Plumas durante Estación
Aya ft Sumashu — Feathers Across the Seasons
En la temporada de invierno, los copos de nieve caen con gracia y elegancia, ocultando la cordillera de la montaña con su manto incoloro.
La nieve en polvo movía sus piezas perfectamente, sin perder equilibrio, como si de una rutina diaria se tratase. Puesto a que no mostraba miedo en ocultar al pueblo fantasma, tal vez porque no le agradaba la desgracia.
Sin embargo, para el asombro del señor del invierno; entre medio de tanto dolor y tragedia ya hacia la calidez y el amor, iluminando un poco la cordillera desolada. Demostrando el lado positivo de las cosas. El señor del invierno se preguntaba cada invierno ¿Cómo era que aquella jovial pareja podía ver una hermosa maravilla donde él solo veía catástrofe? Sinceramente, por más que se lo pensara y meditara no llegaba a comprenderlo, y temía, que nunca llegaría a hacerlo.
La esposa se apegó más a él, en busca de resguardarse de la gélida noche mediante ese delicado acto. Brindándole con su mismo actuar protección y calor a su amado.
Sus pupilas se enfocaban a través del cristal escarchado, recordando con ternura el día que sus vidas se cruzaron. Si su memoria no fallaba, o si su mente no era la que deliraba, podía asegurar con total certeza que ese día también nevaba. Sus orbes rosas se desviaron hacia el rostro de su esposo, analizándolo por un par de segundos; o mejor dicho, admirándolo. Le atraía demasiado los rasgos de aquel esbelto hombre, su mandíbula afilada hacía notar su masculinidad, su nariz respingada, sus ojos ligeramente rasgados le hacían recordar a un animal en posición de ataque, y ni que decir de la cabellera anaranjada…
— El día que nos conocimos, también nevó — Blossom comentó sin querer mediante un susurro. Ella al darse cuenta de lo dicho sintió como su sangre bombeaba más rápido, acumulándose en sus pálidas mejillas.
Una sonrisa coqueta se dibujó en el rostro de él. Estaba ligeramente aliviado de haber escuchado la voz de su esposa, puesto a que empezaba a sentirse nervioso ante tanta atención. Y dudaba, sinceramente, poder contener por más tiempo el deseo de comerla a besos.
— Lo recuerdo — Se limitó a decir.
Ella soltó una melodiosa risa mientras cubría su rostro con sus manos. Brick con ternura retiró las blancas manos, apretándolas ligeramente entre sus dedos mediante la admiraba por unos segundos. Se acercó lentamente, depositando un corto beso sobre los labios de su hermosa amada.
Con la llegada de la primavera los rayos del sol llegan, irrumpiendo con intrepidez el hogar de nuestra jovial pareja, en busca de darles sus más cordiales saludos. A la par de los rayos de luz vienen los caballeros de la señora de la primavera, quienes con su cantar anuncian el buen tiempo.
Blossom levantó su mirada al cielo, admirando los caballeros de colorida armadura, anonada por tan melodiosa melodía. Siéndole inevitable aclaró su garganta, dejando que su pecho acompañara el cantar de los ruiseñores.
— Que hermosa voz — Brick hizo aparición en la escena, rozando su brazo con la punta de sus dedos.
Esa oración tan simple y carente de palabras la hicieron sentir más que feliz… Pero a la vez dudar.
— Si un día envejezco, y ya no puedo cantar bellamente para ti ¿Me seguirías amando? — Entremedio de los árboles de cerezo preguntó, con voz poco segura y labios temblorosos.
— Por supuesto que lo haría — Con dulce amor contestó el de mirada carmín — Siempre estaré a tu lado, amándote — Prometió mientras acariciaba la mejilla de su amada.
Una traicionera lágrima rodó por su mejilla ante la promesa, no era una lágrima de tristeza, en lo absoluto, era una lágrima de felicidad. Él limpió el camino de su mejilla con su pulgar, sin cuestionarla.
La pelirroja lo observó darse la vuelta, ingresando con paso tranquilo en el sendero de cerezos. Brick se detuvo, tomando aquella pequeña flor que ya había cumplido con su cometido, volteo a verla con una sonrisa amable, una sonrisa que siempre le mostraba a ella.
— ¿No vienes conmigo? — Cuestionó con tranquilidad, sacándola de sus pensamientos.
— Por supuesto que si — Acomodando su kimono caminó hasta llegar a su lado, entrelazando el brazo que se le extendía en su dirección — La primavera hoy hizo un buen trabajo, las flores están hermosas — Habló la de larga cabellera.
— Tienes toda la razón, están hermosas — Le dio la razón, con su vista sobre ella.
El alagaba a su flor más preciada, no a las comunes como lo hacía su amada.
La estación había cambiado una vez más, la nieve y el frío hace mucho se habían marchado, tan lejana era su visita que el calor del verano llegó al pueblo fantasma, siendo seguido por las cigarras…
Oh señor del verano ¿Por qué esta vez tuviste que venir con algo más que cigarras y calor? Por sus adentros preguntó mientras se desplomaba en el suelo, dejando caer unas cuantas monedas en el suelo de madera.
La jovial pareja del pueblo abandonado había sido golpeada de la peor manera, la tragedia de la que tanto hablaba el señor del invierno por fin había llegado a los esposos, dejando al cabecilla presó de una enfermedad desesperada. Este hecho a ella preocupada en sobre manera, tenían pocos recursos, tan pero tan escasos que le impidan comprar el medicamento para tratarlo como era debido.
Limpiando las lágrimas de sus ojos y guardándose sus sollozos miro el techo, estaba abrumada, no quería perderlo, no podía perderlo. Él era lo único que tenía y lo único que le quedaba, no podía darse el lujo de quedarse de brazos cruzados.
Mordió su labio a medida bajaba su mirada al piso, tomando con enojo la tela de su kimono… Tela, sus ojos se abrieron de par en par, como una idea fugaz a su mente vino el viejo telar.
Con desesperación, como si alguien más le fuese a arrebatar la meta corrió cuesta arriba las escaleras de la destartalada casa que había hecho hogar.
Deslizó la puerta con respiración entrecortada, analizando rápidamente toda la información que se le presentaba dentro de esa habitación. Empezó a apartar todos aquellos artilugios que no eran de su interés, importándole poco el desorden que creaba.
— Te encontré — Le dijo mientras lo desempolvaba, sin importante que sus manos se ensuciaran.
Ante ella ya hacia el telar de madera, intacto a pesar del mal trato. Inconscientemente sonrió, en su interior sentía que en aquel objeto había un rayo de esperanza; una oportunidad única para salvar a su esposo.
— ¿Puedo saber por qué saliste corriendo tan de repente? — Lo escuchó cuestionar desde la puerta.
Sobresaltada se giró hacia él, notando como el rostro de su amado era más pálido de lo habitual, sus ojos ya no desbordaban vitalidad… Ya no más; en su lugar había quedado fatiga y dolor.
— No debiste de haberme seguido — Blossom lo regaño mientras tomaba la mano de su acompañante, que hacia un esfuerzo sobrehumano para mantenerse firme en el marco de la puerta, soportando todo el peso de ese enfermo hombre.
— No ignores mi pregunta Blossom — Se quejó frunciendo débilmente el ceño.
— Bien, la contestare — Suspiró — Pienso hacer paños… De esos paños de plumas tan lindos que venden en el pueblo vecino — Le comentó animada a medida que pasaba el brazo de su pareja por sobre sus hombros, ayudándolo a bajar las escaleras.
— ¿Por qué tan de repente? — Volvió a interrogar.
— Por qué pienso salir a venderlos, si vendó los suficientes podré comprarte las medicinas que necesitas.
Su voz sonaba determinada pero a la vez quebrada.
— Pero- — Ella lo interrumpió, poniendo sus delicados dedos sobre sus labios.
— Ya lo decidí, no podrás decir nada que me haga cambiar de opinión — Blossom no pensaba discutir al respecto — En la mañana saldré, iré a conseguir todo lo que necesitare para los paños — Una punzada en el pecho sintió.
— Veo que estas decidida — Suspiro, dándose por vencido antes de besar la mano de su esposa — Eres testaruda — Rio antes de ahogarse en toces.
— Rápido, toma asiento. Iré por tu taza de té — Con cuidado lo dejó en sus aposentos, antes de salir corriendo por la bebida en cuestión.
Regresó a él con paso cauteloso, sosteniendo la taza de té entre sus manos. A Brick aquel actuar le dio ternura, le agradecía al cielo haberle enviado una esposa tan amorosa.
— Tómalo — Pidió la pelirroja en un susurro, Brick no se opuso ante la orden — Por cierto; queda extremadamente prohibido que me veas tejer.
El pálido hombre levantó la mirada y separo los labios, confuso por la petición.
Su pecho siempre le enviaba punzadas cuando mentía, eran dolorosas; por eso casi nunca decía calumnias. Pero el día de ayer lo encontró extremadamente necesario, no podía decirle la verdad, no a él… Además, tampoco es como que estuviera dispuesta a despilfarrar el poco dinero que tenían en un material que ella poseía.
Sin embargo, una mentira se debe de mantener… Y aunque no le gustase, debía engañarlo.
Temprano por la mañana tomó sus cosas y salió en dirección al pueblo vecino, tratando de hacer una cuenta mental de cuánto tiempo debía permanecer fuera de casa para que su esposo no sospechara. Seis horas, tres de ida y tres de vuelta. Casi se quería arrancar los pelos de su cabeza; era demasiado tiempo. Estaba desperdiciando tiempo valioso, tiempo que podía invertir en su elaboración de paños.
Sentada debajo de aquel viejo roble espero el correr del tiempo. Siendo acompañada fríamente por una bolsa de aterciopeladas plumas.
Agitada, como si de una carrera se tratase llegó a la entrada de su casa. Abriendo la puerta de golpe con el corazón casi saliéndosele por la boca, rápidamente sus orbes chocaron con el color carmín, quien la esperaba sobre sus mantas con una sonrisa en labios.
— ¿Cómo te fue? — Preguntó dulcemente.
Ella solo lo abrazó, depositándole un beso en su acalenturada frente.
Día tras día pasó, pero ella nunca detuvo su tejido. Sus pies no flaquearon antes las largas horas de viaje y sus hombros no desfallecieron ante las pesadas cargas, pues sabía que en su destino se encontraban las monedas que agradecían su esfuerzo.
Pero muy para su pesar, el tiempo no era igual de agradecido que las monedas; pues siguió pasando de estación en estación, trayendo al otoño con sus fugases arces y sus cobrizas hojas.
Blossom las observaba caer al suelo mientras vendaba sus manos, tratando de ignorar el dolor punzante de las heridas provocadas de tanto tejer. Su esposo desde su futón la observaba, molesto ante la comparación que se le presentaba… Aquellas hojas que tristemente hallaban su lugar en el suelo eran como su esposa, derrumbándose con lentitud…
Odiaba ser él, la razón de tal situación.
— No quiero que te derrumbes como ellas — Habló lo suficientemente fuerte como para que su esposa lo escuchara, pero esta no hizo más que voltearse enojada.
— Yo tampoco quiero que tu te derrumbes — Dicho aquello volvió a subir al ático, dispuesta a continuar con su trabajo.
El tiempo seguía ignorando las suplicas de la destrozada mujer. Así como ella había ignorado cada una de las suplicas de su esposo. Brick la escuchaba día tras día guardar sus quejidos, la escuchaba bajar ese trozo de madera toda la mañana y salir al pueblo todas la tardes, para volver en la noche cansada, solamente a dormir a su lado en busca de amor. Comprendía su terquedad, pero no podía evitar sentirse preocupado… Ahora que lo pensaba, no recodaba haberla visto comer.
Se preguntaba si era tan atenta consigo misma así como lo era con él.
Extendió su mano hasta las de ella, acariciando con suavidad las marcas que se surcaban sobre estas. Las que tanto se afanaba por ocultar con vendas.
— Son tus manos dignas de admirar — Dijo por lo bajo sin apartar la mirada de estas.
Blossom ante el tacto pudo percibir lo frío de las manos de su amado.
— Si un día, mis dedos no acariciasen más y mis manos no fueran dignas de admirar ¿Seguirías a mi lado pese a no poderte confortar? — Con dificultad preguntó, mirándolo con tristeza… Ignorando las lágrimas que inundaban sus ojos.
— Por supuesto que lo haría — Entre toses volvió a prometer, evitando a toda costa que ella viera la sangre que salía de su boca.
Sus finos dedos ya estaban lejos del dolor gracias a sus palabras.
— Nunca dejare de trabajar para brindarte ayuda — Le susurró. De reojo observó el cielo; justo en el momento que el sol dijo adiós — Debo comprar la medicina en la mañana — Comentó, a esto él se negó.
— No hay nada que hacer, la muerte ya me llevo — Ahora fue el turno de ella de negar.
— Solo debes aguantar un poco más, no dejare que te marchites — Afirmó a medida que tomaba sus manos, besando estas con amor.
Se irguió, ya había tomado una decisión.
Sin decirle ni una sola palabra subió al ático, tomando el telar y bajando lentamente con él hasta la planta baja. Llegando a esta coloco el objeto enfrente de su amante, quien solo había girado su cabeza en dirección a ella.
— Este es el último paño que debo tejer para poder comprar tus medicinas — Le confesó mientras con las puntas de sus dedos acariciaba lo poco que llevaba del paño.
— Tu trabajo es muy hermoso… No me esperaba menos de alguien tan bella — Con voz cansada elogió.
— Muchas gracias — Le sonrió a medida que tomaba la bolsa de plumas, rogando por que fueran suficientes para acabar el paño.
Volvió con su tejer, aunque sus dedos fallasen, aunque a su esposo preocupase, aunque sus alas ya no tuvieran plumas… Ella no dejaría de tejer.
Sacó las monedas de la bolsa de tela, contando el número necesario con sus dedos lastimados, todo bajo la atenta mirada del dueño de la droguería.
— Aquí está, veinte mil yenes — Con las palmas de sus manos empujó las monedas.
— Muy bien — El hombre de oscura cabellera tomó el dinero antes de girarse, rebuscando entre los estantes todo el medicamento que la desgastada joven le había pedido.
Blossom se inclinaba sobre el mostrador, siguiendo cada movimiento de ese señor.
— Aquí está todo lo que me pidió, señorita — Sobre la mesa coloco los botes, sonriéndole a su compradora.
— Muchas gracias, en serio muchas gracias — Guardo todo el medicamento en su bolsa de tela, aferrándose a esta con fuerza.
— Gracias a usted, jovencita — Dijo el encargado mientras se despedía de la chica, quien sin mirar atrás retomaba el camino a casa.
Con la puesta del sol, la pelirroja llegó a su casa. Abriéndola con cuidado para no despertar a su amado, pero para su sorpresa este estaba despierto, mirando fijamente la puerta en espera de su llegada. Estiró su mano hacia ella, Blossom sin quejas la tomó, estaba más fría de lo usual.
— Compre la medicina — Le sonrió con lágrimas corriendo por sus mejillas — Te pondrás mejor, yo sé que así será — Con sus manos arropó las manos de Brick, queriendo calentarlas.
— Ya es muy tarde — Murmuró de una manera casi inaudible.
— No es verdad — Se quiso levantar, en busca de un vaso de agua para que su esposo se tomara los medicamentos. Pero el pelirrojo no la permitió irse, se había aferrado a sus manos.
— Lo es, lo sabes muy bien — Otra vez… Su voz cada vez se perdía más — Me duele que hayas perdido tus alas… Y que haya sido en vano.
Blossom abrió sus ojos de par en par, no pudiendo más, se rompió a llorar cual infante. Su amado la atrajo a él, uniéndola en un abrazo.
— Y si algún día ya no vuelvo a ser humana otra vez… ¿Seguirías a mi lado brindándome tu corazón? — De manera entre cortada preguntó, estrujando la tela del kimono de su esposo.
— Por supuesto, seguiré aquí… Amándote — Él riendo prometió.
Aquello hizo que su corazón se contrajera, puesto a que el abrazo que por tantos años había proporcionado su característica calidez ahora había abandonado el cuerpo de su amado, de la misma manera que las lágrimas de una ahora viuda abandonaban los ojos de su propietaria… Llorando su flébil posición.
Sin embargo, a pesar de tan lastimera escena, en la mente y corazón de esa sencilla grulla, hasta el final siempre iba a recordar el amor que aquel hombre le dio desde un comienzo, desde aquel día que la rescató del mar de brazas provocadas por la guerra…
Su amor por él fue tan grande, que le pidió al cielo convertirse en humana en aquel día de invierno…
— Mi amor no ha cambiado y yo sé que nunca cambiará… — Le dijo al cuerpo sin vida, acariciando con delicadeza el rostro inexpresivo de su esposo.
La grulla… En su despecho mucho no pudo aguantar, no tenía a quien amar… Por lo tanto no dudo en batir sus alas, en buscar de reunirse con su igual. Haciendo honor a su apodo de grulla celestial.
"Y el cielo, enternecido por la historia del hombre noble y la grulla, prometió volverlos a juntar en su próxima vida, asegurándoles la felicidad"
Historia original:
Plumas durante Estaciones (May 8, 2020)
Palabras: 644.
Historia actual:
Plumas durante Estación (May 8, 2022)
Palabras: 2,846.
Jallow! It´s me Miss Purple24 :D
¡Primero que nada! Informarles que hay una ilustración de esta historia en mi instagram miss_purple24 :D
Volvió la desgraciada, si señores. Lo siento, en serio… Pero es que sufro de una enfermedad muy, pero muy grave, llamada huevitis aguda, si, reverenda pereza la que me cargue estos meses… Jeje
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•Miss Purple24•
