Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.

Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...

Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy

Nota de la autora: Bueno, gente, lo prometido es deuda, cualquier error disculpen, estoy actualizando desde el móvil y no es muy fácil :(

Disfruten el capítulo uwu


Capítulo 22: Fiesta navideña

Una vez, cuando era niño, habíamos asistido a una aburrida fiesta. Había tratado de jugar con los únicos niños que conocía, pero Helios me ignoró, Juno se fue a esconder detrás de su madre y mi primo no quería andar conmigo. Me escondí bajo una mesa y lloré. Mamá me encontró y se escondió conmigo. Ella intentó animarme, pero nunca olvidé como todos los demás se divertían bajo las luces brillantes mientras que yo me acurrucaba en la oscuridad.

—Se ve tan pretencioso —murmuró Albus.

Alguien había logrado suprimir los tonos verdosos que las profundidades del lago negro proyectaba dentro de la sala común, en su lugar las luces eran blancas y azules, reflejándose en las distintas esculturas de hielo esparcidas por la estancia, y en la escarcha mágica que caía del techo. La escultura principal la habían dejado cerca de las ventanas, un enorme abeto de hielo con guirnaldas y adornos de lo más detallado. Quien había creado aquello era un verdadero artista.

—No puedes negar que está genial —se sentía como estar en una noche nevada, pero sin la parte de congelarte.

Albus rodó los ojos y acomodó la ponchera con el vino especiado y caliente que habíamos hecho. Mi mejor amigo había insistido en prepararla para la fiesta luego de que nos topáramos con la receta hace un par de semanas atrás. Se había acordado ofrecer únicamente alcohol y, por lo mismo, habíamos sacado casi la mitad del arsenal que mi mejor amigo guardaba.

—¿Ya está todo, Malfoy? —cuestionó Lloyd, que le daba retoques al muérdago que estaba colgando.

—De las bebidas sí, no sé de la comida.

—Ya pusimos todo —comentó Pucey, colocando unos bocadillos al lado de la ponchera.

—Bien, entonces vayan a alistarse.

Una vez terminé de abotonarme la camisa, me dejé caer sobre mi cama y saqué un cigarrillo para encenderlo. El código de vestimenta para la fiesta era formal y todos se estaban esforzando por verse lo más elegante posible. Albus se sentó a mi lado y me quitó el tabaco para darle una calada.

—¿Ya van a empezar con eso? —se quejó Petterson.

—Ah, vamos. Como si no fumaras —respondió Hudge, tomando el cigarrillo para devolverlo casi enseguida.

—Lo hago, pero borracho. Van a dejar todo apestando a humo —para dejar en claro su punto, Petterson agitó su mano y arrugó la nariz.

—Recuerden que dejaremos el dormitorio abierto —interrumpió Albus—. Aunque esté el acuerdo entre casas, ya saben que mi hermano y mis primos aman romper las reglas.

Petterson se arregló el cabello y luego fue a ver si sus revistas estaban bien escondidas. Yo había encendido otro cigarrillo y lo estaba fumando más rápido que aquel que estaban compartiendo. Cada vez sentía más y más ansiedad, y no estaba muy seguro por qué.

—Sobre eso. Me pido el dormitorio —dijo Petterson luego de verificar todo.

—¿Desde cuándo tienes novia? —cuestionó Albus con clara burla.

—No tengo. Pero hoy follaré con Polly Chapman —respondió muy seguro.

Comenzó una discusión sobre los atributos de la chica de la cual no participé. Nadie pareció darse cuenta de mi silencio, lo que me hizo preguntarme si alguna vez había mostrado aunque sea un poco de interés en alguna chica.

—Será divertido ver lo patético que te vuelves —Albus se levantó y me agarró del brazo—. Nosotros ya nos vamos, ¡será un placer burlarme de ti cuando sigas siendo virgen!

Cuando la fiesta comenzó me di cuenta que el solo poner alcohol había sido una táctica más de Albus. Era cierto que solo le vendía a los de nuestra casa y a las águilas, pero a medida que pasaba el rato una que otra persona llegaba para susurrarle algo y luego irse con alguna cosa que mi mejor amigo les daba. Me incomodaba enormemente el papel que empezaba a desenvolver mi mejor amigo en la fiesta, así que en cuanto los chicos populares se le acercaron, yo me escabullí con la excusa de conseguir más vino especiado.

—Esto es engañoso —mencionó Polly Chapman, sentándose a mi lado luego de acomodarse el vestido.

—¿Qué cosa?

—El vino —ella me tomó las manos y me quitó lentamente la taza para darle un pequeño sorbo—. Es dulce y sigues bebiendo y bebiendo y de pronto estás completamente ebrio.

Ella ladeó la cabeza y me sonrió. Yo aparté la mirada de inmediato, enfocándome en Helios que estaba sumergido en una conversación con el chico del tren, parecía que el alcohol ya se le había subido. Iba a ser un desastre en un par de horas.

—¿Tienes un cigarrillo, Malfoy?

Volví a mirar a la bruja, ella se había inclinado hacia mí, lo que hizo que quedáramos demasiado cerca. Tragué saliva, nervioso y me moví un poco sobre el sofá para evitarla, sacando la cajetilla.

—Eres bastante tímido… —ella tomó uno de los cigarrillos y se puso de pie—. Esperaré a que el vino haga efecto.

Se fue sonriendo. Casi de inmediato Petterson se sentó a mi lado y empezó a llenarme de preguntas. Polly Chapman era la chica más popular después de Dominique Weasley, se podría describirla como una chica lo suficientemente descarada como para llenar las fantasías de la mayoría de los chicos, pero que establecía límites claros como para no ser considerada alguien fácil. El año anterior había mantenido una relación con el actual capitán de Ravenclaw y se había corrido el rumor que había sido la única en tener algún avance con James Potter. Por lo que sabía, no podía decir si lo último era mentira o no, Potter era muy cerrado con su vida amorosa y Chapman prefería que hablaran de ella a desmentir algún rumor.

—Mierda, Malfoy. ¿Por qué te habla a ti? Todos sabemos que solo tienes ojos para Granger-Weasley —Petterson bufó—. Si yo fuera tú no habría perdido el tiempo y habría llevado a Chapman a los dormitorios para tocarle las tetas. Joder, ¡es que qué tetas! Digo, Paige las tiene grandes, pero está loca...

Hice una mueca y traté de desconectar. Petterson era la ejemplificación de un perfecto imbécil, veía a las chicas como objetos sexuales y las denigraba cuando no le hacían caso.

—Que weón más asqueroso y funable —interrumpió alguien con una frase en un idioma desconocido—. No sé qué tanto hablas, Polly nunca te ha hecho caso.

El chico del tren se nos había acercado y miraba con claro desagrado a mi compañero de dormitorio. Petterson, que era un cobarde de manual, murmuró alguna estupidez para luego irse, dándole un empujón al Gryffindor. Bolaño rodó los ojos y se acomodó en el sitio donde Petterson había estado sentado. Su ropa no era exactamente formal, pero podía encajar en el concepto, aunque el arete en su nariz y la perforación en su ceja le daban un aire totalmente diferente.

—¡Hola, Scorpius! —su expresión había cambiado casi de inmediato por una agradable—. Helios está diciendo de jugar eso de la otra vez, ehm… Esa cosa, Hell-O! ¿Quieres venir?

—¿Jugar?

—Será divertido, la otra vez fue divertido. ¡Ah! Cierto, tú no estabas. Es bastante simple, solo debes elegir entre responder la pregunta o hacer el reto que salga, y si no quieres, entonces debes beber. Aunque si vuelves a elegir beber tendrá que ser el doble de la vez anterior.

—¿Dónde está la trampa? —ante la cara confundida que puso, me obligué a agregar—: Es un juego mágico, no debe ser tan simple.

—¡Oh! Bueno, todos los jugadores tienen un pin —señaló su pecho—. Mientras lo tengamos tendremos la compulsión de decir la verdad y obedecer, solo se pasa respondiendo la pregunta, cumpliendo con el reto o con alcohol.

Era un juego peligroso. Ya entendía por qué Helios lo quería, en una fiesta podría parecer divertido, pero terminarías revelando secretos, humillándote o quién sabe qué cosa luego de embriagarte. Iba a negarme rotundamente, pero Bolaño me observaba como si esperara que aceptara. Me mordí el labio inferior y asentí.

—Supongo que sí —murmuré.

—¡Genial! —su sonrisa generó algo en mi estómago—. Vamos, están por ahí.

Bolaño se levantó y fue hacia el otro lado de la sala común donde habían acomodado los sillones y sillas para crear un círculo alrededor de Zabini. La mitad de la gente estaba allí con los pines colocados en el pecho y conversando entre ellos mientras esperaban a que el juego iniciara. El chico del tren consiguió nuestros pines y luego me llevó a sentarme en un sofá donde Albus ya estaba, acomodándose a mi lado. Potter y el resto de sus primos, incluida Rose, estaban al otro lado, también esperando para jugar.

—Ya que estamos, repetiré las reglas —Helios comenzó, explicando lo que Bolaño ya me había dicho.

Las primeras rondas fueron tranquilas, algunos habían relevado cosas pequeñas y otros habían decidido cumplir con los retos. Yo había bebido una vez y dado una pirueta. Solo Potter había evitado responder o hacer algo, Zabini se las había arreglado para sacar las cartas más humillantes y crueles cada vez que llegaba a la zona de los leones.

—Uh, esta es interesante. Bien, Potter león —Helios leyó una de las cartas—. La pregunta: ¿te has masturbando pensando en alguien que ahora esté jugando? El reto: besar a quien te parezca más atractiva. ¿Qué eliges? Te recuerdo que si vuelves a beber tienen que ser ocho sorbos.

Hubo un bullicio exagerado y unas cuantas carcajadas escandalosas. Todos estaban pendientes de lo que Potter elegiría, después de todo, eso cubriría la desinformación que había alrededor del jugador estrella. Potter, sentado sobre la alfombra, hizo una mueca y se sirvió una buena cantidad de vino, luego alzó la taza en un brindis.

—Que sean ocho —bebió todo el contenido bajo las pullas y exclamaciones de los demás.

—Joder, Skipper, vas a terminar ebrio por querer hacerte el misterioso —chilló Dominique Weasley.

Ella parecía estar bastante contenta, abrazó a Potter del cuello y dejó un sonoro beso en su mejilla, él soltó una carcajada al mismo tiempo que le dio un par de palmaditas en el brazo. Unos minutos después, fue mi turno.

—Bien, Malfoy. Elige, o nos dices quién fue la última persona a la que besaste o… besas a la última chica con la que hablaste —Zabini me sonrió, ambos sabíamos que no iba a admitir el beso con Leslie Paige—. ¿Entonces?

Cerré los ojos un momento, intentando recordar quién había sido la última chica con la que había hablado, mi cuerpo se giró sin mi consentimiento por la compulsión y cuando volví a mirar hice contacto visual con Polly Chapman, ella me sonrió con una aparente timidez. Aunque podía elegir beber, no estaba seguro cuántas rondas más estaríamos allí, y sería peor si me enfrentaba a las preguntas o retos estando borracho. Maldije en mi interior haber cedido a la bonita sonrisa del chico del tren y me puse de pie.

—Bien… —me dije a mí mismo.

Mientras caminaba hacia la chica de Gryffindor, el resto comenzó a aplaudir y gritar. Estaba claro que todos habíamos consumido una cantidad considerable de alcohol. Ella bajó la mirada, aparentemente avergonzada, pero cuando nuestros ojos se volvieron a cruzar me di cuenta que simplemente fingía. Traté de recordar cómo se iniciaba un beso, pero tanto con Albus como con Paige no había sido yo quien dio el primer paso. Respiré hondo y me incliné rápido hacia ella, por suerte no chocamos, aunque sí fue un tanto brusco el contacto. Había pensado en alejarme casi de inmediato, pero Chapman rodeó mi cuello con sus delgados brazos y profundizó el beso. Había un sabor a vino y tabaco, pero realmente estaba más pendiente de los gritos a mi alrededor que del beso.

—¡Eso es Scorpius! —escuché el grito de Albus.

Me aparté y me apresuré a volver a mi sitio. Podía sentir la cara roja y un hormigueo en los labios.

No alcancé a tener un cuarto turno. El juego se acabó luego de que Loyd cayera inconsciente. No reaccioné hasta que ya se las habían arreglado para llevarlo a los dormitorios. El grupo se disolvió en grupos más pequeños y yo busqué otro cigarrillo, el cual me tomó un poco en prender.

—¿Estás bien?

El chico del tren reía por lo bajo. Albus había desaparecido a ayudar, así que solo nosotros estábamos en el sofá. Asentí y le ofrecí el tabaco. Bolaño sonrió y tomó el cigarro desde el filtro, quizás fue la torpeza del alcohol, pero se demoró bastante en quitármelo. Tuve que esconder la mano casi de inmediato para que no notara que había empezado a temblar y esperé que creyera que mi rostro enrojecido fuera por el alcohol y no por la vergüenza. De reojo lo observé dar una profunda calada, tragué la saliva acumulada y me apresuré a beber de la taza.

—No es exactamente lo mismo, pero en mi país hay un trago parecido —dijo cuando me devolvió el cigarrillo—. Vino, naranja y especias… un buen navega'o.

—¿Eh? —giré la cabeza para mirarlo, él rió.

—Lo siento, Scorpius, pero no estoy en condiciones de tener una charla que no sea en spanglish.

—Está bien… Lo siento.

—Noooo, 'ta bien. No te disculpes, ¿sí? Ambos dijimos lo siento, 'tamo bien.

Él se inclinó hacia adelante, luchó un poco en desabrocharse los botones de los puños de la camisa, pero finalmente lo logró y subió las mangas. Observé sus brazos con los extraños tatuajes y, por la valentía que me daba el alcohol, pasé el índice por uno de los dibujos. Él miró mi mano antes de mirarme a la cara, yo mantuve la vista en los trazos.

—¿Para qué son?

—Solo son dibujos. Bueno, todos menos este —en su muñeca había tres elefantes en fila, del más grande al más pequeño—. Este representa a mi mamá, a mi abuela y a mí. Pero los demás no tienen mucho significado.

—¿No es algo cultural?

—No —él volvió a reír—. Solo son cosas que me gustaron. Mi mamá casi me mata cuando llegué con el primero. Pero después ya lo dejó ser, como con los piercings, aunque mi abuela aún me dice que es flaite.

—¿Los aretes tampoco son culturales?

—No, no, no… Qué tierno que pensaras que era eso —se señaló la ceja—. Me lo hice hace dos años porque me pareció que se veía genial. Los tatuajes también. Cuando voy a casa uso el sueldo del primer mes para hacerme algo.

Me sentía algo perdido. Pero lo escuché atento, fascinado por saber más sobre él. No quise pensar que probablemente alguien ya le había hecho esas preguntas y solo me mantuve en la ilusión de que era el primero en descubrir aquellos detalles.

—No me imaginé que fueras tan impulsivo… Quiero decir, pareces alguien que hace lo que quiere, pero en un buen sentido. Ya sabes, eso de que no te importa lo que digan los demás de ti, no en el sentido egoísta.

—Uhm… No soy tan así, sí me importa la opinión de los demás —me picó una mejilla—. Por ejemplo, me importa lo que tú pienses de mí.

Mi estómago dio una voltereta y pensé que tal vez iba a vomitar, pero la sensación era ligeramente diferente a las náuseas. Iba a responder algo, pero alguien llamó al chico del tren. Juno parecía disgustada y asqueada cuando se nos acercó, ni siquiera me miró, pero tampoco fue amable con Bolaño.

—Helios está vomitando —informó ella—. Estoy harta de cuidarlo, ve tú.

Sonaba a una orden. De alguna manera me sorprendía un poco que fuera lo suficientemente empática como para buscar a un tercero que se encargara del problema por ella en vez de simplemente dejar a su hermano a su suerte. Bolaño resopló, levantándose.

—Perdona, debo ser un buen amigo —se disculpó, agitando su mano—. No bebas mucho.

Me quedé solo en el sofá y para evitar empezar a sobrepensar me levanté a buscar más vino. No era la mejor idea considerando que estaba mareado y que hice todo el camino en zig zag y tambaleándome, pero no sabía qué más hacer. Me había puesto a comer una de las tantas cosas que había en la mesa cuando Paige se me pegó al brazo.

—¿Vas a salir con Chapman? —cuestionó, haciendo pucheros.

—¿Qué? No. Suelta —traté de sacudirme, pero ella no me hizo caso.

—La odio. Todos la aman, pero ni siquiera es bonita.

—Deja de ser tan envidiosa —dijo una tercera voz.

Chapman miró con desagrado a Paige para luego estirar su mano hacia mí. Se la estreché, aunque no estaba seguro qué quería, ella sonrió y volvió a mirar a la loca de Ravenclaw.

—Scorpius viene conmigo.

No sé qué poder mágico tenía, pero la Ravenclaw me soltó de inmediato. Seguí a Polly Chapman hacia el otro lado de la sala común, sin soltar su mano. Varias personas nos miraban, pero no lo analicé ni le di demasiada importancia. Nos detuvimos cerca de la entrada y ella se apartó de mí.

—En realidad, yo ya me iba, así que considera esto como un pequeño favor de mi parte.

—¿Yo te gusto? —me sorprendió lo directa de mi pregunta—. Lo digo porque me acabas de salvar de Paige y antes dijiste…

—Sí, me gustas —me interrumpió—. Pero no es necesario que me rechaces, sé que te gusta Rose y que incluso te confesaste, además, aunque me correspondieras, no saldría contigo.

—No entiendo…

Ella suspiró y me dio un beso en la mejilla.

—Eres guapo e inteligente, y aunque eres buscador, sigues siendo solo un nerd con una buena habilidad. No me gustas tanto como para que no me importe. Estoy satisfecha con ser tu primer beso público.

No sabía si tranquilizarme por no tener que lidiar con una chica triste o sentirme ofendido. Solo me quedé allí, observándola. Ella encogió los hombros, sonrió y me tiró un beso antes de acercarse a un grupo de chicas que reconocí como sus amigas e irse.

—Wow, eso fue cruel.

Giré un poco el cuerpo, no me había dado cuenta que Potter estaba apoyado contra la pared. De estar un poco más sobrio, me habría avergonzado, pero mi mente aún no conectaba todas las piezas. Observé los alrededores, buscando al resto de los Jinetes, pero no estaban por ningún lado.

—¿Quieres tomar un poco de aire? —preguntó.

—¿Vamos a salir?

—No, solo vamos a despejarnos.

Potter cruzó el muro y yo lo seguí. Aún sostenía el vino que me había servido, sin preocuparme que salir de la sala común no era la mejor idea. El Gryffindor me esperó para luego guiarme fuera de las Mazmorras. Estaba demasiado ocupado en no tropezarme, que no le di importancia a hacer todo el camino en completo silencio. Potter se detuvo frente a una puerta y me hizo entrar. Era un cuarto pequeño y vacío con un ventanal que daba hacia los terrenos.

—Vamos por aire.

Potter abrió las ventanas de par en par, una brisa fresca se coló y ambos salimos hacia la pequeña terraza. Apoyé los brazos en el barandal, sujetando con fuerza la taza, y observé el paisaje nevado iluminado por la luna. Fue entonces que me di cuenta que era extraño que pudiésemos estar a la intemperie en pleno diciembre sin congelarnos y que todo el sitio parecía estar limpio de nieve.

—¿Qué es este lugar?

—Una habitación mágica. Imagino que Helga Hufflepuff también quería tener un poco de aire e hizo este cuarto. No se puede salir, pero se puede disfrutar el exterior.

—¿Helga Hufflepuff?

—Estamos al lado de la sala común de los tejones.

Fruncí un poco el ceño y dejé la taza sobre la baranda. Rebusqué en mis bolsillos y saqué la cajetilla para encender un cigarrillo.

—¿No estás fumando mucho?

—Todos me han quitado el mío, no he terminado ninguno —me encogí de hombros—. Tú… ¿te gusta alguien?

—¿Perdón?

—Bebiste en vez de hacer los retos. Pensé que tal vez había alguien que te gustaba.

—¿Qué hay de ti?

Se me vino a la cabeza el rostro del chico del tren y de la sorpresa de mi propio pensamiento aspiré mal el humo del cigarro. Empecé a toser con desesperación y Potter me dio suaves palmadas en la espalda.

—Tomaré eso como un sí.

Medio me recosté sobre la baranda y observé el tabaco consumirse. Todo parecía tan pacífico lejos de la fiesta.

—¿Crees que soy una mala persona? —pregunté, rompiendo el silencio—. Sé que Helios necesitaba ayuda, pero lo odio un poco, quería que siguiéramos hablando.

No había dado contexto, pero el Gryffindor pareció comprender lo que trataba de decir.

—No eres una mala persona, solo querías pasar tiempo con la persona que te gusta —Potter me desordenó el cabello.

—Pero… También odio a Lily y a Tachibana, odio que sepan cosas que yo no, que vean cosas que yo no… —escondí el rostro entre mis brazos, suspirando—. Soy horrible.

—Todos somos así cuando nos gusta alguien.

Bebí buena parte de la taza antes de entregársela a Potter, él bebió el resto para luego sentarse en el suelo. Dejé la colilla dentro de la taza y me dejé caer al lado de él, usándolo como soporte. Estaba algo somnoliento y muy mareado, pero no quería volver a la fiesta.

—¿A ti te gusta alguien? —Potter no respondió—. ¿Te dormiste?

Me moví para verlo a la cara, el Gryffindor negó y se arregló el cabello hacia atrás.

—Estoy despierto —murmuró.

—¿Por qué no me respondes?

El mayor suspiró y lo vi jugar con su muñequera. Fruncí el ceño y le agarré la mano para que dejara de hacer aquello, sentí los ojos de Potter sobre mí, pero yo seguía mirando aquel accesorio. El capitán movió los dedos con la intención de entrelazarlos con los míos. Me pregunté si el anillo familiar molestaría, pero el pensamiento fue tan rápido que no lo retuve.

—Me quedé pensando en lo que dijo Chapman —explicó—. Si la persona que me gusta me dijera que siente lo mismo, no sabría qué hacer.

—¿Por qué no? —volví a mirarlo.

—No quiero que los demás me odien… Tenías razón, podré estar en Gryffindor, pero en realidad soy cobarde.

Potter había empezado a mover el pulgar contra mi mano, lo que me generaba un pequeño cosquilleo. Apoyé el mentón en su hombro para ver su perfil, él miraba hacia abajo, probablemente al agarre de nuestras manos.

—Te gusta un chico, ¿verdad? —él asintió—. ¿Tienes miedo de que te odie?

—No… Él es una buena persona. Pero a él ya le gusta alguien y si le dijera algo solo le pondría incómodo —soltó una risa amarga—. Podría usar eso de excusa, pero estaría mintiendo. No quiero que él sepa.

—¿Qué vas a hacer entonces?

—Nada, solo ser su amigo.

Presioné la mano que tenía agarrada suavemente, intentando darle consuelo. El Gryffindor soltó una carcajada y me empezó a relatar una anécdota que no logré procesar. Estaba demasiado ebrio como para darme cuenta que había cambiado bruscamente el tema de conversación.

—¿Sabes? No es justo, me gustan los chicos, pero solo he besado a uno —me quejé—. Y en cambio ya besé a dos chicas.

—¿Eso has estado pensando todo este tiempo?

—Es que no es justo —me quejé.

—No sé si eres demasiado dramático cuando estás fuera de ti o es que siempre lo eres y ahora lo dejas salir.

—¡Se me ocurrió una idea! —exclamé, ignorando sus palabras.

—¿Cuál?

—Que nos besemos.

Potter se apartó de mí y me observó con una ceja alzada.

—Por supuesto que no.

Chasqueé la lengua y como pude me puse a horcajadas sobre él, apoyando la mano libre en su hombro. Le solté la mano para girar la muñeca, pero en cuanto estuve en la nueva posición volví a entrelazar nuestros dedos.

—¿No quieres? Creo que es una buena idea —dije riendo.

—Malfoy, quítate —su expresión era extraña—. Estoy demasiado ebrio, voy a terminar pensando que es una buena idea.

—Porque lo es —pasé la mano de su hombro a su rostro, acariciando la mejilla—. Los besos están bien.

Potter rodeó mi cintura con el brazo libre y me observó, el contacto visual me puso nervioso y lo rehuí, bajando un poco la vista. Volví a reír y pasé el pulgar por sus labios. Tenía el vago recuerdo de que anteriormente le había tratado de dar un beso y que me había rechazado.

—¿Me dejarás?

—Scorpius, es una mala idea.

—¿Asustado, Potter? —cuestioné con burla.

Le sostuve la mirada solo unos segundos, sintiéndome abrumado por la intensidad que vi en ellos. Potter separó los labios y atrapó mi pulgar. Primero lo succionó, luego lo lamió y finalmente lo besó. Aquel pequeño gesto me llenó de calor y se me dificultó respirar.

—Ni un poco —respondió bajo.

Solté una carcajada, aunque no sabía qué era tan divertido. Volví a acariciar sus labios con la yema y me acerqué lentamente, cerrando los ojos. Podía sentir su respiración agitada chocando contra mi rostro y sabía que yo estaba en una situación parecida. Apenas rocé nuestras bocas antes de tomar algo de distancia. Potter deshizo el agarre de nuestros dedos, subió la mano para atrapar mi mentón y así obligarme a levantar el rostro. Me quedé quieto y en silencio.

—Estamos sobre hielo fino, Scorpius —susurró.

Antes de poder responder, sentí la punta de su lengua pasar sobre mi boca. Cerré los ojos, sintiendo un estremecimiento y rompí la distancia entre nosotros, Potter atrapó mi labio superior con los propios y lo soltó lentamente, aquello se volvió a repetir cuando me acerqué de nuevo.

En apenas una fracción de segundo la calma con la que íbamos cambió a un ritmo desesperado. Me apegué a su cuerpo y su abrazo se estrechó, una de sus manos estaba en mi cintura y la otra la había llevado a mi nuca, provocándome un cosquilleo en todas las zonas donde tocaba. Yo había atrapado su rostro con las dos manos porque tenía la sensación de que se apartaría si lo soltaba.

Cuando me sentí demasiado mareado y el aire me comenzó a faltar, me aparté rápido y apoyé la frente en su hombro. Potter no estaba mejor que yo, podía escuchar su respiración, y al apoyar la mano en su pecho noté lo rápido que latía su corazón.

—¿Estás bien, Scorpius? —murmuró.

Mi única respuesta fue una pequeña risa. Enderecé la cabeza y lo observé, los ojos de Potter brillaban, sus labios estaban húmedos y su camisa era un desastre. Apoyé ambas manos en sus hombros y respiré hondo para calmarme.

—De maravilla, James —susurré antes de volver a besarlo.

No recuerdo nada más después de eso. No sé si nos continuamos besando, si le vomité encima o me desmayé. No sé si volví solo a la sala común, si me acompañó o me tuvo que cargar. No sé cómo llegué a mi cama. No sé qué más hice o qué dije. Potter nunca quiso contarme y llegó un momento en que perdí la oportunidad de volver a preguntar.


Bueno, bueno, al fin pasó algo entre estos dos, jiji

Nos vemos en el próximo capítulo: Una mansión solitaria