado.

Obedecí. Helios se acomodó, su mano peinando los cabellos oscuros y totalmente lisos. La luz un tanto verdosa lo hacía ver enfermo, la piel normalmente pálida se veía gris, me recordaba a los tritones que habían sumergidos en el lago negro. Volvió a mirarme y tuve un mal presentimiento.

—Potter león hizo un excelente trabajo humillándolos —hablaba de James Potter—. Lamento no haberlos visto con los colores de Gryffindor.

—Ah… sobre eso…

—Mi madre nos llevó al callejón, pero ya había pasado la escena —me interrumpió—. Ella y Juno estaban comprando túnicas, yo di vueltas y me fui enterando del chisme.

—Potter es un idiota.

—Concuerdo. Pomposo y arrogante, tiene el ego demasiado grande —Helios rodó los ojos—. Pero no hablemos de él, hablemos de Potter serpiente.

Sonaba a insulto, pero entendía que fuera complicado referirse a Potter o Albus si no se agregaba algo más, al menos el tono que había usado no parecía ser malo, no como el que había utilizado para hablar de Potter. Suspiré y observé un helecho que había a unos cuantos metros, concentrándome en las gotitas que habían en sus hojas.

—No te preocupes por tu pedido, Albus consiguió todo —mencioné, suponiendo que ese era el motivo para apartarme del resto.

—Sé que lo hizo. Solo me llamó la atención que no estuvieran pegados como siempre, no sueles hacer algo si no estás bajo la mirada de Potter serpiente —giré la cabeza para mirarlo, la expresión de Helios era neutra.

—No entiendo…

—Te vi con Paige —se apresuró a aclarar.

Sentí como mi corazón dejó de latir para luego galopear frenético, un sudor frío cubrió mi piel y el invernadero se me hizo más frío que nunca. Pensé que me pasaría lo mismo que había ocurrido en el comedor de los Potter, pero solo era una sensación de pánico.

—¿Estás saliendo con Paige?

—¡Por supuesto que no! ¡Está loca! —no quería gritar, pero lo hice.

Helios sonrió. Me di cuenta que le había dado lo que quería y eso me aterró. Porque Juno era una perra desalmada, pero su hermano era mucho peor, muchísimo peor. Normalmente no se metía en la vida de los demás, claro que era observador y recogía cada pedacito de información para luego usarlo a su beneficio. Tenía todas las cualidades para ser un digno miembro de la casa de Slytherin. Tragué saliva y me mordí con fuerza el labio inferior, sentí el sabor metálico de la sangre, pero me concentré en el dolor para no dejarme arrastrar por mis sentimientos fatalistas.

—Me pareció ver otra cosa… ¿Sabes qué pasaría si se lo comento a Juno?

Claro que sabía, todo Hogwarts lo sabría. Y aunque lo negara, no importaría, porque Juno Zabini lo dijo y ella nunca inventaba nada. Además, si corría el rumor, Albus haría preguntas, descubriría que yo no había entregado la foto y se enojaría conmigo por haberle mentido. Eso haría que, eventualmente, Albus descubriera que el beso que nos habíamos dado sí me había afectado, lo que podría acabar con nuestra amistad, ¿no? O, peor, Albus podría llegar a odiarme porque yo era un enfermo que se sentía atraído hacia otros chicos.

—¿Qué quieres? —la pregunta me salió estrangulada.

Helios se tiró hacia adelante, apoyando los codos sobre sus muslos y entrelazando sus propias manos. Sentía su mirada escaneándome y traté de no hacer contacto visual. No era el mismo tono, pero sí el mismo color que los ojos de Albus, eso solo me recordaba la importancia de que Helios no abriera la boca.

—Potter serpiente sigue siendo un Potter. Y los Potter son socios de Sortilegios Weasley, solo necesito algo de allí.

—¿Por qué no lo compras?

—Porque aún no está a la venta. Habla con Potter serpiente y consíguelo —metió la mano en el bolsillo del pantalón y extrajo un trozo de pergamino para luego extendérmelo—. Si me lo das, olvidaré ese beso. Pero si cuando volvamos a Hogwarts, no lo tengo en mi poder… Bueno, ya sabes.

Tomé el pergamino con la mano temblorosa. Helios me dedicó una sonrisa que estaba lejos de ser afectuosa y se puso de pie. Pensé que era un bastardo manipulador, pero por mucho que lo insultara, debí haberlo esperado. Ni Helios ni Juno eran mis amigos y si podían explotar mi debilidad, lo harían sin dudar.

El resto del día se sintió como un sueño. Era como si yo no estuviera allí, pero la sensación no era tan fuerte como para no ser consciente de lo que ocurría. El pergamino se sentía pesado en mi bolsillo, varias veces pensé que se había incendiado porque sentía un calor anormal en mi pierna. Tenía que encontrar una forma de conseguir el estúpido objeto sin hablar con Albus, el problema era que yo no conocía a nadie más que a Albus.

Ya en la noche, cuando me estaba lavando los dientes para irme a dormir, recordé que en la casa de los Potter había hecho buenas migas con Lily. Parecía que yo le agradaba lo suficiente como para que notara mi existencia, porque Lily Potter era un ser extraño que solo tenía ojos para las criaturas que habían en el agua. Si consideraba su personalidad y los valores tan gryffindorescos con los que había sido criada, de seguro me ayudaría sin que yo tuviese que dar demasiadas explicaciones.

Querida Lily:

Necesito que me hagas un favor sin hacer muchas preguntas. Lamento tener que recurrir a ti, pero estoy desesperado y no puedo contar con Albus (por favor, no le hables de esto). La tienda de tus tíos tiene un objeto llamado "hell-O", ¿me lo puedes conseguir? Te pagaré, por supuesto.

Un muy desesperado,

Scorpius.

Mandé la carta al día siguiente apenas me desperté. Pasaron dos días sin que recibiera una respuesta, en su lugar me había llegado una carta de Albus, quejándose del castigo que le había dado su padre, y la de Hogwarts informando los útiles que debía comprar para el año que venía. Al tercer día al fin llegó un sobre que tenía anotado mi nombre y dirección de forma desordenada.

Scorpius:

Me hizo muy feliz recibir una carta tuya!

Busqué el objeto y es un juego (me pregunto por qué quieres un juego, pero no haré preguntas!). No es solo que aún no lo vendan, es un prototipo. Que sea un prototipo no es problema, pero es para mayores de edad, intenté robarlo, pero mi tío me descubrió, obviamente no dije que estaba buscando algo para ti, así que no te preocupes. Tampoco te preocupes por mí, no hubo castigo!

De verdad lo siento, me habría gustado poder ayudarte

Una muy triste, triste, muy tristísima

Lily

P.D.: y si le preguntas a Teddy? ÉL TE ADORA, SEGURO TE LO DA SIN PREGUNTAR

P.D.2: pero no sé si lo pueda conseguir

La carta estaba llena de dibujos, el más grande de una niña de grandes ojos llorando de forma exagerada. Suspiré y me quedé mirando la hoja, sintiéndome derrotado y creando en mi cabeza una serie de escenarios donde Helios y Juno esparcían el rumor y, posteriormente, Albus me odiaba por haber mentido y por ser un enfermo.

No quería llorar por algo que aún no pasaba, así que volví a leer la carta, mi atención fue a los posdata que Lily había dejado. Era cierto que Lupin me ayudaría sin hacer muchas preguntas si así lo pedía, pero sí o sí le diría a mi padre y yo no sabría cómo explicar las drogas y todas las cosas ilegales que había hecho con Albus. Solté un nuevo suspiro y me puse de pie para volver con mi padre y salvarlo de una aburrida charla sobre túnicas que mi abuela había comenzado antes de que yo me retirara.

Mientras salía de mi habitación, intenté pensar en soluciones. Como último recurso desesperado le pediría a Lupin que me ayudara, si lloraba lo suficiente y me mostraba vulnerable, quizás lograba que nada llegara a oídos de mi padre. ¡Maldito Helios! ¿Qué era lo que quería como para que solo se los vendieran a adultos? ¿Y cómo se había enterado de su existencia si aún era un prototipo?

De seguro Potter o Weasley habían hablado de esa cosa en Hogwarts, más probable que fuera Potter, porque Fred Weasley nunca hablaba. Estúpido y maldito Potter, si no gritara para comunicarse y si fuese un poco más discreto, Helios no se habría interesado en un estúpido juego de Sortilegios Weasley. Apreté las cuencas de mis ojos con las palmas, deteniéndome a la mitad de la escalera.

—Potter… —susurré para mí.

Quise golpearme. Manipular a Potter era mucho más fácil que manipular a Lupin, además, Potter era mayor de edad y tenía acceso a los productos de la tienda. ¡Era la persona perfecta para pedirle el favor! ¿Por qué no lo había pensado antes? Di media vuelta y subí los peldaños que había bajo tan rápido como pude, apenas llegué al dormitorio, agarré un pergamino sin usar y una pluma. Potter era una persona simple y demasiado Gryffindor para su propio bien, no iba a ser difícil convencerlo.

Potter:

Alguien me está chantajeando y necesito darle una cosa que hay en la tienda de tus tíos (se llama "hell-O"). Si no lo consigo, esta persona divulgará cierta información muy delicada, si esa información sale a luz, muchas personas llegarán a la misma conclusión que tú. No puedo explicar mucho por carta y será mejor que no hagas preguntas que ni tú ni yo queremos que alguien lea.

Prometiste enseñarme que no era algo malo y aún estoy procesándolo, pero si alguien se entera, mi vida se acabará. Lo que me da la razón de que es algo malo…

Además, tienes parte de la culpa de que esta persona me esté chantajeando.

Atento a tu respuesta,

Scorpius Malfoy

Ya en la tarde, intentaba prestar atención a la charla de mi abuela sobre la sobrina de una de sus amigas francesas, mi abuelo Lucius parecía un tanto exasperado mientras que mi padre fingía escucharla, aunque su cabeza estaba en otra parte. Con cada invitación de parte de mi abuela Narcissa, mi padre tenía una excusa preparada. A veces admiraba la paciencia y lo diplomático que era mi padre para tratar el tema de un nuevo matrimonio.

Un elfo apareció a mi lado, hizo una reverencia y me entregó una carta. No reconocí la letra, por lo que estuve seguro de que provenía de Potter. Me levanté de golpe, lo que hizo que mi abuela me regañara, mi padre solo me miró con curiosidad y me hizo un gesto para que me retirara. Salí corriendo y cuando estuve en la seguridad de mi habitación, abrí la carta. No había un pergamino, sino que una hoja muggle con los personajes del Rey León dibujados como parte del diseño del papel. Por supuesto que a Potter le iba a gustar esa película y por supuesto que había elegido ese papel para escribirme.

Busca la manera de escaparte mañana en la noche, te esperaré a las 9 en Grimmauld Place 12, ve por chimenea y usando ropa muggle. Te pasaré el juego después de eso.

Skipper

Observé la firma algo confundido. Pronto recordé los apodos en clave que se daban los "Cuatro Jinetes del Apocalipsis", lo que me esperaba de ese futuro encuentro iba a ser malo o una broma. Pero el Gryffindor había puesto que me conseguiría el juego, así que el que me obligase a algo para que yo me lo ganara estaba descartado. Entonces, ¿por qué Potter quería que me escapara?

Volví con mi padre para salvarlo de las garras de mi abuela Narcissa. Pasé el resto del día en el laboratorio de mi padre, mientras él trabajaba en su investigación, yo intentaba leer, pero mi mente iba una y otra vez al hecho de que la siguiente noche debía salir de la mansión sin que nadie se enterara. Esa fue la primera vez que James me dijo que escapara de casa y fue la primera vez que ideé un plan para hacerlo, mas no la última. Hasta el día de hoy no entiendo las intenciones que tuvo, claro que entender a James Sirius Potter siempre ha sido una tarea casi imposible.


Muchísimas gracias por leer

Próximo capítulo: La fiesta