Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.

Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...

Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy

Nota de la autora: Buenas, buenas.

Debí publicar esto en la semana, pero me perdí en el espacio tiempo asjdkasd

En fin, que desde ahora actualizaré todos los miércoles. ¡Disfruten la lectura!


Capítulo 19: Gryffindor contra Slytherin

Cuando pequeño siempre me esforzaba en ser el primero y cuando fallaba, me sentía realmente mal. Con el tiempo dejé de participar en diversas actividades competitivas o no me esforzaba en ellas. Cuando mamá se dio cuenta, me dijo que lo que importaba era la experiencia, el pasarlo bien. Pero nunca dejé de ser un mal perdedor.

La fiesta había concluído y ningún rumor acerca de Juno y Rose corrió, llegué a pensar que me lo había imaginado, pero había pequeñas cosas entre ellas dos que me mostraban que aquel beso había sido real. Muy real. Miradas significativas que se cruzaban, roces al pasar por un pasillo, no habría prestado atención si no hubiese estado buscando.

Pero todo eso pasó a segundo plano con la llegada del primer partido de quidditch. En general la escuela se había resignado a que Gryffindor siempre ganaría mientras tuvieran a Potter como jugador, sin embargo, el ambiente había sido extraño los últimos días. Desde Ravenclaw y Hufflepuff me daban su ánimo cuando nos topábamos en los pasillos. Mi propia casa era mucho más amable conmigo, dándome espacio para estudiar y evitando que cualquier broma cayera sobre mí.

—No entiendo por qué se ponen así —me quejé con Bolaño en la tutoría.

Potter no había aparecido y Tachibana se había retirado apenas habíamos pasado los temas del día. El chico del tren me había pedido que me quedara para ayudarle con su tarea y yo había aceptado porque no quería que el profesor Bins pensara que no lo estaba haciendo bien en las tutorías.

—¿No es normal? Eres un jugador, dan su apoyo —respondió sin mirarme.

—Nadie hace eso desde que Potter entró al equipo de Gryffindor, todos sabemos que vamos a perder.

Al fin el joven me observó, frunciendo ligeramente el ceño.

—¿Creen que James es invencible?

Había pensado que el estudiante de intercambio había empezado a llevarse bien con los Cuatro Jinetes, pero luego de presenciar la poca interacción que tenía con Potter en las tutorías y que fuera de ellas estuviera casi siempre con Helios me mostró que el chico simplemente se tomaba demasiadas confianzas y llamaba a todos por su nombre de pila.

Asentí a la pregunta y me tiré hacia atrás, apoyándome por completo en el respaldo de la silla al mismo tiempo que dejaba escapar un suspiro. El chico del tren dejó su pluma sobre la mesa para así rebuscar algo en su mochila. No presté real atención hasta que me puso delante un pergamino bastante rayado. Parecía un diagrama.

—¿Qué es esto?

Pero no me lo pasó, en su lugar lo volvió a guardar en su mochila.

—Eres un buscador peligroso, en los partidos amistosos que hicieron a fin de año atrapaste la snitch bajo las narices de Fred —dijo sin explicar lo del pergamino.

Tampoco quise preguntar, Bolaño hacía cosas extrañas casi siempre, utilizando demasiadas referencias que yo desconocía. Era más enredoso que me las explicara a pasarlas por alto.

—Pero Gryffindor ganó —murmuré, fastidiado.

—Pero no se la dejaste fácil, Scorpius —el chico me sonrió, al instante un cosquilleo apareció en mi estómago—. Creen que puedes lograrlo, que puedes vencer a Gryffindor.

Me recosté sobre la mesa, ocultando mi rostro entre los brazos que había colocado sobre la superficie. Mi estómago aún no se calmaba y sabía que me había sonrojado por lo caliente que sentía las mejillas y las orejas. Pensé que no era bueno recibiendo cumplidos, mucho menos cuando me los daban de una manera tan franca como lo hacía Bolaño.

—No sientas vergüenza —el Gryffindor rió por lo bajo y me picó la cabeza con un dedo—. Hasta los chicos Weasley han hablado de tus habilidades, y James, obviamente, pero cuenta como Weasley, su mamá es una, ¿no? Aunque haya cambiado su apellido al casarse, de verdad que no entiendo eso, es bastante sexista… En fin, me desvié. Será un juego divertido.

No respondí ni analicé sus palabras. Las tutorías me estresaban y eran una mierda, Potter distraía a todos cuando no hacía una broma, y Tachibana era tan seca que se hacía difícil respirar el mismo aire. Pero el chico del tren las hacía soportable, cuando me miraba emocionado por al fin comprender algo o me comentaba que había entendido lo que estaban viendo en clases gracias a mis explicaciones, me hacía sentir que todo valía la pena.

El cosquilleo en mi vientre solo aumentó.

Para cuando llegó el sábado del partido, había olvidado todo lo referente a las tutorías. Apenas había podido dormir, demasiado nervioso como para poder relajarme. Me dolía el cuerpo, la cabeza y tenía el estómago revuelto. Albus me observó preocupado cuando llegué al Gran Comedor y me senté como peso muerto a su lado. Rápido me dejó delante una taza de té que observé con asco.

—Tienes que comer algo —me instó mi mejor amigo.

—Lo voy a vomitar —me quejé.

Sentí una fuerte palmada en la espalda y casi me fui de cara contra la mesa, por suerte, alcancé a poner las manos y aferrarme a la madera. Me giré lentamente, sabiendo que Amelia Pucey estaría detrás mío, preparándose para darme un nuevo golpe.

—¿Tienes que ser tan bruta? ¿Qué pasaría si no pudiese jugar? —saltó a defenderme Albus.

—Malfoy es resistente —la capitana hizo una mueca que intentó ser una sonrisa—. Tienen que morder el polvo, Malfoy. No solo porque quiero la Copa, van a pagarla. Te necesito en tu máxima capacidad.

Oh. Tenía sed de sangre. Aquello no era bueno para el equipo, la presión sobre nosotros solo aumentaba. Pero entendía su enfado, la broma de los camerinos había significado varios días de piel roja y un afro rubio. Aunque con Albus quisimos ayudar, no sabíamos qué nos habían dado en Sortilegios Weasley para quitar el color, por lo que los afectados tuvieron que esperar a que el tiempo desvaneciera los cambios. El humor de todos simplemente había empeorado.

Me obligué a desayunar algo liviano, si iba a vomitar, no quería ver cosas extrañas. Un pensamiento asqueroso, pero necesario teniendo en cuenta mis nervios. Luego de prepararme mentalmente, me levanté para salir del Gran Comedor.

—Sé que puedes vencer a James —trató de animarme Albus antes de que me fuera.

No resultó.

Pucey estaba demasiado excitada. Nos habíamos cambiado rápido y ahora recibíamos sus instrucciones y consejos en el vestuario de chicos. Nuestra capitana se movía de un lado a otro como si hubiese bebido incontables cantidades de café y de la nada le gritaba a alguien o hacía un gesto brusco y extraño. Su víctima preferida estaba siendo Kenett, el nuevo guardián. Era un tipo grande y corpulento de sexto año, pero con una personalidad suave y un tanto sumisa. Parecía que iba a llorar en cualquier momento.

—¡Así que quiero que venzan al maldito de Potter! ¿¡Escucharon!?

—Pucey se volvió loca —murmuró alguien detrás mío.

—Déjala, no fue lindo estar tres días con la piel roja —se quejó otra.

Iba a ser un partido de mierda.

Salimos al campo a la media hora. Las gradas de Slytherin de inmediato comenzaron a vitorear, coreando nuestros nombres. Aunque todos en el equipo parecían ganar confianza con la muestra de apoyo, yo me sentí aún más enfermo cuando escuché mi apellido.

Avanzamos hacia el centro del campus donde el equipo de Gryffindor ya esperaba. Potter parecía muy cómodo con la atención, animando a sus fans a que gritaran más fuerte, toda su casa junto a chicas de Ravenclaw y Hufflepuff parecían querer quedar afónicos al entonar su nombre. Los leones habían extendido una pancarta con un dibujo bastante realista del jugador estrella anotando un gol, cambiando a los segundos por unas letras doradas y escarlatas que formaban "Gryffindor".

—Espero no llores cuando no atrapes ninguna quaffle —la voz de Helio a mi lado sonó demasiado alta.

Una risa conocida y fresca llegó del frente. En medio de todos esos Weasley estaba Gabriel Bolaño con una escoba en mano y el uniforme rojo de Gryffindor. Parecía que el resto no se había dado cuenta de la pulla de Zabini.

—Tú no llores cuando no puedas hacerme un gol —respondió sonriendo.

Lo observé sin entender qué hacía allí. Justo en el momento en que nuestras miradas se cruzaron, madame Hooch le indicó a los capitanes darse la mano para iniciar el partido. El chico del tren cambió su sonrisa divertida por una más suave y moduló un "suerte" antes de montar su escoba. Yo me elevé en el aire en cuanto escuché el silbato, intentando poner toda mi atención al juego y dejar de lado el sentimiento de traición que empezaba a sustituir al cosquilleo que surgía cada vez que me cruzaba con Bolaño. Quizás era infantil, pero aquel tipo pudo haberme dicho que era parte del equipo en varias oportunidades y no lo había hecho. Agité la cabeza para evitar pensar en ello.

En los primeros minutos del partido no ocurrió nada interesante. Potter había anotado dos veces, pero Helios había logrado hacer pasar una quaffle en los aros rivales. Había sido una escena extraña, Zabini había soltado un comentario hiriente hacia Bolaño, pero el guardián solo había hecho un gesto con la mano antes de volver a lo suyo. Casi parecía un juego entre amigos y no una competencia.

Vi la snitch al mismo tiempo que Dominique Weasley perdió su oportunidad de anotar por una bludger bastante violenta cortesía de Pucey. En vez de enfocarme en la discusión que surgió por ello, comencé mi carrera hacia la pelotita dorada. Fred Weasley no se quedó atrás, intentaba desesperadamente disminuir la distancia entre nosotros, pero yo era más veloz y pronto fue claro que iba a ser yo quien agarrase la snitch. Justo en el momento en que mis dedos rozaron la pelotita sentí mi escoba desestabilizarse. Al mirar hacia atrás vi al buscador de Gryffindor sonreír con burla mientras se agarraba a mi escoba para luego darme un empujón y dejarse caer por el impulso.

La snitch desapareció en aquellos segundos en que dejamos de prestarle atención. Fred Weasley cayó sobre el césped, soltando un gemido doloroso, por suerte estábamos bastante cerca del suelo. El partido se detuvo de inmediato y madame Hooch se acercó a verificar el estado del jugador caído. No entendía qué estaba ocurriendo hasta que Weasley me acusó de haberlo tirado de la escoba. La bruja ni siquiera me escuchó cuando comenzó a regañarme, Weasley y yo habíamos estado demasiado cerca como para que quedase algo claro para un tercero, pero la mujer ya había decidido que yo era culpable.

—¡No puede expulsarlo! —Pucey estaba roja como un tomate—. ¡Era una carrera! ¡Pudo ser un accidente!

—¡No puedo permitir esas faltas en mi campo, señorita Pucey!

Era cierto que muchos maestros me ignoraban y pasaban por alto el acoso hacía mí, pero madame Hooch siempre había sido venenosa y mostrado claramente que yo no le agradaba. En las clases de vuelo de primer año solía regañarme bastante, aunque elogiaba a otros por las mismas cosas que encontraba mal en mí.

Bajé la cabeza, esperando que la expulsión solo fuera por el partido y no por toda la temporada. Tenía fe en que aceptar cualquier castigo haría que este fuera menos estricto.

—¡Cobre el penal! ¡Eso da para penal!

Como el juego se había detenido, casi todos los jugadores habían bajado a dar su propia opinión sobre el asunto. Sobre el griterío sonó la voz indignada de Bolaño, en cuanto tuvo algo de atención, aumentó el volumen al mismo tiempo que movía un brazo y apuntaba diferentes partes del campo, recitando el reglamento de quidditch.

—¡VE! ¡NO PUEDE EXPULSAR A MALFOY! —Pucey se aferró al argumento del guardián y pronto el equipo de slytherin secundó la propuesta del chico del tren.

No estaba seguro si el estudiante de intercambio se había dado cuenta que madame Hooch estaba muy dispuesta a expulsarme de forma injusta, por lo que había decidido ayudarme o simplemente no había notado nada y en su ignorancia había insistido en seguir el procedimiento normal. Intenté leer su expresión, pero justo en ese momento Potter se puso entremedio para hablar con la árbitro.

—¡Cobremos el penal y sigamos! —el capitán de Gryffindor parecía fastidiado con todo el revuelo.

Madame Hooch no tuvo más remedio que aceptar aquello y permitirme continuar, después de todo, James Potter era la estrella de quidditch de todo Hogwarts. Mi pecho se llenó de agradecimiento hacia él, la autoridad que le daba su popularidad había impedido mi expulsión. Todo el mundo sabía que era un loco por el quidditch y que era un bromista que siempre se saltaba las reglas, pero nunca hacía trucos tan sucios y bajos en el quidditch, tampoco los aguantaba. El quidditch era para él una especie de ritual al cual no se le podía faltar el respeto con tales comportamientos desleales.

Sin embargo, cuando nuestras miradas se cruzaron, la expresión decidida del Gryffindor tembló y sus ojos me rehuyeron. Lo vi acercarse a su primo y susurrarle algo, Fred Weasley me miró con odio, estaba claro que su capitán lo estaba regañando. Así que Potter sabía que su primo había fingido y solo había hecho algo cuando otra persona dio el primer paso.

—¡Vuelvan a sus posiciones! ¡Penal para Gryffindor!

Me subí a mi escoba sintiendo que el agradecimiento se volvía rencor. Potter era un cobarde que dejaba de lado sus principios para quedar bien con su familia. No recordaba muy bien nuestras conversaciones del verano, pero estaba seguro que le había dicho algo sobre su estupidez al seguir las expectativas de sus parientes.

Para nuestra mala suerte, el penal entró y los cazadores de Gryffindor pronto se hicieron con la quaffle y empezaron a dominar el partido.

—¡Rose! ¡Por la izquierda! —gritó Potter—. ¡Lucy! ¡Wood! ¡Protéjanla!

Observé la jugada luego de escuchar las instrucciones que Potter le daba a su equipo. Rose volaba rápido con la intención de hacer otro tanto. Amelia Pucey se había acercado a una bludger, rápidamente Lucy Weasley y Wood se pusieron como barrera para defender a la cazadora. No obstante, Pucey no apuntó a Granger-Weasley. Dominique Weasley cayó de su escoba luego de que la bludger le golpeara un costado. Iba a ser un partido recordado por su violencia.

Como Madame Hooch no detuvo el juego, volví a concentrarme en buscar la snitch. Un brillo dorado llegó desde el lado de Gryffindor y me apresuré a ir tras él. Fred Weasley pronto se puso a mi altura y yo tuve cuidado de mantenerme lejos para evitar que volviera a hacerme trampa.

—¡... Gryffindor!

No logré captar cuántos tantos llevaban los leones, la voz se había perdido en el viento mientras ambos buscadores subíamos en línea recta, intentando atrapar la snitch. De un momento a otro esta cambió de dirección, pasando entremedio de nosotros demasiado rápido como para que alguno lograra atraparla. La carrera se reanudó, esta vez hacia abajo.

Estábamos justo encima de los aros de Gryffindor. Por el rabillo del ojo podía ver a Bolaño moverse y atrapar la quaffle para luego devolverla a su equipo. Volví a concentrarme y fijé toda mi atención en la snitch.

—Carajo… —murmuré para mí.

Por la velocidad y dirección a la que íbamos, era inevitable que chocáramos con los aros. La gravedad había ayudado a que perdiéramos el control de nuestras escobas, sentía el sonido del viento romper el silencio y el mango vibrar de forma violenta bajo mis manos. Lo más sensato era detenerse y cambiar de dirección, sin importar si eso significaba perder de nuevo la snitch.

Noté que a mi lado Fred Weasley había desistido de la persecución, evitando así un fuerte golpe con los fierros. Yo deseaba tanto ganarle que no me rendí. Con todo el cuerpo en tensión me deslicé al lado del aro, ya que era difícil tener el control, no pude evitar que mi pierna se rozara contra el hierro, mi uniforme se rompiera y adquiriera una quemadura. De todas formas logré meterme en medio del aro y volar hacia el guardián de Gryffindor, sintiendo un horrible dolor en mi hombro por el movimiento brusco.

Cualquier movimiento en falso llevaría a una falta y que todo mi esfuerzo fuera desechado, así que rogué a todos los dioses muggles y deidades mágicas que conocía para no chocarme contra Bolaño. Logré rodearlo sin tocarle un pelo y atrapé la snitch justo enfrente de sus narices. Por un momento todo fue lento, pude ver el asombro del chico del tren, pero una sonrisa inmediata en cuanto se dio cuenta de lo que ocurría. Mientras pasaba frente a él observé los cambios de expresiones y sentí un nuevo vacío en mi estómago que nada tenía que ver con la gravedad.

—¡MALFOY ATRAPA LA SNITCH!

Mientras intentaba recobrar el control de la escoba, levanté el brazo con la snitch, mostrando mi victoria. De la galería de Slytherin surgió un grito emocionado, sin embargo, se apagó casi de inmediato. La voz del locutor sonó encima de todo el bullicio dando los resultados.

—¡GRYFFINDOR GANA EL PARTIDO 220 A 180!

Los leones comenzaron a corear emocionados. En el suelo ya estaba Potter siendo abrazado por sus primos que saltaban y chillaban. ¿Cómo carajos habían conseguido hacer tantos puntos? La adrenalina que me había invadido se esfumó rápidamente y me llenó de cansancio. No tuve muy claro cómo logré tocar tierra, pero miraba todo sin procesar aquel fatídico resultado. Fred Weasley pasó a mi lado dándome un empujón que me desestabilizó, me observó con todo el odio del mundo antes de sumergirme en la celebración de su equipo.

—Lamento que hayan perdido. Fue una jugada brillante, Scorpius.

Bolaño se había detenido a mi lado y me miraba con una sonrisa incómoda.

—¿Qué?

—Un poco imprudente, pero emocionante. James tenía razón al decir que había que tener cuidado contigo y que debíamos enfocarnos en sacar la mayor cantidad de puntos —siguió hablando el chico.

Lo observé sin decir nada. En mi mano la snitch se sentía pesada, pero tenía los dedos agarrotados alrededor de ella, por lo que no la solté. No podía entender cómo era que habíamos perdido si había logrado atrapar la snitch.

—De verdad lo siento…

El chico del tren hizo una pequeña mueca para luego dejarme solo en medio del campo.

Kennett me arrastró a los vestuarios. El lugar estaba en un silencio sepulcral mientras los jugadores se quitaban sus uniformes sudados y se metían en las duchas sin ánimo. La gran mayoría se apresuró a alistarse para poder irse. La derrota se sentía especialmente agria, no era normal perder un partido cuando el equipo había logrado atrapar la snitch.

—¿Scorpius?

Me había metido bajo el agua caliente y me había perdido en mis pensamientos. Sentía que había fallado y que le había fallado a Pucey, que había traicionado la confianza de toda mi casa y que no merecía mostrar mi cara frente a ellos.

—¡Scorpius!

Cerré el agua cuando el grito de Albus sonó más cerca. Me envolví en la toalla y salí de las duchas. El resto de jugadores ya se había esfumado a lamerse las heridas o escapar del enojo de Pucey.

—Zabini dijo que aún no habías salido y empecé a…

—Albus —lo corté.

Avancé hasta los vestidores, sin darle importancia a que básicamente estaba desnudo, que el muslo me ardía por la quemadura y que mover el hombro era un suplicio. Abrí mi casillero y saqué mi ropa. Albus esperó a que me pusiera la ropa interior antes de volver a hablar.

—Yo… lo siento. Sé que era un partido importante y que debes estar frustrado…

—¿Frustrado?

Con la pierna buena metida en el pantalón levanté la mirada, ni siquiera me había preocupado de secarme o curar mis heridas. Mi mejor amigo se mordió el labio inferior y desvió la mirada.

—Sé que te importa, vi lo mucho que entrenabas y lo emocionado que estabas —explicó—. Lamento que perdieran.

Terminé de enfundarme el pantalón y busqué la camiseta. Sabía que enojarme con Albus no tenía sentido, él no me había hecho nada, todo lo contrario, había venido con la clara intención de animarme. Pero no podía evitar que la furia creciera con cada palabra.

—Ni siquiera te interesa el quidditch —solté en un murmullo.

—Sí… No… O sea, sí… ¡Agh! Scorpius, tú sabes que no me gusta mucho, en mi casa todos están obsesionados, pero a ti sí te gusta y a mí me interesa lo que a ti te interesa.

—Deja de hacerlo.

Cerré con un golpe fuerte el casillero, la puerta se balanceó con violencia, pero no le di importancia. La ropa se me pegaba de forma incómoda por haberme vestido sin secarme y la tela rozando la quemadura solo aumentaba mi odio hacia el mundo.

—Scorpius…

—¡No, Albus! —grité, volviendo a mirarle.

Mi mejor amigo abrió la boca sorprendido, pero rápido la cerró y su expresión se volvió neutra.

—¿Vas a enojarte conmigo ahora? —cuestionó herido.

Tenía que callarme, cerrar la boca y sacar mi enojo de manera sana. Pero Albus estaba allí, siendo un perfecto blanco para mi frustración e impotencia. Sabía que estaba siendo irracional y cruel, que luego me arrepentiría de todo.

—¿Enojarme contigo? ¡Já! —me senté en la banca para ponerme las calcetas—. Siempre te quejas de tu hermano, de que lo tiene todo tan fácil. ¿No es lo mismo para ti? Pudiste ser la estrella si no me hubieses hablado. Claro, te diste cuenta de eso y ahora quieres ese lugar.

—¿Esto es por no decirte sobre la broma? Sería una mierda de amigo si te arrastrara a cosas que te perjudicarían a futuro, por eso no te dije nada —Albus se mantuvo en pie, mirándome con el ceño fruncido.

—Pero a Juno sí le dices, ¿no?

—¿Juno…? ¿Me estás jodiendo? —el chico negó y se desordenó el cabello—. ¿Estás siendo un imbécil por tus celos a Juno Zabini?

—No estoy celoso —aclaré rápido y entre dientes—. Solo digo que no vengas a intentar cumplir el papel de buen amigo cuando has estado evitándome todo el año porque quieres ser popular.

Quería detenerme, pero no podía. Parecía que mi boca se mandaba sola.

—¿Yo? No me recrimines la falta de tiempo. ¡Tú eres el que se metió en las estúpidas tutorías! ¡Y en el equipo de quidditch!

—Así que odias que esté en el equipo —murmuré.

—¡Claro que no! —Albus negó con la cabeza y soltó un suspiro—. Estás siendo un idiota, Scorpius. Enfría tu cabeza y cuando vuelvas a ser tú, ve a buscarme. Estaré en la sala común.

Dio media vuelta y salió de los camerinos dejándome solo. Sabía que era estúpido enojarme, pero saberlo no quitaba el vacío en mi pecho o el nudo en mi garganta. Me había esforzado y había perdido, ¿era eso justo? Entre más lo pensaba, más me ahogaba en los malos pensamientos. Ver a Albus me había molestado, había dejado salir todo lo que me había estado jodiendo desde el inicio de clases de una forma exagerada y explosiva. En realidad no sentía todo lo que le había dicho, no de esa manera al menos.

Nunca fui bueno perdiendo, nunca fui bueno fallando. No era del tipo de persona que se levantaba una y otra vez. No era como mi padre, que mantenía la cabeza en alto aún cuando lo insultaban, que había hecho su vida y seguido adelante. No era como como mamá, que lo intentaba una y otra vez hasta conseguir lo que quería. No era como Albus, que estaba dispuesto a darlo todo por lograr sus metas, que no temía perderlo todo. Sintiendo que el enojo se transformaba en vergüenza y culpa me recosté sobre la banca. Ojalá solo hubiese perdido un juego de quidditch, pero mi racha de mala suerte recién comenzaba.


Muchísimas gracias por leer!
Nos vemos en el próximo capítulo: Border Collie