NEED
By Rakime
Capítulo 8.- "Hug"
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No era posible. Sencillamente no lo era, o al menos, no para él.
Por más que lo analizó y lo pensó, hasta que su torturada y cansada cabeza le pidió a gritos que parara, no podía concebirlo. ¿Cómo iba él a desear que sucediera ésta situación, si la aborrecía¿Cómo iba a querer convertirse en un inútil y dependiente infante¿Cómo se le ocurría al zorro pensar en semejante idiotez e incoherencia? Si, porque eso era, una absurda incoherencia¿qué ser con cerebro desearía algo que odia¡Ninguno!
Pero entonces¿cómo explicar el por qué de lo sucedido? Repasó y repasó el día en que esto aconteció, esperanzado en encontrar algo, pero aparte de la maldita fruta, no había absolutamente nada extraño.
"Entonces definitivamente el causante ha sido el fruto" – le había dicho Kurama un día.
Ésta bien, podría aceptar eso, pero aún así aparecían interrogantes en su cabeza. ¿En qué endemoniado momento había deseado semejante cosa? Simplemente no lograba recordarlo. El zorro le decía que quizás era porque lo hizo de una forma inconsciente, pero él se aferraba con terquedad a que no se puede recordar algo que nunca sucedió.
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Bajó su mirada y observó como su pequeño pecho ascendía y descendía acompasadamente. Suspiró. Sin duda alguna era en esos momentos cuando aparentaba ser algo contrario a lo que en verdad era, un demonio, y seguramente se refería a los dos sentidos que esa palabra puede adquirir. Giró su cabeza hacia la izquierda, y una vez que le brindó una rápida sonrisa a su madre, se dedicó a ver como las casas y los edificios aparecían y desaparecían fugazmente, simulando ser una mancha difusa, frente a la ventanilla del autobús.
Apoyó la mano que tenía libre sobre su rodilla, pero la retiró instantáneamente al sentir una fría humedad. Volteó y comprobó que aquella mancha color marrón aún seguía en su pantalón. Una ligera mueca de desaprobación se dibujó en su rostro mientras a su memoria recurrían los acontecimientos de las últimas horas…
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Era la mañana del domingo. Por lo general se despertaría con el relajante trinar de los pajarillos o por una dulce melodía entonada por su madre desde la cocina mientras preparaba el desayuno. Pero ese domingo no fue así. El trinar y la melodía fueron sustituidos por la taladrante voz de un crío que lo llamaba con desesperación.
Abrió sus ojos y se sentó, estirándose y bostezando profundamente. Una expresión confusa e interrogante se asomó a su faz en cuanto vio a Hiei aferrado a los barandales de la cuna y a su madre jalándolo dócilmente por la cintura.
"¿Qué pasa?" – había preguntado aún con la voz somnolienta.
"Oh, perdón hijo, ya te he despertado… esperaba bañar y vestir a este pequeño antes de irnos" – le informó Shiori, quien había desistido en su intento de separar al youkai de la cuna.
"¿Ir a dónde?"
"Al centro comercial"
"¿Al centro comercial?" – repitió
"Si, a comprarle ropa a éste pequeño diablillo. Si va a permanecer aquí más tiempo, la necesitará. Además, no me agrada mucho que ocupe la tuya, no por ser egoísta, sino que sencillamente esa la quiero guardar como recuerdo".
Le tomó algunos minutos convencer a su madre de que él se haría cargo de Hiei, y muchísimos más en convencer a éste de acompañarlos sin hacer ningún escandaloso berrinche.
Al cabo de una hora, los tres se hallaban a unos cuantas cuadras de la casa, en la parada del autobús, el cual abordaron en cuando llegó y se detuvo ante ellos. Después de un bochornoso viaje en dicho ómnibus, cuyo conductor se empeñó en mantener el radio a todo volumen, llegaron al centro comercial, donde varios grupos de personas comenzaban a adentrase, probablemente para pasar un día divertido y relajante.
Sin titubeos, Shiori se dirigió al almacén de ropa más grande que existía en la plaza, y de ahí, al departamento de bebés, concentrándose inmediatamente en buscar algún conjunto de prendas bonito, resistente y con un precio justo; mientras él disputaba con Hiei, ya que éste le exigía que dejara de cargarlo y le permitiera caminar.
Después de esperar durante más de sesenta minutos a que su madre se decidiera entre la docena de trajecitos que había escogido, pasaron a los probadores. Allí agradeció un millón de veces a quien inventó la separación de vestidores según el sexo, ya que así su madre no pudo entrar con ellos, y por lo tanto, no oyó la sarta de insultos y malas palabras que el demonio de fuego casi gritaba al ver la ropa tan ridícula – para él – que ella le había seleccionado.
Antes de que consiguiera persuadirlo para que se midiera al menos un par de conjuntos, con la intención de cerciorar si eran de su medida y que la compra no fuera en vano, recibió infinidad de patadas, golpes, mordidas y más insultos. Eso si, por nada pudo convencerlo o chantajearlo para que accediera a salir del probador para mostrarle a su madre como es que lucía la ropa en él.
Hiei fruncía su ceño y apretaba sus manitas cada vez más. Maldito zorro, desde un principio le había mentido diciéndole que, entre más rápido accediera a probarse las vestimentas que su madre le daba, más rápido se irían, pero el minutero seguía pasando varias veces sobre el mismo lugar y ellos aún continuaban ahí. Bueno, quizás lo que le había dicho el youko no era una mentira en su totalidad, era verdad que entre más rápido se midiera los atuendos, más rápido salían, pero de una tienda para pasar a otra y otra y otra más. Su ligera paciencia ya había sobrepasado los limites muchas veces en ese lapso, pero hacía todo lo posible por no explotar, y no sabía por qué, tal vez era porque Kurama lo había amenazado y muy en el fondo no quería volverse a enojar con él. Y el hecho de estar al tanto de esto provocaba que, aparte de estar completamente desesperado, estuviera también enfadado.
Para su fortuna, luego de un par de horas más, aquella fastidiosa ningen había decidido suspender las compras por ese día, aunque aún pasarían a un restaurante antes de regresar a casa.
Una gran vena sobresaltó de su frente al haber sido colocado en una tonta silla alta que no le permitía bajarse y que, según había visto, era para críos; pero respiró muy profundamente e intentó tranquilizarse por milésima vez en ese día, ya le haría pagar al zorro más al rato por todos los malos y humillantes ratos que había tenido que pasar.
"¿Qué quieres comer pequeño?" – le preguntó Shiori con un tono de voz tan meloso que le taladró los oídos.
"Nie… nieve dulce" – atinó a decir una vez que sintió que no saldría fuego de su boca por el enfado.
"Te refieres al helado¿no?" – indagó, para a continuación reír ligeramente – "Siempre que te hago esa pregunta, contestas lo mismo pequeño diablillo, y siempre te contesto lo mismo, estás muy joven para comer helado… ¿Qué tal si mejor te pido una sopita?"
Estaba seguro de que, si empuñaba solo un poco más sus manos, éstas sangrarían. Era el colmo, todo el maldito rato había soportado y obedecido las estúpidas peticiones que ella y el zorro le demandaban, y lo había hecho sin hacer mucho escándalo – o al menos no tan fuerte como últimamente lo acostumbraba a hacer – y ahora que él pedía que se le diera algo tan insignificante como la nieve dulce, esa tonta ningen le decía que no porque era muy chico. No, definitivamente ya no podría retener más la paciencia.
El youko miró con temor a Hiei, era obvio que ahora si detonaría la bomba, y sinceramente no le importaba mucho el escandaloso berrinche que hiciera o la atención de cuánta gente llamaría, sino cuan grave sería el daño, porque sabía que se había convertido en un crío y había dejado de ser un jaganshi, pero lo que no sabía era si también había dejado de se un youkai de fuego, y honestamente no lo quería comprobar en esos momentos. Si llegaba a incinerar el lugar seguramente tendrían muchos problemas, y muchas explicaciones que dar a su madre, y eso no se encontraba en la lista de lo que quería hacer en esta vida.
Se incorporó velozmente de su asiento y caminó hacia donde se encontraba el koorime, con la intención de cogerlo y llevarlo fuera del centro comercial por si las dudas, pero antes de que pudiera hacerlo, el demonio empezó a llorar fuertemente, provocando que quedara en un leve estado de shock. Hubiera imaginado cualquier cosa, menos que éste se echara a llorar.
No sabía por qué comenzó a llorar, simplemente lo había hecho y no podía detenerse. Probablemente no existía otra forma de expresar su tremenda desesperación, frustración y enojo. Sabía que se arrepentiría de tan humillante acción, pero aún así no podía parar.
Shiori trató vanamente en calmarlo, era obvio que el youkai no se calmaría con simples palabras reconfortantes o gestos cómicos – según ella –.
Kurama no atinó más que a ir corriendo al puesto más cercano de helados y comprar un cono, simplemente no le gustaba verlo llorar. Regresó y se lo mostró al pequeño demonio, quien enseguida extendió sus manitas y exigió que se lo entregara.
"Primero tranquilízate y ya después de lo doy" – informó. Pasaron varios minutos antes de Hiei que fuera capaz de calmarse por completo. Recibió el helado y comenzó a degustarlo.
"Creo que será mejor que regresemos a casa, hijo" – comentó la ningen.
"Si, será lo más conveniente"
Tardaron en salir. Shiori no podía evitar la atracción que tenía por admirar los aparadores, y aunque Kurama hacía lo imposible para tratar de salir de ahí rápido por temor a que Hiei se volviera a desesperar, desistió al ver que éste ya solo estaba concentrado en devorar su helado.
Al estar esperando a que arribara el autobús, el youko se dio cuenta que el pequeño youkai estaba luchando por no quedarse dormido. Trató de quitarle el cono de helado antes de que esto sucediera, pero fue en vano, y era lógico, no iba a soltar algo que le costó una escena sumamente humillante para poder conseguirlo. Fue hasta que estuvieron sobre el vehiculo que, al caer dormido rendido por el cansancio, accedió a dejarlo, pero sin avisar, por lo cual éste fue a parar sobre las piernas de Kurama, quien solo dejó escapar un profundo suspiro mientras veía como su madre ahogaba las ganas de reírse al ver el pequeño accidente.
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Abrió sus ojos y los frotó al darse cuenta que lo primero que veía no eran los odiosos barandales de la estúpida cuna. Se incorporó lentamente, mientras trataba de retener un bostezo que luchaba por salir de su boca, y examinó su ubicación. Se hallaba sobre la cama del youko, al lado de este mismo. Era extraño, desde que la cuna había sido instalada, Kurama ya no le había permitido dormir afuera de ella. Tal vez había regresado muy cansado como para avanzar más allá de su cama, ya que, por lo visto, él también se encontraba durmiendo.
Chasqueó la lengua un poco molesto, sentía una sequedad incomoda en sus labios. Tenía mucha sed, seguramente a causa del helado. Le llamó a Kurama para despertarlo, pero no obtuvo respuesta. Indignado, se puso de pie y se recargó sobre él, zarandeándolo para ver si así podía despertarlo, pero nada, obviamente se encontraba profundamente dormido.
Pronunció algunas maldiciones al mismo tiempo que intentaba descender de la cama sin perder el equilibrio. Tenía que saciar su sed de alguna manera, y definitivamente no podía esperar hasta que al zorro se le ocurriera despertarse. Estaba seguro que lo reprendería por haber abandonado la habitación sin su consentimiento, pero, en todo caso, iba a ser su culpa por no haber despertado cuando lo llamó.
Caminó con precaución por el pasillo, lo menos que quería es que esa odiosa ningen se diera cuenta que ya había despertado y lo obligara a permanecer con ella con el pretexto de que Suichii aún reposaba. Lo que él no sabía era que, para poder llegar a la escalera, tenía que pasar forzosamente por la habitación de Shiori.
"¿Hiei?" – el aludido se congeló al oír su nombre. Esa voz… si, esa voz tan molesta solo podía ser de ella – "¿Qué estás haciendo aquí?"
Hiei giró su cabeza lentamente, y se escondió tras el marcó de la puerta después de observar a la mujer que se localizaba sentada sobre un sillón en el interior del cuarto. Volvió a escuchar su nombre, y asomó temeroso su cabeza por la puerta. Shiori sonrío, eso ojitos carmesí le causaban gran ternura cuando la miraban con temor.
"Ven aquí pequeño" – le pidió, mientras se inclinaba hacia delante y palmeaba ligeramente sus piernas – "Anda, ven, no tengas miedo" – pero por supuesto que el youkai de fuego no se acercó, estaba seguro de que si lo hacia, esa mujer empezaría a sofocarlo como de costumbre – "Anda¿o es que no quieres ver el regalo que tengo para ti?" – la ningen volvió a sonreír al ver como aquellos pequeños ojos expresaron inmediatamente curiosidad.
Se acercó lenta y temerosamente, su cabeza le decía a gritos que no lo hiciera, pero la curiosidad podía más. Y¿cómo no? Ella le tenía un regalo y eso era algo inusual para él, el único que había recibido en su vida era la perla que había llorado su madre antes de ser arrancado de sus brazos, por lo tanto no pudo evitar la tentación.
Se detuvo a una considerable distancia de la ningen, por si acaso todo resultaba ser una sucia treta para poder agarrarlo y así tener tiempo de escapar. Su cuerpo se tensó al ver como ella se agachaba, acercándose peligrosamente. Cerró los ojos, como esperando con resignación su captura, pero los volvió a abrir sorprendido al sentir como una objeto era depositado entre sus manos. Lo observó confundido, parecía un perla, solo que más grande y con unos extraños lunares negros alrededor. Dirigió su mirada nuevamente hacia Shiori, como queriéndole preguntar que era esa extraña cosa y así salir de su duda, pero no recibió más que una sonrisa. Como odiaba que Kurama le tuviera prohibido hablar frente a ella.
"¿Te gusta, pequeño?" – preguntó, pero sin obtener respuesta. El ex – jaganshi no era capaz de contestar esa cuestión puesto que no sabía ni que era.
Continuó examinando ese objeto, cuando de pronto sintió como unas manos eran puestas a sus costados y era levantado por el aire, yendo a parar sobre las piernas de la mujer y recibiendo un tierno, pero sofocante, abrazo.
"Dios, desde cuando he tenido ganas de abrazarte sin que revolotearas como gusanito" – comentó divertida.
"¿Ganas… de… abrazarme?... ¿a mi?" – no pudo evitar preguntarse mentalmente el koorime al recordar las palabras que días atrás el youko le había dicho…
… abrazar es una manera de demostrar que quieres a alguien …
Entonces… si tenía ganas de abrazarlo, era porque… ¿lo quería?... ¿no era por qué quisiera fastidiarlo?...
"Bueno, pero será mejor que regreses a donde Suichii" – le dijo Shidori, regresándolo bruscamente hacia la realidad – "Estoy segura que si despierta y no te ve, se va a poner histérico" – advirtió, mientras colocaba al pequeño demonio en el suelo. – "Anda, ve" – le ordenó, al ver que se había quedado ahí parado, viéndola.
Sacudió ligeramente la cabeza y caminó fuera de la habitación. Antes de salir por completo, le dirigió un ultimó vistazo. Se maldijo a si mismo¿Cómo era posible que estuviera pensando en semejantes estupideces?… y peor aun¿cómo era posible que se sintiera feliz por esas estupideces?...
Continuará…
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Creo que esta vez no tengo perdón ni de dios , tarde años en actualizar este fic, y la verdad me asombraría sí alguien aun estuviera interesad en seguir leyéndolo. Sinceramente no se porque espere tanto para escribir este capitulo. ¿Falta de inspiración¿tiempo¿o simple ociosidad?. No lo sé. Solo se que es lo que me motivo para seguirlo: sus reviews. Recibí todavía algunos recientemente, y eso me hizo recordar el coraje que da encontrar un fic que te interese y que la autora no de ni sus luces después de mucho tiempo P, Así que aquí está. No se realmente cuanto tiempo tardaré en escribir el siguiente capítulo, solo espero que no sea mucho. Así que por favor le pido paciencia nn', claro, si es que quieren darmela.
Y perdón por no responder a los reviews, pero eso si es por falta de tiempo, pero sepan que si los leo y que estoy muy agradecida de que se tomen tiempo en mandarmelos.
