Disclaimer: ninguno de los personajes son míos, son de JK Rowling.
In the moonlight shadow
Capítulo 3: Deseos de cosas imposibles
El mes de febrero fue pasando poco a poco, y para suerte de Hermione, salió el artículo en el que tanto empeño había puesto en la revista "El Quisquilloso", todo gracias a Luna. Había conseguido algunos de los objetivos a corto plazo. Entre ellos, difundir la idea de cómo podían haber escapado los mortífagos, es decir, los dementores estaban ya bajo el servicio de Lord Voldemort, hacer más verídica la versión de Harry frente al Ministerio, convencer a la gente y hacer enfadar a Dolores Umbridge. Al fin y al cabo, ella también era un poco revolucionaria, como Harry y Ron.
Todo este alboroto que había habido la había hecho desconectar un poco, pero eso no significaba que no estuviese alterada. Se olía que algo ocurría que ella no podía controlar. Intuía. Pero no se había dado cuenta de todo lo que pasaba por la mente de Malfoy, sus tribulaciones y pensamientos.
Para Malfoy, el tiempo ya no importaba. No comía, no dormía. Un muerto en vida, eso era. Sólo vivía para pensar en ella. Demasiadas cosas en la cabeza, pensamientos de amor. Pasaba las tardes solo, en las lindes del bosque, junto al lago, únicamente pensando. Su mundo había dado un gran cambio.
Ahora todo tenía sentido, pero a la vez no lo tenía. Draco había sabido desde un principio que estaba enamorado de una muggle, pero no que esta fuera Hermione Granger. Durante días sólo le dio vueltas a lo mismo: o desechaba ese sentimiento, considerado sucio por sus prójimos, o le declaraba a ella lo que sentía. Pero eso era imposible, nunca podría hacer eso. Pero, ¿cómo olvidarla? Estaba loco. Sólo hacía una semana de su descubrimiento y ya se había vuelto loco de amor. Decidió que a partir de ese momento, intentaría llevar una vida normal, aunque ardiese por dentro.
Y eso hizo. Pero no lo aguantaba. Cada mañana, en los pasillos, en las clases, en el comedor, en los jardines... siempre estaba ella. Con sus gestos que lo hacían perder la cabeza, y su mirada, que lo hechizaba. ¿Qué le había ocurrido? ¿Ese era el gran Draco Malfoy? No, ese no era él. Aquella niña lo había hecho cambiar hasta tal punto de que no se reconociera a sí mismo. Intentó evitarla, pero no pudo, siempre topaba con ella. Intentaba controlar sus acciones, para que no le pareciese a ella que a él le pasaba algo, pero llegó un punto en el que tuvo que hacer sacar toda su frialdad para seguir siendo él mismo.
Cada vez se metía más con Potter y Weasley, para desquitarse, generalmente cuando ella no estaba presente. Hacía pequeñas bromas a los novatos, ya que eso le hacía relajarse. Pasaba grandes horas encerrado en la habitación de los chicos de quinto, para estudiar lo más relajadamente posible. Se esforzaba al máximo posible en quidditch. Intentaba ser él mismo.
Pero cuanto más la evitaba, más la echaba de menos. Cada vez que se encontraba solo en un pasillo, miraba de reojo a todos lados, esperando verla. Y cuando se daba cuenta de lo que hacía, se arrepentía, y seguía su camino, mirando al frente. Cuando estudiaba grandes ratos en la biblioteca, aquel que ya era el santuario de la castaña, intentaba no despegar la vista de su libro. Pero en cuanto caía la noche, y él se acostaba, no podía dormir, y no hacía más que pensar qué podía hacer para solucionar toda esa situación.
En ocasiones se sorprendía a sí mismo, haciéndose una ficticia imagen de la real Hermione Granger, imaginándola dulce, asustadiza, pequeña, desprotegida, necesitada, tímida... todo aquello que siempre había asociado con la chica de la que se enamoró. Pero luego, en un abrir y cerrar de ojos, esta daba lugar a una Hermione bella, inteligente, arrolladora, segura de sí misma, luchadora y fría, autosuficiente, e incluso sexy. Y, sin quererlo, llegaba a la conclusión de que Hermione era como él.
Él, desde siempre, había sentido necesidad de ser amado y protegido. Pero nunca nadie ha llegado a saberlo, por eso se esforzaba en ser tan frío, tan insensible, malvado o cruel, como algunos decían, tan autosuficiente. Tal vez Hermione y él fueran polos opuestos, pero muy en el fondo, Draco imaginaba, o sabía, que eran muy similares.
Y en ocasiones el destino jugaba malas pasadas. Pero en otras se ponía completamente en contra. El suyo lo había obligado a ser un miembro más del grupo de seguidores del Lord, incluso contra su voluntad. Pero se suponía, debía sentirse orgulloso, porque sería el único estudiante con tales "honores". Al fin y al cabo, era demasiado joven. Y aunque aquello lo soportaría con resignación, no era una cosa para tomarse a broma. Ser mortífago es para toda la vida. No puedes darle tu palabra al Lord y decirle a los tres días adiós, muy buenas. Pero le daba asco mirarse al espejo y ver sólo a un fracasado que, teniendo dinero, prestigio, talento, inteligencia y belleza, debía depender de otros, y renunciar a lo que él quería.
Aquel día, Draco se despertó con un poco de dolor de cabeza. Obviamente, era normal si se había pasado toda la noche pensando en ella hasta que se quedó dormido. Bajó a su sala común, ya vestido con el uniforme, para encontrarse ya allí a su escolta, Crabbe y Goyle, leyendo una revista para niños. Muy propio.
- ¡Eh! ¿Os pensáis quedar ahí todo el día? ¡Levantaos, que os da pereza hasta moveros para desayunar!- les gritó Draco, como mosqueado, mientras le quitaba la revista de las manos y la dejó sobre una mesa.
Ambos obedecieron al instante, y salieron de la sala común, dirigiéndose al Gran Comedor. Se encontraron a varios pequeñajos Slytherrin, a los que Draco ordenó que le llevasen la mochila hasta el comedor, como si éstos fueran elfos domésticos. Pero tuvo tan mala suerte que justamente antes de entrar al Comedor, vio como salía el maravilloso trío. Decidió pasar de largo esta vez, ya que no quería insultarla, pero Pansy llegó por su espalda, con todas las chicas de Slytherin, mientras miraban a Hermione y se reían de ella. Esto no le dejó otra alternativa a Draco. O los insultaba o creerían que estaba raro.
- Míralos, no tenían ya suficiente, que siguen rondando.- les dijo en su tono de siempre, arrastrando las palabras.- ¡Cararrajada! ¿Vas de camino a la enfermería?- los Gryffindor giraron para ver qué quería Malfoy esta vez. Se encontraron a casi todo Slytherin riendo.- ¡Oh! Lo olvidaba, que es que vives allí.
Todo el mundo estalló en carcajadas. Entre risa y risa, Malfoy pudo ver cómo Weasley sujetaba a Potter para que no fuese directo a pegarle, como ya hizo en el campo de quidditch. Sin embargo, Hermione estaba completamente furiosa. ¿Desde cuando le importaba tanto lo que Malfoy dijese? Desde que le atraía tanto... Para ella las cosas no podían quedar ahí.
- Cállate, Malfoy, y vete a molestar a tu maloliente pandilla.- le respondió Hermione con una mirada asesina.
Todo Slytherin se quedó callado del insulto que acababa de recibir. Pero para Malfoy, lo más hiriente fue la mirada que Hermione le enviaba, como si quisiera cortarlo en rodajitas chiquititas. Esto lo sorprendió de gran manera. Y mientras le decía con las manos al resto de Slytherin que entrase al Gran Comedor, seguía manteniendo contacto visual con Granger, mientras que Potter y Weasley subían las escaleras enfurecidos, dejándola sola. Pero para Hermione no había sido suficiente.
- Eres una rata, una sucia rata que nada más se dedica a molestar a la gente. No vales nada.
Estas palabras le llegaron al corazón, hiriéndolo en sobremanera. Nunca había imaginado que lo llegasen a herir de aquel modo, y mucho menos ella. Sin embargo, pudo ver claramente como Hermione estaba llorando. Pero, ¿por qué lloraba? ¿Por el insulto a Potter, o porque era él el que les había dicho aquello?
- No hables de lo que no sabes, Granger. No sabes lo que es estar en mi lugar.
Hermione se sentía morir. Era el chico que más le atraía de Hogwarts. Pero ella nunca había llorado por aquello. ¿Tal vez fuera amor? Quién sabe. Tal vez Draco Malfoy fuese aquel chico al que estaba destinada a amar, pero si así fuera, el destino no estaba de su lado. ¿Desde cuándo sentía tantas cosas por él?
- Oh, claro que lo sé. Tu sólo tienes que llegar a tu sala común, y sentarte a dejar que los demás te hagan las cosas. Sólo sabes ordenar, nunca te has dedicado a hacer las cosas por ti mismo, ni has ayudado a nadie en nada. No eres más que aquellos de los que te sirves, y nunca sabrás lo que es la valentía, la humildad, la honestidad, la sinceridad, los valores positivos de la vida. Sólo sabes ser orgulloso e hipócrita, y no mereces más que la pena de aquellos a los que insultas. Nunca verás lo bueno de la vida, porque gracias a personas como tu, ya no queda casi nada.
Draco estaba impresionado por aquel medio discurso. ¿Cómo podía pensar ella que su vida era tan fácil? ¿No había tenido en cuenta que él también era persona y tenía sentimientos? Que él sabía que era mucho más débil que ella, pero sino, ¿qué le quedaba? Sólo las lágrimas...
- Ni siquiera tú, la más sabelotodo, puedes llegar a imaginar cómo soy en verdad. No eres quién para juzgarme.
- Y tú tampoco eres quién para insultar a nadie. No tienes corazón.
En ese momento Hermione estalló en lágrimas. No pudo soportarlo más, y echó a correr escaleras arriba. Sin saber por qué, aquel chico había sido el único capaz de hacerla perder los estribos antes incluso de lo pensado. ¿Tanto era lo que sentía por él? ¿Desde cuando? Ya no sabía qué pensar, sólo sabía que le importaba demasiado lo que él hiciese o pensase, o incluso cómo se sintiese.
Y él, tan solo se había quedado estático, sin pensar siquiera como reaccionar, así sin más. Tan descolocado lo había dejado que estuvo una hora como muerto hasta llegar a reaccionar, ya en la primera clase. ¿Eso pensaba ella de él? ¿Así de cruel se veía desde fuera? No quería reconocerlo, pero esa era la faceta que se había construido, su fachada. Y tal vez por eso ella llorase, porque sabía la verdad, y le molestase todo. ¿Pero qué podía hacer, si su vida era ella? Tenía que hacer algo, ya.
Draco se pasó el resto de la semana pensativo. Iba a clase, pero no estaba realmente en ellas, ya que pensaba en las musarañas. O mejor dicho, en Hermione. Cada nueva vuelta mental que le daba al asunto, más se le complicaba. Y cada vez que pensaba en hacer algo, más cobarde se volvía. Aunque raramente nadie notó lo extraño que estaba. En realidad, poca gente le hacía caso a Draco, o más bien ninguna. Excepto Hermione.
Ella estaba también afectada. Sabía que se había pasado al decirle aquello, pero ahora no podía ir y pedirle perdón. Aunque en realidad había notado que el chico parecía como en otro mundo y nunca prestaba atención absolutamente a nada. En realidad estaba muy preocupada por él, ya que muy probablemente fuese culpa suya que estuviese así.
Pero después de toda esa semana pensativo, decidió que no le importaba como le viera el mundo, pero que sí como lo viese ella. Estaba verdaderamente enamorado, ya que lo único que realmente deseaba era la seguridad de ella. La gran posibilidad de todo aquello es que ella lo odiase, ya que se lo había mostrado. Pero eso no hacía que él la dejase de querer. Ella era la única chica que le había mostrado cosas ajenas al dolor y la conveniencia, aunque ella no recordase. Para él, durante toda su vida ella había sido su única ilusión y su única referencia al amor. Si la perdía, perdía todo, no podía arriesgarse. Así que, para bien o para mal, debía decirle lo que sentía, para que no tuviese esa visión de él. Pero debía luego alejarse, para no dañarla, para que estuviese a salvo. Por su bien.
Igual que el mosquito más tonto de la manada
Un mes después, todas las mañanas ella se levantaba con la ilusión de que, en el pasillo que la llevaba a ella a la biblioteca, después de comer, y a él a no sabía ella dónde, todos los días lo vería, se cruzarían, aunque fuesen décimas de segundo, solo para ver como chocan sus miradas y un mar de sentimientos se agolpaban en los ojos de cada uno. Esos ojos plata que a ella tanto le gustaban, aun a pesar de la fría sonrisa de piedra que él llevaba a todos lados. No había día que no se mirasen, al igual que no había día en que Hermione lo mirase furtivamente en clase. Pensaba que tal vez le atrajese un poco más de lo que pensaba, pero decidió no pensar, y simplemente disfrutar de cada mirada como si fuese la última. Aunque sabía que era absurdo, estúpido y tonto hacerse ilusiones solo por miradas, pero se había convertido en un sin vivir.
Yo sigo tu luz aunque me lleve a morir
Para Draco, cada día era un encontronazo distinto. Eran los mismos ojos dorados que veían todos los días. Pero a través de ellos cada día percibía algo distinto. Tal vez hubiese llegado a entender como se sentía con solo mirarla. Había días que reflejaban tristeza, otros euforia, desesperación, miedo, angustia, ansiedad, tranquilidad, sorpresa, nerviosismo. Aunque nunca había visto en ellos auténtica felicidad. Pero igualmente sabía que por cada mirada de cada día lo daba todo, y que la seguiría hasta el fin del mundo por que tan solo lo mirase, por encontrarse con su mirada algún día en pociones u otra clase, o en el comedor. Cuando la observase. Hasta el fin del mundo la seguiría.
Te sigo como le siguen los puntos finales
Ya para Hermione el juego se estaba convirtiendo en obsesión. A veces se sorprendía siguiendo a Draco Malfoy por el castillo. Cada vez iba a peor. Para suerte de ella nadie se daba cuenta de su problema, y si lo hubiesen hecho estaría en un aprieto. ¿Desde cuándo ella perseguía a la gente? Desde nunca. Pero por Draco Malfoy ya no sabía ni lo que hacía. Lo seguía involuntariamente, pero lo hacía, tras las paredes, armaduras, esquinas o columnas. Como si fuese el final, y no lo pudiese ver nunca más.
A todas las frases suicidas que buscan su fin.
A cada mirada que obtenía de ella, más quería, y más necesitado se sentía. Ya no era una rutina, era una desesperación, que cualquier día podía terminar tan súbitamente como empezó. Cualquier día ella podría cambiar la hora de ir a la biblioteca, o simplemente evadirlo. Pero no, allí estaba, dispuesta a mirarlo, con su dorada mirada que iluminaba hasta su frialdad.
Y el sentimiento se hacía cada vez más doloroso. Necesitaba expresarlo de algún modo, aunque nunca se haría con el valor para sincerarse frente a Granger. Si cualquiera se enterase, estaba literalmente muerto, antes de que Weasley se quedase sin monedas para chucherías. Debería hacerlo en el anonimato, de forma única que si alguien llegase a leer el anónimo, nadie supiese de él. Sabía que Hermione era inteligente, y que aunque fuese anónimo, ella lo sabría. Era una buena idea lo de la carta anónima. ¿Pero qué poner, y cómo?
Igual que el poeta que decide trabajar en un banco
Cada noche, al sentarse frente al fuego, Hermione hacía un repaso mental de su día. Y cuando ya tenía por seguro que había realizado todas sus tareas, podía pensar libremente en el encuentro diario con Malfoy. El sólo pensar en su mirada la volvía loca, y se le saltaba la vena romántica, sin poder describir su mirada. Muchas palabras le venían a la mente en una lluvia de ideas, y para no olvidar, cogía un trozo de pergamino usado y lo apuntaba, consiguiendo hacer una pequeña poesía. Y en su baúl tenía guardadas las poesías de noches anteriores, con las que ya perfectamente podía hacer un recopilatorio. No sabía que pasaría el día que dejase de mirarla, pero suponía que para ella, le haría perder el norte y dar un giro a su vida, ya que encontrarse con él ya era una rutina. Sería como si ya no estudiase en Hogwarts.
Sería posible que yo en el peor de los casos
Draco se pasaba ya casi todas las noches pensando qué palabras emplearía para decirle a Hermione como se sentía. Y todavía no sabía que decirle con exactitud. Tal vez le revelaría que él era quien se encontró en el bosque "encantado" cuando era niña. ¿Sonaría convincente? ¿Y sería apropiado? Tal vez sí, tal vez no. ¿Y si ella sentía lo mismo que él? Era muy improbable, casi imposible, pero existía la leve posibilidad de que fuese real, porque sino, ¿por qué lo mira todos los días sin falta uno al pasar por el corredor? ¿Y por qué pasaba por allí a sabiendas? Tal vez lo tomase como un encontronazo más, pero tal vez no... Si ella lo sintiese, sería la perdición de Draco Malfoy. ¿Cómo hacerla entonces feliz? ¿Poniéndola en peligro? Por eso mejor no rebelar demasiadas pistas. Las cosas no podían ser, debía resignarse al destino. En el peor de los casos, tendría que abandonar toda esperanza y atenerse al destino que se le había impuesto.
Le hiciera una llave de judo a mi pobre corazón
Para Hermione cada día que pasaba era distinto. Algo nuevo se arremolinaba en torno a su corazón. La atracción por Draco Malfoy se estaba volviendo incontrolable. Ya tenía asumido el interrogante de si era atracción u otra cosa, pero aparte de eso, ya era una obsesión. O mejor dicho, un algo que le oprimía el corazón, aunque estuviese mal. Tal vez lo mejor sea resignarse y hacer callar a ese "algo" que la volvía loca poco a poco, antes de que fuese demasiado tarde.
Haciendo que firme llorando esta declaración
Draco se decidió por ponerse a escribir una noche la carta para ella, en la que le confesaría todo. Era una tarde lluviosa de abril, y Draco aprovechó que todos estaban en el Gran Comedor, a gusto junto a la chimenea, para él ponerse en el cuarto que compartía con los de su curso. Cogió lápiz y papel, pero no sabía por donde empezar. Estuvo horas y horas dándole vueltas, meditando, hasta que al final se le ocurrió la carta perfecta. Pero era demasiado triste, demasiado dura, realista o pesimista tal vez. Mientras escribía, Draco no pudo aguantar, y por primera vez en su vida, lloró por sufrimiento psicológico. Fue lo mejor que pudo llegar a hacer, así que la dejó así, pensando en enviársela al día siguiente, por la tarde para que nadie se la quitase o la leyese en el correo matutino.
Querida Hermione:
Tengo demasiado que contarte que hay cosas que nunca sabrás. No sabes quién soy, y no creo que logres saberlo. Pero necesitaba decirte esto. Tal vez creas que soy una persona cruel, o insensible. Pero te puedo demostrar que no soy eso, en absoluto.
Tu destino y el mío están separados, y nada puedo hacer por cambiar eso. Solo quería decirte que lo que siento por ti es tan grande que me extraña que quepa en este corazón tan pequeño. Te quiero, desde el día en que te conocí, hace ya mucho tiempo, tal vez más del que creas. Solo a ti he podido mostrarme tal cual soy, aunque no te hayas dado cuenta. Solo junto a ti me siento seguro. Porque sé que me deparan cosas terribles, y deseo con todo mi corazón que no fuese esta la situación, que ojalá yo pudiese encontrar mi felicidad contigo, pero creo que tanto tú como yo sabemos que no puede ser.
No me esperes, porque no apareceré. No me busques, porque no me encontrarás. No aguardes otra carta, porque no volveré. No lo hago por crueldad. Hay cosas que es mejor no contar, no por lo que puedas pensar, sino por lo que te pueda ocurrir. Te puedo exponer a un gran peligro con pocas palabras, así que no quieras nada de mí, por favor.
Siento en el alma no poder hacer más, pero esto tenía que decírtelo. Espero poder vivir tranquilo, y sabiendo que estás a salvo. Pero recuerda que siempre te querré, porque eres la única que me ha llegado al alma. Recuerda que siempre te protegeré, en la oscuridad. Recuerda que si tu me quieres tanto como yo a ti, te prometo que algún día nos volveremos a encontrar. Bajo la luna de media noche.
Te ama
Tu protector.
Tras esto no le apetecía ni bajar a cenar, así que directamente se acostó en su cama adoselada, con aún lágrimas surcando su cara. Tal vez haya cosas demasiado duras para admitir. Ya sabía como se sentía en parte Harry Potter al ver que no tiene libertad para elegir su propio destino. Y no era ni bonito, ni heroico, ni agradable.
Me callo porque es más cómodo engañarse
Tal vez para Hermione fuese más cómodo callar y esperar a que viniese la guerra, así no se vería obligada a pensar en nadie. Tal vez así no tuviese que rendirle cuentas a su corazón, ni a nadie más. Si siguiese su vida normal, sin mirar a nadie, sin que su mundo girase alrededor de Draco, entonces podría ser feliz... ¿O tal vez no? ¿Qué pasaría si acabase viviendo una mentira con Ron? No soportaría eso. Pero su corazón no podía imponerse, sino acabaría viviendo una intricada vida con la que correría un gran riesgo. Tal vez fuese mucho más cómodo engañar a la gente, incluso engañarse a sí misma para que nadie la descubriese.
Me callo porque ha ganado la razón al corazón
Draco se debatía entre si poner su nombre o no en la carta, pero era algo muy precipitado. Si no ponía el nombre, se podía imaginar que era cualquiera, un mar de sentimientos lanzados desesperadamente. Pero si firmaba, constituiría una declaración. Y él lo único que quería era su felicidad, su libertad y su seguridad. No la pondría en peligro, por nada.
Pero pase lo que pase, y aunque otro me acompañe
Aunque ella a partir de su graduación se presentase al mundo mágico como la prometida de Ron Weasley, su instinto le decía que aquello era algo más que hormonal, y que tal vez esas miradas diarias se transformarían en algo más que hormonas... amor. Aunque ella no quería ni oír hablar de esa palabra. No podía soportar pensar en que estaba siendo una hipócrita y se estaba dejando llevar por la comodidad, antes de luchar por lo que quería, como una leona. Tal vez, aunque siempre estuviese acompañada de Ron, consiguiese querer a Draco, y no olvidarlo, nunca, aún a pesar del amor que sabe que Ron le podría dar.
En silencio te querré tan solo a ti.
Después del habitual cruce de miradas con Hermione, al fin se decidió a enviar la carta. No tenía nada que perder... salvo la protección de ella. No dejaría que la lastimasen, nadie le haría daño mientras él estuviese a cerca suya. Tal vez después de ver la cara que ella pondría al leer la carta le hiciera olvidarla. Pero por la tarde, al atar la carta para ella a la pata de una de las lechuzas del colegio, sintió muy dentro de su alma que nunca volvería a ser el mismo. Porque aunque siempre estuviese obligado a callar, nunca la podría dejar de querer, después de todo.
Igual que el mendigo cree que el cine es un escaparate
Unos minutos más tarde, Hermione estaba en su sala común, sentada en la butaca leyendo el periódico junto al fuego, cuando una lechuza entró en mitad de la sala común. Por suerte para ella, estaba ella sola, sino, ¿cómo explicaría a sus compañeros aquella carta? La cogió con delicadeza, ya que el papel parecía más propio de un noble que de un estudiante, y la caligrafía con la que tenía escrito Para Hermione era más propia del director que de un adolescente.
Intrigada, abrió rápidamente el pergamino, para encontrar una extensa carta que leyó palabra por palabra, ya que la veía como algo sumamente importante. No podía creer lo que leía. Según la carta había alguien en el colegio que la quería. Y no era Ron. Se notaba por su letra. Y no era Harry, se notaba por la expresión. Alguien a quién conocía... un amor imposible... Le pedía que no lo buscase, ¿pero cómo no hacerlo? Se mentía a sí misma como que no tenía ni idea de quién era. Pero muy en el fondo lo sabía. Se lo decía el corazón. Como cuando se contempla la realidad desde una ventana. O como cuando alguien sin gracia miraba a un escaparate, observando una idealización. Y deseaba que ojalá estuviese en lo cierto.
Igual que una flor resignada decora un despacho elegante
Ya había pasado un mes desde que le envió la carta a Hermione, y Draco seguía observándola, día tras día, sin falta. Tal vez no había solucionado nada, y ella seguía sin suponer que él era su admirador secreto. O tal vez lo quisiese y no quisiera alejarse de él. Pero eso era algo imposible. Ya su vida sólo se dedicaba a fingir que todo iba bien, que estaba impaciente, ya que era abril y tres meses después por fin se haría un mortífago. Resignándose a guardar siempre las apariencias, con decoro, aún cuando la locura lo estaba matando.
Prometo llamarle amor mío al primero que no me haga daño
Desde que el chico misterioso le había mandado la carta, Hermione tenía que reconocer que dos chicos le habían pedido una cita. Pero ninguno de los dos era quién buscaba. Tenía que reconocer aunque muy en el fondo que no sólo esperaba, sino que también sabía que era Malfoy. Lo decía su forma de expresarse, lo decía su letra y su color de letra, verde obviamente. Lo decía el sello Slytherin con el que cerró la carta. Lo decía su corazón. Hacía ya mucho que no se lo encontraba frente a frente, y tal vez un intercambio de palabras lo solucionaría. Aunque estaba segura de que por muy mal herida que saliese de esta situación, no sería capaz de llamar "amor mío" o "mi vida" o "mi cielo" o cualquiera de esas expresiones cariñosas a ningún otro, aún a pesar de que ellos no la hiriesen como él lo hacía. Pero aún así, ese era su destino, permanecer junto a Ron, y llamarle todo aquello, cuando él la protegiese.
Y reír será un lujo que olvide cuando te haya olvidado.
Draco Malfoy, al pasar el tiempo desde el día que envió la carta, se había vuelto más arisco, ya no se metía con la gente. Sólo de su boca salían palabras hirientes pero que no tenían el objeto de insultar. No se reía de nadie, ni con nadie. Ya no le hacía chiste ver como los enanos de primero se deslomaban llevándole los libros. Ya nada le hacía chiste, ni siquiera reírse de alguien. Tal vez había olvidado cómo hacerlo, o tal vez consideraba reír como un lujo que no le estaba permitido. Tal vez cuando la olvidase lograría volver a reír. Es decir, nunca.
Pero igual que se espera como esperan en la Plaza de Mayo
Ella esperaba, esperaba el momento perfecto para soltarle un discurso típico en el que le pudiese mandar alguna indirecta, para que él se diese a conocer como el autor de la carta. Y si algo se le daba bien a Hermione, era ser sutil. Uno de esos días, pidió a Ron que la acompañase por aquel pasillo, en el que sabría que se encontraría a Malfoy. Eso sería suficiente cómo para hacer saltar al chico. Lo conocía tal vez mejor de lo que él creía. Y en efecto, así ocurrió.
Procuro encender en secreto una vela no sea que por si acaso
Al pasar aquella mañana, esperando volver a encontrársela, notó que por primera vez desde que silenciosamente acordaron encontrarse allí cada día, venía acompañada de Weasley. Tal vez ella ya hubiese notado que el pobretón estaba tras ella, y lo correspondiese, tal vez estuviese allí por casualidad, pero de cualquier manera, al verlo allí le hervía la sangre. Así que no se pudo resistir a soltarle algo.
- ¡Oh! Si es Weasley... ¿Qué tal tu familia?- dijo arrastrando las palabras, con un gesto de asco, como siempre. Ron al escuchar esto estaba a punto de saltarle encima.
- Déjalo, Ron. No le hagas caso.- dijo Hermione, sujetándole y sonriendo para sus adentros.
- Eso, Ronnie, obedece a la sangre sucia y no me hagas caso.- dijo Draco con voz femenina, como imitando a una chica.
- Esta vez si te doy, Malfoy, esta vez sí... - Ron estaba ya rojo de ira, y Hermione necesitaba hacer un gran esfuerzo para sujetarlo.
- No Ron, nos quitará puntos, recuerda que es de la brigada inquistorial.
- Por una vez, hazle caso a Granger, Rey Weasley.- Draco se iba a retirar ya, entristecido por no haber podido mirar hoy a sus ojos favoritos, cuando las palabras de ella lo detuvieron.
- Vámonos Ron, es tan cobarde que no puede decir las verdades a la cara. Solo poniéndolo por escrito es realmente sincero.- este comentario de Hermione hizo que Draco se girase de nuevo, para ver como Hermione lo observaba, casi como evaluándolo. ¿Acaso sí se había dado cuenta de que él era el que le había mandado la carta?
- Granger, yo puedo ser sincero en cualquier lugar, no soy tan cobarde como dices.- contestó él. No iba a quedar mal delante de Weasley, que en esos momentos estaba confuso y paralizado.
- Pues si eso es cierto no deberías ser tan cruel como aparentas, ¿no?- dijo ella, con los ojos semi-cerrados.
- ¿Qué estás diciendo, Hermione?- preguntó Ron en medio de la confusión.
- No sé a qué te refieres, Granger. Yo me muestro tal como soy, no como Weasley que intenta ocultar su pobreza.- Ron volvió a saltar, pero de nuevo Hermione lo sujetó.
- No te metas con Ron. Tal vez algún día aprendas a enfrentarte a lo que realmente quieres, y no pagarla con otros.- Draco pilló la indirecta. Se refería a su destino, al que él se refería en la carta. De nuevo Ron se quedó perplejo.
- No pondré en peligro nada innecesario- tal vez ya se había delatado, pero ya le daba igual.
- No te preocupes, Malfoy, tu pellejo y tu "honor" ya están a salvo, ¿no? ¿Qué más quieres proteger?- preguntó Ron, intentando incorporarse a esa conversación que no entendía.
- Espero que tu protegida esté a salvo, aún a costa de que la pierdas.- tras este comentario que acabó por confundir a Ron, Hermione se marchó, dejando a Draco pasmado.
Las cosas estaban muy claras. Ella sabía que él era el escritor de la carta. Pero ahora ella podría hacer dos cosas. O bien buscarlo, o bien alejarse. Y, la verdad, no quería que hiciese ninguna de las dos cosas. ¿Por qué todo cambiaba? No debería haber caído ante los celos de ver a Weasley con ella. Pero no podía evitarlo. Ahora su corazón era una vela, e irremediablemente esa vela ya estaba encendida, y ningún huracán había conseguido ya apagarla. Solo le quedaba resignarse.
Un golpe de suerte algún día quiera que te vuelva a ver
Para Hermione aquello había sido lo más extraño que le había ocurrido nunca. Resultaba que ahora el mismo Malfoy le había confesado sutilmente que él era el que le había mandado aquella carta, y el que sentía todo eso por ella. Pero la carta tenía razón. Sus destinos estaban separados, y no podían hacer nada, porque cualquier cosa supondría la muerte. Algo de racional había en todo el asunto. Se acabaron las miradas y el seguirlo constantemente. A partir de ese momento solo se permitiría verlo en sueños, y demasiado era. ¡Hasta dónde había llegado una simple atracción! Ahora podría decirse que lo quería.
Pero las cartas estaban echadas, sus caminos eran peligrosos. Y más valía salvar otras vidas, a costa de no vivir totalmente la suya. Tendría que seguir adelante, en un futuro casarse con Ron como ya había previsto y "olvidar" a Malfoy. Lo que no sabría era si sería capaz de aguantar todo eso. Y tampoco sabía qué supondría volverlo a ver en un futuro, y volver a tenerlo tan cerca. ¿Sería suerte o sería desgracia?
Reduciendo estas palabras a un trozo de papel.
Ya hacía un año que ocurrió aquello. Ahora, en el sexto curso, el destino de Draco estaba aún más claro. Ya no era un aspirante a mortífago. Ahora era uno de ellos, bajo amenaza. Sabía que ya le quedaba poco de colegio. Que echaría de menos todo aquello. Que ahora, en mayo, cuándo en menos de un mes debe cumplir su misión, ya que su vida y la de su madre dependían de ello, Draco pensaba en cómo sobreviviría sin observarla de reojo. Ya que aquellas miradas en el pasillo se perdieron. Ella se había alejado de él por su bien. Aunque sabía que todo lo que le había dicho en la carta había quedado reducido a un trozo de pergamino dónde mostraba su realidad.
Me callo porque es más cómodo engañarse
Ya pasado el escándalo de Lavender, el futuro de Hermione se veía cada vez más cercano. Ron estaba a punto ya de pedirle salir, ya que siempre iban juntos a todos lados, y en realidad, Lavender sólo había sentido celos de ella. Y sin embargo, seguía queriendo a Draco Malfoy casi tanto como hacía un año. Ya no lo veía, no se lo encontraba por el pasillo... Lo último que había sabido de él era lo del hechizo sectusempra que le había lanzado Harry. En realidad, sabía que a Malfoy la vida le iba cada vez peor, y que pronto no lo volvería a ver, lo presentía. Y para ella era más fácil vivir engañándose, haciéndole ver a todos que quería a Ron, como le mostró a Lavender. Pero sabía que el único a quién quería seguía siendo él.
Me callo porque ha ganado la razón al corazón
Draco ya no aguantaba más el colegio. Era cierto que su vida hasta aquel momento había sido un asco, pero es que tan bajo había caído que ya para desahogarse iba al baño de Myrtle a que ella lo consolase. Sonaba estúpido. Pero cada día que pasaba, él era más duro, y cada vez más al fondo de su corazón ocultaba sus sentimientos. Porque su nueva vida de mortífago le obligaba a no quererla. Y él había engañado a todos, haciéndoles creer que él no tenía sentimientos.
Pero pase lo que pase, y aunque otro me acompañe
En silencio te querré tan sólo...
Aunque ya Hermione cada vez que paseaba por el castillo sólo se veía junto a Ron, ella sabía que seguía queriéndole, que seguía amándole.
Pero el final del curso fue aún más duro. Draco cometió el error de su vida. Y salió de su vida para siempre. ¿Cómo perdonarlo? Entendía que nadie quisiera concederle el perdón, pero ella lo quería demasiado. Para ella seguía siendo su Draco. Aunque estuviera lejos, ahora sabía que las suposiciones que había hecho hace ya tiempo eran correctas. Que aunque compartiese su vida con Ron, como ahora lo hacía, seguiría queriéndolo.
Me callo porque es más cómodo engañarse
Draco llevaba demasiado mal su nueva vida de exiliado. Estaba acostumbrado a los lujos de Hogwarts, por lo que en comparación con el castillo, su nuevo hogar era horripilante. Lo único que guardaba de su vida de estudiante era el libro de artes oscuras que le regaló su padre, y los poemas que guardaba bajo su cama. No la había olvidado. Pero engañarse, creyendo que la olvidaría era más fácil.
Me callo porque ha ganado la razón al corazón
Ella se dio cuenta de que toda su vida había estado defendiendo a un asesino. Snape era un traidor. Y había llevado a Malfoy al bando equivocado. Y aunque lo de Malfoy mortífago no fuese nada nuevo, ella había albergado la esperanza de que tal vez, él se arrepintiese y no siguiese los pasos de su padre. Ahora él era su enemigo declarado, y tendría que llegar el día en que lucharían uno contra otro. Al fin, la realidad había ganado a los sentimientos de ambos.
Pero pase lo que pase, y aunque otro me acompañe
En silencio te querré,
En silencio te amaré,
En silencio pensaré tan sólo en ti.
Así, ambos siguieron su vida, amándose, en silencio, sin que nadie lo hubiese notado jamás. Ni Ron, ni Harry, los allegados a Hermione, ni Snape, el ahora mentor y tutor de Draco, nadie notó nada. Fue como si nunca hubiese pasado nada entre ellos. Sólo les quedaba esperar a la muerte, o al triunfo de un bando. Sólo esperar hasta que pudieran volverse a ver.
CONTINUARÁ
¿Y bien? ¿Qué os ha parecido? Con esto acaban los capítulos introductorios, y al siguiente ya podré empezar con la etapa Post-Hogwarts. Espero que podáis observar que los personajes tiene unas conductas adecuadas a su edad. Aquí se nota que pasan por un periodo adolescente, donde predominan los sueños, esperanzas y cursilerías, donde se define la personalidad. En el siguiente chap, tendrán una personalidad más madura y definida, sin dudas emocionales a las que darle vueltas constantemente. Sé que me ha quedado un poco largo, pero era necesario. La canción, para quién quiera saberlo, es Deseos de cosas imposibles, de La Oreja de van Gogh. Ahora os pido rewiew's, muchos rewiew's para que me suban la moral y pueda seguir escribiendo por favor.
Hermiwg: Muchas gracias por leerme!! Espero que este te haya gustado, hasta la próxima. Bss
AleJa M: Menos mal que te aclaró la nota que te puse. Como ves, he actualizado lo más pronto que he podido, y este capítulo da de sí. He querido reflejar la actitud de Draco, espero que me haya quedado bien. Bss, espero actualizar pronto.
