Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.

Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...

Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy

Nota de la autora: Acá el segundo capítulo que les debía :) Es bastante largo, lo siento, quizás debí dividirlo, pero ya no lo hice, so... tendrán muchas palabras para leer :D

No estoy muy segura si el miércoles podré actualizar, en realidad, puede que esté desaparecida todo julio. Estoy llena de entregas de trabajos y exámenes que apenas tendré tiempo para existir (ni siquiera debería estar publicando ahora, pero meh). Aunque puede que sí publique porque entre más estrés tengo, más procrastino y si no estoy viendo mis estudios, pues será el fanfic jeje...

En fin, disfruten la lectura uwu


Capítulo 16: Actividades extracurriculares

De pequeño adoraba que mi madre me leyera cuentos y me fascinaban las voces que mi padre le ponía a cada personaje. Yo podía ser torpe y malo en muchas cosas, pero comprendía las historias que me narraban, mamá me decía que eso era porque yo era empático. Sé que era otra cosa.

Las primeras clases fueron rápidas y estresantes. Cada maestro nos recordaba la importancia del año escolar y nos llenaban de tareas. La mitad de los estudiantes estaban molestos y le ponía poco interés a los estudios, la otra ya había entrado a un estado de histeria. Yo aún no me inclinaba por uno u otro lado, pero sí estaba más irritable y mi paciencia era menor.

De todas formas me presenté el jueves a las pruebas de quidditch. Pucey soltó una snitch y nos indicó a mí, a una chica de tercero y a un tipo de séptimo que la atrapáramos mientras ella tomaba las otras pruebas. La primera vez la agarré en tres minutos, la segunda fue en 15, y ahora íbamos en la tercera. Ya habían pasado unos 20 minutos sin que la snitch apareciera y los tres volábamos sobre los otros jugadores que seguían las indicaciones de la capitana.

Un reflejo dorado viniendo de los camerinos me llamó la atención y volé a esa zona, sin embargo, no había rastro de la pelotita. La chica de tercero me había seguido y me dediqué a hacer un par de acrobacias para quitármela de encima. Unos minutos después noté un brazo flotando en las gradas de Gryffindor, el cual desapareció tan rápido como surgió. James Potter debía haber recuperado su capa de invisibilidad y ahora espiaba las pruebas de Slytherin.

—¡Pon atención, Malfoy!

Por instinto me agaché, apegando el pecho al palo de la escoba. Una bludger pasó disparada sobre mi cabeza, desordenando mi cabello y desestabilizándome por un momento. Observé el suelo donde Pucey tenía agarrado un bate y me observaba con el ceño fruncido. Busqué con la mirada a los otros buscadores, estaban haciendo una carrera al otro lado del campo. Maldije para mis adentros y me apresuré a alcanzarlos.

Estaba a unos diez metros de ellos cuando me di cuenta que era imposible llegar antes que ellos a la snitch, especialmente porque iban tomando velocidad al descender en picada. Decidí arriesgarme y en vez de ir en diagonal hacia ellos, enderecé la escoba y me aferré con fuerza a ella. Usé todos mis músculos para crear la menor cantidad de roce y así aumentar mi velocidad, avanzando de forma horizontal hacia el lugar donde se disputaban la snitch, aunque quedando un par de metros de ellos.

Mi visión se volvió borrosa por el viento y pensé vagamente que debía haber traído unas gafas aerodinámicas o haberme tirado un hechizo. Entrecerré los ojos para solo ver a través de las pestañas y así disminuir la cantidad de aire que secaba mis ojos. No necesitaba ver, solo tenía que posicionarme sobre los otros buscadores y me bastaba con identificar sus siluetas.

Cuando escuché un chillido viniendo desde abajo mío, me detuve de golpe y pestañeé tan rápido como pude para limpiar mis ojos. Cambié la dirección de mi escoba hacia la derecha y luego de contar dos segundos en mi mente extendí la mano y tiré el cuerpo hacia adelante para atrapar la snitch que subía rápidamente. Las alas se detuvieron y la pelotita quedó quieta en mi mano. Sobre el fuerte latido de mi corazón y mi respiración agitada pude escuchar el vitoreo de mis compañeros. Descendí hasta que mis pies tocaron el suelo y salté de la escoba para dejarme caer en el césped, todavía sin recuperar el aliento.

—¡Brillante! ¡Eso fue brillante!

Pucey se me había acercado aplaudiendo, sus ojos brillaban y tenía una sonrisa maníaca.

—No entiendo qué pasó… —el chico de séptimo se veía confundido y pálido.

—¡Talento! ¡Eso es lo que pasó! ¿Entrenaste en el verano, Malfoy? ¡Fue genial! —Pucey parecía extasiada.

—¿Pero cómo supo que la snitch subiría?

Todos los jugadores se callaron y me observaron fijo. Alguien me obligó a sentarme y me dio una botella de agua. Observé a Albus que me sonreía animado, empujando la botella para que bebiera. No me hice de rogar y di varios sorbos.

—Seguí el patrón —respondí cuando me sentí algo mejor.

—¿Patrón? —el tipo de séptimo no se veía muy contento.

—La snitch está hecha para huir de los buscadores. Cuando va tan rápido hace movimientos bruscos para cambiar de dirección, ya estaba yendo hacia abajo y a los lados estaban ustedes, solo le quedaba subir —expliqué.

—¿Cómo sabías que iba a cambiar de dirección? —la chica de tercero preguntó curiosa.

—No lo sabía, era una posibilidad. O ustedes la atrapaban o cambiaba de dirección, me arriesgué por lo segundo —concluí observando la snitch en mi mano.

—¡Brillante! Contigo como buscador tendremos tantas posibilidades de ganar —Pucey dio varios saltitos emocionada para luego tomar el silbato de su cuello y hacerlo sonar—. ¡Todos! ¡Vayan a cambiarse! ¡Luego de la cena publicaré los resultados!

Poco a poco los jugadores y aspirantes se fueron dispersando, agarrando sus escobas y yendo hacia los camerinos. Yo seguía sentado sobre el césped, intentando regularizar mi respiración y dando pequeños sorbos a la botella. Albus me comentaba lo genial que había sido mi jugada y lo mucho que confiaba en mí para derrotar a los leones.

Por casualidad volví a mirar hacia las gradas, de vez en cuando aparecía cabello rubio, un brazo moreno o parte de una túnica. Así que no era solo Potter, a juzgar por las pequeñas partes que a ratos eran visibles debía haber venido con los otros Weasley a presenciar la prueba. Decidí no prestar mucha atención ni delatarlos, no quería que Albus se metiera en una pelea, no cuando aún no había habido respuesta por la broma del Gran Comedor.

Me levanté con la ayuda de mi mejor amigo y tomé la escoba. Arrastrando los pies me dirigí a los camerinos, Albus me iba explicando lo que había sucedido en las pruebas y a quienes creía que le iban a dar los puestos. No era el mejor narrador, olvidaba o confundía términos, dejando en claro que hace mucho que no prestaba atención a algo referente al quidditch. Pero me alegraba su charla, desde que le había dicho que había hecho las pruebas, había intentado aprender lo básico para así darme su apoyo. Sonreí ante el pensamiento.

—¡Es que los voy a matar! —sonó un grito.

Albus y yo nos miramos para luego apresurar el paso. En la puerta del camerino de mujeres estaba Pucey con el uniforme de quidditch mal puesto, la ropa verde resaltaba aún más el hecho de que su piel se había vuelto escarlata. Aunque lo primero en lo que me fijé fue en el gran afro rubio en el que se había vuelto su cabello. Parecía un león.

—¡Voy a matar a tu hermano, Potter! —Pucey apuntó a Albus.

—¡Oye! ¡No la pagues conmigo! —se quejó mi mejor amigo.

—Ah, genial. Ustedes están igual —el chico de séptimo comentó, llegando hasta nosotros.

Con él venían tres chicos más, entre los que estaba Zabini. Todos tenían la piel roja y un afro rubio, algunos vestían el uniforme de quidditch, otros ropa casual y algunos el uniforme. Pero en general se veían desordenados y mojados.

Unos cuantos flashes me cegaron. Me giré hacia donde había provenido la luz y observé a Dominique Weasley con una cámara en sus manos. Tenía una sonrisa arrogante, esa que ponía cada vez que ella y sus primos hacían una broma y se salían con la suya.

—Se agradece el apoyo a Gryffindor, chicos —comentó Potter, adelantándose a su prima mientras levantaba los pulgares.

Dominique Weasley amplió su sonrisa, todavía con la cámara en sus manos. Lucy Weasley, a su lado, estaba cubriéndose los labios en un intento de ahogar la risa. Detrás, mirando con los brazos cruzados y sonriendo como un tiburón figuraba Fred Weasley. Estaba claro que eran los culpables y ahora nos estaban restregando su fechoría y consiguiendo pruebas humillantes.

—Jódete, Potter. ¿Saben? Jódanse ustedes también, Weasley. Jódanse los cuatro. ¿Creen que esto es gracioso? —Pucey se veía aún más fiera por parecerse físicamente a un león.

—Amelia, cariño, no deberías enojarte, te saldrán arrugas —Dominique Weasley hizo un puchero—. Y, honestamente, no necesitas ser más fea.

Helios fue el primero en reaccionar, atrapando en un abrazo a nuestra capitana y obligándola a retroceder. Pucey agitó los brazos e intentó zafarse, pero Zabini solo la agarró con más fuerza. Mientras aquello ocurría, la cazadora de Gryffindor volvió a levantar la cámara y tomó varias fotos, luego pasó las manos por su cabello rubio y lo agitó, supe que había soltado su allure porque todos los chicos se calmaron. Al tener solo un octavo veela su poder no era demasiado, pero ella sabía cuándo usarlo. No pensé en el hecho de que no me había provocado nada.

—Creí que en Slytherin tenían más clases. Siempre nos dicen brutos y salvajes, pero se ve que son peor —comentó Lucy Weasley.

La frase no le había salido con el mismo veneno que el de su prima, había sido un insulto crudo. La chica ladeó la cabeza, haciendo que una cortina de cabello rojo cayera sobre su rostro, pero que rápido apartó, colocando los mechones tras la oreja. Honestamente, de los cuatro era la que más me aterraba, siempre sabía qué palabras usar y más de una vez fui víctima de alguna de sus burlas.

—Vaya, felicidades, Lucy. Has hecho un desplante de elegancia llenando a Slytherin de pintura —Albus comentó con sarcasmo, dando aplausos lentos.

—Oh, cállate, Al. A ti ni siquiera te gusta el quidditch —intervino Potter.

—Uhm… ¿Por qué te haría caso? —mi mejor amigo fingió pensar sobre su pregunta—. Oh, vaya. No hay razones. Por cierto, ¿ya se les acabaron las ideas? Esto se parece a la broma que me hicieron en el verano.

—¿Celoso? No te preocupes, Al, con Fred tenemos un regalito muy especial esperando por ti —Potter se giró para observar a su primo quien amplió su sonrisa.

Observé a Albus apretar los puños al punto de dejar los nudillos blancos y supe que si las cosas seguían así habría una pelea a golpes como la que hubo en el comedor de los Potter. El resto de Slytherin parecía muy ocupado en contener a Pucey quien mascullaba amenazas y maldiciones.

—El rojo no es para nada original —solté sin pensar, los cuatro Gryffindor dejaron de reír y me observaron—. Los merodeadores y los gemelos Weasley han sido más creativos, esta broma es estúpida.

—No te atrevas a hablar de mi familia con esa boca de mortífago —la voz de la pelirroja del grupo me congeló—. Que tu abuela haya cambiado de bando por salvarse el culo no quita que todos sean asesinos.

Una parte de mí era consciente que Albus ya había saltado para defenderme, el resto estaba enfocado por completo en la chica. Todo lo demás se volvió borroso y silencioso, las palabras "mortífago" y "asesino" repitiéndose una y otra vez. Apoyé la escoba en el suelo y me aferré al mango, buscando tener un punto de referencia.

—¿Tu padre no es igual, Weasley? Repudió a su familia y solo en el último momento se unió a la batalla. Todos saben que era el Weasley que apoyó al Ministerio cuando se pusieron en contra del Salvador del Mundo —aunque las palabras salían de mi boca, sentía que no era yo quien las decía.

El rostro de la chica se deformó y supe que el contraataque iba a ser doloroso. Antes de que respondiera, Potter la tomó del brazo y la obligó a caminar de regreso al castillo, aunque ella no quería no le quedó más remedio que seguir a su primo para no caer. Los otros dos Gryffindor parecían confundidos y solo me echaron una mala mirada antes de irse.

En cuanto los cuatro nos dieron la espalda me dejé caer contra mi escoba, soltando un suspiro de alivio. Albus apoyó su mano en mi hombro a modo de apoyo y apenas procesé los comentarios de los otros chicos de mi casa. Me arrepentía de mis palabras, quería regresar al tiempo y no haber soltado el comentario malicioso. Sentía tanta vergüenza y nervios que pensé iba a vomitar.

—Será mejor si te duchas en los dormitorios —susurró Albus.

Me dejé llevar. A cada paso mi mente creaba escenarios con represalias a mi comentario, venganzas horribles llenas de sufrimiento y humillación. Pero, lo que era peor, era la vergüenza que no dejaba de crecer. Me sentía decepcionado de mí mismo, haciendo justo lo que odiaba que me hicieran. Pensé en el Scorpius malvado de mis viajes en el tiempo, siempre lo creí como alguien totalmente ajeno a mí, pero en ese momento pensé que, tal vez, en el fondo yo siempre fui malo.

El resto de la semana pasó rápidamente, sin que yo me enterase realmente de lo que ocurría. Cada vez que andaba por un pasillo observaba a todos lados, esperando encontrarme a cualquiera de esos cuatro. En el fin de semana Albus se unió a mi paranoia, aún no había habido una respuesta a la broma del primer día y ambos éramos conscientes que entre más tiempo pasara, peor sería.

Cuando una nueva semana empezó, me sentía agotado a muchos niveles. Estaba ansioso esperando que los Cuatro Jinetes me hicieran algo, los profesores con sus charlas de la importancia de los OWLs solo me estresaban y Albus me tenía los nervios de punta.

Por suerte, llegó el martes y eso significaba que tendríamos dos periodos de Historia de la Magia. La mayoría encontraba la clase aburrida y solían dormir escuchando al profesor Bins, para mí era todo lo contrario. Cada tema me parecía interesante y el hecho de que mis compañeros estuvieran tan distraídos me permitía hacer preguntas sin que me sintiera apenado. El fantasma del profesor era muy amable, respondía todas mis dudas y a veces me recomendaba algunos libros, incluso una vez me prestó un ejemplar de su propia colección.

—Señor Malfoy, ¿puede quedarse un momento? —preguntó el profesor Bins en cuanto la clase terminó.

Le indiqué a Albus que siguiera sin mí y él no se hizo de rogar. Mis charlas con el fantasma podían durar bastante, incluso si eso significaba perderme una clase o llegar tarde. Me acerqué al frente con una sonrisa la cual fue correspondida de inmediato.

—Espero haya tenido un buen verano, señor Malfoy.

—Lo tuve, gracias. Espero que haya sido igual para usted —respondí, preguntándome si los fantasmas tenían vacaciones.

—Sé que este año debe hacer sus OWLs e imagino que aspira a sacar varios, ¿no es así? —yo asentí—. Quisiera ofrecerle un puesto como tutor.

—¿Tutor? —pregunté estúpidamente.

En los últimos años se habían ido actualizando los métodos educativos impartidos en Hogwarts. Uno de ellos era dar clases de repaso a los estudiantes que lo necesitaran. Debido a la gran carga que tenían los profesores recaía en otros estudiantes el ofrecer esas ayudas, normalmente eran gente de sexto o séptimo que buscaban tener puntos extras en alguna clase. Ser tutor no tenía un gran prestigio, pero sí varias ventajas, dependiendo de la clase que estuvieras auxiliando ganabas puntos extras o podías evitar la entrega de ciertos trabajos.

—Sé que le gusta bastante Historia y estoy seguro que domina los temas que se ven en los siete años de escolaridad —me encogí un poco de hombros, avergonzado—. Por conocimiento, está más que calificado.

—Pero, señor, no sé si alguien querrá que yo sea su tutor.

—Tonterías. Además, quiero que sea tutor de los chicos de intercambio.

—¿Qué?

—La historia depende mucho de quién la cuenta, ellos podrán saber sobre sucesos que han ocurrido aquí, pero se les enseñó de otra manera. Quiero que usted les ayude.

Era la primera vez que un maestro depositaba su confianza en mí. Era un buen estudiante, tenía las mejores notas de mi generación junto con Rose, pero mi vida social era mala, así que no era considerado para nada. Comencé a jugar con mis dedos, ansioso y nervioso, cambiando el peso de mi cuerpo de un pie a otro.

—Yo… Está bien… Intentaré no defraudarlo.

El fantasma me sonrió y puso su mano sobre mi cabeza. Sentí mi cerebro congelarse debido al contacto, por suerte, no duró mucho. El profesor Bins parecía incómodo cuando alejó el brazo.

—Olvidé que para los vivos no es una sensación agradable. Discúlpeme.

—No, no, no, está bien. Yo estoy bien.

¿Hace cuánto que el hombre no tenía un gesto amable con otra persona como para olvidar aquel detalle? Mi pecho se llenó de una agradable y cálida sensación, el profesor Bins era mi maestro favorito, saber que era uno de sus estudiantes favoritos me hacía sentir privilegiado.

—Mañana habrá reunión con los estudiantes y los otros tutores después de clases en este salón. Uno de los tutores le explicará cómo debe trabajar. Confío en usted, señor Malfoy.

Dicho eso, el fantasma fue volando para cruzar una de las paredes e irse. Yo me quedé un momento allí, procesando todo lo que había ocurrido.

Albus se burló un poco de que Bins me tuviera como buen estudiante y me hubiese ofrecido hacer tutorías. Eran las típicas bromas donde solo se tomaba con humor mi afán de estudio y terminaba halagándome y dándome cumplidos. Se ofreció a acompañarme a la junta que tendríamos, apelando a su curiosidad sobre el resto de nerds de Hogwarts que tenían demasiado tiempo libre y de verdad prestaban atención en las clases de Historia. Eso dijo, pero yo sabía que quería asegurarse que nadie me fuera a molestar. Desde que Albus había dejado de ser un don nadie se había impuesto el ser mi guardián, era algo sofocante, pero agradable.

Cuando llegamos al aula, me detuve en la puerta y observé a mi amigo, inseguro de hasta dónde me acompañaría. Por suerte, alguien carraspeó detrás nuestro y al girarme vi a un chico delgado, muy pálido y ojeroso con el uniforme de Ravenclaw. Recordaba haberlo visto varias veces en la biblioteca, sabía que estaba en séptimo y que se apellidaba Lloyd, pero nuestros caminos jamás se habían cruzado.

—Buenas, Malfoy. Hagamos esto rápido antes de que lleguen los demás —arrastraba las palabras como si estuviera cansado.

Abrió la puerta y me indicó que entrara. Sentada frente a un escritorio estaba Rose Granger-Weasley, al verme frunció ligeramente el ceño y yo no pude evitar desviar la mirada.

—Potter, a menos que quieras tomar clases suplementarias sería mejor que te fueras —volvió a hablar Lloyd.

—Luego me cuentas —me susurró Albus antes de dar media vuelta e irse.

Ni siquiera saludó a su prima.

Entré e hice un gesto hacia Rose, ella arrugó la nariz, aunque de todas formas hizo un pequeño cabeceo. Lloyd ignoró por completo la incomodidad del ambiente y me indicó que me sentara al lado de la chica, acomodándose frente a nosotros. Comenzó a explicar cómo trabajaríamos, nos iba a poner a cargo de dos estudiantes y con ellos tendríamos que acordar un horario. A Rose le entregó el programa de séptimo y a mí el de sexto, diciendo que debíamos enfocarnos en esos temas, pero como íbamos a tratar con estudiantes de intercambio quizás tendríamos que hacer una nivelación antes.

Una media hora después llegó el resto. Eran los cinco estudiantes de intercambio, una chica de séptimo de Hufflepuff que según recordaba participaba en el Coro del Sapo, y dos niños que debían ser de segundo o tercero, uno de Hufflepuff y el otro de Gryffindor. Lloyd esperó a que todos se sentaran antes de hacer una explicación vaga y general, nos presentó y comenzó a leer un pergamino donde ya nos había dividido en grupos.

Rose se quedó con la chica de Hufflepuff y una chica de intercambio que había sido sorteada a Ravenclaw. De inmediato comenzaron a discutir en susurros, yendo a sentarse cerca de la ventana. A mí me tocó el chico con el que había hablado en el tren y la chica que había sido sorteada a Slytherin.

—¿Lloyd? —lo llamé cuando había terminado de leer la lista—. ¿No crees que Rose debería enseñarle al chico de Gryffindor?

—No, Bins dijo que tú estarías bien con los estudiantes más difíciles. De los que fueron sorteados a Ravenclaw dos son de Beauxbatons y uno de Durmstrang, saben de la historia mágica europea. Granger-Weasley tiene estudiantes de séptimo porque no hay tantos temas nuevos. A ti, en cambio, te tocaron los estudiantes que vienen de Ilvermorny y Mahoutokoro, necesitan mayor contexto y el profesor Bins confía en tus habilidades.

—Pero… Uno de es de Gryffindor y la otra de Slytherin, no creo que vaya a resultar bien.

Lloyd negó con la cabeza y señaló su propio grupo.

—En las tutorías no suele importar nuestras casas. Ellos lo necesitan y es nuestro deber. No te preocupes, además, ellos solo llevan solo dos semanas en sus casas, podrás manejarlo.

Abrumado me acerqué a los dos chicos que se habían acomodado cerca de la puerta, dejando un espacio entre ellos como si no quisieran estar cerca el uno del otro. El chico me dedicó una pequeña sonrisa que intenté devolver, aunque estaba seguro que lo mío había sido más una mueca. Suspirando, me senté frente a los dos y fijé mis ojos en el pergamino con los temas que se pasaban en sexto.

—Hola… Ehm, ¿podríamos partir presentándonos? Ah… Comienzo yo. Mi nombre es Scorpius Malfoy, voy en quinto, de Slytherin, tengo 15 años y… Ehm… Soy buscador en el equipo de quidditch.

La chica se levantó cuando terminé y comenzó a hablar.

—Mi nombre es Suzume Tachibana, vengo de Mahoutokoro. Tengo 17 años, me atrasé en mis estudios debido a que hice dos trimestres en Durmstrang y el año escolar es diferente a Japón. Tengo planeado hacer dos trimestres aquí y el último en Beauxbatons. Mi interés está en la alquimia y ya me uní a esa clase optativa —hablaba de forma lenta y modulada, agregando letras donde no correspondía, pero seguía teniendo un inglés entendible.

Hizo una pequeña reverencia y volvió a tomar asiento. Pude escuchar al otro chico murmurar algo, aunque no logré descifrar sus palabras. Tachibana me pareció alguien intimidante y seria, así que dejé de mirarla en cuanto pude.

—Me toca, supongo —mencionó sonriente el otro—. Soy Gabriel Bolaño, creo que será más fácil si me dicen Gabriel, hasta el momento nadie ha sabido pronunciar mi apellido… En fin, tengo 16 y soy de Ilvermorny, aunque hice mis primeros años en Castelobruxo. Me gusta el quidditch, pero no lo jugué mucho porque en Ilvermorny es más popular el quodpot. ¿Qué más era? Creo que dije todo, ¿verdad? ¡Ah! ¡Cierto! Lamento las molestias, voy a estar preguntando mucho, nunca fui muy bueno en Historia.

Asentí, no muy cómodo, recordaba que era una persona habladora y abierta, no estaba muy seguro si eso iba a funcionar en las tutorias conmigo siendo un idiota vergonzoso y con Tachibana siendo tan formal. Volví a mirar el pergamino.

—Bueno, ehm… Tenemos que acordar un día para las tutorías y ver qué saben. Lo primero que se revisa en sexto son los tratados con las distintas criaturas, es importante que tengan conocimiento de la relación de Reino Unido con vampiros, sirenas, veelas y centauros. Los gigantes, duendes y hombres lobos se pasarán luego, así que no nos preocupemos de eso por ahora.

Tachibana levantó la mano.

—Tengo una idea general de la situación con las cuatro criaturas, pero tengo entendido que en Reino Unido el trato con vampiros y centauros ha variado bastante respecto al resto de Europa —comentó.

—Ahm… ¿Qué es una veela? —cuestionó Bolaño en un susurro.

—Es como una ninfa —respondió la japonesa.

—¡Ah! Ya, ya, recuerdo cuál es. Bueno, solo sé sobre los vampiros y las sirenas.

Solté un suspiro y busqué una pluma para ir anotando a los costados del pergamino, subrayando las criaturas que habían mencionado. Lloyd tenía razón con que eran estudiantes difíciles, Tachibana tenía algo de ventaja por haber estado casi un año en Durmstrang, pero su conocimiento era muy general. Bolaño iba a tener más problemas, las situaciones fueron diferentes en Norteamérica.

—Quizás necesitemos más de una sesión semanal para que puedan quedar al día. Tengo entrenamiento los miércoles, pero el resto de días tengo libre para que…

La puerta se abrió con un fuerte golpe y todos nos sobresaltamos. En el umbral apareció James Potter con un pergamino en la mano, escaneó la habitación y se acercó a Lloyd, entregándole la nota que tenía escrita. El chico se veía aún más cansado al leer lo que fuera que el Gryffindor le había entregado. Cuando levantó la vista y me miró tuve un mal presentimiento.

—Malfoy, se te agrega un tercer estudiante —comentó agotado.

—¿Qué? —murmuré, observando con horror a Potter.

El tipo sonreía victorioso y se acomodó entre Bolaño y Tachibana, ambos lo miraron con curiosidad, pero no dijeron nada. Puesto en la túnica y sobre el pecho estaba la insignia de premio anual.

—Pero es de séptimo —logré balbucear.

—Lo sé, pero yo ya estoy sobrepasado y Granger-Weasley no va a poder con tantos —había un tono casi suplicante en Lloyd.

Rose en vez de verse ofendida parecía aliviada. Quería quejarme, pero el pobre Ravenclaw se veía hasta enfermo y no tuve corazón para seguir insistiendo. Volví a observar a los estudiantes a mi cargo, fulminando con la mirada a Potter, quien sonrió con falsa inocencia.

—Tú no tienes problemas en Historia de la Magia —acusé.

—Me halaga que confíes en mis capacidades, Malfoy —dijo en tono afectado—. Solo necesito un repaso, debo tener Newts perfectos si quiero entrar a la escuela de aurores. ¿Ya hablaron del horario?

Tachibana le hizo un resumen rápido el cual fue acompañado por uno que otro comentario por parte de Bolaño. Potter asentía e iba agregando anécdotas de las criaturas que solo demostraban que tenía un buen manejo del tema.

—Pero bueno, seguro Malfoy sabrá mejor, ¿no? —concluyó una historia sobre las veelas, sonriente—. Los martes hay entrenamiento de Gryffindor y los lunes tengo reunión con la premio anual, los prefectos y Minnie.

—¿Quién es Minnie? —cuestionó el chico del tren.

—La directora, le digo así de cariño.

—Entonces nos reuniremos los jueves y los viernes en la biblioteca a las cuatro —zanjé antes de que la conversación se volviera a desviar.

—Pero los viernes son viernes, Malfoy. No puedes ser tan aguafiestas.

—Si te molesta, no vengas, Potter —solté con demasiada agresividad.

Tachibana guardó sus cosas y se puso de pie, murmurando algo de que no soportaba a los hombres, luego se despidió diciendo que nos veríamos en la próxima tutoría. Me quedé mirando la puerta donde había salido, dándome cuenta que en general todos ya se estaban retirando. Potter soltó una carcajada escandalosa y se fue haciendo tanto ruido como fuera posible, llamando la atención de todos. Apreté los puños y conté mentalmente hasta 10, diciéndome que no iba a dejar que ese idiota arruinara el trabajo que el profesor Bins me había encargado.

—¿Perdona? ¿Scorpius?

Giré la cabeza, algo confundido de que usaran mi nombre y miré al chico del tren que parecía algo nervioso o incómodo, no estaba muy seguro.

—¿Qué pasa, Bolanio? —sentí mi lengua enredarse al intentar pronunciar el apellido.

—Mejor me dices Gabriel —comentó sonriendo, aunque aún no se veía del todo cómodo—. Yo me preguntaba si… ¿Recuerdas el día del tren? Yo estaba leyendo un libro y puede que lo haya olvidado en el compartimento. ¿Tú lo tomaste?

Mi cabeza recreó nuestra conversación, el cómo me había dejado solo y la posterior llegada de Albus. Recordaba que había fingido frente a mi mejor amigo sobre el libro diciendo que era mío. Asentí y al Gryffindor pareció que se le había quitado un peso de encima.

—Genial, y se ve que no lo leíste —murmuró—. ¿Me lo podrías devolver, Scorpius? Mañana, en la tutoría… Bueno, antes, sí, mejor antes.

Era extraño que se tomara tantas confianzas al llamarme por mi nombre de pila, pero me llamó más la atención las ganas que parecía tener de que nadie supiera sobre sus lecturas. ¿Acaso era algo ridículo? ¿O cuestionable? Dudaba que fuera ilegal, porque era muggle, pero tampoco descarté esa posibilidad.

—No tengo problemas en devolvértelo —encogí los hombros—. ¿Pero sería malo si lo hubiese leído?

Bolaño hizo una mueca y se rascó la nuca. De verdad parecía bastante incómodo y eso solo me daba más curiosidad. Había olvidado el libro en vista de todos los sucesos que habían ocurrido esos días, pero seguramente le echaría un ojo en la noche, después del entrenamiento de quidditch y la cena.

—Solo no lo hagas, ¿bien? —sonrió de forma más bien forzada y agarró su mochila—. Y lo siento por todo lo que vas a tener que enseñarme, Scorpius. Te prometo que haré mi mejor esfuerzo.

Se despidió y se fue dejándome con la intriga. En ese entonces no sabía que todos esos caminos que se abrían ante mí me llevarían a un mundo que me había negado a ver. Creo que alguna vez le agradecí a Potter por ser un idiota molesto que se impuso joder mis tutorías, su odiosa presencia había tenido resultados inesperados, pero buenos. Claro que en ese momento no me sentía agradecido, lo detestaba y temía que fuera a hacerme una broma pesada, yo era el mejor amigo de Albus y cualquiera creería que lo había ayudado en sus bromas, también había insultado a Lucy Weasley. Tenía muchos motivos para estar asustado de Potter.


¡Muchas gracias por leer! uwu
Próximo capítulo: El arcoíris de las sombras