Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.

Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...

Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy

Nota de la autora: Bueno, me demoré...

La verdad es que estuve bastante ocupada y ahora entré en depresión. Para quitarme el mal sabor de la boca decidí que ya era hora de publicar esto.

Disfruten la lectura!


Capítulo 21: Madrugadas

Hubo un tiempo en que mi madre consiguió un libro lleno de proverbios y refranes de todo el mundo. Había uno que me llamó la atención y se me quedó grabado a fuego: "El camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones", mamá nunca me supo explicar bien qué significaba. Con el tiempo lo entendí; siempre quise ser una buena persona, pero solo causé dolor a quienes quería.

Después de la horrible derrota, mi relación con Albus quedó tensionada. Aunque me disculpé, las cosas se volvieron incómodas y apenas mi mejor amigo se enfocó en la organización de la fiesta navideña que debía dar Slytherin, yo huí.

En las tardes entrenaba duro bajo la atenta mirada de Pucey, quien luego de reponerse había decidido que ganaría la Copa a través de los puntos y para ello nos citaba dos veces por semana para entrenamientos que duraban toda la tarde. Los otros días los utilizaba para las tutorías, Potter había cumplido y no había vuelto a aparecer, pero el ambiente seguía siendo incómodo.

—Estoy lista con el temario —dijo Tachibana una tarde.

—¿Qué? Aún falta revisar a las sirenas y…

Ella levantó su mano para pedirme silencio, yo cerré la boca y la miré algo angustiado. El profesor Bins se iba a decepcionar de mí si fallaba.

—Según tu cronograma, tengo todo el contenido revisado hasta marzo, quizás allí necesite una repasada con los goblins —ella miró su agenda y sus ordenados apuntes—. Ya no puedo sacarle provecho a las sesiones de estudio.

—Puedo ajustar el temario, no es necesario que vayamos a la par de las clases —intenté convencerla.

—Él no puede —Tachibana le dio una mirada despreciativa a Bolaño—. Va mucho más lento, me atrasa.

El chico del tren que había estado escribiendo, aparentemente ignorando nuestra charla, se detuvo y la miró con el ceño fruncido.

—¿Estás buscando pelea? —su inglés sonó con mucho acento.

—¿Contigo? Dudo que conozcas las reglas de un duelo decente.

—¿Duelo? Oh, no tenemos que llegar tan lejos. Dime las cosas a la cara —se veía cada vez más molesto.

—No quiero compartir el mismo aire que un troglodita.

—Discúlpeme, señorita perfecta.

—Imbécil inculto.

—Mujer sin corazón.

—Maleducado.

—Víbora.

La japonesa se levantó y guardó sus cosas con un movimiento brusco. El Gryffindor la observaba claramente enojado, las aletas de su nariz se abrían y cerraban rápidamente lo que hacía más llamativa la argolla que tenía. Me sentía algo fuera de eje con su discusión, sabía que no se llevaban, pero siempre había asumido que era porque sus personalidades chocaban.

—Creo que eres un buen profesor, Malfoy. Te respeto como mago y como compañero de casa —dijo ella, colgándose el bolso al hombro—. Pero no voy a gastar mi tiempo con un huérfano ignorante.

—¿¡Qué sabes tú!? —Bolaño saltó de inmediato, poniéndose de pie.

—Cierto. Un huérfano es mejor que tú, tú eres solo el hijo de una prosti…

—No quieres terminar esa frase —dijo entre dientes.

Tachibana miró de forma inexpresiva al chico del tren, luego se giró hacia mí e hizo una pequeña reverencia. Sin ninguna otra palabra salió del aula que habíamos estado usando. Bolaño se había quedado de pie con los puños fuertemente cerrados y temblando.

—Hey… —susurré.

Me sentía mal por no haber intervenido a tiempo y quería arreglarlo de algún modo. No estaba seguro por qué, pero el desconocer la situación familiar del chico me hacía sentir algo incómodo y ansioso. Entendía por qué Tachibana sí sabía algunas cosas, eran del mismo grado y ella había demostrado ser una digna Slytherin, recopilaría información de los demás. La parte más infantil de mí se quejaba de, otra vez, no ser el primero en tener algún detalle de su vida.

—Yo… yo lo siento —murmuró Bolaño, atrapando todas sus cosas y tirándolas en su mochila—. Por hoy… no quiero… no puedo… Nos vemos después.

Cuando me quedé solo pensé que había sido insensible. Debí haberlo detenido y hablar con él, no dejarlo ir en ese estado. Mi indiferencia era igual de cruel que los actos de intimidación que yo sufría por ser un Malfoy. Ni siquiera sabía cómo ser un buen amigo.

Los siguientes días fue imposible ver al chico del tren. Y aunque quería saber de él, no me atrevía a preguntarle a Helios. Albus parecía ser una buena fuente de información ahora que se juntaba con Juno, pero algo me impedía revelarle la relación que tenía con Bolaño. Así que simplemente me quedaba en la oscuridad.

—¡Por Merlín! ¡Morgana! ¡Y todos los jodidos magos!

Estaba en la sala común leyendo cuando Albus llegó junto al grupito popular con el que había estado andando los últimos días, todos estaban bañados en una sustancia gelatinosa de color verde con un asqueroso hedor.

—¡Están dejando todo con ese olor!

Pronto varias personas se movieron y llevaron a las víctimas a los dormitorios. Yo seguí a Albus al dormitorio, viendo como se metía a la ducha sin quitarse ninguna prenda.

—¿Qué te pasó?

—¡JAMES! —mi mejor amigo intentaba quitarse las prendas al mismo tiempo que trataba de lavar la asquerosa sustancia.

—¿Tu hermano…?

—Una de sus estúpidas bromas con mis primos —le alcancé el jabón, no muy seguro si aquello funcionaría—. Nos embocaron en un pasillo.

—¿Los estaban esperando?

—Fred es el más odioso, nos ha estado siguiendo. Pero James es el culpable de todo.

Intenté no rodar los ojos y miré las prendas que Albus se había sacado, parecía que el agua y el jabón no habían funcionado. Con algo de asco tomé la corbata y observé la sustancia, creía haberla visto como secreción de alguna planta.

—Creo que se podrá sacar con tierra —murmuré.

—¿Qué? ¿En serio? —Albus detuvo sus movimientos y me miró esperanzado.

Asentí y salí del baño para buscar la única maceta que había en el dormitorio, saqué un puñado de tierra y regresé. Luego de frotar la corbata, la sustancia comenzó a deshacerse hasta desaparecer, dejando solo un trozo de tela mojado.

—¡Eres un genio, Scorpius!

Después de eso todo Slytherin se puso a buscar tierra para quitar esa cosa gelatinosa, y con ello librarnos del asqueroso olor. De alguna forma sentí que las cosas podían volver a ser lo que era antes con mi mejor amigo y, mentalmente, le agradecí la broma a los idiotas de Gryffindor.

Cuando desperté al día siguiente aún no amanecía y me sentía agotado a muchos niveles. Aunque traté de volver a dormir, no lo logré y comenzó a darme ansiedad el estar acostado. Sin otra cosa mejor que hacer, decidí empezar el día temprano.

En la cocina los elfos recién comenzaban a prender los fuegos, pero se mostraron serviciales al preparar chocolate caliente y unas cuantas masas dulces. Mientras esperaba que tuvieran todo listo, recordé que Lily Potter me había invitado hace varias semanas a visitarla al lago, conociéndola, seguramente ya estaría metida hablando con las sirenas. Pedí comida extra para llevar y salí del castillo con una canasta.

El invierno se sentía cada vez más cerca, la temperatura había bajado y había escarcha en el césped. Por suerte, ese día no estaba lloviendo y no parecía que fuera a ocurrir, así que podía caminar sin un hechizo y sin pensar que estaba haciendo algo estúpido por salir a la intemperie. Me coloqué mejor la gorra y la bufanda, y me aseguré de llevar los amuletos de calor.

—¿S-Scorpius?

Una voz amortiguada y temblorosa me sobresaltó. Una gran figura se apartó de un árbol y se me acercó. Llevaba un abrigo extraño que había visto alguna vez usar a algún muggle de un brillante color rojo, la bufanda de Gryffindor cubría hasta la nariz y una gorra negra de lana estaba bajada hasta las cejas.

—¿Sí…?

—Soy yo —una mano con un guante negro de lana subió al rostro para bajar la bufanda— Ga-Gabriel.

Sus dientes castañeaban y parecía una hoja temblar por el viento, aunque parecía llevar varias capas de ropa, no se veía como si estuviera conservando el calor.

—¿Qué haces acá afuera? ¡Te estás congelando!

—Sí… —volvió a cubrirse el rostro y empezó a dar saltitos—. E-espero a Lily.

Equilibrando la cesta que los elfos me habían dado, saqué del bolsillo de mi túnica de invierno un amuleto de calor. Lo había traído para la menor de los Potter, pero el chico del tren parecía necesitarlo más.

—Ponte esto.

—¿Qué es? —de todas formas lo agarró.

—Un amuleto de calor, ¿no llevas uno?

—No… ¿q-qué hago con él?

Volví a tomar el amuleto y lo observé de pies a cabeza, el extraño abrigo parecía tener bolsillos, así que metí el objeto allí. Poco a poco el chico dejó de temblar y pude ver sus ojos maravillados.

—¿Qué magia es esta?

—¿La normal? —respondí con duda—. ¿No tienen de esos en América?

Bolaño se encogió de hombros y metió sus manos en los bolsillos. Me fijé mejor en su atuendo y me pregunté cómo los muggles sobrevivían al invierno.

—Estuve en Estados Unidos solo en primavera y me juntaba con hijos de nomaj… de muggles.

—¿Ilvermorny no está en Estados Unidos? —pregunté confundido.

—Solo estuve un trimestre allí.

Lo observé sin entender. Él desvió la mirada y me vino a la cabeza la discusión que había tenido con Tachibana. Había muchas cosas que no sabía de aquel chico.

—Me había transferido a Ilvermorny, en realidad —comenzó a explicar—. Iba a hacer sexto año ahí, pero tuve que entrar a finales de quinto porque Castelobruxo está en el hemisferio sur y el año escolar es de marzo a diciembre. Ese trimestre me iba a ayudar con el idioma.

—Pero estás en Hogwarts…

—Sí, bueno… Tuve un problema en Ilvermorny.

Como no continuó, pensé que tal vez no debía seguir preguntando. Pero tenía mucha curiosidad sobre él y sobre toda esa nueva información que no pude evitar seguir.

—¿Tiene que ver con lo que dijo Tachibana? ¡Ah! Lo siento si es algo que te molesta, no quiero incomodarte, está bien si no contestas —dije rápidamente y bajé la mirada.

—Está bien, somos amigos, ¿no? Entiendo que te dé curiosidad —murmuró.

El silencio se hizo pesado y comencé a sentirme ansioso. Busqué en la cesta la botella con chocolate caliente con la intención de ofrecerle y cambiar de tema. Bolaño me analizaba en silencio y solo tomó la taza que le ofrecí.

—No conozco a mi padre —confesó al fin.

—Oh.

—En Ilvermorny la familia es importante, yo era un chico transferido, un latino hijo de muggles y pobre. La dirección lo llamó "juegos de niños", pero la verdad es que me acosaron —al finalizar le dio un sorbo a la bebida.

Al fin me hizo sentido que en nuestro primer encuentro hubiese reconocido los signos de intimidación y las miles de precauciones para evitarlo.

—Lo siento —susurré.

—Está bien. No hiciste nada… Pero digamos que las cosas escalaron y como no querían expulsar a los hijos de gente poderosa ni hacer un escándalo, me transfirieron a Hogwarts.

—¿Por qué Tachibana sabe todo eso?

—No lo sabe todo —dio otro sorbo—. Solo de mi familia y que estuve poco tiempo en Ilvermorny. Surgió en una clase, ya sabes que siempre ando corrigiendo cosas.

Aunque sonaba a broma, parecía triste. Saqué una masita dulce y se la entregué, él comió sin dudar. Seguía viéndose triste.

—No debió decir eso de todas formas…

—Solo quiso insultarme —él encogió los hombros—. Para ella no ser sangre pura ya es algo malo, no tener una familia tradicional con una madre y un padre solo lo hace peor.

—Pero no es tu culpa que tu papá haya muerto —murmuré—. Yo también sería insultado si fuera el caso, tal vez sí conocí a mi madre, pero también la perdí.

La expresión de Bolaño era una mezcla confusa. Unos segundos después me abrazó. La tela de su abrigo era fría y se sentía húmeda, pero el gesto era cálido.

—Lo siento, no sabía lo de tu mamá —susurró, todavía abrazándome.

Era extraño ese tipo de contacto, incluso con Albus o mi padre tanta cercanía solo ocurría un puñado de veces. Pero con él no era incómodo. Por sobre el revoltijo de mi estómago y mi acelerado corazón, el abrazo de Bolaño se sentía bien.

—Gracias —susurré, correspondiendo al abrazo—. También lo siento por tu papá.

El chico del tren se apartó suavemente y me miró, levantó la mano libre y se rascó la ceja, levantando un poco la gorra que quedó enganchada en la perforación que allí tenía. Quise hacerle ver aquello, pero parecía incómodo.

—Mi padre no está muerto. O eso creo. No sé. Cuando dije que no lo conocí me refería a que ni siquiera sé quién es —intentó sonreír, pero solo hizo una mueca—. Un día mi madre conoció a alguien y se embarazó de mí, no supo más del tipo. Mi apellido es el de mi mamá.

—¡Ah! ¡Lo siento! ¡No sabía! ¡No quise insultarte o algo así! —agité las manos.

Había olvidado que llevaba la cesta y la botella con chocolate se movió peligrosamente hacia la orilla, un par de dulces no tuvieron tanta suerte y cayeron al césped escarchado. Bolaño me agarró los brazos y me detuvo, luego se echó a reír.

—Está bien, Scorpius. Sé que no lo dijiste con mala intención. No es algo que me afecte, no como tú crees. Solo me enoja que insulten a mi madre, ella es la persona más genial que he conocido. Los otros weones me importan un pico.

Lo miré ansioso ante la frase desconocida que dijo al final. Él se dio cuenta rápido y se golpeó la frente con la palma de la mano.

—¡Lo siento! Sigo metiendo español, quise decir que… ehm… ¿cómo podría traducirlo? —frunció el ceño e hizo una mueca—. Como sea, la idea es que no me interesa lo que dice el resto.

—Pensé que hablabas portugués —dije sin pensar.

—¿Por qué hablaría…? ¡Oh! Bueno, sí, sé hablar portugués, en Castelobruxo es la lengua oficial. Pero nací en un país hispano —sonrió e hizo el signo de la paz—. Aquí el chileno que tiene que haber en todas partes.

—Oh.

No sabía nada de Chile, ni siquiera estaba muy seguro dónde quedaba. Lo único que se me vino a la cabeza fue algo que la profesora de Astronomía nos dijo alguna vez: el mejor lugar para estudiar las estrellas está en Chile.

—Te deben gustar las estrellas —apenas lo dije, me di cuenta que era estúpido.

—¿Eh? —él parecía más confundido que yo—. ¡Ah! Lo dices por el desierto de Atacama. Bueno, sí se ven bonitas las estrellas de ahí. Soy de ahí, por cierto. Es decir, no de ahí, ahí, de la costa, que está cerca. ¿Entiendes? Lo siento, soy malo en eso de explicarme, creo que ya lo has notado.

Me quedé mirándolo unos segundos antes de que la risa se me escapara. El chico del tren me sonrió amplio al mismo tiempo que ladeaba la cabeza hacia la derecha.

—Al menos te hago reír, punto para mí.

—Creo que nunca había conocido a una persona como tú.

—Vaya, dos puntos para mí —comentó divertido—. ¿Pero el "como tú" es bueno o malo?

—Claro que es bueno. Eres como un día de verano en medio del campo, justo después de haber ganado un partido de quidditch.

Cuando lo vi alzar las cejas me di cuenta que había dicho algo tonto, que no había filtrado mis pensamientos y me había dejado llevar. Sentí mis mejillas calientes y por un momento se nubló todo a mi alrededor. Bajé la mirada avergonzado y comencé a mover el pulgar y el índice en un gesto repetitivo.

—¿Sabes? Aún no sé si es algo bueno o malo, nunca he estado en el campo —su voz era suave y lenta—. Pero por el bien de mi autoestima, confiaré en tu palabra y que es algo bueno.

Apenas terminó de hablar puso su mano en mi hombro y presionó suavemente. Sentí la zona caliente y un hormigueo después de que se apartó.

—Es bueno —murmuré.

—Por cierto, ¿crees que…?

—¡POR MORGANA! —un chillido sonó desde detrás de Bolaño.

Lily Potter había salido del lago y se había envuelto en una toalla. Aunque había bruma, el sol apenas comenzaba a salir y el césped estaba escarchado, ella no parecía tener frío. Pasaba su mirada entre nosotros y parecía estar resolviendo algo, en una fracción de segundo se decidió y se nos acercó.

—¿Se conocen? Pensé que no se conocían. Scorpius, él es el amigo que te dije que había hecho, el que solo tiene un amigo de Slytherin. ¡Pero si te haces su amigo ahora serán dos amigos de Slytherin! —sus ojos brillaban emocionados—. Gabriel, él es el chico que me gusta. ¿Ahora ves que tengo buen gusto?

—¿Yo qué? —mi pregunta sonó más como un graznido.

—Eres mi crush. Siempre quise tener un crush que fuera el mejor amigo de mi hermano mayor, pero James solo es amigo de mis primos y obviamente no me van a gustar mis primos —ella explicó con calma, sonriente.

—Pero… yo… eres pequeña… Oh, mierda, Albus me va a matar… Y Potter… Y todos los Weasley…

Mis murmullos se silenciaron cuando Bolaño me quitó la canasta y luego rodeó con uno de sus brazos mis hombros. Lily tenía una sonrisa traviesa lo que me demostraba que solo había estado jugando conmigo.

—No hagas que se le baje el azúcar —medio regañó el chico del tren—. Mira, se puso más pálido de lo normal.

—Lo siento, Scorpius —la chica hizo un puchero, pero su rostro no reflejaba arrepentimiento—. Pero sí fuiste mi crush, en los veranos Al solo hablaba de ti, me parecías divertido.

—Si sigues molestando te vas a quedar sin el desayuno que Scorpius tan amablemente trajo —regañó Bolaño para luego mirarme—. Porque lo trajiste para Lily, ¿verdad?

—¿Ah? ¡Ah! Sí, pensé que tendría hambre…

—¿Ves? Me quedaré con tu parte —continuó él.

—A veces te pareces demasiado a mi familia —Lily infló las mejillas.

Bolaño me soltó y al fin pude hilar más de dos pensamientos. No se veían como amigos, el comportamiento del Gryffindor parecía más el de un hermano mayor sobreprotector, en especial cuando comenzó a regañarla para que se secara.

—Te vuelves tan malo —se quejó ella—. Te pareces a Jamie.

Esta cabra weona —murmuró él, chasqueando la lengua—. No soy un bromista ni gracioso, mi humor es más negro y cruel, por algo soy amigo de Helios.

—¡Oye! No me insultes. Ya sé que "Wi-on a" es algo malo.

El chico del tren soltó una carcajada y volvió a decir aquella palabra de forma lenta. Lily de inmediato intentó aprenderla, repitiendo y tratando de hacer la misma modulación. Cuando ambos comenzaron a caminar ni siquiera me di cuenta que me arrastraron con ellos. Solo miraba fascinado el intercambio de sonidos.

—Por una parte me siento tan orgulloso de que una de las cosas que sepas del español sea weón, por otra, siento que estoy dando un mal ejemplo.

—Pero si ya le has enseñado a toda la torre. ¡Y no solo "wi-on"! ¿A ti qué te ha enseñado, Scorpius? —Lily se giró hacia mí.

—Ah… ¿Nada?

—Ni siquiera he logrado que pronuncie bien mi nombre.

—¿Te llama por el nombre? ¡Conmigo recién lo hizo en verano! ¡Y nos conocemos de hace años! —Lily me miró de forma acusadora.

—De verdad que no entiendo por qué ese distanciamiento con el uso de apellidos. Es tan frío, los ingleses son tan fríos —el chico de tren negó con la cabeza—. Pero solo me llama "Geibriel" porque Bolaño es aún más difícil de pronunciar.

Cuando entramos al castillo, Lily comenzó a avanzar hacia las cocinas. Se había puesto unas zapatillas de lona y seguía envuelta en la toalla, pero su cabello estaba mojado y tenía demasiada piel expuesta. De verdad que era increíble que no tuviera frío.

—Lo siento, pensé que decía bien Gabriel —sabía que sonaba diferente, pero no creía que fuera para tanto. La vergüenza volvió a invadirme.

—¿Escuchas? Ahora imagina a este tipo con ese inglés británico decir Bolaño… —Lily rió ante las palabras del chico—. Pero tranquilo, Scorpius, tú dime como quieras. Mientras sepa que me estás hablando.

En las cocinas los elfos ya preparaban el desayuno. Lily nos llevó hacia un rincón y nos indicó que arregláramos todo mientras se cambiaba. Bolaño, que al parecer estaba acostumbrado a ello, de inmediato sacó todas las cosas de la cesta y las dejó sobre la mesa. Para hacer tiempo, el Gryffindor me habló de lo extraño que le parecían los elfos domésticos, de una vieja película muggle y de que extrañaba el desayuno que comía en su país. Yo sentía que moriría de los nervios, pero la charla me fue tranquilizando y para cuando Lily volvió ya me sentía lo suficientemente cómodo.

Con el correr de los días fueron varias las veces que terminé desayunando con ellos dos. Aún no comprendía del todo la dinámica que tenían o por qué, siendo personas tan sociables y habladoras, no estaban rodeados de gente. Si lo pienso en retrospectiva, lo que más me gustaba de pasar tiempo con ellos era que no parecía importarles la opinión de los demás y hacían lo que querían. Tal vez, si hubiese sabido cómo serían las cosas en el futuro, habría disfrutado más de aquellas frías madrugadas y de la compañía. Aún así, y para mi suerte, fue una de las pocas cosas que no arruiné y que no se tiñó de dolor, tristeza o rabia.


Muchas gracias por leer!

Próximo capítulo: Fiesta navideña