Disclaimer: el mundo mágico y sus personajes no me pertenecen, tampoco gano dinero escribiendo esto, solo dolor y sufrimiento.
Advertencias: Relación ChicoxChico. Slow Burn. Angst. Enemies to Lovers. Hurt/Comfort. Uso de drogas en menores. Homofobia, mucha homofobia. Un mundo mágico lgbtfóbico. Mención de suicidio. Depresión. Albus Potter es un mal amigo. Si cualquiera de estos temas te incomoda, te invito a buscar otra historia. En esta se va a sufrir mucho...
Pareja: Es un slow burn, así que esto pasará muuuuucho después, pero pongo de inmediato que la pareja es James Sirius Potter con Scorpius Malfoy
Nota de la autora: Hewwo! Vengo a actualizar
Moveré los días de actualización a los sábados e intentaré subir el capítulo que les debo estos días, aunque no prometo nada y puede que simplemente quede desfasada por una semana respecto a mi plan original...
En fin, nos vemos el próximo sábado, espero les guste el capítulo!
Capítulo 23: Una mansión solitaria
Cuando mamá enfermó, la mansión también lo hizo. Y cuando ella murió, de igual forma lo hizo mi hogar. Intenté ignorar lo fuerte que era el silencio, pero aquel bullicioso zumbido siempre fue mejor que los fantasmas que mi padre veía.
Desperté con el estómago revuelto y un fuerte dolor de cabeza. Todos en el dormitorio parecían estar igual luego de la fiesta, pero no podíamos volver a dormir, era hora de tomar el tren y volver a casa por las vacaciones. Fue un viaje silencioso donde me arrepentía de haber bebido tanto y maldecía a mis compañeros por haber decidido hacer la fiesta navideña la noche antes de partir.
Ni siquiera había sido capaz de analizar el montón de cosas que habían sucedido. Albus se la había pasado durmiendo y aunque yo lo intenté, me rendí a mirar el paisaje, esperando que el mareo se fuera. Al llegar a la estación seguía sintiéndome mal, y aunque solo había tomado algo de agua, mi estómago estaba completamente cerrado. Mi padre me saludó en cuanto me vio, tomando mi equipaje.
—¿Qué tal las clases, Scorpius?
—Uhm…
Confundiendo mi silencio con incomodidad, me tomó del brazo y nos hizo aparecernos en la mansión. Apenas logré controlar las náuseas que me generó la aparición, me concentré tanto en no vomitar que no escuché lo que mi padre me decía.
—... después de cenar. ¿Scorpius? ¿No te agrada?
—No… Sí… Digo… Lo siento… —me froté los ojos—. Estoy algo cansado y el viaje en tren me mareó, lo siento.
—¿Te sientes mal? Debiste haberme dicho antes —mi progenitor llamó a un elfo y le dio una indicación—. Ve a recostarte, te llamaré cuando sea la hora de cenar.
No me hice de rogar y me dirigí a mi habitación. Pensé en ir al baño a vomitar, pero la cama se veía más tentadora, así que sin cambiarme el uniforme me tiré sobre el colchón y cerré los ojos.
—¿Joven amo? —una voz chillona me sacó de mi dulce sueño.
—¿Qué? —gruñí, de mal humor.
—El amo le manda esta poción para los mareos —apenas me moví para tomar el vial y tragar rápidamente el contenido—. Pregunta si bajará a cenar.
Prefería volver a caer inconsciente, pero no veía a mi padre desde hace meses. Suspiré y decidí que no podía ser tan malo compartir una cena. Por supuesto, me equivoqué. El olor a comida me revolvía el estómago y cada bocado era un suplicio. De todas formas me quedé porque mi padre parecía contento de tener compañía. Al principio intentó que yo le contara sobre la escuela, pero ante mis respuestas cortas se rindió y terminó hablándome sobre uno de sus tantos experimentos.
—Amo, la señora Zabini le está buscando —interrumpió un elfo.
—Lo siento, Scorpius, tengo que atender la llamada —mi padre se fue suspirando.
Generalmente, nunca detendría una cena, pero mi madrina era la excepción a la regla. Aprovechando que se había ido le pedí al elfo que se llevara mi plato y me quedé sentado, esperando. Papá podría haber atendido la llamada, pero sería corta, no le gustaba dejarme solo en las comidas.
—¿Ya terminaste? —mi padre regresó y pidió que trajeran el postre.
—No tengo mucha hambre…
—¿Quieres que busque otra poción para tu mareo?
Negué con la cabeza, por mucho que tomara, me seguiría sintiendo mal porque estaba sufriendo una resaca, no un mareo.
—¿Qué quería mi madrina?
—Informarme que tiene un invitado.
—¿Entonces no vendrá? —pregunté ilusionado.
—Se quedarán menos tiempo, después de navidad volverán a la mansión Zabini y harán una fiesta para año nuevo. Nos invitó, por supuesto, pero ya me negué —él me miró—. Es probable que estos días insista con ello, te prometo que solo tendrás que aguantarla tres días.
—¿Tú no quieres ir a la fiesta?
Los Zabini eran muy cercanos a los Malfoy, pasábamos navidad juntos como si fuéramos una gran familia. Mi padre también invitaba a la tía Andromeda y a su nieto, el cual se quedaba un par de días antes de irse con los Potter. Los años en que mis abuelos estaban en el país eran pocos y siempre lograban que el ambiente fuera incómodo, pero cuando decidían quedarse en Francia la mansión se volvía colorida y bulliciosa.
—Sé que no te agradan esas cosas, Scorpius. Y quiero pasar las vacaciones contigo. A Pansy la puedo ver en cualquier otro momento.
Por alguna razón aquello me hizo sentir avergonzado.
—¿Cuándo vendrá la tía Andromeda? —pregunté para cambiar de tema.
—Llega mañana, junto con Edward y su prometida, Victoire. Podrás tener compañía para evitar a Pansy, no te preocupes.
—No lo pregunté por eso —murmuré.
Mi padre me sonrió.
—Lo sé. Es solo un plan B, el invitado de Pansy también vendrá a pasar las navidades con nosotros, no sé si eso será demasiado incómodo para ti.
—¿Aceptaste que un extraño viniera a casa? —cuestioné sorprendido.
—Tengo algo de curiosidad, Pansy dijo que era un amigo de Helios. Quiero ver qué tipo de persona se hace amigo de un niño como Helios.
Fruncí el ceño, la única persona que podía considerarse como amigo de Helios era el chico del tren. Jadeé en cuanto me di cuenta de aquello, me atoré con mi propia respiración y comencé a toser de forma desesperada. Papá se levantó y me dio suaves palmaditas en la espalda.
—¿No sabías que Helios tenía un amigo? —preguntó cuando me calmé un poco.
—No, no… Digo sí. Sí sé. Sé quién es —carraspeé—. No me imagino a mi madrina aceptando a alguien así.
—¿Alguien así? —levantó las cejas, curioso.
—Está en Gryffindor y es hijo de muggles. Además de que es una persona extrovertida y sociable, pero no parece encajar, creo que no tiene amigos en su casa. Es lo opuesto a Helios en todo, lo único que tienen en común es que ambos juegan quidditch, pero ni eso. Helios es cazador y él es guardián.
—Parece que a ti te agrada.
Mi estómago volvió a revolverse, no se sentía como si fuera por culpa de la resaca. Bajé la mirada y me encogí de hombros, presionando las yemas de los índices con los pulgares repetidas veces.
—Es una de las personas a la que les hago tutorías… Es algo extraño, pero no es una mala persona.
—Ya veo —dijo mi padre—. Veremos qué tal es.
Terminamos la incómoda conversación y volví a mi dormitorio. Las náuseas habían aumentado, pero no se sentía tan desagradable como antes. Me acosté temprano, pensando en que quizás había una pequeña posibilidad de hablar un poco más con el chico del tren mientras estuviera en mi casa. La idea me puso nervioso y me avergonzó, pero la felicidad que empezaba a extenderse le ganó a todo lo demás.
—¡Scorpius! Estás mucho más grande que la última vez que te vi.
La tía Andromeda me sonrió y se me acercó a darme un corto abrazo. Detrás de ella aparecieron Lupin y Victoire Weasley.
—Lamentamos molestar —saludó el auror—. Aunque ya la conocen, la presento de nuevo. Ella es Victoire, mi prometida.
Mientras ella nos saludaba educamente, Lupin la miraba como si pisara el suelo por el cual caminaba. Era claro que estaba enamorado y que no le importaba demostrarlo.
—Nunca serías una molestia, Edward. Ni tú tampoco, Victoire —mi padre les saludó—. Esta es su casa, por favor, pónganse cómodos.
Los elfos los llevaron a sus habitaciones y yo fui a la biblioteca a leer un poco. Aún me sentía mal por la resaca, pero se había vuelto tolerable. De todas formas, la llegada de mis parientes lejanos entretenía a mi padre lo suficiente como para que yo no me sintiera en la obligación de acompañarlo.
—Joven amo, llegó esta carta para usted.
Tomé la carta que me trajo uno de los elfos y observé con el ceño fruncido el sobre colorido con una letra que se me hacía conocida. Cuando la abrí vi un papel muggle con una ilustración de fondo y de inmediato supe que era de Potter.
"Tenemos que hablar. Mándame una carta diciéndome qué noche puedes ir a Grimmauld Place y yo estaré allí.
J.S.P."
Sentí un sudor frío y me pregunté qué cosa hice que mereciera una carta tan seria y directa. Vagamente recordé una extraña habitación y yo quejándome de alguna estupidez, pero eso no era suficiente para tener una charla. Fue en ese momento que mi mente decidió recrear detalladamente el beso que nos habíamos dado.
—¡Joder!
Un pitido se instaló en mis oídos y todo se volvió borroso, solo podía ver las palabras que Potter me había enviado. El pecho comenzó a dolerme y temí que fuera a darme un ataque cardíaco, lo que solo aumentó las malas sensaciones y me llevó a ahogarme.
—... respira conmigo, Scorpius, respira conmigo.
Alguien me había agarrado de los hombros y me había obligado a mirarle. El auror Lupin me observaba preocupado, pero seguía repitiendo lo mismo. Inconscientemente lo obedecí, tomando bocanadas grandes que luego iba soltando lentamente, imitando sus movimientos. De a poco mis sentidos se estabilizaron y un gran cansancio me invadió.
—¿Te sientes mejor? —asentí—. ¿Quieres agua? ¿Que llame a tu papá?
—¡No! No le digas… no le digas a mi padre.
Lupin se acuclillo frente a mí y me sonrió, sentí algo cálido brotar de mi pecho y extenderse lentamente. Una tercera mano apareció en mi campo de visión, apuntándome con su varita. Victoire Weasley estaba a poca distancia de nosotros, mirándonos en silencio.
—Solo es un hechizo calmante, te hará sentir mejor —explicó ella cuando notó que la miraba.
—Yo… —bajé la cabeza.
Me di cuenta que aún sujetaba la nota de Potter y rápido la arrugué y la metí dentro de mi bolsillo. Si ellos notaron mi movimiento, no dijeron nada.
—Lo siento —murmuré.
—No digas eso, solo queremos que estés bien —Lupin tomó una de mis manos y arrugó la nariz—. Estás helado, ¿quieres algún abrigo?
—No… Yo… Yo quiero ir a mi cuarto.
Lupin me ayudó a levantarme y caminó conmigo hacia la salida. Le dijo algo a su prometida antes de guiarme por los pasillos. Me mantenía abrazado desde los hombros, obligándome a seguir su ritmo. No fue algo malo, aún me sentía algo conmocionado y no creía poder andar por mi cuenta, era bueno tener un apoyo.
—¿Quieres acostarte?
Al fin me separé de él y me tiré sobre la cama, metiéndome bajo la gran cantidad de mantas que tenía. Lupin se sentó sobre el colchón y me miró con aprehensión.
—¿De verdad no quieres que le diga a Draco?
—No quiero preocupar a papá —susurré.
—Para eso está la familia, Scorpius. Para ayudarnos cuando lo necesitamos.
—Solo… solo quiero dormir.
—Bien —él suspiró—. Me quedaré aquí hasta que te duermas, ¿vale?
Aquello me quitó un peso que no sabía que tenía. Saqué la diestra de debajo de las mantas y busqué su mano, agarrándola como si temiera que se fuera. Lupin me sonrió y me peinó los cabellos.
—Estaré aquí, te lo prometo.
Me sentía seguro de esa forma, el trato del auror me recordaba a mamá y eso aliviaba todo el estrés que tenía. Cerré los ojos y, sin darme cuenta, me quedé dormido.
Al parecer ni la chica Weasley ni Lupin le dijeron a mi padre sobre mi pequeña crisis. Cuando volví a reunirme con mi familia, la joven pareja apenas me dio un vistazo para asegurarse de mi estado, mi padre no mostró ninguna señal de preocupación, estaba más ocupado rebuscando entre los regalos que habían bajo el árbol. Finalmente, le entregó al auror un sobre elegantemente envuelto.
—¿De verdad me estás regalando una casa? —Lupin gritó.
El auror se había levantado emocionado, agitando las escrituras que habían salido del regalo. Victoire también estaba de pie y miraba incrédula los papeles. La tía Andromeda, por otra parte, parecía estar fingiendo que aquello no tenía relación con ella, pero sonreía.
—Es un cottage en las afueras de la ciudad. Con tu abuela ya la remodelamos, pero ustedes deberán decorarla —explicó calmadamente mi padre.
—¿Tú sabías de esto? —el auror abrió grande la boca en sorpresa, girándose hacia su abuela—. Pensé que querías que viviéramos contigo.
—Claro que quiero tenerlos cerca, Teddy. Pero yo también fui joven y una pareja recién casada necesita su propio espacio —respondió la tía Andromeda.
Lupin llegó hasta la mujer y le dio un fuerte abrazo, dejándole un sonoro beso en la mejilla.
—No sé qué decir… No puedo aceptarlo.
—Claro que puedes. Si estoy en lo correcto, los ahorros que tenías para comprar un apartamento podrán ir a los muebles que tu nuevo hogar necesita —puntualizó mi padre—. Es nuestro regalo de navidad. Para ambos.
—Muchas gracias, señor Malfoy, Andromeda —Victoire parecía a punto de llorar—. Nosotros… nuestros regalos no llegan a esto…
—No te preocupes, querida. Es el deber de los más viejos cuidar a los más jóvenes —la tía Andromeda sonrió—. Espero que entiendan que es un regalo adelantado porque quería ver sus caras.
—¡Abuela!
Lupin volvió a abrazar a la mujer y luego fue a hacer lo mismo con mi padre. Victoire se limpiaba disimuladamente las lágrimas y sonreía emocionada.
—Quiero que sean un matrimonio feliz —suspiró la tía Andromeda.
—¡Oh! ¡Es cierto! Debo explicarles algo de la casa —mi padre se levantó y llamó a los dos más jóvenes—. Volveremos enseguida.
Sonreí. Sabía que solo los estaba alejando para que la tía Andromeda se calmara respecto a la boda de su nieto. Llevaban prometidos casi un año y aún no habían puesto una fecha. Según mi padre, el comprometerse había sido solo para calmar a sus respectivas familias, pero que no tenían reales intenciones de contraer matrimonio.
—También tengo un regalo para ti, Scorpius.
—¿Para mí?
Me acerqué curioso a mi tía y tomé asiento en el sofá, a su lado. Ella sacó de su bolsillo una pequeña cajita negra y la puso en mis manos.
—Es algo muy especial para mí, me lo regaló mi Ted. Quiero que ahora la tengas.
Ella me miró y luego a la cajita, haciéndome una seña para que la abriera. Dentro había un colgante de madera con un hilo oscuro trenzado. El dije era pequeño y simple, del tamaño de una almendra y con una forma un poco más ovalada y plana, la madera era oscura, pero en el centro había pintado un pequeño círculo blanco que brillaba a la luz.
—Este fue el primer regalo que me dio Ted, teníamos tu edad, ¿sabes? —la mujer sonrió nostálgica—. Nunca habíamos hablado hasta ese año, ambos éramos prefectos. Apenas nos dirigimos la palabra, pero un día antes de las vacaciones de navidad me lo dio de regalo.
—¿Está bien que me lo des? —cuestioné bajito.
—Por supuesto que sí, verás, no importa realmente el objeto, sino que su significado —explicó—. Dentro tiene polvo de estrella, claro que para mí y cualquiera solo era tierra con brillos, pero si usas la imaginación puedes ver que es polvo de estrella.
Con el dedo índice deslizó la parte frontal del dije, dejando expuesto un pequeño hueco donde había polvo y brillos, tal como ella había dicho.
—Ted solo había dejado una pequeña nota con el regalo, decía que dentro había un tesoro. Pensé que se estaba burlando de mí y esperé a volver a clases para encararlo.
—¿Qué te dijo cuando le preguntaste?
—Me contó una historia. Sé que a tu madre le gustaba leerte cuentos muggles, ¿verdad? Hay uno bastante popular, aunque algo triste. Es la historia de un soldadito de plomo que venía en una caja llena de otros soldaditos de plomo, pero a este le faltaba una pierna y no se sentía bien por esa diferencia. Junto a la caja había una figura de una hermosa bailarina de papel con una cinta azul y una lentejuela como adorno. Como él, la bailarina tenía una sola pierna, y el soldadito se enamoró de ella apenas la vio. Pero un payaso de una caja de sorpresas le prohibió que la mirara, y aunque el soldadito había decidido no hacerle caso, al día siguiente cayó por la ventana hacia la calle. Así le ocurrieron un montón de aventuras, pero sorprendentemente logró volver a la misma casa, donde estaba la bailarina. Ambos se miraron sin decir nada. El soldadito terminó siendo arrojado a la chimenea y poco después una corriente de viento arrastró a la bailarina, juntos se consumieron por el fuego. Al día siguiente una sirvienta removió las cenizas, encontrando solo un corazón de plomo y una lentejuela.
Conocía la historia, era uno de los cuentos del mismo autor que había escrito La Sirenita, nunca lo había entendido del todo y no comprendía qué había de romántico en hacer nada para luego morir. Solo era trágico.
—¿Te regaló la lentejuela? —pregunté, señalando el colgante.
La tía Andromeda amplió su sonrisa y me pidió el colgante, apenas se lo entregué ella señaló un corte en diagonal que había en la madera. Lentamente giró la parte de abajo hacia arriba hasta crear un corazón, el círculo brillante había cambiado para formar una serpiente.
—El corazón de plomo —susurré, maravillado por la mecánica.
—No solo eso, esto es un relicario, ¿recuerdas? Pero cuando se vuelve un corazón ya no tiene polvo de estrellas —ella dejó el dije sobre la palma de mi mano—. Es una declaración de amor. Adelante, mira.
Deslicé la parte frontal para dejar expuesto otro hueco, pero esta vez contenía un pequeño trozo de pergamino con números y letras que me parecían bastante familiares. Era la forma en que se organizaba la biblioteca de Hogwarts: tema, pasillo, estante y orden. Los siguientes números parecían ser la página que había que consultar. Debía ser un libro de literatura muggle, pero como no me sabía de memoria la disposición de la biblioteca, no podía saber a cuál libro se refería específicamente.
—¿Sabes qué es? —preguntó.
—Es un código, una referencia a un libro. Pero pudo haber cambiado el orden en la biblioteca, o el libro.
—No, nada de eso. Ted lo escribió pensando en que una biblioteca no es algo estático. Si el libro cambia, lo hará el código. Me sorprende gratamente que sepas del código, a mí me tomó unos días darme cuenta.
El halago me tomó por sorpresa, por lo que no supe cómo reaccionar. Por suerte, la tia Andromeda estaba demasiado metida en su historia. Buscó entre sus cosas hasta sacar un libro y pasó las páginas hasta detenerse en una. Era un tomo bastante viejo y usado, la cubierta estaba gastada y las páginas amarillas. Guardé el papel y cerré el dije antes de tomar el libro.
—¡Es otro cuento! —exclamé sorprendido—. Y del mismo autor.
—Otra historia de amor, un amor no correspondido y prohibido, destinado a fracasar —la señora Tonks suspiró—. La Sirenita. Ted usó dos referencias para expresar su amor.
—¿Qué le dijiste luego de leer el cuento?
—Nada, como la bailarina de papel solo lo miré. Sabía que era hijo de muggles, además de que estaba en Hufflepuff, incluso una amistad entre nosotros no habría sido posible, mis padres no lo habrían aprobado.
—Pero te fugaste para casarte con él.
Ella sonrió divertida.
—Eso ocurrió cuando ya habíamos terminado la escuela. Por más de dos años apenas intercambiamos un par de palabras, ninguno fue lo suficientemente valiente.
—¿Entonces cómo? —fruncí el ceño.
—Fue cuando me comprometieron. Me di cuenta que si no hacía nada viviría en un matrimonio sin amor que ni siquiera había elegido. Lo más difícil fue dar el primer paso, pero nunca me arrepentí de mi decisión.
—¿Y está bien que me lo des a mí?
Ella tomó mis manos y me hizo envolver el colgante con ellas. La madera se me hacía pesada, pero no quería ser grosero y devolver un presente con tanta carga emocional.
—Para mí es un relicario que significa valentía, aceptar nuestros sentimientos y hacer algo por ellos. Enfrentar el miedo al rechazo o al qué dirán —finalmente me soltó—. Quise dárselo a Nymphadora, pero ella siempre tuvo claro lo que quería, se la habría dado a tu padre de habernos conocido antes, pero creo que encontró su propia valentía, también pensé en entregárselo a Teddy, pero no lo necesita. Creo que tú te pareces más a mí y a Ted, al soldadito de plomo y la bailarina de papel, a la sirenita… Y deseo desde lo más profundo de mi corazón que seas feliz. Acéptalo, por favor.
Asentí y murmuré un gracias. No estaba seguro de qué hacer con el colgante y cuando le pregunté, me dijo que podía hacer lo que quisiera, que era mío, que podía usarlo, botarlo o regalarlo. De repente me sentía presionado. Apenas mi padre regresó, aproveché de huir a mi habitación. Quería contarle a alguien, compartir la historia de la tía Andromeda, pero sentía que Albus no entendería lo mucho que significaba, y no tenía más amigos.
Cuando saqué de mi bolsillo la cajita, también arrastré un papel, al fijarme me di cuenta de que era la carta de Potter. Era alguien que perfectamente podría haber recibido un regalo así, ¿no había dicho que le gustaba alguien, pero que tenía miedo? No estaba muy seguro qué tanto era realidad y qué tanto imaginación en mis recuerdos, pero apostaba con que aquello había sido real. Fui hasta el escritorio y busqué pergamino, tinta y pluma.
"Querido Potter:
No sé cuál es la necesidad de poner "querido", ¿qué pasa si no estimas a la persona? Otra forma es demasiado formal o impersonal, una buena carta debe partir con "Querido", pero me molesta mucho. Algún día encontraré otra forma de iniciar las cartas. Pero no te escribo para quejarme. Solo quiero tratar dos temas, entendiendo que no puedo hablar de muchas cosas a través de una carta, pero al menos puedo pensar antes de escribir (esta es la tercera versión de la carta que intento escribirte).
Lo primero: en la mansión hay visitas, quizás me pueda escapar cuando se vayan, eso sería después de navidad, pero no lo sé, te escribiré una carta cuando llegue el momento. Creo que sé de qué quieres hablar, pero no estoy seguro qué tanto es real, mis recuerdos son confusos, lo lamento por todo, nunca fue mi intención el incomodarte o que las cosas entre nosotros quedaran raras.
Lo segundo: la señora Tonks me regaló un colgante, es sencillo, lindo y mágico, mágico al estilo muggle, fue algo que le dio su esposo cuando eran jóvenes y lo asoció a dos cuentos de Hans Christian Andersen (si no sabes quién es, ve a buscar, es el escritor del cuento de la Sirenita, el original). El dije es sobre el soldadito de plomo, otro de sus cuentos.
Lo pensé y creo entender, somos como el soldadito, defectuosos (creo que deberías leer el cuento antes de seguir con esta carta), sabemos que somos diferentes y que esa diferencia es mala, y un día conocemos a alguien que es igual de diferente, pero nos maravilla su diferencia. Nos gusta y nos enamoramos, pero el miedo nos impide hacer algo. Debemos sufrir, debemos soportar todo, y tenemos tanto miedo que aunque sepamos que nos van a corresponder, no decimos nada. Y tal vez un día eso signifique nuestra muerte, o tal vez el hablarlo nos queme, quizás nos llevemos a la tumba ese amor, no lo sé.
Dentro del dije había una nota que era una referencias al cuento de la Sirenita. ¿Sabes cómo es el cuento original? A diferencia de la película que me mostraron el príncipe confunde a su salvadora con una chica de un templo y la sirenita sufre con cada paso que da, pero como el príncipe ama verla bailar, ella lo hace, aunque le duela. Un día el rey compromete al príncipe con la princesa de otro reino, él no quiere casarse con ella, porque ama a la chica del templo, pero luego descubre que su prometida es esa chica del templo, así que está feliz. La sirenita está triste y le dicen que si no gana el amor del príncipe morirá y se volverá espuma, ella sabe qué ya perdió, él ama a otra. Sus hermanas sirenas la tratan de ayudar y encuentran otra forma: debe matar a su amado con una daga. Ella lo intenta, pero no puede, decide morir y volverse espuma de mar. Al día siguiente el príncipe se da cuenta de que su verdadera salvadora era la sirenita, pero ya es demasiado tarde, ella ya no está.
¿No crees que puede sucedernos algo así? Amar a alguien y perder nuestra voz, sufrir por intentar complacer y darnos cuenta que nunca seremos amantes. Creo que tú y yo somos como ella, como la sirenita. Por supuesto que la versión de la película tiene un final mucho más feliz, y sería bueno que así fueran nuestras historias de amor. Creo que soy algo pesimista, pero mientras seamos diferentes solo podremos obtener amores trágicos.
Solo quería contarle a alguien de esto, del dije que me regaló la tía Andromeda y lo que pensé sobre él. La tía Andromeda me dijo que me daba el colgante para que fuera valiente y feliz, pero no creo que sirva, ella no sabe la verdad. Esa verdad que tú y yo sabemos, esa diferencia, que mi felicidad implica cosas que no están bien, que voy a lastimar a muchas personas si se enteran.
Cuando te vea te mostraré el colgante, es genial su mecanismo, aunque tenga historias tristes a su alrededor, creo que es un bonito detalle. Me gusta la historia de amor de Andromeda Black y Ted Tonks, me hace pensar que tal vez es como tú dices, que lo que yo siento no es algo malo, es solo que la gente ha decidido que sea malo. No lo sé, escuchar la historia del colgante me puso de un humor raro.
Espero verte el día después de navidad. ¡Ten buenas fiestas!
Con mi mejores deseos,
Scorpius Malfoy
P.D.: Lamento lo largo de mi carta, intenté resumir mis pensamientos.
P.D.2: Te daré tu regalo cuando te vea, no quiero que Albus haga preguntas, así que no me odies cuando no tengas ningún obsequio de mi parte."
No me importó lo tarde que era, mandé la carta de todas formas. No recibí una respuesta inmediata, pero estaba bien, había escrito algo bastante largo y Potter necesitaba digerir la historia. Siempre me pregunté qué pensó acerca de los cuentos y del colgante, si se sintió identificado con los personajes o se arrepintió de no haber abierto la boca hasta el momento. Con las cosas que ocurrieron después olvidé averiguar su punto de vista, pero creo que esas historias fueron como pequeños presagios, él amaría y se quemaría, y un día sería demasiado tarde.
Muchas gracias por leer :)
Nos vemos en el próximo capítulo: Noches nevadas
