En fin, dado que ultimamente (periodo pre-vacacional) tendre muuucho tiempo libre (agradeced que NUNCA me castigan sin pc) me
Disclaimer: Los personajes no son míos.
En fin, dado que ultimamente (periodo pre-vacacional) tendre muuucho tiempo libre (agradeced que NUNCA me castigan sin pc) me dedicare a seguir un poco con mi fic, que espero que os vaya gustando. Yo soy de las que se ponen y tardan en escribir, pero cuando lo hago, me sale algo bueno. Así que por esta razón, la respuesta a los rewiews las tenéis al final del chap. Espero que os guste.
In the moonlight shadow
Capítulo 2: Confusa y cruel realidad
La nieve caía suavemente en el bosque verdoso y oscuro de los terrenos prohibidos. Hermione Granger estaba asomada a la ventana de la sala común de Gryffindor, viendo caer la nieve y reflexionando. Se acercaba febrero, concretamente San Valentín. Por esa fecha Hogwarts siempre estaba lleno de alborotadas chicas, siempre sonriendo tímidamente y riendo por lo bajo cuando cualquier chico se acercaba. Y chicos creídos, altivos y egocéntricos que nada más ver una chica por su lado se hinchaban de orgullo. A Hermione nunca le había gustado esa fecha, aunque fuese un buen motivo para celebrar.
El amor... bonita palabra. Pero lo que se preguntaba Hermione es si alguien de Hogwarts sabía entenderla totalmente. Ni siquiera ella la entendía. Y había visto a gente amar de verdad. Lo sabía cuando Ron posaba su mirada en ella. ¿Quién lo diría? Ron Weasley, aquel que odió a Hermione Granger en un principio, ahora la amaba con locura. Lo decían sus ojos, lo decían sus gestos. Lo decían sus orejas sonrojadas y sus indirectas. Puede que Hermione pareciese tonta, pero sabía intuir los sentimientos de la gente cuando la veía, especialmente si eran los de Ron.
El problema es que ella no estaba enamorada de él. Porque nadie de todas las personas que había conocido había llegado a hacerla sentir protegida, amada realmente y no solo querida, feliz con su sola presencia. Nadie de los que había conocido en Hogwarts había pasado la línea que había ideado la mente de Hermione, que dividía amistad de amor. Pero a eso había más problemas que añadir, ya que ella ya estaba bastante crecida, cursaba 5º curso, y tenía dieciséis años, con lo cual era lógico que las hormonas le jugasen una mala pasada que otra... La duda es, ¿aquello es una mala pasada de las hormonas o era una nueva forma de ver las cosas?
Porque sí, Hermione sabía desde que tenía uso de razón que tan solo había una persona a la que verdaderamente amaba, con la que quería estar, a la que sabía que podría entregarle toda su alma. Y esa persona era el chico de sus recuerdos. Aquellos ojos grises que la cautivaron en su día. Pero no sabía qué había sido de él, si seguiría viviendo dónde antes... no recordaba su nombre, ni su pelo, su expresión de la cara... solo sus ojos.
Y sin embargo, no podía negarlo. Empezaba a sentir atracción por algunos chicos. Más bien... sentía atracción por algunos chicos desde hacía un año y medio. Si se pasó un año dándole esperanzas a Viktor Krum no era en vano. No podía negar que realmente le atraía. Pero no llegó a amarlo, por eso se encargó de mantener las distancias una vez el curso terminó. Al principio no esperaba despertarle celos a Ron, pero después de Navidad quedó claro para ella que Ron la quería. Y sus gestos, expresiones, acciones... evidenciaban sus suposiciones.
Pero no sólo Viktor le parecía guapo. Ella le había llegado a reconocer a Ginny que Harry era guapo, aunque para eso no hacía falta sentirse atraída. Pero también le reconoció que Ron era guapo... algo más que guapo para ella... Aunque no llegase a quererlo. ¿Eran hormonas o le gustaba Ron sentimentalmente? Tampoco podía afirmarlo, ni siquiera dejarlo como posible, porque si la confusión de hormonas con él era grande, tenía un problema mayor...
En estas estaba Hermione cuando se abrió el cuadro de la sala común. Harry y Ron habían llegado después de un buen descanso en los patios del castillo, como según ellos, "buenamente se merecían en un sábado". Las ideas de la castaña no coincidían acerca de a qué dedicar el sábado, y más en febrero. Aunque ella se quedó en la sala común para aprovechar y estudiar, acabó cansada y meditando un rato.
- Vaya pelea de bolas de nieve te has perdido, Hermione.- le dijo jovialmente Harry cuando se quitaba la bufanda, acomodándose con Ron junto al fuego. Hermione giró la cabeza para observar a sus empapados amigos, antes de sonreír y sentarse en un sillón.- Weasley y Potter versus Longbottom, Thomas y Finnigan. Si hubieses estado, habríamos sido iguales en número.
- ¿Pero habéis perdido?- preguntó Hermione.
- ¡Claro que no! ¿Por quién nos tomas?- Ron fingió estar decepcionado con la actitud de Hermione- Hemos ganado.
- Entonces no necesitabais mi ayuda.- contestó alegremente Hermione.
Pero los tres sabían de más que había problemas más graves que arreglar, ya que no todo era diversión. Hace poco que había salido el artículo de la fuga en masa de Azkaban. Y aún no habían arreglado el tema. Aunque esa era una de las pocas razones por las que Hermione esperaba San Valentín, no por el tema de enamorados, sino porque ese día podría solucionar el problema del artículo, si tenía suerte.
Los tres salieron de la sala común para dirigirse al Gran Comedor mientras charlaban. Era la hora de comer, y Ron estaba ya tan hambriento que de haber sido comestibles, se habría comido las mangas de su túnica.
- Entonces invitarás a Cho a Hogsmeade, ¿no, Harry?- preguntó Ron mientras bajaban las escaleras.
- La verdad, Ron, es que... - Harry se puso rojo de repente.
- Es que, qué...
- Ya la he invitado.- dijo con una sonrisa.
- Enhorabuena por ti, tío.- dijo Ron admirado.- Ojalá todos fuesen tan valientes como tú.
- A ver si te aplicas el cuento, Ronald, y por fin te atreves a pedirle a Parvati la pluma que le prestaste el mes pasado.- Hermione sabía perfectamente por donde iban los tiros de Ron, pero hizo este comentario para despistar, además de para hacer enrojecer a Ron.
Estaban ya bajando las escaleras de entrada al comedor, cuando una molesta voz los interrumpió en su animada conversación.
- Mirad quién baja a comer: el trío de oro.- Como no, ya estaba Malfoy para molestarles el día.
- Si no tienes nada mejor que decir, lárgate Malfoy.- le espetó Hermione, que era la única que estaba suficientemente tranquila como para responder sin armarla.
- Mira quién fue a hablar: sangre sucia Granger.- dijo Malfoy para provocarla. Lo que él no sabía es que ella no sucumbía de esa forma ante él.
- Veo que sigues siendo igual de corto que antes, Malfoy. Cuando sepas nuevos insultos que puedas dedicarme, llámame.- dijo dándose la vuelta y avanzando hacia el comedor, llevándose consigo a Ron y Harry.
- Veo que sigues siendo igual de cobarde que antes, Granger, siempre crees que nada más hablar tú la última has quedado mejor.- eso sí fue un golpe bajo que hizo a Hermione darse la vuelta.
- ¿Sabes Malfoy? Si quieres que hablemos de cobardía puedo recordarte varias cosillas...
- Venga, Granger, tiéntame.- dijo él con seguridad.
- ¿Quién fue el cobarde que se dejó abofetear en tercero sin ni siquiera protestar después? Y además, creo que si Moody apareciese aquí ahora, correrías a tu habitación para evitar que te vea y te transforme en animal.- esto dejó blanco a Malfoy, quién por fin se rindió y dejó entrar a los Griffindor por fin en paz en el Gran Comedor.
- No sé quién se ha creído que es. Es solo un crío... - dijo Harry.
- Un niño de papá... - añadió Ron.
Aunque Hermione se mostrase tranquila, por dentro estaba que echaba chispas. Desde ya hacía varios años, desde que entró en Hogwarts, Draco Malfoy les hacía la vida imposible. Pero especialmente a ella le insultaba desde segundo año. Era su pasatiempo favorito: molestarles. Pero claro, si había diferencias entre los chicos y ella es que ella conservaba mejor la calma que Harry y Ron. Aun así, Malfoy era una de las pocas personas que podían hacerla perder sus estribos.
Y aun así, aunque Malfoy representaba su némesis, para Hermione estaba ya claro cual era su otro problema. Sí, a Hermione Granger le parecía que Draco Malfoy era algo más que guapo. Le atraía demasiado. Y desde hacía ya bastante tiempo. Desde que en principio de curso vio esa melena rubia brillante, y desde que él se giró al notar su mirada, y la miró con sus ojos grises, y le dedicó una sonrisa, irónica al fin y al cabo, pero una sonrisa. Desde entonces no había hecho más que observarle inconscientemente. Especialmente cuando él no podía pillarla. Se había fijado en su forma de andar, sus movimientos... tenía grabada en la mente su forma de hablar, arrastrando las palabras. Y cuando se lo cruzaba, su aroma quedaba guardado en su nariz.
Pero claro, era Draco Malfoy, y ella Hermione Granger. Su reputación caería bajísimo si alguien supiese qué le estaba pasando por la mente. Si la gente supiera con quién soñaba cada noche, y en quien pensaba cuando se excitaba... Hasta Hermione debía callar sus secretos, incluso a sus mejores amigos. Había decidido callárselo, para siempre.
Hermione sabía que aunque eran tiempos de Hogwarts, y aunque era feliz con sus amigos y sus compañeros de casa, asistiendo a clases, estudiando y leyendo en la biblioteca, e incluso debía reconocerse que también se divertía cuando rompía las normas con Ron y Harry; ella sabía que algún día llegarían tiempos difíciles, que Voldermort les aguardaba, y que en cuanto se enterase el ministerio de una maldita vez que Harry decía la verdad, la guerra estallaría. Y sabía de sobra, aunque se lo negase a sí misma y a todos los que lo murmuraban, que Draco Malfoy era, o acabaría siendo mortífago.
No le gustaría para nada verse involucrada con un mortífago, aun cuando se suponía que este era un estudiante y no tenía nada de mortífago. Tarde o temprano Harry le arremangaría la túnica y todos podrán ver la marca tenebrosa tatuada en su brazo.
Y aunque no había revelado lo que ella quería ser en un futuro, y no lo haría salvo a la profesora McGonagall cuando llegase el momento de las entrevistas para aconsejar a los estudiantes que se presentarán a los TIMOS, ya sabía lo que sería en un futuro. Sería una empleada del ministerio, activa en la guerra contra Voldemort. Aunque le pareciese ridícula la idea de auror, sabía que ese era su destino. Tal vez no lo cumpliese, pero aun así, se lo había propuesto, desde que le ocurrió aquello a Harry con el falso Moody, y vio que el peligro estaba en todas partes, tal y como él solía decir.
Con lo cual, su futuro no podría estar más lejos de aquel en quién había posado la mirada. Para bien o para mal, no podía combinar la verdad, la razón, con los sentimientos. Nunca sería nada de Draco Malfoy, ni nunca Draco Malfoy sería algo de ella. No podía ni siquiera permitirse pensar en él como algo más allá de un enemigo, a pesar de que ella defendiese la amistad entre las casas. Había cosas que no podían ser.
E incluso si así fuera, ella estaba segura de que Draco nunca se fijaría en ella. Ya sea para bien, como para mal, Malfoy pensaba que los sangre sucias no merecían ser magos, con lo cual, para él supondría enfrentarse a la misma barrera que ella, con la única diferencia de que esa barrera en su caso la defiende Voldemort, y ella sabía como eran las reglas en el grupo. A los desleales los mataban, así de sencillo. Eso le ocurrió al hermano de Sirius, y a Karkarof cuando escapó el año pasado, o al menos lo intuía.
Solo podía limitarse a seguir normal, como si nada, y tal vez con el tiempo ella se enamoraría de Ron tanto como él ya lo está de ella, así cumpliría con su destino, se aliaría al bando de Harry y tendría un próspero futuro, únicamente amenazado por la muerte en combate, junto a Ron. En realidad le agradaba pensar que algún día viviría en una casa cómoda y no excesivamente grande, junto al pelirrojo, y que cada día vería a su pequeña Dafne Weasley corretear por la casa. Pero ella sentía que en su interior, no lo quería así.
Tal vez, y así lo soñaba dulcemente cuando dormía, su pequeño amigo de ojos grises, protector, atento, inteligente y guapo, al menos así lo recordaba, vendría a por ella a reclamar lo que desde siempre le había pertenecido. Pero no estaban las cosas como para soñar cuentos de hadas imposibles. Tendría que ser realista y pensar que pronto nacería Dafne, tan pronto como Ron se declarase y llegasen hasta cierto punto...
¿Pero qué pasaría por la cabeza de Malfoy? ¿Y donde estaría su siempre amado? Eran las preguntas que se hacía Hermione día tras día, y aquellas que se hizo cuando entró al comedor con sus mejores amigos.
Draco ya se había acostumbrado a la rutina de todos los días, y la de hoy no era para menos. Normalmente se solía encontrar al grandioso trío Gryffindor, la envidia del colegio. Pero nadie sabía, aparte de los Slytherin, que él era el único suficientemente valiente para decirles a la cara parte de las cosas que él pensaba, o que la mayoría de Slytherin pensaba. Pero siempre ocurría algo que le hacía perder el control. Y siempre era ella.
Ya con lo que le había ocurrido hoy se le habían quitado las ganas de comer, de merendar, de hablar con sus amigos, de casi todo. Lo único que le quedaba era retirarse a su habitación, aunque por el camino se encontrase a algún feo bicharraco, como él les llamaba mentalmente.
- Crabbe, Goyle.- intentó el llamar su atención, ya que sus dos gorilas estaban ya con los ojos puestos en la comida que se veía desde las puertas del Gran Comedor.- Me voy a la habitación, id vosotros a comer.
No les hizo falta escucharlo dos veces, en cuanto Draco se dio la vuelta, estos ya estaban comiendo. Al menos Draco se alegró, no tendría que aguantar a Crabbe y a Goyle en su habitación haciendo preguntas absurdas. Bueno, preguntas absurdas para la mente de Draco, que ya las tenía todas respondidas. En su camino solo se encontró a uno o dos Slytherin, tuvo la suerte de que estaban todos comiendo, así que entró a su habitación.
La habitación de los chicos era muy similar a las de Gryffindor, solo que en vez de una pequeña caldera y un cuarto circular, el cuarto era rectangular, con chimenea propia. Las camas también tenían dosel, verde aterciopelado en este caso, pero eran un poco más amplias, y tenían más sábanas, ya que la habitación estaba en las mazmorras del castillo. Draco se tumbó en su cama, cogió su libro de poesía de debajo de la cama y empezó a leer. Pero sin apenas concentrarse.
Todos sus pensamientos le llevaban a ella. ¿Por qué las cosas tenían que ser como eran? Ella desde cuarto había cambiado, lo sabía desde que la vio en el andén, como siempre, con Potter y Weasley. Nunca iba sola. Era cierto que Draco era uno de los chicos más codiciados, y que ha podido estar con muchas mujeres desde tercer curso. Pero a muchas había rechazado. Él no era como los otros Slytherin, especialmente como los mayores que le decían que aprovechase la situación. Él no quería nada de una mujer que él supiera complacerlo. Si había estado con algunas era únicamente para ganar experiencia, y para sentir como es estar con una mujer que te atrae.
Pero ninguna le atraía tanto como aquella. Dios, ¿por qué ella? Tenía razones: ella era la más bella, lo demostró en el baile de navidad. Era la más inteligente, lo demostraba día tras día. Y también la más prohibida, lo demostró desde que el sombrero la puso en Gryffindor. Y él sabía que no solo Viktor Krum se había fijado en ella. También Weasley estaba detrás, pero no sólo "estar", sino que estaba enamorado de ella. O ella es muy tonta y no lo ve, o se lo hace, porque Weasley poco sabe ocultarlo. Draco no sabía qué hacían que no estaban ya juntos.
Y eso mismo la hacía tan atractiva: una chica bella e inteligente, no como el resto de las muchachas del colegio, que hablan más que piensan, y prohibida en todos los sentidos. Prohibida por el credo que se le impuso desde niño, prohibida por la enemistad entre casas, prohibida porque ella era aliada del bando de Dumbledore y Potter, y prohibida porque Draco estaba seguro de que jamás se fijaría en él.
Desde luego, la historia de Draco Malfoy, él tenía muy claro quién la iba a escribir. No iba a dejar a su padre que tomase las decisiones por él. Si tenía que vivir como un solterón, lo haría, pero no estaría obligado a nada. Aunque él sabía que su destino ya estaba escrito: sería mortífago. Había escuchado conversaciones secretas de su padre con el Señor Oscuro, y planeaban ya su ceremonia de entrada al grupo. En verano seguramente le pondrían la marca en su antebrazo.
Pero eso era lo que menos le importaba en estos momentos. Se suponía que él era un ser insensible, frío, despiadado, sin sentimientos. Ni siquiera se le permitía sentirse atraído por nadie, porque la atracción lleva a la locura, y él debía ser perfecto: una mujer no le haría perder el control. Pero ella lo hacía con tan solo decir una de las pocas cosas que le tiene guardada para insultarlo.
¿Cómo había perdido el control de aquella manera? Tal vez su destino sea morir en campo defendiendo a un ser que desde siempre quiso... en silencio. Aunque... ¿qué estaba pensando? Se suponía que en su mente Granger era igual a atracción, y nada más.
La verdad era que Draco Malfoy, el hombre de acero, estaba enamorado. Pero no de Granger, sino de otra, una chica... asustadiza y pequeña, a la que podía manejar con una palabra. La intrusa que recordaba haber visto en su bosque de niño. Pero no recordaba su aspecto. Ni su nombre. Solo recordaba su abrazo, su beso. Y su mirada. Aquellos ojos ambarinos que lo hipnotizaron mientras sus brazos lo arrastraban al cielo y su beso lo dejaba totalmente inconsciente de pensamiento.
Y tal vez porque estaba enamorado de un recuerdo, tal vez por eso lograría mantener siempre la calma, no sólo frente a Granger, sino frente a cualquier otra mujer. Y puede que también frente a su padre. Nadie lograría adivinar lo que sentía, porque no podía permitirse ese lujo. Su vida dependía de su silencio, y tal vez muriese con el secreto. Pero ahora más que nunca deseaba encontrarla, para llevarla a su mundo alejado de la realidad, y ser felices ambos. Pero debía ser realista. Eso no ocurriría, nunca.
Esa semana ella debía mandar urgentemente la carta a Rita Skeeter, sino se quedaría sin entrevista. No podía perder más tiempo, y menos, perderlo pensando en tontas fantasías. En cuanto tuvo lista la carta salió disparada de la sala común. Era domingo por la mañana temprano, así que como supuso todo el castillo estaba vacío, nadie en su sano juicio andaría por el castillo a esas horas de la mañana un domingo. Y así fue. Hacía demasiado frío como para despertarse por voluntad propia.
Hermione se dirigió a la lechucería lo más rápido que pudo, deseaba estar ya en su sala común. No tuvo problemas de ninguna clase. Cómo le encantaba Hogwarts desierto y solitario, sin nadie que la molestase, chillase, o no le permitiese pensar mientras andaba. Nada más llegar a la lechucería, se apresuró a escoger una lechuza. Para ser discreta, usaría una de las del colegio, no convenía que le registrasen el correo. Ya había pensado que cabía la posibilidad de que le registrasen el correo, por ello se había levantado tan temprano, para que nadie registrase el correo que salía de Hogwarts.
Llevó personalmente la lechuza hasta la ventana, para asegurarse de que esta salía de Hogwarts sin percance. Al verla ya lejos en el horizonte, se dio media vuelta para irse. Tan despistada y pensativa estaba que no se dio cuenta de que alguien iba a entrar en la lechucería. Chocó de lleno, con lo cual estaba ya camino del suelo. Sin embargo, una mano la agarró del brazo y la jaló para mantenerla en pié.
- Lo siento, yo... no miré por dónde iba. Perdón... - empezó a disculparse cuando una voz silbante la cortó.
- Mira por dónde vas la próxima vez.
Draco Malfoy. Había sido Draco Malfoy quién había evitado que se cayese. Y ni siquiera la había insultado. Es más, se había quedado estático, pero no sorprendido. Parecía como si la hubiese visto desde antes que chocasen, al contrario que ella. Draco estaba mirándola a la cara, como pocas veces se había atrevido a hacer en sus sesiones de observación disimulada. Más concretamente, le miraba a los ojos, esos ojos marrones que nunca se había detenido a observar. Observó en ella una expresión de sorpresa. Parecía incluso nerviosa, y podía notar que sudaba un poco, a pesar del frío.
Sin embargo, había una expresión en esos preciosos ojos ámbar que no podía descifrar. Un vago recuerdo de su mente. Era una expresión de temor, pero no de temor por él, sino de profundo temor por el mundo en el que le había tocado vivir. Pero era una expresión de seguridad, contrariamente, tal vez por la situación. Tan embelesado estaba que no había notado que aún la sostenía por el brazo.
- Perdón, Malfoy... - dijo ella suavemente para que él la soltara. Él se dio cuenta de la situación y la soltó inmediatamente, pero no con asco, como ella creía que haría, sino con la vergüenza propia de un tímido.
- Oh, lo siento.- fue todo lo que logró articular.
Sorprendida por la situación, Hermione dejó la lechucería. Nunca le había ocurrido nada parecido: toparse con Draco Malfoy, chocar contra él sin querer, que él la ayudase, sin insultarla ni nada, y quedarse durante unos minutos que le habían parecido horas, observándolo, y siendo observada por él, sin ningún gesto despectivo. Algo completamente nuevo. Y por raro que pareciese, era la primera vez que ella se sentía del todo bien junto a Draco Malfoy. Puede que un encuentro fuese suficiente para hacer que algo empiece...
Y por la mente de Draco Malfoy pasaban cosas muy raras... Unos solos instantes mirándola habían bastado. Sus ojos, los tenía ya grabados en su memoria. Ámbar... Eran los ojos más bonitos que había visto nunca. Por su mente pasaban un montón de pensamientos, pero no alcanzaba a recordar claramente qué le decían esos ojos. Esos ojos tristes, llorosos, indefensos...
De repente, se dio cuenta. Ella era la niña de sus recuerdos. Por fin la había encontrado. Aunque eso planteaba una nueva situación para él. Siempre se había planteado a la chica como alguien muy lejano, en quien poder depositar sus sentimientos, debido a que nunca podrá expresarlos. Pero saber que tras la dura máscara de Hermione Granger se ocultaba aquella chiquilla... ponía su mundo del revés.
Él sabía que la chica era muggle, pero que sea una bruja... sangre sucia... Y además de todo eso, eso significaba que la atracción que sentía por Hermione Granger no eran puras hormonas, era algo más sentimental. Y si ella lo sabía, llevaba con ella la personalidad auténtica de Draco escondida en sus recuerdos. Y no sólo eso, sino que si sabía que la chica era Hermione, Draco acababa de descubrir que el amor de su vida, aquella con quien soñaba, en quien pensaba, con quien deseaba en su más profundo interior compartir su vida, era Hermione Granger. Y esto lo ponía en una situación extremadamente peligrosa.
CONTINUARÁ
¿Qué tal este chap? Ha sido más corto de lo que me esperaba. Yo esperaba poder concentrar en este capítulo todos los acontecimientos en Hogwarts introductorios a la verdadera historia. No puedo simplemente empezar sin narrar nada de lo que supuestamente ocurrió antes, o limitarme a un pequeño flash back, que no sería tan pequeño. Así que, habrá otro capítulo antes de la época Post-Hogwarts, que espero hacerlo lo más emocionante posible. Espero que la introducción no me lleve más capítulos, porque se supone que iba a ser uno. Ojalá os guste este capítulo, y ahora, pongo respuestas a los Rewiews
Beautycien hp: Espero poder actualizar lo más rápido que pueda, ya que tengo poco tiempo, y tardo bastante en conseguir escribir unas líneas. Pero prometo ir escribiendo todo lo que pueda. Gracias por tu otro rewiew en Desde que te quiero.
Hermiwg: Aquí está la continuación. Actualizaré lo más rápido que pueda. También gracias por tu rewiew en mi otro fic, Venganza para dos.
Lady Lathenia: Aquí va nueva continuación . Espero que este nuevo, cuando esté acabado, te guste tanto como el otro. Y también gracias por tu otro rewiew en Venganza para dos.
AleJa M: Muchas gracias . La personalidad de Draco pequeñito... pues a ver, la hice intentando que pareciese despreocupado, inocente, un crío de 5 años. A esa edad uno no tiene conciencia del mundo, y lo poco que sabe Draco es lo que le dice su padre. Y los niños pequeños son como son, que prefieren descubrir las cosas ellos mismos. Él sólo se extrañó de ver a Hermione. No odiaba a los muggles, para él son solo "los bichos que odia papá", no sé si me explico. Aquí se ve poco de la personalidad de Draco, en este capítulo, porque poco actúa, solo describo sus sentimientos. Aunque por la rutina que describo espero que quede claro. Si no, en el próximo capítulo quedará bastante claro.
JeSsY WeAsLeY: Gracias Espero poder ir continuándolo y no tener que dejarlo de lado, a ver que te parece este capítulo.
Muchas gracias a los que me habéis envido Rewiews. Espero también tener unos cuantos para responder en el próximo capítulo. Besitos.
Akane Yukino
