Otro más, esta vez de una pareja que me gusta mucho. Como siempre, mil gracias por los reviews y seguid dejandolos!
Las mil y una noches
(755 palabras)
Tic. Tic.
Abrió los ojos y fijó la vista en el oscuro techo, imaginando qué hora marcaría el reloj.
Tic. Tic
Puso una mueca, y volvió a cerrar los ojos, intentando dejar la mente en blanco.
Tic. Tic.
Se giró a la derecha, luego a la izquierda, y de nuevo a la derecha.
Tic. Tic.
Y volvió a girarse.
Tic. Tic.
- ¡Ya basta!
Kurosaki Ichigo se levantó de la cama frunciendo el ceño exageradamente, y se plantó delante de su armario con gesto exasperado.
- Oi, Rukia – exclamó, golpeando la puerta corredera - ¿qué demonios estás haciendo? Ese maldito ruido…
Pero no se vio capaz de continuar la frase, cuando la puerta del armario se abrió y lo recibió la expresión serena de Kuchiki Rukia.
- Lo siento, te he despertado. – se disculpó ella, con un tono calmo y sinceramente arrepentido.
Como consecuencia de aquellas palabras, Ichigo sintió un escalofrío.
Lo normal era que la shinigami, antes de disculparse si quiera, gritara, se burlara, o le soltara alguna reprimenda acompañando todo ello con una muestra de su talento artístico para dibujar a Chappy el conejo.
Aquella actitud tan sosegada no era propia de ella, y eso lo hacia sentirse incomodo.
- ¿Qué…qué estabas haciendo? – le preguntó
- Solo repasaba algunos datos.- explicó Rukia, agitando en su mano el teléfono a través del cual recibía ordenes de la Sociedad de Almas.
- ¿Tan tarde? – se extrañó Ichigo - ¿Es que los shinigamis no duermen o qué?
Ella sonrió ligeramente, pero no respondió.
- Rukia…¿estás bien? – la pregunta, sin duda, la tomó por sorpresa.
- Por…¡por supuesto que estoy bien! ¿Qué te piensas? ¡estoy perfectamente! – exclamó agitando los brazos amenazadoramente. – ¿no me estarás llamando débil?
Ichigo se rascó la cabeza – Te alteras con demasiada facilidad, ¿lo sabias?
- ¡Mira quien fue a hablar! – protestó ella.
- Está bien, está bien…– se giró, dándole la espalda – escucha, puedes sentirse mal de vez en cuando, no es necesario que siempre estés preparada y lista para todo – le sonrió de medio lado – ni siquiera los shinigamis son perfectos ¿verdad?
Rukia parpadeó, algo sorprendida.
- Ichigo…
- Entonces ¿me lo vas a contar? – preguntó él. – dicen que así uno se siente mejor o algo como eso…
Pero, contrariamente a lo esperado, ella, en respuesta, sonrió con malicia.
- No pienso contarte nada.
- ¡¿Qué! Tú…- molesto, se cruzó de brazos – ¡argh! ¡bien! ¡haz lo que te de la gana!
Rukia suavizó su expresión y esta vez le dedicó una sonrisa sincera.
- Estoy bien, Ichigo, no te preocupes por mi.
Él suspiró. – Lo añoras, ¿no?
- ¿Eh?
- La Sociedad de Almas esa.
- Ah. – ella cabeceó ligeramente, sin comprender a qué venía semejante pregunta – Supongo.
- Comprendo…imagino que yo también me sentiría un poco solo si pasara demasiado tiempo fuera de casa.
- Oh, eres un niño de papá.- se burló Rukia.
- ¡No lo soy! – bramó él, indignado.- ¡Que no se te ocurra volver a insinuar algo como eso!
Ella sonrió divertida antes de dedicarle otra vez su gesto tranquilo.
- Ya te he dicho que no te preocupes por mí, los shinigamis aprendemos a convivir con la soledad.
- De acuerdo, como tú digas…- Ichigo suspiró y fue a recostarse de nuevo en su cama – pero me parece una estupidez convivir con la soledad cuando estás acompañado… y por si no lo has notado, siempre estamos juntos. – cerró los ojos al finalizar su sentencia. – Buenas noches.
Y Rukia, contrariada, y sin saber qué responder, cerró la puerta corredera, dejando caer el silencio.
Tic. Tic.
Ichigo abrió los ojos una vez más, y giró la cabeza hacia el armario.
Tic. Tic.
- Oi, Rukia ¿otra vez estás con el trasto ese? – protestó, levantándose de nuevo y abriendo la puerta bruscamente.- ¿No te basta con…
Pero la frase quedó incompleta una vez más, pues ella ni siquiera lo escuchaba.
Rukia dormía profundamente, acurrucada, mientras en la mano apretaba el teléfono que seguía emitiendo aquel molesto e irritante "tic tic".
- Joder…- suspiró Ichigo, quitándole con cuidado el aparato de la mano – ¿Quién podría sentirse solo teniéndote a ti fastidiando todo el rato?
Ella se acurrucó aun más, todavía sumida en sus sueños. E Ichigo sonrió.
Tic. Tic.
Pocas cosas podían ser tan molestas e irritantes como aquel estúpido sonido del estúpido teléfono de la loca shinigami que dormía en su armario, y sin embargo, Ichigo no iba a protestar.
Por que si era por ella, no le importaba, aunque aquel infernal sonido se repitiera durante mil y una noches.
