Este capítulo está más largo que los otros, pero no quise cortarlo...

Espero disfruten la lectura y, sí, ya llegamos al inicio del año escolar jeje

Disclaimer:

el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.

Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...

Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy


Capítulo 14: Expreso de Hogwarts

Había dos formas de actuar cuando me ponía nervioso: guardaba silencio o era víctima de vómito verbal. Mi padre intentó enseñarme otras formas de sacar mi ansiedad, mi madre, en cambio, intentó que yo no llegase a tener ansiedad. Con el tiempo esas situaciones disminuyeron, pero nunca desaparecieron.

Apenas nos aparecimos en el andén 9 ¾ la mano de mi padre se aferró como una tenaza a mi hombro. Giré para verlo y él me devolvió la mirada con una ceja alzada.

—Scorpius, espero que esta vez sí hagas tu viaje en tren —me advirtió.

—No haré nada —murmuré, bajando la cabeza.

—No sabes lo muy preocupado que estuve —me soltó y en su lugar agarró la empuñadura de su bastón con fuerza—. No te metas en problemas y concéntrate en tus estudios, recuerda que tienes que dar tus Howls.

Rodeé los ojos y, para evitar su regaño, me acerqué a abrazarlo. No era muy común que tuviéramos ese tipo de contacto, mucho menos en público, pero si iba a dejarlo solo por varios meses, estaba bien aguantar esa leve incomodidad y expresarle mi amor. Mi padre cerró la boca, despegó una mano del bastón y la apoyó en mi espalda, dándome palmaditas inseguras. Definitivamente ese tipo de contacto nos era extraño.

—Nos vemos para Yule, papá —me aparté sonriendo, esperando tranquilizarlo—. Te prometo que no te decepcionaré.

—Scorpius, nunca me has decepcionado —suspiró—. Siempre he estado orgulloso de ti. Eres un chico listo y amable, dos cualidades que no suelen ir de la mano.

Cerré los ojos e hice una mueca cuando mi padre peinó mis cabellos, apartando un par de mechones de mi rostro. Normalmente me habría indignado, ya tenía 15 años, no tenía que ser tratado como un crío, pero era un gesto que mi madre solía hacer y el recuerdo de su ausencia fue más fuerte que mi desagrado. Observé a mi alrededor apenas mi padre volvió a tomar distancia y me di cuenta que poco a poco el resto de estudiantes empezaban a llenar el andén. Decidí que ya era hora de despedirme.

—Yo voy a subir ya —dije, agarrando mi baúl—. ¡Te mandaré una lechuza!

Mi padre hizo el ademán de retenerme, mas me dio un suave y corto abrazo a modo de despedida. Me murmuró un par de advertencias más para luego dedicarme una sonrisa. Yo me aparté, tomé mis cosas y me despedí agitando la mano antes de subir al tren. Por la ventana pude verlo desaparecer y en cuanto dejé de verlo solté un suspiro de alivio.

Llegar tan temprano era por el bien de ambos. No quería que mi padre tuviese que enfrentar comentarios maliciosos y yo quería conseguir un compartimento antes de que la gran masa de estudiantes se hiciera presente y comenzaran a meterse conmigo. Desde que me había vuelto buscador había disminuído el acoso, pero no había desaparecido.

Avancé por el pasillo casi vacío, aún había muy poca gente en los vagones. Me detuve frente a un compartimento cualquiera y la abrí con seguridad para meterme dentro, arrastrando mi baúl. Un chico apartó un libro de su cara y me observó curioso. Estaba recostado sobre el asiento con los pies apoyados contra la pared, razón por la cual no lo había notado antes. Sentí mi rostro arder por la vergüenza y traté de salir, aunque terminé tropezando con mis propios pies.

—Perdona… —me disculpé, agarrándome de una pared para no caer.

No debía ser de Slytherin ni de mi año, ya que no lo reconocí. Aquello era muy malo para mí, los estudiantes de las otras casas eran los más crueles al momento de molestarme. Sopesé la idea de huir, pero la voz del chico interrumpió mis planes.

—¿Los asientos estaban asignados? Lo siento, no lo sabía —dijo el desconocido con un acento extraño,

Parecía norteamericano por la mala modulación. Debía ser uno de los estudiantes de intercambio si hacía esa pregunta. Aunque los intercambios existían desde hace décadas, se habían masificado después de la guerra y la reparación. Hogwarts había estrechado relaciones con las otras 10 mejores escuelas del mundo para que sus magos y brujas de sexto y séptimo año pudiesen hacer un trimestre en cualquiera de las otras instituciones a través de una beca. Mi primo se había ido a Uganda en cuanto pudo usando ese método, haciendo los dos últimos años de su escolaridad lejos de Inglaterra para evitar el acoso por ser un Nott. Alguna vez me había planteado hacer lo mismo, pero con Albus siendo tan malo en los estudios, era una posibilidad cada vez más lejana.

—No… yo… lo siento. No pensé que hubiese alguien… —murmuré.

El extranjero se sentó dejando su lectura sobre el asiento a su lado y luego pareció analizarme. Yo hice lo mismo, aunque no tenía rasgos llamativos, su aspecto era extraño. Llevaba ropa claramente muggle, prendas del mismo estilo que había visto en los amigos muggle de Potter. Su ropa no fue lo que más me llamó la atención, sino que los tatuajes en sus brazos descubiertos y las perforaciones en su rostro y orejas. Su ceja y la aleta de su nariz llevaban aretes metálicos.

Si no fuera por la ropa, los tatuajes y la enorme cantidad de perforaciones, pasaría desapercibido con su piel morena, ojos marrones y cabello castaño

—Tal vez… —el chico observó mi baúl y luego hacia el pasillo detrás mío—. ¿Estás escondiéndote?

Sentí mi vergüenza aumentar y lo único que pude hacer fue apretar la mano libre para enterrar las uñas en mis palmas. Me sentía estúpido por no saber cómo reaccionar, sabía que me había quedado en blanco y, por mucho que me esforzara, no lograba darle ninguna orden a mi cuerpo.

—Puedes esconderte aquí —continuó, señalándome el puesto frente a él con la zurda.

Ya que estaba en un estado de pánico seguir órdenes me pareció lo más sensato. Cerré la puerta y me senté lo más lejos que pude de aquel tipo, no podía bajar la guardia tan rápido por muy amable que se viera.

—No quiero molestarte, me iré pronto, no te preocupes. Solo me senté porque no quería quedar como estúpido por haber entrado sin fijarme si había alguien. Huir habría sido más humillante, así que tampoco lo hice. Bueno, en realidad, no pude huir. Lo habría hecho, pero me quedé paralizado. Buscaré otro sitio, lo prometo —hablé rápidamente y sin respirar.

Escuché un pitido en cuanto me di cuenta de lo que había hecho. Mis pulsaciones habían aumentado drásticamente y un sudor frío perló toda mi piel. Presioné mis codos en mis muslos y bajé la cabeza para ocultar mi rostro entre mis manos y así evitar que el otro me viera.

—Mierda —murmuré ahogado—. Lo siento, cuando me pongo nervioso hablo demasiado.

Enterré los dedos en mi cuero cabelludo, buscando calmarme. Al mismo tiempo, me mordí el labio inferior con fuerza, pero en cuanto sentí el sabor metálico de la sangre, dejé de hacerlo y solo apreté los labios.

—Calma —mencionó el tipo de forma suave.

Levanté la cabeza lo suficiente para mirarlo, apenas hicimos contacto visual, él me sonrió tranquilizadoramente.

—Puedo irme yo —continuó hablando.

—No, no… Llegaste primero… —negué con las manos y me tiré hacia atrás—. ¿Cómo te llamas?

—Uh… Dudo que puedas pronunciarlo —comentó, encogiendo los hombros.

—Creo que puedo.

—No, en serio, te será difícil.

—¿No me dirás tu nombre? —fruncí el ceño.

—Uhm… No es importante, ¿tú cómo te llamas?

—No te diré —intenté no sonar demasiado resentido, pero fallé completamente—. No podrás pronunciarlo.

Él no se enojó, todo lo contrario. Soltó una carcajada llena de diversión, sus ojos ligeramente rasgados parecían cerrarse por la acción.

Touché. ¿Te escapas de tu familia?

—¡Claro que no! ¡Amo a mi familia! ¡Mi padre se equivocó al hacerse mortífago, pero ya pagó por eso! —solté a la defensiva.

—Okay… —el chico con nombre impronunciable ladeó la cabeza—. ¿Qué es un "mortífago"?

Abrí la boca, confundido por la pregunta. Por supuesto que aquel extranjero iba a desconocer sobre los Malfoy, la guerra mágica y todo lo que aquello implicaba. Mi reacción seguro habría parecido exagerada.

—Es… —comencé, aunque me interrumpí para soltar preguntas indignadas—: ¿Cómo no sabes qué es un mortífago? ¿Sabes de la Segunda Guerra Mágica? ¿De Voldemort?

Él asintió.

—Los seguidores de Voldemort se llamaban mortífagos —expliqué.

—Oh, tu padre es… No, perdona, era nazi.

—¿Qué?

—Algo de la historia de los nomaj —movió la mano, restándole importancia—. Pero pensé que en Reino Unido todos eran un poco racistas.

—¿Los Nomaj?

—Ah… Olvidé cómo se le dice acá a las personas sin magia. Era muggles, ¿no?

El chico volcó su atención a su propia camiseta, como si buscara hilachas en la prenda. Supuse que la conversación había muerto allí y aunque quería levantarme e irme, me sentía demasiado patético y torpe como para hacer algo más allá que observar mis zapatos.

—Normalmente no sería amigo de alguien que viene de una familia nazi. Y las personas así no quieren ser mis amigas —su voz me sobresaltó—. Pero si tratas de esconderte y defendiste a tu padre de esa forma debe ser porque te hacen bullying… Así que está bien, seremos amigos.

Había concluido con una sonrisa, extendiendo su diestra hacia mí. Yo observé su mano con el ceño fruncido.

—No me hacen bullying, solo me molestan un poco…

—No has soltado tus cosas, te aterraste al verme y estás arriba del tren dos horas antes —apartó la mano que no tomé, no se veía ofendido—. Yo diría que es más que molestar.

No tenía argumentos para defenderme, estaba claro que el contrario había leído bien mi situación, acertando en todas sus observaciones. Casi de inmediato sentí culpa por no haber aceptado su oferta de amistad, culpa que intenté enterrar, no sería bueno para mí relacionarme con otros solo porque no sabía negarme.

—Pensé que eso me ocurriría a mí. Reino Unido tiene fama de… ¿cómo traduzco esto? —murmuró para sí al mismo tiempo que juntaba sus manos—. ¿Cerrados?

—No quiero tu lástima —farfullé—. Si no te seleccionan a la misma casa que yo, será difícil que podamos ser amigos.

—¿Casa? ¡Ah! Te refieres a… —se dio golpecitos en la barbilla con el índice—. León, tejón, águila o serpiente, ¿verdad?

—Esos son los animales que simbolizan a las casas —observé.

—Lo sé, es que no recuerdo los nombres —agitó su mano como si espantara una mosca, sonriendo—. En Ilvermorny no importa mucho tu casa, sino tu origen. Eso porque está en un país multicultural demasiado racista, xenófobo y clasista.

Tenía al fin la respuesta de dónde venía. Según lo que recordaba, Ilvermorny aceptaba a estudiantes de toda norteamérica y se dividía en cuatro casas, cada una de ella representaba una parte del cuerpo. A diferencia de Hogwarts, la selección no creaba gran diferenciación, tenía en cuenta las habilidades mágicas de cada mago o bruja y mucha gente era sorteada a más de una casa.

—Eso no tiene mucho sentido y suena como si odiaras América.

—Estados Unidos —corrigió de forma seca—. Lo hago un poco. Pasa que no soy un gringo blanco.

Las tres últimas palabras fueron dichas en un tono totalmente diferente, marcando con fuerza la "r", supuse que era alguna frase típica del otro lado del mar que debía referirse a algún grupo de la élite.

—Acá sí importa nuestra casa. Convives con gente que tiene rasgos similares a ti y la educación se moldea alrededor de estas características —expliqué.

—Suena como si tomaran los MBTI y nos dividieran por colores.

—¿Los qué…?

—Una cosa nomaj… —encogió los hombros—. ¿Cuál es tu casa?

—Slytherin.

Él tarareó por lo bajo, de nuevo dándose golpecitos en el mentón.

—Esa es la serpiente, ¿no? Era algo de astucia o ambición, no estoy seguro, pero son los racistas… —él ladeó la cabeza, arrugó el entrecejo y se mordió la uña del pulgar—. Si dividen por cualidades, no tiene mucho sentido que toda una casa se cierre a recibir estudiantes solo porque no tienen un origen mágico.

—En Hogwarts: una historia se explica que…

Pasé unos 10 minutos hablando del contenido del libro. El chico con nombre impronunciable escuchó casi todo en silencio, solo me interrumpió un par de veces para preguntarme por un dato en específico. Cuando me di cuenta de lo mucho que me había emocionado hablando, me callé de golpe y me enterré las uñas en los muslos, moviendo la pierna de forma frenética.

—Uhm… Suena complicado —comentó, sin darse cuenta de mi abrupto silencio—. Pensaba que en Estados Unidos eran patriotas, pero Ilvermorny no tiene siglos de historia llena de tradición como en Hogwarts.

Realizó una mueca y negó con la cabeza, su expresión se veía como si hubiese chupado un limón amargo. Casi de inmediato volvió a hablar:

—¿Entonces el sombrero seleccionador leerá mi mente y decidirá a dónde voy? De verdad suena a un test MBTI. Si cruzara eso con cada casa seguro me saldría que los verdes son de acá y los morados de allá…

Parecía haberse olvidado de mí, hablando de cosas que no logré entender y gesticulando con las manos, bastante animado.

—Creo que irás a Ravenclaw —mencioné en cuanto dejó de pensar en voz alta.

Él rió de nuevo.

—Lo sabremos en la noche. Pero ya descartamos Slytherin, soy sangre sucia, mi familia es nomaj —hizo la seña de la paz y me guiñó un ojo.

Lo miré incómodo por la forma en la que había usado el insulto, de verdad que en América las personas eran extrañas.

—Yo no creo que debas… —comencé.

—Ya todos están subiendo —me interrumpió, señalando la ventana.

—¿Qué? ¡Ah! Tengo que buscar un compartimento vacío para mí y Albus —iba a ponerme de pie, mas me detuve al verlo—. ¿Qué haces?

El desconocido se había levantado, tomado una extraña maleta de color celeste llena de calcomanías y una mochila con retazos de tela cosidos, abierto la puerta del compartimiento y salido.

—Te dejo el compartimento —respondió sonriente desde el pasillo—. ¡Nos vemos!

Antes de que pudiera decir o hacer algo, me dejó solo.

Unos minutos después, junto al pitido avisando que el tren partiría, apareció Albus murmurando algo por lo bajo. Su expresión se suavizó al verme, una sonrisa se dibujó en su rostro, y casi de inmediato se metió dentro del compartimento, soltó sus cosas y me abrazó con fuerza.

—¡Scorpius! ¡Me alegra tanto verte! Me iba a morir entre tanto Gryffindor —se apartó para acomodarse—. ¿Uhm? ¿Estabas leyendo algo muggle?

Albus se había sentado donde originalmente había estado el tipo de nombre impronunciable. Tomó el libro que el extranjero había estado leyendo antes de mi interrupción, seguramente quedó en el olvido cuando empezamos a hablar. Lo agarré cuando me lo extendió y lo agarré con fuerza, dejándolo sobre mi regazo, sin saber cómo decirle a mi mejor amigo que había pasado el tiempo charlando con un desconocido.

—La literatura muggle me pareció interesante —dije en su lugar.

Él alzó una ceja, pero pronto encogió los hombros y soltó un comentario sobre lo nerd que era mientras empezaba a sacar diferentes cosas de su bolso. No sabía por qué le había mentido ni por qué le había ocultado el hecho de que tuve una conversación con otra persona, pero decidí mantener mi engaño y callarme.

El tren partió y empezamos a hablar de la parte de nuestro verano en la que no nos habíamos visto. Por supuesto que no le conté del chantaje de Helios o de la fiesta a la que había asistido con su hermano. Albus me estaba contando sobre una gran cena familiar en casa de sus abuelos cuando la puerta del compartimento se abrió. Por un momento pensé que sería el chico de intercambio viniendo a reclamar su libro y exponiendo mi farsa, pero en la puerta estaba Rose Granger-Weasley con el uniforme ya puesto y la insignia de prefecta sujeta a la túnica.

—Al, te estaba buscando —ella suspiró aliviada y se movió de tal forma que parecía estar dándome la espalda—. Me preguntaba si querías venir con nosotros. No está James, tranquilo, anda muy ocupado hablando de que es premio anual, pero Wood y…

—Rose —la cortó Albus—. ¿Siempre eres tan maleducada?

Las mejillas de la muchacha adquirieron un color carmín. Una serie de diversas expresiones se pintaron en su rostro para que, finalmente, quedase como un pez fuera del agua, abriendo y cerrando la boca.

—¿Qué dices, Al? —cuestionó ella, soltando una risita nerviosa y subiendo una mano a jugar con su cabello.

—Vienes y me invitas, ¿pero no a Scorpius? ¿Te enseñaron a creerte superior? —Albus alzó las cejas y dejó un segundo de tenso silencio antes de proseguir con su regaño—. No voy a ir a ningún lado sin mi mejor amigo. Por favor, cierra luego de irte.

Rose giró la cabeza y me observó sobre su hombro, haciendo una mueca mezcla de desagrado y enojo. Después volvió a fijarse en su primo, parecía querer decir algo, sin embargo, solo dio media vuelta y salió cerrando con un portazo.

—¡Merlín! —exclamó Albus poniendo los ojos en blanco—. Sé que te gusta, pero no sé qué le ves. En el verano se volvió más insoportable de lo normal.

—Creo que ya no me gusta… —murmuré.

Él me observó y sonrió como si le hubiese dicho que todos los exámenes habían sido suspendidos.

—¡Genial! Ahora hablemos de cosas que sí te gustan…

Albus revolvió de nuevo en su mochila y sacó un paquete de color celeste que me extendió. Lo tomé algo confundido y después de una indicación por su parte lo abrí con cuidado. Dentro había unos guantes sin dedos de piel de dragón adecuados para permitir un agarre firme a la escoba. Me los probé con una emoción mal contenida y me quedé mirando mis manos enguantadas, maravillado.

—¡Muchas gracias, Albus! ¡Son geniales! —chillé, dando saltitos en mi propio puesto.

—Me alegra que te gusten, el dueño de la tienda dijo que estaban hechos para buscadores —se veía muy pagado de sí mismo.

—¿Dueño de la tienda? ¿Entraste a una tienda de quidditch, Albus? —alcé una ceja, aún con mi expresión de felicidad pura.

—Por supuesto, no crees que iba a comprar el regalo de mi mejor amigo por correo, ¿verdad? Menos cuando no tengo ni idea de quidditch.

Aquello me hizo sentir un calor en el pecho y que una sonrisa conmovida se plasmara en mi rostro. Ahí tenía a mi mejor amigo. Lejos del estrés que suponía tanto su padre como su hermano mayor, volvía a ser el chico agradable que se había quedado aquella primera vez en el compartimento y aceptado mi amistad.

—Pero, ¿por qué?

—Sé que no la pasaste bien en mi casa. Quería disculparme y recompensarte, especialmente porque te fuiste… todo así —suspiró, señalándome con ambas manos—. Y quería dártelo en persona, por eso la demora.

—Gracias —susurré.

Albus me sonrió y se tiró hacia adelante para darme un corto abrazo que no dudé en corresponder. Apenas volvió a su sitio empezó a contarme sobre la correspondencia que había intercambiado con Zabini y los miles de planes que tenía para el año.

Cuando llegamos a Hogwarts ya me había olvidado del extranjero, el libro que se le había quedado y de la mentira que le había soltado a mi mejor amigo. Sin embargo, luego de la selección de los de primero, aparecieron cinco estudiantes de intercambio esperando su turno con el Sombrero. Me tomó un poco encontrar al joven con el que había hablado, sin su llamativa ropa y con los brazos cubiertos, se veía normal.

—... Gabriel.

El inicio de la selección me tomó por sorpresa, ni siquiera había logrado captar el apellido de la persona a la que habían llamado. De la pequeña fila surgió el desconocido del tren, el cual caminó para sentarse en el taburete. Ahora sabía que se llamaba Gabriel, un nombre común que hubiese podido pronunciar sin ningún problema. La profesora dejó el Sombrero sobre su cabeza y este abrió la rasgadura.

—¡GRYFFINDOR!

La mesa de los leones se llenó de calurosos aplausos, recibían animados al primer estudiante de intercambio después de tres años sin que ninguno llegara a su mesa. En su mayoría terminaban en Ravenclaw, después de todo se necesitaba buenas notas para postular a la beca. Otro tanto iba a Hufflepuff, seguramente por lo del trabajo duro. A Slytherin llegaban unos cuantos, en general eran personas que habían elegido asistir a Hogwarts por una razón en específico, era claro que habían terminado con las serpientes por la ambición que tenían. ¿Qué características eran de Gryffindor que sirviese para un intercambio? Ninguna.

El resto de la selección se vio opacada por la emoción de aquellos idiotas. Observé al chico del tren que hablaba en susurros con todos a su alrededor, siempre sonriendo y riendo. Tenía que encontrar una forma rápida de devolverle el libro que se le había olvidado y terminar cualquier tipo de relación, después de todo, era imposible mantener una amistad en casas rivales. Mi mente no paraba de crear escenarios desastrosos donde toda la escuela me odiaba solo por haber cruzado un par de palabras con el nuevo Gryffindor, así que del resto del proceso apenas logré enterarme que una chica vino a Slytherin y los otros tres fueron a Ravenclaw

—Ahora vienen los regaños de Mcgonagall a James, no sé por qué le dieron el premio anual —me susurró Albus, inclinándose hacia mí.

Tal como dijo, McGonagall hizo las advertencias de todos los años, observando al grupo de séptimo de Gryffindor. Nos recordó la importancia de la unión entre las casas y la hospitalidad que debíamos mostrarle a los estudiantes de intercambio. Finalmente, dio comienzo al banquete.

Era el inicio de mi nueva vida, mi adolescencia llegando junto a un millón de problemas. Fue la última noche que tuve paz y calma, las siguientes estuvieron llenas de frustración, impotencia y tristeza. A veces me pregunto qué habría pasado si no hubiese tenido tanto miedo a la reacción de Albus sobre yo congeniando con otras personas. Y a veces pienso que, tal vez, nuestra relación no se habría ido a la mierda si hubiese confiado un poco más en él y en nuestra amistad.


¡Muchas gracias por leer! uwu
Próximo capítulo: Las chicas de Gryffindor