Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.

Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...

Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy

Nota de la autora: Hey, hey, perdón por haber desaparecido por casi 3 semanas...

Estaba (estoy) deprimida y cambiaba todo el tono del capítulo a uno demasiado triste que no iba con esta parte de la historia, lo siento, soy un ser emocional que deja traslucir su sentir en sus creaciones.
Intentaré subir el siguiente capítulo que les debo este fin de semana y ya el miércoles volvería con las actualizaciones semanales, o eso trataré de hacer

Por cierto, me di cuenta que en los primeros capítulos puse Howls en vez de OWLs que vienen a ser los Timos (no puse Timos porque me acostumbré tanto a leer fics que usan los términos en inglés que me había olvidado cómo se decía en la traducción al español c': ) y que hay unos dedazos tremendos HJASFKA seguramente acá también habrá errores, disculpen por ello, aunque revisé y revisé podría habérseme pasado uno (o dos). Como sea, no revisaré los capítulos anteriores hasta que tenga un poco más de tiempo, porque no quiero atrasarme más con las actualizaciones.

Por último, sobre la historia. Al fin llegamos a Hogwarts, recordar que Scorpius está en quinto año y como el adolescente que es habrá muchas menciones a sexo (sé que hay muchas personas asexuales, pero también las hay sexuales). También habrán actos y palabras misóginas, como dicen por ahí, sobre advertencia no hay engaño

En fin! Espero disfruten la lectura :)


Capítulo 15: Las chicas de Gryffindor

Siempre fui un moralista, lo bueno siempre era bueno y lo malo siempre era malo. Cuando era niño me gustaba jugar a ser Harry Potter, esto duró hasta que mi primo —que recién había entrado a Hogwarts y se había enfrentado al odio y el desprecio— me hizo ver que nosotros éramos los malos, las familias mortifagas. No le dirigí la palabra a mi padre por un mes. Mi madre estuvo medio año intentando que yo comprendiera sobre arrepentimiento y matices; al final fingí creerle, pero la verdad es que mi brújula moral nunca se movió.

El primer desayuno del año escolar era, sin duda, el más importante. ¿Por qué? Muy simple: horario. Era en ese momento en el que se definía el año escolar, la cantidad de tiempo que ibas a disponer y con quién tendrías tus clases. Aún no entendía por qué la mayoría de las clases estaban divididas en Hufflepuff/Ravenclaw y Gryffindor/Slytherin, pero tenía la confianza en que ese año sería diferente y no vería a Rose en más de la mitad de mis clases. Iba a ser incómodo después de mi confesión del año anterior.

Cuando me desperté, Albus ya se estaba preparando. Ocupado en anudar su corbata, no se dio cuenta que lo estaba viendo hasta que susurré un "buenos días". Mi mejor amigo me observó con los ojos abiertos por la sorpresa, aunque pronto su expresión se desfiguró en una mueca. Me saludó y soltó una disculpa rápida, prometiéndome que me recompensaría antes de salir del dormitorio con la mochila al hombro. Ni siquiera había esperado una respuesta de mi parte. Sabiendo que me esperaba un solitario desayuno, me tomé mi tiempo en cambiarme y ordenar mis cosas.

El Gran Comedor estaba lleno de murmullos emocionados, incluso en la mesa de Slytherin había conversaciones animadas. Todos compartían sobre sus vacaciones y muchos hablaban emocionados por el año escolar que les esperaba. Me senté en mi lugar de siempre y me serví un té, apenas hice un gesto a modo de saludo hacia mis compañeros antes de concentrarme en mi comida, ninguno de ellos se esforzó en interactuar conmigo. Desde que me había vuelto buscador el acoso había disminuído, sin embargo, seguía siendo una persona impopular.

Había intentando hacerme un plato balanceado, pero cuando noté que había evitado la mermelada de frambuesa, las fresas frescas, las lonjas de jamón, el tocino y el tomate, me di cuenta que ya había interiorizado el comentario de Potter sobre los colores y la comida. Iba a ser difícil quitar la costumbre de clasificar los alimentos.

—¿Por qué miras con tanto asco el tocino? —cuestionó alguien, tomando asiento a mi lado.

Giré la cabeza y observé a Helios Zabini servirse su propio desayuno.

—No hice eso —murmuré.

—Como digas —me dio un pequeño vistazo para luego mirar al frente—. ¿Dónde está Potter serpiente?

Encogí los hombros y bebí de mi té. Helios no intentó volver a hacer conversación, nunca lo hacía. Planeaba seguir comiendo sin interactuar y esperar a que Slughorn pasase a mi lado para entregarme mi horario, pero un golpecito en mi hombro arruinó mis planes. Una chica bajita se había puesto atrás nuestro con las manos apoyadas en su cintura y una expresión severa.

—Malfoy, espero que tener tus OWLs no signifique que no vayas a ser parte del equipo. Mi estrategia te incluye —me reprendió con su voz de niña mimada—. ¡Y tú, Zabini! Debes presentarte a las pruebas, que seas bueno no significa que el puesto sea tuyo.

Amelia Pucey tenía la apariencia de una niña de 11 años, aunque ya estaba en séptimo. Era tan bajita como los estudiantes de primero y su rostro era redondo y angelical lo que le daba un toque dulce e infantil. Llevaba el cabello negro tomado en dos trenzas pegadas al cuero cabelludo sujetadas con pequeños pompones verdes que solo acentuaba el aire de cría. Sin embargo, tenía un carácter fuerte y un trato bruto. Nadie sabía cómo había sido físicamente posible, pero se las había arreglado para ser bateadora del equipo desde hace 5 años; sus golpes habían llevado a muchos a la enfermería.

—Eres la capitana —respondió Zabini sin dejar de comer—. Solo dame el puesto.

La chica golpeó la mesa con la palma, haciendo que el contenido de mi taza y el de otras personas se rebalsara. Algunos habían previsto que el temperamento de ella explotaría pronto al chocar con la cruda indiferencia de Helios, aquellos afortunados habían logrado poner a salvo sus bebidas y cuerpos, yo no fui tan rápido y vi mis tostadas humedecerse con el té. Pucey ignoró el desastre que había creado y se inclinó entre nosotros. Primero se giró hacia mí y yo desvié de inmediato la mirada. Podía verse tierna, pero era tan tétrica como una muñeca de porcelana. Por suerte, se enfocó de nuevo en Helios.

—Los quiero a ambos en el campo de quidditch el jueves a las 5. Tenemos que cambiar de guardián porque el bastardo de Flint renunció. Si hubiese seguido el entrenamiento que le di, no habría perdido tantos puntos frente a Potter —masculló ella, todavía sin apartarse.

—Wow, espera un momento ¿Steve Flint renunció?

Helios expresó la misma sorpresa que yo sentía, esta vez girando el cuerpo para observar a la chica. Si Pucey estaba obsesionada con el quidditch, Flint había hecho su vida alrededor del deporte. Recordé vagamente las discusiones que habían tenido ellos dos por el mal desempeño que Slytherin había estado teniendo los últimos años, la última debió ser una pelea sumamente fuerte como para que Flint desertara.

La capitana volvió a enderezarse con los labios torcidos en una mueca de disgusto y el ceño fruncido. Aquella renuncia no debió haberle sentado muy bien y el resto lo íbamos a pagar en cada jodido entrenamiento.

—Es un cobarde, no lo necesitamos. No cuando James Potter le anotó 150 puntos el año pasado —siseó.

—Lo siento, si yo hubiese… —comencé.

—¡No perdimos por ti, Malfoy! —su grito me sobresaltó—. Aún no estabas en el equipo en el primer partido y atrapaste la snitch en el partido amistoso. No podemos dejar todo en tus manos, por muy bueno que seas. Si Potter supera los 150 puntos, no ganaremos. Pero tengo un nuevo entrenamiento, ¡este año la copa será nuestra!

Miré de reojo hacia la mesa de Gryffindor. El equipo de quidditch de los leones consistía, básicamente, en muchos Weasley. Recorriendo las cabezas ya conocidas noté que ni Potter ni Fred Weasley estaban desayunando, eso explicaba la ausencia del bullicio escandaloso. Supuse que estarían haciendo la primera broma del año y volví a enfocar mi atención en Pucey, que había continuado hablando sobre Flint y su cobardía en mi pequeña distracción.

—Si te pones en ese plan, no voy a participar —mencionó Helios con voz neutra para luego retomar su desayuno.

—¿¡Por qué no!? ¡Zabini! Eres mi mejor cazador, ¿por qué vas a renunciar ahora?

—Pucey, no vamos a ganarle a Gryffindor. No vas a ganarle a Potter león. Objetivamente, Potter león es mejor cazador que cualquiera en Hogwarts, y es mejor capitán que tú —Helios soltó sin ningún tacto—. Me gusta volar y me gusta el quidditch, por eso juego. No haré de mi pasatiempo una agonía. ¿Para qué me voy a molestar en tratar de ganar en algo donde ya perdí? Yo me retiro.

Parecía que Pucey estaba a punto de golpearlo. Era cierto que había una eterna rivalidad entre leones y serpientes, pero la capitana lo había vuelto personal desde que tenía el puesto. Para evitar que las cosas se pusieran violentas, carraspeé y llamé la atención de ella. Pucey de mala gana me observó, lo que me hizo sentir bastante intimidado.

—Podemos enfocarnos en los otros partidos. Si le sacamos puntos a Ravenclaw y Hufflepuff, podríamos ganar la copa —intenté tranquilizarla.

Ella mantuvo su mirada en mí, digiriendo la idea por unos segundos. Finalmente, asintió. Apoyó su mano en el hombro de Helios y le enterró los dedos, seguramente con bastante fuerza porque el chico hizo una mueca de dolor.

—Vengan el jueves y no se metan en problemas, ¿entendido? —dijo para luego irse.

La observé alejarse unos metros y entablar una conversación con otro chico del equipo. Entendía un poco sus ansías por ganar la copa, era su último año y seguramente quería hacer un último esfuerzo y mantener su orgullo. Estaba en esa batalla personal contra Potter, ella no quería ser una mala capitana.

—Eres consciente de que la copa será de Gryffindor, ¿no? —desvié la mirada para fijarla en el rostro de Helios, quien me miraba con una expresión aburrida—. Cuatro Weasley, Potter y Wood, todos tienen sangre de grandes jugadores de quidditch. Si su séptimo jugador es aunque sea la mitad de bueno, su equipo será imparable.

—¿Ya sabes quiénes están? —cuestioné, volviendo a mirar la mesa dorada y escarlata.

—Granger-Weasley, Potter león y Dominique Weasley como cazadores; Wood y Lucy Weasley como bateadores; y Fred Weasley como buscador. Les falta un guardián, Coote se graduó el año pasado.

—Pensé que no te interesaba nada —dije sin pensar.

Zabini alzó una ceja para luego sonreír de forma maliciosa, no parecía ofendido con mis palabras.

—No soy un fanático como Pucey, pero me gusta el quidditch, eso incluye saber las posiciones de los demás. Con Potter león liderando a sus primos y Wood no tenemos ninguna oportunidad.

Aunque quería seguir preguntando, Helios volvió a enfocarse en su comida dando por finalizada nuestra charla y levantando el muro invisible que había entre nosotros.

Justo antes de que Slughorn llegase hasta mí con mi nuevo horario, Albus y Juno Zabini llegaron corriendo e intercambiando sonrisitas y miradas cómplices. El viejo profesor de pociones apenas nos hizo un par de comentarios antes de entregarnos nuestros horarios y continuar. Observé a mi mejor amigo inquisitivo, pero él me sonrió y negó con la cabeza.

—Es mejor que no sepas —murmuró y me guiñó un ojo.

—Si mamá llega a mandarme una carta por tus errores, te juro que te la haré pagar —advirtió Helios a su hermana.

Ella rodó los ojos y tomó un pastelito para darle un mordisco, sus ojos estaban fijos en la puerta, así que me giré con la intención de descubrir lo que habían hecho. Por varios minutos nada pasó, hasta que de la nada hubo un silencio y luego una ola de murmullos y risitas. En el umbral aparecieron dos chicas mayores a las que nunca había visto con el uniforme de Gryffindor.

—¿¡Esos son Potter y Weasley!? —gritó alguien.

El Gran Comedor sucumbió en un silencio sepulcral. Pude escuchar los pasos rápidos de ambos leones y las maldiciones que uno de ellos estaba soltando, seguramente Weasley, porque Potter parecía estar haciendo una de sus performance, como si hubiese sido su idea presentarse con esa apariencia.

En realidad, no eran llamativos por algo en particular. Parecían dos adolescentes que tuvieron que vestirse rápidamente y correr. Llevaban el uniforme en su versión femenina mal puesto y encima las túnicas que a ambos les quedaban grandes. El punto no era solo el cambio de ropa, sino que el cuerpo de ambos había cambiado y ahora tenían grandes pechos y el cabello largo. Weasley parecía solo haber intentado quitarse los mechones oscuros del rostro, mientras que Potter se había esforzado en crear una coleta alta.

—¡Bonitas piernas, Potter! —gritó alguien, rompiendo el silencio.

—¡Hey! ¡Weasley! ¿Vas a ir a divertirte con el palo de tu escoba?

—¿Quieres desayunar leche? Acá tienes un poco.

Las palabras se mezclaban con sonidos obscenos y carcajadas burlescas. Varios chicos rodearon a Potter y Weasley, impidiéndoles avanzar. Los comentarios cada vez subían más de tono y por cómo se movía la masa, me hacía una idea del forcejeo en el cual empezaban a estar. Algunos profesores se acercaron, pero las hormonas revolucionadas de aquellos adolescentes eran más fuertes y poco podían hacer para dispersar a la multitud. Podía ver a Fred Weasley apretar los dientes con fuerza, de un momento a otro dio media vuelta y le dio un puñetazo a un chico de Hufflepuff. Potter se apresuró a detener a su primo y empezó a susurrarle algo con urgencia.

—¡Suficiente, señores! —gritó McGonagall.

Los jóvenes se fueron apartando lentamente e incluso el tipo golpeado se fue sin decir nada, solo cubriéndose la nariz para detener el sangrado. La directora se veía bastante molesta con la varita en mano y el ceño fruncido.

—No puedo creer el comportamiento indignante que han mostrado. 20 puntos menos para Ravenclaw, Hufflepuff y Gryffindor —de inmediato llegaron quejas—. Una palabra más y restaré otros 20.

Aprovechando la pequeña calma, la mujer se acercó a los dos chicos… O chicas. Weasley no parecía haber mejorado su humor y Potter se veía entre preocupado y consternado. Mientras veía como el comedor recuperaba su bullicio, me di cuenta que Slytherin no había perdido ningún punto. Me giré para poder ver al resto y me detuve en Albus que observaba todo con una sonrisa cruel. Entonces él era el responsable, pensé. Tenía sentido que ninguna serpiente hubiese participado en el acoso, Albus debió haberles advertido. Apreté los puños sobre la mesa, incómodo, a mí no me había dicho nada.

—¿Vamos? —la voz de Albus me llegó lejana.

Mi mejor amigo se puso de pie, mirando su horario. Me apresuré a ir con él en cuanto procesé sus palabras y juntos salimos al hall. En el camino pude escuchar a McGonagall indicándole a Potter y Weasley que fueran a la enfermería. Traté de no mirarlos, debía ser incómoda toda esa atención.

—¿Cómo…? —cuestioné cuando estábamos en un pasillo desierto.

—No sé si debas saber, Scorpius —comenzó Albus—. Si no sabes, nadie puede culparte.

—¿No confías en mí? —cuestioné herido.

—¡Lo hago! —él se me acercó y apoyó sus manos en mis hombros, haciendo que nos detuviéramos—. Solo no quiero que te castiguen o te pase algo. Yo soy un Potter, si se enteran solo tendré un castigo. Pero si eres tú…

No tenía que decirlo. Sabía a lo que se refería.

—Es porque soy un Malfoy —concluí, ignorando el nudo en mi garganta.

Albus abrió la boca para negar el hecho, pero solo suspiró y me soltó. No quería hacer un berrinche, así que intenté parecer que no me importaba que me ocultara cosas.

—No sabía que existía un hechizo que te cambiara de sexo —mi voz sonó llena de rencor infantil.

—No hay… —Albus me agarró del brazo y me hizo caminar hacia una de las ventanas—. Si, hipotéticamente hablando, alguien quisiera hacerlo, debería usar pociones.

—¿Y cómo alguien, hipotéticamente hablando, les daría todas esas pociones?

—En el champú y otros productos de limpieza.

—¿Y el uniforme? ¿Por qué llevaban falda? Dudo que hayan elegido por su cuenta el uniforme femenino.

—Un hechizo. Todas las prendas que tocaban se transformaban en una de chica.

Empequeñecí los ojos, algo no me cuadraba.

—Albus… No eres bueno en hechizos —no quería sonar rudo, pero no había otra forma de decirlo.

—Lo sé. Si yo fuera el culpable, habría buscado ayuda… Personas con imaginación, talento y que no corrieran un gran riesgo.

Por eso había buscado a Juno Zabini. La chica era una bruja fenomenal y le tenía muy poco aprecio a los leones. Además, era tan astuta que podía romper algo frente tuyo y convencerte de que había sido un accidente o tu culpa.

—¿Era necesario llegar tan lejos? —solté junto a un suspiro resignado.

Aunque la pregunta que en realidad quería hacer era ¿por qué Juno Zabini? ¿Por qué no me pediste ayuda?

—Scorpius, yo no hice nada, solo disfruté el espectáculo —Albus sonrió y me desordenó el cabello en un acto totalmente condescendiente—. Arruinaron mi verano, un poco de humillación no es nada.

Di un paso atrás para que dejara de tocarme y fruncí el ceño. Mi mejor amigo era la expresión de la inocencia, pero ambos sabíamos que yo era consciente de su participación activa en aquella broma.

En realidad, no era tan malo. Quitando los comentarios de chicos que pensaban con la polla, no había sido algo realmente cruel. Las consecuencias lo eran, la venganza que habría. Me había sentido incómodo solo de presenciar el acoso, Potter y Weasley debieron pasarla peor. Los chicos habían aprovechado de soltar su ingenio de doble sentido calenturiento porque sabían que nadie los iba a regañar, si hubiesen tratado así a una chica de verdad, habrían recibido un severo castigo.

—¿Advertiste a nuestra casa? —murmuré luego de un estremecimiento.

—Fue idea de Juno, ella predijo que todos iban a soltar comentarios vulgares.

—¿Por qué no me advirtieron a mí?

Albus alzó ambas cejas y me observó confundido.

—Tú nunca dirías algo así. Nunca has hablado de lo buena que está una chica, el escote que tienen o lo bien que se les ve el culo en el uniforme de quidditch.

—Yo…

¿Los chicos hacían eso? No me parecía correcto de muchas maneras. Eran personas con las que había crecido y verlas solo por su apariencia me parecía ofensivo. Además, ni siquiera era consciente de todos aquellos puntos, solo podía recordar los culos de jugadores profesionales varones o las clavículas que los chicos mayores dejaban ver al aflojar la corbata y desabrochar los primeros botones de la camisa en los días calurosos.

Mi estómago se revolvió y sentí como si la gravedad se hubiese apagado. Sabía que Devon, el capitán de quidditch de Ravenclaw del año pasado, tenía un lunar en el cuello, o que Helios tenía los ojos verdes, pero que en la penumbra se podía confundir con azul. Y, sin embargo, no podía recordar ningún detalle de alguna chica. Incluso Juno, Lily o Rose se volvían difusas, y yo había convivido lo suficiente con ellas como para tener una imagen más clara.

—Lo entiendo, Scorpius, eres un caballero —continuó Albus—. Nunca me has contado sobre tus fantasías cuando… ya sabes.

Mi mejor amigo hizo un movimiento con la mano de arriba hacia abajo, mirándome con una sonrisa divertida. Era clara la alusión a masturbarse.

—No es que yo… —intenté explicarme, pero la vergüenza fue mayor y solo bajé la cabeza.

Sabía que mis compañeros se masturbaban, no todos eran buenos con los hechizos silenciadores ni eran discretos. También sabía que lo hacían pensando en cuerpos voluptuosos de grandes tetas, cinturas pequeñas y caderas anchas, a veces hablaban de ello o hacían pasar revistas de adultos con mujeres prácticamente desnudas.

Pero, de nuevo, yo era diferente.

No me había detenido a pensar que los cuerpos que imaginaba tenían la mandíbula marcada, el pecho plano y algo duro que en mis fantasías se presionaba contra mi muslo. Nunca había imaginado a alguien en concreto, pero siempre había pensado en hombres.

—No te espantes —se burló Albus—. Ven, vamos a clases.

Intenté dejarme llevar por mi mejor amigo, sintiéndome sucio y enfermo. ¿Por qué no había pensado en ello? ¿Cómo era que había ignorado todas las señales de mi anormalidad? Observé aterrado la espalda de Albus, ¿él sabía en lo que había pensado? ¿Sabía que yo me había corrido imaginando a un tipo? ¿Él había visto a través de mí y lo mucho que significó el beso que nos dimos?

Estuve en modo automático el resto del día, evitando cualquier contacto físico y lavándome las manos a cada oportunidad. Albus se preocupó al principio, pero entre las primeras clases y su paranoia sobre la venganza de su hermano y primo, se olvidó de mí y mi extraño comportamiento.

Necesité el beso de un Potter para admitir que me gustaban los hombres, necesité a un Potter transformado en chica para descubrir que nunca me habían gustado las mujeres. Ese habría sido un buen momento para confesarle todo a Albus, al menos, lo que había ido descubriendo de mí. No le dije nada. Cada secreto que acumulé llevó a que nos distanciáramos. Sé que fue mi culpa que nuestra relación se arruinara, que se abriera un abismo entre nosotros. Debí ser valiente, pero no pude y eso solo llevó a que perdiera a las personas a las que amaba, una y otra vez.


Muchas gracias por leer! uwu

Próximo capítulo: Actividades extracurriculares