Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.

Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...

Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy


Capítulo 12: La fiesta

Cuando era pequeño hacía todo lo que mi primo me pedía sin importar lo ridículo o peligroso que fuera. Luego de que casi me ahogara mi madre hizo un escándalo. No dejé que hablara con mi tía Daphne, le dije que había hecho las cosas porque quería, que nadie me había obligado. Lo peor fue que era cierto, mi primo nunca me dio una orden o me amenazó. Mi problema era que no sabía decir "no".

Casi eran las nueve de la noche y yo me había escabullido a la chimenea del despacho de mi padre. Para mi suerte, mi progenitor había tenido que salir por negocios y no volvería hasta un par de días después. Por otra parte, mis abuelos no tenían los permisos para vigilar la mansión y los elfos no se meterían en lo que ocurría en aquella oficina, tenía toda la libertad para poder escaparme.

Tal y como Potter me había pedido, me vestí con ropa muggle, un atuendo bastante lúgubre y formal. Como no sabía lo que quería el Gryffindor, me angustiaba pensar que había elegido mal el conjunto, al menos tenía la seguridad de que me veía como un muggle normal y corriente… quizás no normal ni corriente, pero sí muggle y eso era lo único que se me había exigido.

Viajé por chimenea hacia Grimmauld Place 12. Me encontré en un viejo salón, la luz de las farolas entraba a través de las ventanas sucias con cortinas apolilladas, aunque la habitación seguía estando bastante oscura, podía ver los muebles viejos y descuidados, la mitad cubiertos por sábanas blancas. Me aparté de la chimenea y cada paso levantó una nube de polvo, haciéndome toser. El tapiz de las paredes me llamó la atención, con curiosidad me acerqué, notando que se trataba de un árbol genealógico. "Edward Lupin", leí, estaba unido al nombre de Nymphadora Tonks que, a su vez, venía de Andromeda Tonks. Estaba en la antigua mansión Black. Seguí las ramas con el índice para llegar a mi abuela y luego hacia el nombre de mi padre y el mío. Sentí un calor en el pecho al ver "Astoria Malfoy", delineé la "A" con cuidado, pensando en lo mucho que me hacía falta mi madre.

—Llegaste a tiempo.

La voz de Potter me sobresaltó. Giré rápido y me dejé caer contra la pared, apoyando mi mano en mi pecho donde mi corazón latía frenético.

—Me asustaste —me quejé.

—Eso veo —se burló Potter.

Lo vi mover la varita para crear tres esferas de luces que dejó flotando, la habitación se iluminó un poco más y se vio más abandonada que antes. Escuché al mayor chasquear la lengua y murmurar algo.

—¿No tenías una ropa mejor? —cuestionó, haciendo una mueca de desagrado.

Me miré y luego a él. Como siempre, Potter vestía ropas anchas que me hacían pensar que estaba listo para jugar cualquier cosa, parecía haberse desencantado por el negro, el pantalón, las zapatillas y el jockey eran oscuros. Lo único que difería de su usual imagen era la sudadera de un rojo brillante con el dibujo de una cabeza de un león que llevaba. Era extraño verlo vistiendo algo con color, en Hogwarts eso ocurría solo en los partidos, donde se ponía el uniforme de Gryffindor.

—¿Qué tiene? —cuestioné.

—Que no sepas lo hace peor.

Potter dejó la varita y la gorra sobre un viejo sofá de un color indefinido y la sudadera, bajo ella había una camiseta negra. Me extendió la prenda roja y yo la tomé con algo de duda.

—Supuse que no tendrías nada adecuado, así que vine preparado. Dale, póntela —Potter recuperó su varita, volvió a ponerse el jockey, se cruzó de brazos y me sonrió socarrón.

—No me has dicho a dónde vamos —puntualicé.

—Ponte la sudadera, Malfoy —ordenó, rodando los ojos.

Solté un bufido y me coloqué la prenda, era suave al tacto, aunque olía demasiado a Potter y me quedaba un poco grande. Subí las mangas hasta dejarlas a la altura de mis muñecas y traté de analizarme.

—Lo haces a propósito, ¿verdad? Elegiste una que parece sacada de la Torre de Gryffindor.

Potter rió por lo bajo y no respondió. Dio media vuelta y salió del salón, llevándose las luces, me apresuré a seguirlo para no quedar a oscuras, intentando no tropezar al mismo tiempo que me fijaba en los detalles de la casa. Bajamos las escaleras y nos detuvimos frente a la puerta que, supuse, era la entrada. Señaló hacia una pared donde había una tela negra cubriendo un cuadro y luego puso un dedo sobre sus labios para indicarme que guardara silencio.

—Estamos en Londres —susurró—. Vamos a ir al lado muggle, así que evita cualquier cosa extraña.

Potter hizo desaparecer las luces y abrió la puerta, una brisa fresca se coló por la abertura y agradecí mentalmente la capa de ropa extra. El mayor salió y yo le seguí, bajando hacia la vereda, él cerró tras de mí y mientras se ponía a mi altura, guardó la varita.

—Qué bueno que esa bruja no despertó —murmuró.

—¿Quién?

—Walburga Black, hay un cuadro de ella que le encanta gritarnos e insultarnos por ser traidores de la sangre y mestizos. Nunca lo han podido sacar —explicó.

Luego comenzó a caminar hacia la izquierda, con un gesto de la mano me llamó y yo me coloqué a su lado para seguirle el ritmo, temiendo perderme en la ciudad. Había bastante gente en las calles, charlando entre ellos o mirando sus cines portátiles.

—Bien, tenemos que educarte en menos de una hora —mencionó luego de unos minutos.

La "educación" a la que Potter se refería consistía en aprender la historia de mi identidad falsa, la cual no estaba muy seguro de por qué debía tener, pero el Gryffindor no me había dado espacio para preguntar. Se suponía que asistía al mismo súper estricto internado que Potter, aunque yo venía de una comunidad muy religiosa, con eso podía explicar mi desconocimiento sobre la tecnología y la cultura pop. Cuando empezó a hablarme sobre opciones para mi nombre, lo detuve y lo convencí de que me dejara mantener el mío, no pareció gustarle mucho, pero terminó aceptando y murmurando algo como "si viene de una comunidad, puede tener un nombre extraño". Intenté no sentirme ofendido.

—Es aquí —Potter me empujó hacia un edificio.

No se veía viejo ni empobrecido como los departamentos donde habíamos conseguido las drogas con Albus, pero tampoco era lujoso. Potter me llevó hacia el ascensor y me metió dentro de la caja, presionando el botón que marcaba el número 4. Los espejos en las paredes nos reflejaban y no pude evitar hacer una mueca al notar que la sudadera roja era lo más llamativo.

—Te llevo a una fiesta —explicó al fin Potter.

—¿No estás enojado conmigo?

—Mmm… —Potter negó con la cabeza—. Cuando lo pensé, me di cuenta que es imposible que tú fueras un agente activo, debiste seguir las órdenes de Albus. Y aunque me fastidia, puedo entenderlo.

—Entonces esto no es una trampa, ¿verdad?

Él me observó con una ceja alzada.

—¿Qué horrible imagen tienes de mí? —solo lo miré y él suspiró, rodando los ojos—. Te dije que iba a enseñarte que no estás enfermo, ¿verdad? Estos son mis amigos muggles, los muggles son mucho más abiertos a estos temas.

—¿Por qué me obligas a venir a cambio de ayudarme? No suena a que será agradable.

—¿Habrías venido si no fuera una condición? —yo miré las puertas, haciendo un puchero, tenía un punto—. Te iba a ayudar de todos modos. No sé quién te chantajea ni con qué, pero si puedo salvarte, lo haré.

Potter cubrió su muñequera con una mano y la hizo rodar, parecía no darse cuenta de su gesto. Fui consciente de que la ayuda que me ofrecía el Gryffindor parecía ser una compensación por haberle fallado a alguien, a su yo de 12 años que había necesitado a alguien. Él estaba proyectando sus miedos y esperanzas en mí, eso me hizo sentir incómodo, Potter rondaba a mi alrededor porque me creía un suicida en potencia, cosa que no era. Intenté enfocarme en el otro punto.

—No sé nada de muggles.

—No te preocupes demasiado, solo apégate a la historia. Te caerán bien y les caerás bien.

No estaba muy seguro de ello, pero no dije nada. Solo lo escuché parlotear sobre sus amigos muggles y las fiestas que realizaban, por mucho que lo intenté, no retuve nada. Me estaba poniendo cada vez más nervioso y ansioso por cada piso que subíamos. Finalmente llegamos al cuarto piso y Potter me sacó del ascensor, había un ruido de música distorsionada por todo el pasillo que parecía provenir del mismo lugar que era nuestro destino. El Gryffindor se detuvo frente a una puerta y sacó su propio cine portátil, tocándolo con los dedos unas cuantas veces para luego guardarlo.

—¡Jamie! —gritaron unos segundos después al mismo tiempo que abrían la puerta.

—¡Sean! —Potter dio un saltito, rodeó mis hombros y me hizo entrar al departamento—. Él es el amigo del que te hablé.

Un tipo de unos veinte años me observó curioso, era tan grande y peludo como un oso, extendió su diestra hacia mí y la tomé algo nervioso, él me dio un apretón fuerte, aunque también sonrió.

—¡Los amigos de James son mis amigos! ¡Soy Sean! —me soltó al fin y me sonrió todavía más.

—Scorpius… —intenté hablar fuerte, pero mi voz se perdió con el ruido.

—¡Se llama Scorpius! ¡Es algo tímido! —habló Potter por mí.

—¡Entiendo! Entren, hay pizza y cerveza. ¡Están en su casa!

Pasamos a la sala donde las luces eran de baja intensidad, cambiando rápidamente de un color a otro, se parecían un poco a las tiras de luces que Albus tenía en su habitación. Pude ver a unas 10 personas esparcidas y todas saludaron a Potter con sonrisas para luego observarme. Nunca me había acostumbrado a la atención, por suerte, esta no parecía mala, solo curiosa, pero sentirme analizado aumentaba mis nervios y me ponía tenso. El Gryffindor me llevó hasta uno de los sofás, sorteando a un par de personas que parecían estar bailando.

Me obligó a sentarme al lado de una chica de pelo corto y turquesa. Lo primero que noté, después de su cabello que me recordaba al de Lupin, fue su maquillaje cargado y dramático muy parecido al de las cabezas de muñeca que colgaban de sus orejas. Vestía ropa negra con una camiseta que tenía un dibujo en blanco bastante grotesco, sus accesorios estaban llenos de cadenas, pinchos y metal.

—Mi futura esposa, este es Scorpius, mi compañero en el internado. Scorpius, ella es Marina, mi esposa —presentó Potter.

—Vuelves a decirme esposa y te corto las bolas, James —amenazó ella, luego se giró hacia mí y me sonrió—. Es un placer, lamento que tengas que aguantar a este idiota. Me gusta tu nombre, bastante único… Una constelación, ¿verdad?

Parecía una persona ruda y aterradora, pero era amable y dulce al hablar. Logró que me sintiera cómodo hablándome de mitología griega y nórdica, me sumergí tanto en el tema que no noté cuando Potter desapareció y en su lugar apareció Sean con dos botellas cerradas. Marina las abrió con la plataforma de su zapato y me entregó una.

—¿Bebes? Es cerveza.

Asentí, tomé la botella fría y di un sorbo, tenía un sabor algo diferente a las que había probado, pero no me había quemado la garganta, lo que era un plus. Marina tomó una cajetilla y sacó un cigarrillo, supuse que puse una expresión de anhelo, porque ella rió y me ofreció uno.

—Scorpius, Scorpius —canturreó ella— ¿cómo es James en el internado? Solo tenemos su versión de los hechos.

Íbamos por la segunda cerveza, el alcohol me había desinhibido lo suficiente para soltar la lengua sin la ansiedad que solía darme el hablar con extraños, aunque no tanto como para olvidar que seguía siendo una muggle y que debía cuidar mis palabras.

—Es un idiota, le gusta hacer bromas y atormentar al resto… —preferí no ahondar, no estaba seguro qué era mágico y qué muggle sobre los productos de broma—. Pero es popular, todos lo aman y quieren ser como él.

—Puedo imaginarlo… —respondió ella, poniendo los ojos en blanco—. Siempre odié a los deportistas populares.

—Yo también los odio, eso hasta que me uní al equipo —terminé el contenido de la botella—. Pero nunca me volví popular, solo dejaron de molestarme tanto.

Ella me observó con lástima y me alcanzó otra cerveza que acepté sonriente, me arremangué la sudadera hasta los codos y le di un buen sorbo a la bebida. Busqué a Potter con la mirada al darme cuenta que llevaba un buen rato sin estar con nosotros, lo ubiqué al otro lado de la sala, apoyado contra una pared con una botella en la mano y conversando animadamente con otro chico. Podía parecer algo normal, pero había algo en la postura de ambos que me hacía pensar que estaban ligando. Quizás era la sonrisa de Potter, no era la sonrisa que usaba cuando estaba con mucha gente.

—James es tan lindo —suspiró Marina—. Si no fuera menor, intentaría algo con él.

Ella había sacado una pipa pequeña de color negro que empezó a llenar con yerba. Pasé la mirada desde sus manos hasta Potter, tratando de darle sentido a sus palabras.

—¿Te gustan los viejos?

—Hablo de que es menor de edad —respondió riendo—. Por mucho que me guste, no voy a meterme con un menor.

Encendió la pipa y dio un par de caladas, de inmediato me llegó el característico olor a marihuana. Marina me miró y me entregó la yerba y el encendedor, aunque era la primera vez que fumaba de esa forma, parecía seguir el mismo procedimiento que las pipas que habían existido en las fiestas de Hogwarts. Además, siempre podía imitarla.

—¿Es menor…? —pregunté confundido antes de fumar.

—Aún no tiene los 18… —ella le hizo una seña a una chica—. Espera, tú también eres menor, ¿no? No deberías estar bebiendo y fumando.

En vez de contestar, imité los movimientos que ella había realizado y aspiré. Un montón de humo pasó por mi garganta y sentí el incómodo cosquilleo que solía ahogarme. Carraspeando y tosiendo, le entregué la pipa a la chica que Marina había llamado.

—Todos comenzamos siendo menores, Marina —dijo la joven, tomando la pipa que yo le había entregado y sentándose en el suelo—. ¿Estás bien, Scorp?

Asentí al mismo tiempo que tomaba la botella y bebía como si fuera agua, de inmediato el cosquilleo se alivió.

—Lo siento… —hice una mueca, sintiéndome de repente mareado.

—Tranquilo, es normal si no estás acostumbrado —la chica me sonrió, apoyando su cabeza sobre el regazo de Marina—. ¿No te aburres? Como James te trajo, pensé que estarías bailando.

—Déjalo en paz, los introvertidos preferimos estar al margen.

Marina me ofreció la pipa de nuevo y yo la tomé, aunque sabía que era una pésima idea. Retení el humo en mis pulmones, pero la tos me invadió otra vez, al principio intenté que no se notara, pero eso empeoró la sensación y terminé tosiendo como si fuera a vomitar. Alguien me pasó un vaso y yo bebí sin dudar; debía imaginar que ya estaba ebrio y drogado, no habría aceptado algo de un desconocido en circunstancias normales.

—¿Por qué le das eso? ¡Es un niño!

—Venga, James, no es para tanto.

Potter estaba arrodillado frente a mí y observaba ceñudo a la chica sentada a su lado, ella no parecía muy preocupada por el regaño. Cuando el Gryffindor notó que lo estaba mirando, volvió a prestarme atención.

—¿Cómo te sientes?

—Estoy bien —estaba muy mareado, pero había una sensación de felicidad, así que me enfoqué en esa parte—. Muy bien.

Alguien soltó una carcajada y me tomó varios segundos levantar la cabeza y observar al tipo que había estado coqueteando con Potter. Era guapo, mucho. Volví a mirar al mago, frunciendo el ceño.

—Vuelve con él, a mí no me jodas —hubo más risas a mi alrededor, Potter había arrugado la nariz, indignado—. ¡Dale, Potter! Ya viste que estoy bien, ve a meterle la lengua a tu amigo guapo. ¿Por qué vienes acá si estás con alguien tan guapo?

Potter se puso de pie y suspiró, me desordenó el cabello y me miró, negando con la cabeza.

—Olvidé que te pones así… Avísame si pasa algo.

Lo observé marcharse con el chico guapo, Marina, a mi lado, estaba en medio de un ataque de risa. Ella me sonrió y me ofreció de nuevo la pipa, yo no dudé en dar otra quemada y me sentí victorioso cuando no tuve la sensación de querer toser.

Lo siguiente que recordaba era estar parado al otro lado de la sala. Miré alrededor, algo confundido y muy mareado, mis ojos cayeron en el chico guapo que estaba sentado en una silla con Potter sobre sus piernas, parecían muy ocupados besándose. Pensé que tenía algún motivo para estar allí y me aventuré a un pasillo oscuro.

—¿Pasa algo?

En otro momento me habría asustado, pero solo logré soltar una carcajada y negar con la cabeza. El tipo llamado Sean me miraba con algo de preocupación, pero con una sonrisa a punto de aflorar en sus labios.

—Busco el baño —mis palabras sonaron arrastradas y eso me provocó una nueva risita.

—Aquí.

Sean abrió una puerta y encendió la luz. Entré tropezándome con mis propios pies, viéndome en la obligación de aferrarme al lavabo para no caerme. El mundo había empezado a girar tan rápido que pensé sería arrastrado por el movimiento.

—¿Estás bien? ¿Quieres que llame a James?

Giré la cabeza y en el marco de la puerta seguía Sean. Respiré hondo, tratando de procesar sus palabras hasta que capté el significado.

—Estoy bien, solo quiero usar el baño.

Le cerré la puerta en las narices y me quedé mirando la manija, incapaz de recordar cómo se le ponía seguro. No le di importancia y fui hasta la taza. Mi cuerpo se balanceaba y cada pocos segundos me daba un pequeño ataque de risa, ya que estaba allí, decidí orinar, luego me acomodé el pantalón y volví al lavabo a lavarme las manos y el rostro.

Estaba muy ocupado analizando mi reflejo, desconociendo a la persona que me devolvía la mirada, que no noté que habían abierto la puerta ni tampoco que alguien había entrado. Unas manos me tomaron de los hombros y me obligaron a dar la vuelta, Potter me observaba con el ceño fruncido.

—¿Qué hacías?

—Nunca me había dado cuenta que los reflejos son otra realidad, no esta. ¿Crees que seamos el reflejo de otro yo? ¿Conoces el espejo de Erised? Quizás nuestra vida es la que desean otros, pero nos ciega el deseo y no vemos lo que tenemos —algunas palabras me costó más que otras, pero pude soltar toda mi idea.

—Por los huevos de Merlín —masculló Potter—. ¿Qué tan drogado estás? ¿Cuánto bebiste?

Solo me detuve en sus primeras palabras, empezando a reír de forma histérica. La expresión que había usado me había parecido cómica.

Potter chasqueó la lengua y me hizo salir del baño, me llevó por el pasillo oscuro para meterme en otra habitación y encender la luz. Había una cama, un armario y un escritorio con su silla en un espacio muy pequeño. El Gryffindor cerró la puerta y el ruido de la música se amortiguó, me obligó a recostarme en la cama y se sentó a mi lado.

—¿Cómo es que nunca has hecho una tontería en una de las fiestas de Hogwarts?

Me coloqué de lado para mirarlo, quise recordarle que en la escuela solo Albus me hablaba, pero no encontré las palabras. Todo a mi alrededor se sentía tan extraño y al mismo tiempo mi mente parecía ir demasiado rápido, no podía vocalizar lo que pensaba.

—¿Cuando volvamos seguirás siendo un idiota? —aunque pronuncié la pregunta, no sentí que hubiese venido de mí.

—¿Crees que soy idiota?

—Lo eres con Albus.

Potter no respondió, tenía en las manos el móvil ese y parecía concentrado en mirarlo. No le di muchas vueltas y observé el dormitorio, había cosas tiradas, pero no era un desastre como el dormitorio del Gryffindor, además que los colores no eran vibrantes, eran azulados. Eso me recordó la sudadera y me hundí un poco para poder olisquearla.

—Huele a ti —mencioné.

—¿A mí? —su mirada se despegó del aparato y se detuvo en mí—. ¿Qué era? Madera, pino y… chocolate, ¿no?

—Huele a sol, huele mucho a sol.

Potter se rió, se desordenó el cabello y negó con la cabeza. Parecía exasperado, aunque no entendía por qué.

—Maldita sea, debí vigilarte mejor. Estás tan malditamente drogado —lloriqueó—. Nunca imaginé que se te fuera así la mano.

Solo le sonreí para luego dedicarme a ver el techo, dejando que los pensamientos pasaran por mi mente sin detenerme en ninguno. La tregua a la que habíamos llegado era, principalmente, porque no recordaba las putadas que hizo. Por esa noche pensé en él como un amigo, un igual, un chico que quería divertirse y coquetear incluso si era con otro chico. Esa fiesta me abrió los ojos de muchas maneras, pero lo más importante fue que descubrí que había espacios donde podía ser yo sin que me juzgaran.


¡Muchas gracias por leer! uwu
Próximo capítulo: Los amigos muggles de Potter