Lamento la tardanza :c mi trabajo me está dejando agotadísima, así que cambiaré los días de actualización, ahora serán los miércoles, así que nos estaremos leyendo el próximo miércoles :) ¡Disfruten el capítulo!

Disclaimer:

el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.

Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...

Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy


Capítulo 13: Los amigos muggles de Potter

Cuando era pequeño y leía, solía encontrarme con palabras que no conocía. Quedaba parado en mi lectura hasta que algún adulto me decía el significado. Mamá me regaló un diccionario mágico, solo debía escribir la palabra y la definición aparecería, sin embargo, me advirtió que no siempre encontraría lo que buscara.

Puede que en algún momento me hubiese dormido o tal vez solo me perdí en mis pensamientos. Me senté apenas volví a la realidad y de inmediato Potter se me acercó, apoyando su mano en mi espalda.

—¿Te sientes mal?

—Tengo hambre —murmuré.

El Gryffindor suspiró y se puso de pie para luego arrastrarme con él fuera del dormitorio. Me llevó a la cocina y me soltó para abrir una de las tantas cajas que había sobre la encimera. Potter sacó dos pedazos de pizza, entregándome uno que no dudé en morder. El sabor del queso inundó mi boca y no pude evitar soltar un gemidito de placer.

—Esta es la mejor pizza que he probado en mi vida —comenté.

—Ajá… la mejor.

—Sí, sí —le sonreí antes de seguir comiendo—. Me siento feliz, me gusta estar feliz.

—A todos nos gusta…

Observé a Potter con su cabello revuelto y los labios hinchados, claramente había estado ocupado antes de ir a verme. Tenerlo frente a mí me pareció extraño, además que no parecía muy contento de estar a mi alrededor, no entendía cómo había llegado al baño y por qué había decidido ayudarme.

—¿No estabas con el chico guapo? —pregunté.

Potter me miró confundido mientras masticaba lentamente. Vi como su expresión cambiaba a una de entendimiento y tragaba lo que tenía en la boca antes de responder:

—Se fue, ya no hay un chico guapo… —encogió los hombros—. Por cierto, ya veo cuál es tu tipo.

—¿Mi tipo?

—El físico que te gusta. Es un poco como Al, ojos claros y cabello oscuro —me explicó.

—Dije que era guapo porque objetivamente lo es. Nunca dije que me gustaba, es a ti a quien le gusta… —arrugué la nariz, pensando que había algo realmente incorrecto en ese hecho—. ¿¡Te gusta Albus!?

—¡Por Merlín, no! —Potter hizo una mueca de disgusto—. Debo llevarte a tu casa.

—¿Ya te vas, James? —cuestionó una tercera voz.

Una chica con el cabello rubio lleno de pequeñas trenzas, cintas y anillos nos observaba desde la puerta. Parecía una bruja celta y me pregunté cuándo el Gryffindor se había integrado en esos círculos.

—Mi amigo aquí presente no está en su mejor momento —Potter sonaba agotado.

Yo levanté la mano y la agité a modo de saludo, pensando que se refería a mí. La joven pareció desinflarse al reír y apoyó la cabeza en el marco de la puerta.

—Me gustaría que te quedaras un poco más, mi padre se enteró de mi ex novia y me enviará a un internado católico a que termine la escuela —ella hablaba con una sonrisa, pero su expresión era triste.

Dejé mi pizza sobre la caja y con una servilleta me saqué el exceso de grasa de las manos para luego acercarme a ella a darle un abrazo.

—Todo va a estar bien —intenté consolarla.

—Mierda, Malfoy… Perdón, fumó demasiado —Potter me obligó a soltarla y retroceder.

La bruja celta seguía sonriendo, aunque sus ojos estaban húmedos.

—No te enfades, James, a veces no necesitamos planes para actuar, solo abrazos —mencionó mirándome, su maquillaje era algo extraño, no seguía ninguno de los rituales de los que había leído o visto—. Gracias… Debes saber lo que significa que te manden lejos por ser diferente, ¿no? Por ese internado.

Había olvidado por completo la supuesta historia de mi vida muggle, también había olvidado que no estaba entre magos y brujas, más porque en mi estado creía que estaba frente a una wicca. En ese contexto, el comentario se me hizo tan extraño que tuve que analizarlo, estaba en Hogwarts porque era la mejor escuela de magia, no porque mi padre me quisiera lejos. Deduje que yo no era como ella y, al mismo tiempo, me pareció que los sentimientos horribles que la chica parecía tener eran iguales a los míos.

—Puedes estar lejos, pero eso no soluciona nada. Yo estoy lejos, pero todos ven un apellido racista y clasista, que soy hijo de un monstruo —poner mi situación en palabras era extraño, solía pensar en ello, pero no verbalizarlo—. Pero prefiero eso a que descubran que no me gustan las chicas, harán de mi vida un infierno si se enteran. Lamento que para ti sea tu padre.

—Scorpius… —la mano de Potter se aferró a mi hombro, pero yo ignoré su llamado ansioso.

—Mi padre también es racista y clasista, ahora se le suma que es transfóbico y homofóbico —la muchacha soltó una risa amarga—. Cree que hago las cosas para llamar la atención.

No comprendí los términos que usó, pero mi atención estaba en lo que esas cosas provocaban en ella, así que decidí no darles vueltas y enfocarme en lo desolada que se veía.

—La persona que más nos juzga no son nuestros padres, ni nuestra familia o la gente alrededor. Pueden ser muy malos, eso es cierto, ellos no paran de burlarse de mí y mis abuelos se alegraron cuando mi madre murió… —me di cuenta que me estaba yendo por las ramas y tuve que concentrarme para regresar a lo que quería decir—. Lo que quiero decir es que somos nosotros esa persona que más nos odia. Potter dice que todo esto no es enfermo, pero ocultarlo lo hace parecer muy malo… Quizás lo importante no es lo que tu padre piense, sino lo que tú pienses de ti.

La chica me observó en silencio y una solitaria lágrima se deslizó por su mejilla. Entré en pánico un segundo, pero ella avanzó hacia mí y me rodeó el cuello con sus brazos, apegándose a mí antes de volver a hablar.

—Gracias —susurró con la voz ahogada.

Le di palmaditas temblorosas e inseguras, sin saber cómo actuar. Potter nos miraba con una expresión extraña, demasiado seria para venir de él. Sujetaba su muñequera con fuerza, como si temiera que se le fuera a caer la mano.

—Yo… ya vengo —mencionó el Gryffindor, saliendo rápido de la cocina.

—Deberías conocer a Marina —me dijo la chica luego de soltarme—. Es la mejor persona del mundo.

Sentía que toda la borrachera se había esfumado mientras seguía a la joven rubia de vuelta a la sala. Marina seguía sentada en el sofá, fumando un cigarrillo, a su lado un tipo parecía estar sirviendo algún trago en pequeños y delgados vasos. La chica celta me obligó a sentarme en medio de ellos dos mientras que ella quedó de pie.

—Él es amigo de James —me presentó la muchacha.

—Ya lo sé —respondió Marina, poniéndome uno de los vasitos en la mano—. Prueba esto, lo hizo Dylan.

Mi atención se volcó por completo en la bebida y en el trozo de limón con sal que me había dejado en la otra mano.

—Voy a ver a James, quédate con él —dijo la wicca, yo alcancé a ver que se apartaba aunque pronto volví a concentrarme en el trago.

Marina me explicó cómo debía consumir la bebida con palabras y gestos, después hizo una cuenta regresiva para beber junto a Dylan, al menos entendí que así se llamaba. Hice las cosas que me dijeron y tragué, el líquido quemó mi garganta, pero por suerte el sabor no era malo… no tanto.

—¿Desde cuándo eres amigo de James? —las palabras de Marina eran arrastradas, pero logré entenderla.

—No somos amigos.

Ella me obligó a mirarla, agarrándome el rostro con sus dedos con uñas demasiado largas, sus ojos me inspeccionaron, aunque no pareció encontrar lo que buscaba. Al menos eso supuse cuando se mordió el labio inferior y arrugó la frente, frustrada.

—¿Están juntos de alguna manera? —cuestionó con duda—. Mierda, perdón, no me di cuenta.

Empecé a reír histéricamente a la mitad de la pregunta y negué.

—Es el hermano de mi mejor amigo —dije en cuenta me calmé.

—No sabía que tenía un hermano… —murmuró Dylan.

Marina empezó a explicar algo de familias complicadas y lazos sanguíneos que no entendí, mi nivel de procesamiento había disminuído notablemente. Apenas terminó de hablar sacó un cigarrillo al cual le dio una calada para luego pasármelo, no fue buena idea seguir fumando, la garganta ya me molestaba y la cabeza empezaba a dolerme.

—Debe ser problemático para ti tener que elegir —mencionó el tipo.

—Yo no elijo… —fruncí el ceño.

Iba a desarrollar más mi argumento, pero mi mente estaba nublada y retener cualquier idea se me estaba dificultando. A mi alrededor la conversación continuó, aunque yo seguía enfocado en el mismo tópico.

—Yo siempre… —comencé, viéndome interrumpido por silbidos y aplausos.

Observé hacia el foco de atención y vi a Potter abrazando a la chica rubia de antes, parecía estar besándola como si no hubiese mañana, ignorando al grupito que se había reunido a su alrededor.

—¿¡Qué!? —me ahogué con mi propia saliva y comencé a toser, soltando palabras inconexas—. Pensé… Potter…

—¿Qué pasa? —preguntó Dylan, dándome suaves golpes en la espalda—. ¿No que no había nada entre ustedes?

—¡No hay! Yo… Yo pensé que era como yo, que le gustaban los hombres… ¡Se besó con el chico guapo! —escuchaba mi propia voz indignada apenas modulando las palabras.

El joven soltó una risita y yo miré hacia Marina, esperando que me apoyara. Ella observó a Potter, luego a mí y, finalmente, empezó a reír con fuerza.

—Es bi —dijo entre carcajadas.

—¿Bi?

—Ya sabes, bisexual. Le gustan las personas de su mismo género y de los otros —explicó Dylan.

—¿Eso es posible…?

—¡Claro! —Marina sonrió amablemente y me peinó el cabello—. Entiendo tu confusión. También crecí en un ambiente conservador.

—Pero… no entiendo. Pensé que la gente era normal o como yo.

La expresión de ella se oscureció, sus cejas uniéndose para fruncir el ceño al mismo tiempo que hacía una mueca.

—No digas que no es normal… —dejó la frase al aire y su rostro volvió a ser el de antes, aunque estaba lleno de lástima—. Oh, mierda, te han hecho creer que no eres normal.

Antes de abrir la boca para responderle, Marina se me tiró encima y me abrazó con fuerza. En esa fiesta había abrazado a demasiada gente y no sabía muy bien cómo sentirme frente a ello.

—Eres normal, estrellita. Te prometo que llegará el día en que no te sentirá diferente —Marina se había movido para mirarme, su rostro quedó tan cerca del mío que podía apreciar su maquillaje—. En mi adolescencia me confundía que me gustaran las chicas, pero que también me gustaran las cosas que se asocian a las chicas. Mi transición fue hace muy poco y me costó bastante aceptarme.

—¿Transición? —sentía que me había perdido algo importante.

—Sí, soy una chica trans.

—Oh —intenté comprender el concepto, pero no lo logré—. ¿Qué es eso?

Marina me miró como si fuera un bicho raro y la sensación de que era un enfermo que no merecía estar allí me invadió. Pero todo pensamiento negativo se esfumó cuando ella volvió a sonreír y peinar mis cabellos.

—Soy una chica que tiene pene. Nací con pene y mi familia me crió como si fuera un niño.

—Perdona que te lo diga, pero tu familia es una mierda por obligarte a ser lo que no eres —seguía sin comprender lo que me estaba diciendo y normalmente no habría insultado la familia de otra persona, pero estaba ebrio, drogado y confundido.

—Es cierto, solo que ellos no sabían al principio. Yo tampoco… Eres muy amable, Scorpius —ella me dejó un beso en la mejilla—. En general las personas no lo ven de forma tan simple.

—¿Cómo es eso? —arrugué la nariz, intentando concentrarme—. No entiendo, eres una chica, no entiendo por qué tu familia te trató de otra forma.

Marina observó a Dylan, el tipo encogió los hombros. Ella me apretó suavemente el brazo para luego ponerse de pie.

—Voy a decirle a James que te lleve a casa, no estás bien —explicó antes de alejarse.

Yo me quedé mirando a la nada, el mareo había regresado y junto a él la sensación de estar flotando que me parecía tan agradable. Potter apareció a mi lado y me ayudó a levantarme, todo dio vueltas a mi alrededor y sentí que caería, pero el mayor me sujetó con fuerza.

Me hizo salir del departamento e ir al ascensor, no se movía tanto como el del Ministerio, pero me causó una horrible sensación en el estómago. Miré las paredes con espejo y me detuve a analizar mi aspecto. Tenía las mejillas sonrojadas, los ojos se me habían achicado y se veían excesivamente rojos.

—¿A dónde vamos?

Potter me miró y suspiró, me tomó del brazo y me hizo salir del edificio cuando el elevador abrió sus puertas. El aire frío de la madrugada fue agradable, me bajó un poco la borrachera, aunque no lo drogado.

—No puedo dejar que vuelvas así, vamos a esperar que estés un poco mejor —me explicó.

Asentí, aunque no entendía por qué nos habíamos ido y teníamos que esperar de todas formas.

Luego de unos minutos caminando Potter me dio una advertencia y me sujetó fuerte. La sensación de la aparición fue horrible y en cuanto mis pies se sintieron firmes sobre la tierra, me tiré hacia adelante para vomitar. No devolví nada, aunque las náuseas seguían presentes.

—Perdón… —murmuró el Gryffindor—. Ven, vamos a sentarnos.

Estábamos en un pastizal, la hierba estaba húmeda y el cielo mostraba un montón de estrellas. Potter movió su varita e hizo aparecer una manta, luego me obligó a sentarme sobre ella. Yo, en su lugar, me recosté y giré para quedar de costado y verlo.

—Pensé que te gustaban los hombres —solté.

—Me gustan…

—Pero puedes ser normal, también te gustan las mujeres.

Potter rió por lo bajo, sacudió la cabeza y se recostó boca arriba.

—No me gusta Albus —murmuré—. No es mi tipo.

—¿Cuál es tu tipo?

Encogí los hombros y me apegué al cuerpo del mayor, la brisa y la humedad me estaban congelando. Potter se mantuvo en su posición, aunque me rodeó con un brazo, obligándome a apoyar la cabeza en su hombro. Estaba tan cerca que su aroma inundó todos mis sentidos y, por alguna extraña razón, quise llorar.

—¿Cómo los conociste?

—Teddy me llevó al orgullo hace un par de años, defendí a Marina de unos idiotas transfóbicos y Teddy la invitó a comer. Mientras esperábamos a que sus amigos vinieran por ella, empezamos a hablar y me invitó a un pub para ver tocar a unos tipos. Ese verano empecé a pasar tiempo con ella y sus amigos. Al año siguiente me recibieron con los brazos abiertos.

No sabía qué era el orgullo o qué eran los transfóbicos. Fingí que entendía y solo asentí, me sentía demasiado agotado como para averiguar sobre el mundo muggle.

—Eres increíble. Siempre haces amigos… —susurré.

—Teddy dijo algo parecido.

—¿Te gusta?

Potter había empezado a acariciarme la espalda, sus movimientos se detuvieron apenas solté la pregunta.

—¿Qué cosa? ¿Teddy?

—No, no. El chico guapo o la chica rubia, ¿ellos te gustan?

—Un poco, sí.

Potter retomó los mimos y yo escondí el rostro en su pecho, rodeando su pecho con un brazo, él se dejó hacer. Me sentía cómodo en esa posición, era agradable y relajante, sentía que podía dormirme.

—¿Scorpius?

—¿Uhm?

—¿Crees que ya puedes volver a casa?

No estaba seguro qué estaba sintiendo, solo que si volvía todo lo que había vivido desaparecería, de nuevo sería un chico enfermo que deseaba besarse con su mejor amigo. Negué con la cabeza y lo abracé más fuerte. Podía sentir el calor corporal de Potter, era como tener un sol personal para calentarte.

—Odio que al volver todo será igual —confesé.

—¿Qué cosa?

—Tú, yo, Hogwarts —no sabía cómo expresar todo lo que se acumulaba en mi interior—. Tus amigos muggles son extraños, pero graciosos, ninguno se sorprendió porque me gustaban los chicos y hablaron de mujeres con penes. No entiendo mucho, pero sé que en el mundo mágico no es así.

—Eso quería mostrarte, Malfoy, un mundo más allá de nuestra sociedad.

Guardé silencio unos segundos hasta que una nueva idea se me cruzó.

—Sé por qué te fuiste cuando hablé con la chica rubia. Tú y yo somos iguales, pero también somos diferentes. Tienes mucho miedo porque nunca te has arrastrado por el fango ni has tenido que bajar la cabeza.

—¿Tú no tienes miedo?

—Lo tengo, porque yo he estado en el suelo y sé lo mucho que duele. Las personas que me quieren son pocas y me aterra perderlas… —solté un suspiro—. Mi padre o Albus, no quiero decepcionarlos.

—Puedo entenderlo si lo dices así…

El silencio volvió a llenar el lugar.

—¿Tú y Albus nunca van a parar? —cuestioné en voz baja.

Potter no respondió, levanté la cabeza y me di cuenta que estaba concentrado en el cielo, por un momento pensé que no me había escuchado.

—Por los fuegos artificiales del desayuno tú te fuiste, Albus se va a vengar cuando estemos en Hogwarts y si es así mis primos querrán responder —respondió al fin.

—¿No dijiste que yo era un arrastrado por hacerle caso a Albus?

—Sí, lo sigo creyendo —me observó frunciendo ligeramente el ceño.

—No eres tan diferente a mí —me senté lentamente—. Siempre asumes la culpa de las bromas que hace Gryffindor y siempre tienes algún plan para fastidiar porque tu familia espera eso de ti. Podrías parar, pero tienes miedo de que no te quieran.

Potter se sentó también y me observó molesto, parecía buscar las palabras correctas y mantener el enojo guardado.

—Mis amigos son reales —casi escupió.

—Albus también es real. Estamos en una situación parecida, Potter.

—Si puedes joderme es que estás bien. Volvamos.

No seguí con la discusión por la expresión que tenía Potter. Se la había visto un par de veces a mi padre cuando hacía oídos sordos a un insulto e intentaba no perder el control. Siempre pensé que era para no responderle al idiota que le decía asesino o mortífago, pero viendo al Gryffindor me lo replanteé. Quizás mi padre hacía eso porque tomaba el insulto como una verdad y aceptar que era una horrible persona desestabilizaba toda su psiquis. Potter tenía miedo de estar haciendo las cosas por otras personas y no por sí mismo.

Aparecimos afuera de Grimmauld Place y luego fuimos hasta la chimenea en completo silencio. Yo aún seguía perdido en el alcohol y la droga por lo que no le di importancia y volví a la mansión sin mayor preocupación que el lograr llegar a mi cama. Fue una proeza, pero me acosté sin haber botado nada en mi camino.

Desperté por culpa de un ruido molesto que perforó mi cabeza, giré un poco sobre la cama y sentí el aroma del Gryffindor demasiado cerca.

—Apaga tu alarma, Potter —me quejé.

Quise darle una patada, pero terminé rodando hacia el suelo con todas las mantas. Me zafé como pude y miré a mi alrededor confundido, una fuerte punzada me atacó, obligándome a llevar mis manos a mi cabeza.

—¡Joven amo! ¡La señora Narcissa requiere su presencia! —soltó un elfo.

Me cubrí los oídos haciendo una mueca y negué, lo que hizo que mi cerebro retumbara. Mientras volvía a la cama murmuré algo de sentirme mal y que dormiría, supuse que el elfo algo había entendido porque me dejó solo.

Cuando traté de tomar el vaso de agua de la mesita de noche me di cuenta que aún llevaba la sudadera roja. Así que eso había olido, pensé, no al Gryffindor idiota, apenas le dediqué un pensamiento a aquel chico antes de volver a dormir, sintiéndome horrible físicamente. No lo supe en ese momento, pero mis palabras habían dado justo en el mayor miedo de James Potter, eso llevó a que quisiera probar que yo no tenía razón. Me habría gustado estar de verdad equivocado, no solo porque los esfuerzos de James me amargaron ese año escolar, sino por lo mucho que sufrió cuando no pudo llenar las expectativas.


¡Muchas gracias por leer! uwu
Siguiente capítulo: Expreso de Hogwarts